La magia que flotaba en el ambiente envolvía los sentidos como el cálido abrazo de una madre a su hijo, los sumía en un letargo y estupor que solamente permitía el paso a todo aquello que resultara agradable hasta el punto de rozar la utopía. Los pequeños sonidos que salían de la habitación llena de cojines eran una muestra de lo que acontecía en ese momento. No era necesario ser un sabio para darse cuenta de lo que estaba llenando los poros de aquellos dos seres. La musicalidad de sus risas entrecortadas por algún que otro suspiro casi imperceptible era prueba mas que suficiente para dar a entender qe aquellos dos amantes se prodigaban lo mas bello que puedan darse en este y otros mundos.
El interior de la habitación era una llamada al relajo y la comodidad en su mas clara expresión. Los tapices descomunales con escenas de la vida cotidiana se mezclaban con escenas de personas de todas las etnias dándose un amor exacerbado y casi fervoroso ante la mirada de los astros y las estrellas ahí presentes. A la llamada de Venud acudían desde los pequeños gnomos hasta los grandes gigantes que en sus cuevas podían llevar a cabo auténticos terremotos de pasión. Dos elfos se encontraban con sus bellos rostros unidos por las perfectas boas, armas a un lado y ropas al otro. Entre dos labranzas un campesino corteja a una humilde aldeana de ojos color índigo que parece mas que predispuesta a darle una prenda o a arrebatarse ella y él todas las que lleva puestas. Un soldado vuelve a casa sin un ojo pero eso no parece importarle a una espigada mujer de bondadosos ojos negros que se lanza a su encuentro para después entregarse a la pasión. En la habitación en cuyas paredes todo esto se narra hay una sola palabra motivo de filosofía pacífica y única: el amor.
Y predicando la religión consistente en adorar el cuerpo ajeno se encuentran los huéspedes de esa habitación. Las sedas de la ropa y los harapos casi de mendigo ya se han dejado atrás para disfrutar las caricias, los deseos y fantasías susurrados al oído, a las confesiones en las que la piel se eriza de parte a parte del cuerpo, a lo largo de una extensión de carne y hueso que es ahora templo de ininteligibles plegarias para quien reside en el interior de ella en un vaivén constante y rítmico, solo interrumpido por una pequeña rebelión de esa escultura divina que decide tomar la revancha entre los cojines de terciopelo tan dignos de la realeza..Aquellos ojos oscuros parecían expresar un profundo deleite con las expresiones de su apasionado compañero. Los bellos acordes de aquella voz envolvían los sentidos, como la magia antes citada, llevando a este hombre a desear mas y mas de esas formas y curvas de bella mujer que lo habían atrapado antes siquiera del primer contacto. No se dio por vencido y dejó salir de sus labios unas palabras fervorosamente intensas a la vez que sus labios se cernían sobre un seno y ella echaba la cabeza hacia atrás y ofrecía un poco mas de ese exquisito banquete.
Ella usaba con maestría las artes amatorias tanto de la sencilla mujer que cede a la pasión como la de la bailarina que puede imitar a las dunas de los desiertos entre las que nacieron los acordes del Qanún o el nay. Las caderas de aquella diosa se movían como por embrujo al son de una melodía que solamente sonaba en su cabeza y enloquecía los instintos pasionales de quien en esos momentos se encontraba bajo el influjo de esos ojos que robaban el alma si se lo proponían. Las manos de aquel siervo de su ahora pícara sonrisa se desenvolvían como pinceles por la espalda desnuda de esa Musa dadora de sorpresas mientras la danza de ella arrancaba los sonidos mas indiscretamente expresados por parte de alguien completamente entregado a la causa del deseo y la pasión. Ella no era perfecta pero en aquel momento los ojos, oídos, labios, suspiros y un sinfín de tributos necesarios eran dados y recibidos por los sentidos de ella, gentil en sus movimientos.
Para nada ni nadie existía aquel lugar. Solamente para los dos amantes que buscaban juntos el final de ese peregrinaje de besos y bailes comenzado tiempo atrás con una mirada, un abrazo, un roce de labios en el cuello y un susurro infestado de ese elixir de la picardia. Aquella sonrisa preciosa era un símbolo de intenciones mas allá de lo establecido por el común acuerdo entre la cordura y la lógica imperante. Esos pequeños detalles eran como peldaños de una larga y por fortuna o desgracia finita escalera que llevaba hasta el cielo mismo del éxtasis y el clímax, ese golpe de luz que una vez te alcanza, siente quien lo experimenta que podría desplegar alas y echar a volar hasta lo mas alto en la compañía de quien tiene contra su piel. Esa piel morena de Rosa sin espinas pero que crece entre ellas era todo un manto de gloria para las manos de quien la idolatraba y la veía como lo que realmente era: el motivo mas maravilloso de vida, la mujer por la que estaba dispuesto a sacrificar mas de una noche en pro de su sonrisa, por la que lucharía contra todos los demonios posibles y las tentaciones mas grandes.
El movimiento se fue haciendo cada vez mas y mas rápido. El sudor perlaba los cuerpos de los amantes y las miradas se cruzaron solo un momento cuando de pronto el placer mas intenso les golpeó y los elevó a ambos por las alturas en forma de mil estrellas brillando al unísono como nota final de aquella orquesta de sensuales palabras, bailes, confesiones en formas de caricias y seducción. Por un momento los cielos se abrieron y las nubes desaparecieron cuando el momento final llegó a ambos como señal inconfundible de una extraña pero mas que maravillosa comunión entre las dos almas, una de ellas sintiéndose llena de una gran fortuna por tenerla entre sus brazos. Las miradas se volvieron a cruzar de nuevo y un lento y cálido beso fue ese toque final antes de quedar acostados entre las sábanas de satén azul y los cojines, almohadas, rica y bellas telas, amparados por un dosel de seda azulada con lineas moradas que imitaba la sensualidad del movimiento de sus caderas con el acariciar de la brisa que entraba por la ventana.
Se miraron fijamente y él tomó una de las cientos de rosas azules que había a su alrededor desperdigadas por toda la habitación, dio un besó esta y con la misma deslizó los pétalos por ese rostro de piel morena y ojos enormes que atrapaban con solo una mirada. Con una sonrisa se dejó llevar por la emoción y la envolvió entre sus brazos y alas las cuales desprendían un sinfín de brillos. Entre esas plumas solamente destinadas a ella le susurró:
-Te quiero... y esta noche nunca será olvidada ni por mi mente, ni por mi corazón ni por mi alma... jamás.