lunes, 8 de febrero de 2016

Dia de celebración.

Musa de Mis Versos mas Luminosos:

Acaricias las ideas de este genio loco con tu presencia, con la simple idea de un pensamiento, que deja de lado cualquier posible concepto de cordura y se hunde lentamente, pero sin temor, como saboreando cada centímetro de ese descenso al misterio del corazón. Apareces como una imagen fantasmal y de pronto dejas un rastro leve, una conversación entrecortada por el sonido del viento. Tientas con tus ojos a todos aquellos que son valientes para mirarlos, que dejan de lado cualquier ramalazo de cobardía para cazar esa luz que tantas veces se ha filtrado a través de gruesas y heladas paredes de corazones que olvidaron amar. 

El caballero dejó a un lado la pluma y se centró en la vista que tenía ante sí. Cuan radiante estaba la luna esa noche. La vista era magnífica desde lo alto de aquella torre de piedra que había guardado los secretos de conspiraciones mas afiladas y las confesiones de amor mas entregadas y apasionadas de aquel mundo. Aquellas estancias estaban bellamente decoradas aunque podría haber sido todo mas elaborado, pero el caballero así no lo dispuso. La mesa era de madera, igual que la silla, algo protegida para no destrozar la espalda de quien la usara durante mucho tiempo, como era el caso de aquel hombre entregado a la lectura, la escritura, la batalla y el amor. Lo único que era un poco mas elaborado era la cama, y aun así estaba poco trabajada en las tallas de madera tanto del cabecero como de los pies. Las sábanas y todo lo demás eran de buena calidad. Se le había ofrecido la opción de un dosel pero la había rechazado. Las paredes tenían algún tapiz decorativo, pero tampoco eran grandes obras maestras de la artesanía. En verdad todo aquello era de lo mas sencillo, como la vida del soldado, o del poeta, o del santo. Aquel caballero se disponía a seguir con la carta cuando llamaron a la puerta y esta, de improviso, se abrió. 

Entró entonces aquella mujer, que inspiraba los días y las noche de esa mente inquieta de conocimientos, sedienta de nuevas ideas que aplicar a su día a día a cada una de sus poesías o cartas de amor. Ahí estaba ella, como una aparición de fábula, como ese milagro que se persona en el momento mas terrible de la batalla, cuando el protagonista está a punto de morir, pero llega el ángel de Dios que ofrece su mano para salvar su cuerpo y su alma. Radiante como un amanecer, morena como la tierra de sus dominios del sur. El caballero se puso en pie, inmediatamente, mientras aquella figura mágica, esa mística sorpresa, avanzaba hacia él. Cada paso que daba era una invitación a avanzar por su parte y acompañado de ese movimiento de caderas los grandes ojos negros hipnotizaban a todo aquel que los mirara. Aquel caballero tan acostumbrado hablar se quedó mudo cuando ella se quedó quieta, con esa provocación en la mirada, frente a él, y extendió una mano suave y delicada hasta su rostro, el cual acarició con ternura, acechando sus ojos con atrevimiento, con sensualidad, con ternura, con deseo, con seducción, con dulzura. 

El caballero se sorprendió a su mismo mirando aquellos ojos, congelándose el tiempo en el proceso, mientras rodeaba con sus brazos la cintura fina y al mismo tiempo tan bien dispuesta a sus manos. Las manos de ella tomaron el rostro de él y posaron sus labios contra los de ese hombre tan poco acostumbrado a esos gestos, solo a derramar sangre de enemigos ajenos a sus causa. Sintió como si el beso llegara hasta lo mas profundo de sus ser; esos labios no estaban besando sus labios,sino el interior de su alma. No la superficie, sino todo el interior, bañando su ser con una luz y una claridad de ideas tales que nada le pudo hacer pensar con tanta determinación durante mucho tiempo. De pronto la ropa fue despareciendo, no se sabe en que punto de aquel lugar destinado a contemplar el encuentro de los dos amantes pero la boca del caballero descendió desde los labios de aquella mujer, de aquella deidad del baile, hasta su cuello, arrancando un suspiro urgente, encendiendo las ansias del deseo. No se sabe tampoco en que punto estaban tumbados en aquella cama, con ella ofreciendo su cuerpo y él dejándose degustar por las manos de ella...

De pronto terminó el sueño. La luz de la mañana entraba por la ventana de una habitación bellamente decorada, con cientos o incluso miles de cosas dispares, tales que dulces o armas afiladas y originalmente diseñadas. Siete damas dormían en la misma cama, todas bellas, y unas mas vivas que otras. Quien había soñado tal despliegue de fuego y deseo no era otro que el único hombre de aquel lugar. Bueno, decirle hombre era quedarse algo largo o algo corto, según se viera. Aunque caballero era, no se le podía negar. El gato dormitaba hecho una bola de pelo negro sobre dos bonitos almohadones que eran parte de la anatomía de una de las damas. De pronto cantó un gallo en la lejanía. El sonido alertó al caballero de negro pelaje, que pronto se despertó y miró la hora en un valioso reloj de cuco al que le faltaban menos de 10 segundos para sonar. pasado ese tiempo, como es obvio, este comenzó a sonar, causando el animoso despertar de unas y el inalterable renacer de otras. Unas manos frías como el hielo tomaron al encantador caballero, que justo en ese momento se disponía a atacar al pájaro del reloj, dejándolo al cargo, momentáneamente, de una de las damas mas dulces del mundo, amable, de ojos azules, cabello rubio, sonrisa blanca, perfecta en todos los aspectos de la definición de "Bondad". El gato presentó batalla apenas cinco segundos hasta que otras manos le devolvieron a los almohadones en los que descansaba el gato, generosos como una buena cosecha yen los cuales cientos de bocas y manos masculinas habían caído con total entrega. Otras dos manos de nuevo lo sacaron de su asfixia para ponerle frente a el una bolsa de dulces para gatos. El caballero se comió unos cuantos pero no se podía entretener. Tenía una cita.

De nuevo se vio obligado a centrarse y descubrió que su traje ya estaba listo en el ropero. Entre dos de aquellas damas le acicalaron los bigotes, le recortaron con una elaborada y preciosa navaja de plata diseñada por una de las damas los pelos de su cuerpo que pudieran sobresalir y lo dejaron aun mas perfecto, si es que eso era posible. El traje, un esmoquin negro, estaba hecho a medida por una de las bellas asistentes con las que contaba y que habían sido creadas a partir de la mente de La Musa. Otra de las mujeres miraba todo desde la cama, con los ojos embargados en tristeza pero pronto se dejó llevar por el suave pelaje del caballero que saltó a sus piernas mientras le dejaban impecable y le ajustaban la corbata, algo que no le hacía gracia en lo mas absoluto. Se revolvió y se revolvió, sin  moverse del lugar pero moviendo el resto del cuerpo, maullando de mala gana mientras las manos de una dama de alta mar trataban de ajustarle el nudo. Finalmente lo dejaron libre, abriendo las puertas de aquella maravillosa habitación para que pasara a buscar a la mujer mas bella de aquel mundo.

El señor caballero fue por los largos pasillos hasta donde se reuniría con la dama de sus ojos, justo a las dos de la tarde para comer juntos y deleitarse con su presencia. Llevaba el regalo de turno, obviamente, entre sus dientes y cuando llegó se sentó dejando este sobre la silla de él, la cual no iba a usar. El caballero había predicho acertadamente que la impuntualidad se presentaría ahí, frente a él, para darle conversación durante unos minutos. Unos cuantos encargados contratados para ese día le pusieron algo de beber y el caballero probó unos cuantos sorbos mientras movía distraidamente la cola. Con toda paciencia esperó hasta que las puertas se abrieron. 

Entró aquella Musa, aquella divinidad, con un bello vestido color morado de lo mas ligero, el cual dejaba un vaporoso encanto tras de sí. La poca gente aun presente en aquel lugar se la quedó mirando, embelesada. El gato saltó al suelo y se fue a reunir con la dama, que se agachó con toda la alegría del mundo, abriendo los brazos para recibir al caballero mas encantador de todo el reino. Ni un solo pelo negro se quedó adherido a ese vestido cuando se abrazaron dama y caballero pues aquellas telas venían de los mas elitistas y mágicos telares de un bosque plagado de expertos elfos que en muchas noches lograron una tela mágica que repelía toda posible suciedad. La dama se fue a sentar y el caballero saltó de los brazos de su invitada para tomar la rosa azul entre sus dientes y entregársela con toda cortesía. La sonrisa que surgió de su rostro fue algo que pocos poetas podrían describir. Este le dedicó unas amables palabras, llenas de mucho sentimiento, amor pura y alguna que otra promesa de estar a sus órdenes. Dentro de un orden, claro. 

Con un maullido, un camarero trajo una gran tarta de chocolate y de otro maullido otros tantos camareros trajeron mesas y sillas para que se unieran todas las invitadas correspondientes. Y ahí entraron de pronto las cuidadoras del caballero, creaciones de la dama, inspiraciones del poeta, gentiles sueños y a veces crueles pero didácticas realidades. Todas se aposentaron y recibieron un trozo de tarta no sin antes comer exquisiteces de tierras lejanas, dulces, carne cruda de animales también exóticos para una dama bastante menos humana y mucho mas antipática con sus cuatro patas y afilados colmillos. El caballero se sentía de lo mas a gusto en el regazo de La Musa, de aquella mujer que había inspirado mas de ciento setenta mil palabras, mas de las que muchos científicos, filósofos, escritores, generales, políticos o asesinos hubieran dedicado en sus vidas a cualquier tema. Se habló, se bailó y se luchó así como se maulló y gruñó durante toda una tarde y gran parte de la noche, entre bailes y jolgorio.