sábado, 9 de febrero de 2013
El escritor y la Musa
El vestido dejaba tras de sí un susurro de secreta alta factura, desolando la oscuridad y llenando el ambiente de luz. A su paso se sucedían las estatuas de grandes guerreros y hombres así como de elfos, duendes, hadas, ninfas, las musas de tantos escritores que han visto tanto en su realidad como en la realidad de otros una fuente de inspiración única. Los tonos azulados dejaban a su paso no solo el cálido y misterioso "frufrú" sino también una representación de un cielo que parecía en su ocaso, rozando ya la hora final, como si se tratara del último rayo de sol del día que dejara paso a la oscura y aterciopelada noche. Aquel lugar, bien conocido por la dama de gran belleza, era contradictoriamente nuevo, siempre tenía un detalle que añadir, que descubrir, que contemplar y del que maravillarse. Los pasos de sus zapatos eran los que se hacía escuchar por el lugar. No era un paso airado o furioso, sino tranquilo, quizás algo nervioso ante todo aquello que prometía la noche, Esa dama sonreía con calidez, haciendo a las estrellas volverse para mirar a su hermana perdida durante tantos años. La luna también la contemplaba, dejando a su paso el recelo de la que envidia a alguien mas bella que ella misma. Y aun así, en sus zapatos se veían piedras de luna, que eran regalo de la misma mujer pálida que contemplaba el pasar de los siglos entre las estrellas, sus queridas estrellas a las que tanto cuidaba.
Flanqueado por varias estatuas de escritores, por árboles vivos, en toda su plenitud de vida, por el brillo que se colaba en los cristales del techo, le esperaba el último tramo de aquel largo pasillo. A donde mirara podía ver rostros famosos de su mundo y de otros muchos. Un humilde monje de piedra miraba a los cielos en busca de esa respuesta sobre el origen del universo o un gigantesco lobo miraba con lo que pareciera ternura a una bella dama que le ofrecía lo que se asemejaba a un dulce. También había retratos de bellas mujeres que poseían cierto aire de maligna y consciente seguridad y al mismo tiempo atrayente como la luz para las polillas. Por allí lo que parecía un trono y al lado, retratado, aquel hombre que se sentaba en este con una voluptuosa criatura que emanaba tentación sentada en sus piernas, esmerándose en captar la atención del ser oscuro que se sentaba en el mencionado asiento. Sentada entre joyas como una reina, tumbada y cubriendo su desnudez por estas, una mujer de piel muy pálida era envuelta por los brazos de hombre de mirada salvaje que dejaba clara sus intenciones de intimidad para con aquella que resultara su acompañante.. Allí donde la luz de la luna que se filtraba por los rosetones del techo no llegaba, las sombras se hacían presentes siempre y cuando algún candelabro no desterrara la oscuridad a otro tiempo y lugar. En el mas colorido de los tapices se podía apreciar a dos amentes mirándose a los ojos, no existiendo nada mas que esos ojos que se miraban mutuamente, congelados en el tiempo y el espacio
La dama identificaba cada escena, cada pareja, cada detalle con todo aquello que alguna vez había sido y nunca dejaría de ser ni en su propia mente ni en el corazón de aquel que había creado todo lo que sus ojos contemplaban. Los lánguidos pétalos de una flor azul caían a su paso como si quisieran superponer una segunda alfombra ante la que ya se encontraba presente, de un color rojo especial en extremo a los ojos del anfitrión. Todo ello sostenido por un suelo de mármol blanco como la sonrisa de aquella mujer que en su cuello portaba joyas que no necesitaba, ese mensaje físico de todo lo que pretendía expresar un corazón que la tenía como invitada siempre, cada día. Había tanto que explicar dentro y fuera de aquel lugar que tan bella historia entre dos personas nunca se llevarían a cabo a no ser que la eternidad amparara a quien la describiera. Las luces de las estrellas parecían vislumbrarse mucho mas brillantes, mas cercanas.Y así era, pues querían contemplarla a ella, a la que hoy celebraba su día de nacimiento. Se mostraban expectantes todas ellas, atentas a cada esto, cada respiración de aquella mujer de cabello oscuro que parecía seda elaborada del mismo manto de la noche y brillante, con luz propia.
Al final de aquel largo corredor se encontraban dos grandes puertas en las que se podía dar toda cuenta de actos heroicos y escenas no tan llamativas tales que una recogida de la cosecha o la creación de otra vida, saliendo del seno de una laguna de aspecto tranquilo, hecha del azul de lo que pareciera un zafiro. Pequeñas líneas de plata que se esparcían desde los bordes hasta la parte mas alta de la puerta parecían confluir como caminos hasta formar la raíces y el tallo de una rosa de color azulado que sorprendentemente se dejaba acariciar los pétalos por una brisa de origen desconocido, como una mano que delicadamente delinea los rasgos del rostro de un amante. Y ahí la rosa rompía en dos una inscripción que ocupaba todo el marco de la gran puerta: scriptoris in amore faciam vos vivamus per aeternum. Las figuras que se mostraban en la puerta comenzaron entonces a moverse, como dejando tras de sí a la mujer, dirigiéndose al fondo de aquel marco tan bellamente cincelado y haciendo una especie de gran fuerza. No había gesto de esfuerzo en sus rasgos sino que parecían hacer aquello diariamente. Y las puertas comenzaron a abrirse poco a poco para dar pasó al salón de baile en el que se celebraría la fiesta,
La gran sala ya se encontraba llena de gente qye la recibió con alegría por su amistad y con admiración por su belleza. Sus ojos reflejaban aquella luz de la felicidad que parecía dispuesta a no extinguirse nunca. Los buenos amigos se encontraban en aquel lugar y los fue saludando uno a uno. Aquel lugar, con sus amigos, se antojaba perfecto. Extrañamente perfecto pues a la soledad solo rota por un elfa o una dama de locura y encanto sin igual, se unían sus amigos. Al tiempo que todo esto pasaba la música comenzaba a sonar y las personas se fueron apartando poco a poco sin perder la sonrisa para formar un pasillo hasta el centro de la pista de baile donde un hombre la esperaba. Solitario y de gesto grave, toda expresión de seriedad se fue cuando la vio aparecer. Con pasos tranquilos ella comenzó a caminar hasta el centro de la pista mientras la música sonaba. La sonrisa no se perdía en su rostro en momento alguno y el caballero hizo una profunda reverencia que la dama correspondió de forma cortés. Seguidamente el sonrojo de ambos se hizo notable y se abrazaron, encontrándose al fin la una en los brazos del otro. Las cristaleras llegaban hasta lo alto reflejando la gran altura en la que se encontraban, en medio de un monte que por donde se mirase daba una vista perfecta de los cielos.Y abajo las nubes hacían una alfombra blanca y pura en inocencia y belleza. La Luna los seguía observando y a ella se unieron los demás planetas que querían asistir como dioses e invitados de honor a aquel encuentro.
Él la sostuvo por su cintura mientras se posicionaban y con fluidez comenzaron los primeros compases de un vals durante el cual ambos se miraban a los ojos, Las sonrisas no se borraban y dejaban tras de si una de las grandes sensaciones que pueda recibir el ser humano dentro de su corazón y de su alma. Aquel hombre estaba exultante de felicidad por aquello que creía imposible de conseguir algún día. Que ella, motivo de cada, suspiro, cada pensamiento y cada verso estuviera entre sus brazos al fin, rodeada de amigos a los que había invitado de buena gana para hacer mas perfecta aquella velada. Ante los ojos de la mujer que tenía el afecto de las mismas estrellas, de los animales, mares, ríos y montañas las cuales habían sido creadas para albergar miles de historias que contar en un pasado y futuro próximos, sobre como dos almas se buscan, se unen y se envuelven la una a la otra con sábanas o abrazos llenos de calidez, ternura, afecto, deseo, pasión. Y ahí estaba ahora ella, entre los brazos de un hombre, de un ser humano que era mas feliz que nunca, que se encontraba vestido en tela de un traje negro y caballeresco que resaltaba todo aquello que él tuviera ante los ojos de ella. La música los conducía por los recuerdos del pasado y los planes de futuro. Todo esto aderezado con una mirada del hombre que mostraba esa esencia que destacó en sus ojos la primera vez que vio aquellos ojos capaces de tantas cosas dentro de su alma
Con paso lento bailaban canciones que para ellos fueran importantes, dejando atrás todo lo demás, concentrándose en sus ojos, ignorando amistades , reinas y emperadores presentes. Por toda la sala la música iba llenando los corazones de un sentimiento de felicidad, de ternura. Los excelentes músicos dejaban que sus manos tocaran solas, algunos maravillados consigo mismos de lo bello que era el sonido que dejaban salir. Pero nada mas existía: ni las guirnaldas de plata o las estatuas de ninfas, la fuente de chocolate custodiada por una encantador guardiana, ni las joyas o las bellas facciones de algunas invitadas, ni la ausencia de dolor o el exceso de hilaridad. No había miedo o preocupación. Solo esos dos ojos que para el escritor de historias a veces ocupaban la totalidad de sus sueños, tanto cuando estaba dormido como cuando estaba despierto. En medio de aquel momento tan especial, el corazón del escritor juzgo entonces que era el momento de hablar pues mayor perfección no se podía alcanzar.
-Feliz cumpleaños Musa de mi inspiración. No se que mas decir aparte de gracias por cada día en el que la vida me permite compartir pequeños y grandes momentos llenos de lecciones y de sonrisas, de lágrimas que nos fortalecen y de risas que nos regocijen el alma. Esto es lo que te puedo regalar, historias humildes salidas de mi corazón, versos en la noche que no sean escritos para que solo tu seas la receptora de aquellos anhelos encriptados que tu creas dentro de mi ser. Te puedo dar mi cuerpo, mi alma, mi pensamiento y corazón aunque todo eso ya lo tienes y tengo la seguridad de que harás un gran bien de todo ello. Gracias a ti sonrío cada día y en mis momento de tristeza pienso en tu mirada y sonrisa para seguir luchando, extrayendo fuerzas del sondo de tu voz, de la inmortalidad de tu sonrisa que cuando desaparece, anochece en mi mundo y la tormenta se extiende. Te debo mil cosas que nunca podré pagarte y espero algún día igualar en actos todas las buenas acciones que me han hecho sentir tal cual soy ahora mismo contigo entre mis brazos, Tu has roto mi máscara de piedra.-Aquel hombre se quedó callado ante un pensamiento. Y entonces dijo, envolviéndola en dos alas de ópalo negro y acercándose a su oído- Puedo darte la inmortalidad...
...Porque si un escritor se enamora de ti vivirás para siempre.
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