A la vera de un río, apaciguado en su curso bajo, veía discurrir el agua un gentil campesino. No era el mas fuerte ni el mas listo aunque si gustaba de observar y asombrarse de la belleza que la naturaleza brindaba a sus sentidos, ya fuere el agua en su cantarín caminar o bien la brisa que acariciaba su rostro con la misma sutil delicadeza con lo hacían las manos de su esposa allá en la casa esperando su regreso. En su interior sentía el frío de la estación fría que ya sacudía los sentidos y embotaba la mente con la necesidad de encontrar algo de calor en el hogar de esa pequeña casa que desde siempre había sido su refugio de amor y de buenos y malos momentos. Al lado de este buen y honrado hombre, de costumbres y pensamientos mas que acordes a una época de mentes no muy preclara sen las artes del conocimiento, con la cantidad justa de datos para saber leer pero no practicar la lectura muy a menudo, se posaba un trineo cargado de la madera que alimentaría la chimenea durante parte de esa estación. Un buen árbol iba a mantener esa casa de madera caliente y seca por casi un cuarto de estación o lo que es lo mismo unas tres semanas.
Un pequeño suspiro de pesadez se hizo con su alma cuando empezó a tirar del trineo que facilitaba la tarea de transporte a ese honrado hombre que nunca había visto una riqueza mayor que las pocas monedas que se sacaba en el mercado por la cría de un par de cerdos o a lo sumo algún que otro ave de corral, cuyos huevos posteriormente vendía para poder vivir con lo justo. Era la dura vida de montaña lo que había forjado un carácter no exento del poder de la observación. Así que observó y quitando un poco la nieve que cubría la tela para proteger la madera de la nieve que caía, comenzó a tirar de nuevo de ese cargamento tan pesado. En su fuero interno desearía poder haber contado con la ayuda de quizás algún vecino pero todos estaban ocupados en la caza de animales que mataban el ganado y destrozaban la huerta. Su huerta, pensó el campesino, estaba mas que protegida de esos peligros pues e este huerto pequeño y por tanto de no mucha envergadura tenía unos cuantos a muletos que había causado la risa de sus convecinos. Cosas de brujas no son buenas, le decían. Bah ellos que sabrán, pensaba el granjero, desde luego no mas que yo.
Recorriendo el camino sus ojos iban de un lado a otro mirando todo lo lejos que podía ver a través de la maleza. Decían que algunos animales salvajes había atacado a gente y los habían hecho desaparecer si bien según parecía eran matanzas un tanto faltas de aleatoriedad. Recordaba este buen hombre, sudoroso por el esfuerzo de la colina que debía de subir carretando todo aquel peso, lo que dijo una de las vecinas sobre una criatura horrenda y espeluznante, grande como un caballo y ancha como un buey, que a pesar de tan portentoso tamaño se movía rápido en extremo y ademas emitía unos gruñidos que se podía oír en varias decenas de metros a la redonda. Cuantos había visto una sombra en las noches rondando sus casas moviendo cuatro pesadas patas y había dejado unas claras huellas en la nieve ya ascendía a casi cuarenta personas. Nada mas y nada menos que cuarenta, y el pueblo eran como doscientas mas o menos, todos se conocían y el sabio del pueblo era uno de esos testigos. Un grupo de cazadores que había disparado a la bestia también eran testigos y también el chico ese que decía tantas tonterías. Todo ello llenó de cierta inquietud el cuerpo del hombre que se fue tensando poco a poco ante la perspectiva de ser encontrado o cazado por la bestia.
Sus fuerzas estaban ligeramente debilitadas ya cuando estaba en el medio del ascenso por esa colina que parecía no tener nunca un fin definido pues la madera y el esfuerzo dilataban el espacio de cara a la mente de las personas que transitaban esos caminos. sin embargo a medida que iba avanzando en vez de hacerse mas pesada la carga se iba aligerando y se acordó de que no había puesto todas las correas por lo que se giró esperando ver un rastro de pequeños trozos de madera que había dejado por el camino. Sin embargo se encontró que a pesar de haber frenado su marcha el trineo cargado de madera no tiro hacia abajo como es normal en un mundo con una ley de la gravedad aun no descubierta. Al contrario el trineo choco contra sus piernas y casi lo hace caer sobre la madera pero se mantuvo en pie mientras sus ojos de humilde campesino, carentes de ambición o malicia se encontraron con los ojos de la bestia que lo miraban con curiosidad como si de toda la vida se conocieran y este ser lleno de pelo negro le interrogara el porque de su detención en la marcha. Se miraron largo rato y poco a poco la palidez se fue adueñando del campesino, sin embargo el lobo sencillamente observaba y lo único que detuvo ese momento de máxima tensión fue la caída de un trozo de madera al suelo que educadamente el lobo recogió con sus grandes fauces y le entregó al campesino, que tomó el trozo de madera y lo sostuvo bajo el brazo pues no había lugar en el trineo en donde colocarlo.
Seguían mirándose y no era necesario un análisis muy estricto: cabeza grande, grandes dientes, del tamaño de un caballo y la anchura de un buey, sin duda era la bestia. Entonces el campesino hizo lo que no haría cualquier persona cuerda, que correría pidiendo socorro o auxilio. Sencillamente y como si nada distinguiera a esos dos seres totalmente opuestos el campesino habló al lobo de forma normal como si fuera un vecino que se hubiera cruzado por el camino. Le preguntó.
-Puedes entenderme?- Un leve asentimiento fue prueba de que en frente no tenía a un animal disecado.-Bien eso confirma mi hipótesis de que eres inteligente. -Dijo con un tono mas para sí mismo que para el lobo que aun así asintió dando a entender su gran sentido del oído. -Como es que haces esas cosas tan malas? hay gente que se esfuerza mucho por salir adelante y llegas tu y entonces pasa lo que pasa, que te quieren cazar, y creo que si te cazan se terminará algo bello en el mundo.-Por única respuesta el lobo se inclinó y empujó el trineo y después miró al cielo que estaba totalmente cubierto de nubes.-Sí sí ya se. Espero que no te entre hambre por el camino...tengo mujer a hija.
Con voz profunda, ultraterrenal, un canto a la oscuridad y a la educación e incluso se podría decir que la sinceridad, el lobo habló de forma mas que notoria.
-Lo se, os he estado observando.-dijo y sencillamente se quedó mirando al campesino que en ese momento a pesar de todas su dotes de observación no pudo evitar poner los ojos como platos al escuchar esa voz que hizo caer la nieve de un par de ramas de los árboles cercanos. En su rostro, carente de músculos con los que expresar emoción alguna, una mascara de impasibilidad estaba fijamente pegada a su anatomía y en su interior parecía flotar una calma que no era normal. De pronto un copo de nieve se posó en el hocico del lobo y sin dudarlo, como obedeciendo una orden ambos se pusieron a tirar del trineo lo mas aprisa posible, porque se acercaba la tormenta.-Debo refugiarme en tu casa por esa noche pues no llegaré a tiempo a mi guarida y moriré congelado. Me instalaría en el huerto pero está lleno de amuletos.
El campesino no cabía de asombro y a la vez de alegría al descubrir que su huerto estaba protegido en verdad por ese conjunto de amuletos que había comprado a la que decían era una mujer loca y enferma. Mi mujer se va a volver loca cuando me vea aparecer con este buen samaritano que ha tenido tan mala fama a lo largo de los años, pensó el humilde campesino. Y así fue. Al llegar al lugar la mujer montó en un ataque de histeria sin precedentes y suplicó y suplicó por su vida sin que el campesino la pudiera convencer para nada de que el lobo no haría daño alguno a su familia. En su fuero interno el campesino se encontraba gratamente entretenido por los aspavientos y todos los gestos de esa loca mujer que poco a poco se fue tranquilizando e incluso ofreció la entrada de su casa para que el lobo pasara a través de la puerta, combando en su camino los dinteles. El lobo salvó la vida del campesino y el campesino la del lobo, que rechazo la invitación de cenar con ellos pues ya decía haber comido pero no quiso facilitar información de que ni como. Prontamente el lobo descubrió al último habitante de esa pequeña casa de madera de dos pisos, caliente y llena de amor familiar.
Sus ojos enormes lo miraban de forma curiosa así como él la miraba a ella impasible pero la realidad en su interior era otra. En seguida su alegría se hizo perenne y unas pequeñas manos se aposentaron en su pelaje acariciándolo, las pequeñas piernas hicieron mucho vanos esfuerzos por subir a su lomo cuando el lobo se puso al lado de la chimenea (no en frente, que así la casa quedaba casi a oscuras). Se deleitó secretamente con esos ojos aun mas agradados por la sorpresa cuando unas pocas palabras se dirigieron al campesino que interrogo sobre alguna prenda de abrigo. un lobo que hablaba, cuando maravillosa sorpresa. Las almohadillas de las zarpas parecieron ser de las partes mas admiradas por la niña pequeña que era hija de esos dos humildes habitantes de la montaña. Mucho sabía pero no sabia sus nombres. No le interesaban tampoco. Por fortuna se enteró de casualidad del nombre de la joven criatura-
-Hoa me llamo Mar ¿y tu? Eres muy grande-
Embargado en ternura y con una chispa de dolor solo visible por un instante a los ojos del observador campesino el lobo contestó
-Te llamas mar y vives en la montaña, que curioso. Yo me llamo Antony, caballero poeta y lobo al servicio de la dama de sonrisa perdida, un placer.
Horas después, el lobo y la dama, apoyada en el lobo, acurrucada contra el pelaje o la manta mas calida del mundo, dormían tranquilamente a la luz de al chimenea.
Se habían hecho grandes amigos.
Buen blog!!
ResponderEliminarte dejo el mio.
Hoy, un hecho que abre los ojos..
http://elblogdebrina.blogspot.com
NO me convence del todo semejante comentario pero bueno...gracias. El tuyo tampoco está mal.
ResponderEliminar