jueves, 5 de abril de 2012
Vínculo
La estaba esperando ardiendo por dentro sin poder borrarse esas imágenes de su mente. De aquellas ondas sobre su cuerpo que era el cuerpo de ella. Recordó aquellos ojos oscuros, esas curvas enloquecedoras. Un suspiro se extendió por su cuerpo rememorando aquellos roces sutiles. Acostado en la cama una rosa azul descansaba sobre su torso expuesto y blanquecino que lentamente bajaba y subía aparentando una calma que desde luego no poseía pues su mente era habitáculo en ese momento de aquellas imágenes donde ese cuerpo de diosa, de la Musa que inspiraba sus versos. Ese hombre se alzó de la cama y caminó hasta el balcón que daba una de las vistas mas maravillosas que se pueda tener del mundo en el que habitaba a día de hoy, creado a partir de la mirada de aquella que le daba todo con su sencilla pero a la vez compleja, exquisita, luminosa presencia. La brisa acariciaba ahora su piel con seducción, con una insistencia lasciva que daba a entender el estado de aquel mundo cuya temperatura aumentaba de forma constante por obra de pensamientos lúbricos y a la vez tiernos, en los que no se abandonaban unos sentimientos y emociones incalculables por mucho valor y duración que tuvieran. Se estaba volviendo loco con toda probabilidad pero aquella locura era sin embargo algo que deseaba cumplir fuere como fuere. Por la espalda se bajó una corriente cuando un soplo de aire especialmente frío trató en vano de devolverlo a la realidad pero su mente seguía perdida en aquellas palabras. Un suspiro de nuevo por el recuerdo de sus curvas salió de sus labios y lentamente se fue relajando poco a poco mas no duraría mucho. Ella había llegado y le había visto. Lentamente se acercó a él con una sonrisa que denotaba el comienzo de un ´´juego´´ del que nadie podría cansarse cuando ella estaba implicada.
Una de sus manos lentamente se fue deslizando primero por su cabello, algo que provocó una sonrisa en él y que ella no pudo ver al tener su espalda delante del rostro. Con una tranquilidad enloquecedora, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento, sus dedos se deslizaron por la espalda cuando el largo manto de cabello que caía por su retaguardia ya no cubría aquella piel blanca, pálida, casi de difunto que revestía su espalda. Ese recorrido fue seguido de sendas caricias por sus costados a medida que rodeaba su cuerpo y aquellas manos fueron ascendiendo hasta envolverlo con firmeza pero a la vez con esa impregnación que motivaba a no resistirse, que al poco rato lo volvía completamente loco, haciéndole olvidar problemas y cualquier otra preocupación del tipo que fuera. Le abrazó por detrás, muy suavemente y dejando pequeño roces en su torso fue susurrando unas cuantas palabras. Aquella voz aterciopelada, sedosa, seductora, envolvente, inimitable, atrayente le estaba haciendo perder el autocontrol de su propia mente que agonizaba en sus últimos hálitos de resistencia y templanza. Él había tratado de responder pero se le atascaban las palabras en la garganta cuando aquellos finos dedos con uñas pintadas de azul suavemente comenzaron a descender en un peligroso viaje hacia un punto muy concreto de su anatomía que no pudo evitar reaccionar de la forma mas obvia y embarazosa. Una de aquellas finas y cuidadosas manos lentamente acariciaba cada centímetro de esa piel que ardía cada vez que aquellos dedos la rozaban de forma sutil y delicada. Tantas mujeres que había conocido y aquella le ponía nervioso hasta el punto de no poder pensar con claridad ni moverse de forma efectiva para imponer barreras a mente y cuerpo
Lentamente se fue girando y la miró, le mostró todo aquello que su mirada reflejaba. Esos nervios casi infantiles por tener a la dama que ocupaba su corazón tan cerca y a la vez la intensidad mas salvaje que llenaba su mirada cada vez que aquellas caricias seductoras se extendían por su cuerpo. Ya la Brisa poco tenía que hacer, aquella amante había sido desterrada y las llamas eran lo que unía los ojos de aquellos seres únicos que no tenían nada que ver con los demás humanos. La miró por largo rato a los ojos mientras ella pegaba su cuerpo al de él y lentamente fue rozando este, como en un lento baile en el que las caderas cobraban un papel protagonista fundamentado en provocar a ese ser que sentía una adoración y deseo muy profundos por ella. Su mirada estaba clavada en los ojos de aquella que inspiraba cada linea de sus pensamientos desde hacía mucho tiempo y su cuerpo esclavizándose periódicamente a los movimientos de esa dama fascinadora y atrayente. Sin mas remedio que el de rendirse a sus encantos se dejó atraer lentamente, siendo el cabello largo de ese caballero tomado y en un lento roce sus labios entraron en un lento contacto que mostraba curiosidad primero y después mas firmeza. Miró aquellos ojos que lo atrapaban , que lo hechizaban hasta lo mas hondo de su alma antes de cerrarlos y rendirse a ella. Y ella era diferente. Muy diferente. No era ni siquiera una mujer: Era la Musa.
Tras mirar aquellos ojos, sentir aquellas mejillas lindas y preciosas que impulsaban a besarlas y a prometer entre beso y beso estar siempre con ella contra sus manos, sentir el cálido, ardiente baile de sus manos por su cabello y las caderas cerca de sus caderas, posó los labios en los de ella, comenzando a danzar con estos de forma lenta, muy lenta, alargando cada segundo, cada compás hasta un infinito intenso y ardiente, sensual, delicado y tierno, mas que suficiente para activar toda esa esencia salvaje de su interior que cadenciosamente iban despertando. Una mano traviesa poco a poco se fue deslizando hacia abajo desde el denso cabello y los músculos del vientre se contrajeron en señal automática de placer para seguir a esa acción una sonrisa picara contra unos labios ávidos de ella. Se unieron mas, se acortaron mas las indeseables distancias mientras los ojos se cerraban y las bocas se unían en un profundo beso. La habilidosa amante fue lentamente recorriendo toda la extensión de aquellos finos y pálidos labios que se fueron amoldando a los de ella, provocando una sed inmensa de aquel aliento cálido que daba alas a su frío corazón y cuerpo. Las manos de aquel depredador que ahora era presa bajaron por su cuerpo, la atrajeron con mas firmeza mientras las manos de ella, lentas y delicadas, poco a poco se iban posicionando saboreando cada detalle de de ese torso delgado y blanco que no dejaba ver ninguna forma definida, pero la falta de musculatura la compensaba con una pasión ferviente en esos labios que había articulado tantas palabras en las que pensaba cada noche cuando en la ausencia de aquella dama su mente se trasladaba a mundos como aquel en el que la pasión y el placer eran una norma de inmediato cumplimiento.
No se sabe en que momento las neblinas de la lujuria se fueron apoderando de sus cuerpo y ella estaba completamente acostada en la cama incitándolo con una mirada incontinente. No se sabe en que momento ella había dejado de besarle y se acostó de forma tan sugerente, dejando a la vista todo su cuerpo aun vestido por esa molesta ropa, paseando una mano por su cuerpo, en ese lecho de sábanas azules que muchas veces guardaban y cubrían el cuerpo de aquella hija de Terpsícore. La habitación estaba cargada con la luz de dos estrellas que atrapaban y otros dos ojos que estaban observando con mil ideas en la cabeza y la intención de devorar aquel alma poderosa. Tampoco se supo en que momento de nuevo él se inclinaba sobre ella y volvía a besarse vorazmente, a comerse lentamente los labios y a pelear las lenguas en un baile de caderas y ondulaciones que no hacían mas que atrapar a ese ser sediento y hambriento de ella, a lo que en ese momento era un animal que seguía unos instintos creados por un corazón rebosante de pasión cuando la tenía tan cerca. Con lentitud, saboreando la idea de que ello aumentara el deseo, se pegó completamente a ella, ardiendo mas que con ninguna otra que haya pasado por sus manos porque ella tenía esa esencia única, divina que lo enloquecía con un solo movimiento. Sin mas, tomando aire para respirar susurró contra aquellos labios perfectos y deliciosos que siempre estaba ansioso por probar.
-Voy a pintar y a escribir en tu cuerpo con mis manos, labios y alma una historia donde tu seas la protagonista, el tiempo y el espacio de un mundo creado con la luz de tu mirada y la dulzura de tus labios. Voy a ser el que batalle contra ti en esta fiera contienda donde poder unirnos una y otra vez en una fiera contienda de lenguas que no tenga lugar de inicio ni de fin pues será tu cuerpo mi lienzo de poemas y de susurros de suspiros y mi refugio de caricias en al que impregnar cada gota de mi al... -Un jadeo interrumpió aquel discurso salido del corazón y del infierno que impregnaba la piel de ese hombre afortunado cuando dos labios sutiles pero voraces se precipitaron sobre los de él y lentamente las manos comenzaron a llevar a cabo su promesa. Lentamente aquel bello vestido hecho por los elfos fue alzándose, descubriendo esa piel morena, territorio dorado y deseado, que sabia a gloria cuando los labios la recorrían, de la que se alimentaba aquella esencia que latía solamente cuando ella estaba cerca. Los pasos lentamente se fueron cumpliendo y el vestido salio volando por los aires. No había mas testigos que la luna y las estrellas que se colaban entre los ventanales y se sonrojaban al ver aquel encuentro entre dos criaturas tan dispares pero que compartían la pasión por conseguir en ese momento un placer nunca experimentado, en el que unir cuerpos y almas. Esa luna envidiosa quería tocarlos, molestarlos con sus punzantes rayos pero estos ardía al contacto con esas pieles prendidas en deseo, en la incitación de unos suspiros sugerentes y sensuales de labios de aquella Musa que atrapaba a ese caballero cada vez mas.
Las sábanas en algún momento los arroparon cuando los cuerpos desnudos se rozaban levantando llamaradas de pasión que dejaban una neblina causa del deseo en el ambiente, un aroma producto de los sudores y del deseo, las esencias mas características de todo aquello que se creaba por las bocas, las manos y las pieles. Aquellos labios de caballero fueron descendiendo poco a poco por un fino cuello al que dedicó la mas delicada y depredadora de las mordidas en las que el contacto hizo latir mas fuerte los corazones, ahí en donde podría brotar la sangre de no ser porque aquel elixir de vida y fuego infundía un respeto mayor que su propia vida, ella era la religión, su templo, ella siquiera le permitiría ser herida. Un suave híbrido entre suspiro y sensual gemido salió de sus labios directo a aquel oído tan agudizado provocando que cada centímetro de su comenzara a arder, provocando a su vez un suave roce entre las pieles, mas directo que todos los anteriores, un mensaje de excitación hasta llegar a lo mas hondo de su ser. Los cuerpos se juntaron mas, las pieles se rozaron y por un eterno instante se miraron a los ojos. Se miraron dando a revelar las verdades que latían en cada gesto anterior. No era solo lujuria, había algo mas, mucho mas intenso que cualquier pecado y que cualquier virtud. Ella movía las manos por el cuerpo de él, deleitándose con la suavidad de una piel blanca que estaba casi incólume a otras sensaciones que no fueran las que le daba ella en ese momento. Una sonrisa de medio lado y un sonido digno de pecado precedió a los labios que rozaron de nuevo su boca, iniciando ese ritual de seducción, de un poderoso y atrayente erotismo en el que nadie podría resistir la tentación. Los labios de nuevo se unieron primero en roces sutiles, después de forma mas rítmica acompañada de una sonrisa y de un suspiro masculino de placer, una declaración de rendición a los sentidos.
Mientras bailaban aquella danza de sensuales movimientos de cadera y columnas de fuego que se entremezclaban, las estrellas descendieron y los rodearon, envolviéndolos en un manto de luz para después los elevarlos a lo mas alto y sentir como el aire rozaba sus cuerpos. Nada mas existía que el cuerpo del otro en completa comunión con el del uno al son de un vals de impudicia en donde también se ponía todo el corazón. Todo el cariño. Algún susurro salia de esos labios en los que depositar un beso era recibir la mayor recompensa que cualquier caballero pudiera tener como aspiración y culminación a su vida. Lentamente se fueron moviendo el uno con el otro, poco a poco uniéndose mas y mas en cada segundo. En cada parte de sus almas se establecía un puente que les unía en un vínculo fuerte, promesa de eternidad, placer, corazones latentes, sangres ardientes. Cálidamente los labios y las bocas continuaron caminos diferentes y las lenguas dejaron de bailar la una con la otra, ocupándose de pieles que no eran las de sus dueños. La de él se precipitaba de nuevo a ese delicado cuello y descendía entre dos preciosas colinas, aquel busto con dos preciosos altozanos a las que dedicó profundos suspiros, secretos versos en forma de besos en medio de la agitación pasional que los envolvía en alas de fuego y deseo. Ella sonreía mientras contemplaba el descender de su amante que fervorosamente fue peregrinando como un sediento en busca de agua, miraba a ese viajero, a ese pintor de besos en su cuerpo besar aquella extensión de piel con un pozo en su centro, declaración de intenciones para con aquel punto concreto, aquel destino final. La respiración agitada se encontraba en ambos, los nervios le comían pero la razón no se imponía en ningún momento. Un suave suspiro salió de los labios de ella. Lentamente, de forma tortuosa, pasó las fronteras de la realidad aquella boca hambrienta de un placer intenso en sabor y temperatura.
En la noche, refugiada entre dos piernas, una lengua danzaba en el glorioso infierno mientras un suave gemido salía de una boca y se repetía de forma constante. Las manos exploraban la piel morena de forma perseverante, asegurando una presencia continua en ese territorio explorado anteriormente y al que no dejaba de dedicar caricias, estímulos firmes pero delicados, suaves, casi tiernos. Lentamente los labios devoraban aquella esencia recorriendo el lugar de arriba abajo. Ella se arqueaba ligeramente y a veces soltaba un suave sonido, una nota ligeramente quejumbrosa producto de un placer que se estrellaba y mezclaba con el aire que la rodeaba en las alturas, que los hacía elevarse mas y mas en aquella espiral de frenesí. Lentamente se fue separando para dejar un suspiro contra esa ventana a un paraíso cálido, promesa de placeres infinitos. Unas manos firmes pero delicadas al mismo tiempo sostuvieron el cabello de aquel caballero alado que ávidamente estaba devorando una intimidad, un secreto oculto para muchos, exhortándolo a que continuara, a que siguiera dándole placer. Los dedos se enredaron, presionando mas el rostro, exigiendo mas aquella criatura divina que era poco a poco envuelta en el manto de la noche con ese ser definido por ella misma como exquisito y que ahora le rendía un culto secreto, solo visto por la luna y las estrellas que brillaban mas y mas a cada lamida, cada beso, cada roce, cada susurro que impactaba en ese deseado templo de placer. El deseo de ese ser se volvía cada vez mayor y el cuerpo en tensión le hizo saltar, una vez satisfecho de su líquida recompensa y con los labios secos y sedientos del aliento de su amante, a esos pétalos carmesíes, devorándolos al mismo tiempo que con lentitud se unían por ese lugar abandonado segundos antes en una decisiva acción donde dos miradas se cruzaron y se expresaron un placer apoteósico. Los sonidos y las notas mas antiguas que el mundo se fueron desparramando por las pieles que se mezclaban como la noche y el día en un segundo amanecer. Los movimientos lentos pasaron a mas ansiosos y alguna palabra de cariño no dejaba de emerger de los labios de ambos. Las bocas se unieron para ahogar aquellos gemidos intensos, acallando el testimonio de un infierno desatado en un cielo lleno de estrellas sonrojadas.
Un giro brusco en ese aire cálido y ella quedó encima, en esa posición dominante, paseando sus manos, incitándose a si misma y a su caballero alado y amante con lentos movimientos de caderas estando aun él dentro de ella, miradas depredadoras que hacían mas intensa aquella experiencias inolvidable mientras sonidos de tentación y deseo de hacían escuchar por todo el paraje. Las manos de él no se hicieron esperar y tampoco el resto del cuerpo, los cuales fueron explorando, piel contra piel aquel paraje mágico que no se cansaba en ningún momento de adorar, de sentir bajo aquellas manos blancas, casi de difunto las cuales guardaban toda su delicadeza y fuerza para ella. Unas manos de uñas azules tomaron su rostro y las bocas de unieron voraces y aun insatisfechas mientras unas manos se paseaban por todas esas divinas formas. Mas frenesí y los músculos se tensaron peligrosamente avisando del final de aquel baile de cuerpos y almas, de lenguas y de suspiros, esencia y gemidos que culminaría en una profunda explosión de placer contenida en un repentino quiebro de voces, en aquella irrepetible rotura de dos nombres gritados al mundo que fue creado para ella La Musa.
Los cuerpos estallaron al unísono, símbolo de la totalidad de aquel vínculo único e irrompible que los envolvía cada vez que uno y otro se rozaban suavemente los labios y las pieles o se acariciaban las almas con sencillas pero profundas miradas. No se dieron cuenta de su descenso hasta que el suelo se hizo notar en la espalda del caballero alado. Estaban en medio de un bello campo de rosas azules y ella lentamente se acercó a sus labios depositando un beso lento, suave, tierno, tentador, sensual, atrayente, hipnótico en aquellos labios que poco a poco fue ganando en fuerza para volver a iniciar un lento baile de placer interrumpido por un último sonido de aquellos labios ni muy finos ni muy gruesos, sencillamente perfectos. Poco después ella reposaba sobre su pecho, ambos dormidos y acariciados por los pétalos, la Luna y las estrellas.
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