Entre los tripulantes varones, el único que podía destacar entre esa masa de jóvenes atractivos y fuertes era precisamente el menos atractivo y fuerte. Sus ojos contemplaron el puerto y lo alternaron con la mercancía que llevaban a bordo, sencillos instrumentos de juegos sexuales que no tenían voz ni voto en aquel lugar. Muchos parecían poco interesados en ese hecho dada la impulsividad y la ardiente juventud y energía que corría por sus cuerpos semidesnudos. El elemento diferenciador de los demás sentía cierta pena y su machismo recalcitrante le estaba presionando contra el pecho, convirtiendo el sentimiento de circunspección en una rabia sorda, mas la razón se impuso de nuevo. Era su sentencia, su condena. Debía de enfrentar a los fantasmas del pasado, de toda su existencia. Él no era como ellos, o al menos dedicaba noches enteras a tratar de convencerse de eso. Muchas de aquellas mujeres apenas lo miraban a pesar de las atentas miradas que él les dedicaba de vez en cuando. Sabía que era consciente de que a su vez ellas tenían constancia de ser observadas pero no parecían ver nada especial en él. Y el resto de esclavos no es que fueran precisamente amables con él pero tampoco se metían con él. No en exceso.
Una figura se puso a su lado y emitió una especie de bajo gruñido. Una enorme pantera observa el mar junto a aquel humilde sirviente. La pantera no lo quería tampoco, lo despreciaba en la misma medida. Dejó salir un bajísimo suspiro, como si expresarlo en alto interrumpiera el frágil hilo de sus pensamientos. Su mente se encontraba en una cama, perdido entre curvas de mujer y acariciando esa piel a la que dichas formas pertenecían. Si le hubieran desatado habría sido mucho mejor para ambos. No fue así. Y pensando que se encontraría ahora en medio de un bosque terminó en aquellos lares. Todo era bastante triste e ese momento para él, demasiado rabioso, demasiado orgulloso para ser capaz de ver la diversión que sus inteligente compañeros tenían mas facilidad para segregar en sus ideales. Aunque no todo eran cosas malas.
Ese momento era uno de sus momentos de asueto aunque sus cálculos le decían que era momento de volver al trabajo. Con la rapier que él mismo había tenido que elegir junto a unas cuantas joyas que le encantaría quitarse porque no era su estilo, fue empujado sin mucha delicadeza primero por un esclavo sexual y luego por la pantera, que juzgaba como muy lento su caminar y quería llegar pronto a su destino. Tras comprobar que todo estaba bien en su vestuario y sacar una leve sonrisa entró por detrás de la pantera en lo que era el camarote de la capitana. Esta era la mas bella de todas las mujeres, la mas deseada, lamas fuerte, inteligente, cruel y educada de todas damas casi salidas de un cuento. Tras unos saludos iniciales y una elegante reverencia la capitana le dio la lista de cosas que debía de hacer. Él se puso a ello en seguida no sin antes haberle recitado un poema que había pensado en las noches en vela, el cual decía tal que así:
"Caminante acuático
que se balancea firme.
La sirena en su canto
apenas se reprime.
Si el marino se acerca
que nadie la detenga.
Es la Dama de los Mares;
no hay quien la contenga"
Primero peinó el cabello de la capitana, a continuación le dio los retoques para que estuviera aun mas perfecta de lo que jamás podría estar una mujer tan aventurera y aguerrida como ella. Nadie podría superarla en belleza y elegancia. Al menos nadie en los siete mares, pues que él supiera, el motivo de sus inspiraciones poéticas no se había dado a la mar en momento alguno de su vida y se mantenía en tierra firme. Le preparó el desayuno, limpió y sirvió la comida a toda la tripulación, amantes incluídos, fue ofendido en su honor unas cuantas veces con frases de voces agudas y graves, limpió sables (de acero y metales diversos), esquivó unas cuantas peleas, pescó dos atunes y tres lubinas, le dio todo a la bella pantera para que comiera pescado fresco y se permitió un descanso de la duración (literal de un suspiro) antes de un sinfín mas de tareas. La noche llegaba cuando terminó todo lo que tenía que hacer. Y fue justo en la noche cuando todo sucedió.
La tormenta aun no se había decidido a descargar sus dulces aguas como las lágrimas de una santa, no había estrellas que se pudieran ver y no existía luna alguna en ese momento. Casi todos se habían echado a dormir pero ese servil ser no podía dormir, como era habitual en él. Era un ser nocturno, acostumbrado a estar noches despierto y días durmiendo, solo que esta vez se encontraban agotado que precisamente no podía descansar, sumido en su espiral de auto-odio y auto-compasión. Hasta que los escuchó al otro lado de la embarcación. Encontrándose él en un lugar bien oculto, donde sería difícil que lo descubrieran, una de aquellas mujeres parecía no muy cómoda con uno de los siervos sexuales. Este, realmente exudando ansias ocultas por ser castigado, tenía la mano sobre la boca de la señorita y con la otra la manoseaba de forma poco decorosa, muy vulgar a decir verdad. Entonces todos los poetas derramaron una lágrima cuando una frase salió de sus labios
-Tu hoy follas conmigo ahora.-Soltó el muro, pues era excesivamente grande, musculoso y sí, guapo como todos los hombres a excepción del espía que los observaba.-Soy guapo y fuerte, todas quieren follar conmigo y tu no vas a ser una excepción zo...-No pudo terminar la frase pues un ruído lo alertó.
Y ahí estaba un enclenque cadáver pálido y medio desnutrido, espada en mano, lágrimas de sangre en los ojos y determinación asesina en el corazón, fluyendo por todo su cuerpo, sediento del placer de la sangre, de la venganza y sobretodo sediento de algo que no tenía nombre.
-Coño, pero si es la mariposita faldera de la capitana, mas inútil que la polla de su Santidad y mas débil que una hoja seca..-se rió el miserable mientras dedicaba tantas románticas ideas para su próxima obra de arte al humilde mayordomo, que veía su propia ira incrementada con cada halago.-Y encima viene armado-dijo mientras observaba la rapier en su mano, afilada, mortal si era bien usada.-No seas maricona, tira eso y enfréntate a mi como un hombre.
-Tengo una idea mejor.-Dijo el sirviente con una ira fría como la escarcha que aparecía en los lugares mas helados...como por ejemplo bajo sus pies ahora mismo.-Me enfrentaré a ti como caballero alado a las órdenes y por la Luz de la Musa y en nombre de la capitana...-El primer puñetazo le calló en toda la mejilla izquierda, haciéndole ver las estrellas.
-TU capitana, maricón miserable. Eres su siervo y ella TU capitana.-Dijo mientras se reía.-No tienes puta idea del mar. Tu capitana es MI capitana y estaba de follarme a MI zorra que por cierto ¿donde coño...?-Antes de acabar la pregunta un fuerte golpe le dio en la nuca al apuesto marinero pero este, a pesar de tambalearse se repuso rápidamente y estampó su puño contra la cara de la bella mujer, de ojos azules, labios voluptuosos y mirada tan perversa como clara en sus pensamientos.-Hija de...
Entonces el torso desnudo de aquel apuesto, guapo, salvaje, maleducado y deplorable ser se convirtió en la espalda de un erizo a la inversa. Cientos de cuchillas lo atravesaron con la velocidad del rayo. Lo artísticamente mas cuestionable para una persona normal fue el momento en que todas esa cuchillas se separaron las unas de las otras sin retroceder, rápidas como un suspiro de impaciencia, desmembrando, triturando a ese miserable. De pronto la luna hizo su aparición y contempló como dos grandes alas aceradas estaban manchadas con tripas aun colgando y trozos de órganos. El siervo reprimió las ganas de bailar y reír, de expresar cuan exultante era su felicidad, de sentirse al fin realmente útil. El acero grisáceo que no se encontraba manchado era de una factura artesanal muy notable y de sobresaliente calidad. La mujer, algo impresionada pero con la respiración tranquila, las alas, el siervo, la luna y las piernas inertes, único retazo de ese bastardo, fueron los únicos testigos.
La mujer y el siervo se miraron por un momento y ella preguntó, tratando de deisimular su incipiente miedo :
-¿Que eres?
Y el siervo, con una reverencia, provocando la caída de unos cuantos trozos de hígado y la mitad de una pleura pulmonar respondíó:
-Solo un humilde mayordomo... -Dicho esto, las alas desaparecieron, la mujer se fue a la cama, la luna se ocultó de nuevo, la lluvia apareció y una solitaria figura, en medio del vaivén de ese amante de madera a su amada acuosa, limpiaba la cubierta con tranquilidad pasmosa.-La capitana se enfadará conmigo...
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