lunes, 27 de noviembre de 2017

Cazadores Cazados.

   El cielo estaba nublado aquel día de otoño. Comenzaba el frío y ciertamente las buenas gentes de las casas ricas y pobres comenzaban a sacar las ropas gruesas.  Aquel reino, sin embargo no era perfecto, existían las personas sin hogar, sin techo, gente o bien desheredada o bien con mala fortuna en la vida. Con todo la corona había sido la primera en habilitar una parte de su palacio para poder dar refugio a todas esas personas.  Algunos comerciantes y diplomáticos tomaron ejemplo y muchos hombres y mujeres sin hogar pudieron encontrar techumbre.
   Ese día, como ya se digo, estaba nublado y la Reina se encontraba en su sesión matutina de atender a los peticionarios. Algunos eran hombres sencillos que pedían cosas sencillas, otros venían a informar de las cosechas en nombre de pueblos enteros. Estos papeles pasaban a su vez a los contables, que lo anotaban todo en su gran libro. A veces venía algún nuevo comerciante para ofrecer sus mercancías a cambio de privilegios reales o quizás a reclamar una deuda de mucha cuantía. Llegaron un par de diplomáticos de lejanas tierras para ofrecer rutas comerciales, recursos mineros y especias.
   -Majestad.-decía uno de ellos- Nuestro oro está dispuesto a viajar a su reino a cambio de las riquezas materiales y culturales de su tierra.
   -Sin duda sería un excelente intercambio.-Respondió su Majestad.-Denle a mis contables las cifras aproximadas y sin duda su oferta será tenía en cuenta.
   A todo esto asistían varios de los mejores Caballeros y Damas de la corte, junto a la Princesa. El Caballero Gato estaba entre las sombras, en constante y elegante movimiento, mientras que Cuervo Gris vigilaba las alturas y la Dama de Plata se encontraba como una estatua al lado de la Princesa, que comía en ese momento una manzana cortada en gajos y servida en plato de barro. Su amiga, la ayudante o jefa de aquella importante diplomática de espada veloz, estaba situada detrás del trono de la Reina echando su habitual siesta para mantener todo su pelaje brillante y perfecto.
   Una vez se hubieron retirado los diplomáticos son la habitual reverencia, entraron un grupo de hombres. Cuatro para ser exactos, de los cuales dos portaban lo que parecía una jaula tapada con unas telas.
   -Majestad, hemos atrapado una bestia realmente salvaje y peligrosa.-Dijo el que parecía el líder de aquella comitiva, sin duda hombre de campo o mas bien de caza.
   -Y sin duda la traéis para que yo la vea en persona y os felicite. -Dijo Su  Majestad mientras sonreía con toda educación.
   -Esta es una criatura nunca antes vista.-Dijo de nuevo el primero.-Que casi nos cuesta unos cuantos dedos, ¿que digo dedos? la mano entera.
   -Adelante pues.-Dijo la Reina.-Mostrarme lo que habéis capturado.-Dijo mientras  hacía un sutil gesto a Dama de Plata para que se preparara. Gato se había quedado quieto.
   -¿Está segura, Majestad?-Preguntó el líder de la comitiva.-Bueno, luego no me venga llorando con que ha perdido los pies. 
El hombre de anchas espaldas se quedó dubitativo durante unos segundos pero finalmente abrió la jaula.
   Ante toda la corte salió al exterior una criatura desde luego nunca antes vista por muchos de aquellos  hombres, campesinos o comerciantes presentes. Era mas grande que algunos perros de raza media, con unas pata cortas y unas uñas bastante afiladas. Poseía unos dientes de roedor a la par que unos ojos del mismo tipo, pequeños y negros, muy brillantes. Sus movimientos eran bamboleantes. Lo mas característico era lo que parecía un manto de púas, o pinchos, o cabellos muy gruesos que le hacían asemejarse a un arbusto andante. Varios cientos de ojos siguieron en silencio la evolución de aquel caminar casi hipnótico y su destino fue el trono de la princesa. Mas exactamente el lateral donde estaba apoyado el plato con la manzana.
   -Oh, debe de tener hambre.-Dijo la Princesa y bajó el plato de barro hasta donde se encontraba aquella criatura extraña. Esta tras mirar la manzana al momento "atacó", o lo que es lo mismo, agarró un trozo con sus uñas y se puso a comer masticando visiblemente satisfecho con su "presa" recién cazada. El proceso de alimentación fue realmente fascinante hasta que la Reina finalmente miró a los peticionarios o cazadores.
   -Señores, si bien les admito que no he visto en mi vida una criatura semejante, debo de puntualizar que su actitud no parece muy agresiva.
   -No os fiáis lo mas mínimo de las apariencias, Majestad.-Dijo el líder en cualquier momento saltará sobre vos o vuestra hija...
   -... Y se quedará dormido.-Completó la Princesa.
   En efecto, la extraña criatura se había quedado dormida con los últimos restos de la manzana aun entre sus patas. Parte de su peso estaba sobre el pie de la Princesa del Reino.
   -En verdad pesa, me está acalorando todo el pie a pesar de que estemos cerca del invierno. 
   -Creo que deberíamos consultar a nuestro doctor, es experto en criaturas extrañas de otras tierras.-Dijo la Reina.
   Pasados los minutos, el doctor entró por la puerta con su típico porte de orgullo y dignidad. Era experto en cientos de materias, desde plantas pasando por piedras, alquimia, animales y era capaz de adivinar el clima solo por la dirección del viento. Vestía impecablemente y mas cuando sabía que debía presentar o prestar sus conocimientos a la Corona. Se puso  al lado de uno de los cazadores que había apartado a la "bestia malvada" hasta la entrada de la jaula.
   -¿Ha llamado Su Majestad a  este humilde siervo de ella y del conocimiento?-Preguntó el doctor, con toda pedante educación.
   -Mi buen doctor, nos preguntábamos si puede identificar a la criatura que tiene a su derecha.
El hombre de ciencia giró la cara hacia la derecha, sin perder un ápice de dignidad.
   -Sin duda parece humano majestad, de origen campestre, con unas ciertas tendencias al alcohol por lo que detecto en su aliento, respetando con toda humildad el gusto por las bebidas alcohólicas...-Comenzó el doctor pero se detuvo ante un gesto de la Reina. 
   La Princesa apenas podía mantener la risa dentro de la garganta.
   -Me refiero a la criatura entre nuestro honrado cazador y usted, doctor.
El doctor miró hacia abajo.
   -Oh, ahora me explico que se me invoque aquí tan temprano.-El hombre de ciencia se inclinó un poco y se ajustó los lentes con toda teatralidad antes de cuadrarse.
   -Parece un puercoespín, majestad.-Dijo el doctor, haciendo una reverencia.
   -Que nombre tan extraño., pero me gusta.-Dijo la Princesa con una sonrisa.
   -Pues esa cosa casi se carga uno de mis dedos, mire.-Dijo uno de los cazadores, hasta el momento callado y mostró uno de sus dedos, vendado al completo.
   -Majestad.-Intervino entonces la Dama de Plata.-¿Puedo hacerle unas preguntas a estos... honrados hombres?.-Dijo con sus ojos grises reflejando lo que parecía astucia y al mismo tiempo hastío.
   -Adelante-Dijo Su Majestad.
   Dama de Plata avanzó hacia aquellos hombres, que al momento fueron presa de su aura de poder y determinación. Miró al herido y luego el vendaje.
   -Supongo que ustedes no tendrían el descaro de interrumpir a este animal mientras comía unos cuantos vegetales.
   Los hombres se miraron los unos a los otros.
   -Bueno-Dijo uno de ellos- Era posible que al vernos escapara así que decidimos actuar de forma improvisada.
   -Comprendo.-Dama Plateada se giró hacia el médico.-Doctor, ¿son las criaturas de este tipo capaces de alimentarse de carne?.-Preguntó la máxima representante de la diplomacia nacional.
   -Pues poco he leído sobre estas criaturas -Admitió el doctor- Pero eso es fácil de saber: sus dientes son como los de los ratones, ratas, etcétera. Si bien en caso desesperado muchas de esas alimañas pueden llegar a consumir carne, lo hacen bajo condiciones extremas. La respuesta real sería un claro "no" con un "aunque" a continuación. Sin embargo, esta vez no estamos tan cerca del invierno y dudosamente podrían llegar a un ataque contra humanos. No cuentan con los recursos fisionómicos naturales como los de lobos, zorros, comadrejas, etcétera etcétera.-Dijo el doctor, sintiéndose satisfecho consigo mismo ante el despliegue de la explicación.
   -Gracias doctor. Mi conclusión es la siguiente.-Dijo Dama plateada tras un par de pasos de reflexión.- Estos hombres vieron a la criatura, pensaron que podrían venderla a Su Majestad como una bestia exótica y aquí están. Trataron de hacerse con ella, supongo que atacándola desde la espalda, donde no tenía una claro campo de visión y este les devolvió el golpe con un mordisco, que suponemos debe tener forma plana.
   -Mi buen doctor.-Dijo la Reina.-¿Cuantas posibilidades hay de encontrar de forma natural un puercoespín en estas tierras?.
   -Exactamente cero, Majestad. Yo tuve el placer de catalogar todas las especies de los bosques de alrededor, y dicha información e ilustraciones fueron puestas en un compendio que luego fueron regaladas a la Princesa como deseo de buena venturanza.
   -De mis libros favoritos, cabe destacar.-Dijo la Princesa.
El doctor se permitió una leve sonrisa y un gesto de reverencia a la Princesa, el cual ella correspondió.
   -Con todo.-Continuó el académico.-Me gustaría ver en un mapa el lugar exacto en donde fue encontrado. Quizás me dejé algo por el camino.-Y murmuró-Lo cual me parece imposible.
   A una orden, un soldado extendió sobre una mesa uno de los mapas del reino. 
   -Justo aquí.-Dijo el cazador mas grande de todos.-Aquí vimos a la bestia.
   -¿Justo ahí?.-Preguntó Dama de Plata. -¿Exactamente en ese árbol tan bien dibujado por nuestros cartógrafos y topógrafos?
   -Sin lugar a duda muy bien dibujado y justo ahí.-Insistió de nuevo el líder de la comitiva.
   -Es decir, que ustedes, caballeros, entraron a una zona restringida para los cazadores.
   Los cuatro hombres se miraron mientras los guardas comenzaban a avanzar hacia ellos ante lo que parecía una futura orden de detención. Cuervo Gris soltó una de sus extrañas risotadas, parecidas a las de un graznido. El Gato disimuló mucho menos y rió durante un buen rato.

   Una vez los cazadores fueron detenidos por saltarse la ley de permisos de caza, la tenencia de armas ilegales y el uso de trampas no permitidas el doctor se acercó a su majestad.
   -Majestad.-Dijo el buen hombre.-No quiero asustaros, pero durante mis labores de investigación zoológica tuve que hablar con unas cuantas personas, entre ellas cazadores que conocían las rutas de caza hacia la costa. Y acabo de recordar de una cala en la que muchos barcos dedicados a actividades sospechosas llegaban para sus negocios turbios. Es verdad que desde que vos subisteis al trono eso se ha reducido pero con estas cosas nunca se saben.-Y finalizó la exposición con una humilde reverencia.
   -¿Insinuáis contrabando de animales?.-Preguntó la Reina. Su gesto era serio.
   -Me temo que sí, Majestad.-Dijo el hombre de ciencia.
   -Manden un mensaje a los Caballeros y Damas ahí presentes. Que cierren toda la zona, que la registren de arriba abajo. -La Reina miró hacia el alto de la sala del trono, donde Cuervo Gris parecía uno mas entre todos aquellos hombres y mujeres de la clase mas humilde.- Señor Cuervo Gris ¿están tus hombres preparados?.
   Por toda respuesta Cuervo Gris asintió muy levemente y sin mas salió de aquel lugar.

   Lejos de ahí, en un cala casi abandonada, unos hombres descorchaban una botella de vino. Eran bandidos dedicados al contrabando de animales. Aquello les había salido rentable, A pesar de los largo del viaje habían vendido todas las criaturas extrañas con las que se habían hecho. Eran hombres malvados, si escrúpulos que reían y celebraban lo mezquino de su negocio con el oro, el vino y las mujeres que pudieran caber en sus manos. El líder era un hombre corpulento, de gran panza y manos grandes.
   -Bien, chavales, este ha salido muy redondo.-Decía aquel hombre, ya algo alcoholizado, en referencia a su negocio. Todos gritaron, saludando aquella gran verdad.
   Eran por lo menos veinte hombres curtidos en la tierra, el mar y sobretodo en el pillaje y la granujería. El segundo al mando, con una gran barba, portaba un hacha en cada lado del cinto, tres cuchillos de diferentes formas en su filo y una ballesta. Le llamaban el Desollador, aunque sin tanto carisma ni fuerza como el líder de la comitiva, era el mas sádico de todos.
   -Oiga jefe ¿no cree que podrían encontrarnos si nos quedamos aquí mucho tiempo?-Preguntó otro de los hombres, el típico enano que lleva las cuentas, al que nadie hace caso.
   -¿Pero qué dices, estúpido? Si por aquí no pasa nadie desde hace tiempo. podemos estar tranquilos, celebrando toooodo esto por todo lo alto -Dijo haciendo un gesto que abarcaba todas las riquezas que habían conseguido junto a algunos animales pendientes de ser vendidos.-Además hemos colocado trampas por todo el bosque y sistemas que nos alertarán en caso de que vengan.

   La Dama Luna miró a alumnas.
   -Vuestra primera misión para el Reino, chicas. Esperaba que pasara mas tiempo hasta que estuvierais mas preparadas pero esta es una urgencia y de máxima prioridad. Hemos recibido el mensaje de su Majestad, al parecer hay unos cuantos contrabandistas que quieren hacerse de oro vendiendo animales que son ajenos a estas tierras.-Su tono era serio.-hay bastante en juego pero contamos con un plan.  Así que si cada una hace su parte todo saldrá bien. -La Dama Luna pasó  entonces a un registro mucho mas cálido.-Confío en vosotras.
   Su alumna con orejas puntiagudas, apodada Sombra Crepuscular, era el inicio de todo el plan. Se internó en el bosque corriendo con la agilidad del ciervo, la rapidez de la liebre y la seguridad del gato y el lobo.
   -¿Como puede tropezarse con cada adoquín de la cale principal de la capital y luego es capaz de meterse de sopetón en un bosque sin descolocarse un solo cabello?.-preguntó Zafiro, la alumna de sangre mas azul, a nadie en particular, denotando una mezcla de desconcierto y envidia.
   -Te ha oído.-Dijo la alumna mas humilde, Flecha Silbante.-No diré su respuesta.-Tenía los ojos cerrados, atenta a cada sonido, apreciando cada matiz que las rodeaba.
   -Porque ella nació con la sangre de los elfos, querida, esas criaturas maravillosas que cedieron parte de su naturaleza a ella y su inteligencia.-Dijo la Dama Luna, con una pequeña sonrisa.
   Sombra Crepuscular recorría el bosque atenta a cada pequeña señal. Dejaba señales del camino que había tomado, se encargaba de localizar cada trampa. El aroma del hierro de los cepos, del cáñamo de las cuerdas, no le pasaba inadvertido. Escuchaba el canto de los pájaros para sacar toda la información posible. Aquel era parte de su entorno, de su hogar, y adoraba sentirse tan sumamente abrazada por la madre naturaleza que le había dado la vida. Evitó, eso sí, los tejos.
   -Un tejo.-Dijo Sombra, con el nerviosismo en la voz.-Los tejos son malos.
   -Se está desviando.-Dijo Flecha Silbante.
   -¿Un tejo?.-Preguntó la Dama Luna.
   -Un tejo.-corroboró Flecha Silbante.
   -Brisa.-Dijo la maestra mirando a la mayor fanática del baile de todas sus alumnas.-Tu turno.
Brisa Danzante se puso en marcha por el mismo punto por donde había desparecido su compañera. Su misión era asegurar la ruta con unas flechas especiales que Flecha Silbante había usado en aquella legendaria exhibición. Iba dejándolas cada pocos metros mientras seguía a su vez el rastro de su compañera élfica. La siguiente, acompañada de todas las demás, era Flecha Silbante. Se guiaba por el sonido que dejaban aquellas flechas diseñadas por ella. Cuando llegaban a una la sacaban para que no molestara su sonido. Fue un camino largo donde Zafiro expresó mas de una vez su disconformidad con el ambiente y su persona, la poca afinidad que había entre ellos. Durante el camino encontraron cepos saltados con ramas, trampas de red totalmente vacías en lo alto o cuerdas cortadas que impedían la activación de trampas mucho mas perversas.
   A dos flecha de distancia Flecha Silbante se agachó. Todas las demás hicieron lo mismo y avanzaron poco a poco. El camino se hizo aun mas largo y Zafiro, por fortuna se quedó callada ante la visible tensión en el rostro de su compañera de oído agudo. Llegadas a unos matorrales Dama Luna se puso al frente y se encontró con el rostro de su alumna mas forestal. Su rostro denotaba terror, horror, indignación. La cicatriz del rostro estaba enrojecida.
   -No tienen corazón.-Dijo con una solitaria lágrima rodando por su mejilla. Todas las demás la miraron en silencio.-Tienen a esos pobres animales encerrados.
   -No lo estarán mucho tiempo, cariño.-Dijo la Dama Luna con su tono maternal. Le rompía el corazón no poder abrazarla en ese momento y dejarla llorar lo que quisiera y mas.-Ya sabes lo que tienes que hacer. Y nada de disparar a matar. No al menos de momento.-Dijo la instructora.
   Sombra Crespuscular se puso manos a la obra y tomó un cuaderno pequeño que llevaba siempre consigo. Al otro lado de un claro estaba la casa. Comenzó a mirar y murmurar cosas mientras trazaba , calculó lo que parecía la distancia desde donde estaba exactamente ella hasta un punto determinado de la vivienda.
   -Los oigo.-Dijo Flecha Silbante.-Muchos de ellos están borrachos aunque no lo suficiente.-Dijo la huérfana con los ojos cerrados, para escuchar mejor.
   Sombra terminó y se acercó a su compañera mas robusta. En la mano tenía un dibujo que parecía un calco de la casa con una marca justo en lo alto del tejado.
   -Justo ahí, Roble Alado.-Dijo la niña élfica apenas pudiendo contener la indignación, casi a punto de gritar de rabia.
   Roble Alado, al ver a una de sus mejores amigas en ese estado no dudó lo mas mínimo. Tomó su arco, imposible de tensar salvo por una mujer fuerte como ella y apuntó. Sombra le mostró de nuevo el dibujo, Roble lo vio por el rabillo del ojo, levantó el arco medio centímetro y disparó.
   La enorme y robusta flecha voló a lo largo de todo el trayecto con una asombrosa rectitud. Dio de lleno en el punto señalado por su amiga y entonces la casa pareció partirse a la mitad, como si una parte de la casa empujara a la otra. Aparentemente la casa estaba intacta pero de pronto la entrada de atrás se cayó completamente.
   -Bien.-Dijo Dama Luna tensando su arco.-Disparad.
   Zafiro fue la que mas tardo dado que tenía que atusarse el cabello y presentar una estampa digna pero apenas hubo medio segundo de diferencia entre las 5 alumnas y la maestra arquera.
   -¡MIERDA! ¿pero que puñetas pasa?.-Gritó de pronto el líder al escuchar el impacto contra la casa y la pared derrumbándose.
   -¡Es una trampa, tenemos que escapar!
   Las flechas llegaban de todas direcciones gracias a la agilidad de sombra y a los bailes de Brisa Danzante. Damas Luna y las demás alumnas estaban estática, a cubierto, detrás de árboles y setos, sin dejarse ver. Ellas apenas hacían un impacto cuando Brisa y Sombra eran capaces de lanzar tres flechas mas si no mas.
   -¡No los veo!.-Gritó uno de esos malhechores.-¡Hay que salir de aquí!
   -¡Todos fuera, al barco, nos largamos chicos, que le den a todo, pillar lo que podáis y fuera de aquí!
   Los maleantes abandonaron aquel improvisado refugio para correr hacia la playa que había después de una explanada. Subieron al barco y levaron anchas. Dentro había mas hombres, que guardaban la embarcación y dormían a pierna suelta. Cuando notaron todo el ajetreo despertaron de golpe, producto de la experiencia y se pusieron en su puesto. El capitán de todos aquellos hombres estaba dando órdenes, con su gran panza y manos, ayudando también con jarcias y demás aparejos.
   La cala donde habían atracado era estrecha pero rápidamente se abría al amplio mar.
   -¡CAPITAN!.-Dijo uno de los vigías.-¡A babor!.-Dijo sin mas.
   El capitán fue hacia ese punto del barco y lo vio. Una sola nave, una embarcación absolutamente gris, parecían dotar de silencio todo su alrededor. Desde babor se vislumbraba el movimiento de aquella tripulación que parecía funcionar como una sola persona. Solo una figura no se movía.
   El "Cuervo Silencioso" del capitán Cuervo Gris, estaba tratando de cortarles el paso. Cada hombre en su puesto, con esos ojos negros y uniforme grisáceo.
   -¿Quien es, maestra?.-Preguntó Roble Alado, observando junto a sus compañeras desde lo alto de un pequeño acantilado.-¿Mas piratas?.
   -No, cariño, es el capitán Cuervo Gris, uno de los mejores capitanes al servicio de la Reina. Ha sido llamado para patrullar estas costas y llega justo en el mejor momento.
   -Nunca había escuchado hablar de él.-Dijo Zafiro, colocándose de nuevo el cabello.
   -Digamos que es muy discreto. De los pocos hombres que no está obligado a presentarse físicamente ante la Reina para hacerle una petición, demanda, juramento o nada que requiera el uso de la palabra.
   La nave "Cuervo Silencioso" avanzó ante la vista de las alumnas y la maestra. Fue acercándose desde un lateral, por lo que los piratas giraron su embarcación hacia el otro lado.
   -Se van a escapar.-Dijo Roble Alado, esperando que sucediera algún milagro que los detuviera.
   -No, no lo creo.-Dijo Dama Luna y entonces la maestra se emitió lo que parecía un suave silbido.-Vamos niñas, por aquí.-Dijo mientras comenzaba a caminar por el lateral del acantilado.
   De pronto algo en el agua se movió por debajo de la embarcación y justo delante de ellos emergió una bestia marítima gigante. No, no era una bestia marítima, era una bestia terrestres, pero que se había zambullido en el agua. Un lobo gigante estaba frente a ellos y atrapó el casco de proa entre sus dientes. La criatura cerró los ojos y comenzó a practicar una suave torsión en dirección al barco de Cuervo Gris, que aun permanecía silencioso. Los gritos de alarma y sorpresa se extendieron por el aire hasta los oídos de las cinco alumnas y la maestra, que se habían subido a un bote oculto entre unas rocas.
   El "Cuervo Silencioso" avanzaba inexorable hacia la posición de la bestia y el barco de contrabandistas. Los ocupantes de la embarcación grisácea estaba en silencio absoluto. Unos tenían arcos, otros espadas o sencillos objetos contundentes, algunos estaban en lo alto de los mástiles. El capitán Cuervo Gris avanzaba por la cubierta hasta donde iba a ser el punto de encuentro exacto. Desenvainó su espada, miró a sus hombres y sencillamente saltó a otro lado. En la cubierta se encontraba el líder de aquella maléfica banda de criminales ladrones de animales. Ambos se miraron.
   -Este viejo a mi no me puede vencer en combate singular.-Dijo el líder criminal escupiendo al suelo con desprecio.
   -Señor, es el capitán Cuervo Gris, la muda leyenda del mar ¡AY!.-Dijo tras recibir un puñetazo de su capitán.
   -¡A callar, estúpido perro de agua dulce!.-Sonrió asquerosamente mirando a su oponente.
   Mientras tanto la barca se había acercado hasta donde se encontraba la bestia que al fin había soltado su presa tras ser aprehendida por unas cuantas amarras de los hombres del capitán Cuervo Gris.
   -Mi noble Caballero Lobo.-Dijo la Dama Luna a su amado, paseando su blanca mano por el pelaje húmedo de la bestia mas temida de todo el Reino.-Te favorecen mucho las algas en el pelaje.-Dijo quitando una ristra de algas.-¿Podemos?
   La bestia miró a la maestra y sus cinco alumnas y acercó el hocico, afianzando las zarpas en las profundidades para dar mas soporte. Estas fueron subiendo mientras los hombres del capitán pirata se hacían a un lado para dejar sitio a los contendientes que ya habían empezado a luchar.
El contrabandista no era un mal luchador pero Cuervo Gris parecían mas ágil a pesar de su aparente edad muy avanzada. Poseía una barba gris y su piel curtida por los elementos parecían casi de roca. Su sempiterno abrigo largo gris estaba algo mojado y tenía un par de remiendos poco elaborados. Una de las leyendas del mar estaba en silencio, recibiendo las embestidas atroces y salvajes de su enemigo pero el esquivaba. Aunque quiso la fortuna sonreír a favor del maleante y logró saltar la defensa de Cuervo Gris para ir directamente a su cuello.
   Al momento de alcanzar el cuello, todo se volvió extraño. Delante de todos los contrabandistas, una excelente arquera, sus cinco alumnas encima de la cabeza del lobo y este mismo lobo, Cuervo Gris cayó al suelo con todo el peso de su cuerpo.
   Zafiro se llevó las manos a la boca conteniendo un grito de horror. Roble Alado se quedó paralizada, igual que Brisa Danzante. Flecha Silbante tenía los ojos como platos, sin poder creerse que iba asistir a la muerte de un hombre que era leyenda entre marineros y huérfanos.
   Sombra Crepuscular lanzó entonces una pregunta al aire. O mas bien hizo una pequeña observación.
   -No sangra.-Dijo en apenas un susurro.- ¿Por que no sangra ese hombre?
Todo se hizo silencio de pronto y entonces donde antes había un cadáver de pronto se convirtió en una nuble gris. Todos los presentes, poco habituados a estos sucesos se quedaron con los ojos abiertos. El capitán pirata, antes celebrando su victoria ahora retrocedía mientras una especie de revoltijo vaporoso se formaba en la alturas. De pronto de esa nube comenzaron a caer lo que parecían plumas.
   -Mi amor.-Susurró muy suavemente a la oreja de su amado la Dama Luna, para que sus alumnas no se dieran cuenta de aquella falta de protocolo, aunque confiaba en la discreción de Flecha y Sombra.- ¿Nos dejas en la cubierta del barco del capitán?
   Con un gruñido suave el gran lobo guió su cabeza hacia la cubierta. Varios hombres del capitán Cuervo Gris recibieron a las recién llegadas con reverencias, pero ni una sola palabra.
   -Muy amable.-Dijo Sombra Crepuscular, echándose la capucha. Los hombres le despertaban la timidez, y ahí había muchos. 
   -Muchas gracias.-Dijo muy formalmente Zafiro que luego se limpió la mano por la que fue tomada para subir al barco.
   -Gracias.-dijo Roble Alado, sin mas, mirando a su alrededor.
   Flecha Silbante no dijo nada, estaba atenta a esa bandada de cuervos que había aparecido de pronto.
   Eran cuervos del color gris de la ceniza, del cielo que está a punto de llover. Y sin ms se lanzaron sobre el capitán pirata. Empezaron a llover los picotazos.
   -¡OH DIOS!¡AHHH SOCORRO!.-Gritaba el capitán pirata.
   -¿Os rendís, capitán?.-Preguntó la Dama Luna desde una posición segura.
   -¡SÍ, SÍ, ME RINDO, POR FAVOR DETENGAN ESTO!.-Dijo el capitán, totalmente vencido.
   Como si de una orden silenciosa se trataran, todos los hombres del barco avanzaron saltando a la cubierta del enemigo y comenzaron a hacer prisioneros.
   Los cuervos fueron volando poco a poco hasta donde se encontraba el  Cuervo Silencio y delante de los ojos de aquellas cinco jóvenes, aun casi niñas, se fue formando la figura de un hombre. El mismísimo capitán Ciervo Gris estaba frente a ellas. Estaba tal cual antes de la batalla contra el capitán enemigo aunque ahora en un lateral de su cuelo lucía una cicatriz, como si un profundo corte estuviera ahí presente desde hacía años.
   -Capitán Cuervo Gris.-Dijo la Dama Luna con toda la humildad en su voz. Hizo un reverencia con la elegancia del agua de un río y sus cinco alumnas la imitaron lo mejor que pudieron.-Hasta yo comenzaba a pensar que usted se habían convertido en una historia infantil.
   Cuervo Gris correspondió con otro reverencia, no tan fluida, miró a la pequeña comitiva que había llegado a su embarcación y seguidamente al gran lobo. Este se acercó al barco y una de sus grandes patas se apoyó en la borda, haciendo que toda la embarcación se hundiera al menos un metro desde ese lado. A su vez el capitán puso una fría y callosa mano sobre la enorme pata del lobo. Entonces el lobo emitió un sonido leve mientras enseñaba sus dientes del tamaño de espadas.
   -¿Maestra?.-Preguntó Sombra Crepuscular. En su voz había nerviosiso y casi una solicitud silenciosa de órdenes. Se había echado la capucha hacia atrás a pesar de la presencia masculina masiva, en señal de alerta.
   La Dama Luna miró con una gran sonrisa a su alumna mas rápida entre los bosques y negó haciéndole un gesto para que se tranquilizara.
   De pronto el gran lobo abrió la boca, unas fauces en las que podría caber un hombre de pie. Seguidamente la cerró y acercó su gran hocico al hombre de gris, soltando todo el aire de sus pulmones y un soplido que revolvió la cabellera canosa del capitán. El legendario lobo de mar abrió la boca, a imitación del Caballero Lobo... y la cerró en torno a la enorme trufa de la nariz de la gran bestia. El desconcierto para las cinco estrellas de la Luna era palpable.
   -Creo que es lo mas tierno y extraño que he visto en mucho tiempo.-Murmuró Brisa Danzante.
   -Ya os lo explicaré, mis bellas damas de la noche y el día, de la riqueza y de la pobreza, de la danza y de la fuerza.-Dijo la Dama Luna antes de que aquella extraña escena terminara.-Capitán-Dijo la Dama Luna.-¿Podemos mis alumnas y yo abusar un poco de su generosidad y tomar un té?.
   El capitán, de nuevo una máscara de piedra dura y fría por rostro hizo un gesto de invitación al interior de la embarcación.
   -Vosotras primero, niñas.-Dijo la maestra. Cuando pasó por delante de su amado le dedicó una caricia.-¿Quieres asegurarte de que los animales de la cabaña estén bien?.
   El gran lobo asintió una sola vez y se zambulló de nuevo, haciendo que todo en el barco se levantara de golpe un metro y varios marineros cayeran al suelo junto a los prisioneros.
   Una vez dentro de una improvisada sala de invitados, delante de una larga mesa para unas diez personas y cada una con su raza de té, Dama Luna hizo las presentaciones pertinentes.
   -Capitán Cuervo Gris, le presento a mis cinco mejores alumnas, participantes activas en esta misión de la Corona. Ellas son la noble y excelsa Zafiro.-Dijo con un gesto de la mano hacia Zafiro, que era la que estaba mas alejada de la cabeza de la mesa donde se encontraba el capitán.-Brisa Danzante, una de las mejores arqueras y la mejor bailarina que tenemos.
   -Exageraciones.-Dijo con toda humildad Brisa.
   -La señorita que se esconde bajo la capucha es Sombra Crepuscular, llegada de los bosques para enseñarnos los misterios y la magia de la alquimia.-Dijo con una amable sonrisa la maestra arquera.- La magnífica Roble Alado, probablemente mi alumna de mas fuerza física y espiritual. Y finalmente la por todos querida Flecha Silbante, que por su rostro veo que ha escuchado hablar de tí.
<<Mis magníficas alumnas, os presento al capitán Cuervo Gris, la leyenda silenciosa de los mares, rescatador de náufragos, salvador del Caballero Lobo y de los mares del Reino en mas una ocasión.>>
   Casi obedeciendo a una señal, las cinco niñas a excepción de Flecha Silbante emitieron un sorprendido "ohhhhh".
   -Capitán.-Dijo entonces Flecha Silbante, poniendo sus dos manos sobre una de als enormes y callosas manos del lobo de mar.-¿Tiene el cofre del tesoro?
   -Oh, que directa.-Dijo Brisa Danzante mientras Zafiro giraba los ojos ante semejante descortesía.
   Dama Luna soltó una ligera risotada que alegró los corazones de todos los presentes. Ni siquiera aquel ambiente ligeramente cargado de salitre, algas, ron, sudor y unas cuantas gotas de sangre era capaz de atenuar su poderosa aura de bondad y paz.
   -Flecha Silbante, dulzura, cuéntales la historia que se dice entre los niños huérfanos.
   Flecha se volvió hacia sus amigas, no sin antes levantarse, rodear la mesa y sentarse al otro lado para estar frente a todas sus compañeras y, mal que le pese en referencia a Zafiro, amigas.
   -Había una vez un niño que era huérfano y muy pobre. Vivía en un orfanato de un reino lejano. Los niños se metían con él porque era pequeño y débil. El único sitio donde nunca le buscaban extrañamente era la playa cercana al orfanato. Un día caminando por la playa, al otro lado de esta, vio lo que parecía un hombre tendido en la arena. Fue corriendo hacia él y comprobó que era un capitán que había perdido su embarcación y su ropa era toda gris, mitad por origen y la otra mitad por culpa del salitre. El niño gritó pidiendo ayuda pero nadie vino a socorrerle. Entonces usó todo el ingenio que tenía para construir una improvisada camilla con unas cuantas ristras de algas. Lo fue arrastrando poco a poco y con mucha suerte y esfuerzo llegaron hasta el orfanato. Las cuidadoras de los niños del orfanato, algo mezquinas, no quisieron atenderle y obligaron al niño a dejar al capitán, al lobo de mar, a su suerte...-Flecha Silbante se interrumpió mirando el rostro del capitán, que tenía la mirada perdida. Seguidamente miró a su maestra, que le invitó a continuar.
   <<Pasó entonces un grupo de huérfanos; estaban jugando cerca cuando vieron a ese hombre, encima de las algas que el niño anterior había tejido. Uno de ellos había conseguido un trozo de pan, que le dio al capitán, y una de esas niñas le dio algo casi mas valioso aun: Agua de un pozo cercano. Lo llevaron cerca del orfanato en el que ellos vivían y poco a poco lo cuidaron, fueron sanado como pudieron sus heridas, a veces sacrificando lo poco que tenían para curar a ese hombre.>>
   <<Ya recuperado, el capitán consiguió otra tripulación y zarpó. Los niños lo despidieron con la mano desde el puerto>>
   -Por eso a veces los huérfanos despedían a los barcos que zarpaban de puerto en mi ciudad.-Dijo Zafiro.
   -A esa historia se debe.-Dijo Flecha Silbante.-Es una tradición de deseo de buena fortuna para ambas partes. El huérfano necesitaba fortuna para encontrar unos padres buenos o un trozo de pan y el marinero para encontrar vientos favorables y el mar calmado.
   <<Un año después, no se sabe si día arriba o día abajo, un barco totalmente gris llegó a puerto, al puerto de la ciudad de aquellos niños. Y de él salió una bandada de cuervos grises con caramelos en el pico. Fueron volando por toda la ciudad, recorriendo toda la costa dejando caramelos para todos los niños que se habían portado bien con el capitán, y para sus amigos, y los amigos de sus amigos. Todos los niños huérfanos, al menos durante ese día, fueron felices. Todos los niños fueron al puerto para darle las gracias pero al salir el capitán descubrieron una gran verdad que el capitán les contó a través de señales.
   Días antes de llegar al puerto de la ciudad para repartir los caramelos, el barco fue asaltado por uno de los mas terribles piratas de los mares. Lo llamaban el Capitán Amargo aunque nadie sabe su verdadero nombre. Era cruel, despiadado, odiaba a los niños, a los hombres y a los capitanes honrados y valientes.  Asaltaron el barco del capitán Cuervo Gris, que así había sido bautizado por los niños y...>>
   Flecha Silbante miró a Cuervo Gris, que le devolvió una mirada cargada de mucho significado. Se quedaron en silencio durante unos segundos, mirándose mutuamente y finalmente el capitán asintió.
   <<El Capitán Amargo siempre hacía todo lo posible por molestar a niños y a otros seres inocentes, y no soportaba la idea de que un hombre como Cuervo Gris, que daba caramelos a los niños fuera feliz con la felicidad de otros. Un día el Capitán Amargo finalmente dio con la nave de su enemigo feliz. Él sabía que no arriesgaría la felicidad ni la vida de sus hombres así que los envió a todos a una isla cercana. Cuando el barco del Capitán Amargo asaltó el barco del capitán Cuervo Gris y bajaron al camarote del capitán, lo encontraron solo, con una botella de ron. Lo agarraron entre todos y entonces Amargo dijo "danos el cofre de los dulces o te sacamos la lengua". Y fue entonces que el Capitán Cuervo Gris respondió a sus amenazas con lo mejor que podía hacer>>
   Todas estaban en silencio, incluso Dama Luna se encontraba sorprendida ante las capacidades narrativas de su mas humilde alumna.
   -¿Que hizo?.-Preguntó Sombra Crepuscular, entre aterrada ante la descripción de aquellos dos hombres y ese relato cada vez mas oscuro y tímida por su propia naturaleza.
   Y entonces, a una sola vez, Flecha Silbante sacó la lengua al mas puro estilo de los huérfanos mientras el capitán Cuervo Gris hacía lo propio, revelando un espacio vacío donde debería haber estado la lengua. Cuatro de las cinco alumnas casi se caen de la silla de la impresión, no esperaban ese gesto por parte de un hombre tan serio.
   -Es por eso que él nunca revelaría su secreto. Prefirió perder la lengua antes que dejar de hacer felices a los niños.
   Flecha Silbante dejó caer una lágrimas y Dama Luna tenía los ojos mas brillantes de lo habitual, ya de por sí resplandecientes mientras Sombra y Zafiro estaban calladas y Roble y Brisa asimilaban la fuerza de ese relato llevándose una mano al corazón. Capitán y huérfana se miraron, con toda esa edad, experiencia y vivencias de por medio. El hombre tomó la mano de la niña y besó esta suavemente. La huérfana no pudo evitar sonreír.
   -Capitán.-Dijo de pronto la Dama Luna.-Por desgracia debemos seguir con la misión, hacer inventario de lo que estos miserables llevaban en el barco y devolver a los animales a sus hogares.
   El capitán de pronto recobró la compostura y asintió en ese silencio sepulcral. Las niñas se levantaron, hicieron una reverencia y salieron escoltados por Cuervo Gris a donde se encontraban las bodegas del barco pirata. Había unos cuantos animales enjaulados y Sombra Crepuscular casi se cae de la impresión al sentir todo ese dolor. Llevaron el barco a tierra y para ese momento el Caballero Lobo había interceptado a una patrulla que al identificar a tan legendario hombre se ofrecieron a ayudar. Varios cazadores (legales) de un pueblo cercano rastrearon el bosque en busca de mas trampas para hacer una limpieza completa. Zafiro y Roble Alado ayudaron a descargar las jaulas mientras Brisa Danzante hacía lo mismo en la cabaña donde los contrabandistas se habían refugiado.
   Con todo dispuesto trajeron unos cuantos carros y los animales fueron llevados directamente hasta el puerto de la capital, donde fueron embarcados de nuevo. El Doctor, médico y ahora zoólogo y biólogo ayudó a cargar la última caja sin apenas despeinarse.
   -Bueno, ahora toca partir.-Dijo el hombre.-iremos repartiendo a cada especie en su debido territorio. No aseguro una posición exacta con sus seres queridos pero buscaremos colonias o refugios para cada uno y que vivan en paz.-El hombre de ciencia echó amarras y las naves se fueron alejando.
   Todos estaban felices. Bueno, casi todos. La princesa se encontraba en sus aposentos, lánguidamente tumbada en su cama pensando en lo mucho que echaría de menos a su amigo con muchas espinas. Tocaron a la puerta y la princesa enterró el rostro en la almohada no sin antes dar permiso. Entró el Caballero Diamante, que para esas situaciones tenía la empatía y tacto suficiente.
   -¿Puedo pasar excelencia?.-Preguntó aquel hombre con la sensibilidad tiñendo su voz.
   La princesa asintió.
   El Caballero mas atractivo de todo el Reino se sentó en un lateral de la cama. Miles de damas y algunos caballeros habrían dado un brazo por tenerlo tan cerca.
   -Me ha contado un pajarito que estáis algo alicaída por la pérdida reciente de un posible compañero animal.
   -Pinchitos era especial.-Dijo la Princesa incorporándose finalmente y mirando a su interlocutor con lágrimas formándose en su rostro.-Era bueno y le gustaban las manzanas. Seguramente hay cosas que le gusten mas pero apenas tuve tiempo de disfrutar de su compañía.-Y se abrazó a aquel hombre.
   El Caballero la abrazó de la misma forma, sintiendo ese dolor sincero.
   -Hay veces, Princesa, que tenemos que tomar decisiones difíciles. Seguramente Pinchitos estaría encantado de quedarse aquí pero ¿y si tenía familia? ¿A usted le gustaría ser arrancada de su hogar y ser llevada hasta un lugar desconocido donde no tiene amigos ni familia? Por muy bien que la traten en ese sitio seguramente su corazón anhelará volver a casa.-El caballero limpió las lágrimas que rodaban por esas mejillas sanas y encantadoras.-¿Usted quiere que Pinchitos sea feliz?
   La princesa asintió.
   -Pues entonces ha tomado una de las decisiones mas duras pero sabias que se hayan visto jamás. Eso es un bello precedente para las futuras reinas. 

martes, 14 de noviembre de 2017

Damas y Caballeros.

   Que lozanos los niños, alegres cantaban en aquellos carromatos que venían de todas las partes posibles. En las escuelas de la capital y alrededores, donde se situaba el Fuerte de Cristal. ese día no habría clases. Se dejarían a un lado las lecciones de Historia y de matemáticas para poder deleitarse con un espectáculo anual hecho para adultos y niños pero sobretodo especialmente preparado para la siguiente generación de Damas y Caballeros. Las calles habían extremado seguridad y todos aquellos que habían acudido deberían de ser registrados antes y después. Incluso en los tejados estaba situado algún que otro guardia, de aquellos hombres entrenados por un misterioso Caballero que se movía en las sombras y ese día no tendría un papel tan protagónico en el festival, aunque alguna sorpresa se cociera
   Llegaban los niños de muchas escuelas, esperando ansioso a ver a sus representantes favoritos del valor o el honor. Los grandes hombres de negocios se frotaban las manos mientras que las manos de los niños aplaudían de antemano antes de ver o escuchar absolutamente nada.
   Una comitiva de pequeños, provenientes de un orfanato a los que pocas cosas les habían faltado, de la Capital, se encontró deseando cruzar una calle, mas el tráfico de caballos y carros eran tan denso que pensaban que llegarían tarde. Entonces todo el mundo se paró y los niños finalmente pudieron cruzar. Una pequeña comitiva de jinetes se habían parado impidiendo que el resto del mundo que estaba queriendo llegar avanzara. La mujer que cuidaba aquellos niños tan tiernos e inocentes levantó la mirada para encontrarse con dos de los ojos azules mas bellos del mundo. Y el rostro de igual factura, porcelana cincelada al detalle por algún dios. Era la viva representación de la dignidad. Los niños, al alzar la vista, se quedaron casi petrificados, hasta que otra de las cuidadoras, que guardaba la retaguardia, dio un empujón a los niños de atrás para que volvieran los ánimos de moverse.
   -Que pasen un excelente día.-Dijo aquella mujer, y su voz era un canto de cristal que hacía estremecer el agua y los corazones de los hombres. Quien diría que portara una armadura con la elegancia con la que se lleva un vestido. Dirigió una sonrisa que pareció iluminar la calle entera.
   Una vez pasados los niños, la dama siguió su camino seguida de sus compañero de aventuras, no sin antes dirigirse a uno de sus compañeros de una forma muy precisa.
   -Mi siempre amable y caballeroso Halcón, creo que deberíamos hacer una ruta de paso para gente a pie, para que los carros vayan por un lado y las personas por otro, o de lo contrario se obstaculizarán.
   El hombre interpelado, con dos ojos del color y casi la forma de los de un halcón y una clara expresión de cierto hastío aunque coincidiendo con la dama, portaba a la espalda una funda con algo de forma extraña y alargada. Dio media vuelta, se presentó ante unos cuantos guardias que eran comandados por un teniente y presentó un sello de plata. Los que antes parecían recelosos de escuchar al momento se cuadraron y empezaron hacer caso.
   Todos los demás siguieron su camino, mientras los seguían con la mirada. los pocos que habían visto de refilón aquel rostro puro y de absoluta belleza murmuraban un nombre: Dama Luna.
   En los tejados, hombres vestidos de colores pardos o de negro vigilaban a la muchedumbre que se iba congregando para pasar al patio de armas. No era un patio de armas normal, aquel lugar había sido ampliado en varias ocasiones para poder acoger al público que venía y a un ejército entero que defendería el castillo en caso de necesidad. Aquellos niños fueron llegando junto a otros cientos mas, que luego fueron miles, situados en las gradas mas cercanas a la improvisada arena. Por todos lados colgaban pendones representando a cada uno de los que participarían, a familias nobles invitadas desde muy lejos, de otros reinos, de algunas islas del mar del sur. Asistían comerciantes o artesanos para tomar ideas en los combates sobre nuevos negocios. había gatos, perros, pájaros. Incluso, camuflados entre la multitud, un par de elfos.
   -Profesora.-Dijo uno de los niños, de vista privilegiada y buen cuerpo para el porte de caballero, aunque inocente y algo despistado.-¿quienes son esos señores?.-Dijo señalando a os tejados.
   -Parte de la guardia de la reina, están en todos lados , entre la gente del público incluso, guardándonos a todos nosotros de que no nos pase nada. Si alguien malo se presentara aquí ellos o cualquier hombre de la Reina seguramente termine con él.
   -¿Lo matarían?.-Dijo el niño todo sorprendido, asustado y con un cierto sentimiento de fascinación ante la dama muerte.
   -Claro que no, este es uno de esos días donde se prohíbe el derramamiento de sangre. Teóriamente está prohibido todos los días del año pero hay ocasione mas especiales que otras. Y este es un día para que vosotros disfrutéis.-Dijo con una sonrisa, aquella mujer de cabello color cobre.
   -Papi.-Dijo una niña de vestido blanco.-¿Por que no estás con la Reina protegiéndola?.-Dijo la pequeña criatura, moviendo los pies que le colgaban en el banco de las gradas.
   -Porque hoy no estoy de servicio, cariño.-Dijo un hombre de mirada cansada y anhelante, ofreciéndole un poco de naranja a su pequeña princesa.-Así que los dos podremos disfrutar de este maravilloso día juntos.

   En los barracones, abandonados ese día para dejar paso a la preparación de los Caballeros y Damas, había mucho movimiento, aunque era un movimiento ordenado.  las mujeres habían tenido su intimidad igual que un par de hombres. No era tanto que el deseo de intimidad como que el Muflón Escarlata se pasaba el día dando latigazos de toalla a sus compañero de compañía. Justo en ese momento, en el barracón de la Damas, todas las mujeres se estaban preparando para dar lo mejor de sí, tenían que representar la viva estampa de la gloria y la habilidad en combate. También contaba con la presencia de una figura esencial en la diplomacia del Reino. Aquella gata blanca, de toque elitista en el proceder, observaba la escena con desinterés absoluto. Ni se inmutó cuando la Dama Luna o su compañera de aventuras burocráticas pasaron desnudas delante de ella.
   Volviendo al barracón de los Caballeros, el Muflón Escarlata se ponía su gran armadura cuando el Caballero Lobo vio un tatuaje que este tenía en una zona poco decorosa.
   -Bonito tatuaje.-Dijo con su voz siniestra, cavernosa, mientras le soltaba un toallazo en toda la nalga.
   -¡AAAAH! Es un recuerdo de juventud, maldito.-Dijo el Muflón tratando de agarrar a ese hombre de mirada feroz. El Muflón era quizás el Caballero mas grande de todo el Reino, en lo que a físico se refería. Él solo podía cargar con varias vigas de madera que necesitarían la ayuda de varios hombres. Su número era algo que carecía de toda elegancia pero sin duda resultaba de lo mas visual. Y casi tan famoso como su prodigiosa fuerza era su poblado bigote que a veces el Gato comparaba con un cepillo de limpiar juntas.
   El estilizado cuerpo del Caballero Gato se paseaba entre las armaduras, mientras se vestía. Tenía la necesidad de moverse constantemente, entrenando la memoria muscular, los movimientos. A veces hacía pequeños giros. Tenía unos ojos verdes algo mortecinos pero de viva luz soñadora cuando tocaba el violín o cualquier otro instrumento. Había dado varios conciertos privados para la Reina y unas pocas nobles afortunadas de escuchar y deleitarse en la belleza de aquel hombre de rasgos tan finos. Cada movimiento era elegante, marcado y calculado. Decían que cinco espadachines le habían salido al paso estando el desarmado y los estuvo haciendo bailar a lo largo de la calle principal durante una hora hasta que cayeron exhaustos.
   El Joven y el Mayor estaban ya preparados, arrodillados frente a un improvisado altar y rezando. Ellos eran la herencia de la misma cultura de la caballería. Rezaban a todo aquello que les era bueno, que les daba fuerza para seguir, ya fuera la memoria del ser amado o el deseo de superarse cada día en el entreno con la espada o cualquier arma. Tenía las espadas envainadas y el resto de armas a un lado. habían sido bendecidas.
   -¿Cual ha sido el centro de tus rezos?.-Preguntó el caballero mas joven de aquel barracón y de todas las órdenes de Caballería. Su voz transmitía dignidad y profundo interés.
   -He rezado por todas esas buenas gentes, por la Reina y por tí. ¿Que has pensado tú?
   El Joven sonrió y tomó su espada.
   -Exactamente lo mismo que tú y añado que darte un buen combate. Espero ser un alumno digno.-Dijo el Joven mientras sonreía levemente, recogiendo sus armas y enfundando, con su armadura grisácea puesta. El Mayor llevaba una similar pero de colores cobrizos, de aspecto quizás algo anticuado pero en todas las pruebas de resistencia había cumplido. Decían que amb conjuntos estaban bendecidos. Los ojos negros del Joven rebosaban determinación pero también profunda devoción hacia ese hombre, y un respeto absolutos. El Mayor veía al chico enérgico que había sido hace años, carente de experiencia y madurez, pero con intenciones nobles.

   Los niños estaban ya expectantes. Algunas jovenzuelas hablaban sobre la moda y los vestidos que habían visto llevar a la Dama Luna, otros de la magnífica técnica de lucha. Una gata blanca de mucho talante de altos barrios se había acercado a un grupo de huérfanos, que la acariciaban y admiraba lo suave y blanco de su pelaje. En los tejados, tras sus pequeñas peripecias con el tráfico, un hombre con sombrero de media ala llegaba a donde se encontraba uno de sus ayudantes. Estos eran los que patrullaban tejados y todas las zonas altas. Eran considerados los mejores tiradores y los lideraba aquel hombre de ojos de halcón, que en ese momento desenfundó su maravillosa arma, bendecida por la Reina y las manos de su amada. Siendo quizás el arma mas moderna y precisa del mundo, en buenas manos (como las del Caballero Halcón) era capaz de alcanzar objetivos muy pequeños a distancias muy grandes, como el cerebro de algún muerto viviente o desiluminado.
   Cerca de ese lugar dos niñas estaban en plena discusión sobre la propiedad de una de las muñecas favoritas de la una y la otra. Aunque les quedaba un rato para poder entrar a aquel improvisado estadio de exhibición cuando de pronto un hombre se plantó delante de ellas y las miró. Ellas se quedaron asombradas al ver semejante rostro, tan bello, de rasgos suaves, una sonrisa pícara, similar a la del Gato pero con unos ojos mucho mas bondadosos. Hizo una reverencia. Toda la multitud lo reconoció al momento. El joven Caballero Diamante, poseedor de una de las mejores espadas del mundo, hecha a partir de una estrella que cayó del firmamento hace muchos años. Esta se encontraba envainada ahora mismo en lo que aquel atractivo hombre se acercaba un poco mas a las niñas.
   -¿Cual es el problema, encantadoras señoritas?-Preguntó el hombre, con toda la calidez y el encanto del mundo. Su cabello levemente rizado le daba un toque angelical que hacía suspirar a muchas nobles y no tan nobles.
   -Por favor, perdónelas, gran Caballero.-Dijo un hombre de rostro algo tosco pero intenciones sinceras.-Cosas de niños, ya sabe.-Dijo el agreste hombre. había hecho un largo viaje con esos dos pequeños demonios de mirada vivaz y energías aparentemente inagotables.
   -No se preocupe buen hombre.-Dijo el Caballero, siendo ahora el centro de atención de todo el que estuviera cerca, y puso una rodilla en tierra para estar a la altura de aquellos rostro infantiles.-Mis queridas señoritas.-Dijo con una sonrisa que hacia resaltar los hoyuelos de su rostro. En la distancia hubo un desmayo.-he de suponer por el parecido que sois hermanas.
   Ambas niñas ansintieron.
   -Y he de suponer que en algún momento habéis escuchado que compartir es una gran virtud.-Dijo el joven armado con una de las armas mas temidas en el campo de batalla.
   Ambas asintieron de nuevo.
   -Y que la combinación del color del vestido de vuestra muñeca y sus zapatitos no combinan nada bien.-Dijo acentuando aun mas su sonrisa.
   Aquellas criaturas inocentes se miraron y luego miraron a la muñeca. Seguidamente el Caballero de Diamante se giró hacia uno de sus escuderos y le pidió una de las monedas de plata que llevaba en un saco de cuero.
   -Señor, en verdad no es necesaria una limosna.-Dijo el padre de las niñas entre algo ofendido ante la condescendencia y el acto de humildad.
   -No es limosna alguna, buen hombre, no tienen curso legal, no al menos en todos los lugares del Reino, solamente aquí.-Le entregó la moneda a una de las niñas.-Cuando termine el espectáculo iréis a una de esas tiendas de ahí.-Señaló el jovencito mas atractivo de aquella calle.- Ahí vive el hombre mas versado en este tipo de asuntos de juguetes y moda. Una extraña combinación ¿no creen? denle la moneda y la muñeca, el sabrá que hacer.- comentó mientras se ponía en pie.- Que disfruten del espectáculo.-Dijo, y sin mas se fue ante grititos agudos de la admiración de muchas seguidoras de sus gestas.

   La nobleza embargaba a los corazones de todos y cada uno de aquellos que habían jurado servir a la Reina. Esta se encontraba ya en el palco de honor, con un vestido ligero para demostrar humildad y servicio ante sus súbditos. Siempre elegía ese tipo de prendas, carentes de adorno, para mostrar una imagen humilde. Trataba de predicar con el ejemplo. Sonaron trompetas, timbales y tambores. El público aclamó a su majestad, que era ejemplo de dicha y fortuna para el Reino. Ella se levantó y así lo hizo el pueblo entero ahí presente.
   -Señores, señoras y sobretodo mis queridos niños..-Dijo la Reina abarcando con un gesto de la mano a las primeras filas de aquellas gradas.-Hoy es un día maravilloso para ver a nuestras Damas y Caballeros en todo su esplendor de poder, de habilidad, de sabiduría. Y este año, en vista a los prodigiosos tratos que hemos llevado a cabo con reinos lejanos, donde se ha brindado una mutua amistad, tendremos invitados muy especiales, cuyas identidades no revelaremos por el momento. Deseamos que sea una sorpresa de su agrado. Y ahora pasemos a las primeras demostraciones de este maravilloso día.
   Salieron por un lateral el Caballero Joven y el Caballero mayor, a caballo, con sus armaduras. Eran probablemente dos de los mejores justadores del Reino, si no los mejores. El público se quedó en silencio cuando ambos caballeros se pudieron en los extremos de la arena. Se respiró de pronto una gran tensión. Desde la distancia ambos se miraron a los ojos. El código de caballero les pedía ese momento de concentración de preparación hasta que se diera la señal. Dada por la mismísima Reina, Esta dejó caer un pañuelo de seda blanca. Con una coordinación perfecta ambos caballeros avanzaron hacia su respectivo contrincante. El enfrentamiento sería a una sola lanza. La punta de la lanza del caballero Mayor era en forma de cabeza de león, la del Joven en forma de halcón. Los escudos recibieron sendos golpes, haciendo que con la fuerza del impacto absolutamente todo el estadio temblara. Un hombre normal habría quedado prácticamente desintegrado ante todas las astillas y la fuerte onda de energía que se liberó en el centro. Vestido de damas, plumas de sombreros o estandartes se agitaron de golpe. Probablemente el mejor lance de la historia de ese siglo. No por nada se rumoreaba que solamente esos dos hombres de una sola carga habían volado por los aires a varias decenas de hombres. El público se quedó tan impresionado que tardo un tiempo en reaccionar pero al momento explotó en aplausos de los niños y la admiración de los buenos hombres. Ambos cabaleros pasaron uno por el lado del otro levantando las lanzas rotas mientras se levantaban las viseras de los yelmos y se dedicaban el respetuoso y formal saludo.
   Mientras varios voluntarios limpiaban la arena, el Muflón Escarlata salía de los barracones y se preparaba. Lucía una imponente armadura roja, realmente gruesa y pesada, sin adornos, no los necesitaba para destacar. era probablemente el caballero mas fuerte y alto de todo el mundo conocido. Apenas existían balanzas que pudieran calcular con precisión su peso. Todas se rompían. Este hombre de portentoso físico avanzó ante las aclamaciones del público. Habían puesto sobre la arena una plancha de madera de roble sostenida sobre dos troncos y un poco mas adelante habían encendido unas brasas que se extendían sobre el suelo, a las cuales le daban aire constantemente para poderlas mantener encendidas y al rojo vivo. Mas allá había una gran mole de roca. Al lado una carromato tirado por seis mulas. .
   -Vamos a ver de lo que puede ser capaz este humilde servidor de ustedes.-Dijo el Muflón Escarlata, con su poblado bigote..-¿Quien se quiere subir a la plancha?
   Al momento había cientos o miles de manos alzándose. Todos querían estar encima de esa plancha de roble y ser cargados por el hombre mas fuerte del mundo. El hombre eligió a varios niños y niñas y a algunas mujeres adultas, entre ellas la rolliza propietaria de un hostal que servía una de las mejores carnes del Reino.
   Debajo de la plancha había unas sujeciones de cuero y metal que permitían mantener la plancha en posición horizontal. Se subieron entonces aquellos niños ilusionados por vivir una experiencia única en la vida, con risas y grititos nerviosos de las nobles y la que mejor mantenía la compostura era la dueña de aquel hostal.
   Nadie podría calcular cuando peso estaba levantando pero sin duda era mas de lo que muchos hombres presentes pudieran imaginar. El peso de la armadura, añadido al de su archiconocido mandoble, la plancha y toda esa gente encima no le impidió avanzar hasta donde se encontraban las brasas. Tras un momento de concentración el Muflón Escarlata comenzó a avanzar ante el aliento contenido del público. Los niños y las nobles que estaban encima de la tabla notaban levemente el calor, los pies de aquel hombre tan fuerte lo notaban con toda plenitud y fuerza. A su paso saltaban ascuas y pequeñas llamas que daban hasta el suelo. La gente comenzó a animar a ese hombre que a medida que avanzaba dejaba claro que aquello no lo podría tumbar.  Su corazón era fuerte, su determinación a llevar a esas personas al otro lado era su único rumbo en esos momentos. No dejaría caer a nadie, no dejaría a nadie atrás. Fue un recorrido, apenas unos metros, pero el público sufrió con él, con ese hombre que había pasado tantas penurias hasta que entró a esa Compañía. Recordaba perfectamente las tabernas, las peleas, las apuestas. recordaba el sudor y la sangre. Avanzó con rauda confianza y dejando el tablón sobre el suelo con todos los ocupantes ilesos dio su clásico grito de batalla, avanzó sin inmutarse hacia la enorme roca, sacó su mandoble y de un solo golpe hizo que la parte superior callera sobre el carromato.
   Todo el público, en especial los infantes, esos niños maravillosos y esas niñas brillantes aplaudieron casi al punto de romperse las manos. ¿Quien podía vencer a ese hombre tan fiero y fuerte?
   El Muflón Escarlata entró de nuevo en los vestuarios siendo recibido por sus compañeros. En el escenario de exhibición estaban preparando la siguiente prueba. El Caballero Gato salió a la arena, siendo recibido por todas sus admiradoras. por aquellas que se sentían fascinadas ante sus bailes con las dagas y su peligrosidad.
   -Adoro a ese hombre, cada vez que viene a mi taberna no me caben las monedas de oro en las manos.-Dijo un posadero a un amigo con el que asistía.-Y ten por seguro que por mucho que beba no falla nunca.
   Los ayudantes habían colocado a varios muñecos de paja simulando una fila de contrincantes. Salió ataviado con sus ropas negras. Tenía un cabello también negro y sedoso que se movía libremente. Apenas le caía por los hombros pero parecía que cada pelo se movía solo a la mínima brisa. Sin dejar de moverse se acercó al palco donde estaba la Reina e hizo una reverencia. Ella correspondió y, tras dejar caer un pañuelo blanco al suelo, este no llegó a tocar el suelo. pues con solo dos dedos, El Caballero Gato lo recogió en un fluido movimiento y se lo quedó.
   -Tan caprichoso como siempre.-Dijo la Reina a su mas elegante siervo.
   -Tan excelsa como de costumbre.-Dijo el caballero, moviéndose fluidamente hacia los hombres de paja y tomando posición.
   Fue la demostración mas rápida de todas. El Gato pidió silencio, todo el mundo se quedó callado. Sus manos se posaron en las dagas y con la que sostenía el pañuelo , dejó caer este al suelo.
   En menos de un segundo los muñecos de paja estaban todos descabezados y lo único que se escuchó en todo el estadio fue el desenvainar de dos hojas de acero con el peso, medidas y dimensiones exactas para el asesino mas bello de todo el Reino. Al medio segundo el pañuelo era atrapado de nuevo antes de que tocara la impúdica arena. esa pieza de majestuosa seda no merecía el tormento de la arena pisada por los vulgares hombres. El Caballero Gato miró entonces hacia los montones de paja. Había uno entero, pero el público había estallado en aplausos. El Gato hizo una reverencia a todo el mundo, en las cuatro direcciones. En una de ellas, un cuchillo se apareció en su mano y voló.
   Desde una larga distancia, un hombre miraba a través de unas lentes muy especiales. Sonrió ante esa demostración de rapidez.
   -Vamos a bailar.-Dijo el Caballero Halcón, y cuando vio ese cuchillo volar no dudó en disparar con su magnífico fusil, ese invento tan maravilloso y preciso. El proyectil voló y el público solo pudo ver como aquel cuchillo que iba a terminar con la vida del muñeco de paja salía por los aires. A ello le siguió el sonido atronador de aquel disparo mágico que demostraba la preparación de los tiradores del Reino.
   Entre el público se escucharon exclamaciones de sorpresa. Un gran "oohhhhhhhh" invadió casi toda la ciudad cuando el público se enteró de lo que había pasado.
   -Saluden al Caballero halcón.-anunció el Gato desde su posición, señalando al tejado.
   Todos los rostros infantiles se giraron para poder ver a aquel hombre en las alturas, escoltado por dos de sus subalternos, armados y preparados para defender el Reino. El Caballero halcón levantó el fusil en señal de saludo. El Gato le dirigió una de sus sonrisas pícaras o burlonas y correspondió alzando una de sus dagas.Los aplausos de toda aquella multitud se hicieron ensordecedores. Después de que el público se hubo calmado un poco y todos aquellos halcones, rifle en mano, volvieron a sus posiciones, el Gato se dedicó a hacer reverencias a todos los presentes antes de retirarse.
   Salieron de nuevo los ayudantes a quitar todo para poner cinco dianas. Mucha gente ya sabía lo que eso significaba y la mayoría de los hombres empezaron a estar expectantes.
   En los barracones, una de las dos mujeres mas bellas del Reino estaba reunida con sus alumnas. Cinco pequeñas damas de todo tipo de orígenes, desde una noble hasta una huérfana. La Dama Luna no distinguía por los orígenes, sino por otro factor que a día de hoy era inexplicable. Sus pupilas se colocaron alrededor de su maestra con sus uniformes respectivos. Era una mezcla de metal, tela y cuero realmente bien combinado, donde nada sobresalía pero tampoco ningún detalle se quedaba atrás. A diferencia de los uniformes o las armaduras de los soldados, la Dama Luna les daba la oportunidad siempre de dar algún toque personal. Mismamente, una de esas cinco jovencitas tenía un sombrero casi idéntico al del Caballero Halcón, de media ala con una pluma roja decorándolo. Una joven noble, de una de las familias mas ricas de todo el territorio conocido había bordado el escudo de su casa justo sobre el corazón, ya que para ella la familia era lo mas importante y sus orígenes el principal motivo de orgullo.
   En su formación, la Dama Luna era muy exigente, mostraba mucha flexibilidad pero al mismo tiempo no dejaba a sus niñas desviarse del camino y de los entrenamientos. las adoptaba casi como si fueran hijas, pero en momento alguno se inmiscuía en sus vidas, mas allá de escuchar sus problemas y aconsejarlas. Todas encontraban en ella a una madre, una maestra, una amiga, una confesora.
   -Muy bien chicas. Hoy es ese día para el que llevamos entrenando mucho tiempo.-Dijo la Dama Luna, arco en mano. Era un armaformidable, único en el mundo, parecía hecho de cristal y la cuerda destallaba como si se tratara de plata.- Sois uno de mis grupos mas prometedores, tengo confianza en vosotras así como vosotras espero que la tengáis en mi.-Su voz era una caricia constante a los sentidos. Su mirada resplandecía con afabilidad y sincera alegría y emoción.
   -Hasta que nuestros brazos se caigan de tanto disparar nunca perderemos el amor por el Reino y por nuestra maestra.-Dijo una de las mas mayores, la niña noble que sentía tanto orgullo por su familia.
   La Dama luna la miró con ternura.
   -Elegante como la rosa.-Dijo la maestra arquera.
   -Firme como la roca.-Dijeron las jóvenes damas al mismo tiempo.
   El público recibió a ese grupo de jóvenes prometedoras como si fueras recién llegadas de la guerra. La Dama Luna iba delante de ellas y estas se iban colocando delante de las dianas que habían situado a cierta distancia unas de las otras. Una vez que se quedó a solas, la Dama Luna, con el arco a la espalda caminó hacia donde estaba el palco de la Reina, que la observó entre alegre de tener presente a su amiga y curiosa ante lo que tenían preparado.
   -Majestad.-Dijo la mujer mas bella de todo el reino, con la humildad en las maneras y en la voz.
   En el palco había comerciantes, nobles, algún huérfano. Y todos ellos apenas podían respirar ante esa arrebatadora belleza física y ese aura de serena y poderosa elegancia.-Este año hemos estado entrenando muy duro para dar el mejor espectáculo de todos.- Si me permite empezar. Será breve pero creo que nadie lo olvidará.
   -Hoy parece que es día de exhibiciones cortas pero intensas.-Dijo la Reina, y con un gesto de la mano dio una señal de que por favor procedieras. Se sentó y todos los presentes se sentaon a la espera de que comenzara el espectáculo.
   Las dianas estaban frente al palco principal, donde la Reina se situaba y ahora la Dama Luna. Esta miró a sus pupilas, que a su vez la miraban a ella. Se sentía orgullosa de todas ellas, habían realmente sudado sangre y llorado mares por estar ahí, habían perdido seres queridos, habían ganado fortunas, se habían arruinado, habían conocido el amor y el desamor, y ahora eran casi mujeres, fuertes, feroces, que no se amilanaban ante peligro o palabra alguna. Tomó aire y sacó su arco de cristal y plata. Sin embargo no puso una flecha sobre la cuerda. Puso cinco.
   Desde un rincón, ya preparado para su entrada en el número, el Caballero Lobo observaba a su amada. Estaba tan bella, no podía quitarle los ojos de encima. Después de tantos años juntos aun no creía tener la fortuna de que un alma tan pura y bella se hubiera fijado en una bestia inmundo como él. En su garganta reverberaba las ansias de carne y sangre, de salir a dar un magnífico espectáculo. Sus ojos amarillos mostraban energía, ferocidad, respeto, reverencia. Amor.
   La Dama Luna disparó las cinco flechas al mismo tiempo y estas, con cinco silbidos distintos se clavaron en un punto muy pequeño de las dianas situadas a una buena distancia. Justo en el centro. El público empezó a aplaudir como loco, ante semejante demostración de precisión. La Dama Luna no solamente era una mujer de gran belleza sino que además era considerada la mejor arquera del mundo entero. Excelente bailarina y se rumorea que hechicera en ciertas ocasiones, dicen que nació con el arco que porta siempre y que hasta la fecha no ha fallado un solo blanco.
   Fue entonces el turno de la primera alumna de la Dama. Había llegado a la tutela de su maestra como un huracán de emociones, sentimientos y caprichos, aprovechando su belleza para conseguir las cosas por el camino fácil. Era de formas finas y en su mirada estaba presente el orgullo que solo unos pocos afortunados puede poseer. Con el tiempo su templanza se fue haciendo notoria. Su arco era extraño en diseño para esas tierras, muy largo, y hasta sus flechas eran mas largas de lo normal. Fue un regalo de su tío, un gran y ambicioso comerciante que tenía en su sobrina mucho aprecio. Provenía del taller de un artesano de tierras orientales, especialista en ese tipo de arcos. Las flechas que disparaban se situaban en el tercio inferior en vez de en la clásica mitad del arma. Durante un minuto entero permaneció con el arco tenso. Una persona normal ya estaría sintiendo calambres pero ella no, no iba a mostrar debilidad en un momento donde era obligada tanta fortaleza de cuerpo y mente. Y sin mas disparó. La vara con punta metálica atravesó el espacio en apenas un segundo y se clavó justo en el centro. El público estalló en aplausos.
   Fue el turno de la segunda niña. Fue encontraba en un callejón, inconsciente y con signos de haber sido atacada. Fue depositada en uno de los orfanatos hasta que un día, una comitiva recién llegada de una campaña militar pasó por delante de aquel orfanato. Todos los niños se habían situado al borde de la valla que delimitaba las dependencia de aquel lugar cálido y acogedor para quedarse mirando a esos hombres y mujeres aguerridos que habían dado a veces la vida o parte de su cuerpo por la gloria y el honor. Entre ellos se encontraba la Dama Luna, siempre acompañada por su amado. Fue aquel día que saludando con su resplandeciente sonrisa a los niños y cuidadores, vio en la distancia a una niña de rodillas raspadas que poseía un arco de juguete. Y fue casi como un segundo amor a primera vista. A los pocos días la niña era una de las pupilas de la Dama. Y a día de hoy aquella niña huérfana aun visitaba a sus amigos y les traía regalos. No había perdido sus raíces.
   Aquella huérfana, de ojos enormes y cabello oscuro, apuntó a la diana con un arco corto de doble curva, sencillo, humilde, digno de los desheredados. Pero no disparó, se lo pensó, bajó el arco y sacó un trozo de tela de unos de los bolsillos de su atuendo que mezclaba lo tradicional, lo elegante y lo militar a partes iguales. Se vendó los ojos y todo el público al momento estaba expectante. Entre las gradas un hombre le propuso a su primo que apostaran un par de monedas. Este hombre apostó a favor, el primo, escéptico, apostó en contra.
   Fue entonces que la niña se quedó quieta, con el arco bajo. Parecía tratar de captar algún sonido. Y de pronto, como activada por una especie de resorte automático, con la rapidez casi del Gato, puso la flecha en la cuerda, apunto y disparó limpiamente acertando justo en el centro.
   Los ojos del Gato estaban abiertos de par en par, observando el espectáculo desde un rincón.
   -¿Que pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato?.-Dijo el Muflón Escarlata con su potente voz y dándole una palmada en al espalda que casi lo tira a la arena de no ser porque el caballero mas ágil del reino se lo esperaba y pudo esquivarlo.
   -El día que supo el número exacto de monedas que tenía quien nos proporciona las flechas dentro de su saca de contabilidad supe que tenía un don, Y fue capaz de saber cuantos ratones tenían que cazar nuestros gatos en los dormitorios. Contó veintitrés solo por el sonido de sus patas.-Le dijo la Dama Luna a su mejor amiga, la Reina.
   -¿Como supo que era esa la diana. que tenía que apuntar y disparar ahí?.-Preguntó la Princesa, hasta el momento callada, impresionada por ese disparo.
   -Sus flechas tienen un par de agujeros a lo largo del asta que hace que el aire pase por ellos y suene, Excelencia. Ella sencillamente escuchó y disparó.-Explicó la Dama Luna, con su habitual y amable sonrisa.
   El público fue dejando de aplaudir poco a poco. La tercera alumna de la Dama estaba lista. Tenía un arco estándar, con unas curiosas marcas rojas a todo lo largo de la madera. Su aljaba estaba repleta de flechas a diferencia de las seis o siete de sus otras compañeras. En la madera, quien tuviera ojo suficiente, podría leer el lema que las había traído hasta ahí. Era una de las tradiciones de las alumnas de la Dama Luna, tener el emblema de aquellas excelentes mujeres grabado en algún sitio: había quien lo grababa a la espalda, en una manga, un par de veces en la historia fue grabado en la piel y en otras ocasiones como aquella, a lo largo de la madera del arco. Los espectadores esperaban impacientes la siguiente maravilla. Aquella niña era, en un principio, hija de unos molineros que habían pasado una fase crítica en la vida seguida de una época de estabilidad. Cuando no entrenaba bailaba, y sus ojos color avellana brillaban de felicidad. Pero en aquel momento su mirada estaban plenamente enfocados en la diana. Su rostro era serio pero de rasgos suaves.
   Apunto a la diana y de pronto levantó el arco hasta casi ponerlo en vertical. Finalmente disparó al cielo. la gente miró a las nubes mientras la joven pupila, una de las mas jóvenes en verdad, comenzaba a bailar lentamente, como si solo ella escuchara la música. Mientras lo hacía sus manos se movía con una excelente armonía, tomando una flecha, colocándola y dejándola debajo de la flecha de la Dama Luna, y otra por encima, y otra mas por debajo.
   -Parece que no todas las alumnas aciertan sus disparos.-Dijo u no de los comerciantes mas ricos de la ciudad.-ya sabía yo que no podían ser tan perfectas.
   -Y sin embargo. mantiene la verticalidad en su dibujo, miren que bien alineadas están las flechas, señores.-Dijo la Dama Luna. Con todo, aquella excelente arquera le aclaró a Su Majestad que ella desconocía los programas de sus alumnas, les había dado pie a usar todos los elementos y el número de flechas que quisieran.
   Aquella pequeña molinera terminó de lanzar todas las flechas mientras bailaba. La gente no sabía si mirar la diana, a la niña, a la Dama Luna o al mirlo que se había posado en una de las vallas de seguridad. Fue entonces que de pronto, llegada del cielo, aquella flecha lanzada al aire cayó desde las alturas con toda su cinética y atravesó las flechas colocadas en fila y quedando sostenida por estas. El público arrancó a aplaudir como loco. Quizás el mejor número de todos aunque ninguna de ellas debía ser despreciada en lo mas absoluto. Hasta sus compañeras le aplaudieron por ese maravilloso acto de precisión y armonía con los elementos. La niña, volviendo a su matiz mas formal, hizo un reverencia a su Majestad, que le devolvió el gesto con una respetuosa inclinación de cabeza mientras le aplaudía, como había hecho con todas las demás.
   La cuarta alumna era la mas tímida de todas. Venía de una familia de artesanos que querían que su niñita se dedicara por exclusiva a la religión, a la fe, hasta que la Dama Luna intervino en su favor. Era muy detallista, encantadora cuando se abría un poco al mundo. Cabe citar que las alumnas de aquella gran mujer recibían una educación muy estricta y se sometían a muchos exámenes de disciplinas diversas. Y aquella niña tan tímida iba a hacer una demostración. Su uniforme había sido cosido por ella misma para poner una capucha. No le gustaba mostrar su rostro de tan tímida que era. Sus compañeras le tenían un gran aprecio por aquel maravilloso don de la oportunidad. Cuando era mucho mas pequeña, su compañera de familia noble y la huérfana discutieron y todo terminó en una muñeca rota y una guerra indiscriminada de manotazos. Aquella niña de rostro cubierto logró reconstruir la muñeca rota pieza a pieza, y las tres se hicieron grandes amigas. pero ese día demostraría otras habilidades mucho mas directas. Aquella mujercita de cuerpo menudo se echó la capucha hacia atrás revelando una larga cabellera oscura. Sus rasgos eran finos, casi dotados de nobleza pero había dos elementos aun mas destacables: la cicatriz en su rostro y las dos orejas puntiagudas.
   -Una elfa.-Dijo un ilustrado erudito de la geografía y las sociedades extranjeras. estaba asombrado y hasta se llegó a limpiar las gafas un par de veces.
   -Fue interesante decirle al arquitecto real que queríamos un jardín interior con árboles frutales para que se sintiera como en casa, porque sabemos que la raza élfica necesita estar en continuado contacto con la naturaleza.-Contó la Dama Luna a la Princesa.
   -¿Por que tiene esa cicatriz?.-preguntó la Princesa, curiosa.
   -Eso, Excelencia, es una secreto que guarda desde que entró en la academia. Mucha gente intentó que se lo contara por medios diversos, y admito que me carcome la curiosidad pero hay que respetar el mundo interior de cada uno.-Aclaro la Dama Luna a la Princesa.
   La pequeña elfa se quedó mirando la diana. A diferencia de su predecesora, en su aljaba solamente había dos flechas. Una de de las flechas tenía las plumas amarillas y la otra tenía las plumas rojas.
   -No solamente es única en su especie y una excelente cuidadora de los animales de las cuadras.-Comenzaba a decirle la Dama Luna a la Princesa y a todo aquel que la escuchara.-Es una excelente oradora cuando se atreve hablar y tiene grandes dotes de inventiva a nivel narrativo y a nivel práctico. Aparte de una gran alquimista.
   La elfa apuntó con un arco hecho de una maderas extremadamente pálida por un lado y en el otro lado negro y disparó justo al centro de la diana,a travesando la flecha de su maestra. La gente aplaudió, aunque esperaban algo mas espectacular dado el despliegue de habilidad de sus predecesoras. Seguidamente tomó la otra flecha y disparó. Tras alcanzar el centro, de pronto la diana estalló en llamas. Con un sonoro "Ohhhhhh" el público se quedó sorprendido y algunas personas se echaron tan hacia atrás que chocaron con las paredes o con otras personas. Hasta la Reina dejó entrever por un momento el gesto de sorpresa que ponía cuando era niña.
   -Se que somos tiradores especialmente seleccionados para misiones concretas señor pero imagine cuatrocientas de esas flechas seguidas de otras cuatrocientas.-Dijo un chico joven vestido con colores pardos y portando su rifle al Caballero Halcón.
   -En verdad puede que el arco aun tenga un par de siglos mas entre nosotros en connivencia con nuestras chicas de hierro y madera.-Dijo el jefe de aquellos hombres capaces de acertar a blancos lejanos y cercanos sin ser vistos nunca. Y eran declaraciones de peso dadas las constantes discusiones entre él y la Dama Luna sobre que arma era mejor.
   Una vez que se hubieron extinguido las llamas de la diana con unos cuantos cubos de agua, fue el turno de la cuarta pupila. Era sin duda grande, muy grande. De rasgos toscos. Todo era proporcional a su tamaño.
   -Que rasgos tan particulares y que físico tan portentoso-Dijo una mujer observando desde lo alto de una torre.-parece esculpida de la misma roca, del granito, quizás.-Sus ojos destellaban el color del vino.
   Al momento sintió dos brazos pálidos y firmes rodearla por detrás. Aquel hombre que había dedicado décadas e incluso siglos a mirar por el bien del Reino, acarició suavemente la curva del cuello de su compañera con toda delicadeza, deleitándose en el aroma y el sabor de su piel.
   -No seas maliciosa, querida.-Susurró una voz aterciopelada, teñida con rasgos de fascinante deseo.-Ella es parte de un grupo de mortales que podrían ponerse a nuestra altura con la suficiente preparación.
   La joven se movió entonces hacia el lateral de las dianas. El público loa siguió desconcertado pensando que se marcharía pero no. Sencillamente se reposicionó. Su uniforme estaba adornado con un sombrero como el de los tiradores situados en los tejados, pendientes de la seguridad y de sus movimientos y lo que parecía una pluma de gaviota. Aquel sombrero le había costado bastante conseguirlo y la pluma fue un acontecimiento fortuito, pero era innegable que era una gran admiradora de los halcones que comandaba su Caballero favorito después de la que consideraba como a una madre. Levantó el arco. Este era una pieza sólida de madera que denotaba como necesaria una gran fuerza siquiera para tensarlo y soltar. Las flechas eran grandes también, de buena longitud. Frente a ella tenía los laterales de todas las dianas, menos la de la niña noble que había sido girada en dirección hacia la última alumna. Todo el mundo parecía asombrado y escéptico de lo que pudiera suceder. Lo joven de orígenes tan humildes y prodigiosa fuerza tensó el arco.
   -A día de hoy no hubo nadie que pudiera colocarle la cuerda a ese arco sin destrozarse los tendones y los músculos.-Puntualizó una de las asistentes de la Dama Luna, entre el público, a una amiga suya.
   La niña sencillamente puso una flecha sobre la cuerda. Era una flecha visiblemente mas grande que las flechas hasta el momento lanzadas. Superaba en dos tercios las flechas de la niña noble y el grosor de muchas lanzas ahí presentes por parte de guardias y portaestandartes. Aun con todo demostró una gran estabilidad cuando soltó la cuerda y se notó en el ambiente toda la fuerza de aquella madera liberando la energía, que se transmitió de forma rápida a esa flecha, que comenzó a volar.
   Tras impactar contra la primera diana, la suya, esta fue atravesada limpiamente, luego fue a la diana quemada de la alumna élfica, seguida de todas las demás, rompiendo por el camino el bello cúmulo de flechas de la niña bailarina y llegando hasta la diana de la noble, que recibió todo el impacto y quebró de un solo golpe el soporte del blanco, hecho de madera y refuerzos de metal.
   -¿Que pasa? parece que el gato te haya comido la lengua.-Dijo un hombre de inusitada agilidad, al Caballero mas fuerte de todo el Reino, que contempló aquello francamente impresionado.-Sin pretender caer en el tópico pero podría ser pariente tuyo.
   El público, en especial los niños, consideraron que se fue un final maravilloso para el número y empezaron a aplaudir como locos. Todos querían ser como esa niña grande, o la elfa, o la noble. las futuras generaciones contarían con toda ilusión infantil, por mucho que pasan los años, como habían sido testigos de todos aquellos prodigios. Y los que aun quedaban. Las cinco alumnas caminaron hacia el frente del balcón e hicieron una reverencia a la Reina, que les correspondió de la misma forma y otra hacia cada lado de aquel estadio. Que alegres se mostraban los niños, ellos deberían de ser siempre así de felices, aprender todos los valores necesarios para ser buenos hombres y grandes mujeres, como aquellas cinco damas de talento sin igual.
   De nuevo limpiaron la arena y sacaron todos los restos de las dianas destrozadas.  lejos, en una torre del palacio, dos cuerpo, muertos en vida hace mucho tiempo, hacían el amor con la parsimonia de las aguas del río.
   -Oh, mi amor.-Suspiraron unos labios carnosos mientras dos manos acariciaban una espalda tensa por los constantes movimientos de placer.-Te deseo tanto.
   Una vez que la arena estuvo limpia y el campo despejado entraron dos grandes carros con dos grandes piedras. Eran cilindros cortados de lo que parecía granito, pero cada uno debería de pesar varios cientos de kilos. Incluso a los ocho bueyes les costaba arrastrar semejante paso. Los dejaron en medio, un cilindro al lado del otro, con una separación de apenas medio metro.
   La Reina se puso en pie y con ella todos sus diplomáticos, comerciantes, los padres y madres, huérfanos, nobles, artistas. Por instinto, aunque no se les viera, todos los Caballeros y Damas se cuadraron.
   -Como bien he dicho antes, este año tenemos, gracias a nuestras relaciones de amistad con reinos lejanos, una visita muy especial. Desde las lejanas tierras orientales, el maestro Bambú dos de sus alumnas han venido desde muy muy lejos para poder deleitarnos con sus artes. Les aseguro que no olvidaremos este buen gesto. Por favor, que demuestren que nuestro pueblo es el mas agradecido con un gran aplauso.
   Se abrieron las puertas al palco y entraron tres personas. Los tres rostro que ingresaron al lugar eran tan distintos como similares. Sus ojos eran oscuros, rasgados y denotaban tres aspectos de la humanidad muy distintos: alegría, sabiduría, determinación. Justo en ese orden. Las dos pequeñas iban a ambos lados de su anciano maestro. Este era un hombre espigado, de larga barba blanca y que vestía con colores y ropas humildes. Cuando llegaron frente a la Reina hicieron un saludo típico de su tierra, inclinándose en señal de máximo respeto. Ella correspondió de buena gana, feliz de tener a tan distinguidos invitados.
   -Majestad, venimos de lejanas tierras para poder demostrarle al mundo la fuerza de nuestras escuelas.-Dijo Bambú.
   -Y nosotros nos sentimos honrados de su presencia y estamos deseando ver todo el talento que estas dos magníficas alumnas suyas nos pueden demostrar.-Dijo su majestad.
   La Princesa estaba al lado de su madre y estrechó la mano de las dos alumnas e hizo una reverencia al maestro Bambú.
   -Espero que lo hayan encontrado todo de su agrado y a su plena disposición.
   -Este lugar obedece plenamente a lo que sus diplomáticos describieron a su Majestad Imperial.-Dijo Bambú, con una sonrisa que demostraba afabilidad y humildad.- Estas son mis alumnas mas destacadas. Loto y Crisantemo.
   Según fueron mencionadas, Loto y Crisantemo se inclinaron como gesto de saludo. Loto tenía una mirada brillante, irradiaba energía y mucha vida, obedeciendo a lo esperado en una niña que contemplaba la existencia con mucha ilusión. El observador casual no se daría cuenta pero a pesar de su aparente quietud parecía irradiar movimiento sin moverse. Crisantemo por otro lado parecía la hermana mas conservadora, miraba todo con aparente indiferencia, o una tranquilidad muy adulta para una niña. Aunque el tiempo se acelerara ella parecería congelada en el mismo.
   -¿Le parece que comencemos, Majestad?.-Dijo el maestro Bambú.
   -Por supuesto.-Dijo su Majestad a los invitados.-Nuestros diplomáticos las pusieron en un altar.
   Fue entonces que de pronto apareció un invitado inesperado y la pierna del maestro Bambú fue rozada por algo suave y peludo. Aquella famosa gata de habilidades diplomáticas intachables, requería de la atención de uno de los grandes maestros de oriente.
   -El gato porta la elegancia del aire, la fluidez del agua y la sabiduría del tiempo.-Dijo el Maestro.-Dijo con toda calma mientras observaba al felino, que lo miró y maulló dándole toda la razón.-Bien, ahora sí, comencemos.-Desde aquel lugar señaló a las dos columnas de piedra, de mas de dos metros cada una y dijo unas pocas palabras en su idioma nativo.
   Como una sola unidad, las dos gemelas saltaron hacia delante y con un mortal cayeron limpiamente sobre el suelo. La Dama Luna cedió amablemente su asiento al maestro de aquellas dos niñas, que corrieron hacia las dos columnas y se quedaron a pocos centímetros de estas.
   -¿Obedece a alguna historia en particular sus nombres, maestro Bambú?.
   -Sí, majestad. Cuando eran bebés fueron depositadas en uno de nuestros orfanatos imperiales. Dos cunas, una blanca y otra negra. Bueno decir cunas sería ser muy amable. Eran vulgares cestos de mimbre. Y sobre el pecho de cada una había un loto y un crisantemo. Así pues las sacerdotisas lo tomaron como una señal y así las bautizaron.
   -¿Nunca se supo quienes fueron sus padres?
   -No sabemos nada de sus padres u orígenes de ningún tipo, majestad. Un día las encontré peleando por la autoría de un jarrón de barro y la forma que tienen de moverse no tiene precedente alguno en nuestra historia. Junto a otros dones.
   Comenzó Crisantemo, que de un salto subió a lo alto de esa columna tan alta en comparación a su pequeño cuerpo. Cuando llegó a la cima se quedó quieta y con un gesto de invitación le dijo unas palabras a su hermana, que dando un pequeño salto de alegría dio un salto similar y se quedó frente a su hermana. Los niños ya estaban eufóricos aunque eso era lo mas leve que las dos hermanas podían hacer. Las dos subieron una piernas hasta formar un ángulo de ciento ochenta gratos y la fueron bajando hasta que la planta del pie de una coincidió con la de otra. Se tomaron de las manos e hicieron lo que parecía...
   -Estiramientos. Están haciendo sencillos estiramientos.-Dijo el Caballero Lobo.-pero parecen de goma.
   -Y me encanta como se visten, puede que les copie el estilo para adaptarlo a chicos interesados en la cultura oriental.-Dijo a su lado el Caballero Diamante.
   Tras los estiramientos comenzaron a intercambiar golpes al aire y a llevarse los aplausos de los niños y el asombro de los adultos. Parecían conocerse a la perfección y paraban cada golpe en el momento exacto.  Ahí, a carios metros de altura se movían con una seguridad pasmosa. Crisantemo tenía seguridad y firmeza, Loto fluidez y elegancia junto con algo mas de imaginación.
   -Crisantemo es muy conservadora, tiene un estilo maravilloso y una gran resistencia, considera que la eficiencia está por encima de muchas cosas junto a la practicidad. Loto es mas alocada, energía pura hecha materia. Y adora la vida hasta puntos mágicos.-Dijo en un susurro el maestro bambú a Su Majestad.
   Tras una cadena muy prolongada de golpes y patadas el puesto de ambas fue intercambiado en dos saltos, Crisantemo pasó al lugar de Loto y viceversa. El público estaba maravillado. Cuando aquella parte de la exhibición terminó ambas saltaron a la arena y cayeron como felinos de una sola vez e hicieron una reverencia. El público aplaudió aunque eso no era todo.
   -Ha sido un ejercicio magnífico.-Dijo la Dama Luna, hablando por primera vez en un buen rato.
   -Sí, pero aun no ha terminado, señorita.-Dijo el maestro de aquellas dos prodigiosas niñas.
   Ambas estaban frente a sus respectivas columnas. Crisantemo avanzó un par de paso y colocó la punta de los dedos a unos centímetros de aquella mole de piedra De pronto el ambiente se comenzó a cargar de algo que no se sabría decir. Era ligeramente opresivo pero al mismo tiempo daba mucha energía al ambiente.
   -¿Espera que pensemos que va a romper la columna? Incluso a mi me costaría.-Dijo el Muflón Escarlata, que aun estaba sorprendido por la demostración anterior.
   -Las he visto en acción.- dijo su compañera de armadura plateada y estilo estático pero seguro.-Cuando hice uno de mis últimos viajes en la misión de turno fui invitada. Su golpe no rompe. Su golpe deshace.
   Y dicho y hecho. Toda la energía cargada en el ambiente pareció confluir en la palma de la mano de aquella niña tan pequeña y tras tocar la columna de piedra esta al momento se partió en varios trozos grandes y al segundo siguiente se deshicieron creando un fino polvo. El público de nuevo soltó un clamoroso "ohhhhhhhh" antes de explotar en alabanzas y vítores. Crisantemo se quedó quieta, hizo un saludo al público, otro al palco, miró a su maestro, que aprobó su exhibición y se mostró algo mas relajada. Su hermana Loto daba saltos de alegría, feliz por lo bien que lo había hecho su hermana. Loto daría la vida por su hermana y su hermana por ella aunque esta se hiciera la digna.
   Loto se colocó en posición. Miró la columna durante unos segundos y parecía estar calculando la altura aproximada. Luego pareció cambiar de idea y miró a su alrededor a la arena y dirigió una mirada al público. Mientras miraba se movía sin parar, parecía el Caballero Gato pero mucho mas enérgica. Miró de nuevo a la columna e hizo un gesto de cierta conformidad. Y sin mas golpeó el suelo con el puño.
   Lo que mejor podría definir aquello es algo tan inaudito como descriptivo. La vida explotó. El lugar donde el puño había golpeado el suelo, hizo resurgir la vida vegetal. Un manto de hierba comenzó a extenderse en dirección a la columna. Una vez llegado a esta, el manto comenzó a ascender para formar enredaderas que exhibían vivas flores. Alrededor se empezó a extender la vida y los límites de la arena fueron invadidos por plantas y pequeños rosales y demás flores. Todo el mundo se quedó maravillado, hasta la Reina tuvo dificultades para mantener la compostura. El maestro Bambú miraba el prodigio de su alumna orgulloso de tenerla bajo su tutela. La hierba dio paso a arbustos y en lo alto de la columna, solitario, se formó, abriendo sus pétalos con toda la armonía del entorno, un magnífico loto. Contenta con su obra, Loto dio saltos de alegría gritando algo en ese idioma tan curioso de su tierra.
   -Parece muy feliz con su obra.-Dijo la Dama Luna.
   -Lo es. Ella es la alegría de nuestro Imperio. La madre naturaleza la ama hasta el punto de que los días que enferma, que son pocos por fortuna, el cielo se vuelve gris.
   -Que poético.-Dijo la Princesa.
   De un salto Loto alcanzó la flor en lo alto de la columna, volvió a saltar abajo y fue corriendo hasta el palco real y entregó, tras otro portentoso salto, al flor a su majestd, todo ante la mirada de varios miles de personas, las mejores arqueras y los mejores tiradores del Reino, el cuerpo diplomático, los principales y no tan principales comerciantes, artesanos y labradores, las dos mujeres mas bella de todas aquellas tierras, un violinista y un sinfín de espectadores mas.
   La Reina agradeció poderosamente el gesto.
   -Nosotros también tenemos un regalo para ustedes.-Dijo la Reina, que hizo llamar a uno de los soldados que la custodiaban las veinticuatro horas del día.-Esto es para sus dos alumnas. Y están invitados a la cena de esta noche.
   Le entregó personalmente a ambas niñas una caja que contenía un reproducción exacta de un crisantemo y de un loto hecho en cristal con incrustaciones de esmeraldas uno y de rubíes otro. Crisantemo, haciendo gala de su conservadurismo facial se limitó a una reverencia y abrir un poco mas los ojos cuando vio esa pieza tan fina. Por otro lado Loto no cabía en sí de felicidad y no paraba de mirar con ojos brillantes aquel maravilloso regalo. Aquellas piezas provenían de uno de los mejores cristaleros del Reino, que era capaz de auténticas maravillas en sus hornos y funciones de cristal. Había sido uno de sus mejores trabajos. las esmeraldas y los rubíes a su vez provenían de una joyería muy humilde pero con buen gusto para la selección del material a usar. Y ahí estaba el resultado, cumpliendo su propósito.
   El maestro bambú y sus dos alumnas fueron despedidas con la mayor tormenta de aplausos hasta el momento.
   Lejos de ahí, mientras las alumnas de la Dama Luna dejaban las armas en sus respectivos cajones de equipamiento, la puerta sonó. Aquella niña de rasgos vulgares pero de prodigiosa fuerza fue a abrir, con su sombrero a imitación de los tiradores del Caballero Halcón aun puesto. No se lo quitaba ni aunque le pagaran una fortuna por ello. Si bien una de sus compañeras, la que tenía sangre casi azul, había comentado mas de una vez sobre lo poco que combina su uniforme con aquel sombrero "digno de truhanes de cuento", aquella señorita corpulenta y de incipientes curvas le hacía caso omiso. Y bien que hizo, pues al abrir la puerta, frente a ella se encontraba el Caballero Halcón.
   La joven primero se quedó mirando a ese hombre que tenía el mismo sombrero que ella, miró aquellos ojos, calco de los del ave rapaz en honor a la cual lucía su actual nombre. Iba con sus clásicas ropas pardas.
   -¿Puedo pasar?.-Dijo aquel hombre con una educada inclinación de cabeza.
   La niña se había quedado muda y sus compañeras la miraban sonriendo, sabedoras de que aquel era un momento muy especial para ella.
   Le seguían a este hombre dos de sus pupilos, que iban como escolta de honor.  Uno rubio de ojos verdes y el otro de gesto duro y grave. ojos color café y mirada en constante movimiento. Los tres pasaron mientras las chicas se reunían con ellos y el Caballero Halcón tomó su sombrero.
   -Señorita, debo admitir que hemos quedado francamente impresionados por esa maravillosa demostración con el arco, así que nos gustaría nombrarla fusilera honoraria y entregarle un obsequio a título personal. -Dijo aquel hombre de mirada fina y pulso firme. Y sin mas se quitó la pluma del sombrero que tenía desde hacía tanto tiempo y se la entregó a aquella niña que había demostrado un valor y un talento sin igual.
   -Gra...gra....cias-Su rostro estaba completamente sonrojado y sin mas se acercó al hombre y le abrazó, soltando el consecuente chillido producto de la emoción de ver a esa persona que ha sido motivo de sueños durante tanto tiempo.
   Sus compañeras sonrientes se acercaron para darle la enhorabuena por su reciente nombramiento de fusilera honoraria. Sustituyó la pluma de gaviota por la de halcón y aquel sombrero y pluma se convirtieron en su pertenencia mas preciada, por encima de muchas cosas con claramente mas valor económico.
   Salían en aquel momento los jardineros reales, que fueron a ayudar a los voluntarios que limpiaban la arena. Todo estaba cubierto de hierbas y maravillosas flores.
   -Una pena que las tengan que segar.-Dijo la Princesa y miró de reojo quien era el siguiente.-oh el Caballero Lobo.
   Salió al centro, sin que aun terminaran de cortar todo aquello y se quedó mirando al público, que lo animaba. Era un hombre de espaldas anchas y buena musculatura. Archiconocido por su mirada similar a la de los lobos, con ojos color amarillento y rostro de bestia salvaje pero con su atractivo. era el único de aquellos hombres y mujeres que luchaba con dos espadas y además poseía el estilo mas salvaje de todos, convirtiéndose en una tormenta de acero. Así pues, tomó sus espadas y comenzó la danza de aquel hombre que iba por ahí cortando las hierbas. Al momento los ayudantes se habían echo a un lado para dejarle toda la arena mientras salían otros a colocar muñecos de paja. Era todo realmente dinámico porque según iban saliendo y siendo situados, los muñecos de paja perdían un brazo o la cabeza. Todo eso se intercalaba con lo que parecían gruñidos. 
   -Disculpe majestad, tengo que intervenir en la actuación de nuestro amado Caballero Lobo.-Dijo la Dama Luna y bajó hacia el lugar donde se llevaba a cabo la exhibición.
   Aquella persona que tanto amaba estaba desplegando toda su furia y seguramente no faltaría mucho para el momento final donde todos los adultos y niños se sobrecogían. Aquel hombre, o bestia, entraba por momentos en una suerte de frenesí que descontrolaba todo aquello que lo anclaba a la cordura y entonces se desencadenaba la transformación. De la nada parecía surgir a forma del gran lobo que todos habían visto alguna vez. Era una bestia enorme, que ocupaba casi toda la extensión de aquella arena. Se decía que en su hocico solo se podían sentar dos o tres hombres. Por ser un día especial, aquella gran vestida no tendría la armadura de batalla pero aun así resultaba imponente. Una vez lograda aquella metamorfosis, el lobo les dedicó a todos su mas enérgico aullido. El mundo se quedó asombrado de la fuerza de su voz, de aquel sonido tan puro y milenario, casi tan puro como el amor que aquella bestia descomunal sentía por la dama que se acercaba a él. Eran los amantes mas famosos de todo el Reino. Pareciera que se habían conocido desde siempre y cada día parecían amarse un poco mas. El Caballero se acercó a aquella mujer y se tumbó en el suelo, dejando caer parte de peso con todo su cuerpo y haciendo temblar un poco a todo el mundo. la mujer se acercó a él y posó ambas manos sobre el gran hocico de su amado. 
   -No se como te amo mas, no se bajo que apariencia podría sentir este amor tan grande, mas grande que tú bajo esta forma mi amor.-Dijo la mujer, apoyando la cabeza sobre aquel pelaje tan oscuro y suave.
   -Que ñoños.-Dijo Crisantemo, desde un rincón, con su rostro impasible habitual. 
   -Que bello.-Dijo Loto, saltando de alegría al ver esa muestra de amor, de vida al corazón que siente.
   Y tomando aire la Dama Luna subió al lomo de su amado y cargó su arco, comenzando a disparar a los muñecos de paja que quedaban mientras el lobo de grandes dimensiones atacaba a todo lo que tuviera inamovibles ganas de perecer. Un par de muñecos fueron tragados enteros. 
   -Amor mio.-Dijo la Dama Luna- recuerda que la última vez que hiciste eso te dolió la barriga.
   Por toda respuesta y como final a aquella breve actuación el lobo finalizó su número soltando un poderoso rugido en dirección al palco e inclinando la cabeza en señal de saludo a Su Majestad. Por su parte la Dama Luna hizo lo propio y ambos se retiraron, teniendo que agacharse el caballero lobo para salir por el gran portón, hacia una de las calles principales. Necesitaba salir de esa ciudad y aquella era una calle muy ancha donde podría correr hasta las afueras, al bosque mas cercano y comer todas las energías que le sobraban. La Dama Luna le acompañaba sobre su lomo.
   Una vez que se hubo tranquilizado el ambiente llegó el momento del combate final donde el Caballero de Diamante y la Dama Plateada se enfrentarían. Ella fue recibida con aplausos. Era la principal artífice de tratos e intercambios culturales entre La Corona y los demás reinos e imperios. Su amiga, su ayudante o mas bien su jefa estaba ahora mismo deleitando con su presencia a unas cuantas mujeres de los arrabales de la ciudad, de moral algo dudosa pero con un buen fondo. Aquella gata blanca era el deleite de muchos hombres y mujeres y sobretodo de niños. Tenía mucho carisma y era tratada como un elemento mas del amplio cuerpo diplomático del reino. Normalmente no se dejaba acariciar por cualquiera, pero tras unos cuantos tratos con su amiga, cedió finalmente a cambio de una compensación alimentaria de mayor calidad.
   Mientras tanto, la Dama Plateada se preparaba para el combate. Era una mujer de fe inquebrantable en el poder de la palabra, que había visto mil prodigios ante sus propio ojos grises. De cabello muy corto, al contrario que la moda que imperaba entre las mujeres del reino, de maneras a veces demasiado directas con quienes le molestaban, gentil en el trato con los demás hombres y mujeres de la diplomacia, buena cocinera y una magnífica alquimista. Quizás bailar no era lo suyo pero sí que tenía uno de los mejores estilos de lucha con la espada. Dicha espada era una hoja fina de lo que parecía plata pura. Fue recibida con aplausos del público, aunque no tantos como con el Caballero Diamante, en especial por parte de las féminas. 
   Era probablemente el hombre mas guapo del reino, con su sonrisa blanca perfecta, sus hoyuelos, su cara de niño bueno. Rubio con rizos de querubín. Las damas presentes gritaban con todo su fervor al ver a ese hombre que parecía sacado del mismo cielo, como si fuera uno de los ángeles mas bellos de aquel lugar. Era justo y valiente, carismático y muy querido. Tenía en su poder una de las mayores colecciones de libros del Reino y era de familia humilde, nacido del vientre de una verdulera y un zapatero. Nunca había renegado de sus orígenes y a día de hoy visitaba a su madre y a su padre para ayudarles en sus tareas. Durante esos días las ventas se multiplicaban por cuatro. 
   -Un buen día para luchar.-Dijo el Caballero Diamante a su formal y siempre educada amiga. 
   -Ciertamente.-Dijo con esa arrebatadora sonrisa. 
   -¿Como estás en el día de hoy?-Preguntó ella, siempre preocupada por el estado de sus compañeros de aventuras. 
   -Oh muy bien. La verdad es que mejor después de verle. Era mucho tiempo sin reunirnos en algún sitio para hablar. 
   -Lo quieres ¿verdad?.-Dijo con una pequeña sonrisa aquella mujer de rostro habitualmente pétreo. 
   -Creo que lo amo.-Dijo ese hombre que, a pesar de tenerlo todo, no había pedido la timide y la humildad.- Bueno, vamos a darles el mejor duelo no sangriento de la historia.-Dijo aquel hombre de corazón sensible y brazo fuerte como el acero. 
   Salieron ambos a la par, con sus armaduras, plateada la de ella, impolutamente blanca la de él. las mujeres presentes no disimularon su fanatismo y gritaban como locas. era maravilloso ver tanta alegría. Los niños se quedaron impresionados ante ese espectáculo que era ver a las mejores espadas del Reino a punto de enfrentarse. Ambos fueron al centro de la arena, ya mas despejada de tanta vegetación y saludaros al público. La gata blanca se había deslizado, con toda su incomparable elegancia entre vatios hombres y volvió con aquellos niños, que eran la mayoría del público, dejándose hacer, aunque solo fuera por ese día.  Ella gustaba de sentirse adorada. 
   La Dama Plateada desenvainó y el Caballero Diamante hizo lo propio.  Todo el mundo se quedó e n silencio al llenar el estadio aquel sonido cristalino de la espada del caballero. Muchos decían que era del mismo material que el arco de la Dama Luna pero su brillo era mas intenso. Todos los grandes armeros habían hecho una y mil pruebas: golpes, ácidos, hojas de corte, sierras, mas golpes, estampados, mas golpes aun y nada, la hoja nunca había perdido filo ni brillo. Una de las pocas espadas capaces de hacerle frente estaba frente a aquel Caballero. 
   -Mmmmmmmm.-Dijo aquel hombre con ojos de Halcón, ahora sin su pluma.-Decirle a Gato y Muflón que vayan al palco de la reina, no sabemos que puede pasar aquí pero no quiero heridos.-Dijo el Caballero Halcón. Uno de sus hombres bajó de tejado en tejado y fue directo a dar el mensaje. 
   El primer choque de espadas fue sutil. primero unos pasos hacia delante, luego unos cuantos hacia los lados, como si se midieran. El Caballero Diamante fue el primero en cargar frontalmente y la dama lo paró en seco con un movimiento que parecía practicado desde siempre.
   -No seas tan obvio, por favor.-Dijo la mujer con un leve alzamiento de ceja. A continuación cargó de arriba hacia abajo, con un quiebro de cadera y atacó por un lado. Fue detenida en seco por su sonriente contrincante. 
   Y de pronto todo se aceleró. El sonido de las espadas fue de menos a mas, con un repiqueteo constante que no cesaba. Los niños estaban boquiabiertos, deseando entrenar esos movimientos con una rama o una espada de madera. Los comerciantes hacían números sobre el valor de esas espadas, la damas jóvenes y adultas tenían el corazón en un puño. Desde un lugar entre las multitudes, un hombre de cabello corto y mandíbula cuadrada miraba al amor de su vida. Aun a pesar de sus grandes manos manejaba la aguja con gentil delicadeza para coser vestidos de muñecas o de damas de la corte. No podía estar mas feliz de ser correspondido por aquel Caballero de destreza sobresaliente.  
   Entre choque y choque se comenzó a sentir otra sensación. El aire se fue cargando, como si Crisantemo fuera a cargar uno de sus golpes, pero entre medias se escuchaban lo que parecían bufidos, rugidos, gruñidos. Entre los choques se saltaban chispas verdes, azules, rojas, amarillas, blancas e incluso moradas o negras. 
   El clímax se produjo cuando ambos combatientes dieron un gran salto hacia atrás y al mismo tiempo clavaron las espadas en el suelo, provocando la reverberación de la tierra. De pronto, de la parte de la hoja mas visible salieron dos entidades incorpóreas, que con los segundos fueron tomando un aspecto mas "físico" que representaban lo que parecía un león y un tigre. Salieron en dirección al contrario que tenían en frente y chocaron en una tormenta de blanca luz y rugidos fieros. 
   -Mi león.-Susurró sin poderlo evitar aquel hombre de manos fuertes y habilidosas.
   Las invocaciones se unieron a la batalla y ambos espadachines se centraron en combatirse el uno a la otra. cada vez que un movimiento era ventajoso la invocación pertinente tomaba ventaja. Las dos criaturas mágicas chocaron de nuevo después de una tormenta de mordiscos y garras. Un par de veces aquellas criaturas casi se estrellan contra el inocente público pero pudieron remediarlo a tiempo. Un par de arbustos aun presentes ante la actuación de Loto fueron aplastados completamente. Los golpes de espada venían por todos lados y parecían retumbar en toda la arena y parte de la ciudad capital.
   Con una floritura final, ambos espadachines señalaron a sus bestias y estas volvieron al interior de su armas y con la estocada final, que no dio en el blanco en ninguno de los casos al tratarse de una exhibición, ambos contendientes se saludaron y el público, enardecido, aplaudió probablemente el mejor duelo de espada de la historia de aquel lugar.  
   Así es como se reforjó la leyenda de las Damas y los Caballeros del Reino.