sábado, 12 de noviembre de 2011

Noche dolorosa

Su majestad la noche se presentaba una vez mas sobre las cabezas de sus siervos y en medio de un manto de estrellas la oscuridad todo lo devoraba. Era una noche fría de tantas otra en invierno pero carente de nubes y la vista era bella como el rostro de la diosa Caronte. Ahí estaban sentados tranquilamente dos buenos amigos, un caballero de dudosa reputación con muchos conflictos interiores y una dama de bello y elegante porte, largas piernas y bellos ojos negros que se había prestado, en un arranque de originalidad a llevar un proyecto largamente esperado. Recostados se encontraban estos dos individuos de curiosa mentalidad, ella sobre el pecho de él. Les unía una extraña hermandad que el caballero pervertía en su interior cada vez que podía siempre desde el respeto y por así decirlo la ternura y la amistad. No eran muy precisas las palabras salvo cuando el dolor entrecortaba la voz de la dama de bonitos ojos negros al sentir el filo de la cuchillas desgarrar la piel de su brazo. Los brazos del buen samaritano se ciñeron en su cintura y se deleito de forma mas que visible con el aroma de la piel de su cuello una ultima vez antes de que esta se impregnara en el afrodisíaco dolor de su querida y lejana pariente no consanguinea. 


Las miradas se encontraban y tranquilamente divagaba el buen hombre ignorando los pensamientos, sin dejar de llevar a cabo el deber que tenía por delante. Lentamente movía el filo, a veces de forma tan tortuosamente profunda y lenta que los gritos de dolor eran inevitables. Pero la resistencia de la dama era admirable y a veces se permitía alargar la conversación o rebatir los argumentos sobre si mismo de forma muy elocuente. A veces era la mirada de rabia y odio por sus auto-torturas lo que el hacía convencerse al buen hombre de sanguinarias parafilías que ella no estaba de acuerdo y entonces una sonrisa asomaba en sus labios y sentía y pensaba cuanto la quería y la estimaba no solo por prestarse a semejante y hedonista deseo sino porque siempre que se veía en la capacidad de argumentar lo hacía de una forma muy coherente y de lo mas elegante. Los trazos fueron sucediéndose lentamente. Primero una ´´T´´ en dos trazos, uno lento y el otro rápido para que el dolor le golpeara de lleno. Esto hacía pensar al caballero que se había iniciado un peregrinaje a través de las sensaciones que poco podría tener que ver con la sanidad mental o los placeres de la lujuria y los pecados capitales. Eso era puro y sencillo sadismo. Y aun así, con el consentimiento y disfrute de ambos, él se sentía un monstruo. Mas no ponía mucho de su parte para curar sus trastornos y al fin parece que alguien disfrutaba al igual que el de sus tormentos interiores. 


la sangre se iba derramando y su aroma se mezclaba con el dolor físico que emanaba la piel de ella. La nariz viajaba por su cuello aspirando, embriagándose de los aromas que le regalaba su querida hermana, pues eso eran o así se veían por ciertos motivos relacionados con la madre de él que no van a explicarse. las sensaciones de dolor que ella estaba transmitiéndole eran tan deliciosas que su cuerpo reaccionaba por momentos en contra de su voluntad. las palabras se sucedían, y a medida que corría la sangre también corrían los diversos argumentos para alejar de la mente de él que fuera una mala persona y también para conocer mejor el interior de ella. Cierto era que ese dolor no era mas que puro dolor físico anestesiado por un lazo de comprensión mutua y de amistad que pocas veces se había experimentado en los corazones de los sencillos humanos. La sonrisa sádica del oscuro y sádico caballero era un mensaje de ´´gracias por esto me haces sentir casi casi casi casi feliz´´. No eran necesarias las palabras. Bueno en realidad sí ya que el caballero de negro corazón encontraba un secreto placer en la voz entrecortada por el dolor de la dama y eso le hacía sonreír mas de lo que ya estaba sonriendo. Encontraba una oscura diversión al posar los labios en el cuello de ella mientras hacia un trazo mas en ese mensaje que ella tendría por siempre grabado en la piel y notar como los gritos de dolor eran contenidos a duras penas. Era todo tan delicioso. Entre letra y letra siempre había paso para saciarse la sed con un poco de la sangre que estaba derramando ese elegante y fuerte brazo. 


El sabor fuerte de la sangre le llenaba de sensaciones pero mas intenso y mas adictivo era el dolor que aspiraba desde hace tiempo el olfato de ese hombre embelesado por el dolor de la dama. Sus lagrimas corrían ya por sus mejillas y el sabor salado de estas eran un ingrediente perfecto para aderezarlo con la sangre y con el dolor. Unas veces buscaba el dolor lento que se acumulaba pasando el bisturí muy poco a poco por la piel, otras veces era rápido y preciso y se quedaba quieto deleitándose con el dolor de ella.De nuevo un descanso, un poco de sangre, el sudor corriendo por la frente de ella, su rostro pálido por la falta de sangre y el rostro desencajado pro el dolor físico y no por el espiritual la hacía mas bella ante los ojos de ese ser abyecto lleno de oscuridad y a la vez de deseos de paz y bien para el mundo y sobretodo para la gente que le importa.


Durante unos días se estuvo dando ese espectáculo, esa sesión de dolor lacerante, de palabras sorprendentes y secretas aunque para nada comprometedoras ni peligrosas, sencillamente eran dos amigos hablando mientras uno se dedicaba a una cosa y el otro a padecer lo que el primero hacía con un estoicismo asombrosos. Muchos debates, muchas palabras, conversaciones, deseos y delirios. Muchos mas proyectos que los de esa índole, ya no se pensaba en palabras sino en imágenes, algo que al buen y sádico caballero lo lleno de ilusión y alegría. Ya veía símbolos tatuados en la espalda d ella, la sangre corriendo por los cortados. , quizás algo en el hombro o quien sabe si entre sus bonitos, magníficos y potentes...ojos. Se sentía extasiado el buen caballero con todo eso pero no quería hacerse demasiadas ideas o tendrían que cambiar de postura para no incomodar a la dama. La sangre era el condimento especial pero el plato principal era el dolor. 


Ese dolor lacerante, físico, que al igual que los desamores o los sentimientos, dejarían una cicatriz para siempre con esas letras que ellos disfrutaron, uno en escribirlas y otra en sentir como se las escribirían en esa piel blanca y suave, aromatizada con un dolor que emergía de su piel por varios días, que cada vez que se encontraban él no podía abrazarse a ella, aspirar el aroma de su piel, detectar el dolor y sonreír de gusto, de placer, ante un placer por pocos entendido y que él no tenía tiempo para explicar porque sabia que nadie lo entendería. 


Así termina esta historia tan poco inventada pero muy imaginada.

1 comentario:

  1. Sin duda el comentario mas vacío que se pueda depositar en un blogg y todo por el mero afán de conseguir a incautos que se crean que muestras interés por ello. Te felicito.

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