sábado, 2 de abril de 2011
Maternidad lunar
Viaja la luna solitaria por el firmamento de los sueños de tantos soñadores. Mira alrededor de todas las extensiones de campos habitados por las plantas de los buenos granjeros que yacen contemplándola y recitándole alguna alabanza de buena suerte para sus viajes nocturnos por el firmamento. Se complace de escuchar a galantes poetas y caballeros encomendar sus plumas y sus espadas para que les de suerte en las batallas. Acepta de buen agrado las deliciosas copas de sangre que los cultistas de corte mas oscura le dedican en medio de entregas al placer y a la lubricidad de los cuerpos que se embriaga con el aroma de los vinos y las ambrosías, dedicándole cánticos de los que ninguna mente racional podría extraer el significado preciso. Los asesinos moran en busca de niños y mujeres a los que entregarse con sadismo y total dedicación en sus artes de la macabra tortura y corrupción de los cuerpos. Los labios de la luna destilan esa noche algo que alimenta todas esas almas oscuras, haciendo correr ríos de sangre por las calles y los campos, por las avenidas de lujos y por las afueras miserables y pobres de la villa y de la ciudad. Sus mortecinos caminares, lentos como el sufrimiento que esa noche nace de los corazones de muchos perdedores en las apuestas de todas sus ganancias y posesiones en casinos y tabernas donde los mas poderosos extorsionan a a los mas pobres, digo, sus caminares mortecinos inspiran también a muchas mujeres a acercarse con una sensualidad que roza lo pecaminoso para entregarse ya sea por mero placer o en la búsqueda de algo de dinero a los caprichos que los bajos instintos de los hombres y mujeres dictan. Malos esposos y maridos son víctimas de la hipnótica mirada de la luna, que los atrapa para embriagarlos con miles de placeres bajo la forma de un contoneo de caderas que haría estremecer al mismo satanás. Los ojos de un color pálido como la muerte, hija de la misma luna, se posan en todas sus victimas cada noche y disfruta de los miles de espectáculos de pecado que hacen que la noche sea refugio de miles de asesinatos, violaciones y miles de actos que no cabrían mencionar de tan horrendos que son en si mismos, tan horrendos que solo pensarlos ya tendría que ser condenable. Ante toda esa gala de horrores algo prevalece con la luz de la luna iluminándolos.
Dos amantes se entregan una noche mas a sus cometidos para con su pareja, el uno hacia el otro con toda la devoción del mundo, se lanzan para todo disfrute toda suerte de caricias y besos, roces lentos y suaves con sus labios, que prendidos en un fuego invisible fruto de la pasión, producen el destilado néctar del placer. Los malvados crímenes no tienen importancia para ellos y ningún asesino se va a interponer en esa entrega de los cuerpos que derraman la pasión mas ardiente, la pasión que hace quemar las almas hasta el punto de fundirlas y unirlas en toda una mezcolanza de emociones que como lluvia, cae a lo mas hondo de los terrenos salvajes, como salvajes son los besos que aparecen tras los tiernos y dulces. nada les interrumpiría como ya se dijo pues la luna, dejando de lado todos los espectáculos y los placeres del dolor la sangre y la lujuria, se enamoró de esos dos amantes y los acunó y protegió para que fueran felices por siempre.
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