Las velas en aquella sobria habitación eran los únicos elementos que portaban alguna claridad a aquella noche tan oscura. Sobre la mesa de madera maciza, provista a su vez de dos cajones para almacenar a saber que documentos de gran valor, se apreciaban desparramados otros tantos legajos de edad casi impensable para el sencillo y casual observador. Tales papeles fueron ordenados, por enésima vez, para dar algo de cordura y orden a esa noche de estudio que se cernía por delante. Los grandes cuadros que decoraban las paredes de esa habitación, tan falta de mobiliario, eran de una riqueza en detalles sencillamente sobresaliente. Los temas de tales obras eran variados, viéndose en ellos unos paisajes que conjuntaban cielos verdes con árboles rosáceos y animales imposibles en ese plano de realidad. Se avistaban en otros costumbres o festividades extrañas. Un par de ellos representaban figuras humanas llevando a cabo actos poco decorosos.
Frente a las crónicas de batallas milenarias se encontraba un hombre de afamada circunspección y escasez de palabras. La barba le confería toques de sabia y temible estampa, de esos individuos que solo temen la ira de Dios, y que miran a los hombres como sus iguales o sus eternos enemigos, obstáculos en la acumulación casi desquiciante de conocimientos. Los rasgos de su rostro estaban surcados de las arrugas que proporcionan los gestos de dureza a la hora de dar órdenes. La vista cansada ya le impedía ver las letras con toda claridad. Cuando comenzaba la lectura de algún sesudo estudio o análisis de otros autores, de su mismo o superior renombre, el tiempo pasaba con total indiferencia, por delante y alrededor de él, creando un extraño refugia de conocimiento atemporal. Al finalizar un párrafo y apartar una página de por lo menos doscientos años cerró los ojos y llevó la vista hacia uno de los cuadros.
Dicha pintura se encontraba enmarcada en madera de ébano y dividida en dos partes. En una se libraba una batalla entre seres de otros mundos, dotados de la genialidad, magia, perfección de los cuentos, carentes de defectos propios de los humanos. Estos peleaban contra los iguales de aquel sabio que se metía a menudo en esos mundos. Criaturas de rasgos faciales finos y muy nobles tomaban las armas, como un mortal mas, para enfrentarse a los estúpidos, bruscos y adaptables humanos. En aquella primera parte, de manera perfectamente distinguida, se adivinaba qué parte del campo de batalla correspondía a las criaturas no humanas y cuales a los sencillos humanos. sobre unos caía fuegos y flechas y sobre otros hojas de plata cortantes y rayos. Lo único que permanecía homogéneo era el suelo, cubierto indistintamente de cadáveres de los dos bandos.
En la segunda parte del cuadro los contendientes firmaban una paz que al parecer no iba a ser duradera del todo según las crónicas históricas. Poco a poco las fronteras se irían disolviendo por obra u gracia de escaramuzas de ambos imperios o por la gran influencia que músicos de una lado y comerciantes del otro ejercerían sobre sus opuestos. Mas en aquella segunda parte queda claramente reflejado las indisolubles diferencias. Desde la letra con la que cada uno de los máximos dirigentes firmaba hasta los fondos, representación de la atmósfera en la que todos los envueltos en dicha trama se movían. Un niño humano, hijo del rey iría cada verano a convivir entre los elfos y lo mismo haría el vástago de los elfos.
No tardó en surgir el amor entre unas especies y otras. A ellos le acompañaron las idílicas relaciones casi mágicas de unos con otros. También hubo celos, traición, batallas entre pequeños señores. Y así como la s fronteras se empzaron a diluir igualmente comenzaron a reforzarse los ejércitos. Y todo volvió a comenzar.
-Padre.-Se escuchó entonces por encima del sonido del viento. Aquella habitación producía bastante eco por al ausencia de mobiliario.- Tengo una noticia que darte.
El hombre estudioso se volvió con los ojos aun puestos en en el pasado al que había pertenecido, en el que había influido decisivamente junto a sus hombres. Sus ojos destellaron por un momento con la alegría de ver a aquella criatura que había engendrado en una noche de amor profundo con la madre de esta, la mujer mas bella y descorazonadoramente tierna que pudiera cualquier ser viviente conocer. Ambas cualidades las había heredado la pequeña y joven dama que tenía ante sí, con un bello vestido verde como las hojas del bosque, regalo de los elfos por sus contribuciones a la paz entre hombres y habitantes feéricos. En su cabeza lucía una corona de flores que al fijar la vista uno se daba cuenta de que eran rosas.
-Seguro que es mas importante que el estudio de fortalezas que solo yo he visitado.-Dijo el hombre poniéndose en pie para abrazar a la mujer mas bella (junto a la madre de esta) que cualquier humano, elfo o bestia de los elementos pudiera conocer.-¿De que se trata, hija mía?.-El hombre, aunque viviendo mas en el pasado que en el presente, era consciente del nerviosismo de su hija pero también de una cierta algarabía emocional.
Separándose de su padre se giró hacia la puerta y apareció por esta un joven espigado, de rostro delgado, facciones suaves y muy bellas, melena oscura y unas orejas endemoniadamente puntiagudas. Con aires elegantes y una cierta sonrisa tímida y ojos cargados de aun mas cierto temor, el muchacho avanzó hasta ponerse frente a ese hombre que había derramado sangre de ambas especies.
-Te presento a Eldoran, padre. Le conocí hace un tiempo y deseamos compartir una vida lo mas larga posible el uno con el otro.-Ella se abrazó a su pareja y este tendió su mano hacia el que sería su suegro.
-Encantado señor. Me llamo Eldoran. Soy hijo del general Derumel, duque, por extraño que parezca en alguien como yo, de las tierras bajas de los ríos que nunca habría visitado de no ser por la insistencia de su hija en que le conociera a usted.-Dijo mientras estrechaba la mano de aquel sabio hombre que probablemente ya no estudiaría ninguna fortaleza antigua en lo que restaba de día.
-Yo pelee contra tu padre hace treinta años y luego junto a él diez años después en aquellas colinas dejadas de la mano de Dios. Me habló de ti mientras se desangraba en mis brazos. Me dijo que eras un buen chico y bromeó, por raro que parezca en la gente de su personalidad con el hecho de que mi hija y tu pudierais...
-Él tenía visiones del futuro señor.-Dijo el chaval, visiblemente afectado pero al mismo tiempo tiñendo su voz de una curiosa nostalgia- Por eso aquel asedio de hace un par de siglos fue afrontado con tanta confianza por los caballeros de plata y mi padre.
-No llevas ni dos minutos en mi presencia y ya has tirado por tierra uno de mis estudios mas ambiciosos hasta la fecha. Te tengo que hacer una preguntas hijo.-El hombre miró a su hija, la cual estaba feliz por la rápida afinidad entre suegro y yerno.-Hija tráenos un poco de limonada con especias suaves. Esta va a ser una noche larga.
Y de nuevo, siendo visto por Dios y otras deidades de nombres largos o suaves y fluidos se estableció una nueva conexión en el telar del destino entre dos mundos.
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