miércoles, 3 de agosto de 2022

La ventana abierta. (parte 1)

   Nota previa del Autor: sinceramente desconozco como es que la persona que ha inspirado esto ha venido a mi cabeza. Y como es que lo ha inspirado, si se trata de alguien con quien no hablo desde hace meses, seriamente mas de un año. Pero aquí está. Recuerdos fantasiosos de lo que sería bonito que sucediera pero nunca sucederá por obvias razones. El nombre de la afortunada, para recordármelo en el futuro, empieza por L. 

   La joven señora de la casa se removía en su habitación, en aquella lujosa mansión azotada por el viento de un invierno prometedoramente cruel. Los árboles se agotaban al son de esa orquesta que hacía silbar las ramas y volar las hojas mas débiles. Ella se encontraba a resguardo de gruesas paredes, vigilada por tapices de momentos de gloria para la familia. Una sola puerta de roble que había sido instalada cientos de años antes del nacimiento de quien ahora era dueña y señora de todo lo que pudiera alcanzarse con la vista desde su balcón, permanecía cerrada y guardaba la discreción de un cuerpo solo tapado por las finas sábanas y un camisón blanca, fino, corto. Era la viva imagen de un ángel tentador, o de un demonio redimido según a quien se le preguntara. 

   Su larga cabellera se extendía por la almohada en un moreno que se volvía rubio según se alejaba de las raíces. La silueta de su de sus formas, deseo carnal de muchos pero solamente complacido por unos pocos, se recortaba al entrar la luna a través del gran ventanal a tantos metros de altura. Todo era seguro n aquella estancia, todo parecía tranquilo y cómodo. Cualquiera diría que era una habitación mas de una buena casa mas en el mundo. Pero sin duda esa noche algo cambiaría todo, como llevaba sucediendo desde hacía varios años. 

   La primera señal siempre era un sonido de batir de alas. Un batir de alas tremebundo, capaz de imponerse al rugido del viento en esa noche de tormenta. Nadie mas escuchaba esas alas, que mas que batir afuera de la casa, lo hacían dentro del alma de quien recibía la visita. Al momento la dama abría los ojos y miraba, esperando ver algo perfilado por la dama selenita que había inspirado a tantos poetas. Nunca jamás veía nada. Y a esto le seguía un ritual diseñado para guardar una discreción absoluta sobre la identidad de quien venía a visitarla. La señora de la casa se levantaba, sabiendo que ningún sirviente la interrumpiría en aquella improvisada reunión, levantaba el cierre de la ventana y se aseguraba, por si acaso, de que el de la puerta permaneciera cerrado. A continuación esperaba, escuchando atentamente.
 
   A veces se presentaba entre sonidos de tejas sobre las que alguien camina; otras veces podría simplemente notar el aliento y la pesada respiración acercándose poco a poco hacia ella. Fuera la forma que fuera, sucediera lo que sucediera, ella debía permanecer, por respeto a la extraordinaria timidez de su invitado, frente al espejo. Un espejo de cuerpo entero, que permitía ver, a las espaldas de la bella dama, la ventana que había abierto recientemente. 

   Un rayo cayó cerca al mismo tiempo que las ventanas se abrían de par en par con una extraña suavidad, nada común en vista a la virulencia de los vientos. Y dicho viento no entraba en la habitación como lo haría normalmente. Al contrario, mas bien pareciera que una fuerza extraña mantuviera la tempestad alejada de aquel rincón de la casa. A continuación se sintió un calor que llenó toda la estancia y finalmente el frío natural de una habitación que tiene una ventana abierta.

   Lo primero que sintió, aparte de la clara presencia de alguien o algo mas en la sala, fueron unas manos gélidas. mano mano fría que delicadamente tomó la suya. Ella se sonrió a sí misma directamente en el espejo.  los labios fueron lo siguiente, besando justo e la zona por donde la sangre corría, unas venas bien marcadas que eran todo un espectáculo a la vista de ese visitante. la cintura fuera rodeada y su cuerpo ligeramente atraído hacia él.

   -Necesitaba un poco de tu humanidad.-Dijo una voz llena de oscuridad contra la piel de su clavícula. Los labios se posaron en esta, dando pequeños y lentos besos hasta su cuello. 
   -Señor nocturno.-Dijo ella con una sonrisa, intentando contener la respiración.- Mi humanidad es mundana pero en vista a las normas de interacción, debo dar las gracias al menos por el placer de vuestro contacto. No se sienta usted obligado a nada, simplemente deme la calidez y la humanidad que usted demuestra en estos tiempos tan oscuros.
   -Pero soy yo, quien vagando por este mundo, ha terminado visitando vuestra alcoba.- Sus manos blancas se cerraron entorno a su cintura mientras los labios presionaron un poco mas.
   Ella no bajó la vista para ver el abrazo, no dejó que nadie entrara dentro de su campo visual. Debía ser un secreto la identidad de ese visitante ocasional que le hacía sentirse reconfortada, querida y seducida a partes iguales. 
   Ella le habló largo y tendido. De todos los temas habidos y por haber.  Una fiesta a la que fue donde un hombre se le declaró y ella rechazó formalmente. Una salida a caballo con las amigas de un club exclusivo de la ciudad. Le habló de la hipocresía, la mentira, el deseo. Ella hablaba alegremente Una vez tomaba confianza era fácil caer en sus encantos, y su visitante, a pesar de atestiguar el nacimiento y la caída de imperios, no era excepción.  De vez en cuando él hacía preguntas, ella las aclaraba y seguía con la explicación de acontecimientos mas mundanos.
   -Querido.-Dijo ella.-Siempre me asombra tu curiosidad por los defectos humanos. Como si algo de ti no concibiera las capacidades del hombre y la mujer para someterse a sí mismos a los mas intensos dolores. Es algo en lo que nunca me paro a pensar pero, de lo poco que se de vos, a veces siento que tenéis algo de niño inocente, ingenuo y que debería ser protegido. 
   
   El invitado sonrió de nuevo y se dedicó a deslizar sus gélidas manos por las formas de ella, como queriendo encontrar algo muy concreto. La dama pensaba que su cuerpo era para é una suerte de refugio donde expresarse libremente, explorar, experimentar y sentirse adherido a la realidad.
   -Mi... gente, suele dormir en una realidad extraña. hasta donde me contasteis, podría compararse al limbo. Pero de vez en cuando aparecemos aquí, y todo nos es extraño, caótico, perturbador. Solo unas pocas veces mis congéneres han sido capaces de establecer contacto. Nuestra falta de reflejo suele ser la forma mas evidente para identificarnos al margen de la palidez, la piel fría y... otra cosas..- El ser de otra realidad se quedó callado. 
   Ella guardó silencio también. Nunca jamás había compartido tanta información y le daba pánico romper aquel momento con una palabra inadecuada. Se ciñó a escucharle y dejarse explorar por esas manos. la curiosidad le mataba, quería hacerle un ciento de preguntas pero la siguiente sorpresa la dejó sin habla. 
   -¿Podrías cerrar los ojos y dejarme una de tus manos?.-dijo el visitante. 
   Ella no dijo nada, le dio a entender que sus ojos estaban cerrados y alzó una mano, que su acompañante tomó para quitarla por su rostro. la mejilla era suave, igual de fría que sus manos, aunque eso lo había notado con anterioridad en los roces contra su hombro. Lo que le sorprendió es lo que encontró a la altura de la frente. Dos protuberancias duras. 
   -¿Esto son...?-Empezó a decir ella, con los ojos cerrados aun, acariciando las formaciones óseas. 
   -Cuernos.-Dijo él antes de envolverla de nuevo entre sus brazos, visiblemente agitado.- Hasta donde tengo entendido, la gente de este mundo me llamaría demonio. 
   -Poco te pareces a un demonio. Tus maneras tentadoras me reconfortan a la par que me dan una paz y un placer apenas descriptible.-La mujer se atrevió a seguir explorando.- Tienes cabello. Muy sedoso la verdad. Serías la envidia de mas de una cortesana, pero tienes rasgos mucho mas nobles que los de muchos autodenominados caballeros de noble cuna. 
   El ser se retiró levemente para que las manos de la dueña de aquellos terrenos llenos de maravillas rozaran algo. 
   -Oh.-Dijo.-Esto se escapa de todo lo que puedo suponer. Parecen... 
   Por la sorpresa, la mujer no pudo evitar abrir los ojos ante la sorpresa, encontrándose frente a ella un manto negro de unas plumas negras tan abundantes como la arena del desierto. Ahogó un grito antes de que pudiera llevar a ver nada mas tapándose los ojos con las manos. 
   -¡Lo siento! Os ruego mil disculpas. 
   -¿Cuanto visteis?.-Dijo el demonio, inesperadamente tranquilo. 
   -Vuestras... vuestras alas. Nada mas. Lo juro.-Siguió un largo silencio.- ¿os marcharéis para siempre? 
   -No, mientras nada de lo que veas salga de vuestros labios.-El ser alado hizo una pausa.- Muchos de los míos fueron perseguidos y destruidos por el ser humano. Y nos tratan con un conocimiento aparentemente superior al que nosotros tenemos. Nos dicen demonios, pero no pueden demostrarlo mas allá de unas simples alas, unos cuernos y no reflejarnos en el espejo. Algunos hombres muestran un interés morboso y nos someten a cosas realmente crueles. 
   Poco a poco la mujer se había ido abrazando a su delicado, sensible y mágico acompañante. Le reconfortó mientras unos ojos rojos destellaban soltando lágrimas negras. 

2 comentarios:

  1. Es siempre un deleite sumergirse en tus líneas. Posees una destreza exquisita para crear atmósferas enigmáticas y sensuales. Me sorprendió y cautivó la dulzura de este relato, su frío es tan cálido que hasta quema.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar