Un dios, representado por si mismo como un ser lleno de una fuerza titánica, nada le puede parar en su incesante actividad en el interior de la tierra. Golpeando en su forja de forma constante los mejores metales que aquellos adoradores y trabajadores del metal le prodigan para que pueda crear las mejores armas posibles. Armas que serán usadas por los héroes mas aguerridos y sus hermanos y primos de la misma sangre, o su mismo creador, ahí en los cielos, esperando esa venganza de los titanes, que en el fondo del mar, custodiados por los peces de los dioses del mar se hallan. Su brazo sube y baja con la justicia en la mirada y la ira del fugo volcánico a partes iguales, ignorante de los dos ojos que le miran.
Los rugidos de la fragua son capaces de estremecer muchas partes del mundo y derrumbar todo a su paso con el poder de los dioses. Un torso surcado por las gotas de un sudor que es prácticamente inexistente y aun es lo único que le hace sentir ese sobresfuerzo que supone la forja. Ahí está ese dios del fuego y el hierro, con un determinación igual de férrea creando su siguiente obra perfecta, como todo lo que el crea. El mundo contempla y espera a ese arma haciéndose mil preguntas. será lanza? ¿será espada? ¿acaso arco? ¿que poderes tendrá? Seguro miles de adoradores estarán ofreciéndose en miles de sacrificios para ser los que porten ese arma en esa y otras vidas, ya que será un arma poderosa que alcance a superar a todas las demás.
Los ojos del dios se posan en toda esa colección de armas que ha creado, armas destinadas a héroes que con el paso del tiempo han vuelto a sus manos y un ligero gruñido de frustración se abre por sus labios sintiendo que el acero está ya templado para quizás en su momento llenar la amplia colección de brillantes y magnificas armas. En medio de esa soledad los pensamientos del herrero no se centran en otra cosa que o sea el poder y la destrucción que infundir a toda esa sucesión de arduos pasos que lo lleva a la templanza y transformación del hierro, el plomo y otros materiales imposibles de imaginar por el ser humano. Todos sus esfuerzos siempre son compensados por una nada que lo tiene cansado a cada instante que pasa. para él nada es mas gratificante que darle golpes al acero, casi como por un automatismo y sentir las caricias del calor en medio de ese infierno que muy pocos podrán soportar sin ser de casta de sangre dorada que son los dioses. Esas caricias de las llamas que le hacen sonreír, del acero fundido que era capaz de beber para mantener las energías en todo ese proceso.
Se concentró en su tarea arduamente, dando cada gota de ese sudor para destinarse a si mismo a ese arma que muchos calificarían como su mejor creación.
En medio de toda esa vorágine de esfuerzos sobrehumanos y siendo víctima de quizás un particular defecto que todo dios sufre (la impaciencia), un rugido salió de sus labios e inmediatamente esas caricias de la forja, de esas llamas que podían quemar el mundo, fueron sustituidas por las caricias de unas manos por las que muchos poetas darían la viada por sentir. y esos chorros de acero fundido que el podía beber, por unos labios que se posaron en los de el con esa presión justa para calmar sus temores. ella estaba trepada a su espalda y le había girando con toda delicadeza el rostro, como si en vez de un dios fuera ese niño que muy muy atrás fue. cuando el ser humano aun no era humano, solo era ser.
Los ojos de fuego que reflejaban la ira de esa forma, desaparecieron detrás de unos parpados que bajaban como símbolo de rendición ante esos labios que eran lo único que podía calmar sus ansias y la impaciencia que lo invadía de vez en cuando. La alegría lo invadió y en un rápido movimiento se la sentó en un hombro, acción que allá le hizo gritar y reír seguidamente por la diversión y la locura de ese amor suyo que tanto se entregaba a su trabajo. Ella se dedicó a acariciarle el cabello mientras a escasos centímetros de su cara el martillo pasaba silbando con una fuerza destructora que modelaba ese acero tan duro. Los susurros de ella llenaron los oídos de el, animándolo a que siguiera. El siguió y siguió golpeando mientras de vez en cuando los labios de el eran acariciados por los de ella, yes que la flexibilidad y elegancia de ella eran al envidia de todas las bailarinas humanas que le pedían dones para el baile.
Cuando se dio por satisfecho la obra fue metida en un cubo lleno de aceite lo que hizo despertar dragones de fuego de un letargo para que sacaran toda la viveza y temperatura abrazadora a ese objeto mágico que ya había sido terminado. Bajándola de su hombro y estando ella sonriente la miró y se sintió levemente sonrojado cuando le tendíó un bello colgante. Una cadena que cualquiera le diría oro pero era mucho mas que eso, El motivo principal era un corazón que mostraba dos letras.
K y D
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