miércoles, 25 de enero de 2012

Intervención

Cadencioso era ese paso, esos pequeño toques con los pies sobre la madera del escenario. Las palmas batían una y otra vez y los ojos no quitaban su mirada de la bella criatura que les deleitaba la vista y amenizaba su noche con ese espectáculo de movimiento de caderas y notas que trascendían mas allá del espacio y el tiempo. Su cintura fina, de delicado talle se movía a un ritmo que nublaba la vista en medio de un hipnótico baile lleno de una sensualidad y dedicación pocas veces vista. Y es que era tal su amor al baile que no solamente había atrapado la atención de sencillos hombres deseosos de ver a una buena bailarina sino que a su alrededor se concentraban las energías mas puras del mundo, buenas y malas. Las buenas danzaban a su alrededor girando y moviéndose como si fueran inesperadas compañeras de baile. La luz emitida por los ángeles y las ninfas estaba desbordando las cuencas oculares de todos esos espectadores a través de esa veleidosa figura central que solamente ponían la vista en ella, vestida con los ropajes mas bellos de las tierras de Arabia, una tierra de fuego y pasión. El color azul de su atuendo era como si la noche y el día estuvieran retornando, fusionándose el uno con el otro y los brillantes eran las estrellas, que se desparramaban a lo largo de su cuerpo, cubriendo con el nocturno manto las curvas y esa figura que las malas mujeres miraban con envidia. Las risas y el ánimo estaba a la orden del día hasta que el manto de la mas desesperante oscuridad se hizo presente. 

Vinieron demonios, seductores e informes, con intenciones carnales, malvadas, envidiosas, detestables y deleznables de llevar por el camino de la perdición a esa criatura que disfrutaba de una merecida noche de baile tras haber conquistado toda una temporada de esfuerzo a lograr lo mas importante, aquello por lo que ahora podría ayudar a otros, a los seres que sufrieran tormento dentro de su mente. Sus ojos eran la herramienta perfecta para dar la paz a los que la rodeaban y estaban inmersos en sus curvas unos y en su mirada otros. Ángeles y demonios se miraban unos a otros, pendientes, en medio de sutiles movimientos de que ese centro del universo no cayera en las manos incorrectas para sus planes. Cuan grande era la batalla que se iba a librar en medio de todo ese bello espectáculo de música, baile y fiesta. Los ojos de ella, cerrados para sentir mejor la música eran ignorantes de todo lo que se cernía sobre el mundo conocido y sobre tan delicada y sencilla pero a la vez deseada criatura. El movimiento de sus caderas y las manos, el agitar de su cabello, la sonrisa que se ponía en su rostro. Luz era todo ello, incluso cuando su cuerpo permanecía quieto. Que no era el caso pero era la verdad mas pura. Cuantas veces estáticamente, solamente mirando, había causado mas de una sensación de gloria en el fuero interno de muchos caballeros y nobles, de pobres y ricos. 

Las batallas mas terribles las libraban en los cielos los serafines y las dominaciones. Las seis alas blancas de los mas cercanos a Dios contra los siervos de Oiellet y de Rosier, reina de los súcubos, tentadoras criaturas que también tenían envidia de la belleza de aquella que estaba agitando al cielo, la tierra y el infierno por la sencilla posesión de su alma. Las alas se rompían y los lamentos de los ángeles caídos calaban mas allá del corazón de los hombres que nada tenían en mente mas que el poder contemplar a esa dama mientras almas y torturas se sucedían a la hora de hacerse presente en el cielo y el averno. Las mentes mas débiles se estaban nublando en los vapores de deseos oscuros que terminarían con el asesinato de algún inocente. Cuanto podría durar toda esa escena era algo que pronto se resolvería. Hicieron aparición las rosas azules, precedentes de la llegada de una entidad que muchos tachaban de ángel y otros de un ser débil y miserable. Sus alas negras hacían referencia a su querencia de oscuridad en su alma pero cierto era que muchas historias decían que a pesar de pretender resultar malo y oscuro no podría hacer mas que doblar la rodilla ante la criatura que causaba todo ese revuelo, la dama mas bella de ese y otros mundos, mas allá de las capacidades creadora de Dios, de la Virgen y de todo aquello capaz de crear algo bello, ni siquiera los poetas podrían imaginarse semejante gloria con cuerpo humano frente a sus rostros. Las alas eran acariciadas por todos los seres con los que se cruzaba, con una u otra intención pero él tenía su objetivo fijo. Nadie apartaría su mirada de ella y mucho menos él, que protegería a esa doncella divina de las garras de sus captores. 

Aterrizó detrás de ella y la danza llegó a su fin. Lentamente ella se giró y miró a los ojos tristes y oscuros de ese ser indigno de mirar los ojos de ella pero al que llamaban blasfemo. Las mirada se cruzaron y los demonios y ángeles del mundo contuvieron la respiración. Lentamente una rosa azul surgió de la nada ante los ojos de la dama, de esa dama que había inspirado una batalla entre demonios y ángeles, que a su vez debían de pelear contra todas las fuerzas de la naturaleza. El caos se había desenvuelto de una forma mas que repentina. Las marañas de gente y de dolor se sucedían en el mundo mientras dos entidades de otros mundos se miraban a los ojos y lentamente ella, embozada en sus ropajes que despertarían el deseo de mas de uno, se acercó a él y se abrazó fuerte. Él, aun siendo hostigado por pensamientos impuros, apartó estos de forma brusca, miró a todas esas criaturas hechas para tentar con la mas notable indiferencia, no temió a la muerte, la cual le miraba desde las sombras ni a la desilusión a la cual conocía muy bien. Pero esta vez todo saldría bien. Sencilla tomó su cintura y volaron hasta donde la guerra y nada los pudiera alcanzar. 

En ese mismo día la conversación y el descanso se sucederían y las alas negras con irisaciones azul rey serían manto de sueño para ella, y ella manto de sueño para él. 

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