domingo, 30 de octubre de 2011
Noche trágica
Las filas estaban cerradas y perfectamente colocadas, los años de entrenamiento habían servido para algo y por ellos el instructor daría la vida así como ellos la vida por el instructor. Ese hombre que los había entrenado estaba en un lateral de la primera linea de fuego, perfectamente visible, al igual que el resto de sus hombres, todos ellos a su izquierda. Se sienten confiados porque son campesinos el enemigo al que nos enfrentamos, pensó el capitán, no saben de lo que es capaz una turba enfurecida con hachas, hoces y miles de aparejos de campo cuya función desconozco. Su cara estaba tensa pero la noche le ocultaba un poco los rasgos y la estricta orden de mirar siempre para delante le daría ventaja a la hora de ocultar su temor. Eran buenos chicos los que estaban a su servicio y sería ideal que pasaran su vida de taberna en taberna después de los entrenamientos o con sus familia, pero los tiempos que corrían no permitían eso ya que al que no sabía ocultar su rango y caía en malas manos podía terminar degollado ´´en pro de la revolución´´. El motivo de tal agitación se encontraba a sus espaldas.
Se dio el lujo de una mirada ya que el como rango mas alto ahí presente podía permitirse esas libertades. A las espaldas de todos esos jóvenes soldados confiados en la fuerza de sus fusiles y lo afilado de sus bayonetas, se encontraba una gran casa, de las mas grandes que el capitán había visto en su vida. Aún se podía ver los reflejos de las velas, de la cientos o miles de velas que estaban destinadas a iluminar la fiesta que en su interior se estaba celebrando. Alguna ostentorea risa femenina salía de entre los ventanales que se abrían y cerraban para que la seguridad interior intercambiara alguna instrucción rápida con el exterior. Tras pensar un poco hizo avanzar a la linea unos cuantos pasos, previo aviso al coronel. Este dio su consentimiento y avanzaron hasta los límites de los jardines, tan grandes como cinco granjas de campesinos grandes. Tanto terreno malgastado en flores cuando el pueblo pasa hambre, pensó, y yo defendiéndolos. Pero sabía en toda su totalidad cual era el problema principal de todo aquello.
Al momento un grito sonó a lo lejos y muchas voces que se fueron alzando poco a poco. La tensión se apoderó de los cuerpos de los jóvenes combatientes. Miles de voces parecían, el capitán esperaba estar equivocado. Miró a un par de sargentos que estaban en las cercanías. Estaban pálidos como la cera aunque tenía por seguro que mantendrían su puesto hasta el final, así les fuera la vida en ello. El coro de voces fue aumentando y todo indicaba, en derivación a como crecía en fuerza ese canto a la libertad del pueblo, que la muchedumbre se dirigía hacia ellos. Un grito de orden llevo a la primera fila a hincar una rodilla en tierra. A pesar de lo fría que estaba la noche, una gota de sudor corría por su mejilla y otra por su frente. Tengo amigos que son del vulgo, me relaciono muchas veces con esos padres que están pendientes de que un pez caiga en las redes para alimentar a sus hijos, pensó temeroso el capitán, dios me libre de ver algún rostro conocido. Una rápida mirada tranquilizó su alma de soldado al ver que cada hombre estaba dispuesto, que ningún cañón de fusilero estaba temblando de miedo ante lo que se iban a encontrar. Estaban bien entrenados y estaba orgulloso de ellos y de sí mismo.
-Recordad todo lo que habéis aprendido, se os ha dado un arma e instrucciones, sabéis seguir esas instrucciones y sabéis usar ese fusil que tenéis en vuestras manos. habéis disparado ese fusil que ya es como parte de vuestro cuerpo y está unido a vuestra alma. No confiéis ciegamente en el fusil confiad en vuestros instintos y criterios. Estamos aquí por órdenes de alguien superior a mi, si por este pobre capitán fuera, estaríamos todos aprovechándonos de las damas presentes con alguna sonrisa para disfrutar de un buen banquete de comida y de carne. Tengo hambre y de seguro ustedes también pero pronto todo terminará. - El silencio se hizo cuando asomaron los primeros rostros
Esos rostros doblaron la esquina de la calle que tenían a sus pies y parecían una analogía de el propio grupo del capitán, armados con picas algunos, otros con azadas pero la gran mayoría con armas de fuego, ya fuera cañón corto o largo. El capitán no cabía en si de la sorpresa. Los campesinos iban ahora gritando de forma caótica, para que los improperios contra el poder llegaran a los oídos de las damas y caballeros que residían en esa casa que debían de proteger a toda costa. No quería pensarlo pero cada vez era mas patente que eso iba a ser una masacre en cuando se disparara el primer tiro, ya fuera por parte de ellos mismos o de los otros. Una señal hizo que los rifles de sus soldados apuntaran a la turba enfurecida con el aumento de los impuestos y con la escasez de comida. Tomó aire lentamente y lo soltó con fuerza antes de dar la primera orden de disparar cuando vio que la gente se lanzaba salvajemente contra sus hombres. Lo que no se esperó fue la explosión que le dio de lleno casi en la cara y lo dejó inconsciente.
Un pitido le sacudía los oídos de una forma cruel y la vista la tenia nublada, pero no sentía el duro pavimento de la carretera que salía de la mansión, sino un mullido lecho de plumas. Algo desconcertado sacudió la cabeza pero eso fue peor y un quejido de dolor se extendió a través de sus labios por toda la habitación ricamente decorada que él aún no podía percibir en toda su totalidad. A medida que los sentido se iban aclarando mas voces llegaban a sus oídos, pero muchas conocidas y por desgracia muchas exponían gemidos y gritos de dolor. Dolor, lo olía en el ambiente, dolor y muerte entre sus hombres. Quien diría que los campesinos atacaron un arsenal y un polvorín logrando hacerse con con cañones y demás armas. Un médico atendió su brazo roto, sus cinco costillas y un oreja que por desgracia había desaparecido con la explosión. Le dijeron que comandancia había hecho usar la mansión de la gente rica como hospital improvisado, que la defensa de la casa fue satisfactoria que la gente del vulgo se retiró.
-Esos malditos traidores, desagraciados nos han jodido bien y para colmo las señoritingas están lo mas ricamente enclaustradas en sus habitaciones haciéndose la manicura o que mierdas se yo.-Se quejaba un hombre que era de los mas expertos tiradores que había conocido. También el mas sincero y mas abierto a la hora de expresar su opinión.- Las muy zorras no quieren ver ni en sus propias casas la desgracia que hay entre sus parientes o entre los que viven por debajo de ellas. Nunca experimentarán el dolor de una pérdida. Yo pedí ahora mismo a mi mejor amigo.-Dijo mientras una lágrima se perdía entre sus cabellos ya que miraba casi mas al techo que a otro lado. se giró y el horror se apoderó de la mente del capitán. Le faltaba prácticamente toda una mejilla y se veía hasta la mandíbula.- Y a mi nunca mas me alagaran las mujeres.
-No todas están en la gloria, mi buen Serafín- Dijo el capitán al soldado que se llamaba serafín y señaló a la puerta pues escuchaba gritos desde el exterior. Al momento una dama de grandes ojos y de muy muy bello rostro, a la que había visto antes de salir a dar las instrucciones a sus hombres, había entrado en el lugar donde todos los hombres, muertos y vivos estaban tendidos. Esa dama era de gran belleza y había llamado la atención entre todas las mujeres presentes en esa fiesta. Cuando la vio pensó que tenía mas dulzura en una sola mejilla que la misma virgen María en todo su cuerpo pero también que era de esas a las que nada le importaba mas que su propio bienestar. Ella entró y se lanzó sobre el cuerpo de un difunto. Lloró y lloró, la histeria se adueñó de ella y las lágrimas caían. prontamente, la tensión y el dolor provocaron su desmayo.-Así que esa es la hermana de Bastian...tenía razón él, es muy bella.-Dijo entristecido el capitán mientras contemplaba como unos cuantos sirvientes que encargaban de llevar a la bella dama a sus aposentos. Cerró los ojos el capitán y tratando de ignorar el dolor que lo llenaba por dentro y por fuera se quedó rápidamente dormido.
Pero a pesar de lograr dormir, las pesadillas de esa noche trágica no cesaron de atormentarlo durante el reto de su vida.
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