Golpeaba el metal con la ira de los dioses pero no era mas que un humano que tenía una sola efigie en la cabeza. Las tenazas asían con firmeza la pieza de metal, larga y esbelta que que era la futura espada y para ello estaba poniendo cada gota de sudor son mas ni mas que la cara del hombre para el cual estaba destinado esa espada. Tendría que ser afilada, acorde a las características que ese hombre reclamaba para con la forma de su carácter. Toda la noche y todo el día le dedicaba el herrero a la espada que estaba forjando y así es como doblaba el mental y después lo volvía a golpear para librarlo de toda impureza. Los mas sabios del lugar no frecuentaban mucho esa herrería que últimamente estaba vacía de clientes pues él ya no atendía a nadie. Había cerrado a toda petición y nada le ponía de buena gana o le fomentaba la buena voluntad en el espíritu. El sudor caía en la hoja y la impregnaba de algo que mas tarde la fortalecería. Los golpes no paraban de caer sobre esa hoja y cundo el hierro calentaba iba a la tienda cercana para comprar mas materiales con los cuales haría una empuñadura de oro y diamantes. El encargo era urgente y la verdad no quería malgastar el tiempo por lo que había encargado a un orfebre con unas instrucciones previas que se la hiciera a la medida y semejanza de como era su deseo. Cuando el orfebre terminó fue a entregarle la empuñadura. nadie había salido a recibir el encargo había una nota y al lado unas monedas, mas que suficientes para pagar el encargo. En la nota una sencilla frase ´´tome el dinero y lárguese´´. El orfebre no lo dudó ni por un instante y puso pies en polvorosa para que esa persona prosiguiera con tan ardua tarea. Y los días pasaron hasta que alguien vino a la tienda. Era la esposa del herrero, una mujer de gran belleza a la que todos querían conquistar pero no se el acercaban pues temían ser asesinados por ese hombre que ahora estaba concentrado en la tarea de forzar una sencilla y simple espada.
-Amor, oh amor, llevas días con ese arduo trabajo y no se si estés bien.-Dijo con voz melodiosamente suave. Quizás esto podría ser lo único que detuviera los deberes del herrero pero este sabía que necesitaría tiempo para el encargo.- Vamos amor, vamos a la cama, amémonos toda la noche.- Y esto parece que hizo efecto ya que el herrero suspiró y se fue a la cama con su amada. Al día siguiente seguiría trabajando. Amó a su mujer pues, toda la noche, con una entrega total pero a momentos tenía la imagen del cliente en la cabeza, que le había hecho tan curioso encargo. y lo mas interesante de todo, sin haber usado una sola palabra.
Al día siguiente y durante las dos siguientes temporadas ya fuere de verano, invierno, otoño o primavera, la estación no tiene para nada relevancia, El herrero se dedicó a seguir forjando ese metal que ya estaba mas que golpeado y no podía dejar que nada mas se le añadiera porque de ser así la calidad de la futura espada decaería. y entonces vino un dios y le dijo que si quería darle calidad que debía de ser bañada la hoja en sangre. Y el herrero sin desconfiar para nada de ese ser divino le hizo caso y forjó la espada a la cual le colocó la empuñadura aun estando la hoja al rojo vivo y salio a la búsqueda de su cliente. Estuvo caminando dirigiéndose con paso lento y sin perder la espada de la garra de su mano en ningún momento. La lluvia caía por momentos y hacia salir siseos de la hoja que nunca perdía temperatura. nada detenía al herrero, todo el que se cruzaba en su camino salía corriendo pues su mirada destellaba con las brasas de la ira. Su lengua parecía consumida o cortada por las llamas del infierno que resplandecían en sus ojos. El poderosos torso aun reflejaba todo tipo de cicatrices en batallas y amoríos pasados sin dejar a un lado el sudor que era cambiado por el agua de lluvia. El solamente caminada con la espada mas afilada del mundo, que cortaba el mismo aire y que nadie mas la podía tocar salvo ese herrero que tenia las manos fuertes y nudosas.
Y es así que dio con su cliente al cual no dudó en dirigirse, este le miró el instante justo en que la hoja se le hundía en el corazón y el herrero disfrutó con osadía y con sadismo la muerte de ese maldito bastardo, el que había herido a una persona a la cual quería con gran parte de su corazón. Había una deliciosa pregunta en su mirada, un inaudible ´´¿por que?´´ salía de sus labios y este herrero de negra alma, consumido por la sed de venganza dijo tan solo.
-Si tan poderoso eres, tan cabrón y tan bien te ha tratado la sociedad, entonces toma la espada y véndela para comprar dos corazones: uno para ella, a la que destrozas con tu maldad y otro para ti, por el cual aprenderás a amar.- Y así es como se dio media vuelta y rodeado de una oscuridad que no se podía ver pero sí sentir, el herrero volvió a su casa, donde su mujer lo esperaba para hacer el amor.
Te lo dedico hijo de la gran perra para que sepas el final que te aguarda como sigas siendo así con ella
Impresionante relato querido, se me erizó la piel y todo.
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