Aquella mañana resplandecían las aguas cristalinas del río.
Su curso conducía hacia un lago tan manso como un corderito. En su orilla se
encontraban unos cuantos ciervos bebiendo. Aquel lugar despejado estaba bañado
por un sol alegre y ni muy cálido ni muy frío. Los grandes árboles que rodeaban
el lugar estaban llenos de pájaros que tenían ahí su refugio y fuente de agua
en la que beber cuando no había rocío o gotas de lluvia en las hojas. En el
lugar opuesto a donde se encontraban los ciervos surgió una gran figura. Al
momento de cambiar el viento, los ciervos lo olieron y salieron corriendo. Aun
existiendo una gran distancia entre el último ciervo y la gran fiera, dicha
distancia no tardo en reducirse poco a poco. Al momento una gran zarpa se
clavaba contra la fuerte carne del ciervo mas débil, del mas lento, y unos
dientes enormes casi le arrancaban la cabeza de un mordisco.
Paralelamente a aquellos acontecimientos, un grupo de
mujeres aparecía en aquel claro con el lago en su centro. Todas ellas eran una preciosidad, eso era
imposible negarlo. Y todas ellas eran únicas. Un ángel de luz traía un libro
bajo un brazo y una cesta de comida en la otra mano. Su sonrisa era luminosa,
igual que los pendientes en las orejas puntiagudas de una de las dos elfas de
comitiva. Seguía una dama portando otra cesta mas, que de vez en cuando movía
los labios como si hablara para sí misma. También había otra dama de orejas
puntiagudas, la que no llevaba pendientes en sus bellos pabellones auditivos,
caminó ignorando a los demás, dando ágiles pasos hacia donde la bestia había
atrapado a su presa. Le llevó unos
cuantos minutos pero cuando llegó extendió una mano para acariciar su pelaje.
Al notar el contacto como por instinto, la bestia se giró y cuando vio de quien
se trataba le dio una sangriento lametón en la cara. Cualquier otra persona se
habría asqueado ante aquello, pero la elfa se tomó con toda naturalidad el
gesto a pesar de que tenía sangre en la cara y parte del cabello. El ciervo
estaba ya casi en la huesos:
-Celebro ver que no escasea la caza por estos lares.-Dijo la
dama mientras el gran lobo negro comía lo poco que quedaba de las patas
traseras.-Y en estos momentos ninguno de los dos estamos presentables para no
asustar a cierta señorita muy sensible con sus pensamientos y su equilibrio
emocional.
-Ciertamente.-Dijo el lobo con voz profunda. Normalmente su
hablar era mucho mas suave pero cuando cedía por unos cuantos minutos a la
emoción de la caza, la lucha interior era a veces algo dura.- Limpíemonos.
-Vaya usted, caballero.-Dijo la dama mientras avanzaba entre
los árboles.-Yo vendré mas tarde para la
cena.-Dijo mientras se giraba y lo miraba con un brillo especial en la
mirada.-Y espero que no se coma mi parte de este vez.
-Como guste, bella dama-Dijo la bestia. Presentaba un
aspecto realmente fiero con toda la sangre en el morro y las zarpas.
Lejos de ahí, un improvisado campamento de varias tiendas de
campaña estaba en pie mientras las damas y el anciano se disponían a disfrutar
de un día de acampada. La dama de los libros estaba leyendo parte de un cuento
al anciano, que escuchaba atentamente mientras una mujer de rostro melancólico
y mirada ausente, levantaba un caballete para pintar. El panorama era demasiado
alegre pero sin duda ella sabría darle el toque característico de su estado
emocional, no exento de elegancia. Subrepticiamente una de las dos elfas, la
que no había desaparecido, acomodaba una caja de bebidas muy propias de los
marineros dentro de la que sería su tienda.
-Mmmmmmm falta alguien.- Dijo con toda certeza una bella
dama de ojos azules, piel como la leche y cabello moreno, con un aura de
extraño encanto a su alrededor. se comía un dulce para recordar quien faltaba.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!.-Gritó entonces una de
las ausentes, saliendo de entre los árboles y sacudiéndose violentamente. Era
una excelsa criatura con cuerpo de mujer, alas de murciélago y cabello
plateado. Poseía probablemente el cuerpo mas exuberante que cualquier criatura
viva pudiera poseer.
Todas la miraron mientras esta bella dama de las tinieblas y
adicta a los placeres de la carne trataba de quitarse algo que por lo visto se
había instalado en su cabello.
-Tranquila, niña, que te lo sacaré del precioso cabello que
tienes.-Dijo el anciano, poniéndose en pie.
-¡QUÍTAMELO!.-Rogó, casi suplicó la mujer de bellas formas,
a punto del ataque de nervios y el desmayo.
El anciano buscó en el cabello de ella. Era suave, de aroma
extraño, que despertaba alguna que otra idea de voluptuoso deseo al más
pintado. El anciano entonces encontró el problema, lo que provocaba tal desasosiego
a la bella señorita, a esa "niña" como el anciano decía y le mostró
el origen de sus errores.
-Una rama.-Dijo el anciano con una sonrisa. paseando los
dedos por el palo.-De...-El anciano se quedó meditando y olisqueando la rama
concluyo.-Pino.
-Muy hábil, caballero.-Dijo la elfa.
-¡OH GRACIAS!.-Dijo la súcubo entre lágrimas.-Si algún
hombre me pudiera dar consuelo en estos momentos me haría feliz.
-Creo que con esos gritos ya no veré ningún animal del
bosque. Los ha debido de asustar a todos.- Dijo la dama de aura encantadora
mientras se llevaba un dulce para los gritos ajenos a la boca.
-¡¿QUE INSINUAS!? tengo una voz maravillosa.-Dijo la mujer
de buenas formas, con un sentimiento de ira creciendo en su interior.
-Nada nada.- Dijo la dulce locuela, tomándose otro dulce
para el dolor de cabeza.
Lejos de ahí el lobo se estaba limpiando el pelaje. Se
concentró en beber mientras sus grandes ojos miraba al otro lado del lago. sus
sentidos le permitían escuchar y ver todo, y agradecer no estar bajo otra forma
mientras la dama alada soltaba una maravillosa diatriba sobre lo injusta que
era la vida con ella. Cerró los ojos un momento concentrándose en el sabor del
agua cuando de pronto su lengua lamió algo sólido y frío. Abrió los ojos y se
encontró una mano frente a su hocico. Una pálida, firme, suave, elegante y fría
mano que estaba unida a un brazo fino pero fuerte y a un hombro que había
recorrido con sus labios unas cuantas veces antes de llegar a su cuello. Unos
ojos rojizos estaban concentrados en los suyos, también rojos. La mano entonces
se movió por la gran trufa y recorrió con los dedos el pelaje del morro,
ascendió por la frente y el resto del cuerpo de la dama, a medida que avanzaba
su mano, fue descubriendo su desnudez. El lobo, dando gracias a todo lo bueno y
malo que sus facciones no pudieran mostrar emoción alguna, observaron aquel
cuerpo desnudo.
Al otro lado del lago, la mujer murciélago, más tranquila,
acondicionaba su tienda de campaña con fotos de hombres de gran atractivo.
Paralelamente la mujer de melancólico proceder seguía pintando aquel
maravilloso paisaje mientras la bella dama de los libros, aquel ángel que
caminaba entre altas estanterías cuando trabajaba, leía cuentos tanto al
anciano como a la niña de los dulces, que a su vez mantenía a su lado a su
amigo mas reciente, un gato de estambre. También había hecho acto de presencia
una fiel amiga de todos, pero en especial de la dama de los mares. Una gran
pantera, con mirada antipática y desconfiada se acercó a la que era para ella
una de las pocas personas de confianza y se tumbó cual guardiana de aquel
lugar, con toda elegancia y autoridad.
-Entonces las fauces de la gran bestia se abrieron y tragó
entero al aventurero, que terminó dentro de un estómago grande, con capacidad
para mil vacas.- decía la dama rubia de ojos azules.-Atrapado como estaba, el
caballero rojo entonces pensó que nada le serviría y que el ladrón de su espada
le había condenado. Trató de hacer fuego con todos los objetos que la bestia se
había tragado...
La dama de los dulces estaba totalmente metida dentro del
cuento y en sus ojos se veía emoción y miedo. Llevó la mano al cesto, para
tomar el dulce de los cuentos y entonces no tocó el plástico o el papel que
envolvía los dulces, sino algo blando. Con toda curiosidad se giró y vio a un
viejo conocido.
-¡LINDOSITO!.- Tomó al oso de peluche que tantos buenos
momentos hacía pasar a su legítima dueña
-¡Silencio! algunas estamos pensando en chicos guapos.-Se
escuchó desde la tienda de la mujer alada.-para que digan que la histérica soy
yo.
La dama de los libros dejó de leer y miró a la criatura
alocada con el oso de peluche en sus brazos.
-Creo que no he tenido el placer.-Dijo el anciano con una
sonrisa amable.
-Este es Lindosito.-Dijo la dulce niña, poniéndole el oso en
el regazo anciano que estaba sentado sobre una silla plegable
-Oh vaya.-Rió suavemente, acariciando al peluche.-encantado
de conocerte ¿Y como apareció tan de repente?
-Pues iba a tomar un dulce para cuentos y me lo encontré en
la cesta. Pero no entiendo porque se escondió, podríamos llevarlo si nos lo
hubiera pedido.
-Creo que lo echarán en falta.-Dijo una voz teñida de
lánguida melancolía.
La bella dama que pintaba, había dejado su proyecto para
acercarse al grupo. Se acercó al anciano con el oso y acarició la cabeza de
peluche como si su mente divagara en otras cosas.
-Bueno pero se puede quedar con nosotros hasta que lo
reclamen.-Dijo la niña de los dulces.- Murasaki y él podrían hacer buenas
migas.
-Creo que tampoco he tenido el placer de conocer a Murasaki.
-Ah ¿No? Pues este es Murasaki.-Dijo la bella y dulce dama
tomando al gato de estambre y poniéndolo al lado del oso de peluche. La dama
dijo algo a Murasaki.-Dice que está encantado de conocerle.
El anciano rio de nuevo ante las ocurrencias de aquella
criatura tan encantadora cuando de pronto se escuchó algo en los cielos. las
damas miraron arriba y algo se dirigía hacia ellas a gran velocidad. la dama de
los dulces y los libros se pusieron lo mas resguardadas posible detrás de la
pantera, que hasta el momento hacia dormido hasta que escuchó el sonido. La
dama de los mares, algo colorada, miró a los cielos con una pequeña sonrisa
desenvainando un sable.
-Aun no lo veo pero si no tiene buenas intenciones yo
tampoco permitiré que arruine esta bella velada.
-Lobito.-Dijo.-Tengo miedo.
-Sé quien es.-Dijo la bestia con una sonrisa y un tono de lo
mas cálido en su voz.
Lo que fuera que se acercara estaba ya a unos pocos metros,
creando un sonido ensordecedor. Al momento, debido a la velocidad, una nube de
polvo por causa de las turbinas los dejó algo ciegos.
-Perdón, queridas, pero cierta dama echa en falta a su oso
de peluche y se ve quela idea de mandarlo involuntariamente de excursión no le
hizo mucha gracia.-dirigió una sonrisa que pretendía ser encantadora mientras
besaba las manos de todas aquellas excelsas mujeres.
Entonces la dama sobre el lobo miró a este, que miró a la
dama de los dulces, que su vez miró al anciano, que a su vez rió y acarició de
forma enfática al oso de peluche.
-Oh perfecto.-Dijo, reuniéndose con el artículo tan preciado
para quien reclamaba su devolución inmediata.-Desde luego no se que le ve con
la cara de invocador de demonios que tiene.
-¡DELGADITO BUENORROOOOOOOOOO!-Se escuchó un grito desde la
tienda, que al momento se abrió. Un ser todo deseo y ansias de lujuria se trató
de abalanzar sobre el recién llegado pero dos manos la retuvieron, fuertemente.
-Gracias, encanto.-Dijo el enviado de la Musa.-Te debo una
caja de botellas de ron.-Y dicho esto se fue.
La mujer de grandes...ojos se dejó caer en el suelo pero al
momento se volvió hacia la dama de los mares. Siempre la estaban saboteando.
-Tú, vil mujer, eres tan miserable como la fría de ahí.-Dijo
señalando a la pálida dama que se había bajado del gran lobo negro. Y antes de
que nadie pudiera decir nada se metió en su tienda a llorar ante lo injusto de
su vida.
-¿Debería...?.-Preguntó el anciano.
-Se le pasará.-Dijo la dama de los mares mientras la mujer
de rostro melancólico pasaba a hacer un cuadro mas acorde a sus sentimientos.
-Bueno hora de bañarse.-Dijo la dama de los dulces y se
comenzó a quitar la ropa, quedando en un bonito traje de baño color morado. Fue
corriendo hacia el agua pero antes de llegar escuchó un:
-Lo podemos hacer mas divertido.-Dijo la gran bestia.
La carrera de la bella y dulce dama de los dulces se detuvo
y miró al lobo, que le devolvió una mirada muy obvia.
-Señor lobo, no estará insinuando...-´dijo mientras pensaba
que podría estar insinuando el lobo pero ella no tenía ni idea aunque se quería
hacer la interesante.
-Pues sí.-Estiró una pata, que en plano llegaba a la cintura
de de la bella dama que se iba a bañar.-Sube.