Aquella sonrisa se extendía por su rostro como nunca lo había hecho nadie en su persona. Sus pasos resonaban con apenas un murmullo por aquel campo tan vasto y lleno de bellas flores portadoras de colores y aromas nunca antes experimentados con ojos y nariz. En la cálida brisa se arrastraba el recuerdo de aquella noche mágica e intensa que no cesaba de rememorar aquella mente algo perturbada. Sus pies lo llevaban por instinto a donde ella estaría. A través de todo ese lugar repleto de una belleza única, justo en su centro estaría la mas bella Flor que jamás haya podido ver un ser humano, acariciar sus pétalos y seguir cerdo ante las sensaciones que despertaba el roce de su piel contra la piel. El rostro permanecía en una constante alegría y nerviosismos entremezclados en aquellas facciones no muy agraciadas pero que sin duda y por una vez no eran de mucho valor ante los ojos de aquella persona con la que se iba a reunir. Un suspiro salió de sus labios y trató de calmar aquellos pasos tan presurosos que amenazaban con hacerlo tropezar. En un caminar un poco mas pausado pudo apreciar cada detalle de cada flor que ahí crecía,
Había flores conocidas por todos aquellos que gustasen del arte o el conocimiento de las mismas o bien las plantas en general. Las margaritas estaban dispersas al igual que las petunias o los lirios. Las tigridias estaban totalmente abiertas de par en par exponiendo sus rojos flameantes y pausados violetas. Unos pequeños iris estaban diseminados mas allá de los dominios de aquellas plantas procedentes de la tierras de fuego. Por doquier se repartían también los girasoles, permanentes observadores del astro rey rivalizando con los jaguarzos. Las osadas gerberas, las austeras diplarrenas y los hibiscos del bañado también estaban presentes. Era un abanico tal de colores que habría sido el mas imposible de lo retos para un pintor el estampar de tal manera toda aquella variedad de colores con esa exactitud. Cada una de esas flores estaba dispuesta para que la belleza entre ellas fuera complementaria, creando un tapiz lleno de igualdad y al mismo tiempo una amplia diferencia. Cada pequeña flor era todo un mundo, un mensaje que dejaba claras las intenciones de expresión de aquel que caminaba entre las gardenias y los tulipanes. Sus deseos mas fervientes estaban puestos en cada flor, en cada pétalo resplandeciente que parecía una joya tan delicada como el mismo manto de los sueños. Y si fuera poco entre las flores las había de cristales variados en forma y color, depositados elaboradamente, como si Dios los colocara uno a uno para crear joyas únicas. Brillaban también algunas gemas como la dulce amatista, la apasionada cornalina, la camaleónica turmalina,
incluso la extraña moldavita, con su mas extraña procedencia. No faltaban los pétalos y tallos de diamante, zafiro, cristal de refinada factura austriaca. El poder del interior de la tierra se había unido fuertemente a los bosques, las praderas y los montes.
Entre tanta exquisitez inimitable en cualquier otro mundo una persona normal habría perdido el sentido, se habría desmayado ante tanta belleza. Pero él no era normal y hasta podría decirse que algo cabezota como para permitirse el lujo de frenar su avance. Algo mucho mas importante que contemplar unas pocas plantas le esperaba. Toda aquella magnificencia perdía sentido y valor cuando el objetivo auténtico se hacía valer por encima de los sencillos y banales entretenimientos. Solo se paró a contemplar la tranquilidad con la que la flor de loto permanecía en aquel pequeño lago, entre juncos y otros parientes lejanos de este. La inmensidad del universo podía concentrarse en aquello que tenía en mente, en aquel breve instante donde todo se dejaba atrás, no había ningún mal acechando y solamente las cristalinas aguas del riachuelo cercano a aquel lugar podía igualar el atemporal movimiento de los helechos o dos alas que a veces volaban mas rápidas que la luz a abrazar aquellas formas tan agradables, tan bellamente talladas en forma de cuerpo femenino, continente de una esencia fulgurante incluso para el mas frío de los corazones. Ni una sola nube pasaba en ese momento por encima de tan magnas obras de arte creadas por una entidad de humilde corazón.
La música llegó vagamente a sus oídos. Unas pocas cuerdas que soltaban notas en un trabajado azar, casi como si imitaran el cantar de rara avis musical, de prodigiosa ejecución. Aquel sonido venía de entre los árboles, de debajo de la tierra, desde los cielos. Tales acordes llenaba todo aquel espacio, hasta el último rincón, desatando una explosión de vida en las reinas vegetales de aquel lugar, cada una abriéndose al mismo tiempo para recibir debidamente aquello que el destino les regalaba. Una miríada de pájaros hicieron los compases de acompañamiento. Aquella música llegaba a lo mas adentro, con una fuerza tormentosa y a la vez una suavidad digna de sedas y terciopelos como los llevados en las cortes reales de reyes y emperadores. Cada segundo de aquella melodía ejecutada suponía una carga menos que se marchaba en dirección a donde soplaba el viento, muy lejos de ese remanso de paz prácticamente infinita. Poco a poco la música fue creciendo en lo que aquel rastreador buscaba el origen de esa música alta y clara, inconfundible para quien al escuchaba solo una vez pues esta se quedaría dentro de uno, resonando y regocijando a todo aquel que la recordara en los momentos malos y buenos. Buscaba el origen de aquella risa.
El origen se encontraba disfrutando de una agradable velada con criaturas de todo tipo, a la sombra de un gran árbol que regalaba constantes movimientos de sus ramas para hacer oír los susurros de la brisa, que narraba las historias de los ciervos y los lobos, los zorros y los peces, las ranas, los bisontes o los pumas. Otras tantas criaturas mas inofensivas estaban a su alrededor, acompañando con su presencia las expresiones de aquella veleidosa e inspiradora dama, símbolo inequívoco de que el ser humano se podía acercar mucho a la perfección. Estuvo mirándola un rato, viéndola disfrutar de aquellas compañías silvestres, sin nada ni nadie que la molestara, que le causara el mas mínimo problema. El sol se colaba entre las rendijas dejadas por las ramas, arrancando así unos brillos sobrenaturales a su cabello, danzarinas luminosidades que irradiaban en todas direcciones como si se tratase de la aparición de alguna diosa. Pero lo mas impresionante, aquello que no tenía descripción posible en lengua alguna eran aquellos ojos y esa sonrisa de cuento de hadas.
Aquella sonrisa unida a sus ojos era como si de pronto la luz decidiera dejar de cegar al hombre pero no por ello dejar de impresionarlo y se presentara cada pocos segundos en aquel bello rostro. Era mirar uno de los espectáculos mas bello del mundo, estar a los pies de un banco de luz de un abismo que, lejos de asustar, daba esperanza y fuerza para seguir adelante. En aquel rostro estaba presente una variedad tal de virtudes que no bastaría una vida humana para enumerarlas todas y mucho menos describir sus efectos en los corazones faltos de alegría y ganas de vivir, como estos parecen renacer, fortalecerse y avanzar raudos como la mas potente de las máquinas. Ante el parecer de él sus ojos eran de un esplendoroso aspecto que no por el color sino por lo que transmitían y eran capaces de hacer sentir, eran sin duda uno de los baluartes de la esperanza y la bondad, la seducción y la inteligencia mas aguda en un mundo decadente, diferente a aquel habitado por flores diamantinas o zafireas procedentes de mil y un mundos. Mirar esos ojos era encontrar El Dorado. Que esos ojos te miraran era la bendición de de una Flor con formas de mujer.
Tomando la última de las flores que delimitaban aquella extensión tan rica en colores, olores y matices, se acercó y con suavidad rodeó aquella cintura con ambos brazos. El contacto con el cálido cuerpo de ella lo enfrentó a su parte mas apasionada. Por un lado aquella pasión ferviente, aquel deseo de tenerla por siempre entre sus brazos, jugar ambos entre las sábanas incansablemente. Por el otro lado quería que el tiempo se congelara, que los caminos nunca se separaran porque no habría mas espacio que el que ellos ocupaban en ese momento. Ella parecía sonreír mas si cabe, sabedora de que aquel fiel guardián estaba presente, de que daría todo por aquella sonrisa que ya nunca mas pudo sacarse de la cabeza, al igual que su mirada, su voz, sus sonrojos. Posó sus finas manos sobre los pálidos dedos de él, tomando al mismo tiempo aquella flor azul entre sus manos, esa representante de algo que empezó como lo que aun seguía siendo: un mensaje que pretendía decir ´´eres tan única como esta flor´´. Sus brazos la envolvieron un poco mas y el aroma de su cabello impactaba en su nariz llenando su sentido olfativo de una fragancia exquisita. Sentí como se relajaba entre sus brazos. No había prisas ni problemas, todo estaba tranquilo y en equilibrio.
Junto a la Flor mas bella
No sé por qué, me pareces una persona interesante.
ResponderEliminarUno trata de ser lo que realmente es y no lo que debería aparentar para ser aceptado. El camino es largo y está lleno de críticas y otras cosas pero la originalidad no se separa de mi. Muchas gracias por tu comentario y mas aun por tu novedosa presencia en mi blogg.
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