miércoles, 12 de enero de 2022

El vampiro y el cisne.

 Las llamas de la chimenea bailaban, dándole la única iluminación a esa amplia habitación central donde la mansión solía recibir a sus invitados. Personas con mucho poder había bebido, fumado y realizado actos diversos en aquel lugar. Las paredes tenían pinturas de todos los estilos, aunque ninguna de ellas resultaba abstracta. Eran paisajes o eventos donde el hombre se imponía al mal. Al mal interno en forma de pecado o al mal externo en forma de otro hombre. Un reloj daba las doce. El "Ding dong" de cada campanada llenaba el lugar con un aire de sentencia. Un día terminaba y otro empezaba.  

Sentado en un gran butacón se encontraba un hombre mirando las llamas. O algo similar a un hombre. Sus facciones eran clásicas. Podrían encontrarse en las esculturas de la antigua Grecia, que sus pies había recorrido hacía tantos siglos. Su cabello estaba oscuro pero mantenía un brillo por obra y gracia de las llamas, penado hacia atrás y dándole el porte señorial que ya de por si tenía su postura. En su mano una copa y en la otra un pequeño libro. Eran poemas cortos, de todo tipo de estilos y que hablaban de todo tipo de hechos y personas, en clave de ensalzarlo o de mofarse. Algunos eran ridículamente sencillos, no mas de dos pareados medio conectados. Otros tenían un complejo sistema de métrica que le causó mas de una conmoción, apenas reflejada en su rostro inexpresivo. 

Entró entonces ella, con falda larga y vaporosa, bailando con la fluidez de una náyade, la gracia de una dríada y dejando el impacto en el corazón a quien la pudiera contemplar. Una pequeña doncella de apenas diez años que fue bailando hasta donde se encontraba el hombre sentado. En contraposición a él, ella era todo luz, amor simpatía. Tenía de esos rostros que enamoran de muchas formas, que enamorarán a varios reyes en un futuro. 

-¡Papi!.-Dijo ella.-¡Mira lo que hice!.-Y antes de que pudiera decir nada, el hombre de rostro circunspecto tenía una corona de margaritas en la cabeza. 

Unos ojos rojizos miraron a la pequeña dama, que daba vueltas por ahí, practicando los jetés y los développés que había aprendido hoy en la escuela. Unos finos labios quebraron la impasible máscara para formar una sonrisa. 

-Ya estás hecha un cisne, mi pequeña reina de las hadas.-Dijo con voz cálida, sin atisbo de formalidad, aquel hombre que había visto nacer el ballet en Paris, allá por el siglo XVII. 

Tras unos cuantos saltos y giros ya se hizo notar el día de clase y los ejercicios caseros, mostrando cansando en sus movimientos. La niña fue a la cocina para tomar un vaso de agua y volver, sentándose en uno de los brazos del gran butacón y mirando el libro de poemas. 

-¿Quien crees que fue la primera bailarina de Ballet, papi?

-Bueno....-Dijo su padre, rememorando nombres y caras.- No es que tenga muchos datos al respecto, pero te aseguro que no tuvo una vida fácil. Su vida estuvo tan marcada por la pobreza como la de cualquier alumno de la escuela de Paris en 1713... 

Al momento la niña estaba escuchando como su padre disertaba sobre los bailes, la evolución y las leyes y mandatos de Luis XIV. 

-¿Cuando nació ese señor, papi?.-Preguntó la niña, acomodada sobre la piernas de su protector y caballero. 

-El 5 de septiembre de 1638, mi princesa de los cisnes. 

-¿Era bueno? 

El hombre que había caminado en Francia por aquellas épocas la miró pensando que decirle, si introducirla en el mundo fascinante del despotismo ilustrado o dejar eso para otro día. Optó por lo segundo y trató de ser lo mas esclarecedor posible en su explicación. 

-Para unos sí y para otros no. Los grandes mandatario siempre se mueven en esa fina línea entre la luz y la oscuridad. aunque hay casos de quienes eligen claramente la oscuridad...

La niña abrazó a su padre ajustándole la corona de margaritas. 

-No se te puede caer de la cabeza o las hadas no te visitarán.

-No me la quitaré entonces, princesa.-Dijo el hombre vestido con una sencilla camisa negra y unos pantalones a juego. 

-¿Por que la primera alumna fue pobre?.-preguntó entonces la pequeña bailarina. 

-Los primeros alumnos de la escuela eran todos provenientes de la pobreza, amor, para enseñarles el ballet de forma gratuita. Se los sometía a unas cuantas pruebas para ver si eran buenos sujetos dignos de aprender la profesión. 

-Seguro que la primera alumna era muy guapa. 

-No mas que tú, amor. 

miércoles, 5 de enero de 2022

Targaryen y Bolton.

Nota previa: No soy amigo de los fanfics, y esto se aleja ligeramente de ese concepto al no haber como tal personajes de la novela o la serie implicados. Es una historia dedicada a una bella dama que ha inspirado mas de una aventura fantasiosa y a la que le tengo bastante aprecio.  Espero que disfruten de leerla como yo de escribirla. Y esta vez hasta puedo dar tiempos: 40 minutos me llevó hacer este pequeño retazo de... bueno ustedes ya verán


 Los sonidos de la batalla se escuchaban aun a lo lejos. La reina Targaryen miraba por la ventana mientras retumbaban el sonido de las espadas, de las explosiones. La sala donde se encontraban las damas estaba atestada de gente. personas con vidas de lujo en su mayoría. la reina no miraba por ellos, no les importaba sus vidas. Entró un mensajero y entregó unos papeles a varios generales que tomaban las decisiones desde ahí.  

"Ese viejo sarnoso está aquí mientras él está ahí fuera, divirtiéndose de forma peligrosa e injusta." Pensó la reina mientras seguía mirando por la ventana hasta que algo le distrajo. Otro informe mas con varios nombres de los heridos que iban llegando. No estaba el nombre que no quería ver bajo ninguna circunstancia. 

-Mi señora.-Le dijo una de sus doncellas, una pequeña y encantadora dama de la casa Florent que había entrado al servicio de la reina hacia solo unos meses.-Quizás si rezamos...-la chica no terminó la frase ante la mirada llena de visceral rabia que le dirigió la reina. 

Otro mensaje mas, otra lista, mas tecnicismo en las notas de los informes. De todas las palabras escritas ella solo buscaba una, una apellido concreto. Bolton. 

En mas de una ocasión le había parecido escuchar su voz. O mas bien su risa. Una risa enloquecida, un torbellino de dolor hacia los enemigos que estaban siendo tan molestos y que se habían atrevido a importunar no solo la tranquilidad del reino, sino una de sus veladas de sexo desenfrenado en un lugar secreto del castillo. Ella se llevó la mano a un colgante. Se lo había regalado él después de la tercera descarga de semen que había recibido y había notado que este estaba incluso algo caliente por el contacto con la piel al descubierto. Un vestido que él adoro verle puesto y que también adoraba quitarle. 

-Loras Tyrell avanza sin parar por la defensa mi señora.-Dijo uno de los generales. 

"Eso lo va a enrabietar mas" pensó la reina Targaryen. "Y mas aun si no tiene tiempo para disfrutar de sus juegos con las personas de su entorno. Odia no tener tiempo para jugar". Sin mediarlo con nadie se decidió a abrir la ventana. Sus genes también necesitaban sentir algo de ese panorama extasiante que era la guerra. A pesar de ir contra el protocolo nadie le detuvo y se escucharon mas nítidamente los sonidos de la guerra, los aullidos de combate, los arcos disparando, las espadas chocando y la gente suplicando piedad. Afinó el oído y juraría que escuchó, muy sutilmente, una risa. 

Pasaron las horas. Otro informe mas y este cargado de amarga victoria. El enemigo se retiraba, los heridos estaban siendo llevados hacia los hospitales improvisados en los alrededores y entonces sucedió. Bolton, Lord Bolton, estaba herido. 

Las puertas de la enfermería se abrieron de par en par. Debía de mantener la compostura. la reina entró y fue recibida con una reverencia por parte del cirujano jefe. 

-Su majestad  nos honra con su presencia. Tenemos muchas bajas y una buena cantidad de heridos. Los lores están siendo atendidos en esa sala, mi señora.. por favor acompañarme. 

Pasando entre las camas reconoció un motón de rostros. Chicos jóvenes en estado lamentable. Los destrozos de la guerra en sus ojos y cuerpos había hecho que parecieran la sombra de lo que eran antes. Muchos habían soñado con la idea de triunfar, de conseguir grandes honores, de seducir a las damas con sus medallas en forma de cicatrices. Pero algunos, por no decir muchos, nunca podrían levantarse, caminar o si quiera pensar dos ideas con coherencia. 

Y entonces ahí estaba él.  

Lo encontró con el torso al aire y lleno de cortes. Tenía un puñal en la mano y miraba al techo. Sonreía. Sonría de esa forma animal, enloquecida. 

"Cuando se recupere... me va a destrozar". De solo pensarlo entre sus piernas se sintió esa sensación de placer anticipado, que los años de práctica le habían enseñado a disimular muy bien. Su mirada se encontró con la de él. 

Por milagros inexplicables en sí mismos el hombre se incorporó y apartó al maestre que trataba de encargarse de él. Tomó el cuchillo por la hoja y se lo ofreció a aquella mujer tan poderosa. 

-Que sea ella quien me la saque.-

La reina no comprendió hasta que reparó en el agujero que no paraba de salir sangre de su abdomen. 

-Mi señora.-Dijo el maestre después de incorporarse tras el empujón de Lord Bolton.-Si no le sacamos la punta de la flecha entonces podría infectarse y morir. Lord Bolton es muy preciado para todos nosotros pero se resiste a dejarse atender. 

Su Majestad no dudó apenas en cuanto el maestre terminó de hablar. Hizo marchar a todo el mundo, con los gemidos y los llantos de los heridos revoloteando por el resto de la sala, el aroma de la sangre, la orina y la mierda entrando por las fosas nasales, los cubos llenos de miembros amputados o tripas reventadas. 

Se miraron a los ojos. 

-Hola Su Majestad.-Esa sonrisa era maníaca, asesina, se sentía violar constantemente por todos los poros de la piel.-¿Me vas a curar como una buena chica?.-Dijo en un tono de voz entretejido con risotadas producto del éxtasis de la guerra. 

-Vengo a curaros.-Y bajando el tono de voz susurró.-mi señor. 

La hoja del cuchillo se clavó en la herida, dando con algo sólido. Los gritos contenidos se hicieron presentes en su rostro. La miraba. Sentía la mirada clavada en su cuello. 

"Que bella está cuando tiene miedo, aunque eso pocas veces lo he visto. Pero ahora lo tiene. Que palpitación tan jodidamente sensual es la de su yugular". Si hubiera matado a una sola persona menos, Lord Bolton convertiría a la reina Targaryen en su última obra de arte antes de ser ejecutado. Pero ese día hubo suerte. "La voy a destrozar"

"Me va a destrozar" pensó, casi sin poder contener un gemido de placer cuando una de las manos de Lord Bolton simplemente se posó en el muslo que quedaba al descubierto por el vestido que ella llevaba para él. Hizo palanca y notó como algo se desplazó hacia arriba. Apenas vaciló cuando metió los dedos y sacó algo puntiagudo. la punta d la flecha estaba entera. 

Aunque la locura le amparaba y esta daba capacidades casi sobrehumanas a cualquier hombre, aquello fue un límite insoportable y lord Bolton se desmayó. Antes de llamar al cirujano y entregarle la punta de flecha en mano, con la manga del vestido ensangrentada dejó un beso en los labios de su amante, sabiendo que la noche en que apareciera en su alcoba sería para no olvidar nunca.