Por una suave ladera desfilaban unos dedos pálidos que lentamente ascendían por aquel sinuoso camino de piel tan exquisita. Al frente se podía apreciar perfectamente un bello amanecer. Aquellas caderas y el hombro de esa mujer se movieron ligeramente como advirtiendo la presencia de una sosegada pincelada que se extendía por su cuerpo de divina criatura creada a partir de luz y perfección con una pizca de humanidad para darle mas emoción a su existencia y proceder. Las luces de la mañana arrancaban destellos en todos los rincones de aquella habitación bellamente decorada. Los cuadros y los libros se encontraban en sus respectivas paredes y estantes. Las mil batallas y aventuras, las cientos de formas de curar una cosa o coser otra (a excepción de quizás un corazón roto) o todas las plantas existentes en una región perdida de nombre solo mencionado en esos manuscritos estaban siendo testigos junto a ese hombre tan afortunado del despertar de esa belleza de grandes ojos y suave piel, la cual aquellos pálidos pinceles acariciaban poco a poco. Aquella mano poco a poco se fue deslizando a un vientre plano y descendió poco a poco, acentuándose así la sonrisa de esa dama de gran elegancia a la que deseaba con todo su cuerpo y pasión. El recuerdo de aquellas caderas lo hizo estremecer cuando rememoraban el movimiento tan sutil con el que deleitaba en danza de fuego a esa preciosa criatura divina.
Unos labios no muy tiernos y quizás algo torpes que solamente se volvían expertos cuando se trataba de su piel se posaron como un ave cansada en busca de reposo en aquel hombro descubierto y acariciando por la brisa que entraba de los grandes ventanales que tenían al frente. El sol comenzaba a asomar mientras las pieles se pegaban un poco mas. aquella mano que se encontraba en tan bello campo de entrenamiento para una lengua ávida de esencias y sabores varios procedentes de aquel cuerpo presionó mas la piel morena invitando a un acercamiento que aproximara mas los cuerpos. Las pieles poco a poco se fueron rozando mientras aquellos labios, ya descansados se hicieron ese habitual camino por un fino y elegante cuello, despertando a aquella piel cuya dueña tanto anhelaba en momentos de noche con luna eterna como la pasada hacía unos escasos minutos antes de la salida del astro rey. No supieron aquellos labios impregnar de mas ternura y adoración cada beso que daban. Cada roce era un tributo de ese fiel siervo que conducía aquellas aves bastante escuálidas por esa pequeña pero tentadora extensión. Como recompensa aquella piel se erizó de forma sutil y una fina y delicada mano se aproximó a aquella que invitaba al resto del cuerpo a acercarse, entrelazándose ambas en un gesto de comunión, de entendimiento, apoyo y confianza. Un lobo soltaba el último aullido de aquella noche que ya moría para irse con su manaba en el justo momento en el que dos ojos llenos de una adoración inhumana o quizás por ser adoración demasiado humana recorrían aquel perfil que le presentaba ella junto al resto del cuerpo.
A sus ojos de hombre ciego y sencillo era la visión mas bella del mundo. Su cabello, envolvente manto de noche, se encontraba disperso en múltiples direcciones cubriendo porciones de aquel ídolo de placer y bella emociones y sentimientos. Un busto firme y muy bien dispuesto a caricias y otros tributos en medio de aquella noche que ya había finalizado era cubierto por aquel velo de nocturnidad, esa seda que se rompía en miles y miles de hebras exquisitas y brillantes. A ello le seguía su vientre que en esos momentos se encontraba acompañado de aquellas manos entrelazadas y las cuales no parecía que se fueran a separar por nada del mundo ya que se debían mutua compañía tras mucho tiempo separadas. Seguidamente venían aquellas piernas dotadas para un bello baile que mantener y al cual le seguiría otro y otro. Los movimientos sutiles en cada paso o bien la mas fiera rapidez estaban mas que absorbidas por aquellas piernas que a veces con pasos insinuantes acercaban al resto de aquella criatura cerca, muy cerca de él y lo hacían poner nervioso. Y sus pies eran la base de aquella deidad que debían de hacer crecer senderos de luz por donde quiera que pasaran pero quizás por capricho o casualidad tal efecto no era posible aun a pesar de toda la divinidad que a ojos de ese hombre ciego parecía irradiar la elegante dama. Por la retaguardia se destacaba una espalda elegante, perfecta para esos vestidos que insinuaban pero no enseñaban, la cual encantaría de masajear una y otra vez o de acariciar con mucha suavidad con manos y labios. Sus hombros también muy elegantes y llenos de gracia estaban perfectamente creados para poder sujetar las prendas mas elegantes del mundo ya fueran sedas o terciopelos aunque nada le sentaba mejor como verse descubiertos aquellos hombros por parte de esas sábanas de satén azul tan frío pero que motivaba al roce y al cariño entre aquellos seres únicos.
A sus ojos de poeta veía la representación de un ser casi perfecto, de una poesía hecha carne y hueso con la que mezclar una esencia junto a otra. Veía pétalos en toda la extensión de su cuerpo que debían de ser llenos en su entregada medida de tributos en forma de labios de amante y suspiros de enamorado. Su piel era toda una Rosa Morena que trataba en todo momento con máxima delicadeza en cada gesto que ejecutaba, en cada roce. Aquellos labios eran otros dos pétalos que se separaban para desvelar el tesoro incalculable de su sonrisa. El sol en ese momento los acariciaba con la misma ternura con que los labios de aquel afortunado se pasaban por su hombro ascendían por aquel cuello tan elegante capaz de lucir en todo su esplendor las joyas mas variadas y merecidas a esa mujer, a la dueña de aquel lugar creado para ella, ese rincón de intimidad y secretos como el que les unía a ambos. Las manos entrelazadas fueron ascendiendo hasta la zona de ese palpitante corazón el cual expedía la música mas maravillosa junto a su respiración y el sonido de su risa. Porque ella era divina elegancia en cada gesto, era brisa en cada respiración, una melodía que estaba en constante movimiento, un manantial de emociones cuando la miraba a los ojos y la mas compleja y fascinante construcción dedicaba al placer cuando se unían el uno al otro. Ella era luz y sonrisas, era lo que él hacía mucho que dejó de ser y que con ella cerca se atrevía a resucitar. Podía crear a partir de la visión de aquel cuerpo expuesto en todos los sentidos de la palabra un mundo lleno de sensaciones, emociones y sentimientos que convergían en un abanico de color. De un color muy suave y fino, elegante a la par que deseado por aquellos ojos. Sus ojos de poeta veían a aquellas poesía con forma humana sonreír en ese momento y el corazón desplegaba sus alas para poder volar a lo mas alto en una danza eterna junto a aquella demostración de magia en el mundo hecha persona.
Aquella blanca sonrisa se extendió un poco mas cuando unos labios presentados en pocas ocasiones ante la gloria de aquellos tan tiernos y dulces como eran los de ella poco a poco se acercaron por la elegante linea de su mandíbula recorriendo esta con mimo y mucho deseo de fundamentar los preceptos por los que esa sonrisa saliera cada mañana y se ocultara solamente al anochecer, cuando se envolviera en sueños bellos donde continuar aquel bello y apasionado encuentro donde lo habían dejado tras una explosión de placer indescriptible. Cada gesto era bañado por una delicada muestra de un alma que estaba profundamente arraigada en una gran parte de si misma a aquella mujer que le prestaba tantas bellas razones por las que sonreír. Se sintió encantado de ver como aquel rostro giraba y mostraba su expresión de tranquila felicidad mezclado con un nerviosismo incipiente. Aquel terso y tierno rostro mostraba esos ojos en los que veía tantas cosas y que expresaban muchas otras sensaciones que aquel corazón emulaba de forma constante, el cual se dejaba llevar tantas veces por la música o la imagen misma a interpretar. Veía un universo entero en aquella mirada que podía fundir la alegría y la esperanza en un sentimiento aun mas intenso que la luz de un sol que se encontrara en plena flor de la vida. Las miradas se encontraron. Las ternuras y los afectos se abrazaron en ese mismo río de bellas sensaciones que él trataba de transmitirle no con palabras sino con gestos a aquel y excelente motivo para vivir. la frente de él, que se había incorporado levemente y se inclinaba sobre ella, se posó sobre la frente de ella,. Una pequeña sonrisa aun mas alegre asomó cuando las miradas de nuevo coincidieron y los finos dedos de una mano mas libre que su hermana aprisionada por los blancos y cálidos dedos de ese caballero se dirigieron a aquel rostro castigado por las malas experiencias para acariciarlo suavemente. Lo que ya no era un rostro de piedra giró levemente para besar esa palma que horas antes se había entregado a acariciar el resto de su piel. Su sonrojo fue suficiente recompensa para esa acción tan cariñosa.
Sonrieron al unísono en tanto que los alientos comenzaban a unirse en un baile invisible por la cercanía de las bocas. Dos corazones comenzaron a palpitar mas fuerte y los ojos se cerraron en un cálido beso de labios y almas que se encontraban de nuevo tras aquel inciso onírico. Los labios en sus gestos mas tiernos se demostraban cariño y pasión, sentimientos que se liberaban en exhibiciones y pequeños roces de las cárceles de aquellas almas que se encontraban, de esos corazones fogoso y apasionado el de él. experimentado y profundamente misterioso o cauteloso el de ella. Toda esa magnífica obra de arte hecha mujer se giró levemente para poder presentar una mayor comodidad a esos labios que la adoraban en secreto con poesía cuando ella dormía profundamente. Poesía que quizás no fuera escuchada mas que por aquellos oídos que seguramente poseerían una gran agudeza. Las manos enlazadas se fueron separando periódicamente para que una pálida pero dulce mano se deslizara al vientre de nuevo y se acomodara en su cintura rodeándola poco a poco para acercarla mas. Sus cuerpos se pegaron completamente y las formas de ella lo hicieron poco a poco envolver en una neblina de pensamientos. Las lenguas se fueron presentando en fiera batalla la una a la otra pero a la vez se acariciaban, se daban mutua compañía en aquel momento de apasionada entrega a los sentidos. Otra mano se acercó a aquel rostro tan poco agraciado para tomarlo entre dos de aquellas perfectas bailarinas de cinco dedos, pegando aquellas bocas ávidas de alientos un poco mas. La seducción se hizo presente en la forma de las caricias, de los susurros íntimos dichos en el momento de tomar un poco de aire y no separar apenas los labios de sus compañeros. Una sonrisa contra esos labios tan apetecibles y cálidos.
Un suspiro salió de los labios de uno para perderse en la boca de otro. Los roces fueron realzando la belleza de su acompañante, la cual se encontraba realmente bella con las luces de aquella soleada mañana. El beso se hizo profundo, cada vez mas intenso, afín. Las manos rozaban, pintaban en aquella piel pálida y morena y los labios se desviaron a un destino igual de bueno. El cuello de aquella dama fue explorado a conciencia con besos que poco a poco se iban apasionando mucho mas. Un ligero arqueamiento contribuyó al aumento de la temperatura en ese preciso instante pues aquellas formas de náyade se hicieron mucho mas palpables, mas notorias para el torso de aquel sirviente a los pies de esa lumínica entidad. Las manos la deseaban acariciar hasta lo mas secreto que ella ofreciera en medio de esa danza de cuerpos y de almas que entraban en comunión con el universo, el cual comenzaba a girar a su alrededor, contemplando las nubes y árboles, estrellas y planetas aquel sensual proceder de los cuerpos, de las mentes que tan bien parecían atenderse y se destinaban alentadora, sugerentes palabras y muestras de deseo. Los labios incansables en aquel cuello pasaron a ese otro lado oculto por el negro cabello que fue apartado con la máxima delicadeza sin parar de susurrar palabras fabricadas desde el corazón y botadas al mundo a través de la lengua, los labios y los dientes que lamían, besaban y mordían con extrema delicadeza y dedicación. Un sonido mucho mas significativo salió de aquellos labios y de nuevo las bocas se unieron en un profundo beso, voraz e incansable. Las manos de ella exploraban su cuerpo poco a poco, en cada rincón y delineaban la parte de los costados y la columna de forma lenta, haciéndose desear.
Leves caricias se prodigaban los amantes y miradas que denotaban nerviosismo, el cual fue prontamente desterrado por una pasión intensa con filigranas de ternura al unirse con cariño, confianza, afinidad, los cuerpos, dejando paso libre a las almas para entremezclarse en una tormenta de emociones arrolladoras. Los profundos besos se interrumpían por expresiones de placer, por algún susurro anhelante de lo que suponía sentir de nuevo aquello, como si una eternidad hubiera pasado desde aquel último encuentro entre ellos dos. Las manos de él prodigaban pinceladas arriba y abajo de unos límites que casi no parecían reales. Ella deslizaba sus manos, finas finas y muy delicadas por la espalda y el cabello de él, prodigando ternura y deseo de que no se detuviera en sus tributos a aquel cuerpo de Musa que era imposible de inventar, de imaginar o de igualar, que guardaba una perfección ante los ojos de aquel caballero que ni él mismo nunca llegaría a entender. Los movimientos eran una especial atención en aquella danza, en la eternidad de unos pasos hechos son piernas o en toda su verticalidad que prevalecerían mas allá de cualquier otra corriente musical. Una mano pícara se acercó a uno de esos senos y lo masajeó lentamente, con mucha suavidad. Esa mano fue tapada por otra mano de acaramelada piel morena que exhortaba a no cejar en aquellos estímulos que ayudaban a aumentar la entrega del uno hacia el otro.
Aquel baile, aquella entrega aumentaba su ritmo progresivamente, encarcelando a la razón y liberando a todo lo que demás que diera rienda suelta a las sensaciones mas atávicas del ser humano y de aquellos seres que estaban yaciendo en armonía, entregándose, mirándose, acariciándose. Los las esencias primarias se entremezclaban por el continuo esfuerzo y el deleite de prodigarse tales estímulos mutuamente. Cada nota se convertía en otra nueva idea, en otro aliciente para deleitarse con la suave piel y los detalles de aquella anatomía contraria en la que se expandían y se centraban los sentidos. Las bocas se incitaban a devorarse con toda la pasión del mundo en el que vivían y el momento que experimentaban. Se provocaban para incendiar en deseo la piel del rival en aquella batalla de dos bandos que ganarían. Las manos tocaban el cuerpo, lo palpaban y sentían extasiados por el placer que envolvía a sus dueños, que llenaba cada célula de una energía nueva, de una felicidad que parecía acumularse a cada grano de arena que se dejara caer en el fondo del reloj. Una luz brillaba en las miradas de ambos, un aviso de la cercanía de un bello momento que los uniría mucho mas.
No hubo un grito desgarrador, aullido o rugido alguno que indicara el final de aquella danza de entrega. Solamente un pequeño instante donde el tiempo fue frenado en seco, donde se ascendió a los cielos mas brillantes y llenos de gloria en la compañía de aquella dama a la que miraba cada noche dormir totalmente embelesado de su belleza, hipnotizado de su mirada y por la que daría la vida si era necesario. En el lugar íntimo que ambos cohabitaban, estos se miraron a los ojos un instante y las sonrisas se hicieron mas notorias, mas grandes, mas expresivas de una maravillosa realidad cuando las respiraciones se hubieron calmado y los corazones latían con mas tranquilidad, en una excelente compenetración, signo todo aquello que la unión tan especial que habían llevado a cabo. Aquella mirada tierna de esos ojos tan brillantes no se separaba de una anhelante y entregada, acariciadora mirada que no era si no una demostración mas de aquello que latía en su interior. Él se aproximo y sonrió contra aquellos labios antes de dejar un lento y suave beso, de acostarse a su lado y mirarla hasta que el sueño o el hambre de un poco mas de latidos ajenos les invadiera.
En armonia el uno con el otro se abrazaron al albor de aquel maravilloso amanecer.
Un suspiro salió de los labios de uno para perderse en la boca de otro. Los roces fueron realzando la belleza de su acompañante, la cual se encontraba realmente bella con las luces de aquella soleada mañana. El beso se hizo profundo, cada vez mas intenso, afín. Las manos rozaban, pintaban en aquella piel pálida y morena y los labios se desviaron a un destino igual de bueno. El cuello de aquella dama fue explorado a conciencia con besos que poco a poco se iban apasionando mucho mas. Un ligero arqueamiento contribuyó al aumento de la temperatura en ese preciso instante pues aquellas formas de náyade se hicieron mucho mas palpables, mas notorias para el torso de aquel sirviente a los pies de esa lumínica entidad. Las manos la deseaban acariciar hasta lo mas secreto que ella ofreciera en medio de esa danza de cuerpos y de almas que entraban en comunión con el universo, el cual comenzaba a girar a su alrededor, contemplando las nubes y árboles, estrellas y planetas aquel sensual proceder de los cuerpos, de las mentes que tan bien parecían atenderse y se destinaban alentadora, sugerentes palabras y muestras de deseo. Los labios incansables en aquel cuello pasaron a ese otro lado oculto por el negro cabello que fue apartado con la máxima delicadeza sin parar de susurrar palabras fabricadas desde el corazón y botadas al mundo a través de la lengua, los labios y los dientes que lamían, besaban y mordían con extrema delicadeza y dedicación. Un sonido mucho mas significativo salió de aquellos labios y de nuevo las bocas se unieron en un profundo beso, voraz e incansable. Las manos de ella exploraban su cuerpo poco a poco, en cada rincón y delineaban la parte de los costados y la columna de forma lenta, haciéndose desear.
Leves caricias se prodigaban los amantes y miradas que denotaban nerviosismo, el cual fue prontamente desterrado por una pasión intensa con filigranas de ternura al unirse con cariño, confianza, afinidad, los cuerpos, dejando paso libre a las almas para entremezclarse en una tormenta de emociones arrolladoras. Los profundos besos se interrumpían por expresiones de placer, por algún susurro anhelante de lo que suponía sentir de nuevo aquello, como si una eternidad hubiera pasado desde aquel último encuentro entre ellos dos. Las manos de él prodigaban pinceladas arriba y abajo de unos límites que casi no parecían reales. Ella deslizaba sus manos, finas finas y muy delicadas por la espalda y el cabello de él, prodigando ternura y deseo de que no se detuviera en sus tributos a aquel cuerpo de Musa que era imposible de inventar, de imaginar o de igualar, que guardaba una perfección ante los ojos de aquel caballero que ni él mismo nunca llegaría a entender. Los movimientos eran una especial atención en aquella danza, en la eternidad de unos pasos hechos son piernas o en toda su verticalidad que prevalecerían mas allá de cualquier otra corriente musical. Una mano pícara se acercó a uno de esos senos y lo masajeó lentamente, con mucha suavidad. Esa mano fue tapada por otra mano de acaramelada piel morena que exhortaba a no cejar en aquellos estímulos que ayudaban a aumentar la entrega del uno hacia el otro.
Aquel baile, aquella entrega aumentaba su ritmo progresivamente, encarcelando a la razón y liberando a todo lo que demás que diera rienda suelta a las sensaciones mas atávicas del ser humano y de aquellos seres que estaban yaciendo en armonía, entregándose, mirándose, acariciándose. Los las esencias primarias se entremezclaban por el continuo esfuerzo y el deleite de prodigarse tales estímulos mutuamente. Cada nota se convertía en otra nueva idea, en otro aliciente para deleitarse con la suave piel y los detalles de aquella anatomía contraria en la que se expandían y se centraban los sentidos. Las bocas se incitaban a devorarse con toda la pasión del mundo en el que vivían y el momento que experimentaban. Se provocaban para incendiar en deseo la piel del rival en aquella batalla de dos bandos que ganarían. Las manos tocaban el cuerpo, lo palpaban y sentían extasiados por el placer que envolvía a sus dueños, que llenaba cada célula de una energía nueva, de una felicidad que parecía acumularse a cada grano de arena que se dejara caer en el fondo del reloj. Una luz brillaba en las miradas de ambos, un aviso de la cercanía de un bello momento que los uniría mucho mas.
No hubo un grito desgarrador, aullido o rugido alguno que indicara el final de aquella danza de entrega. Solamente un pequeño instante donde el tiempo fue frenado en seco, donde se ascendió a los cielos mas brillantes y llenos de gloria en la compañía de aquella dama a la que miraba cada noche dormir totalmente embelesado de su belleza, hipnotizado de su mirada y por la que daría la vida si era necesario. En el lugar íntimo que ambos cohabitaban, estos se miraron a los ojos un instante y las sonrisas se hicieron mas notorias, mas grandes, mas expresivas de una maravillosa realidad cuando las respiraciones se hubieron calmado y los corazones latían con mas tranquilidad, en una excelente compenetración, signo todo aquello que la unión tan especial que habían llevado a cabo. Aquella mirada tierna de esos ojos tan brillantes no se separaba de una anhelante y entregada, acariciadora mirada que no era si no una demostración mas de aquello que latía en su interior. Él se aproximo y sonrió contra aquellos labios antes de dejar un lento y suave beso, de acostarse a su lado y mirarla hasta que el sueño o el hambre de un poco mas de latidos ajenos les invadiera.
En armonia el uno con el otro se abrazaron al albor de aquel maravilloso amanecer.
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