En una noche de una estación indeterminada que bañaba todo el mundo creado para una dama, un alma errante estaba caminando apresuradamente por un reguero de luces que se posaban a sus pies. Las estrellas fabricaban para él, sumisas a sus mandatos, un puente sostenido por las constelaciones de luz que iluminaba el trayecto mas corto y cómodo hacia aquel castillo en el que habitaban todas sus inspiradoras ideas. Secretos y aspectos resultantes en un enigma para el mundo exterior. Con paso ligero aderezado por dos alas de color negri-azul a la vista de la escasa luz que daba en ellas y era absorbida por sus espesas plumas, fue caminando rápidamente hasta llegar a las puertas del castillo. Los nervios se hacían presentes, como cuando un niño esperaba ansioso el día de la sagrada Navidad y a través de las ventanas en medio de esa subida veía a la luna apremiarlo par que ascendiera mas rápido. El corazón latía en su interior como un tambor que sonara antes de un gran espectáculo en aquel sempiterno redoble que mantenía a lo largo de una vida cuando se trataba de ella. La distancia en ese gran castillo se le hizo eterna, al igual que el tiempo que no se contrajo sino que se expandió, ralentizando el momento de una forma tortuosa. Las brisas rozaban sus alas mientras las piernas empezaban a cansarse y la mente a perturbar con pensamientos de lo mas oscuros de derrota y cansancio, rendición e incluso muerte. Pero no. Esta vez no.
A su lado surgió la figura de una dama de gran belleza que le sonrió de la forma mas tranquilizadora del mundo. En esa carrera mantenía su ritmo y no había arrogancia ni burla por sus infaustos intentos que acelerar la carrera en su gesto teñido de digna, regia pero cálida bondad. Sencillamente dijo ´´te queda poco noble caballero de ardiente corazón´´. Con el corazón en un puño aquel caballero despidió a la Hija de la Luna, la pariente y sierva mas bella de todas no sin antes pedirle un regalo que pudiera impresionarla, pues ello buscaba. Causar una buena impresión y hacer que se acordara de ese día por mucho tiempo. El rayo de luna, con sus blancos ropajes, toda su elegancia y rectitud le dijo que mandaría a peinar con peine de plata pura su cabello cada noche a partir de ahora cuando ella durmiera. Con esa promesa y una sonrisa se marchó en la siguiente ventana regresando con su madre La luna. Pensó en su cabello, aquel tejido de los sueños que se enhebraba de la forma mas grácil cuando era ligeramente colocado por sus finas manos de hada, de ninfa, náyade, dríade. Cuanto gustaría de peinar él mismo su cabello con delicadeza mientras duerme entorpeciendo el trabajo de los peines de plata mas fina que la luna empleara en dar mas brillo del que ya tenía a su sedoso cabello. Contuvo un suspiro ante la escena que se recreaba en su mente. Su plácido rostro durmiente y ella entre sus brazos con una sonrisa, siendo protegida por dos mortales alas que podían pasar de la mas delicada pluma al mas fiero metal si algo la perturbaba para mal. Aprovechando la altura del techo de aquel lóbrego pasillo por el que se colaba otras hijas de la luna, extendió las alas y se puso a volar pero su vuelo no duró demasiado tiempo pues una figura se abalanzó sobre él, una entidad que resultaba seductora como el aroma de las flores mas aromáticas que siempre arrastraba. La Brisa, desnuda a sus ojos susurró con la mas aterciopelada voz acusaciones de infidelidad, de que siempre sería ella la que alzara sus alas, que nadie mas lo haría. Con su desnudez acarició el cuerpo cubierto de negros ropajes del caballero alado que se vio tentado, mas esta vez no sucumbió. Con sencillez le dijo a la Brisa ´´Lo siento pero brisas como tu hay muchas en verano y primavera. Musas como ella solo una en la vida´´. La brisa a pesar de la ofensa dejó una última caricia en su rostro antes de desaprecer y susurró a su oído ´´Cuando abras las alas se escuchará mi canción bajo la forma de su canción. Ese es mi regalo para ella de parte de esa rival derrotada que acepta perder´´. La curiosidad lo embargó.
Y pensó en su voz. La primera vez que había escuchado su voz había sido un momento inolvidable. Tenía la cadencia y armonía de las campanas que suenan cuando los ángeles recuperan sus alas. Como él las recuperó cuando ella le ayudó, aquella dama que había estado a su lado en lo bueno y lo malo para todo aquellos momentos en los que no se veía con fuerzas. Aquella voz le gustaba hechizaba, era tan dulce y a la vez firme y clara. Llenaba sus sentidos y los relajaba al igual que aquella cercanía que a pocas personas le permitía. No cercanía física sino cercanía espiritual. Era el oasis en el desierto, el silencio de la tregua en medio de esa guerra que es la vida, el ojo en medio del huracán. Y su risa. Oh deliciosa risa, que viajaba a través del tiempo y el espacio a sus oídos llenando su mente de luminosas escenas de esa dentadura blanca que era capaz de reflejar la luz en todos los colores del arco iris antes sus ojos de adorador de cada rasgo de ella. Podría decir mil cosas de su sonrisa. La escandalosa cadencia de esa risa era la primera en el mundo que no le molestaba, al contrario, la estaría escuchando por toda la eternidad. Ella era motivo de sus gracias y bromas solo por escuchar aquella risa deliciosa, señal de que algo en el mundo iba como debía de ir. Con una sonrisa en los labios el caballero esta vez sí tomó impulso y echó a volar. Fue mas rápido que nunca en su carrera aérea a través de aquel largo pasillo que de pronto se oscureció. La Noche había llenado el pasillo. Pero no cesó de volar a través de la oscuridad. Ciego y todo, nadie le haría retroceder con miedos y pesadillas.
Pero estas atacaron sin contemplaciones. por todos lados. Los miedos que estaban mas adentró de aquel ser abyecto desgarraron sus entrañas. Empezaron a susurrar sus desesperantes tonadillas y diatribas con el objetivo de desesperar su mente y desquiciar hasta los límites mas insospechados. Atacaron sus puntos mas débiles sistemáticamente. Con ira y rugidos de lobo, los ojos inyectados en la mas fiera rabia, se deshizo de unos cuantos atacantes pero fueron la Tristeza y la Melancolía mas fuertes y le arrancaron con extrema y lenta crueldad esas alas que le pertenecían. Un ser humano cualquiera se habría tirado desde la torre mas alta. Él hizo algo mas aguerrido. Miró a sus miedos a la cara con los ojos de ella en la mente y les hizo ver todo aquel que bien que día a día aquella mujer depositaba en su alma. Sin mas, conteniendo rabia y todo lo necesario se dio media vuelta no sin antes dedicarles una sonrisa y la visión completa de su espalda sangrante. Sin embargo, mientras recorría el pasillo dos figuras, la de un caballero de rubios cabellos y la de un hombre proveniente de las mas oscuras tinieblas lo interceptaron pero no interactuáron con él, le pasaron de largo mientras se desenfundaba una espada y se extendían dos alas negras como la misma noche. La batalla en el pasillo fue terrible pero esa es otra historia. Entonces apareció Gaia.
Vio a su mas fiel siervo y acogió su cuerpo con la espalda sangrante y desgarrada entre sus brazos. Cantó una canción de cuna en su oído. Una canción dulce como la miel y de extrema fluidez como los manantiales mas cristalinos y con la petición a todas las criaturas vivas curó sus heridas. Entonces, recuperando las fuerzas por la pérdida de sangre le habló de ella. De como ella era el movimiento de las mareas y los vientos, como era el latir de su corazón con cada día que pasaba. Le habló de sentimientos diversos sin tocar en ningún momento el del amor, el cual era un sentimiento y emoción demasiado pequeño. Se permitió el narcisismo de decir que con ella él iba mas allá del bien y del mal pero mantenía la humildad, que ella era el ente superior de sus pensamientos, de sus planes, de todo. La madre Gaia pensó y le preguntó una cosa. Su vástago le contesto con simpleza. Le dio unas nuevas alas y fortalecido momentos después echó a volar con la rapidez del rayo, luciendo dos bonitas alas. Totalmente diferentes a las anteriores con las que pidió encarecidamente a su mas fiel siervo que abrigara pues se merecía el abrigo de esas alas procedentes del seno de la misma tierra. No era la lava de los volcanes ni el marrón terroso de los suelos mas fértiles, sino algo mas bello. Mucho mas bello. Una esencia que se desprendía de la luz reflejada en uno de los materiales mas bello jamás vistos por el hombre y los ojos del propio universo se posaron en esas alas, regalo para una dama...
Los últimos metros fueron recorridos mientras la Noche, herida y rendida cubrió con el mas excelente traje negro a su ofendido, ganador de aquella batalla contra sus miedos como premio por tan ardua resistencia. La tela, de excelente factura, podría superar a cualquiera jamás habida y por haber en aquel mundo. Se acercó a la puerta de oro y apoyó las manos en ella. Recitó su nombre, el de la veleidosa mujer que había inspirado cada rosa azul en los últimos tiempos, que le había hecho fortalecerse mas que cualquier bastión inexpugnable. Esas puertas se abrieron suavemente, dejando salir el aroma de las rosas y el brillo de las cristaleras en el techo.Por el rabillo del ojo vio a una elegante figura de pálido rostro así como a su lado una bella mujer que portaba una bolsa llena de dulces. Temió por su vida solo un instante cuando se cruzó con la mirada de la pálida dama pero aquel día sería perfecto. Tomando una rosa azul entre sus manos formada a través de los pétalos que caían desde aquel techo bellamente acristalado la contempló dormir durante un buen rato. Miró su cabello que la luna peinaba con peine de plata. Vio aquel rostro en forma de corazón que le encantaba con esa frente tan besable como sus mejillas o su nariz y ya no se hable de su inalcanzable alma. Ella se merecía mas esas alas que él, humilde siervo pobre de bolsillo y proletario de corazón. Él solo había luchado. Ella había sobrevivido a cosas terribles. La admiración que sentía por ella y mil cosas mas bombeaban en forma de cálida sangre por su corazón, que ardía y se enfriaba por momentos cuando ella estaba cerca. Rememoró mil momentos, mil frases, pensó mil ideas mas para hacer perfecto ese momento. Sin que se le ocurriera nada sencillamente abrió las alas y aquella canción sonó. Mientras susurraba en su oído a la par que los pétalos de la rosa rozaban su mejilla:
Ambas imágenes (Creadas por la bella Trisha) me parecieron esplendidas y no me pude decidir... así que aquí ambas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario