El largo paseo había dado sus frutos y en medio de una densa neblina se fueron perfilando las torres de un inmenso castillo que poco a poco revelaba una historia entre los ladrillos y piedras que sus murallas teñidas en sangre, seducción. poder y dolor. Mucho dolor, pero también esperanza. La dama que caminaba rumbo a lo desconocido estaba vestida elegantemente, aunque cualquiera juzgaría que esa dama ya podría ser vestida con una tela de saco de patatas que seguramente le daría un toque campestre e igualmente bello. Pero ya no habría ocasión ese día para probar tal afirmación y el vestido que llevaba puesto era de la mas excelente factura. La noche, las estrellas y la luna, todo ese conglomerado de damas celestes e intangibles, que se movían en el tiempo como fugaces destellos de una estrella fugaz, miraban con envidia y celos a esa criatura tan insignificante a sus ojos, que estaban cegados por la celopatia y los airados gestos y comentarios inaudibles. Un lobo reía ante los comentarios llenos de envidia y celos. Ella continuaba caminando,
La brisa acariciaba su rostro y revolvía apenas su cabello, el manto de cabello mas suave y brillante, de un negro que la misma noche contemplaba con celo máximo. Un negro como el corazón que pronto se tornaría en luz cuando el anfitrión del castillo la viera. Las luciérnagas se acercaban para contemplar mas de cerca a toda esa elegancia que caminaba por el camino lleno de pétalos de rosa que se habían dispuesto para ella. Pétalos de rosa azul. Los grandes y bellos ojos de ella contemplaban con la mas exquisita y divertida curiosidad, sintiendo el pequeño revoloteo de la retaguardia del vestido que se levantaba ligeramente ante una corriente ascendente que hacía que los pétalos en ocasiones acariciaran su fino y bello rostro. la cara mas dulce y confiable del mundo, capaz de llenar de ternura y compasión al mas malvado de los seres. Sus pasos, testigos de la dedicación a algún tipo de baile, fueron acortando una distancia que su futuro anfitrión hasta el momento de ese encuentro creería imposible. Una sombra observaba cada uno de sus movimientos. Unos ojos ambiguamente tristes y a la vez esperanzados. esos ojos, en la lejanía de una torre que dominaba todo el paraje susurraron su nombre y una orden. Otra sombra y un gran lobo apareció a su lado. Temor pero momentos después el reconocimiento se asomó a su mirada.
Volvió a retomar el camino, escoltada por ese fiel compañero de aventuras de su anfitrión, creador de esa bestia negra que se había dedicado todo el rato a observarla como guardián. Una nueva sombra y un rey, elegantemente vestido a pesar de la humildad de sus ropas se apareció al otro lado de la dama. Sus ojos y su mirada devoraban en crueldad y malignidad cada centímetro de su estampa pero un gruñido del lobo relajó los humos de la criatura que estaba destinada a ser el rey de los demonios en un pasado y un presente. La luna contemplaba a la comitiva de tres miembros que se dirigía al castillo, una ser abyecto, oscuro, lleno de sentimientos contradictorios de deseo, de paz y a la vez de guerra, de luz y a la vez de oscuridad, de sueño y a la vez de despertar, mirada a esos tres acercarse, y por el este se acercó el sol y el cuerpo integrante de la escolta de esa dama. En medio de la luz que inundaba el lugar se acercó y desmontó de su caballo un jinete pertrechado con espada y una sonrisa llena de bondad y buenas intenciones. Miradas de escepticismo y de desdén se le dirigieron a este por parte del lobo y el demonio pero no dijeron nada. Con una leve inclinación un beso fue posado en la mano de la dama, cuyo vestido de factura fantástica le daba un toque mágico.
-Mas mágica que la propia palabra ´´amor´´ o ´´esperanza´´- Dijo esa sombra que contemplaba a los cuatro dirigirse hacia su castillo, a su morada repleta de secretos oscuros y a la vez de maravillas que jamás serían conocidas por mortal alguno. Miró a sus creaciones. -No le hagáis daño...no la asustéis no la tratéis de seducir... ella merece algo mas grande que vosotros, incluso mas que yo. -Sus ojos la seguían y pronto vio que la distancia entre ella y la puerta era cada vez mas y mas escasa por lo que esperó a escuchar desde ahí, con su agudo oído el sonido de los goznes chirriar ligeramente cuando el caballero, el lobo y el demonio se esforzaron en abrir para ella esa pesada puerta de ébano negro.
Quedando en el otro lado de esa puerta los tres despidieron con un gesto de cabeza a la dama y volvieron a sus quehaceres: seducir, matar, robar y sembrar la esperanza y la caballerosidad en el mundo. La dama contempló con evidente curiosidad y quizás hasta fascinación todo ese hilo de oro, todos los grandes cuadros de héroes de épocas pasadas, desde Napoleon hasta Emilio Zapata, Rommel , Julio Cesar e incluso grandes pensadores, poetas, dramaturgos, escritores, escultores, inventores, ingenieros, duques, condes, marqueses, reyes, reinas y asesinos. Debajo de cada cuadro el nombre y debajo de cada nombre el oficio, cargo y hazañas u obras. la oscuridad se cernió de nuevo sobre la habitación de pronto y en lugar de esperar un cuadro de algún genio mas, apareció ante ella el de una dama de gran belleza y porte, aspecto elegante, y para sorpresa de la dama, con un vestido igual al suyo, al igual que el rosto, era ella. sin duda. Al amparo de las velas que pronto se encendieron al igual que la gran chimenea que presidía la estancia junto a ese cuadro, de esa dama de vestido único en el mundo. producto de los elfos...
Unos brazos rodearon sorpresivamente su talle, esa cintura fina, moldeada a la perfección por a saber que capricho de que escultor procedente del Valhalla o del Olimpo. Una rosa apareció ante ella, de un azul muy caracterísitco, igual que el azul de su vestido, que el azul de las alas que pronto la envolvieron y le hicieron sentir un calor producto de una sensación que solo ella despertaba en el anfitrión de ese castillo tétrico por dentro pero tan fanáticamente decorado por dentro.Esa rosa sostenida por unos dedos delgados y alargados, casi de cadáver acariciaron suavemente su cintura. Unos labios impíos y llenos de cosas que susurrar se acercaron a su oído dejando un efímero roce en la curva de ese cuello fino decorado con un colgante de un lobo que custodiaba su pecho. Susurraron su nombre y dijeron en un suave tono de voz el motivo por el cual estaba plasmad con esa gracia y esa belleza en medio de un paisaje de ensueño.
Una sola palabra salió de sus labios. Un título para él mas importante que el de rey o empezarod de occidente.
-Musa...
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