Las muñecas atrapadas le hacían estremecerse por la idea de esa imposibilidad de poder devolver cada estímulo que sus labios le regalaban a lo largo de su cuerpo , paseándose por su vientre y refugiándose en su cuello besando este de forma suave y dulce antes de morder esa piel tan delicada. Los suspiros de la sierva estaban declarando ese placer que empezaba a acumularse en su cuerpo y el amo tenía las ansias mas que notables de poderla hacer suya, pero ese juego era algo que gustaba de disfrutar para torturar la mente de su esclava. La piel morena y acariciada por la luz de la hoguera estaba estremecida, erizada para poder unirse mas fervientemente a los labios de ese señor de su piel que tenía la idea de poderla torturar de forma lenta y descarada. Los labios se curvaban en una lasciva sonrisa cuando esos labios obscenos y descarados bajaban mucho mas allá de ese delicado aviso que era el ombligo, esa señal hueca de que pronto se encontrarían los labios un centro de poder, complejo e hidratado en placer. Los dedos lentamente se deslizaban por los laterales del cuerpo de su sierva, el señor estaba mas que encantado de como se ofrecía esa criatura de redondeadas formas sus juegos, a sus vicios mas íntimos y oscuros. Una lengua lasciva se hunde en la entrada de ese monte sagrado donde el incienso es quemado por el placer mas carnal a la par que una daga hace notar su frío filo en el vientre de la mujer encarcelada por tiras de la mas fina delicada pero resistente seda.
Un jadeo y seguidamente un gemido son aviso de que su cuerpo reacciona favorablemente y el placer alimento a los deseos de la criatura libre que poco a poco hace sentir su lengua, esa serpiente de fuego hundirse en un infierno que abrió sus puertas a los deseas del amo hace ya mucho tiempo. Una lengua, unos labios formando un sello en el que el placer desfila preso de los deseos. la hoja empieza su trabajo y poco a poco la punta empieza a formar pequeños trazos en la piel de su vientre liso y apetecible. Los gemidos eran la melodía de esa noche fría que calentaba los cuerpos de los amantes entregados a los vicios del placer una y del dolor el otro. Poco a poco el filo, con sutil cadencia y tortuoso dolor para la dama de piel morena y cabello oscuro fue trazando las primeras letras. Unas pequeñas lagrimas recorrían las mejillas de la esclava y el amo de su cuerpo, el dueño de su voluntad poco a poco fue tranquilizando el placer y el dolor para poderse acercar a sus labios y besarlos lentamente, sin prestar atención a su vientre, que empezaba a emanar en sangre de forma sutil, delicada pero notoria. Las palabras salían de sus labios estrellándose contra esos labios suaves y delicados, que se rompían al mínimo mordisco. Sus ojos reflejaban dolor y ansias de mas, de que siguiera el amo devorando su intimidad, que descaradamente rompiera todas las barreras del pudor y la vergüenza. Un movimiento de caderas, el vientre que se eleva y la daga que se clava mas provocando una corriente de dolor que la hace gemir de doloroso placer y de placer para su amo. La seda cumpliendo su papel logra sostener las muñecas de su sierva, que se entrega a el con total sumisión. Una sonrisa débil se perfila en los labios de la lasciva esclava que inspira las mas salvajes fantasías.
Los labios lentamente se posan en los de ella mientras la daga retorciéndose lentamente arranca un grito de dolor que llena de placer los sentidos del amo de ese castillo oscuro como su alma. Sus sentimiento eran tan confusos que, llenos de dudas sobre ideas y sobre el origen de esas fantasías llenas de dolor y placeres entremezclados en miles de acciones conjuntas donde las cuerdas, los gemidos y los jadeos pero especialmente ese delicioso afrodisíaco (el dolor) tenían un papel fundamental para que en las noches, cuando nadie acompañaba a su persona, su cuerpo se removiera y reaccionara de la forma mas básica del mundo. En su mente se dibujaban planes y miles de dibujos, poemas y sentimientos que poder plasmar de forma sutil pero brutal en la piel de su fiel sierva. Un tierno beso se posa en los labios y plenamente los labios descienden de nuevo por el cuerpo y se posan en al sangrante herida. Un arqueamiento, pero esta vez la daga no se clava, se apartó hace un rato para poder dejar paso a los besos sanguinolentos. Esa lengua, esa columna de fuego carnal lentamente se pasea por la herida mientras sus manos con delicadeza tratan de forma suave el resto de su cuerpo.
El amo se decide a un ataque mas fuerte y poco a poco empieza a hundirse en ese paraíso de placer, los gemidos se siguen unos a otros de forma lenta y delicada, las palabras de ternura y sumisión se repiten una y otra vez. La sangre se mezclan con la saliva y los fluidos poco a poco se fusionan en un néctar de placeres que cualquier humano querría probar. Y no, no hay humanos en esa estancia, Una diosa del placer, salvaje, instintiva y en ese momento entregada a su amo, se rinde a un dios de la guerra, sediento de dolor ajeno, lleno de ansias por culminar un encuentro cíclico, que nunca tendrá fin por la intensidad del deseo, una fuerza que se recrea una y otra vez en los cuerpos, que se hace crecer a si misma para devorar las almas en medio de estertores de placer, de muerte y de dolor, de una entrega lenta y lujuriosa, rápida y dócil, contradictorio en su ,máxima expresión al crear ese vástago del placer y el dolor. Las naturalezas poco a poco van tomando control de los cuerpo, los instintos se disparan y la consciencia desaparece, el placer se acumula en forma de presión que se libera en una explosión hiriente para los oídos y divina para el espíritu. La muerte esa noche no ha venido pero el dolor la agonía y el placer se abrazan los unos a los otros para darse calor, al igual que ese amo y esa esclava, que ese hermano y esa hermana, que ese diosa y esa diosa, que ese soldado y esa doncella, que la bestia y la víctima, el ángel y la protegida, la pantera y el lobo, la sed y el hambre.
En esa noche fría, liberada de sus ataduras, la diosa besó al dios de forma suave y delicada deseándole dulces sueños antes de arroparse ambos y dormirse hasta el milenio siguiente.
sábado, 26 de noviembre de 2011
viernes, 25 de noviembre de 2011
Los cuadros.
En medio de la colina se encontraba un castillo con sendas altas torres y con majestuosos detalles incluso en los elementos mas triviales pues hasta los contrafuertes estaban decorados con toda clase de motivos que impregnaban de fuerza los rincones exteriores de esa morada nobiliaria. En su interior, las cientos de habitaciones estaban cargadas de miles de ricos lienzos de antepasados y habitantes del castillo mas grande de todo ese país lleno de historia gloriosa y trágica como el de cualquiera de las naciones existentes en ese momento desconocido para muchos grandes historiadores y exploradores. Sus negras piedras eran testigos de grandes momentos, bellos momentos y trágicos acontecimientos en los que el dolor podía hacerse sentir de solo rozar la negra piedra que revestía ese edificio lúgubre pero a la vez alegre. La luz llenaba las habitaciones por obra y gracia del sol que se colaba en los altos y anchos ventanales. Los alrededores del castillo parecían cuidados por miles de fantasmas encargados de la jardinería, decorando a su gusto y placer todos los bastos y lejanos rincones de esas tierras, infestando bosques y lagos con miles de especies diferentes de flores. Todos los colores existentes en esas flores se combinaban de manera que parecía un lienzo y en medio de sus increíbles formaciones se podía apreciar la forma mas bella del mundo. Nadie podía caber en sí de gozo cuando en sus mentes se perfilaba la forma de toda esa formación (valga la redundancia) en sus mentes y el ánimo subía a lo mas alto como la mas alta torre de ese castillo.
En medio de sus paredes, sin constar en planos ni planes, en ideas ni pensamientos, una habitación mas era la presente en la plana del medio entre las paredes centrales, ligeramente desviada a la izquierda con respecto al norte y mas bien tirando hacia la planta de arriba. En esta habitación no había riqueza alguna. No había mas que un silencio mortal, el ambiente viciado en enfermedad y en degradación, Los retratos eran de mujeres, todos de mujeres que el habitantes único y conocedor igualmente excepcional de esa habitación había tenido presente en su corazón. Era su particular museo. Museo de recuerdos sin fin cargados de dolor y de agonía. Un camastro recogía el cuerpo del casi difunto y unas sábanas de basto tejido, lino quizás o sencillo paño cosido en capas, cubrían como un sudario a la parodia de un hijo de a desgracia y del amor egoísta entre un hombre y una mujer. Sus ojos estaban casi en el punto final de su trayectoria como instrumentos de visión y se centraban en el techo. mas pinturas había también en el techo. Aberrantes y oscuras escenas en las que criaturas de divina belleza se peleaban de formas mil veces mas cruentas que en cualquier batalla. Esos ojos luchaban contra un sueño que lo llenaría poco a poco de pesadillas relacionadas con esas pinturas. Dentro de su corazón estaba seguro de que si dormía no despertaría nunca mas y la pesadilla se haría forme y mas que sentida en su alma. Una vela de potente llama alumbraba la estancia creando sombras avasalladoras que se cernían sobre ese hombre de carácter triste y de mirada cambiante, unas veces alegre, otras veces rabiosa y otras veces triste como la de una madre que ha perdido a su marido e hijos en alguna guerra sin nombre.
Negros ropajes se encontraban amparando la piel blanca y enferma de ese personaje extraño de mente extraña y castigada por los años. Los ojos se turnaban entre dos de esos lienzos malditos que lo atormentaban. En uno de ella se apreciaba a un grupo de mujeres de lo mas variopinto, en cuyos rostros e podía vislumbrar toda clase de ideales y de pensamientos, carácter y posturas en base a sus acompañantes. Mas la alegría y la fiesta era presente en esa pintura. Todas ellas comían comidas diferentes u en nada se parecían las unas a las otras. Los ropajes también eran distintos, desde las mas bastas y sencillas telas hasta los mas ricos encajes o las mas sensuales y eróticas sedas. Destacaban sus sonrisas, galantes y grandes, sinceras y luminosas. En sus ideas de locura y de delirio siempre se preguntaba si esas sonrisas habrían desaparecido con su presencia o si él había sido la condena de tales muertes. Una lágrimas resbalaba por su mejilla. miradas salvajes y tiernas, dulces y brillantes. Ni una sola gota de tristeza o apatía. Pensamientos atormentadores circulaban por su mente y en medio de todo eso frases sueltas, bellas y bonitas. Juramentos de amistad, juramentos de lealtad y de buenas acciones, de pervivir por siempre con ese lazo eterno. Nada permanecía ya de ese retrato.
El otro retrato mostraba esa misma mesa del lienzo anterior. Pero ahora solo quedaban 4 personas que se miraban con desconfianza. Seguían los tejidos bastos y las sedas si, pero las sonrisas habían desaparecido. Era doloroso ese retrato que tantos muchos habían pasado por alto cuando era visible antes las personas que visitaban el castillo. ninguna de esas personas había podido ver ni sentir la fuerza con la que desgarraba el corazón esa imagen de esas cuatro personas. Esas cuatro personas que lo eran todos para él y que nunca se aliarían por una causa común y de bien.
En medio de sus paredes, sin constar en planos ni planes, en ideas ni pensamientos, una habitación mas era la presente en la plana del medio entre las paredes centrales, ligeramente desviada a la izquierda con respecto al norte y mas bien tirando hacia la planta de arriba. En esta habitación no había riqueza alguna. No había mas que un silencio mortal, el ambiente viciado en enfermedad y en degradación, Los retratos eran de mujeres, todos de mujeres que el habitantes único y conocedor igualmente excepcional de esa habitación había tenido presente en su corazón. Era su particular museo. Museo de recuerdos sin fin cargados de dolor y de agonía. Un camastro recogía el cuerpo del casi difunto y unas sábanas de basto tejido, lino quizás o sencillo paño cosido en capas, cubrían como un sudario a la parodia de un hijo de a desgracia y del amor egoísta entre un hombre y una mujer. Sus ojos estaban casi en el punto final de su trayectoria como instrumentos de visión y se centraban en el techo. mas pinturas había también en el techo. Aberrantes y oscuras escenas en las que criaturas de divina belleza se peleaban de formas mil veces mas cruentas que en cualquier batalla. Esos ojos luchaban contra un sueño que lo llenaría poco a poco de pesadillas relacionadas con esas pinturas. Dentro de su corazón estaba seguro de que si dormía no despertaría nunca mas y la pesadilla se haría forme y mas que sentida en su alma. Una vela de potente llama alumbraba la estancia creando sombras avasalladoras que se cernían sobre ese hombre de carácter triste y de mirada cambiante, unas veces alegre, otras veces rabiosa y otras veces triste como la de una madre que ha perdido a su marido e hijos en alguna guerra sin nombre.
Negros ropajes se encontraban amparando la piel blanca y enferma de ese personaje extraño de mente extraña y castigada por los años. Los ojos se turnaban entre dos de esos lienzos malditos que lo atormentaban. En uno de ella se apreciaba a un grupo de mujeres de lo mas variopinto, en cuyos rostros e podía vislumbrar toda clase de ideales y de pensamientos, carácter y posturas en base a sus acompañantes. Mas la alegría y la fiesta era presente en esa pintura. Todas ellas comían comidas diferentes u en nada se parecían las unas a las otras. Los ropajes también eran distintos, desde las mas bastas y sencillas telas hasta los mas ricos encajes o las mas sensuales y eróticas sedas. Destacaban sus sonrisas, galantes y grandes, sinceras y luminosas. En sus ideas de locura y de delirio siempre se preguntaba si esas sonrisas habrían desaparecido con su presencia o si él había sido la condena de tales muertes. Una lágrimas resbalaba por su mejilla. miradas salvajes y tiernas, dulces y brillantes. Ni una sola gota de tristeza o apatía. Pensamientos atormentadores circulaban por su mente y en medio de todo eso frases sueltas, bellas y bonitas. Juramentos de amistad, juramentos de lealtad y de buenas acciones, de pervivir por siempre con ese lazo eterno. Nada permanecía ya de ese retrato.
El otro retrato mostraba esa misma mesa del lienzo anterior. Pero ahora solo quedaban 4 personas que se miraban con desconfianza. Seguían los tejidos bastos y las sedas si, pero las sonrisas habían desaparecido. Era doloroso ese retrato que tantos muchos habían pasado por alto cuando era visible antes las personas que visitaban el castillo. ninguna de esas personas había podido ver ni sentir la fuerza con la que desgarraba el corazón esa imagen de esas cuatro personas. Esas cuatro personas que lo eran todos para él y que nunca se aliarían por una causa común y de bien.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Carta sádica II
Querida Amiga:
Tu dolor llegó a mi vida hace poco tiempo y lo cierto es que lo veo como una interesante forma de expandir mis ideas artísticas a mundos y a proyectos mas que rentables para lo que al sangre y el dolor merecen. En ti veo la posibilidad de llevar a cabo obras tan exquisitas que los ojos de los simples mortales se saltarían de su cuencas. No comprenderán nunca lo que supone recrearse en el dolor de una persona cuando esta grita o solloza ligeramente, cuando sus lágrimas saladas se convierten en el único maquillaje que ensalzará su belleza hasta puntos inimitables. No podrán comprender nunca cuan bella resultas, y no digamos atractiva y seductora con todo ese dolor rezumando por tus venas, llevando los mas negativos sentimientos y sensaciones por todo tu cuerpo des de la piel que poco a poco voy rajando, desgastando y maltratando con la mas suma y delicada sensibilidad. Me recreo en tu dolor sí, de formas bastante curiosas y lo cierto es que una vez finalizado una creación artística me siento mas deseoso de comenzar otro. Siento el día sin tus gritos como un bosque sin cantos de pájaros, totalmente antinatural, y la verdad es que no me agrada tener que mirar para todos lados sintiendo que algo me falta. Mi hedonismo se dispara deseando de nuevo poder tenerte entre mis brazos en ese afectuoso abrazo que me hace poder accedes a cada zona llena de cicatrices, en las que poder pasear mis dedos para poder sentir tus estremecimientos y tus contenciones de aire. Me deleito en el dolor que emanan tus pequeños gritos y sobresalto cuando presiono esa herida recién causada por el simple echo de poder corroborar que tu dolor, la esencia que se filtra por tu blanca y delicada piel, le da ese toque que podría enloquecer a mas de un adicto al dolor ajeno como yo. El bello lazo que nos une sin duda se ha fortalecido con esto y lo cierto es que mas se va a fortalecer pero nunca hasta los límites de esa locura que llaman amor pues como ya dijiste tu en una de tus múltiples ye inteligentes observaciones, amo tu dolor y eso según parece es hermoso. El concepto de amor aquí se distorsionaría ante el entendimiento de cualquier estúpido cerrado de mente. No entienden que el amor se puede sentir ante muchas cosas pero claro tiene que tener ojos y ser un ser vicio, no se puede mar una emoción. Son unos atrasados culturalmente hablando y emocionalmente ni te cuento. Siento una irresistible tentación de hacerte sufrir en cualquier momento del día y el cuerpo me pide no solamente la lujuria mas desenfrenad con alguna dama que se preste a ceder su cuerpo a mis ansias biológicas sino a poder hacerte soltar un par de esos gemidos tan bonitos que salen de tus labios, de los que expresan cuan doloroso resulta que tu piel empiece a desprenderse de tu cuerpo, que tus huesos se descoloquen de sus articulaciones, que la carne de tu cuerpo se queme sin desprenderse para dejar una huella imborrable por toda la vida. En caso de invertirse los roles, de ser yo el tatuado por tus fogosas artes se me subiría el rubor a la cara cada vez que viera la quemadura, pero da la casualidad de que no es así. Si hay algo que lamento es que siempre se me ocurran las mejores ideas después de haber terminado la obra, por eso me alegré de sobremanera cuando supe que tu cuerpo (o al menos gran parte de él pues intimidad todos tenemos) sería lienzo de una tortura aun mayor, de que podría llevar a cabo cientos de miles de proyectos y en la mente se combinan muchas cosas para poder deleitarme con el ultimo grito de dolor hasta que tu voz desaparezca. Me encanta esa escena de la luna entrando por la ventana de tu acostada a mi lado, como quienes casualmente han coincidido en la misma habitación, de tus bonitos ojos mirándome entrecerrados ocultando las lágrimas, queriendo ocultar al caída por obra de ese objeto que poco a poco te desgarra la piel hasta llegar al alma, paralizando a su paso los tendones y haciendo arder el sistema nervioso, que los gritos salgan impunemente nada me haría mas feliz pero esa manía de guardártelos solamente aumenta mis ansias de mas de tu delicioso dolor, de ese incienso que quemaría en mis oídos una y otra vez hasta que finalmente te desmayaras, te desangraras o lo que fuera. No malinterpretes esto ultimo, ya que tu muerte sería tan terriblemente dolorosa para mí que la locura por el dolor se haría conmigo. lo se, algo mas bien digno del amado que pierde a la amada pero sabes que soy muy sensible. Cambiando ligeramente de tema, las paredes aun huelen a ti, bueno mas bien tus gritos y a la esencia que desprendes, que se mezcla con el dolor y que me ha sonado de haber aspirado mas de una vez en alguna que otra sesión de fornicio con una amante. Creo que sabes de que hablo... De solo pensarlo una sonrisa se extiende por mi rostro y las ansias de seguir torturando tu cuerpo hasta la extenuación se acrecentan de una forma que ni podrías imaginar querida. Me despido cortésmente haciendo mi mas profunda y deleitosa reverencia y esperando a que tu presencia llene de nuevo mis aposentos para poder seguir con el deleite de tu dolor mas extremo.
Atentamente: tu sádico amigo
Tu dolor llegó a mi vida hace poco tiempo y lo cierto es que lo veo como una interesante forma de expandir mis ideas artísticas a mundos y a proyectos mas que rentables para lo que al sangre y el dolor merecen. En ti veo la posibilidad de llevar a cabo obras tan exquisitas que los ojos de los simples mortales se saltarían de su cuencas. No comprenderán nunca lo que supone recrearse en el dolor de una persona cuando esta grita o solloza ligeramente, cuando sus lágrimas saladas se convierten en el único maquillaje que ensalzará su belleza hasta puntos inimitables. No podrán comprender nunca cuan bella resultas, y no digamos atractiva y seductora con todo ese dolor rezumando por tus venas, llevando los mas negativos sentimientos y sensaciones por todo tu cuerpo des de la piel que poco a poco voy rajando, desgastando y maltratando con la mas suma y delicada sensibilidad. Me recreo en tu dolor sí, de formas bastante curiosas y lo cierto es que una vez finalizado una creación artística me siento mas deseoso de comenzar otro. Siento el día sin tus gritos como un bosque sin cantos de pájaros, totalmente antinatural, y la verdad es que no me agrada tener que mirar para todos lados sintiendo que algo me falta. Mi hedonismo se dispara deseando de nuevo poder tenerte entre mis brazos en ese afectuoso abrazo que me hace poder accedes a cada zona llena de cicatrices, en las que poder pasear mis dedos para poder sentir tus estremecimientos y tus contenciones de aire. Me deleito en el dolor que emanan tus pequeños gritos y sobresalto cuando presiono esa herida recién causada por el simple echo de poder corroborar que tu dolor, la esencia que se filtra por tu blanca y delicada piel, le da ese toque que podría enloquecer a mas de un adicto al dolor ajeno como yo. El bello lazo que nos une sin duda se ha fortalecido con esto y lo cierto es que mas se va a fortalecer pero nunca hasta los límites de esa locura que llaman amor pues como ya dijiste tu en una de tus múltiples ye inteligentes observaciones, amo tu dolor y eso según parece es hermoso. El concepto de amor aquí se distorsionaría ante el entendimiento de cualquier estúpido cerrado de mente. No entienden que el amor se puede sentir ante muchas cosas pero claro tiene que tener ojos y ser un ser vicio, no se puede mar una emoción. Son unos atrasados culturalmente hablando y emocionalmente ni te cuento. Siento una irresistible tentación de hacerte sufrir en cualquier momento del día y el cuerpo me pide no solamente la lujuria mas desenfrenad con alguna dama que se preste a ceder su cuerpo a mis ansias biológicas sino a poder hacerte soltar un par de esos gemidos tan bonitos que salen de tus labios, de los que expresan cuan doloroso resulta que tu piel empiece a desprenderse de tu cuerpo, que tus huesos se descoloquen de sus articulaciones, que la carne de tu cuerpo se queme sin desprenderse para dejar una huella imborrable por toda la vida. En caso de invertirse los roles, de ser yo el tatuado por tus fogosas artes se me subiría el rubor a la cara cada vez que viera la quemadura, pero da la casualidad de que no es así. Si hay algo que lamento es que siempre se me ocurran las mejores ideas después de haber terminado la obra, por eso me alegré de sobremanera cuando supe que tu cuerpo (o al menos gran parte de él pues intimidad todos tenemos) sería lienzo de una tortura aun mayor, de que podría llevar a cabo cientos de miles de proyectos y en la mente se combinan muchas cosas para poder deleitarme con el ultimo grito de dolor hasta que tu voz desaparezca. Me encanta esa escena de la luna entrando por la ventana de tu acostada a mi lado, como quienes casualmente han coincidido en la misma habitación, de tus bonitos ojos mirándome entrecerrados ocultando las lágrimas, queriendo ocultar al caída por obra de ese objeto que poco a poco te desgarra la piel hasta llegar al alma, paralizando a su paso los tendones y haciendo arder el sistema nervioso, que los gritos salgan impunemente nada me haría mas feliz pero esa manía de guardártelos solamente aumenta mis ansias de mas de tu delicioso dolor, de ese incienso que quemaría en mis oídos una y otra vez hasta que finalmente te desmayaras, te desangraras o lo que fuera. No malinterpretes esto ultimo, ya que tu muerte sería tan terriblemente dolorosa para mí que la locura por el dolor se haría conmigo. lo se, algo mas bien digno del amado que pierde a la amada pero sabes que soy muy sensible. Cambiando ligeramente de tema, las paredes aun huelen a ti, bueno mas bien tus gritos y a la esencia que desprendes, que se mezcla con el dolor y que me ha sonado de haber aspirado mas de una vez en alguna que otra sesión de fornicio con una amante. Creo que sabes de que hablo... De solo pensarlo una sonrisa se extiende por mi rostro y las ansias de seguir torturando tu cuerpo hasta la extenuación se acrecentan de una forma que ni podrías imaginar querida. Me despido cortésmente haciendo mi mas profunda y deleitosa reverencia y esperando a que tu presencia llene de nuevo mis aposentos para poder seguir con el deleite de tu dolor mas extremo.
Atentamente: tu sádico amigo
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Proyectos nocturnos
En la noche mas fría de todo el año y movidas las cortinas de algunas de sus habitaciones de ventanales entreabiertos, se asomaba un castillo entre la bruma nocturna. La niebla densa de esa estación llena de tristeza y oscuras intenciones era un manto blanco que precedería a la nieve del frío invierno que ya estaba mas que aposentado pero parecía reticente a dejar la caer los primeros copos del año. Sus piedras negras podría contar miles de historia en las que el sexo y la sangre, el dolor y la agonía o las fiestas y las orgías se entremezclaban en miles de matices y combinaciones de espanto y a la vez cargadas de una fascinación inaudita para cualquier mente humana que se encuentre medianamente cuerda en este mundo asolado por locuras sin fin. Un silencio se cernía sobre el páramo sombrío, la vegetación muerta de los alrededores apenas despuntaría un poco antes de la caída del siguiente invierno. De todas formas nadie prestaría su vida para la exploración de la flora que crecía en los alrededores de ese lugar. Los gritos no permitirían a ningún herborista hacer algo digno y decente de su trabajo.
De los cientos de ventanales, ojos de buey y ventanucos destinados a inyectar un poco de luz en esas negras y tétricas entrañas de pasillos galerías, solo en uno de estos pequeños accesos que muchos recomendarían como poco útiles para acceder a las habitaciones si no bien la puerta sería mas sencilla de usar, la luz salía al exterior. Era una luz tenue, se podría deducir que de una chimenea. Una chimenea grande efectivamente estaba empotrada en una pared de la gran habitación en la que se encontraban dos figuras. Ropajes ni muy elegantes ni muy humildes, lo que sería definido como algo ´´normal´´ ante sus ojos. En sus rostros la contraposición mas obvia y capaz de lograrse entre dos personas. Las facciones de un caballero de rostro afilado estaban expresando en ese momento un infinito placer cuando sus dedos presionaban la parte sangrante del brazo de una acompañante femenina de delicado y bello rostro. Sus ojos negros y rasgados, los cuales le conferían un aspecto algo gatuno ante la imaginación de su torturador, emitían unas lágrimas, una de las múltiples formas de expresar el dolor que en esos momentos el cuerpo de la dama estaba experimentando. Los gemidos y los gritos contenidos estaban siendo un regalo para los oídos del dueño de un objeto afilado con la cuchilla adaptada para hacer cortes limpios en pieles mas o menos duras. Mas la piel de esa dama era delicada y fina, blanca y deliciosa al tacto, los labios y el olfato. Ese olor natural de la piel humana aderezado con la esencia y la especia mas fuerte del dolor le daba un aspecto que sinceramente era muy difícil de ignorar.
Deliberadamente en medio de su casual conversación el caballero de negro corazón pasaba los dedos por Unas heridas u otras con ánimo de causar un dolor que la ´´victima´´ no escondía en ningún momento. Un siseo hacía sonreír de vez en cuando al dueño de ese castillo negro como su alma. Era delicioso sentir como ella movía los dedos para relajar la tensión pero apenas lograba nada. De todas formas eran amigos? sí, y no saben como. Se querían? también, desde luego, los amigos se quieren. Perfectos amantes sería ellos. él proponiendo formas d hacerla sufrir, ella aceptándolo dentro de unos cánones. Sencillamente perfecto. Un dedo en una herida, un grito agudo, un gemido de dolor y una sonrisa complacida, satisfecha por la obra que llevaba a cabo en ese cuerpo. Una nariz que pasea por el cuello, un aroma que se cuela y un cuerpo que se estremece ante esa esencia, ante un dolor que de tan intenso que es, se puede detectar al otro lado del castillo, un reclamo perfecto para ese ser atormentado que disfruta de hacer sentir a su acompañante sensaciones tortuosas sin fin, desde un respeto y una afinidad pocas veces logradas. Y la poesía imperante.
Escrita de mil formas en miles de momento,en mil idiomas y con mil significados la piel de la dama estaba marcada por intensas y trabajadas cicatrices, bellos recuerdos que el poeta que estaba a su lado recordaría. Cada contracción de los músculos ante el dolor que el deliciosamente le proporcionaba, La piel rasgada, la casi incapacidad de hablar cuando el le solicitaba alguna respuesta a preguntas aleatorias que pasaban por su mente. Nada fuera de lo normal salvo las cicatrices y el dolor. Siempre ese dolor intenso que gustaba de causar en ella, sin saber ni como ni porque pero estaba seguro de que otras lo decepcionarían hasta limites insospechados. Era puro amor. Amor al dolor de ella. Cada gemido y cada grito eran tan dulces como los ´´te quiero´´ de una amante o de una novia. Cada lágrima sabía a mil veces mas gloria que la sangre de su adorable y bella acompañante. Sentía unas ansias casi enfermizas de poder comenzar a incendiar en sangre y dolor su espalda o quizás quien sabe las piernas o el otro brazo después de terminar con el otro. la idea lo llenaba de gozo y para que negarlo de excitación. Otra aspiración. Otra sobredosis de su dolor.
Entra en escena el rojo hierro, candente por los minutos en la fragua para que su calor sea mas que condenatorio y suficiente en el arte de dejar una impronta inolvidable en su improvisado lienzo humano. Los sentidos se disparan en ese momento. Los ojos se desencajan por la excitación de ver ese cuerpo tan elegante desgarrar las cuerdas vocales, patalear quizás. removerse desesperada, llorar, por supuesto, hasta que los ojos se sequen y el tenga que sacárselos pues quizás no le resulten útiles nunca mas. y ella lloraría sangre. El escalofrío de placer que le recorrió el espinazo ante eso fue mas que notable. Ese hierro al rojo sería la culminación del segundo proyecto lanzado hace un tiempo, Unos escaso días interrumpidos por desapariciones repentinas. Pero que terminaría desde luego. Se quedaba pensando el caballero que si se movía la obra quizás quedara mal. la tendría que atar a la cama quizás o meter su brazo en una prensa para sostenerlo bien. De nuevo otro pensamiento mas de como hacerla sufrir, de como llenar sus oídos con la deliciosa sinfonía de sus gritos de dolor, su olfato con ese mismo dolor y el olor a carne quemada seguramente no lo desagradaría. Los lobos aullaban y la luna estaba roja, el vello de la nuca estaba de punta
Un hierro al rojo con la letra Fi se acercó a su muñeca. Unas pocas palabras, una risa nerviosa ante lo que iba a suceder. La mirada de ella ea temerosa y en un amago de cordura y sentido común serpientes de cuero ataron a la joven y elegante dama. Tobillos finos, unas piernas largas como un día sin pan y bellas como sílfides en sí mismas, el bonito y destacable busto cubierto por ropas holgadas con otra cinta de irrompible cuelo por debajo de este. Manos y brazos amarrados. El hierro mientras tanto descansaba en la forja y entre palabras sobre romper huesos y demás se fue calentando hasta que su tonalidad pasó de rojo a blanco. La excitación embargaba al sádico hasta puntos en los que le era difícil ocultar algún gesto casi incestuoso de cara a esa hermana de aficiones y gustos que disfrutaba tanto como él lo que se experimentaba en esa noche. Tiempo había tenido ella de secar sus lagrimas y de dignamente colocarse cuan reina en el pequeño asiento. Su rostro estaba algo contraído pues las tiras de cuero pasaban por sus otras heridas. De ser otra persona la dama ya estaría mas que violada y desgarrada en su interior y exterior por miles de lacerantes cuchillas que buscarían dolor y suplicas de muerte por el fin de al agonía. El hierro al blanco de nuevo en la mano del torturador que tanto anhelaba ese néctar invisible que se deslizaba por las fosas nasales para embotar su mente con miles de imágenes. Las miradas se encuentran. Dos risas estallan en la habitación hasta que el hierro se estrella contra la muñeca de su bella acompañante y entonces el grito y los movimientos espasmódicos se suceden ante las oleada de dolor que le siguen en ese doloroso peregrinaje voluntario y morboso. En su interior los demonios del caballero negro bailan una danza macabra y su parte buena que algunos han tachado de angelical mira morbosamente, regodeándose en un dolor contra el que debería sentir asco pero que no puede evitar mirar con fascinante interés. Las lágrimas brotan como locas mientras la marca se hace algo mas notoria a cada segundo que pasa el hierro en la piel de la torturada víctima. Tres segundos se hacen una eternidad y a la vez demasiado cortos para los que ahí habitan, en medio de esas paredes que sangran placer cuando los gritos de ella excitan toda la estructura y los alrededores. El dueño de esas paredes contempla extasiado, hipnotizado y con unos dientes afilados como cuchillas el rostro de ella, como se desvanece casi por el dolor, como no puede moverse y como se retuercen todos sus sentidos ante sus ojos por ese dolor lacerante que se causa en sus oídos y que por motivo tiene el espantoso chillido de su adorable amiga. Cuando el dolor remitió lo suficiente para que pudiera articular unas pocas palabras siguió una conversación suave. Las correas desaparecieron y de nuevo la cama apareció, ahí se tumbaron y el olfato agudo de ese sádico caballero recorrió el cuello aspirando el aroma del dolor, extasiándose por esa y otras noches con la esencia del dolor. Era realmente adictivo sentir ese aroma que pronto volvería a experimentar sus sentidos. Ya estaba acordado de antemano.
De los cientos de ventanales, ojos de buey y ventanucos destinados a inyectar un poco de luz en esas negras y tétricas entrañas de pasillos galerías, solo en uno de estos pequeños accesos que muchos recomendarían como poco útiles para acceder a las habitaciones si no bien la puerta sería mas sencilla de usar, la luz salía al exterior. Era una luz tenue, se podría deducir que de una chimenea. Una chimenea grande efectivamente estaba empotrada en una pared de la gran habitación en la que se encontraban dos figuras. Ropajes ni muy elegantes ni muy humildes, lo que sería definido como algo ´´normal´´ ante sus ojos. En sus rostros la contraposición mas obvia y capaz de lograrse entre dos personas. Las facciones de un caballero de rostro afilado estaban expresando en ese momento un infinito placer cuando sus dedos presionaban la parte sangrante del brazo de una acompañante femenina de delicado y bello rostro. Sus ojos negros y rasgados, los cuales le conferían un aspecto algo gatuno ante la imaginación de su torturador, emitían unas lágrimas, una de las múltiples formas de expresar el dolor que en esos momentos el cuerpo de la dama estaba experimentando. Los gemidos y los gritos contenidos estaban siendo un regalo para los oídos del dueño de un objeto afilado con la cuchilla adaptada para hacer cortes limpios en pieles mas o menos duras. Mas la piel de esa dama era delicada y fina, blanca y deliciosa al tacto, los labios y el olfato. Ese olor natural de la piel humana aderezado con la esencia y la especia mas fuerte del dolor le daba un aspecto que sinceramente era muy difícil de ignorar.
Deliberadamente en medio de su casual conversación el caballero de negro corazón pasaba los dedos por Unas heridas u otras con ánimo de causar un dolor que la ´´victima´´ no escondía en ningún momento. Un siseo hacía sonreír de vez en cuando al dueño de ese castillo negro como su alma. Era delicioso sentir como ella movía los dedos para relajar la tensión pero apenas lograba nada. De todas formas eran amigos? sí, y no saben como. Se querían? también, desde luego, los amigos se quieren. Perfectos amantes sería ellos. él proponiendo formas d hacerla sufrir, ella aceptándolo dentro de unos cánones. Sencillamente perfecto. Un dedo en una herida, un grito agudo, un gemido de dolor y una sonrisa complacida, satisfecha por la obra que llevaba a cabo en ese cuerpo. Una nariz que pasea por el cuello, un aroma que se cuela y un cuerpo que se estremece ante esa esencia, ante un dolor que de tan intenso que es, se puede detectar al otro lado del castillo, un reclamo perfecto para ese ser atormentado que disfruta de hacer sentir a su acompañante sensaciones tortuosas sin fin, desde un respeto y una afinidad pocas veces logradas. Y la poesía imperante.
Escrita de mil formas en miles de momento,en mil idiomas y con mil significados la piel de la dama estaba marcada por intensas y trabajadas cicatrices, bellos recuerdos que el poeta que estaba a su lado recordaría. Cada contracción de los músculos ante el dolor que el deliciosamente le proporcionaba, La piel rasgada, la casi incapacidad de hablar cuando el le solicitaba alguna respuesta a preguntas aleatorias que pasaban por su mente. Nada fuera de lo normal salvo las cicatrices y el dolor. Siempre ese dolor intenso que gustaba de causar en ella, sin saber ni como ni porque pero estaba seguro de que otras lo decepcionarían hasta limites insospechados. Era puro amor. Amor al dolor de ella. Cada gemido y cada grito eran tan dulces como los ´´te quiero´´ de una amante o de una novia. Cada lágrima sabía a mil veces mas gloria que la sangre de su adorable y bella acompañante. Sentía unas ansias casi enfermizas de poder comenzar a incendiar en sangre y dolor su espalda o quizás quien sabe las piernas o el otro brazo después de terminar con el otro. la idea lo llenaba de gozo y para que negarlo de excitación. Otra aspiración. Otra sobredosis de su dolor.
Entra en escena el rojo hierro, candente por los minutos en la fragua para que su calor sea mas que condenatorio y suficiente en el arte de dejar una impronta inolvidable en su improvisado lienzo humano. Los sentidos se disparan en ese momento. Los ojos se desencajan por la excitación de ver ese cuerpo tan elegante desgarrar las cuerdas vocales, patalear quizás. removerse desesperada, llorar, por supuesto, hasta que los ojos se sequen y el tenga que sacárselos pues quizás no le resulten útiles nunca mas. y ella lloraría sangre. El escalofrío de placer que le recorrió el espinazo ante eso fue mas que notable. Ese hierro al rojo sería la culminación del segundo proyecto lanzado hace un tiempo, Unos escaso días interrumpidos por desapariciones repentinas. Pero que terminaría desde luego. Se quedaba pensando el caballero que si se movía la obra quizás quedara mal. la tendría que atar a la cama quizás o meter su brazo en una prensa para sostenerlo bien. De nuevo otro pensamiento mas de como hacerla sufrir, de como llenar sus oídos con la deliciosa sinfonía de sus gritos de dolor, su olfato con ese mismo dolor y el olor a carne quemada seguramente no lo desagradaría. Los lobos aullaban y la luna estaba roja, el vello de la nuca estaba de punta
Un hierro al rojo con la letra Fi se acercó a su muñeca. Unas pocas palabras, una risa nerviosa ante lo que iba a suceder. La mirada de ella ea temerosa y en un amago de cordura y sentido común serpientes de cuero ataron a la joven y elegante dama. Tobillos finos, unas piernas largas como un día sin pan y bellas como sílfides en sí mismas, el bonito y destacable busto cubierto por ropas holgadas con otra cinta de irrompible cuelo por debajo de este. Manos y brazos amarrados. El hierro mientras tanto descansaba en la forja y entre palabras sobre romper huesos y demás se fue calentando hasta que su tonalidad pasó de rojo a blanco. La excitación embargaba al sádico hasta puntos en los que le era difícil ocultar algún gesto casi incestuoso de cara a esa hermana de aficiones y gustos que disfrutaba tanto como él lo que se experimentaba en esa noche. Tiempo había tenido ella de secar sus lagrimas y de dignamente colocarse cuan reina en el pequeño asiento. Su rostro estaba algo contraído pues las tiras de cuero pasaban por sus otras heridas. De ser otra persona la dama ya estaría mas que violada y desgarrada en su interior y exterior por miles de lacerantes cuchillas que buscarían dolor y suplicas de muerte por el fin de al agonía. El hierro al blanco de nuevo en la mano del torturador que tanto anhelaba ese néctar invisible que se deslizaba por las fosas nasales para embotar su mente con miles de imágenes. Las miradas se encuentran. Dos risas estallan en la habitación hasta que el hierro se estrella contra la muñeca de su bella acompañante y entonces el grito y los movimientos espasmódicos se suceden ante las oleada de dolor que le siguen en ese doloroso peregrinaje voluntario y morboso. En su interior los demonios del caballero negro bailan una danza macabra y su parte buena que algunos han tachado de angelical mira morbosamente, regodeándose en un dolor contra el que debería sentir asco pero que no puede evitar mirar con fascinante interés. Las lágrimas brotan como locas mientras la marca se hace algo mas notoria a cada segundo que pasa el hierro en la piel de la torturada víctima. Tres segundos se hacen una eternidad y a la vez demasiado cortos para los que ahí habitan, en medio de esas paredes que sangran placer cuando los gritos de ella excitan toda la estructura y los alrededores. El dueño de esas paredes contempla extasiado, hipnotizado y con unos dientes afilados como cuchillas el rostro de ella, como se desvanece casi por el dolor, como no puede moverse y como se retuercen todos sus sentidos ante sus ojos por ese dolor lacerante que se causa en sus oídos y que por motivo tiene el espantoso chillido de su adorable amiga. Cuando el dolor remitió lo suficiente para que pudiera articular unas pocas palabras siguió una conversación suave. Las correas desaparecieron y de nuevo la cama apareció, ahí se tumbaron y el olfato agudo de ese sádico caballero recorrió el cuello aspirando el aroma del dolor, extasiándose por esa y otras noches con la esencia del dolor. Era realmente adictivo sentir ese aroma que pronto volvería a experimentar sus sentidos. Ya estaba acordado de antemano.
sábado, 12 de noviembre de 2011
Noche dolorosa
Su majestad la noche se presentaba una vez mas sobre las cabezas de sus siervos y en medio de un manto de estrellas la oscuridad todo lo devoraba. Era una noche fría de tantas otra en invierno pero carente de nubes y la vista era bella como el rostro de la diosa Caronte. Ahí estaban sentados tranquilamente dos buenos amigos, un caballero de dudosa reputación con muchos conflictos interiores y una dama de bello y elegante porte, largas piernas y bellos ojos negros que se había prestado, en un arranque de originalidad a llevar un proyecto largamente esperado. Recostados se encontraban estos dos individuos de curiosa mentalidad, ella sobre el pecho de él. Les unía una extraña hermandad que el caballero pervertía en su interior cada vez que podía siempre desde el respeto y por así decirlo la ternura y la amistad. No eran muy precisas las palabras salvo cuando el dolor entrecortaba la voz de la dama de bonitos ojos negros al sentir el filo de la cuchillas desgarrar la piel de su brazo. Los brazos del buen samaritano se ciñeron en su cintura y se deleito de forma mas que visible con el aroma de la piel de su cuello una ultima vez antes de que esta se impregnara en el afrodisíaco dolor de su querida y lejana pariente no consanguinea.
Las miradas se encontraban y tranquilamente divagaba el buen hombre ignorando los pensamientos, sin dejar de llevar a cabo el deber que tenía por delante. Lentamente movía el filo, a veces de forma tan tortuosamente profunda y lenta que los gritos de dolor eran inevitables. Pero la resistencia de la dama era admirable y a veces se permitía alargar la conversación o rebatir los argumentos sobre si mismo de forma muy elocuente. A veces era la mirada de rabia y odio por sus auto-torturas lo que el hacía convencerse al buen hombre de sanguinarias parafilías que ella no estaba de acuerdo y entonces una sonrisa asomaba en sus labios y sentía y pensaba cuanto la quería y la estimaba no solo por prestarse a semejante y hedonista deseo sino porque siempre que se veía en la capacidad de argumentar lo hacía de una forma muy coherente y de lo mas elegante. Los trazos fueron sucediéndose lentamente. Primero una ´´T´´ en dos trazos, uno lento y el otro rápido para que el dolor le golpeara de lleno. Esto hacía pensar al caballero que se había iniciado un peregrinaje a través de las sensaciones que poco podría tener que ver con la sanidad mental o los placeres de la lujuria y los pecados capitales. Eso era puro y sencillo sadismo. Y aun así, con el consentimiento y disfrute de ambos, él se sentía un monstruo. Mas no ponía mucho de su parte para curar sus trastornos y al fin parece que alguien disfrutaba al igual que el de sus tormentos interiores.
la sangre se iba derramando y su aroma se mezclaba con el dolor físico que emanaba la piel de ella. La nariz viajaba por su cuello aspirando, embriagándose de los aromas que le regalaba su querida hermana, pues eso eran o así se veían por ciertos motivos relacionados con la madre de él que no van a explicarse. las sensaciones de dolor que ella estaba transmitiéndole eran tan deliciosas que su cuerpo reaccionaba por momentos en contra de su voluntad. las palabras se sucedían, y a medida que corría la sangre también corrían los diversos argumentos para alejar de la mente de él que fuera una mala persona y también para conocer mejor el interior de ella. Cierto era que ese dolor no era mas que puro dolor físico anestesiado por un lazo de comprensión mutua y de amistad que pocas veces se había experimentado en los corazones de los sencillos humanos. La sonrisa sádica del oscuro y sádico caballero era un mensaje de ´´gracias por esto me haces sentir casi casi casi casi feliz´´. No eran necesarias las palabras. Bueno en realidad sí ya que el caballero de negro corazón encontraba un secreto placer en la voz entrecortada por el dolor de la dama y eso le hacía sonreír mas de lo que ya estaba sonriendo. Encontraba una oscura diversión al posar los labios en el cuello de ella mientras hacia un trazo mas en ese mensaje que ella tendría por siempre grabado en la piel y notar como los gritos de dolor eran contenidos a duras penas. Era todo tan delicioso. Entre letra y letra siempre había paso para saciarse la sed con un poco de la sangre que estaba derramando ese elegante y fuerte brazo.
El sabor fuerte de la sangre le llenaba de sensaciones pero mas intenso y mas adictivo era el dolor que aspiraba desde hace tiempo el olfato de ese hombre embelesado por el dolor de la dama. Sus lagrimas corrían ya por sus mejillas y el sabor salado de estas eran un ingrediente perfecto para aderezarlo con la sangre y con el dolor. Unas veces buscaba el dolor lento que se acumulaba pasando el bisturí muy poco a poco por la piel, otras veces era rápido y preciso y se quedaba quieto deleitándose con el dolor de ella.De nuevo un descanso, un poco de sangre, el sudor corriendo por la frente de ella, su rostro pálido por la falta de sangre y el rostro desencajado pro el dolor físico y no por el espiritual la hacía mas bella ante los ojos de ese ser abyecto lleno de oscuridad y a la vez de deseos de paz y bien para el mundo y sobretodo para la gente que le importa.
Durante unos días se estuvo dando ese espectáculo, esa sesión de dolor lacerante, de palabras sorprendentes y secretas aunque para nada comprometedoras ni peligrosas, sencillamente eran dos amigos hablando mientras uno se dedicaba a una cosa y el otro a padecer lo que el primero hacía con un estoicismo asombrosos. Muchos debates, muchas palabras, conversaciones, deseos y delirios. Muchos mas proyectos que los de esa índole, ya no se pensaba en palabras sino en imágenes, algo que al buen y sádico caballero lo lleno de ilusión y alegría. Ya veía símbolos tatuados en la espalda d ella, la sangre corriendo por los cortados. , quizás algo en el hombro o quien sabe si entre sus bonitos, magníficos y potentes...ojos. Se sentía extasiado el buen caballero con todo eso pero no quería hacerse demasiadas ideas o tendrían que cambiar de postura para no incomodar a la dama. La sangre era el condimento especial pero el plato principal era el dolor.
Ese dolor lacerante, físico, que al igual que los desamores o los sentimientos, dejarían una cicatriz para siempre con esas letras que ellos disfrutaron, uno en escribirlas y otra en sentir como se las escribirían en esa piel blanca y suave, aromatizada con un dolor que emergía de su piel por varios días, que cada vez que se encontraban él no podía abrazarse a ella, aspirar el aroma de su piel, detectar el dolor y sonreír de gusto, de placer, ante un placer por pocos entendido y que él no tenía tiempo para explicar porque sabia que nadie lo entendería.
Así termina esta historia tan poco inventada pero muy imaginada.
Las miradas se encontraban y tranquilamente divagaba el buen hombre ignorando los pensamientos, sin dejar de llevar a cabo el deber que tenía por delante. Lentamente movía el filo, a veces de forma tan tortuosamente profunda y lenta que los gritos de dolor eran inevitables. Pero la resistencia de la dama era admirable y a veces se permitía alargar la conversación o rebatir los argumentos sobre si mismo de forma muy elocuente. A veces era la mirada de rabia y odio por sus auto-torturas lo que el hacía convencerse al buen hombre de sanguinarias parafilías que ella no estaba de acuerdo y entonces una sonrisa asomaba en sus labios y sentía y pensaba cuanto la quería y la estimaba no solo por prestarse a semejante y hedonista deseo sino porque siempre que se veía en la capacidad de argumentar lo hacía de una forma muy coherente y de lo mas elegante. Los trazos fueron sucediéndose lentamente. Primero una ´´T´´ en dos trazos, uno lento y el otro rápido para que el dolor le golpeara de lleno. Esto hacía pensar al caballero que se había iniciado un peregrinaje a través de las sensaciones que poco podría tener que ver con la sanidad mental o los placeres de la lujuria y los pecados capitales. Eso era puro y sencillo sadismo. Y aun así, con el consentimiento y disfrute de ambos, él se sentía un monstruo. Mas no ponía mucho de su parte para curar sus trastornos y al fin parece que alguien disfrutaba al igual que el de sus tormentos interiores.
la sangre se iba derramando y su aroma se mezclaba con el dolor físico que emanaba la piel de ella. La nariz viajaba por su cuello aspirando, embriagándose de los aromas que le regalaba su querida hermana, pues eso eran o así se veían por ciertos motivos relacionados con la madre de él que no van a explicarse. las sensaciones de dolor que ella estaba transmitiéndole eran tan deliciosas que su cuerpo reaccionaba por momentos en contra de su voluntad. las palabras se sucedían, y a medida que corría la sangre también corrían los diversos argumentos para alejar de la mente de él que fuera una mala persona y también para conocer mejor el interior de ella. Cierto era que ese dolor no era mas que puro dolor físico anestesiado por un lazo de comprensión mutua y de amistad que pocas veces se había experimentado en los corazones de los sencillos humanos. La sonrisa sádica del oscuro y sádico caballero era un mensaje de ´´gracias por esto me haces sentir casi casi casi casi feliz´´. No eran necesarias las palabras. Bueno en realidad sí ya que el caballero de negro corazón encontraba un secreto placer en la voz entrecortada por el dolor de la dama y eso le hacía sonreír mas de lo que ya estaba sonriendo. Encontraba una oscura diversión al posar los labios en el cuello de ella mientras hacia un trazo mas en ese mensaje que ella tendría por siempre grabado en la piel y notar como los gritos de dolor eran contenidos a duras penas. Era todo tan delicioso. Entre letra y letra siempre había paso para saciarse la sed con un poco de la sangre que estaba derramando ese elegante y fuerte brazo.
El sabor fuerte de la sangre le llenaba de sensaciones pero mas intenso y mas adictivo era el dolor que aspiraba desde hace tiempo el olfato de ese hombre embelesado por el dolor de la dama. Sus lagrimas corrían ya por sus mejillas y el sabor salado de estas eran un ingrediente perfecto para aderezarlo con la sangre y con el dolor. Unas veces buscaba el dolor lento que se acumulaba pasando el bisturí muy poco a poco por la piel, otras veces era rápido y preciso y se quedaba quieto deleitándose con el dolor de ella.De nuevo un descanso, un poco de sangre, el sudor corriendo por la frente de ella, su rostro pálido por la falta de sangre y el rostro desencajado pro el dolor físico y no por el espiritual la hacía mas bella ante los ojos de ese ser abyecto lleno de oscuridad y a la vez de deseos de paz y bien para el mundo y sobretodo para la gente que le importa.
Durante unos días se estuvo dando ese espectáculo, esa sesión de dolor lacerante, de palabras sorprendentes y secretas aunque para nada comprometedoras ni peligrosas, sencillamente eran dos amigos hablando mientras uno se dedicaba a una cosa y el otro a padecer lo que el primero hacía con un estoicismo asombrosos. Muchos debates, muchas palabras, conversaciones, deseos y delirios. Muchos mas proyectos que los de esa índole, ya no se pensaba en palabras sino en imágenes, algo que al buen y sádico caballero lo lleno de ilusión y alegría. Ya veía símbolos tatuados en la espalda d ella, la sangre corriendo por los cortados. , quizás algo en el hombro o quien sabe si entre sus bonitos, magníficos y potentes...ojos. Se sentía extasiado el buen caballero con todo eso pero no quería hacerse demasiadas ideas o tendrían que cambiar de postura para no incomodar a la dama. La sangre era el condimento especial pero el plato principal era el dolor.
Ese dolor lacerante, físico, que al igual que los desamores o los sentimientos, dejarían una cicatriz para siempre con esas letras que ellos disfrutaron, uno en escribirlas y otra en sentir como se las escribirían en esa piel blanca y suave, aromatizada con un dolor que emergía de su piel por varios días, que cada vez que se encontraban él no podía abrazarse a ella, aspirar el aroma de su piel, detectar el dolor y sonreír de gusto, de placer, ante un placer por pocos entendido y que él no tenía tiempo para explicar porque sabia que nadie lo entendería.
Así termina esta historia tan poco inventada pero muy imaginada.
domingo, 6 de noviembre de 2011
El incendio caprichoso
Lamían las llamas las paredes del castillo, era toda una catástrofe digna de retratar en miles de cuadros pues aunque trágico, también era una verdadera maravilla ver ese espectáculo de color y de luz que mataba la oscuridad de la noche de una forma mas que sobresaliente. El humo era asfixiante en su máxima expresión y ni una bocanada de aire fresco se podría dar cuando este entraba con sus lánguidas garras dentro de la garganta de quien se encontrara en su camino ayudado por el viento. La luna había rehuido de mirar ese espectáculo tan intenso y luminoso aunque las estrellas asomaban entre las nubes para alarmarse y preguntarse cuantos habían sobrevivido. Los habitantes de los pueblos adyacentes que se encontraban en las cercanías se encontraban extasiados por el sentimiento de ayudar a apagar las llamas, corriendo de un lado a otro recurriendo a cada pozo que se encontraba en las inmediaciones. Todo el servicio del castillo al completo estaban mas que locos intentando luchar contra las llamas que se ponían mas que insistentes en hacerse dueñas de esa construcción. Luchaban contra el calor sofocante, contra el humo impregnado en productos de todo tipo por culpa de ciertos laboratorios que se extendían a lo largo de toda la amplia construcción. Era infernal todo aquello, sencillamente infernal. las mujeres llamaban por sus hombres, los niños a sus madres y los hombres a sus familias, para que digan que los hombres piensan con la entrepierna.
Y un caballero buscaba con abierto desespero a su familia, a su mujer embarazada de pocos meses pero embarazada a fin de cuentas y a su hija. La armadura lo estaba abrasando por dentro y decidido se la quitó quedando a pecho descubierto. Un erudito del saber estaba llorando desconsolado por todo el saber que se estaba perdiendo y confiaba en que su aprendiz, que había corrido desoyendo su consejo de protegerse se fue directo a la biblioteca a salvar todo lo que sus delgados brazos podían salvar. El pobre chaval no saldría con mas de dos o tres libros pero saldría con toa la fortuna de los dioses de su parte. La servidumbre estaba mas que entregada a la extinción de las llamas. Un par de magos se habían unido invocando la mayor de las tormentas de lluvia con la que apagar las llamas. Sin embargo el denominador común a las preocupaciones de todos aquellos que se encontraban presentes. El señor del castillo. Donde se encontraba lo ignoraban pero temían que con su muerte terminara el esplendor de esa bella comarca que tan bien mantenida por la sabiduría y la justicia había estado.
Lo que ignoraban es que en los aposentos reales el señor de ese castillo ignoraba a su vez las llamas que devoraban en castillo a pesar de que el incendio se había iniciado en las dependencias de ese poderoso lord que tan buen juicio pretendía tener en todo momento. Las miradas con su amante eran cruentamente intensas, se devoraban mutuamente como las llamas al castillo. Sus cuerpos ardientes estaban siendo el final de esa estructura de la cual ya no dependían pues únicamente se refugiaban en los labios y los besos del otro. Se mordían con crueldad, se decían todo tipo de obscenidades y de bellas palabras, se lamían las heridas mutuamente de una forma tierna, casi maternal, se besaban con pasión y dejaban que el sudor los cubriera en medio de los poderosos gemidos que emitían sus gargantas cada vez que un éxtasis de intenso placer invadía cada fibra de su ser, llevándolos mas allá de ese castillo llameante, de ese infierno que antes era un cielo, un paraíso de prosperidad. En el punto álgido que siempre precedía a esa bajada de ritmo sus labios se unieron de nuevo en un largo e intenso beso que poco a poco fue dando paso una ternura imposible de concebir en ningún tipo de composición artística.
Y el incendio los cubrió pero no los mató pues ellos eran mas ardientes que el fuego y cuando todo se hubo apagado, cuando todo hubo terminado, los caballeros, revisando los escombros se acercaron a esa cama de sábanas negras, intactas, sin una sola mancha de hollín o quemadura que se pudiera apreciar pues ninguna había, descubriendo los cuerpos de su señor y la amante de este, llenos ambos de algún que otro arañazo echo por el contrario, pero sonrientes y mirándose un instante con la mas infinita ternura y a la vez el mas apasionado deseo. La cara de estupefacción de los caballeros era algo digno de retratar sí, y mas aun la indignación de algún que otro religioso pero sin embargo el erudito, el mas sabio y anciano de todos los presentes se dedicó a sonreír y sencillamente decir a los presentes.
-Estos chicos de hoy en día. -Y sin mas se dirigió a lo que quedaba de al biblioteca a hacer revisión de lo que se había perdido y de los destrozos causados por el incendio que esos dos amantes fogosos habían causado.
Y un caballero buscaba con abierto desespero a su familia, a su mujer embarazada de pocos meses pero embarazada a fin de cuentas y a su hija. La armadura lo estaba abrasando por dentro y decidido se la quitó quedando a pecho descubierto. Un erudito del saber estaba llorando desconsolado por todo el saber que se estaba perdiendo y confiaba en que su aprendiz, que había corrido desoyendo su consejo de protegerse se fue directo a la biblioteca a salvar todo lo que sus delgados brazos podían salvar. El pobre chaval no saldría con mas de dos o tres libros pero saldría con toa la fortuna de los dioses de su parte. La servidumbre estaba mas que entregada a la extinción de las llamas. Un par de magos se habían unido invocando la mayor de las tormentas de lluvia con la que apagar las llamas. Sin embargo el denominador común a las preocupaciones de todos aquellos que se encontraban presentes. El señor del castillo. Donde se encontraba lo ignoraban pero temían que con su muerte terminara el esplendor de esa bella comarca que tan bien mantenida por la sabiduría y la justicia había estado.
Lo que ignoraban es que en los aposentos reales el señor de ese castillo ignoraba a su vez las llamas que devoraban en castillo a pesar de que el incendio se había iniciado en las dependencias de ese poderoso lord que tan buen juicio pretendía tener en todo momento. Las miradas con su amante eran cruentamente intensas, se devoraban mutuamente como las llamas al castillo. Sus cuerpos ardientes estaban siendo el final de esa estructura de la cual ya no dependían pues únicamente se refugiaban en los labios y los besos del otro. Se mordían con crueldad, se decían todo tipo de obscenidades y de bellas palabras, se lamían las heridas mutuamente de una forma tierna, casi maternal, se besaban con pasión y dejaban que el sudor los cubriera en medio de los poderosos gemidos que emitían sus gargantas cada vez que un éxtasis de intenso placer invadía cada fibra de su ser, llevándolos mas allá de ese castillo llameante, de ese infierno que antes era un cielo, un paraíso de prosperidad. En el punto álgido que siempre precedía a esa bajada de ritmo sus labios se unieron de nuevo en un largo e intenso beso que poco a poco fue dando paso una ternura imposible de concebir en ningún tipo de composición artística.
Y el incendio los cubrió pero no los mató pues ellos eran mas ardientes que el fuego y cuando todo se hubo apagado, cuando todo hubo terminado, los caballeros, revisando los escombros se acercaron a esa cama de sábanas negras, intactas, sin una sola mancha de hollín o quemadura que se pudiera apreciar pues ninguna había, descubriendo los cuerpos de su señor y la amante de este, llenos ambos de algún que otro arañazo echo por el contrario, pero sonrientes y mirándose un instante con la mas infinita ternura y a la vez el mas apasionado deseo. La cara de estupefacción de los caballeros era algo digno de retratar sí, y mas aun la indignación de algún que otro religioso pero sin embargo el erudito, el mas sabio y anciano de todos los presentes se dedicó a sonreír y sencillamente decir a los presentes.
-Estos chicos de hoy en día. -Y sin mas se dirigió a lo que quedaba de al biblioteca a hacer revisión de lo que se había perdido y de los destrozos causados por el incendio que esos dos amantes fogosos habían causado.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Todo se cumplirá
Por sus labios se desparramaba una sonrisa de arrogancia que le coronaba un rostro afilado y lleno de simpatía hacia todo lo que fuera inherente a la maldad. En su cuerpo se perfilaba el cuerpo de una deidad llena de pecado, que propagaba este mismo por el mundo hasta llegar al mas íntimo roncón del alma de cualquier hombre o mujer. Caminaba seguro por todo el lugar mirando a uno y otro lado, dejando entrever una sonrisa arrebatadora que podía perder en la mas intensa locura a mas de una despistada criatura que se cruzara en su camino o si peor aun en el camino de sus caprichos. Manos seguras y fuertes cuyos pulgares se metían en el cinturón eran las herramientas de tortura y de conquista de ese ser que por hedonismo puro solamente se entregaba a los placeres que se le vinieran a la mente. No había plan que no se le hubiera pasado ya por la mente y eso que sus años eran pocos pero mucha su imaginación. Nadie escapaba a su mirada, a sus ojos de un color indefinido, a la suavidad de su piel también indefinible en una comparación con un material mas electrizante. Sentía las miradas, olía las envidias, excitaba los sentidos, lamía las intimidades y mordía los egos con una fuerza y una entrega que nadie podría anotar en su haber como algo plenamente humano. Paseaba ese personaje por unas calles de la ciudad sin nombre, por las avenidas de un lugar decadente pero lleno de actividad que solamente resucitaba en luz cuando eran las farolas las guardianas de esa urbe tan llena de miles de pecados.
Sus pasos apenas podía despertar una mínima sospecha de lo que circulaba por su mente y muchas de las personas con las que se cruzaba a veces ni lo miraban pero era una sensación extraña la que les recorría cuando pasaba este ser abyecto a su lado. nada les hacía suponer que prontamente escogería a una víctima, la que mas se le viniera en gana y que poco a poco la estaría atrapando en la intimidad de un apartamento, en la casa de ella o quizás en algún callejón oscuro. Las manías de sus caprichos a veces eran tales que muchas veces debía de evadirse rápido antes de que descubrieran el cadáver pero esa noche algo le decía que no iba a ser tan drástico en la aplicación de sus artes amatorias. Se dirigió hacia el centro de la ciudad, hacia el centro de ese pecado hecho con casas que desde el cielo parecía tener forma de estrella invocadora del mal. Sencillamente entró en el primer sitio que le llamó la atención y miró analíticamente pero sin dejarse llevar por la frialdad y si por la excitación, el panorama del lugar.
Ante él se extendía un infierno lleno de pecados y maldades varias, todas ellas relacionadas con los pecados mas antiguos del mundo, en donde la carne era consumida por miles de vías y de miles de formas. En donde no se podía dar un paso sin escuchar un gemido de dolor y placer entremezclados en una gran sala ricamente decorada pero semi-oscura. Quién habrá de ser el dueño de todo esto, se preguntaba ese ser oscuro sediento de placeres que muy pocas estarían dispuestos a concederles. Continuó caminando buscando la típica barra con el camarero que le serviría quien sabe que bebida de lo mas insulsa y seguramente ya probada. En nada se parecía ese local tan amplio a un bar o un pub o una discoteca, ni siquiera a una orgía, pues sobrepasaba los limites tan vacuos de esta con mucha diferencia. Ante sus ojos había toda la expresión del pecado y el deseo posibles. Veía escenas de homosexualidad tanto masculina como femenina (algo que ese ser no consideraba pecado pero si incitante a el), pederastia, necrofilia, zoofilia. Vio a diosas de negros ojos sometiendo a sus deseos a pobres mortales que sumisamente aceptaban su papel como seres inferiores, vio actos de crueldad que siempre terminaban en el mas intenso orgasmo por parte de ambos integrantes del acto. En su mente se reproducía una escena totalmente sucía y llena de lubricidad, como imponiéndose a si mismo el reto de no encontrar lo que piensa, pero siempre esa idea surgía como por arte de magia ante sus narices. Debía hablar con el dueño de todo ese lugar.
Avanzó contemplando y excitándose ante miles de rituales paganos y de formas de expresar adoración al placer en sus mas repulsivas formas. Miraba con impresión a las esclavas que se ofrecían abiertamente a satisfacer las necesidades, caprichos y deseos de una forma totalmente entregada, como si en su alma no hubiera mas deber que el de llevar a cabo miles de soeces y brutales acciones. En su afán de experimentar se dejó seducir por una pareja de diosas que se entregaban y lo miraban con ansias de que se uniera a su pequeño mundo de placeres, pero antes debía de encontrar al dueño de ese lugar, debía de felicitarlo o de saber como se podía llevar a cabo toda esa orgía de muerte, sexo, sangre, y miles de elementos mas que solamente de pensarlo producían estremecimientos y repulsión a cualquier ser humano que se precie de si mismo mínimamente. Siguió avanzando a través de los cuerpos bellos y feos, jóvenes y viejos, lamentablemente débiles o extrarodinariamente fuertes. Otro detalle en el que no reparó hasta el momento, algo difícil teniendo en cuenta la escena.
No había música de ningún tipo mas no tardó en darse cuenta de que era imposible cualquier tipo de melodía, el desarrollo de los acontecimientos era una melodía en sí. Los gritos de placentero dolor, los lamentos, las súplicas de piedad por parte de los esclavos y las víctimas de viejos verdes o de asesinos, eran todo un regalo a los oídos del recién llegado, no tardó tampoco en darse cuenta de que no tardaría mucho en caer en la tentación. Sin mediar palabra, una dama se acercó a él y poco a poco fueron pegándose sus cuerpos. la hipnosis no era nada en comparación al acto de abierta doblegación de la voluntad que esa mujer podría causar en cualquier hombre, mas este oscuro caballero solamente se dejó guiar hasta una sala totalmente vacía en la que solo un hombre estaba sentado en una silla extraña que pronto descubrió que era un trono. Una sonrisa de complicidad se extendió por su rostro, como si fueran conocidos de toda la vida. Antes de que el recién llegado pudiera preguntar nada, el que se encontraba sentado en e trono (que era un calco de el mismo) se levantó
-Ahora que me ves, sabes quien soy, me reconoces y aceptas, eso lo se, y aun así dudas de al integridad de ti mismo, de tal manera que el trato es el siguiente. Nadie te echará en falta pues tu nunca has tenido en cuenta a nadie para tus propios deseos. Tu sencilla forma de ser es algo que nos vendría muy bien aquí, y como has podido ver, se cumplirían todos tus oscuros deseos. Cada ser que tienes delante de tí caerá rendido a tus pies y sencillamente serás dueño de todo lo que desees tener. Solo debes pagar con...
Se adelantó el seducido integrante de ese particular establecimiento
-...mi alma.
Sus pasos apenas podía despertar una mínima sospecha de lo que circulaba por su mente y muchas de las personas con las que se cruzaba a veces ni lo miraban pero era una sensación extraña la que les recorría cuando pasaba este ser abyecto a su lado. nada les hacía suponer que prontamente escogería a una víctima, la que mas se le viniera en gana y que poco a poco la estaría atrapando en la intimidad de un apartamento, en la casa de ella o quizás en algún callejón oscuro. Las manías de sus caprichos a veces eran tales que muchas veces debía de evadirse rápido antes de que descubrieran el cadáver pero esa noche algo le decía que no iba a ser tan drástico en la aplicación de sus artes amatorias. Se dirigió hacia el centro de la ciudad, hacia el centro de ese pecado hecho con casas que desde el cielo parecía tener forma de estrella invocadora del mal. Sencillamente entró en el primer sitio que le llamó la atención y miró analíticamente pero sin dejarse llevar por la frialdad y si por la excitación, el panorama del lugar.
Ante él se extendía un infierno lleno de pecados y maldades varias, todas ellas relacionadas con los pecados mas antiguos del mundo, en donde la carne era consumida por miles de vías y de miles de formas. En donde no se podía dar un paso sin escuchar un gemido de dolor y placer entremezclados en una gran sala ricamente decorada pero semi-oscura. Quién habrá de ser el dueño de todo esto, se preguntaba ese ser oscuro sediento de placeres que muy pocas estarían dispuestos a concederles. Continuó caminando buscando la típica barra con el camarero que le serviría quien sabe que bebida de lo mas insulsa y seguramente ya probada. En nada se parecía ese local tan amplio a un bar o un pub o una discoteca, ni siquiera a una orgía, pues sobrepasaba los limites tan vacuos de esta con mucha diferencia. Ante sus ojos había toda la expresión del pecado y el deseo posibles. Veía escenas de homosexualidad tanto masculina como femenina (algo que ese ser no consideraba pecado pero si incitante a el), pederastia, necrofilia, zoofilia. Vio a diosas de negros ojos sometiendo a sus deseos a pobres mortales que sumisamente aceptaban su papel como seres inferiores, vio actos de crueldad que siempre terminaban en el mas intenso orgasmo por parte de ambos integrantes del acto. En su mente se reproducía una escena totalmente sucía y llena de lubricidad, como imponiéndose a si mismo el reto de no encontrar lo que piensa, pero siempre esa idea surgía como por arte de magia ante sus narices. Debía hablar con el dueño de todo ese lugar.
Avanzó contemplando y excitándose ante miles de rituales paganos y de formas de expresar adoración al placer en sus mas repulsivas formas. Miraba con impresión a las esclavas que se ofrecían abiertamente a satisfacer las necesidades, caprichos y deseos de una forma totalmente entregada, como si en su alma no hubiera mas deber que el de llevar a cabo miles de soeces y brutales acciones. En su afán de experimentar se dejó seducir por una pareja de diosas que se entregaban y lo miraban con ansias de que se uniera a su pequeño mundo de placeres, pero antes debía de encontrar al dueño de ese lugar, debía de felicitarlo o de saber como se podía llevar a cabo toda esa orgía de muerte, sexo, sangre, y miles de elementos mas que solamente de pensarlo producían estremecimientos y repulsión a cualquier ser humano que se precie de si mismo mínimamente. Siguió avanzando a través de los cuerpos bellos y feos, jóvenes y viejos, lamentablemente débiles o extrarodinariamente fuertes. Otro detalle en el que no reparó hasta el momento, algo difícil teniendo en cuenta la escena.
No había música de ningún tipo mas no tardó en darse cuenta de que era imposible cualquier tipo de melodía, el desarrollo de los acontecimientos era una melodía en sí. Los gritos de placentero dolor, los lamentos, las súplicas de piedad por parte de los esclavos y las víctimas de viejos verdes o de asesinos, eran todo un regalo a los oídos del recién llegado, no tardó tampoco en darse cuenta de que no tardaría mucho en caer en la tentación. Sin mediar palabra, una dama se acercó a él y poco a poco fueron pegándose sus cuerpos. la hipnosis no era nada en comparación al acto de abierta doblegación de la voluntad que esa mujer podría causar en cualquier hombre, mas este oscuro caballero solamente se dejó guiar hasta una sala totalmente vacía en la que solo un hombre estaba sentado en una silla extraña que pronto descubrió que era un trono. Una sonrisa de complicidad se extendió por su rostro, como si fueran conocidos de toda la vida. Antes de que el recién llegado pudiera preguntar nada, el que se encontraba sentado en e trono (que era un calco de el mismo) se levantó
-Ahora que me ves, sabes quien soy, me reconoces y aceptas, eso lo se, y aun así dudas de al integridad de ti mismo, de tal manera que el trato es el siguiente. Nadie te echará en falta pues tu nunca has tenido en cuenta a nadie para tus propios deseos. Tu sencilla forma de ser es algo que nos vendría muy bien aquí, y como has podido ver, se cumplirían todos tus oscuros deseos. Cada ser que tienes delante de tí caerá rendido a tus pies y sencillamente serás dueño de todo lo que desees tener. Solo debes pagar con...
Se adelantó el seducido integrante de ese particular establecimiento
-...mi alma.
martes, 1 de noviembre de 2011
El amante depredador
Dos ojos marrones paseaban la vista por el callejón, nerviosos ante cualquier sonido que pudiera alertar al resto de sentidos e hiciera dirigir la atención hacia ese punto de sospechas y de temores. El aliento entrecortado estaba mas que impregnado en temor y en una sensación de desasosiego que no había experimentado desde hacía mucho. Poco a poco sus pasos fueron caminando de forma rápida hasta el final de esta callejuela que Era mas que depósito de basuras pero también un oportuno atajo para llegar pronto a casa. Sus ropas estaban medianamente puestas después de la intensa noche de locura que había vivido su cuerpo y en especial algunas partes de su anatomía. Una mano fina se fe al cuello y palpó la pequeña herida, esos dos pequeños orificios. Una sonrisa inconsciente asomó a sus bellos labios, suaves como el terciopelo, una sonrisa llena de regocijo y de una diversión que solamente ella podría llegar a entender. Muchos la mirarían raro cuando llegara a casa o al trabajo al día siguiente pero los recuerdos la atenazaban con fuerza. No eran recuerdos para nada desagradables. Al contrario.
Recordaba cada detalle. El largo camino hasta ese lugar tan sombrío que le hacía estremecer. Las pinturas de escenas sanguinarias que la hacían estremecer aun mas. La bandera roja, blanca y negra que había visto hondeando en lo mas alto de ese mástil en el que se encontraba una punta al extremo mas alto y que estaba manchada de algo rojo. El aliento y la mirada desencajados que se le puso cuando entrando vio los tapices de miles de luchas perdidas en el tiempo y el espacio en lugares que sus ojos ni oídos jamás habían escuchado. Detalle al máximo en las muertes y en los íntimos detalles de otros tapices que narraban encuentros entre animales y entre personas, entre difuntos y entre los vivos. Recordaba el aroma de esos pasillos que poco a poco iba recorriendo siguiendo la voz de sus instintos animales y rechazando los consejos de su sentido común y de supervivencia. Camina, camina hasta lo mas hondo y después sumérgete en todo lo que te ofrezcan, le decían los instintos animales. No vayas, no des un paso mas, le decía el sentido común, ahí hay muerte y pecado. Pero algo le decía que debía de seguir caminando, no sabía el que y no eran tampoco sus instintos animales. A medida que iba avanzando una presión se fue instalando en su vientre y no tardó en soltar un leve suspiro cuando descubrió en su mente que las imágenes de su cabeza no eran suyas. Algo se las estaba induciendo.
Temor y deseo en sus pasos, en su forma de caminar, algo que al criatura que habitaba esas paredes estaba esperando a oír. Nada escapaba a su oído ni a su olfato. Pero no perdería la paciencia, poco faltaba para ser encontrado y de paso poco faltaba para poder afianzarse a esa presa que tanto tiempo llevaba esperando a que cayera voluntariamente en su trampa. Una sonrisa desdeñosa y arrogante se poso en sus labios. Sencillamente esperó a que ella siguiera avanzando a que las sensaciones se fueran acumulando en su interior y que los suspiros dieran paso a los jadeos y poco a poco a la incapacidad de poder dar un paso sin sentir una intensa oleada de placer que al recorría y la estremecía. Los labios en su cuello la acosaban, labios invisibles que la hacía dejar un pequeño suspiro en el aire y poco a poco fueron volviéndose mas audaces pues parecía que al ropa no era obstáculo para esos labios fantasmales que atravesaban la piel poco a poco. La saliva ya apenas podía pasar por la garganta. El anfitrión de esa morada llena de pecado y lujuria en el ambiente estaba regocijándose de lo lindo en el placer de su víctima que prontamente abrió la puerta y lo miró a los ojos.
Ella y él se miraron y todo sucedió demasiado rápido pues al momentos los cuerpos estaban desnudos y el sudor los atenazaba. Unas manos ávidas de placer recorrían la piel de esa mujer de cuerpo divino que podría esclavizar con un solo movimiento de caderas a quien quisiera. Los labios recorrían el cuello con insistencia, buscando con deseo ese río azul sensualmente palpitante que recorría ese cuello con deseo y con placer, queriéndole ofrecer las sensaciones que ningún otro hombre y criatura podría ofrecerle a esa diosa disfrazada de sencilla humana. Dos colmillos destellaban en la noche y seguidamente un grito de dolor y placer escondido se hizo patente en ese lugar lleno de placeres inagotables. La sangre fluía mientras el la tomaba por las caderas y la hostigaba una y otra vez, empujando todo el placer que ella deseaba expulsar por su centro de poder con la ayuda de su virilidad y su excitación sin poder evitar que los fluidos de ambos se iban mezclando, esas esencias ardientes que enloquecían al otro. Los pechos que llenaban la mano pero no la desbordaban dejaban paso libre a esa lengua lasciva cuando ella se entregó plenamente a los besos y caricias de ese amante que la llevaban esperando bastante tiempo. El sexo mas salvaje y la sangre se fueron mezclando de forma compulsiva y salvaje a lo largo de esa noche que poco a poco se iba cerniéndose sobre sus cabezas. Cuando el primero de muchos orgasmos los sacudió todos los lobos se pusieron a aullar desaforadamente. La sed y las ansias de placer los estaban enloqueciendo en cada caricia y era un sin parar, un circulo vicioso lleno de ese mismo vicio y de la búsqueda de una frontera que traspasar una y otra vez.
La cercanía a un orgasmo la sacudió cuando se encontraba casi regresando a casa pero no pudo evitar escuchar una voz que la impulso a mirar atrás y antes de que esto se llevara a cabo su cuerpo estaba contra una pared y ese cuerpo, esas manos y esa voz tan conocidas, les sondeaban la mente y el cuerpo con impúdica y lúbrica maldad, deshaciéndose de la ropa de ella. un susurro llego a sus oídos
-Quiero mas...- Ella accedíó levantando levemente las caderas y dejando ver claramente como su esencia se derramaba por su ropa interior a la espera de que la violaran tan deliciosamente.
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