jueves, 30 de agosto de 2012

Tres manos.

Un suspiro quebró la noche. Los suaves roces de sus dedos dejaban una pequeña traza de oculto deseo a lo largo de aquella piel. Sin ningún tipo de pudor Unas manos afortunadas estaban tratando con toda confianza el cuerpo de aquella mujer deseada por sus instintos y pensamientos desde hacía tanto. Pareciera todo un regalo, como una compensación a alguna buena acción que el no recordara y que así se la hacía llegar el destino. La calidez de su piel estaba enterrada a la altura de algunas partes por la ropa interior que daba cierta intimidad y dejaba ver lo justo a la imaginación de unos ojos que ahora mismo adoraban su piel en completo silencio. No podía concebir tanta maravilla. Cada pequeño detalle de esa noche estaba destinado a su sonrisa. Ella era el motivo de aquella noche. Ella era la noche, era el motivo central, la invitada de honor, la reina, la zarina, la emperatriz, primera dama en aquella exquisita celebración y fiesta de sensaciones que se estaba llevando a cabo en su interior. Pudo ver por un momento su sonrisa en aquellos labios de aspecto tan dulce que dejaban salir palabras con gusto a miel y fuego, una primera señal de su comodidad y confianza puestas en él. No la defraudaría.

Ambos se encontraban en aquella cama, testigo de tantos actos de fervorosa entrega o ternura infinita, y con un anhelo implícito sus dedos comenzaron a examinar detalladamente aquella piel, dejándose llevar mas si cabe por la calidez de su cuerpo, refugio templado y asesino de voluntdes. Sintió la suavidad, el color, la viveza que desprendía. Apreció como se levantaban los poros de su propia piel ante el gusto que le producía adorar de esa forma aquella extensión de fantasías ardientes, aquel lienzo que nunca iba a recibir un trato casual por su parte. Con total cuidado y tino se embebió de la suavidad con la que la vida le había recompensado por ser una persona ejemplar en la vida anterior. Por su mente pasó la idea de las tantas veces que aquella piel se había rozado con la de otras personas en actos fortuitos, cotidianos y se prometió que le haría ver cuanta adoración era capaz de despertar en alguien como él. Lentamente sus dedos fueron presionando aquella espalda pero no se detuvieron ahí, llegaron hasta los hombros y se cerraron apretando y sintiendo cada músculos sin, por supuesto, hacer ningún daño a esa soñada y mil veces imaginada criatura de la Creación, una diosa a sus ojos casi ciegos pero que veían con el corazón. No tendría prisa en lo que ella apartaba su cabello dándole espacio libre y sintió aquellos músculos contra sus dedos, poniendo su piel el tope ideal para ese paraíso tan poco explotado pero muy deseado por propios y extraños.

Aquella dama expulsó un discreto suspiro suspiro al que él correspondió dejando en el aire un nexo de unión entre ambos y provocando al mismo tiempo una sonrisa mayor en los labios dulces, de suave terciopelo, de ella. Poco a poco fue acariciando y masajeando por igual en aquellos hombros que soportaban muchas cargas, aligerando paulatinamente la tensión que la vida le había dejado. Las pequeñas incursiones por cuello y nuca fueron constantes, dejando las sensaciones mas agradables que pudieran proporcionar aquellos dedos largos y hábiles para muchas tareas. Mientras los músculos se relajaban, el caballero estaba admirando cada uno de los pequeños trazos que componían su espalda sin dejar de prestar toda la atención posible a aquella zona a tratar, con su homogéneo relieve y tan sensible para muchos estímulos, como el aliento que dejó salir en un suspiro, cerca de su nuca para finalmente besar lo mas cerca posible de su cuello, dejando los labios por un momento en aquel lugar antes de pasar a otro igualmente sensible. Aquel beso duró unos pocos segundos pero lo suficiente, dejando un buen sabor de boca en aquel ser ansioso por el cuerpo de ella, deseoso de cosas que callaba con mucho esfuerzo.

Bajó hasta aquellos elegantes omóplatos que podrían sostener todo el peso del mundo sin quebrantar su sonrisa de Musa y divina criatura. Los lentos movimientos de sus dedos no dudaban en dejar todo aquello que era parte de un deseo profundo en cada uno de los pequeños círculos que formaban mientras los músculos de aquel templo de humanidad y muchas posibilidades de placer se iban relajando. Una sonrisa curvaba los labios de aquel humilde ser que estaba a las órdenes de lo que ella gustase desde el primer momento en que supo de su existencia. Los dedos por un momento dejaron de aplicar sus servicios para deslizarse por su espalda lentamente separándose en los costados y dejar que libremente exploraran aquella parcela depositaria de sensuales sensaciones. Llegados a la baja espalda presionaron de nuevo en perfecta sincronía a unos labios que devoraban con suavidad y arrasaban con aliento aquel camino sobresaliente de su columna y terminaban en los recónditos escondrijos de su cuello. Se separó nuevamente no sin antes dejar un suspiro muy cerca de su oído acariciando con una mano toda esa columna y pasar por uno de sus brazos con apenas el roce de los dedos  hasta llegar a aquellos sus dedos que lentamente acarició antes de volver a sus quehaceres en el cuerpo de una diosa.

Bajó lentamente saltando el tentador reposo de su retaguardia pasando a sus piernas, las cuales masajeó lentamente, con tranquilidad y no reparó en detalles para dedicar todas sus atenciones a muslos, gemelos y pies, tanto por la parte interior como exterior. Tuvo especial cuidado de pasar muy cerca de una zona tan íntima como el momento mismo de entregarse en actos de pasión donde nadie mas que la luna observara. Colmó en besos aquellas piernas que se movían tan bien cuando bailaban. Primero empezó en lo alto y fue descendiendo lentamente con su boca hasta llegar a los talones sin dejar de mover las manos de músculo en músculo, relajando y bebiendo de los poros de aquella piel que la cubría y le hacía desearla con profunda devoción casi religiosa. No faltaron los suspiros en los que dejaba claras las decisiones que sería capaz de tomar sobre el destino de aquella piel, adorada durante tanto tiempo por los ojos de ese hombre que ahora tenía una libertad casi ilimitada en aquel cuerpo, en aquella anatomía fascinante, sensual, que era capaz de evocar las mas ardientes fantasías e imaginar pecados que no tengan un castigo suficiente en el infierno, que este se quedara corto cuando el diera rienda suelta a todo aquello que deseaba expresarle con palabras convertidas en la confesión de los cuerpos. Sus dedos presionaron las plantas de los pies desposeyendo cada nervio, tendón y hueso de la tensión acumulada. Y no faltaron besos a estos, suaves roces en los que se demostraba una vez mas el fuego que le corría por las venas.

Desde la espalda baja una boca ávida acompañada de dos manos iban ascendiendo lentamente por esta en un peregrinaje de adoración, de penitencia por pensar que el deseo no se podía hacer carne y hueso hasta que el templo que estaba adorando con suspiros y besos había aparecido en su camino. Cada beso iba ganando fuerza paulatinamente y los suspiros se liberaban, uno por cada vértebra recorrida con pinceladas de secreta pasión, las cuales delineaban las costillas con una presión suficiente como para demarcar cada espacio y así dibujar la geografía de la perfección. Aquel ser afortunado se recreó con el aroma de la piel, con la textura y el sabor, denotando que a cada centímetro recorrido se sentía mas que adicto a aquel recubrimiento de su alma y podría alimentarse de su sabor por toda la eternidad. En su imaginación le había susurrado miles de veces todo aquello que sentía, le contó todas las pequeñas ideas que le circulaban por la mente, como la haría sentir a la mínima oportunidad y respetándola en todo momento, convertirla en la diosa que era ante sus ojos, ser la única persona con la que compartir las pasiones mas intensas y pecaminosas, que la misma luna se sonrojara de verlos hacer actos llenos de fuego.

Finalizado ese lento trayecto por su cuerpo ella se movió dejándose llevar, ya las bocas cerca y unos dedos finos la incitaban a girar el rostro para hacer coincidir los alientos en un punto. Con lentitud se reclinó sobre ella sin presionar en exceso, pecho contra espalda, y miró aquellos grandes ojos que sentía que lo hipnotizaban y lo llevaban a otro mundo, en este caso a uno lleno de suspiros y confesiones dichas con el cuerpo, entre sedas y terciopelos. Los alientos comenzaron a bailar lentamente, primero con una timidez largo tiempo perdida y a continuación con mas ritmo, en cambios de tempo mas acordes a la pasión, lenta como la el magma que todo lo quema y fluida como el agua. En cada pausa le susurraba lo mucho que deseaba de hacer su cuerpo un templo de placeres, de sus labios un rosario en el que rezar con el aliento cada vez que tuviera miedo. Otra mano y otra mas, de él y de ella, se prodigaron las ansias del acercamiento mutuo. Unos dedos se deslizaban por aquel rostro y suspiraron un nombre casi inacabado. Se giró todo el cuerpo de ella y las miradas se encontraron en toda su plenitud. Él estaba en esa posición dominante que no dejaba de convertirlo en presa de aquellos ojos devoradores de voluntad. El deseo aumentaba en su cuerpo a cada segundo en que las bocas se volvieron a unir y poco a poco los juegos de las lenguas se sucedían uno tras otro. una mano de él se deslizaba por su vientre dando caricias que contaban aquellas querencias ocultas de forma tierna.

Tras separarse, las manos de ella se movieron dejando caer los tirantes con la mirada de su acompañante clavada en sus ojos, como un reto que indicaba hasta que punto llegaba su templanza. Tras la caída del segundo y arquearse ligeramente, los mechones de aquel largo y negro cabello cayeron como una túnica a los lados para dejar ver unos senos perfectos. Los labios se unieron de nuevo y una mano comenzó a acariciar aquel corazón frenético que latía al mismo ritmo que el suyo propio. El satén azul dejaba poco que ver a miradas indiscretas con piernas entrelazadas al igual que el resto de sus cuerpos, creando una confusión que se movía lentamente dejando por el camino prendas de vestir y exponiendo las blancas pieles al roce de la fría tela. Los cuellos fueron explorados y el con tino y lentitud fue descendiendo hasta aquellos senos Sin dejar de mirar aquellos ojos. Primero uno, al cual rodeó con los labios para poder apresar aquella aureola tan dulce y de sabor fuerte y adictivo. El paladar se llenó de aquella esencia solamente comparable al fuego líquido y transparente que manaba del sur de aquella poesía hecha mujer cuando la pasión los dominaba a ambos. La lengua no dejaba de cuidar con tiento y mimo aquellas cimas sobre las cuales dejó salir sendos suspiros una vez el sello alrededor de estos con una boca apetente se había cerrado. Saboreó aquel cuerpo, se regocijó en cada centímetro y en las reacciones de ella, las cuales lo incitaban a mas. A descender mucho mas.

Se desembarazó como pudo de aquella reciente adicción para poder seguir el camino ante el cual le esperaba un camino por su vientre hecho con pequeños pétalos que eran los besos de él, acariciando la tersa y morena piel en busca de aquello que anhelaba junto a su sonrisa o a sus bailes, una de tantas cosas que había probado una vez y no se cansaría de probar. Con un pequeño mordisco avisó de que había sobrepasado la frontera marcada por su ombligo y no tardó en entrar en contacto con las esencias que desprendían el cuerpo de ella, las cuales recogió con una sola y caricia con la punta de la lengua en los alrededores, mirando sus ojos con fuego en la mirada, diciéndole con sus ojos que esa noche bebería de ella, de su aliento, piel y pasión. Sus manos dejaban caricias por el cuerpo y masajeaban aquellos senos de ocasionalmente antes de descender y rodear sus muslos entre los cuales se encontraba ahora mismo su rostro, para volver a iniciar el recorrido. Una serie de besos en los alrededores precedieron a un nuevo ataque de una lengua que poco a poco fue insistiendo en sus tratos a esa zona tan sensible. Las esencias que bañaban su boca eran tan deliciosas que de lo mas profundo de su ser se liberó un audible acorde de placer que impactó contra aquel lugar secreto. Sus músculos tensos lo lanzaron a los labios de ella, de los cuales estaba sediento aun tras relamerse la última gota de aquel néctar secreto, devorándolos con una lenta pasión, enzarzando las lenguas en un pelea sutil y al mismo tiempo desesperada.

Al momento la danza de los mil placeres estaba siendo ejecutada por aquellos danzarines nocturnos, que entre movimientos ondulantes dejaban salir alguna palabra, el nombre de él o de ella, quizás algún apelativo único de la persona que tenían frente a sí. ella estiró completamente su cuello, exponiendo la garganta en cuya pequeña oquedad de la base hundió la lengua sintiendo el palpitar de la sangre antes de ascender con una profunda caricia de fuego hasta llegar a sus labios y devorarlos, acallando los suspiros, las palabras, los gemidos, el sonido que salía de sus bocas en medio de aquella danza tan similar a la que ella bailaba engalanada en sedas y terciopelos. La unión de los cuerpos y los pasos de aquel frenético y a un mismo tiempo sosegado mas entregado en cada gesto. El deseo cegó su racionalidad y las caricias eran pequeños fragmentos de placer que se acumulaban en las venas y corrían con la sangre ardiente de ambos en la búsqueda de la ascensión a los cielos desde el mas lúbrico de los infiernos. Y no se pudo terminar aquel gozoso baile de una forma mejor, tiñendo todo de un blanco radiante, un rojo apasionado y un baño de pétalos azules que todo lo cubrían, 



lunes, 13 de agosto de 2012

Delicadeza

Tomó su rostro de forma suave, tierna, acariciando aquellas mejillas con los fríos pulgares que al igual que sus manos querían poder recorrer toda esa extensión de piel que le regalaban los sentidos. La miraba a los ojos con el mismo carácter que sus dedos acariciando la piel de ese rostro inmaculado y terso, suave como la seda en cada una de las facciones, carente de esa dureza anti-romántica que muchas personas poseen. Le sonrió y ella correspondió tímidamente, levemente sonrojada ante aquella presencia que humildemente se presentaba ante ella con toda la buena intención. Ella era toda una mujer, toda una amalgama de experiencias que habían tenido un efecto visible solo para aquellos a los que le tenía la máxima confianza. No creía aquel hombre tanta belleza entre sus dedos, respirando el mismo oxígeno que él, como si de un sueño se tratara, incluso como ese tipo de sueño que sueñas una vez y querrías repetir toda la vida y la siguiente. Surgió de aquellos labios tan dulces una pregunta sobre lo que pasaba y él sencillamente se quedó en silencio con esa sonrisa, con esa ternura natural que salía de su ser con aun mas vigor cuando ella se encontraba cerca. De tanto que desearía mimarla temía que se convirtiera en miel por los restos de la existencia. 

Su sonrisa se hizo algo mas amplia cuando el tiempo pasaba, sin creerse que ella estuviera ahí entre aquellos brazos que poco a poco fueron descendiendo con sus manos por el rostro, pasando al cuello y siguiendo por sus brazos, todo ello de forma lenta, acompasada, como si el tiempo no hubiera establecido ningún límite tras el cual se separarían. Con estoicismo resistió aquellas ganas de precipitarse y saltar de alegría, de una felicidad tremebunda que lo llenaba en cada célula cuando escuchaba aquella voz, cuando miraba aquellos ojos tan bellos que nunca han tenido un reflejo tal, en el que uno se podía reflejar perfectamente como si de un espejo se tratara. Quien los contemplara podía ver la esencia misma de una belleza natural que al mismo tiempo tenía casi pequeños trazos de una divinidad celestial. Y a ese rostro le seguía un cuello fino de dama distinguida por el que sus dedos y a veces quizás los labios habían soñado con caminar de manera parsimoniosa, deleitarse en aquel frágil tegumento para que poco a poco se fueran saboreando las esencias que desprendían aquel templo andante del deseo y la ternura. Con suavidad le fue rodeando la cintura, atrayendo todo ese conjunto de divinas proporciones mas cerca de su pálido cuerpo, arrastrándola al refugio mas seguro que un hombre pueda dar y que una vez en él nada le haría mal alguno. Dejó salir el aire de los pulmones tras haberlo contenido ante la calidez de aquella piel en la que se podía uno recrear en gestos, caricias sutiles que la hagan suspirar. Pero sin embargo optó por posar los labios sobre aquella frente que daba equilibrio a sus rasgos y piel morena. 

Ese gesto los congeló en el tiempo, en la época donde muchos grandes amantes se reencontraban y así se demostraban las señales únicas de lo que sentía. Ella, entre sus brazos, Colocó aquellas perfectas manos sobre su pecho, como quien se da sustento contra una pared, pero a esa pared le dedicó suaves caricias en los que ella se acomodaba y apoyaba su cabeza llena de inteligencia y bondad sobre su pecho y se quedaba ahí, entre los brazos de aquel soñador, implacable a la hora de protegerla, de dar todo por ella. Ambos sonreían y con ternura una suave caricia se extendió por aquel brazo de ella y ella poco a poco movió la mano hasta que los dedos se entrelazaron en un gesto de complicidad, de compañía donde Se dedicaban el mas intenso de los calores a tan solo aquella temperatura propia en los simples humanos, se derretían con sencillez y fluído baile aquellas barreras que los habían separado. Ya eran pieles contra pieles aquellos dedos que se acompañaban, que no querrían que se mancharan y que nunca se iban a arruinar con el tiempo porque a sus ojos ella siempre sería bella. La sonrisa de aquel ser atormentado por el pasado se hizo mas grande, sincera y cerró los ojos ante aquella situación que llenaba de una luz especial aquella alma. No quería nada mas que no fuera aquello, aquel apretón de unas manos que poco a poco se hizo mas fuerte, seguro, impregnado de un ´´nunca te dejaré solo´´ dado entre dos razas, entre dos iguales y a la vez distintos  entes que se prestaban la confianza y la compañía, el calor y el valor de seguir adelante. 

El aroma de su cabello llenaba su olfato y la suavidad de la piel de su frente estaba siendo reflejaba en la sensibilidad de sus labios que fueron retirados poco a poco para separarse lo estrictamente necesario a la par que ella miraba a sus ojos alzando aquel rostro que para él resultaba de una belleza de cuento, como si fuera el hada o la criatura divina que viene a asombrar al mundo con su sola presencia. Con las miradas encontradas aquella dama de exquisitos gustos le compensó y deleitó con la suavidad de sus manos por su torso, palpando aquella zona del corazón, que latía tranquilo y a la vez alterado. Se miraban a los ojos con tranquilidad, sintiendo que no había prisa, que nada arruinaría aquella escena, que las advenedizas arenas del tiempo no los sepultaría porque no caerían de lo congeladas que se encontraban. Dulcemente posó una mano sobre su mejilla y caminaron los dedos hasta su cabello precioso y largo, negro como la noche y brillante como el día en que la vio por primera vez, suave como la seda de las mas exóticas tierras orientales de las que parecía proceder si el espectador no ponía atención. Aquellos ojos parecieron sonreír con ese brillo especial que se instalaba en su mirada cuando algo le gustaba mucho. Terminó por deslizar suavemente los dedos hasta con cariño posar la mano en su baja espalda y atraerla suavemente dejando a su piel al cargo de recibir todas esas suaves caricias que pronto se extendieron por lo largo de su pecho hasta su cuello y rostro, deleitándole con unas pinceladas que podrían sacar las lágrimas de emoción a quien los sintiera con el corazón. El cerró los ojos en un lento pestañeo y las guerras, las enfermedades, el hambre y la muerte dejaron de existir. Todo el mundo era aquella caricia que podía marcar un alma con el fuego de la paz, la tranquilidad, el placer, la bondad, la ternura, el sentimiento mismo en toda su extensión de la palabra. 

Era feliz, enormemente feliz aquel buen afortunado que no tenía deseos de mal mas que para aquellos que pudieran dañar a aquella dama, mujer, señor del castillo mas bella del mundo. Contemplaba el mundo a esos dos grandes seres que tanto habían sufrido y ahora nada existía en su interior que no fueran las ganas de sonreír, de decirle todo aquello que deseaba tanto tiempo decirle sin interrupciones, sin vergüenzas. Con suavidad los dedos dejaron de jugar en su cabello en aquel entretenimiento que era el perderse entre esa cascada de oscuridad tan bellamente contrastada con la luz de su alma en su mirada. Los dedos dejaron una tierna caricia hasta su mentón que no sobresalía ni se hundía en exceso, manteniendo ese perfecto equilibrio. Sus miradas seguían prodigándose una de las emociones mas intensas y los sensibles corazones de ambos latían desbocados como los caballos que ven ese atisbo de libertad, provocando las consabidas sonrisas nerviosas mientras la caricia a su barbilla se tornaba firme pero igualmente cuidadoso de no producirle el mas mínimo daño, mimando cada detalle de su rostro con los ojos de aquel que mira con un corazón lleno de devoción por una persona. Por aquella persona que ahora le devolvía la mirada a través del espejo del alma tan bellamente ornamentado que era su rostro. Con cuidado se acercó a ella y aquella mano suave y tan dulce en sus caricias pasó por aquel rostro desgraciado para posarse en su mandíbula. 

En la unión de los labios pareció estallar un volcán que los llevó directamente a un colapso producido por la paz, la tranquilidad, los nervios que se han extinguido. Los colores saltan ante ellos como fuegos artificiales en un roce de apenas unos pocos segundos tras los cuales se separan solo un par de milímetros para sonreír con toda la sinceridad y el cariño del mundo. No se necesita mas, no son necesarios los grandes actos de pasión ni la lujuria. Volviéndose a mirar de nuevo, las caricias comienzan por los rostros y los cuellos de ambos, descienden por los hombros y ella vuelve a su posición de apoyo en su pecho sin despegar los ojos de los de él. Una de las mas tiernas sonrisas llegan a los labios de él, coronados con el sabor de los labios de ella, una esencia extasiante, un regalo de altísimo valor que se filtró a través de su aliento hasta correr por la sangre y su recuerdo, del cual nunca se fugará. De nuevo el silencio se hace y solamente se miran como el fin de un proceso que desencadena otro maravillosamente similar. Con suaves caricias adora a esas caderas que tan maravillosamente se mueve, ella está quieta, completamente quieta, dejándose hacer por esas manos que la adoran, que promueven un fervor inconmensurable hacia aquellas formas divinas de su cuerpo tan condenado por ella, tan adorado por él. Con suavidad él le susurró un ´´te quiero´´ y ella le miró con un brillo especial en la mirada, su forma de decir ´´yo también´´

Mirada contra mirada, mano contra mano y aliento contra aliento 
permanecieron juntos mas allá de tierra, sol, luna y viento. 

martes, 7 de agosto de 2012

Como sería...

Te habría estado contemplando toda la noche, estudiando cada rasgo de tu rostro y parte de aquello que las sábanas se gusten a revelarme. No habría prisa para realizar ningún plan, sencillamente dejaría el tiempo pasar con lentitud, como ese goteo incesante que se produce cuando una grieta en algún techo deja pasar el agua tras las lluvias, pero sin la pesadez que ello supone. Llenaría cada uno de esos segundos con mis ojos en tu rostro, estudiándolo en cada trazo de ese gentil pincel de aquel Dios que te diseñó así con la ayuda de la genética de tus padres. Almacenaría en mi memoria alguna que otra palabra que se escapara de tus labios en medio de los sueños mas profundos e incluso te susurraría al oído las historias mas bellas con las que iluminar esa senda por la que caminas acompañada de mi voz. Con suavidad mis dedos se deslizarían por esa suave mejilla y seguiría uno de ellos por la linea de tu armoniosa mandíbula, que es parte de la boca mas linda y apetecible del mundo, una de las protagonistas principales de esta escena. Con ternura ascendería por tu rostro para dejar lentas caricias en ese sedoso cabello que me encanta ver caer por tu espalda y hombros, enmarcando aquel cuadro sin autor mas que el de la fortuna y la naturaleza cuando diseña algo realmente bello. La brisa estaría presente, entrando por las ventanas abiertas de par en par para que el sol arranque los reflejos mas bellos a tu largo cabello y al mio, ambos brillantes en tonalidades muy diferentes.

La propia luz quizás fuera la que te sacará de ese letargo o a lo mejor soy yo que con suavidad susurraré cerca de tu oído una bella poesía salida de mi interior. Con seguridad y aun medio dormida no te enteres de nada pero no me importaría volvértela a repetir. Abrirías finalmente los ojos y con ternura mis caricias se expandirían hasta otros lugares como aquellos labios por los que pasearían dos dedos que dejarían su impronta de calor emocional dentro de mi propia alma ante el sencillo recuerdo de haberlos rozado con las yemas de los dedos. Girarías tu rostro y nos miraríamos a los ojos por un momento mientras tu aun sales de ese mundo que te echará de menos así como este te extraña cuando te vas a dormir. Tu voz medio adormilada seguramente me daría un escueto y enternecedor saludo con esa susurrante cadencia que a veces me vuelve loco y otras veces me alegra el día como no te haces a la idea. Con una sonrisa y conteniendo las ganas de comerte ya en el momento por todo ese cariño que nace en mi cuando escucho tu voz te devolvería el saludo junto a un beso en esa extensa frente y no te harías a la idea en toda la vida de cuan maravillado estaré observándote, quizás una medida no muy original pero ciertamente ni te haces a la idea de cuan maravillado me dejas con tu sola presencia en mi vida.

Y pensaría en todo lo bonito que me ha pasado en la vida. Pensaría en triunfos y derrotas, premios y castigos que he tenido que recibir y sufrir por mal comportamiento, el cual nunca tuve pero siempre he temido, a esa transformación en un ser oscuro que me aparte de todo aquello que quiero y me acerque al mal, a la soledad y a la muerte prematura por falta de motivos vitales a los que agarrarse. Pero ahí estarías tu, con tu sonrisa, tus ojos brillantes y enormes, mirándome y sintiéndome atrapar por esa mirada que a veces veo en medio de cualquier paraje en el que se puede dar fe de que no estás presente, pero como si lo estuvieras. Y te miraría con una ternura que ni te imaginas, que ni yo puedo llegar a imaginar en lo mas absoluto. Estaría tan bellamente acompañado por ti que nada mas me importaría, ni el tiempo importaría lo mas mínimo, o los planes o las prisas. Solamente tu y yo en esa bella zona de aquel gran castillo, en aquella gran cama siendo saludados por los rayos del Sol, la fresca brisa que poco a poco se iría refrescando mucho mas y acercaría los cuerpos en busca de calor. Me acercaría a ti haciéndole todo el caso del mundo al aire que nos rodea y suavemente deslizaría mis dedos por tu rostro, sin poder creerme tanta belleza junta, dentro y fuera de una sola persona. Mi mirada de adoración no se apartaría de tus rasgos que lentamente se volverían interrogantes, como siempre hacen. Y yo te diría que no pasa nada y te pediría una sola cosa . Que cerraras los ojos. Y si los cerraras con suavidad te daría tres besos.

El primero en la frente, queriendo expresar sentimiento de abierta protección. Nada te afectará en tanto yo esté a tu lado en los sueños y la realidad. Con ese beso te haría ver que no me importa como seas ni lo que seas, que tal y como te muestras siempre vas a ser especial para mi. En ese dulce tributo a tu frente pausaría los labios para que fuera un tributo al tiempo que lentamente pasaría pero no por afán de torturar, sino por concederme mas y mas tiempo, el suficiente al menos para que me dejaran demostrarte con gestos todo aquello que te quiero decir con palabras, dejar que los pequeños trazos de mis dedos dibujaran en tus mejillas pequeños ríos de cariño. Al son de los corazones pasarían los minutos, deliciosamente lentos. No se escucharía otro sonido que no fuera e de las respiraciones poco a poco alterándose por el continuo ir y venir de las manos en tu rostro y que descenderían por tu brazo para entrelazar los dedos, en ese gesto de apoyo, de ´´yo siempre voy a estar ahí, diga lo que diga el destino´´. En un deslizar cadencioso por tu rostro, mi aliento se encontraría por unos segundos con el tuyo y se llevaría a cabo la mas bella hazaña que nunca se pueda realizar. En un susurro te pediría que cerraras los ojos y así sería el momento. 

Tus ojos cerrados me daría la suficiente intimidad como para acercarme sin temor a esos labios dulces como la misma miel, tentadores que parecen pedir besos a gritos en mis mas bonitos sueños. Me acercaría con cautela, con respecto, adoración y muy suavemente posaría mis labios sobre tu labio inferior, lo atraparía con sutileza y lo mimaría con la ternura con la que mi mano se desliza por tu rostro o la seda por una corriente de aire. De mil amores le daría cobijo al frío invernal de la angustia y la tristeza, de la soledad y los miedos. Te ofrecería el humilde refugio de mis labios para que te ocultaras de todo aquello que te da miedo. Entre suspiro y suspiro iríamos forjando esa armadura que nos haría invencibles, imparables ante las envidias, las mentiras o cualquier otro mal. Miraríamos al destino o la tragedia a los ojos y le diríamos con toda amabilidad ´´cinco minutitos mas´´. Crearía un mundo solo con las sensaciones de ese momento único que tendría lugar entre tus labios y los míos, lentamente bailando al compás de un lento pero a la vez enérgico vals. Mis dedos se enlazarían con los tuyos, dándose la unión por otro punto mas junto a los alientos y los labios. La textura de tus labios no haría mas que incitarme a seguir y seguir, dejando los problemas a un lado para que únicamente nosotros podamos llevar a cabo tan delicadas acciones. 

En algún momento posterior una rosa en mi mano se deslizaría por tu mejilla. Nuestras miradas se dirían todo con respecto a las sensaciones que nos llenaran en ese momento tan dulce de un día largo y sempiternamente recordado. Por tu mejilla se deslizaría esa azulada caricia de inferior calidad a la de tu piel, tu delicada y cálida piel que me inspira los sentimientos mas bellos cuando la siento bajo la yema de mis dedos. El tiempo dejaría de tener sentido: ya no serían latidos ni nada por el estilo, sencillamente no habría tiempo, ni espacio, ni palabras con las que encuadrar este momento en una época. Yo te confesaría con miradas, con pequeños gestos aquellas bellas sensaciones que causaste en mi desde un primer momento y que nunca pensé que llegaría a expresarte de alguna forma. Te narraría con esa rosa cada uno de los detalles que te he dedicado en forma de nuevos gestos en los que recrearse de la mas dulce de las formas, con una total entrega a ese momento que por todos los medios volvería inolvidable para tu recuerdo. 


Y en aquella mañana nos perderíamos, entre conversaciones, risas, problemas olvidados y detalles... una infinidad de detalles.