miércoles, 4 de octubre de 2017

Tres reinas.

   Había en aquel reino de bellos paisajes un palacio. Dicho palacio era la máxima expresión de lo que las manos humanas podían hacer para reverenciar a aquellas entidades a las que adoraban todos lo que tenían alguna necesidad. Eran tres aquellas deidades hechas mujer que ayudaban a los mas desamparados con sus favores. Eran reinas entre los hombres aquellas sentadas en los tronos de un reino lejano de envidias, miedos o ignorancia. Cada una de ellas representaba una virtud aunque no estaban exentas de otros excepcionales dones. La sala de los tronos estaba en ese momento vacía a excepción de las tres reinas, que reposaban sobre aquellos tronos realmente elaborados por los mejores artesanos de aquel lugar. Una de aquellas reinas era la mas bella, otra la mas fuerte y finalmente la mas sabia.

   La reina mas Sabia es de gran belleza, con un cuerpo de curvas generosas y el brillo de la inteligencia irradiándose en su mirada como un sol. Es un ser único en el mundo que se gana el temor y el respeto de quienes lo merecen. En su cabeza el conocimiento rebosa, la inteligencia y la mas absoluta de las perspicacias vuela libre y no se le escapa nada del alma humana a sus ojos siempre abiertos y sus oídos siempre atentos a cada palabra. Los corazones falsos, mentirosos, llenos del veneno de la envidia o algún otro mal no pueden esconderse de su juicio, certero en sentencia y castigo. Los secretos de las personas sin embargo ella los respeta y disfruta de juntarse con otros hombres y mujeres para poder conocer mas el mundo. Ella no prejuzga, no tiene tiempo de ello, pues en pocos minutos sabe lo que esconden las intenciones de cada ser viviente. Muestra una paciencia y el tiempo le es indiferente cuando se trata de conocer. De no ser por sus obligaciones las horas o los días pasarían dentro de las animadas conversaciones que tiene con aquellos a los que regala su presencia. Al igual que a la diosa Atenea, ella tenía posado sobre su hombro un mochuelo que a veces le contaba secretos

La reina mas Bella era un portento para la vista y el refinamiento. Verla ahí sentaba, en aquel trono de plata y terciopelo negro era mas que suficiente para que mas de una mujer llorara de pura envidia al contemplar su rostro pálido. Muchos hombres caminarían por la eternidad en aquellas praderas verdes que eran sus ojos. Era silenciosa como la brisa, elegante como el caminar del ciervo aunque en absoluto asustadiza. En su corazón había sentimientos y en su cabeza curiosidad y ansias de saber mas sobre las artes. Era silenciosa, lo que convertía sus palabras en una valiosa bendición para quienes lograban escuchar su voz. Los grandes poetas y artistas le daban todo tipo de obsequios, a la espera de recibir su favor. Su largo cabello era una mezcla de luz y cobre. Cuando recorría el mundo, las telas de su vestido parecían ser acariciadas con adoración por la mismísima brisa de las estaciones. Su rostro parecía cincelado en cada detalle para dejar sin aliento a quienes se la encontraban por sorpresa buscando inspiración en lejanos parajes o en medio de fiestas populares. Siempre aparecía, tarde o temprano, cuando se la echaba en falta, le recordaba al mundo que la esencia de la belleza tenía un rostro y un alma llena de deseo por explorar el mundo. 

La reina mas Fuerte nació de la forja de la libertad, el amor y la supervivencia. Había sido golpeada mil veces y se había levantado mas fuerte, había padecido mil tormentos que la vida le puso delante para probarla y había sobrevivido. Y no solamente su resistencia venía del dolor del pasado, también en sus ojos se reflejaba el fuerte amor y la pasión que sentía por la felicidad de aquellos a los que quería, con el ardor del fuego del volcán era capaz de destruir cualquier cosa que amenazara a sus seres queridos. Se la veía muchas veces sentada, hablando animadamente con aquellos que los que aceptaba en su círculo, dándole paz a todos los que sufrían tormento interior, alejando los fantasmas de quienes recordaban el pasado y querían reparar el presente para tener un mejor futuro. Era toda una valquiria, no solo por su belleza y fortaleza sino también por su discurrir, callando cuando era necesario o luchando por la verdad cuando era era obligado. 

Así eran pues, las tres reinas, que bendijeron a este humilde servidor con su mera presencia. 

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