El coche se detuvo tras recorrer durante varias horas el
desierto. En su interior había varios hombres armados y una mujer. Todos
miraban por la ventana a excepción de la mujer, que estaba en el centro, tensa,
nerviosa, pero no alterada. Era de noche y hacía frío. Aquella dama de melena
leonina estaba preguntándose cuando pararían a descansar o a su destino.
Ninguno de aquellos hombres hablaba su idioma y eso la hacía sentirse sola a
pesar de la multitud y que no haber un solo hueco mas en aquel trato de a saber
qué año.
Entonces hubo un intercambio de palabras y tres de los
ocupantes se bajaron en lo que parecía un control militar algo extraño, pues
estaba en medio de la nada. Probablemente el oasis que se extendía unos metros
más allá era el motivo de tanta vigilancia. El coche continuó un rato mas hasta
que se detuvo. Daban botes y mas botes. Desde luego no se podía quejar de la
suspensión. Bueno realmente sí. la mujer miraba una y otra vez la carta junto a
los billetes de avión que había necesitado para viajar hasta ahí. Según el
Ministerio de Turismo viajar a países en guerra eximía a dicho Ministerio de
cualquier responsabilidad para con el ciudadano. Si ella desparecía el Gobierno
no tenía porque responsabilizarse.
El coche paró frente a un edificio que parecía más bien una
mansión-fortaleza. Era un edificio reciente, de menos de diez años de
antigüedad. la arena había hecho su trabajo así como las consecuentes tormentas
que habían sacudido aquella zona del desierto. Llegaron a la puerta de la
muralla exterior. Esta se encontraba vigilada por diez guardias armados igual
que sus compañeros de viaje. El conductor hizo de improvisado presentador de la
dama y le abrieron las puertas. Entraron y la buena mujer vio como varios
hombres entrenaban formas varias de lucha, tanto desarmados como armados. Se
escuchaban disparos a lo lejos por lo que se intuía un campo de tiro detrás del
edificio. O al menos esperaba que se tratara de disparos de práctica.
La guiaron a la entrada de aquella mansión y todo cambio de
pronto. l cerrarse la puertas se notaba un silencio sepulcral. Todo estaba
bellamente decorado, con detalles de otras culturas como España, Francia,
Italia, Vio sobre una mesa de origen francés una muñeca matriushka rusa. La
mujer se habría detenido a ver cuántas muñecas habría dentro de no ser porque
la celeridad del paso de su guía era realmente apremiante. Había tratado de
entablar conversación con él un par de veces pero no obtuvo respuesta alguna.
Subieron por un tramo de escaleras y por un tramo de pasillos. O quizás fueron
dos.
Entonces abriendo una puerta se encontraron un largo
pasillo. Otro cambio súbito. La rica decoración y las paredes habían
desparecido. En su lugar había un corredor que estaba decorado con cuadros. El
guía no pasó de ese punto y le indicó que recorriera sola el sitio.
-¿No me acompaña?.-Preguntó educadamente.
El tono de la pregunta debió de ser entendido de alguna
forma pero el guía improvisado hizo un gesto extraño, como si tratara de
apartar algo de su lado que no le hiciera bien. El guía sencillamente inclinó
la cabeza y se retiró, dejando a la mujer sola frente a ese pasillo con
cuadros.
-Bueno, he recorrido muchos kilómetros. Espero que al otro
lado haya por lo menos una bañera, un poco de agua y una buena conversación.-Dijo
la mujer, aunque ello no le impediría verlos cuadros por si le podían dar una
pista sobre quien estaba al otro lado.
El primero era una reinterpretación de un cuadro bastante
conocido: Saturno comiéndose a sus hijos. Solo que en este caso Saturno devoraba
un cuerpo mucho mas adulto y se apreciaban formas de mujer. Se lo quedó mirando
unos instantes. Una punzaba de intuición.
El siguiente cuadro era Napoleón sobre su caballo. Nada
apreciable mas allá de los tecnicismos que de un observador ducho en arte
pudiera decirle a algún tipo de público más o menos culto. Aunque fijándose un
poco más, la dama recordaba a un napoleón mucho más bajo en estatura.
Mas y mas cuadros que fueron tomando un cariz incluso
violento y oscuro. No era una progresión pero se pasaron de algunos cuadros
renacentistas a la pinturas mucho más oscuras y siniestras del Bosco. Goya
también estaba presente, con ese aquelarre y el diablo presidiendo todo el
encuentro en las brujas y los demonios. La mujer miraba los cuadros uno a uno.
Se dio cuenta de un detalle. Aquellos en los que aparecían personajes reales de
la historia, tenían algún pequeño detalle que en cierto modo cambiaban
totalmente la dimensión o el propósito del cuadro. El de napoleón había sido el
más discreto. Miranda, libertador de varios países sudamericanos, aparecía con
barba de chivo. Leopoldo II de Bélgica aparecía completamente afeitado y con
los ojos medio cruzados, mirando en direcciones opuestas, con sangre en la
cara. Algunos le hicieron sacar una sonrisa y otros eran cuadros directamente
hechos para la nausea, en la que se representaban escenas de matanzas, de
batallas que no dejaban un solo detalle de lado para darle mucha más crudeza a
la escena. Por todos lados se veían entrañas o asesinos terminando con vidas
inocentes de forma sádica o fría o cruel, o todo a la vez. Pinturas
impresionantes todas ellas, realizadas con buena mano y buena técnica.
-Lo mas modernos no pasa del siglo XIX.-Dijo la mujer.-O
sí.-Comentó para sí misma ante una especie de mala broma visual, un mal chiste
gráfico.
Frente a ella, entre la batalla de Waterloo y la batalla
naval de Solebay había un cartel a imitación de esos anuncios estadounidenses
de los años cincuenta en los que una mujer con una gran y blanca sonrisa
cocinaba lo que parecía un guiso. En letras rojas sobre fondo amarillo se leía:
"¿hablan mal de tí? cómetelos. No permitas que tus vecinos digan por ahí
que eres una mala persona"
La dama se quedó completamente perdida. Lo que antes e
formulaba en su cabeza a como un adicto al arte y el humor histórico ahora
había desajustado sus esquemas. Aunque aun quedaba una opción.
Entonces emprendió el camino. ya se le había pasado la sed e
incluso las ganas de ir al baño. Siguió cruzando el pasillo mirando los cuadros
pero esta vez deseando saber quien estaría al otro lado de la puerta. Entonces
llegó a su destino, abrió la puerta y entró.
Una gran habitación blanca, como si fuera una sala de
quirófano vacía, le dio la bienvenida. Era todo pura blancura, absoluta e
impoluta claridad. En el centro tan solo había una silla al lado de una bañera
y alguien tenía la cabeza y un brazo fuera, perfectamente blancos en contraste
a la sangre que llenaba aquel gran recipiente casi hasta el tope. La estampa
era, cuanto menos, inesperada.
-No puedo negar que cada día que pasa te superas a ti
mismo.-Dijo mas para sí que para su anfitrión.
-Oh.-Dijo suavemente el anfitrión, girando la cabeza
levemente hacia ella, sin abrir los ojos aun, como si no quisiera perturbar la tranquilidad
del contenido de aquella bañera.-Pasa pasa, espero que no te desagrade la falta
de decoración. Aun lo tengo que amueblar.-Sonrió de esa forma que hacía gracia
a unos e incomodaba a otras.
-Mmmmmm.-Dijo la mujer mientras avanzaba lentamente.-Tiempo
hace que no nos vemos.
-Sí.-Dijo el hombre usando el aire de un suspiro cargado de
lánguida tranquilidad.-Las vueltas que da la vida.- Entonces abrió los ojos,
como mas animado de pronto.-Por favor toma asiento ¿Que tal el viaje?¿ viste
algún camello?
-Tantos como agua hay en la bañera.-Dijo ella, sin saber que
mirar, si a los ojos de su interlocutor o toda la sangre que estaba llenando la
bañera.
El hombre sonrió y extendió un poco su mano, para estrechar
a modo de saludo la de la señorita. Probablemente, vigilando todos los
detalles, había estado esperándola con el brazo fuera para que este no se
manchara y por tanto , en el saludo, no se le manchara a ella.
-¿Como escapaste?.-Fue directa al grano.
El hombre volvió a su posición original sin perder la
sonrisa. Muy suavemente, con todo el terciopelo de su voz sencillamente dijo:
-Contactos.-Dijo en medio de otro suspiro.
-¿De quien es la sangre?-Preguntó la dama. en su voz no
había miedo o temor alguno, ni preocupación o angustia. Era una mera y simple
curiosidad. Era lo mejor que se podía reflejar cuando se trataba con alguien
tan extraño y único en el mundo.
-De los contactos que quisieron aprovecharse de mi situación
una vez me trajeron a este maravilloso lugar. Todas las ideas que tenían de
riqueza y aprovechamiento terminaron hoy justamente poco antes de llegar tú.-El
asesino la miró, sonriendo de esa forma que ella le gustaba.-Me encanta ese
estilo único que tienes tanto para vestir como para gesticular.-Dijo, sin venir
a cuento, pero él era una especia de gato a la hora de hablar, decía lo que
quería cuando quería y como quería, siempre calculando previamente la posible
reacción.
-¿Y por que aquí? ¿Por que una casa en medio del campo en tu
querido país?.-Preguntó ella.-Aparte de que venir aquí ha sido muy frustrante.-Dijo
ella.
Otro cambio en el, ahora estaba sorprendido, como dando
rasgos de humanidad y sincera sorpresa a su expresión.
-¿Frustrante?.-Preguntó tan solo.
-Sí. Nadie hablaba mi idioma, todo el mundo me miraba raro y
alguno creo que hasta me insultó. O al menos no se dirigían a mi con mucho
respeto. Según nos íbamos acercando al
punto, el desprecio en la voz se cambió por respeto, y luego por reverencial
temor.
-Todo un clásico en las relaciones interpersonales donde tu
apareces en la ecuación, El temor reverencial hacia la dama inteligente que
estudia, analiza y luego ataca. Yo también hice algo parecido aquel día. Aunque
no tuve mucha conversación.
Entonces, ante el recuerdo, el anfitrión sacó a relucir
aquella vieja risa, ese momento que hacía reír a la invitada, y esta no pudo
evitar como mínimo, sonreír.
-¿Por que los cuadros?.-Preguntó la dama.
-Mmmmmmm .-Dijo el hombre cerrando de nuevo los ojos. Su
brazo, la única parte del cuerpo que no estaba machada de sangre, junto al
rostro, seguía en su sitio, como si lo dejara a disposición de la dama para lo
que fuera.- Esperaba que me hicieras tú misma el análisis del porqué los
cuadros y sacarás una magnífico conclusión.
-Bueno, veamos. -Dijo la dama.-Eres una persona
culta.-Comenzó a decir.-Tienes mucho conocimiento de la historia. Y siempre que
la has contado ha sido para culturizarnos a nosotros o entretenernos. Recuerdo
tus observaciones sobre personajes varios, como lo contabas, como si hubieras
estado al lado de ellos.-la mujer se había interrumpido al ver como la miraba
su anfitrión. -¿Que he dicho?
-Que estuve con ellos.-Dijo sencillamente.-Continúa, por
favor.
- Pues los personajes históricos están caricaturizados
mientras que los cuadros de batallas o los cuadros digamos "no
bélicos" están tal cual a excepción de pequeños toques. El de Saturno
devorando a sus hijos, el cuerpo del bebé era muy grande y juraría que era una
mujer.
-Exacto.-Dijo el anfitrión, con una pequeña sonrisa.
-Espero que no me comas.-Dijo la mujer, sabiendo que eso
nunca pasaría.
El hombre en la bañera sonrió. Había tenido los ojos
cerrados un buen rato, escuchándola y abrió de nuevo los ojos para mirarla.
-Si fuera cierta esa creencia de que comer el cerebro de tus
enemigos concede mas inteligencia unida a la tuya, ya estarías siendo parte de
esta bañera.-Dijo sonriendo ampliamente, con toda la calidez y sinceridad del
mundo.-Pero se acabarían esas conversaciones contigo que tanto me animan cuando
la tormenta y los fantasmas se instalan en mi cerebro.
-¿Ese día tus fantasmas estaban presentes?
-Al principio sí.-Dijo, ahora como si se sintiera entre
avergonzado y feliz, una extraña combinación.-Pero pensé que no había lugar
para los fantasmas a la hora de afrontar una venganza. Pensar que ese maldito
degenerado había hecho a una de las mujeres mas bellas de la nación. Pues no es
solamente bella por fuera, sino también por dentro. Aunque muy introvertida, y
eso le da un cierto encanto cuando la conoces.
-¿Te sentiste bien?.-preguntó. Era una pregunta algo tonta a
nivel psiquiátrico, pero a veces lo sencillo era lo mas efectivo en ese tipo de
situaciones.
-Mucho.-Dijo sin mas mientras la miraba y luego miraba al
techo, en el cual se apreciaba una cúpula, muy al estilo arquitectónico de
aquellas tierras.-¿Viste sus últimas fotos? Es preciosa, magnífica, como una
luz invernal, que es fría pero al mismo tiempo es una luz, y la luz siempre es
sinónimo de cosas buenas. Y ella le dará cosas buenas al mundo, que serán
alabadas por todas las personas que tengan un gusto cuanto menos decente.
La dama escuchaba, sonriendo. Podían cambiar las personas,
los tiempos, los procesos judiciales, las condiciones legales de su amigo, las
fronteras, el país en el que se encontraran, La religión mayoritaria de dicho
país, pero aquel asesino siempre sería un romántico.
-Le tienes mucha estima.-Otra obviedad, pero otra necesidad
también.
-Por supuesto. Mi amistad con ella no fue producto de una
casual conversación o captar su interés. Fue producto del valor que pude reunir
para dirigirme a ella. El año anterior yo la había visto pasar unas cuantas
veces y parecía destacar por encima del resto. Y me pareció especial. Me siento
feliz de haber atravesado ese pequeño e invisible muro de hielo que la rodea de
forma inconsciente. Ella creo que no lo pretende pero una vez traspasas la
puerta, solamente puedes sorprenderte ante el amplio mundo interior que tiene.
No es de esas personas estúpidas que hablan por hablar ni de las que han tenido
una vida de aventuras desenfrenada y que te cuenta anécdotas que rozan mas los
relatos de Tom Clancy que la vida de un adolescente con sus dolencias y
afectaciones. Y sabe tanto, y es tan elegante. Y si estas palabras llegan a
ella, aunque contradiga esa ley no escrita de la conquista romántica de que no
hay que alagar en exceso, me da igual, en estos momentos, en mi mundo, estoy
por encima del bien y del mal.-La miró, a su bella e inteligente amiga, que al
momento comprendió.
-Si la veo le pasaré el mensaje.-Dijo ella.
-Gracias.-Dijo, sencillamente.-Me estabas hablando de los
cuadros.
-Ah sí. Impresionantes aunque hubo uno que me llamó la
atención.
-¿La batalla de Trafalgar? la perdimos por estúpidos.
-No, una especie de cartel publicitario, o de propaganda.
Una mujer estaba cocinando personas. Conozco tus inclinaciones pero no me
esperaba esa interpretación tan anacrónica.
-Es una pretensión de transgresión de mi persona con la
sociedad, que cada vez se ve mas obligada a afrontar las críticas con una
pasividad casi ovina
-No cuela. No eres tan hipster.-Dijo ella, con la cara
totalmente impasible pero la luz de la diversión en la mirada.
Los dos comenzaron a reír hasta que se escuchó un golpe a lo
lejos.
-¿Que ha sido eso?.-Dijo ella, algo nerviosa de pronto.
-Pues si vuelve a sonar, te lo vuelvo a decir.-parecía
tranquilo, pero el anfitrión también tenía cierto desconcierto en el rostro.-
les dije que nada de juguetes que explotan en las cercanías del edificio.-Ahora
en su voz había un tono infantil.
Otra vez de nuevo el sonido de un golpeo una explosión.
-Vale.-Dijo el hombre.-No es ni TNT, ni amonitol ni el C4
que mató a Carrero Blanco.-Miró a la dama tras decir eso último.-ups , no tenía
que haber dicho eso.
Entonces ruidos, disparos a lo lejos. hasta el momento se
había escuchado solamente sus voces pero ahora parecía que todo el encanto de
aquel lugar, ese silencio idílico acompañado del análisis pre-psiquiátrico y el
aroma de la sangre quedó apartado por el sonido de armas automáticas, tan
artificiales y mundanas.
La mujer miró a la puerta pero al momento una mano tomó la
suya. Se giró y su amigo estaba ya algo mas incorporado, abandonando su
posición inicial e imperturbable hasta ese momento.
-¿Confías en mi?-Preguntó. Su voz era tranquila y de nuevo,
por un momento, al final de aquella pregunta, asomó esa sonrisa de depredador,
de peligro. También se escuchaba la excitación, la felicidad por una carga que
desaparece, por ese momento en el que se abandona todo lo malo, todo lo que ata
al ser humano a una condición que no es la suya.
-Sí.-Dijo sin mas.
-Quiero que te sitúes justo ahí, lo mas lejos de la puerta
posible y que cuando se abra cierres los ojos.
-Pero dime que pasa.
-¿Recuerdas que siempre digo que lo primero siempre es una
respuesta diplomática? Bueno pues alguna gente no se conforma con eso la mayoría
de las veces. Hazme caso, por favor.-Había súplica en su voz. Del éxtasis por
la sangre a la súplica había un largo camino.
La bella doctora le hizo caso y se fue al otro lado de la
habitación.
Lo que siguió fue rápido y, cuanto menos inesperado. Tras abrirse
la puerta, cinco mas personas armadas, todas ellas aparentes milicianos de
alguno de esos comandos de guerrillas que salían en las noticias, entraron.
parecían cansados, estresados, algunos con manchas de sangre enemiga en la ropa
y el rostro. Y temerosos. Hablaron unas palabras en u n idioma que la mujer no
conocía. Entonces el caballeroso anfitrión miró a la dama, girando su rostro
hacia ella, sonriendo.
-Cierra los ojos, encanto.-dijo, sonriendo con toda la
amabilidad del mundo.
La mujer cerró los ojos y en su particular oscuridad escucho
algo extraño. Un siseo, como el de una serpiente, seguido de un sonido gutural,
como el de la bestia a punto de atacar y lo que parecía gritos de personas que
al momento se silenciaron.
-Ya está.-escuchó entonces la voz de su amigo, susurrándole
al oído.- puedes abrir los ojos.
Cuando abrió los ojos, aquella invitada era la anfitriona de
su propia habitación, en su casa. Todo había sido un sueño.