jueves, 11 de agosto de 2011
Guerra, Amor, Pasión y Lujuria
De sus labios surgía el deseo mutuo que se profesaban esas dos almas encaminadas a consumirse de forma eterna en medio de sus cantos de placer. En cada roce hacían todo lo posible por hacer sentir al otro, por expresarle una palabra que no tenía una clara pronunciación, que solamente reiteraba las intenciones del uno hacia el otro de imponer deseos y de rendirse al otro. Ella Se acercaba lentamente a él se posaba encima de él dejando muy cerca la una de la otra esos centros de poder que podían ejercer el uno sobre e otro las mas deliciosas sensaciones. lentamente , con una sonrisa que demostraba gran picardia, susurraba ardientes y deseadas palabras en el oído de él, vertía en su mente el dulce veneno de la lujuria y sin compasión unos labios suaves y carnosos empezaban a recorrer un espacio infinitamente finito, a los largo de una camino que para él suponía un rosario de sufrimiento. Los olfatos detectaban las esencias pecaminosas que los rodeaban pero también esa dulzura y la ternura que se expresa al desear hacer las cosas bien hechas. Inflamados en deseo, las manos nudosas del dios de la guerra acariciaba con deseo, con ansias de conquista el cuerpo de su amante, también llamada por unos Amor y por otros Pasión, a veces sencillamente Lujuria. Sus ropajes, los de Lujuria eran finos, delicados, casi podrían romperse o desgarrarse con soplar sobre ellos y las manos de la guerra no eran buenas para mantener a salvo esos tejidos que obstaculizaban los portentosos senos y caderas de Amor, Pasión y Lujuria. la lenta tortura continuaba mientras los labios de Pasión recorrían con sádica lentitud el cuello de ese dios hambriento de pasión y deseoso de saciar sus mas bajos instintos. Una mirada felina se encontró con dos pozos de negra ira, de negro poder en los campos de batalla. No se pudieron haber estremecido de forma mas notoria, Ella siendo devorada por un poder casi tan intenso como el sol y él deseando hacerla suya con algo que no fueran forzados movimientos de cadera.
Lentamente ella dejó caer sus sedas y unos senos que antes se insinuaban sin mucha ocultación quedaron desprovistos de forma lenta por sus protectoras de fina tela. Unas manos fuertes, capaces de romper montañas y de seducir con la delicadeza de las plumas de ángel recorrieron esas caderas que lentamente se frotaban causando la turbación de algo mas que el deseo, dejando despertar sensaciones externas de querer hacer a su dueña y esclava suya por siempre. En el momento en que esas manos asesinas rozaron sus senos, la mas cálida sensación se instalo a lo largo y ancho de un vientre plano de mujer y poco a poco se fue extendiendo por su cuerpo, enardeciendo a su piel como si de tropas en busca de guerra se tratara. Los ojos felinos eran salvajes, como las guerras que los pueblos de la antigüedad se vieron forzados a representar de forma despótica y cruel. pero estaba vez no había odios no ambiciones, solamente deseos de complacerse hasta el punto de poder expresarse nada mas que con besos los deseos de cada uno. los roces seguían siendo el arma de ella para poderlo dominar y poderse entregar a él. las caricias de él recorrían por entero el cuerpo de ella, como las legiones recorren el territorio en busca de todos los posibles accesos para un ataque. Era tal el deseo que había entre ellos que ahí por donde perezosamente las manos de ella pasaban, la armadura forjada en los hornos del infierno se deshizo, el cuero y los acolchamientos se quemaron, sin dejar siquiera las cenizas. En igualdad de condiciones un baile se inició y prosiguió por toda la noche. Los besos de Amor, Pasión y Lujuria eran delicioso, encabritaban el cuerpo de cualquiera, lo hacían esclavo del deseo pero ese día nadie iba a conquistar a nadie. Guerra no podía por menos que sentirse como un joven inexperto, algo que causó una ternura nunca vista en esa diosa y esa diosa, sintiéndose desnuda en su interior por ese dios no pudo evitar sonrojarse. Cálidamente las manos de ella rozaban el pecho de él y las manos de él los bellos y perfectos senos de ella, llenándose las manos con regocijo. No había duda en sus miradas, para ellos, el otro era perfecto para el uno.
Las danzas los llevaron a todo tipo de acciones de dominio y de sumisión. Unas veces ella señora de la Guerra, capaz de sembrar caos hasta en las mas remotas tierras con solamente un suspiro de su amante el dios de la Guerra, y a continuación la Guerra conquistaba al deseo, haciéndola esclava de sus manos, de us caricias y lentos movimientos en un monte sediento, manantial de calor y de fogosas danzas para atrapar a ese deseado invasor. Las miradas se encontraban constantemente mientras la celebración de su encuentro se festejaba por el mundo entero y los guerreros y las mujeres se entregaba ciegamente a placeres inmensos jamás descritos. Una explosión se provocó en los interiores de ellas y ellos cuando al final con un sencillo suspiro por parte de ambos dioses, el clímax llegó a sus cuerpos y las miradas se encontraron para nunca separarse
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