Con la mofa y displicencia acompañando en armonía a su elegancia, una figura sombría, camina cerca de una ventana. Observa, quieto como una pequeña mancha de negro sobre negro en aquella noche oscura, el interior de una habitación llena de luz, huidiza al abrazo de la nocturna sábana de seda negra que envuelve los cielos por encima de su cabeza. Sus ojos, ignorantes de la ceguera sufrida por otros animales, escudriñan mirando cada detalle. Las ricas y valiosa vasijas o bien los tapices de gran coste, las altas estanterías repletas de saberes y fantásticos mundos. Las manillas de un reloj se mueven a su constante tic tac, anulando la posibilidad del silencio total en su menester por informar sobre el transcurso cronológico del día. Una gran alfombra da calor a los pies descalzos que en su momento pudieran pisar aquel suelo hecho del mas puro y valioso ébano, una madera noble y cara como otra cualquiera pero escogida a conciencia para poder serle útil a los escasos visitantes de aquel cuarto. Largo era el camino que a sus espaldas deja el felino invasor, el cual se ceñía a una mera observación. Se avecina una tormenta y lo cierto es que uno de los pequeño huecos de aquella alta torre no prometía mayor refugio. Sentado sobre las patas traseras, cola enroscada pero en ristre como arma presta al combate, se confió a la fortuna para que la entidad que habitara tan rico lugar se conmoviera con quien en su morada guarecimiento le diera.
El viento aumenta su velocidad y las nubes parecían arremeter con mas fuerza que nunca en aquel lugar tan lleno de paz habitualmente. El solitario caminante de la noche se dispuso a recibir todo el impacto del viento cuando la ventana, momentos antes frente a él y ahora a su espalda pues la cabeza tenía girada hacia el apocalíptico cielo, se abrió de golpe y una mano de cálida lo agarró con la ternura de aquellos que son acompañados en el tránsito de la vida a la muerte tras el cumplimiento de una infinidad de buenas obras. Ni resistencia se molestó en poner y ciertamente el regazo en el que se acomoda era de lo mas agradable. Pocas posibilidades tenía: la tormenta o la agradable desconocida que lo guía al interior de la estancia. Lejos, acompañante generosa y visitante nocturno de oscuro pelaje deja de lado aquella ventana mientras un sablazo de luz hendía la oscuridad por una mínima porción de lo que podría ser un apasionado o pasivo segundo. Ni un ruido se desprendía de cada paso dado sobre aquella gran alfombra procedente de algún país de Oriente. En ella está representadas algunas imágenes o escenas mostrando cacerías y batallas de alguna civilización perdida, castigada por Dios o por el diablo a una longeva y larga penitencia en el olvido a excepción de aquel manto, tejido exquisitamente y con gran detalle. No se hace de rogar la siguiente joya o exquisita pieza de arte en llamar la atención de aquel afortunado felino. Aquel breve vuelo entre esos brazos tan frágiles que acompañan a a una silueta esbelta toca a su fin cuando sus patas dan contra algo blando, mullido, lo que supone una excelente bienvenida a tierra firme. Unas palabras llegan a sus oídos pero no les hace mayor caso. Nadie le sugiere ni le da órdenes y poco le importa cuan afectados o alegres estén los demás. Sobre sus cuatro patas, el pequeño peregrino advierte el sustento del camastro que lo soporta. Unas finas lineas negras recorren el mar azul rey que suponen el color dominante de aquellas sábanas.
Como señor del lugar, su decisión lo lleva a caminar por ese pequeño cuadrángulo hasta que encuentra uno de los límites de aquella cama de lo mas apto para que el salto sea lo mas sigiloso posible. Sin pensarlo se dispone a explorar la estancia, amplia en toda virtud de bienes materiales pero también llena de algo que parece escaparse a su gran genio y su astucia. No es el aroma de pescado o comida lo que detecta pero ciertamente parece que está instalado como si fuera parte de aquel valioso mobiliario. Este ingrato y salvaguardado inquilino no se percata hasta que sus bigotes le avisan de la presencia de una segunda entidad a su espalda, por la cual comienzan a deslizarse unos dedos fríos. Parecen deleitarse sobremanera con aquel suave manto de oscuridad que cubre a un alma incomprendida por la sociedad y algunos vendedores de pescado. El gato contempla aquellos ojos llenos de poder. Sus grandes ojos amarillos parecen tratar de escudriñar aquello que late dentro de esos profundos orbes que se parecen a los suyos, no en color sino en misterio. En ambas expresiones ni un músculo se mueve, la seriedad se enfrenta a una sonrisa cargada de intenciones solamente conocidas por su portadora. El resto del cuerpo de aquella dama de elegante proceder no se mueve un milímetro y los dedos son lo único que parece señalar que lo que se encuentra tumbado en la cama no es una estatua de alguna deidad. Los instintos animales llevan a ese animal a proceder a un salto que le lleva al suelo de mármol blanco mas cuidadosamente escogido en el mundo. Sus patas ignoran ese detalle como es debido por aquellos que abrazan la forma de tales animales y dirigen a aquel ser tan curioso hacia un extraño y negro montículo, el cual salta agilmente no sin antes escuchar los constantes y profundos sonidos de respiración que emite. Su enorme y bella congénere alza ligeramente la cabeza y ambas miradas se encuentran, finalizando el contacto visual un sonido metálico y la visión de una dama, extrañamente cerca de la gran pantera, ambas irradiando aquella aura de poder que parecía ir mas allá de lo entendible por la mente de los simples humanos.Sin mas continuó caminando.
Las arenas del tiempo lo llevan de nuevo a pasear por entre grandes columnas dignas de sostener el templo de alguna antigua diosa dedicada a la colección de conocimientos de toda índole. Entre esas columnas se estuvo paseando hasta que una mesa llamó su atención proponiendo el reto de subirla sin causar el mas mínimo alboroto. Aquello hace y logra, encontrándose con dos ojos azules plagados de la mas pura e ignorada inocencia. El sobresalto plasmado en el rostro de aquella bella dama no es mas que otra prueba de la profunda concentración en la que se hallaba momentos antes. Con fascinación y el consentimiento de aquel improvisado señor tan afortunado y bien atendido, los delicados y cálidos dedos de la pequeña y joven dama se deslizan con inesperada gracia por aquel sombrío recubrimiento de corto y suave pelo. Una sonrisa blanca y luminosa cubrió aquel rostro angelical que parecía dispuesto a prestar ayuda a quien la necesitara en todo momento. Los ojos de la dama se desviaron de nuevo para poder continuar la lectura pero una improvisada y molestar zarpa se interpone entre la historia de una región perdida de algún mundo imposible de concebir en maravillas y su lectora. Lejos de todo enfado, dos manos y una sonrisa tomaron el cuerpo del gato junto a sus maullidos de exigencia y molestia para que reposara en un refugio que parecía seguro aunque no por mucho tiempo. Cuando ya había dilucidado que tal exquisito lugar era el primero que había visitado sus patas nada mas ser rescatado de la tormento que en aquel momento arreciaba, fue depositado de nuevo en la cama u no tarda en advertir la presencia de una figura tumbada.
Lamento de una sonrisa que agonizaba, una triste mujer estaba en ese momento ocupando uno de los laterales de la cama. Aquel gato recuperó el ápice de humanidad que había perdido en el largo camino hasta llegar ahí. Los mas elegantes movimientos lo acercan hasta donde el rostro armoniosamente tallado de aquella deidad caída del cielo, el cual reposa sin ánimo de descanso, incluso con algo de temor, sobre la almohada, que es a su vez un paño de lágrimas y un confesor de angustias y temores. Resuelto en su camino, sus patas lo posan con toda seguridad y confianza sobre el pecho de aquella criatura triste que debía de sonreír para mantener al mundo con la luz necesaria, algo que aquel indiferente y displicente señor de la noche conocía y luchaba por ello. Los delicados dedos, de gran calidez y excelentes maneras y procederes se deslizan lentamente por aquel abrigo que aquella noche se está ganando la fortuna merecida de toda una lluvia ininterrumpida de caricias y agasajos a su particular y noble presencia. Dejando a un lado toda superioridad que resulte molesta a propios y extraños aquel gato se deja acariciar suavemente, con delicadeza. Ella es una especie de oasis de tranquilidad en medio de la calma que a su vez se encuentra en medio de una tormenta. Sus ojos permanecen tristes. Quizás pensativos y eso molesta al afán de protagonismo de aquel oscuro caballero de cuatro patas y bigotes que hace valer su presencia mediante un maullido. Ella susurra unas palabras teñidas en tristeza y preocupación. Unas palabras negras que llevarían a locura y tristeza a muchos honrados caballeros que darían la vida por salvarla o se hundirían en el intento. Él, por supuesto iba mas allá de todos esos sencillos humanos. Confiado a lograr sus propósitos, un ligero ronroneo penetra en aquellas orejas decoradas con extrañas piezas de metal y el sueño poco a poco se comienza a apoderar de ella, de esa bella dama a los ojos de los humanos y una fascinante acariciadora para ese tenebroso peregrino de orejas y ojos muy agudos.
Al amparo de una noche filosa en su violencia. acerada en su frío y temible en su desenlace para que el que no se encuentre refugiado, la calma poco a poco se establece entre las nubes, los cielos dejan de llorar la tristeza de aquella excelsa criatura que puede mover mundos enteros de emociones con un solo gesto y motivas suspiros de los mismos bosques de Gaia. Las nubes, esas flotantes bailarinas de los cielos poco a poco iban dejando paso a las estrellas y la Luna que se cierne sobre aquella torre del castillo con sus rayos de plata. Los que la dama durmiente ignora es que aquella luz extraña y fría desgarra la ocultación de una presencia que poco a poco toma la forma de un cuerpo dejando atrás de un pelaje negro para revelar a un sencillo hombre dotado de lo que algunos nombran por gran genio e imaginación y otros sencillamente ignoran o desconocen por querencia del mencionado. Unos pálidos dedos armados con una rosa azul firme pero flexiblemente agarrada pasea sus pétalos por un bello rostro moreno que reposa cerca del suyo. Tumbándose a su lado y envolviéndola en un gesto y abrazo protector, el antes gato y ahora y ahora protector nocturno susurra en su oído palabras desde un corazón que arde con el fuego de la pasión, crece con la fuerza de la verde y frondosa Gaiay se encuentra en perlada paz cuando ella se encuentra cerca.
Como señor del lugar, su decisión lo lleva a caminar por ese pequeño cuadrángulo hasta que encuentra uno de los límites de aquella cama de lo mas apto para que el salto sea lo mas sigiloso posible. Sin pensarlo se dispone a explorar la estancia, amplia en toda virtud de bienes materiales pero también llena de algo que parece escaparse a su gran genio y su astucia. No es el aroma de pescado o comida lo que detecta pero ciertamente parece que está instalado como si fuera parte de aquel valioso mobiliario. Este ingrato y salvaguardado inquilino no se percata hasta que sus bigotes le avisan de la presencia de una segunda entidad a su espalda, por la cual comienzan a deslizarse unos dedos fríos. Parecen deleitarse sobremanera con aquel suave manto de oscuridad que cubre a un alma incomprendida por la sociedad y algunos vendedores de pescado. El gato contempla aquellos ojos llenos de poder. Sus grandes ojos amarillos parecen tratar de escudriñar aquello que late dentro de esos profundos orbes que se parecen a los suyos, no en color sino en misterio. En ambas expresiones ni un músculo se mueve, la seriedad se enfrenta a una sonrisa cargada de intenciones solamente conocidas por su portadora. El resto del cuerpo de aquella dama de elegante proceder no se mueve un milímetro y los dedos son lo único que parece señalar que lo que se encuentra tumbado en la cama no es una estatua de alguna deidad. Los instintos animales llevan a ese animal a proceder a un salto que le lleva al suelo de mármol blanco mas cuidadosamente escogido en el mundo. Sus patas ignoran ese detalle como es debido por aquellos que abrazan la forma de tales animales y dirigen a aquel ser tan curioso hacia un extraño y negro montículo, el cual salta agilmente no sin antes escuchar los constantes y profundos sonidos de respiración que emite. Su enorme y bella congénere alza ligeramente la cabeza y ambas miradas se encuentran, finalizando el contacto visual un sonido metálico y la visión de una dama, extrañamente cerca de la gran pantera, ambas irradiando aquella aura de poder que parecía ir mas allá de lo entendible por la mente de los simples humanos.Sin mas continuó caminando.
Las arenas del tiempo lo llevan de nuevo a pasear por entre grandes columnas dignas de sostener el templo de alguna antigua diosa dedicada a la colección de conocimientos de toda índole. Entre esas columnas se estuvo paseando hasta que una mesa llamó su atención proponiendo el reto de subirla sin causar el mas mínimo alboroto. Aquello hace y logra, encontrándose con dos ojos azules plagados de la mas pura e ignorada inocencia. El sobresalto plasmado en el rostro de aquella bella dama no es mas que otra prueba de la profunda concentración en la que se hallaba momentos antes. Con fascinación y el consentimiento de aquel improvisado señor tan afortunado y bien atendido, los delicados y cálidos dedos de la pequeña y joven dama se deslizan con inesperada gracia por aquel sombrío recubrimiento de corto y suave pelo. Una sonrisa blanca y luminosa cubrió aquel rostro angelical que parecía dispuesto a prestar ayuda a quien la necesitara en todo momento. Los ojos de la dama se desviaron de nuevo para poder continuar la lectura pero una improvisada y molestar zarpa se interpone entre la historia de una región perdida de algún mundo imposible de concebir en maravillas y su lectora. Lejos de todo enfado, dos manos y una sonrisa tomaron el cuerpo del gato junto a sus maullidos de exigencia y molestia para que reposara en un refugio que parecía seguro aunque no por mucho tiempo. Cuando ya había dilucidado que tal exquisito lugar era el primero que había visitado sus patas nada mas ser rescatado de la tormento que en aquel momento arreciaba, fue depositado de nuevo en la cama u no tarda en advertir la presencia de una figura tumbada.
Lamento de una sonrisa que agonizaba, una triste mujer estaba en ese momento ocupando uno de los laterales de la cama. Aquel gato recuperó el ápice de humanidad que había perdido en el largo camino hasta llegar ahí. Los mas elegantes movimientos lo acercan hasta donde el rostro armoniosamente tallado de aquella deidad caída del cielo, el cual reposa sin ánimo de descanso, incluso con algo de temor, sobre la almohada, que es a su vez un paño de lágrimas y un confesor de angustias y temores. Resuelto en su camino, sus patas lo posan con toda seguridad y confianza sobre el pecho de aquella criatura triste que debía de sonreír para mantener al mundo con la luz necesaria, algo que aquel indiferente y displicente señor de la noche conocía y luchaba por ello. Los delicados dedos, de gran calidez y excelentes maneras y procederes se deslizan lentamente por aquel abrigo que aquella noche se está ganando la fortuna merecida de toda una lluvia ininterrumpida de caricias y agasajos a su particular y noble presencia. Dejando a un lado toda superioridad que resulte molesta a propios y extraños aquel gato se deja acariciar suavemente, con delicadeza. Ella es una especie de oasis de tranquilidad en medio de la calma que a su vez se encuentra en medio de una tormenta. Sus ojos permanecen tristes. Quizás pensativos y eso molesta al afán de protagonismo de aquel oscuro caballero de cuatro patas y bigotes que hace valer su presencia mediante un maullido. Ella susurra unas palabras teñidas en tristeza y preocupación. Unas palabras negras que llevarían a locura y tristeza a muchos honrados caballeros que darían la vida por salvarla o se hundirían en el intento. Él, por supuesto iba mas allá de todos esos sencillos humanos. Confiado a lograr sus propósitos, un ligero ronroneo penetra en aquellas orejas decoradas con extrañas piezas de metal y el sueño poco a poco se comienza a apoderar de ella, de esa bella dama a los ojos de los humanos y una fascinante acariciadora para ese tenebroso peregrino de orejas y ojos muy agudos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario