Las luces del atardecer llegaban a su final dando paso a una noche aterciopelada en la que todos los seres salían a buscar su alimento y a refrescarse con la brisa nocturna de la luna y las estrellas. Estaban esas luces celestes en lo mas alto, bellas como ellas solo saben serlo. Las pequeñas criaturas que contemplaban desde lo alto miraban a su vez a esos pequeños animales, que correteaban desde sus escondites buscando alimento y llenar sus reservas para un duro invierno, cruel y sin misericordia. En ese bosque todo era paz y armonía, todo estaba en su justa medida y nada se podría quebrantar. Las pequeñas mariposas iban de flor en flor, sacando el néctar de las coloridas rosas, lirios, lilas, crisantemos, azucenas e incluso alguna planta de azafrán. Lo mismo hacían las abejas que iban de aquí para allá zumbando. Los saltamontes se hacían escuchar pero no ver, ya que estaban perfectamente camuflados en el suelo, fresco y rebosante de una hierba verde, un perfecto manto del color de la esperanza que era acariciando por esa brisa que llegaba desde las ramas de los árboles en su danza eterna y delicada. Cada soplo paseaba alegre por entre las briznas, perfumándose de ese aroma fresco del pasto, que algunos animales usaban para esconderse o para comer.
la luna contemplaba apacible toda esa escena. Muchos disfrutaban de la crianza de sus cachorros o de la puestas y cuidado de sus huevos. Gorriones, grajos, jilgueros, petirrojos, colibrís, alguna grulla, garza y martín pescador estaban en medio de una duermevela que a su ve trataban de no tener muy interiorizada pues la protección de los huevos era vital. Los astutos zorros, padres envidiables, trataban de hacerse con algún desprevenido roedor que alimentara posteriormente a sus cachorros. La savia rezumaba a través de los troncos de los avellanos y de los abedules. Pero la temperatura poco a poco comenzó a bajar y la oscuridad fue mayor cuando unas nubes empezaron a eclipsar el brillo de la luna y de las estrellas. Poco a poco un manto de oscuridad hizo que todo se volviera frío, casi cruel ante lo que la escarcha poco a poco destrozaba a su paso. Las criaturas sintieron en sus corazones la tristeza mas avasalladora, el temor mas atroz a perder todo. Esa sombra maligna poco a poco lo fue cubriendo todo precediendo a un caballero pálido, cuyos ojos ahogaban dentro de si mismos toda una maldición, un tormento eterno, la necesidad de alguien que busca desesperado la luz que guíe sus pasos.
Miró a las estrellas, impotente por no hacerlas salir, condenando su propia maldición que se extendía a todo lo que el miraba y le rodeaba. Contempló con horror los animales que huían o morían en el intento y la mas fatídica amargura se impregnó en su corazón, tiñéndolo de un gris apagado con tintes de hielo. No quería mas destrucción a su alrededor y quería hacer un alto en el camino, un alto definitivo, descansar su cuerpo y corazón, alma y mente dentro de algún bonito ataúd que le permitiera saciar su apetito de reposo eterno. Sus ojos estaban ennegrecidos y el blanco de estos no era posible ser visto pues un mar rojo de tanto llorar lo cubría. Sus ropas desgastadas por la vida se movían con el gélido viento que se despertó después de que la suave brisa se viera subyugada por la fuerza inconmensurable de una melancolía mas allá de toda comprensión humana. lamentos de un dolor profundo se hacían oír entre los árboles, cuyas hojas se marchitaban al sonido de su voz. Cúmulos de malas hierbas estaban brotando a su paso, negros lamentos en forma de espino se arraigaban con fuerza y abuso de autoridad sobre las demás plantas, destrozándolas por el camino y a medida que avanzaban. A su paso todo lo que sus ojos miraban era oscuridad en medio de esa noche fría. Su corazón, latiendo hielo a través de las venas dolía en medio de ese pecho hundido por unos fuertes estertores de agonía que no eran motivo para impedir que sus pies caminaran. Almas en pena lamentaban su existencia a su lado y elevaban sus súplicas de redención a las estrellas, que se refugiaban detrás de la madre luna cuando un grito especialmente fuerte les llegaba a través del manto de nubes negras que lloraban como sinfonía natural, acompañamiento macabro al paseo de ese ser miserable y despreciado.
Hasta que vino ella y su sonrisa apareció, sus ojos, sus manos, la forma de caminar, la de sostener su alma con palabras de ánimo y apoyo, firme en la batalla de aguantar los golpes, valiente. Nada podría derribar y no eran rival para ella las lágrimas de aquella criatura sin futuro. Un mortal vería a una dama de extraordinaria belleza surgir de un sueño y sostener ese cuerpo vivo con un moribundo mendigo del alma dentro. Ante los ojos de él ella era el sueño que salia de la realidad en forma de dama, una salvación, una gota de oro que cae en medio del plomo mas pobre y siniestro, cegador y pesado Ella sabía que hacer y sencillamente tomando su rostro miró a través de esas cortinas de tristeza, de pena, de melancolía, de sensación de vacío y la luz viajó directamente a lo mas hondo de su ser, inundando de una esperanza ciega y de una fe inextinguible el corazón de ese noble caballero a ojos de la dama. Nada se comparaba a ella, cálida rosa de mil pétalos multicolor.
Antes de lo pensado salieron ángeles de todas partes y tocaron para ellos una pieza clásica, magistralmente llevada por la batuta del mismo Dios, armoniosamente hilada con los sonidos de la propia naturaleza, que resurgía a medida que ella consolaba a esa alma con su simple presencia. La brisa surgía de entre las ramas y los animales se unieron a esa celebración por la redención de un alma que no tenía mas que la opción de mirar aquellos ojos, esferas de mayor brillo que la mas brillante estrella. Y de ella admiraba todo y sentía que su cuerpo y mente sanaban. Los mas insignes inventos de las leyendas fueron apareciéndose y los dragones y serpientes aladas danzaban en medio de un refulgir de luz y color, las sirenas dedicaban sus cantos esta vez a participar en la mas bella celebración de toda aquella tierra creada por un perfecto loco, que buscaba desesperadamente un elemento que incorporar a una historia de final feliz. Algo que hiciera suspirar y estallar el alma de esa dama que tanto bien había hecho al caballero de triste figura y corazón,
Con lentitud y al son de esa canción esas esencias tan llenas de una materia indefinible por humano alguno, se mecían suavemente con la brisa, en las alturas, sostenidos por dos poderosas alas negras y azul rey. Las dulces baladas de los ángeles los elevaron mas y mas mientras con delicadeza unos dedos fríos y pálidos rozaban una cálida mejilla, suave, aterciopelada, con un infinito y respetuoso cuidado de no apartar los ojos de ella, mas brillantes que la mas brillante de las estrellas.
Y en ese mundo, ese mundo loco y desquiciado, comenzó a llover, por capricho de un creador falto de originalidad rosas azules con poemas impresos en cada pétalo.
Hermoso...
ResponderEliminarComo tu presencia en una vida atormentada...
ResponderEliminarY la dama entonces admitió... que le resultaba placentera aquélla inocente compañía...
ResponderEliminarY el caballero rompió su máscara de mármol y dejó salir de sus ojos cegados por la oscuridad la luz débil, tímida de su mirada. Y también su sonrisa, tímida pero creciente.
ResponderEliminarEntonces sus manos tomaron aquél inocente, delgado y pálido rostro para dedicarle la más tierna de las sonrisas, escrutando a la par con sus ojos en los de él como si le revelara todo y nada al mismo tiempo...
ResponderEliminarY con delicadeza dos manos gélidas y pálidas se posaron en la de esa dama que podría ser poesía en movimiento y acciones. Miró sus ojos extasiado por la idea de ver estos, estrellas luminosas en la mas oscura noche, asesinada por esa sonrisa que a él, por lo menos, le parecía la mas bella de su propio mundo.
ResponderEliminarAlzó la vista para poder contemplar la majestuosidad de esas hermosas e inigualables alas. El poder que emanaba de ellas no era perceptible para aquéllos que le cierran las puertas a la magia, los sueños y deseos más íntimos del corazón. Y entonces... sin siquiera querer evitarlo, su ser se perdió en la profundidad del negro y el azul rey.
ResponderEliminarSintió embargarse toda su alma de una sensación de corrección, de que todo estaba bien que nada fallaba y era prácticamente perfecto, como aquel ser que miraba mas allá de sus ojos de campesino. Y miraba él los ojos de ella, de una princesa, de una reina, emperatriz de imperios imaginados por una mente desquiciada a la par que sus alas se cernían cálidas sobre ella y la envolvían. Susurró su nombre una sola vez y sonrió.
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