viernes, 26 de octubre de 2012
Fiesta de Gala
La Luna destellaba una blancura infinitamente pura. Esa noche era espléndida a la luz de esa dama pálida y redondeada de bondadoso rostro y adorada por los sonidos inspirados en medio de aquel negro manto que cubría el mundo. Aunque en esa noche, a diferencia de muchas otras que pudieran ser maravillosas, guardaba el rasgo de que no era tan posible como era habitual el ver las estrellas. Las luces de aquel lugar, donde se celebraba una fiesta, estaban opacando el baile de los astros y las sabias estrellas. La iluminación de las velas no permitía a sombra alguna entorpecer la admiración que casaba todo lo que los ojos pudieran contemplar.
En la sala de fiestas de tan lujosa casa, los invitados conversaban. Los murmullos eran constantes al igual que las señales y los actos de completa y descarada hipocresía. El pecado de la falsedad campaba a sus anchas por todos lados. El dinero era el dios de los presentes en esa sala heptagonal con guirnaldas doradas y plateadas, decorada en el centro con una fuente de la que manaba por un lado vino, por otra agua y por otra chocolate. No podía la gente asombrarse mas con la salvedad de la orquesta. A pesar del tamaño de la fuente, había un considerable espacio para que las parejas bailaran. La música acompañaba en cada movimiento a los mas torpes y a los mas habilidosos. Silenciosas o llenas de veneno, las damas bailaban y reían. Si bien una bella excepción era aquella que paseaba por encima de las bellas baldosas de mármol engalanadas con 8 rosas de distintos colores como si volara o, en caso de bailar, lo hiciera con un acompañante hecho de brisa mas que de carne y hueso.
Un vestido gris calcaba sus movimientos cuando ella ya no estaba ahí. Había atrapado la mirada de mas de un galante caballero cuando ella, como si se tratara de la mas ominosa de las criaturas celestiales, se había presentado en la sala. Sin embargo se habían abstenido al ver aquella completa pasividad a frases ingeniosas o chistes para romper el hielo. Su rostro era de piedra y mas de una envidiosa diría que no tenía corazón, ignorando que eso último era tan falso como mas de un diamante que alguna dama se atrevía a lucir con todo el descaro. Desoyendo a su vez cualquier susurro, fluyendo con la música misma como si esta tomara las formas deseadas por tan galante dama, la bella mujer de gris bailaba y bailaba alrededor de la fuente, con mayor o menor proximidad pero sin dejar de moverse en momento alguno. Solo en momentos que a ella le parecieran de especial exquisitez se atrevía a mostrar una pequeña sonrisa.
En un bello contrapunto, incluso en su vestuario y maneras (siempre educadas hasta decir basta) otra bella dama miraba con la mas completa de las fascinaciones el chorro de chocolate que salía de la fuente central, preguntándose quizás cual sería el origen de tan divino manjar, el cual no paraba de salir y la estaba volviendo mas deliciosamente loca de lo que ya estaba en sus delirios. Su joven y atractiva anatomía, de piel pálida como si un baño de leche similar al que se daban las grandes faraonas la hubiera cubierto entera, estaba envuelta a su vez en un vestido morado que no paraba de ser centro de su atención a intervalos. Parecía debatirse entre que le gustaba mas, si aquella fuente o su propio vestido aun a pesar de las distintas naturalezas y finalidades de estos elementos. De vez en cuando miraba a todos lados como si buscara con la mirada a alguien que le confirmara una y otra vez que sus ojos veían lo correcto. Que grande fue su sonrisa cuando con un inocente dedo se impregno este de chocolate y saboreo. El mas delicioso jamás probado.
La contención misma de expresar sus emociones estaba en los ojos de una tercera dama que se encontraba ocupada apreciando el brillo de un collar que una rica aristócrata llevaba puesto. Aquellos ojos eran poderosos en demasía. Su vestido era reflejo de los campos verdes en los que se asentaba su lugar actual de servicio, hasta que alguna joya le desviara de sus deberes para hacerla rendirse a su placer por lo brillante. Su pálida piel era de una blancura antinatural y pocos de los que habían entrado en contacto con esta se habían estremecido por el recuerdo de su frialdad y los momentos posteriores en los que un solo gesto era capaz de enloquecer y hacer dudar de su fidelidad a mas de un conde o marqués. Una pequeña sonrisa se formaba en su rostro cuando algún valiente se atrevía a dirigir una sola palabra en la pretensión de llevar a cabo actos del tipo que fueran. Aquella dama iba engalanada no solo con una exquisita tela verde que mostraba el perfecto talle de su cuerpo, sino que algunas joyas atrajeron miradas de rivales femeninas y muchos orfebres. Los ojos de aquella poderosa mujer pasearon por la sala y fueron a dar con la siguiente dama en ser descrita.
Bailando con un caballero que presumía ampliamente de las riquezas que poseía, esta bella dama de orejas cubiertas por su elaborado peinado, el cual se podía mover con libertad, escuchaba a su acompañante mostrando en todo momento una sonrisa que de vez en cuando entrecortaba la voz de tan distinguido y adinerado heredero de algún condado lejano. La iluminación de las gran lámpara de araña a veces arrancaba algún reflejo del color mas fronterizo entre el verde y el azul, una bella combinación del mar y los profundos bosques en los que solía habitar. En contados momentos, sus movimientos eran de una fluida maestría, como los de la guerrera que era en el fondo, esa cazadora hábil que había cruzado mares y tierras lejanas. Su involuntario contendiente fue grácilmente despachado para ponerse la bella dama a observar a los contertulios de disquisiciones sobre finanzas y grandes suma de dinero que marearían a mas de una entidad bancaria de bajo nivel.
En representación de la cultura, la fantasía, la ilusión, la inocencia y (a diferencia de la encantadora señorita de la fuente) la cordura, una bella dama de cabello rubio y brillante como los dos trozos de cielo de sus ojos, se desenvolvía con gran soltura entre gente llena de amplios conocimientos. Su vestido blanco era de sencillo diseño pero así resaltaba mas la sencillez y al mismo tiempo complejidad de su personalidad. Era una dama que, lejos de lo alocada de las personas de su edad, mostraba una gran estabilidad y disposición muy sabía de sus decisiones y palabras, respetando el protocolo hasta el mas mínimo detalle. Su sonrisa cautivaba a pesar de que las envidiosas del lugar le inventaban mil y un defectos o adjudicaban a su persona los mismos por los que aquellas mujeres amargadas se habían enganchado a gente adinerada que no amaban en lo mas absoluto. La humildad y bondad de aquella mirada eran prueba fehaciente de todo lo contrario.
Entre los invitados, un grupo de jóvenes se encontraban entretenidos en lo que parecía una animada conversación carente de palabras. Medio ocultos por cortinajes y similares, una de las invitadas parecía estar ocupada en medio de lo que parecía la zona mas cálida del salón de fiestas. El vestido, el cual mostraba una exquisita combinación de rosa y rojo, llamó la atención de mas de uno cuando en una alocada carrera, se había presentado ella, lanzando una mirada de profundo odio a la dama de vestido verde citada anteriormente, que en esos momentos le dedicó su mas irónica y fría sonrisa, algo que alteró a la festiva señorita roji-rosa. Su apasionada afición por la anatomía masculina le había granjeado las atenciones de los mas jóvenes del lugar que dejaron de ver aquel evento social como algo lleno de un insufrible tedio. Aunque curiosamente un fugaz apagón ayudó a la apasionada comitiva a trasladarse a un lugar mas discreto.
-Atención.- Dijo el encargado de anunciar a los invitados que horas antes habían llegado y conformaban ahora todo el compendio de rostros, personalidades, pecados, mentiras, estafas y crímenes entre los que se movían las bellas damas de vestidos coloridos y que destacaban como 6 brillantes y nuevos planetas en todo aquel mar de oscuridad, en la cual también se sumergían dos de ellas.- Tengo el honor de presentar a su anfitrión, el eminente Lord...-Las miradas ya estaban observando la entrada cuando de pronto las luces de nuevo se apagaron. Un desconcierto general se apoderó de toda la sala. A lo lejos pareció escucharse lo que parecía una serie de gemidos discordantes, pero sutiles gracias a la lejanía.
La luz volvió y flanqueando la puerta entró... nadie. La gente ignoraba el hecho de que la silueta que lograron entrever se había desvanecido entre un remolino de sombras procedentes de los alrededores de una bella figura enfundada en un vestido violeta sugerente pero no escandaloso. Los ojos a juego no se presentarían en aquella ocasión gracias a los dioses aunque si que dejaría a deber ese favor para no presentarse ante toda aquella sociedad elitista. Nunca aquel anfitrión habría sorteado todo aquello sin la inestimable ayuda de aquella dama de orejas puntiagudas que dejó aletear su vestido al aire antes de desvanecerse.
Aquel ser misterioso para unos y prescindible para otros se acercó a la última de las damas de esta historia, El cabello negro de aquella a la que contemplaron con fascinación durante toda la fiesta era ligeramente agitado por el viento. El corazón estaba asombrosamente tranquilo pero quien aguzara el oído sentiría las ganas de este de saltar del pecho para postrarse ante aquella ensoñación hecha realidad. El anfitrión de aquel lugar se acercó lentamente y con suavidad rodeó aquella tentadora figura. El aire arrastraba el aroma de su piel mostrada en hombros y cuello por aquel vestido negro que parecía hecho en sombras como la noche que los rodeaba. Su abrazo fue firme pero lleno de una ternura y deseo que no tenían cabida en soneto erótico o romántico alguno. Los labios buscaron su oído y susurraron con cadencia y un cariño infinitos.
-Las joyas mas bellas del mundo son tus ojos , tu sonrisa y el poema perfecto tiene un verso...Tu nombre...- y susurró ese maravilloso verso abrazando a aquella que inspiraba los mas delicados detalles en aquel entorno lleno de luz en medio de las sombras.
FINAL ALTERNATIVO
La luz volvió de nuevo y en lugar de un figura humana, con el mas elegante y arrogante de los andares, entró en aquel majestuoso lugar un gato negro. todo se frenó en ese mismo momento en el que aquel sigiloso y silencioso invitado comenzó a atravesar la sala. Todos los ojos estaban posados en la pequeña sombra y esta a su vez los tenía clavados en el final de la sala. Sin embargo dedicó un maullido a la dama de la fuente de chocolate, una larga mirada a las damas de rostro impasible y mirada poderosa, un frotamiento de cabeza a la señorita de peligroso bailar y fiero aspecto, se dejó acariciar unos momentos por la dama de vestido blanco y gran cultura y siguió su camino hasta que un muro de sombras y posteriormente unas manos lo elevaron en el aire y dos grandes ojos violetas con vestido a juego llenaron todo su campo visual. Las sombras a su alrededor se fundieron con el propio gato y la bella dama de orejas puntiagudas le sonrió antes de que aquel felino invitado se deshiciera de esa gran muestra de cariño y alegría y se acercara a la bella dama que, asomada al balcón, contemplaba las estrellas.
Como un caballero bien educado dio un par de toques mínimos en uno de aquellos elegantes zapatos y la dama observó a este caballero de negro pelaje, ante el cual sonrió exultante. Sus manos volaron hasta el y lo colocaron en el regazo mientras la rosa azul que había portado este detallista anfitrión era depositada en las cercanías. En ese momento el cielo fue contemplado con dos ojos preciosos, los mas lindos que pudiera lucir una dama como aquella y otros dos ojos que cambiaban a voluntad de una conciencia que solo moriría en forma y esencia por proteger a la dueña de los brazos que ahora lo sostenían. Así se quedaron toda la noche, conversando la dama y el gato mientras en el interior se desarrollaba una interesante, bella y placentera fiesta.
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