sábado, 19 de febrero de 2011

Esperanza

La columnas de tropas avanzaban y el capitán miraba atentamente cada rostro en busca de la mínima señal de lo que fuera que pudiera hacerle perder las pocas probabilidades que tenía por poseer el mando de una columna y un batallón que podría venirse abajo en cualquier momento, Miles de leguas ya habían sido recorridas una tras otra y esos rostros no presagiaban mucha seguridad a la hora de combatir a pesar de que habían sobrevivido a las peores tormentas y habían escalado las mas escarpadas montañas, recorrido los mas espesos bosques y atravesado o vadeado los mas bravos ríos. Un suspiro de resignación se escapó de sus labios que no tardo en ocultar a la desmoralizada tropa. Todos tenían hambre, sueño, sed, enfermedades varias. Era un milagro que aun caminaran. De vez en cuando alguno se dejaba caer a un lado del camino y con toda seguridad no volvía a levantarse. Ahí se veía quienes tenían amigos, era lo único positivo de todo eso. Que los que tenían amigos eran sostenidos por estos y así tardaban en caer o quizás llegaran a su destino.


El no había hecho caso a todo lo que le dijeron sobre la tradición militar del país al que ahora mismo servía que le había pagado bien para entrenar a todos esos hombres que o estaban mirando de vez en cuando con la desesperación en el alma, impresa por todo ese tiempo y ese espacio recorrido a lo largo de tantos meses a la zaga de enemigos que destruir pues atentaban contra los intereses de la nación, reino, república o parlamento que le pagara por no mencionar los imperios y las dictaduras. Los miró atentamente adivinando cual sería el rostro que se revelaría, que lo traicionaría, el que diera el primer grito de desbandada o le asestara el primer golpe a las mentes de sus compañeros para que castigaran la dureza de ese capitán que los hacía recorrer un camino casi infinito hacia un destino desconocido. Con todo. el capitán se percato de que de vez en cuando parecía que los animales de la buena fortuna los acompañaba. En cierta ocasión unos cuantos ciervos se cruzaron en su camino lo que detuvo de puro asombro a la columna. En otra ocasión y contra todo pronóstico se encontraron un lago enorme, que no constaba en los mapas para nada y para mas fortuna aun el agua era dulce y estaba repleta de peces que los mantuvo alimentados al menos una semana. Pero a medida que avanzaban las provisiones se fueron terminando. El capitán estaba desesperado y fue con uno de los comandantes para consultarle.


-Comandante. que es lo que falla de todo este plan? Vale que llevamos muchas leguas, millas, kilómetros o como bien se diga en su país pero ciertamente no entiendo porque tienen esa cara de muertos... sin ofender por supuesto. -dijo con cierta disculpa en la mirada


El comandante que se encontraba a la cabeza junto a el de toda la columna era lo que en teoría se podría denominar un cadáver andante, no por la falta de alimento sino porque el era prácticamente eso y hasta se decía que en cierta ocasión había estado muerto y había resucitado a los 3 días como cierto personaje de una religión con la que había tenido contacto hace unos años. Lo miró el comandante con una cara de impasibilidad, como si lo que le preguntaran fuera de una estupidez totalmente obvia pero de sorpresa el capitán se encontró su dentadura blanca tras una sonrisa.


-Vamos a ver... ¿cuanto llevamos caminando? ¿cuanta distancia?  ¿cuando fue la ultima vez que comimos?  ¿y que bebimos? - preguntó con toda la tranquilidad del mundo, como si el capitán fuera tonto o al menos así se sentía este último ante las preguntas simples del comandante.


-Pues mucho tiempo, muchas meses, durante muchas leguas. lo ultimo que e comió fueron los peces y jurará que alguno con la excusa de la última montaña se ha comido los dedos, al menos un par. lo último que bebimos fue agua y la bebimos ayer, era de buena calidad.- Dijo el capitán con toda la simpleza del mundo aunque se sospechaba alguna salida que no esperara por parte del comandante.


-Bien,- dijo el comandante- de memoria no anda usted mal pero dígame ¿cual es el nombre de este batallón?- Sus sonrisa se acentuó levemente y lo miró esperando su respuesta que claramente no iba a llegar porque el capitán no había decidido nombre alguno para ese batallón de maleantes y a la vez buenas personas que estaban dándolo todo por la patria y por el amor que le profesaban a las personas que les esperaban en casa- Ya está usted gritando un nombre para este batallón con o no llegaremos a la batalla con lo que pueda lograrse de la moral.


-De acuerdo lo pensaré, cuando acampemos por supuesto ahora no tengo la mente para pensar porque ando mirando cada rostro en busca de posibles traidores. -Esto suscito la risa del comandante que lo miró divertido ante la última sospecha del capitán. -Que es tan gracioso?- preguntó con cierto tono de enfado pues se sentía como algún inexperto soldado raso de esos que andaban a la cola del batallón o como un cocinero del tres al cuarto.


-Nada nada- dijo- tu simplemente piensa el nombre y ya. - el silencio se hizo entre los dos


Esa noche los lobos cantaron para ellos y algún que otro cuervo hacía sus oscuras apuestas sobre quien caería mientras los fuegos eran encendidos y los hombres se ponían a intercambiar algunos comentarios, chistes o gracias para poder quitarse de la mente el desasosiego que suponía esa larga travesía para sus almas y sus cuerpos sobretodo. el capitán se paseaba entre ellos escuchando de forma discreta lo que comentaban. Unos intercambiaban bromas del pasado y otros se ponían a apostar en los dados o juegos diversos de los cuales las risas nunca cesaban. la atmósfera era sorprendentemente positiva y eso él lo podía oler en la distancia. Era como si la noche los relajara. el había tenido experiencia con muchos mas batallones, regimientos, comandancias, ministerios y demás y nunca había estado así de sorprendido ante la moral. Sin poderlo evitar por mas tiempo se acercó a uno de los grupos. Pensando que sería recibido con alguna que otra mirada hostil, por lo contrario cedieron un hueco amablemente y le pusieron en las manos un cuenco de sopa caliente y le miraron como si esperaran órdenes y con cierta amabilidad en algunas que otras ocasiones. 


-Me preguntaba... el nombre que darle a este batallón- le dijo a ese grupo de soldados que tan bien lo habían acogido en medio de ese reducido grupo homologo de los otros cientos de grupos dispersos por todo el campamento en esa noche de luna llena con el canto de los lobos mas cerca que nunca.- No soy bueno para los nombres lo admito y debemos tener un nombre que de fuerza a este ejército al que pertenecemos. 


-Yo creo que el mejor nombre es Esperanza-dijo un soldado al que tenían por una especie de filósofo y sabio entre el resto de hombres, al que siempre escuchaban. Batallón esperanza.- Ni Lobos Caníbales ni Santos Hermanos de la Guerra... Somos los últimos en perderse, somos firmes en nuestra forma de ser, de regirnos. Somos como la esperanza. Y la esperanza es lo último que se pierde. 


El capitán lo pensó tan solo ese par de segundos y decidió y caviló entre otros grupos que le acogieron siempre de una forma amable. Le habían explicado que ellos eran fervientes creyentes del karma, nunca se extralimitaban en nada y se dedicaban a obedecer a sus superiores y mandar a los cargos menores.


Y la mañana llegó y el Batallón Esperanza partió en busca de esa batalla a la que habían de acudir pronto entre canciones y risas de los hombres que ya tenían una identidad por la que luchar. 

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