Unos ojos se mostraban desquiciados por el odio mas abismal y una rabia enervante que le estaba devorando por dentro. Las manos crispadas sostenían el instrumento que habían antes sido pincel por un lienzo odiado, pintado con los tonos del odio y la venganza mas cruel. Aquel bastardo se había acercado a ella demasiado y no quería ver aquella expresión de nuevo en su bello rostro donde la tristeza y la pesadumbre estaban presentes como máximo significado de su estado de ánimo. Lo miró con odio, con rabia, con desquiciada locura en un abanico de emociones que hacía tiempo que no sentía. Ya el sencillo sonido de su voz y la reticencia a ser contadas las cosas habían sido mas que suficientes para que ese ser atormentado y que en ese momento se encontraba en uno de sus estados mas delicados de salud mental. Contempló esa obra de arte que se retorcía vagamente en medio de los últimos estertores de vida, los cuales se afanaba el pintor en mantener aun activos. Se inclinó sobre aquel desperdicio humano y se sentó sobre su vientre ignorando los quejidos que exponía su lienzo. Dejó la afilada daga clavada en el hombro de ese miserable para mirar los ojos que parecían estar desencajados por la desagradable sensación que produce un objeto punzante clavado en cualquier parte del cuerpo. La lluvia no parecía importunar a ninguno de los dos seres que se encontraban en ese momento en medio de un claro que a su vez se encontraba en el centro de un frondoso bosque habitado por criaturas mágicas. Con una voz que intercalaba los tonos mas dementes con la mas sibelina de las tranquilidades, el pintor comenzó a hablar.
Horas después, por un camino avanzaba ese pintor de desgracias escritor de sonrisas con las manos llenas de aquella pintura roja que solo se puede conseguir en los cuerpos humano. Avanzaba lentamente para darle tiempo a la lluvia de limpiar aquellas manos que se habían recreado en el dolor mas superficial y profundo a tiempos iguales. Ese día a los cielos se les dio por llover agua bendita. Eso limpiaría las extremidades superiores del artista y amante perdonando los pecados del asesino. Un remedo de sonrisa se hizo en sus labios cuando las escenas de los lobos arrancando pedazos de la carne de ese maldito se fueron difuminando y en su lugar fueron apareciendo pequeños retazos del motivo de aquella sonrisa que poco a poco se fue haciendo mas grande. Seguidamente, una pequeña risotada se escapó de sus labios impíos y pecadores al recordar una escena en particular de alguna cosa que ella le hubiera dicho o hecho. Se miró las manos y las frotó una con otra para limpiarse la sangre del todo y para prodigarse algo de calor. Fiel a sus principios, no debía de tener aquel delicioso néctar de vida en la ninguna porción de piel cuando estuviera frente a la inspiración mas aclamada por sus suspiros y le dedicara tiernas caricias, amables gestos, caballerosos detalles y finos regalos en los que poner trocitos de su alma para que estos lucieran mucho mas bellos, pues las manchas de líquido linfático no eran buen complemento para el bello color de su piel y ella de seguro se mostraría horrorizada. Y esa suave piel debía de conservar toda su esencia, todo ese aroma en el que deleitarse cuando los labios recorrían ese fino y delicado cuello. Su cuerpo experimentó una reacción instantánea Y los pasos se fueron acelerando. Las manos poco a poco fueron quedando limpias y como si la lluvia se sintiera satisfecha poco a poco fue emergiendo el sol por el horizonte en un bello amanecer. Toda la noche había pasado ya. Y no se había dado cuenta. Aquel sol estaba radiante de expandir su reinado de luz a lo largo de todo ese amplio paraje en el que relucían mil detalles de colores infinitos cuando las flores mas bellas se empezaron a abrir. La brisa, como ya se había supuesto, comenzó a arrastrar mil aromas que atrajeron a una infinidad de extraños y bellos insectos para que polinizaran y llevaran esa formula de la vida a todos lados expandiendo el reino de Gaia mas allá de las fronteras de lo posible. Solo algo podía irradiar mas belleza en ese momento.
La encontró bailando en medio de un campo lleno de muchas flores multicolor. Se movía con esa gracia y esa elegancia que a él personalmente lo extasiaba y le hacía desear muchas cosas que siempre callaba con la boca y expresaba con los labios o las manos. Aquel cabello negro como ala de cuervo se agitaba de un lado para otro con total soltura y brillaba con una luz que a aquel hombre miserable le parecía mágica. El mismo viento parecía bailar con ella pues las flores se agitaban constantemente al son de aquella música que solo podrían escuchar ella y sus compañeras vegetales. El rocío de la mañana impregnaba como millones de diamantes los pétalos y las hojas así como los tallos de cada entidad perteneciente a la tierra de la cual se nutría. Cada vez que giraba una sonrisa se instalaba en los labios de aquel que la estaba adorando con los ojos y el alma, que la estaba acariciando con la mirada mientras ella, en un mundo propio de danza y de diversión se fundía con el universo en una armonía cadenciosa que dejaba entrever para que había nacido ella. Los pasos pronto lo situaron mas cerca de ella y ella detuvo su baile por un momento antes de dirigirle una sonrisa y acercarse hasta donde se encontraba con esa elegancia que a él lo envolvía. Y aquella mañana, ese afortunado juraría que esas caderas se movían con mas contoneo del normal lo que le hizo estremecer ante unos cuantos pensamientos. Una de aquellas manos frías y pálidas que antes desgarraba piel human ahora blandía una rosa azul, que le entregó con una sonrisa que denotaba esa inocencia y buena intención de los niños mas pequeños. Ella le regaló esa sonrisa y esa mirada que para él no tenía precio y que suponía la renovación de sus votos de caballero: protegerla, escucharla, quererla por encima de muchas cosas, confortarla y un reguero de muchas cosas mas. Ella se acercó un poco mas y poco una mano sobre ese torso desnudo acariciándolo un poco antes de acercarse mas y besar su hombro abrazándose a él. Sintió aquellas curvas contra su cuerpo, aquellas formas tan divinas que le hacían en alguna ocasión fantasear con caricias dadas en la noche, entre el secretismo de las sábanas. Él la refugió entre sus brazos un poco mas, besando suavemente aquel delicado cuello que podía lucir con toda gracias y dicha de ser expuesto cualquier joya que pudiera permanecer alrededor de esa porción perfecta de su cuerpo al igual que en otras tantas. Sintió el latir de aquella sangre que palpitaba dando vida al cuerpo que él consideraba de una perfección absoluta,. Si ella se viera con los ojos que él tenía para ella nunca mas se atrevería a pensar eso de si misma. Aunque también se quedaría sin pretextos para callarla con un beso.
Así permanecieron abrazados un rato hasta que la música de pronto surgió de ninguna parte y bailaron moviéndose de una lado a otro un pequeño vals tras otro. Los rayos de sol regalaron su mejor vestido a ella, con el que estaba radiante. Era un diseño sencillo pero que resaltaba el tono de esa piel morena que gustaba de acariciar cuando la pasión los envolvía. Un jubón de gala con pequeñas tachuelas plateada al rededor de una cabeza de lobo negra sobre fondo gris oscuro cubrió el informal torso de ese cadáver que volvía a la vida cuando amanecía para su alma al contemplar aquellos ojos tan poderosos que lo habían doblegado secretamente, por los que daría cualquier cosa con tal de siempre verla sonreír. Los cuerpos se movían y los corazones latían en una armonía perfecta con un universo que podía concentrar toda su luz y esfuerzo en que esa sonrisa preciosa, aquella mirada tan brillante nunca se apagaran. Sus ojos se encontraban y las sonrisas fluían como el manantial mas cercano o el mas lejano, con sus aguas cristalinas y su sabor mas puro. Las plantas dejaban volar sus pétalos alrededor de aquella pareja tan curiosa y dispar pero que se prodigaba en cada encuentro un afecto y una ternura nunca vistos en las acciones de aquel que lucia un cabello largo y claro y poseía la cualidad de imaginar miles de detalles que regalar en versos a aquella que llamaba la Musa, con la que bailaba en ese momento. Una mano habilidosa rodeó mas firmemente su cintura y la acercó mas a su cuerpo. Ella, ligeramente sonrojada susurró aquel nombre de caballero con el que le conocía. Ese susurro fue una llamada divina para presentar armas ante cualquier mal que se presentara en la vida de ella y amenazara con apagar aquella alegría que lo había fascinado desde siempre. En el glorioso final de la pieza, con una última nota de violines los cuerpos quedaron mas juntos y las miradas se encontraron en un mágico momento.
Cuando el sol estaba en lo alto, aquellos cuerpo ya estaban sumidos en una danza mas, y en otra un rato después. La pista de baile era la misma pero esa vez la intención era llegar mas allá de lo que unos pasos podían producir. Un suave suspiro se mezcló con el canto de los pájaros cuando los labios bailaban y las manos entrelazadas se prodigaban al uno la presencia del otro. Un manto emplumado que despedía muchos reflejos arrancados por la luz del sol cubría unos cuerpos que se anhelaban y demostraban en cada roce una tierna conexión en cuya intimidad reflejaba parte de toda aquella fuerza que se transmitían. Todas las ropas desperdigadas habían sido arrastradas por el viento y ahora las caricias de la hierba ya sin el húmedo rocío por el calor que se amoldaba a los cuerpos por el roce constante de las pieles eran un aliciente mas para entregarse mutuamente. Las manos poco a poco fueron deslazándose para deslizarse por la piel del otro. Suaves palabras, tiernos susurros, caricias íntimas y llenas de intención, todo formaba una amalgama de sensaciones que tensaba los músculos en cada sutil movimiento de ella o en cada fiera demostración de pasión expulsaba desde el corazón en forma de suspiro de él. La racionalidad ya no existía pero si la pretensión de complacer y ser complacido a partir del placer del ente con el que compartían ese momento de soledad e intimidad. El allegro ya no lo ponía la música sino los instintos liberados y las miradas que se lanzaban de vez en cundo, la danza de lenguas y manos en aquellas pieles tan diferentes pero que se unían una y otra vez, se rozaban y excitaban. la última nota, fuerte como la explosión que los sacudió, fue el final de aquel bello baile. Los ojos se buscaron y después de nuevo los labios. Uno de aquellos seres sonrió feliz contra unos labios dulce y delicados que gustaba de besar cada vez que estos decían alguna tontería. Tras esa demostración de un sentimiento y emoción muy fuertes, ella posó la oreja sobre un torso delgado y blanco escuchando un corazón latir a toda velocidad. Poco a poco se fueron quedando dormidos. El sol arrancaba reflejos de unas alas enormes que cubrían no solo con plumas el cuerpo de ella sino con la misma fuerza y latir de un corazón que resonaba dentro de un pecho lleno de calidez desde que ella había aparecido en su existir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario