Cuanto echaba de menos la luz a esa su representante en la tierra. Esa dama de luminoso mirar que había atrapado corazones sin par. necesitaba uno de sus seguidores de la fuerza de su mirada, de la belleza de sus ojos sobre los suyos. Desesperado fue ese siervo al borde de un acantilado a hablar con el mar.
-Mar, mar de medianoche y de día salvaje, pienso en ella a todas horas y me falta a veces de la fuerza que supone su amistad para que mis fuerzas no flaqueen. Su personalidad es como tu, extensa, indómita y a la vez desconocida y familiar como quienes hemos crecido a tu vera. Puede de dos sencillas palabras causar en mi el efecto que mil de tus olas y en la profundidad de su mirada está el misterio de tus profundidades, tan llenas de cosas maravillosas. Tus mareas han inspirado muchos bonitos poemas, como su mirada y a la caída de la noche la luna que se refleja en tus aguas se refleja también en su piel y sus labios, en los ojos mas que nada y sobretodo con una luminosidad que le da a es pálida dama el aspecto de lumínica majestad que solamente ella podría lograr. Y tu hipnotismo? Conoces de sobra las miradas de aquellos que te ven por primera vez. Se que de ser yo alguien de esos que menciono no podría pronunciar una sola palabra, como no la podría pronunciar de estar ella entre mis brazos. Y su amistad sería eterna como el cantar de tus olas y el rugido, el subir y bajar de la espuma, la lentitud y rapidez con la que arrasas todo a tu paso cuando te enfureces. No se que mas decir... -Dijo este humilde siervo al mar que miró a ese ser que tan pocas veces vio pero al que conocía desde que jugaba en playa y evitaba el agua. Con una gran onda de agua dejó a sus pies una perla en la que yacía la esencia y el aroma así como el sonido del mar si uno se la ponía cerca del corazón. El buen hombre partió empapado pero contento a su siguiente confesor.
Encontró por un largo camino un bosque y no dudó en entrar en él. Uno de los peligros principales se encontraba bajo la forma de unos bandidos que no tenían mas ambición que la de las riquezas ajenas. Sus armas afiladas y sedientas de sangre también gozaban del sufrimiento ajeno y miraron a ese indefenso siervo de esa mujer, de esa criatura maravillosa y tan llena de matices como un diamante pulido en la perfecta mano de un dios orfebre. Sin dudarlo asaltaron al joven el acero se posó en su cuello amenazando con desgarrar su garganta si aquel ser informe hacía el mínimo movimiento. Se mantuvo firme en su decisión de mantenerse quieto y no dijo e hizo nada mientras trasegaban que hacer y que robarle. Lo cierto es que poco pudieron hacer cuando el bosque fue a la ayuda de uno de sus aliados mandando a una manada de lobos contra los asaltantes. y es que una cosa era asaltar a un hombre y otra muy distinta asaltar a alguien que caminaba por la vida respetando a la madre naturaleza. Las carnes fueron desgarradas y arrancadas del cuerpo con la mas fría carencia de vacilación en cada acción. Sin mas palabras y ya llenos los estómagos los lobos guiaron al señor de cierto castillo hasta un claro en donde un sauce, un olivo y un ciento de árboles mas, como milenario consejo.
-Madre Gaia, tierra que nos das sustento y alimento, que haces de nuestras vidas el paraíso de la abundancia cuando se te adora y el mas apocalíptico infierno cuando se te ofende, no soy capaz de buscar regalo alguno para ella, algo digno de ser entregado a sus manos finas, que tanto trabajan materiales de tu vientre y de las fábricas de los hombres. Sus manos son suaves y me apuesto el cuello que acaba de ser salvado por tus lobos que dan caricias capaces de derretir almas malignas en estado puro. necesito llevarme algo que tu me puedas dar para hacer una ofrenda a su persona, para que su sonrisa sea mas bella que las nevadas cumbres de tus montañas, guardianas y gigantes custodias de los tesoros de tus cavernas. Quiero entregarle algo que no ea capaz de atrapar mas que la esencia de todo lo que la compone y la relaciona contigo. De tu fuerza avasalladora cuando eres terremoto, de la suavidad de la seda, fuerte como el rugido de los leones de tus sabanas, que se oiga en todo el mundo aquello que yo le quiera traer, que tu me puedas dar. Quiero algo sutil como la brisa del viento pasando entre las ramas de tus árboles. Necesito quizás el gesto que lleve a cabo una mariposa antes de emprender el vuelo o quizás el ensordecedor bramido de los elefantes, las furiosas alas de las abejas, la elegancia de los ciervos. Quiero entregarle algo de tu seno que me represente y que sea la esencia misma de la naturaleza de su persona relejada a través de las cuatro fuerzas elementales. Que el mar, el viento, el fuego y tu entreguéis a este humilde siervo, señor de un castillo que ella ha iluminado, aquello que deje la huella mas imborrable en la vida de cualquiera de los dos.
Antes de terminar el monologo, ese siervo fiel a la causa de la verdad fue acallada por la brisa que traían susurros lejanos de una dama. Era la voz de la misma naturaleza susurrando el nombre de esa dama que había sido causa de que mar y tierra se agitaran tanto. Las ramas de los sauces, olivos, castaños, abedules, chopos, manzanos, naranjos, melocotoneros, cada árbol en el mundo fue acariciado por una brisa que trajo una sola palabra. En todo el mundo se escuchaba el nombre de la persona que había inspirado tal aventura. El siervo cayó de rodillas ante la mención de su nombre y los bosques que tenía frente a él se abrieron y se tornaron para captar algo de la esencia de la criatura que se acercaba hacia él. Caminando entre esos árboles se encontraba una alta mujer de bello aspecto que en su rostro tenía implantada la máxima expresión de la bondad y la dulzura. En su mano portaba una luz y con paso lento se acercó a ese humano sencillo que imploraba el regalo para esa persona que ocupaba su pensamiento. con una sonrisa y sin decir nada lo puso en pié con delicadeza y alzó las manos al aire. Los vientos aparecieron.
Furiosos y letales, capaces de destrozarlo todo, atacaron por la espalda a ese siervo de la tierra que se quedó quieto sabedor de que acontecería. Fue muy doloroso pero mereció la pena tal obsequio por parte de la tierra y los cielos, del mar y el rayo. La tormenta mandó dos rayos y estos fueron suficientes para avivar dos poderosas alas que se alzaron con la ventisca y lo elevaron a lo mas alto del firmamento. Allí miró fijamente a las estrellas y corroboró que faltaban dos. Con la perla del mar, la brisa de sus alas y el susurro de las ramas de los arboles partió al vuelo raudo y veloz el ángel de gaia, fiel a la causa de la sonrisa de la bella Valyawen.
A su vuelo , los pétalos caían y dejaban el mundo lleno de ese color que era de ella, nada mas que de ella, solo por y para ella. El azul rey, glorioso, eterno, inalcanzable y solamente superado por sus ojos...
Dave, en cuanto pueda te dejo un par de links y tutoriales para que el des una mano de pintura al diseño de tu blog, de seguro te servirán, no estoy muy bien de ánimos ahora como para hacerlo y por eso te pido mil disculpas. Me encantan tus comenarios en mi blog, son de lo que no hay! ♥
ResponderEliminarGracias querida Mel, yo estoy a tu servicio aunque no hallamos tenido mucho trato últimamente porque tu alegría merece ser conservada dentro de tu alma y esta dentro de tu cuerpo. Espero esos links cuando gustes en dejármelos. Y no hay nada que disculpar tus comentarios también son soplo de aire fresco.
ResponderEliminar*se queda observando desde las profundidades de la esperanza* "Es lo mas impactante y sensible que ha leído mi corazón en toda su vida..." *se dice dentro de sus pensamientos*
ResponderEliminar*sonríe al viento para que llegue a su pensamiento y con dulce movimiento una caricia llegue a su mejilla*
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