martes, 30 de agosto de 2016

Por la noche, entre sedas.

Su cabello estaba delicadamente posado entre las mantas y las sábanas de seda, descansando entre pensamientos oscuros, recuerdos tristes y algo extraños. Su cuerpo, pálido como la leche, reposaba en aquel lecho que parecía hecho para ella, para contener entre sus almohadillados límites la belleza mas delicada que se pudiera figurar cualquier poeta. Sus ojos miraban con toda languidez una luna con la que había dado interminables paseos, que la había visto consumir con ahínco los días mas aciagos y celebrar de forma sosegada los momentos mas alegres. Su desnudez no era sino el sinónimo de cruel muerte que se cierne sobre el cuerpo joven de una dama eterna y le da una segunda oportunidad. Pocos testigos habían contemplado el privilegio de aquel físico de aparente porcelana, hecha de blancura nívea y con dos ojos llenos de poder enmarcado por un rostro tan digno como frío. 

El lugar manaba de misterio, de atemporalidad. Aún viéndose las estrellas y la luna, parecía que todo estaba sumido en una majestuosa quietud que no presagiaba para nada lo que podría suceder en cualquier momento, o quizás nunca. La habitación estaba diseñada para gustos y preferencias por el arte, la joyería, la cultura en general. A cada rincón que se observara se podía distinguir algún pequeño detalle de lo que era la historia de aquella mujer. Su belleza y elegancia había robado el corazón de muchos hombres, los cuales aseguraban haber conocido a un ángel del cielo hasta que sus frías manos les había arrebatado la vida con inusitada facilidad. Su cuerpo era un templo de la prohibición, una tentación gélida y suave, mas que las plumas de un pájaro, pero entre sus intenciones había verdades tan desgarradoras como las afiladas uñas de un tigre que se cierne sobre su presa.

Entonces surgió de la oscuridad una figura grande, enorme. Nadie podría figurarse la facilidad con la que tan magnífico espécimen de hombre y bestia había llegado hasta ese lugar sin hacer un solo ruido. La mujer seguía mirando la luna, pero esta vez con una pequeña sonrisa en los labios, mas no en los ojos, al detectar aquel aroma tan conocido, tan inolvidable. Unos labios en el punto exacto entre lo fino y lo carnoso se curvaron en esa pequeña sonrisa, algo ladeada. No necesitaba mirarle, ambos seres ahora se miraban con algo que iba mas allá de los simples y defectuosos sentidos biológicos. Susurraba el viento, justo en ese momento, fuera, mientras unas nubes negras se formaban en los cielos, ocultando a la luna, la que ya no sería testigo delo que aconteciera, aunque sí lo serían los primeros rayos y truenos, la lluvia que caería a peso de plomo sobre las ventanas. 

Un destello de los cielos y el hombre, o bestia, estaba al otro lado de la habitación, mirando a la dama pálida con una sonrisa por momentos carnívora, depredadora, y en otros tantos segundos tierna e incluso diriase que feliz. Otro rayo mas y la figura estaba a los pies de la cama, inclinándose sobre los pies de la dama, los cuales comenzó a besar. Aquellos labios,ardientes, apasionados pero contenido, recorrían la desnudez fría y delicada de la mujer, desde abajo y ascendiendo poco a poco. Aquellos pequeños gestos, con las manos deslizándose por tan acentuada y angelical anatomía, despertaban las primeras sensaciones entre ambos, rememorando sabores, olores y sentidos casi nuevos pero sin duda perfectamente recordados. 

Ella finalmente suspiró cuando la boca voraz, uno de aquellos instrumentos de dador de placer, se afincó entre las dos columnas perfectamente separadas, comenzando el baile una columna de fuego húmeda y delicada que poco a poco avanzaba unos pasos pero conquistaba grandes llanuras con rojizos y pasionales interiores. Las manos blancas de la mujer se afianzaron en el cabello corto pero sustentable, arqueando a un mismo tiempo la espalda, presa de las percepciones, que despertaban con la misma ansiedad con las que un titán podría liberarse de sus cadenas tras la larga espera y el interminable cautiverio. Todo en ella se agitaba mas de lo que pudiera parecer, entregándose paulatinamente a viejos recuerdos y perversas ideas. Sonaban los truenos cada vez mas cerca, acompañando con estruendo el delicioso acto de pasión que unía de nuevo a los amantes.

Las ansias, el deseo, la pasión, hicieron mella en ambos y el hombre, la bestia o lo que fuere aquel espécimen, siguió su camino, dejando tras de sí aquel lugar de sagrada feminidad , prosiguiendo el viaje, a besos, hasta aquellas colinas algo menudas, humildes, pero que igualmente despertaron los mas consabidos y primitivos instintos de su acompañante nocturno, de aquel curioso pero experto amante que pronto estaba dejando ese segundo destino para precipitarse con ansias por el río sin causal que era su cuello, aromatizado con una selecta mezcla de esencias antiguas e irresistibles para los hombres, con las cuales nublaba el juicio de todas sus presas. las manos abrazaron entonces aquel cuerpo delgado, de marcada figura femenina y divina, el cual sinuosamente se deslizaba, produciendo todo tipo de contactos y exigiendo aun mas tributos de pasión al templo del placer que tan entregado amante estaba adorando.

¿En que momento se había deshecho el caballero de oscuro pasado de sus ropajes? nadie, ni él siquiera, lo sabía, pero poco le importaba, entre los sonidos de los truenos, que ahogaban las expresiones mas íntimas de aquel encuentro casi legendario, que podría ser narrado durante mil años entre las mejores cortes del mundo. Pero nadie estaba para recoger la anécdota o la historia mas que aquella sábanas de seda, que se removían con cada cambio, con cada beso, con cada caricia, abrazo y mordisco. Unas manos blancas recorrían una espalda, dejando mas tarde, en sentido lateral, muestras desenfrenada pasión, despertando pequeños sonidos de dolor que pronto se convertían en risotadas y susurros secretos. El poderoso físico del amante comenzó a mostrar una gran fuerza así como la quebradiza dama mostró una resistencia y deseo sin parangón, capaz de ser la envidia de muchas expertas cortesanas. Un calor sofocante de pasión contra la belleza y delicadeza de un copo de nieve, que en sí mismo era pasión y deseo en estado puro. 

Las fronteras habían caído, los reinos, conquistados por ambos, eran pasado, presente y futuro transcrito al lenguaje de algo que no era amor, de algo que no era simple y mortal deseo. pareciera como una ley escrita de antemano por los dioses, previo a la creación del propio ser humano, que condenaba a esos dos siervos de la oscuridad a encontrarse y entregarse mutuamente el uno con el otro a las mas bajas pasiones. Cada pequeño paso de aquel baile tan antiguo como el amor los acercaba mas al éxtasis, que elevaría sus pecaminosas almas al cielo. En ese momento el pudor y las creencias estaban obsoletas, sustituidas por una de las grandes y eternas diosas que dominaba el corazón de hombres y mujeres desde hace milenios, llevándolos a estallar en perfecta armonía tras un último y solitario rayo que pareció despedir la tormenta para dar pasó aun nuevo amanecer.

Por fin las miradas coincidieron, justo al final de ese momento, en el que todo era perfecto, no existía el mal o el bien, solo ellos dos. La luna ya se había marchado, las estrellas abandonaban una a una el firmamento, dejando tras de si un cielo anaranjado que pronto se iba volviendo mas azul, aunque para eso aun quedaba tiempo. Entonces él, suavemente, se separó, sin perder de vista esos ojos que podían conquistar mundos entero con la ayuda de unas pocas palabras. Su espalda estaba algo marcada, tenía moratones en los laterales,donde las aparentemente frágiles piernas de la dama lo habían asido con gran fuerza. 

Unos segundos después, una gran bestia negra, mitad lobo, mitad demonio, abandonaba aquel lugar, quien sabe si para siempre o esperando tener una nueva oportunidad.



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