lunes, 26 de diciembre de 2016

El transcriptor.

Nota Previa: antes de leer este texto tal vez le interese leer a su predecesor

Al amparo de una buena mañana, al vida en aquel reino por fin despertaba y los primeros rayos de sol se colaban por los grandes ventanales de aquel majestuoso castillo, y minutos después bañaría todos los recovecos de la ciudad capital de aquel reino maravilloso y hasta hace poco en guerra. Los responsables de la vigilancia nocturna se marchaban a los barracones, se hacían los cambios de guardia, se daban las órdenes pertinentes y rutinarias. Los grandes celadores de la paz estaban constantemente alerta hasta el último paso y el último segundo. Lejos de ahí las puertas de la ciudad se abrían para aquellos que quisieran salir y entrar libremente, pasando eso sí, los pertinentes controles de las aduanas estatales. Aquella medida era reciente en vista a todos los susurros que se percibían en las sombras. Siempre alguien había que deseaba un profundo mal a la Reina y su adorable hija.

   Desde las primeras horas de la mañana ya suele haber un tráfico contundente, con algunos atascos de carromatos de comerciantes, estudiosos, mas comerciantes, compañías de caballeros libres, mas comerciantes aun y quien sabe si unas cuantas compañías de espectáculos ambulantes. Todas las personas eran tratadas con igualdad aunque siempre existe una pequeña diferenciación entre quienes ostentan el poder y quienes son meros campesinos. Pero aquello se trataba de dejar atrás. Un vivo ejemplo era el de un señor de alta cuna que ayudaba a sus siervos a descargar una carromato de maíz o un duque que ayudaba a un cazador, algo perdido en las primeras luces del alba, a llegar a una curtiduría o una buena posada donde vender sus piezas. Así pues transcurría con toda calma ese día hasta que un par de jinetes llegaron hasta donde se encontraba la guardia de la aduana. Una dama y un hombre. la dama se cubría con una fina túnica blanca y el caballero tenía los ojos de un lobo, el gesto recio y parecía nervioso por algo. las grandes multitudes nunca le habían agradado. Los caballos que montaban eran de buena raza, de porte noble y elegante, orgulloso y distinguido.

   La mujer, al acercarse el guardia de turno, se echó la capucha que la cubría hacia atrás y reveló un rostro de una belleza indescriptible, de piel blanca y ojos como el cielo, una sonrisa amable y sin duda desprendia por los cuatro costados una paz que hacia soñar con una vida ya de por si mejor de la que se vivía en aquellos tiempos.

   -Dama Luna.-Dijo el guardia al momento, haciendo una inclinación.-Bienvenida a casa.
   -Es bueno ser recibida de forma tan educada.-Dijo la mujer con una voz suave como un perfecto híbrido entre la seda y el terciopelo. Una sonrisa y el mundo pareció iluminarse.-No somos dados a la molestia pero me gustaría poder llegar lo antes posible al castillo para hablar con la Reina en persona.
   -Y rápido.-Dijo una voz grave, profunda, atiborrada y contenida en la rabia y el nervio que invade a la bestia a punto de atacar. El Caballero Lobo miraba a todos los presentes con ansia, nervios.
   -Mi amor.-Susurró ella mirando a su amado.- Se amable con estas buenas y honradas gentes.
   -No hay problema, mi señora.-Dijo el guardia mientras hacia una inclinación a uno de los guerreros mas temidos del reino y mas afamados por sus múltiples acciones militares.

   Al momento una escolta de caballería estaba tratando de abrir paso por aquellas calles a la Dama Luna y al Caballero Lobo, que cada vez se mostraba mas nervioso. Aquel hombre, mitad idem y mitad bestia, no aguantaba en lo mas absoluto las multitudes. Sus instintos estaban a la que saltaba y los olores y sonidos lo confundían. Entonces una mano blanca salvadora llegó y tomó la suya en un momento en el que los caballos no tuvieron mas remedio que casi pegarse el uno al otro. Aquella mujer era para él su todo, una absoluta y magnífica obra de arte que había llegado de otros mundos. Por mucho que la historia establecía perfectamente su línea de sangre, aquella mujer era para el Caballero Lobo como el ángel salvador del miserable o la diosa de la guerra para los hombres desmoralizados que alza su lanza y guía a los combatientes a la victoria. Un solo contacto de ella le imbuía de paz el espíritu. Mucha gente los miraba, por la belleza de ella o por la circunspección de él, pero ante todo el pueblo los envidiaba y admiraba a partes iguales. Ambos por separado era n guerreros formidables. Conocida era la puntería de esa mujer con su arco de cristal y temida y vociferada eran las andanzas de ese hombre, diestro con espadas, dagas, hachas y, siendo un secreto a voces, zarpas.

   La mujer saludaba a algunos conocidos desde lo alto de su caballo cuando notó que algo tiraba de su pierna. Al momento, temerosa deque estuviera a punto de atropellara alguien, se encontró con un grupo de niñas que le regalaron una corona de flores. la mujer sonrió, iluminando la pequeña plaza a la que habían llegado,y tomando la corona se la colocó en la cabeza,contentado así a las niñas y al pueblo, que empezó a aplaudir y a alabar la belleza de aquella mujer con mas ganas. El hombre que estaba a su lado sencillamente no salía de su asombro ante la fortuna que estaba sentada a su derecha. Continuaron el camino y pronto salieron a una calle mucho mas ancha, mas holgada para el tráfico, tan solo restaba un par de curvas a la derecha para entrar en la calzada principal, que atraviesa la plaza mas grande de comercio. Subiendo una cuesta de piedra blanca se encontraba el castillo. la escolta se retiró a los lados para dejar paso libre a aquellos recién llegados. Algunos jóvenes nobles que paseaban por la entrada o los jardines laterales estaban absortos en la belleza de aquella mujer, pero una mirada de su amado bastaba para que tomaran otro camino.

  Minutos después las puertas de la sala del trono se abrían para dar paso a aquellas dos leyendas andantes. Los pasos de ella eran de una elegancia inaudita, como si flotara, mientras los que él eran decididos como si en el siguiente tramo de suela fuera a saltar sobre alguien y a devorarlo. La Reina se sentaba en su trono y esta se puso en pie para recibir a los recién llegados, que se inclinaron ante Su Majestad y extendieron un pergamino. La máxima mandataria de aquel lugar, de aquel reino, era también bella sí, pero su belleza no venía de la elegancia de la Dama Luna, sino de la distinción noble que da una innumerable cantidad de generaciones de reyes y reinas. Los cuatro elementos con los que había sido forjada su línea de herencia corría por sus venas. Su pensamiento era fluido como el agua, bailaba en las fiestas de palacio como los espíritus del viento, era fuerte de corazón y estampa como la roca y según rumores una entregada, pasional y ardiente amante. Ambas damas eran distintas en todo lo relativo a lo físico pero iguales en sus ideales.

   -Majestad.-Dijo la mujer mientras entregaba la nota a la Reina.- Esto es todo lo que hemos concluido de la última misión y todo lo que hemos sacado en claro.

   La Reina estuvo leyendo durante un momento el papel pero con toda sinceridad era bastante complicado para alguien de su mente tan organizada y aquello parecía un caos. Todo eran vacuas referencias a la sangre, a los que sufren, a una mujer coronada en espinas. Pero sin embargo había algo que no le encajaba en todo aquello.
   -¿Que sucedió al final con los niños?.-Preguntó la noble mujer a dos de sus siervos mas fieles, plantados ahí, en medio de la sala del trono.
   -Les hemos dejado decidir por si mismos, Majestad. Aunque eran pequeños algunos y mas mayores otros, no apreciamos signo alguno de maltrato, mala alimentación o alguna atrocidad impura e impropia de los hombres civilizados..-Dijo el Caballero Lobo, como si contuviera la rabia por no haber tenido oportunidad de luchar contra un enemigo.-No me fié de él en ningún momento pero todos aquellos niños eran huérfanos o de padres de reputación dudosa en lo que a la crianza se refiere. Decidimos elegir el mal menor por ausencia de pruebas.
   -Considero que elegisteis bien pero esto último, esa supuesta profecía me intriga. Mas por favor, les invito a desayunar y reponer fuerzas después de un largo camino. Y no acepto un no por respuesta.-Dijo la Reina con gesto serio y se dirigió al comedor. Muchas veces ella misma se cocinaba la comida pero ese día le esperaba un duro día de reuniones y las decenas de manos que trabajaban en las cocinas eran mucho mas eficientes.
   -A sus órdenes, majestad.-Dijeron la Dama Luna y el Caballero Lobo.

   Tras el desayuno y unos cuantos intercambios de pareceres se llegó a la conclusión de que la supuesta profecía era incluso demasiado confusa para lo que establecen las profecías de por si, siempre llenas de juegos de palabras, dobles, triples o hasta cuádruples interpretaciones, dichas a trompicones por hombres que entregaron gran parte de su cordura a un conocimiento inabarcable e indescriptible.
   -Este supuesto profeta era un hombre bastante raro, Majestad.-Dijo la mujer de bello rostro blanco como la leche.-Normalmente esos autodenominados profetas son de dos clases. Los que profetizan sobre el futuro o los que... bueno....-Dijo la Dama Luna, no queriendo decir la palabra.
   -Los que están locos, los que han perdido la cabeza por conocer el nombre de otra planta mas.-Dijo el caballero lobo, tan tajante como siempre.-Este solamente parecía afectado por la clásica locura profética cuando dijo su adivinanza.
   -Mmmmmmm.-Dijo la Reina mientras le daba vueltas a las pocas palabras que habían quedado en su cabeza.-Es por la mañana y esto no creo que lo puedan resolver ni mis mejores alquimistas o magos. No tenemos profetas en la corte. Pero sí un transcriptor.
   -Cierto.-Dijo el Caballero Lobo, sin mas.-Su Majestad es sabia.-Dijo mientras atacaba un trozo de carne con sus dientes extrañamente puntiagudos.
   -Nada mas lejos de la verdad. Cuando terminen de comer quiero que descansen. las profecías pueden esperar pero veo en sus rostros que están algo agotados de tan largo viaje. Bajaría con ustedes pero lo cierto es que tengo una gran cantidad de reuniones durante todo el día. Así que me debo de retirar. Dama Luna, Caballero Lobo, permítanme.
   El Caballero Lobo y la Dama Luna se levantaron al hacerlo la Reina, como exige el protocolo y el servicio a su vez hizo una reverencia al paso de aquella respetada mujer, antes de que siguieran con sus quehaceres.

   Tras descansar convenientemente y entregarse a un encuentro que distendiera los músculos de aquel hombre salvaje y apasionado en la batalla y el amor, los dos siervos del Reino se encaminaron a las mazmorras. Las estancias para los pocos presos del reino eran realmente poco dignas de la palabra "mazmorra", pero sí era verdad que al poco tiempo la atmósfera resultaba algo opresiva para el que no tuviera una mente despierta o se supiera distraer con los mas mínimos detalles. la Dama Luna iba pegada al Caballero Lobo, dejando entrever los delicados gestos con los que tranquilizaba a su amado, que de nuevo no se encontraba muy cómodo caminando entre paredes construídas por los hombres. El carcelero jefe era un hombre mayor, de mirada fría, talante adusto y se acompañaba casi siempre de tres ayudantes que le ayudaran a tener bien controlados a los presos, todos ellos hombres fornidos y curtidos en batalla.
   -¿Que les trae por estos lares a sus señorías?.-Preguntó el carcelero en tono algo seco, distraído con el vuelo de una mosca hasta que se posaron sus ojos sobre las dos esferas azules de la Dama Luna.-Mi señora, disculpe mi falta de educación.-Al momento estaba organizando a la tropa de ayudantes lo mejor que podía mientras leía las órdenes y permisos firmados por la Reina.-El transcriptor hoy tiene muchas visitas.
   -¿Visitas? ¿Quien ha estado antes que nosotros?.-Preguntó la Dama Luna con un poco de intriga y curiosidad en la mirada y la voz.
   -Quien ha estado no. Quien está, mi señora.-Dijo el carcelero jefe mientras les hacía una señal a los dos nuevos visitantes para que le siguieran.
   Bajaron y bajaron escaleras. habían estado en aquellas profundidades unas cuantas veces pero siempre les sorprendía lo realmente hondos que estaban los últimos calabozos construidos. Por la buena voluntad de los ciudadanos y un excelente sistema educativo apenas quedaban presos y normalmente eran delincuentes que habían cometido actos menores pero habían reincidido. Incluso para un gesto tan amable había siempre voces en contra, las cuales se callaban cuando se mencionaba al abuelo de La Reina y su gusto por la tortura. Las piedras agobiaban al Caballero Lobo pero contaban cientos y miles de historias, muy oscuras, y pocas de ellas con un final benévolo para el oído de los mas intrigados por los secretos que aquellas paredes escondían desde hacía siglos.
   Tras atravesar un largo pasillo se dieron de bruces con doce guardias de élite situaciones a los lados de la puerta. La Guardia de élite, como su nombre indica, era una selección de los mejores y mas comprometidos guerreros que velaban por la seguridad contante de la Reina y sus hija, A diferencia del Caballero Lobo, la Dama Luna y los demás caballeros de la compañía que servía a su Majestad, la Guardia nunca abandonaba el castillo cuando juraban protección eterna a la Reina y a las que le siguieran. Sin duda encontrarlos ahí, tan lejos del salón del trono era, cuanto menos, inesperado.
   -Venimos a ver al transcriptor.-Dijo la bella dama al capitán de la guardia, un hombre recio, de mirada fría y rostro impasible, que no hizo excepción alguna con ella.
   -Se encuentra en plena...-El capitán pareció dudar, y no era propio dela guardia dudar.- En plena función. Pero como gusten. No creo que la reina los haya enviado aquí por gusto y para una visita de cortesía.
   El caballero Lobo se adelantó un paso para encarara a quien le hablaba así a su amada. Ella, por su parte, tomó su brazo, lo atrajo hacia sí y lo abrazó, con una sonrisa que derretía el acero.
   -Se lo agradecemos, capitán.-Dijo la mujer al pasar por el lado de este cuando le abrieron la puerta.

   En efecto. Frente los dos recién llegados habia otros doce hombres armados junto a los diez niños nobles mas ricos de todo el Reino, incluyendo a la Princesa, en el centro de la comitiva, que se desternillaba con las marionetas, las cuales se daban de palos en un improvisado escenario que pretendía simular las dependencias de algún castillo de fantasía. O al menos hasta que el encargado de aquel espectáculo logró girar el fondo y entonces apreció un bosque de noche, con una gran luna llena. la Dama Luna escuchó los gruñidos bajos de su amado que pronto estaba mirando fijamente el trozo de papel blanco, recordando.
   -Entonces -Dijo el narrador- la luna mandó a su hija mas bella, a una mujer digna de alabanza por todos los poetas, de la que ya se han escrito cientos de canciones y sobre la cual aun se escriben. y la Luna le dijo a su hija "tranquila hija mia, pues no estarás sola". Y entonces a su mas fiel servidor, a un enorme lobo que siempre aullaba con toda pasión a la luna, le confirió el poder y la libertad de ser hombre y no causar revuelo.- En esto que las dos marionetas que imitaban a los recién llegados tomaron unos palos y se enfrentaron a muchos demonios de peluche.- Y siempre juntos, libres como la luz y el viento, enfrentaron a todos los peligros. Derrotaron ellos solos a ejércitos enteros. se curaron las heridas el uno al otro y se prodigan a día de hoy un amor que muchos quisieran contemplar en sus vidas.
   
Entre los niños había una pequeña damita que destacaba por encima de todos. No por su opulencia, sino por todo lo contrario. Vestía de forma sencilla, estaba sentada al lado de la princesa y el resto de niños se le unían a las carcajadas por igual pero se apreciaba realmente la diferencia de poder. La bella y pálida dama hizo un gesto a su amado para que se fijara y entonces el hombre o la bestia sonrieron, sus ojos se iluminaron. Era la Niña que había salvado a la Reina de su enfermedad hacia unos años. Había crecido, sin duda y prometía ser toda una encantadora criatura que traería de cabeza a mas de un maestre para que sus señores se centraran en las lecciones.
   -El cuento no acaba así.-Dijo entonces uno de los niños, un repelente conde o marqués que seguramente había adquirido la costumbre de molestar de su bien nutrido señor padre.-
   -Lo se.- Dijo entonces el marionetista, que resultó ser el transcriptor, asomando sus ojos de enferma locura por encima del escenario, entre las dos marionetas con palos.- pero cuando los protagonistas están presentes a veces hay que adecuarse al público.-Y sus ojos se dirigieron hacia donde se encontraban los recién llegados. 
   Al momento la Princesa se levantó y los siervos se inclinaron, levantándose como era debido, todos los demás niños. El transcriptor fue el único que se demoró un poco en levantarse. 
   -Princesa.-Dijo la mujer de bello rostro color luz de luna mientras hacia una elegante reverencia. Algunos niños la miraban sin disimulo pero al mismo tiempo se encontraban en la dicotomía de admirar la belleza de la mujer o alejarse de la fiera estampa de su amado.- La Reina nos envía para que hablemos con nuestro afamado transcriptor de asuntos importantes.
   -No se hable mas.-Dijo la Princesa.-La obra ha terminado, nos retiramos de aquí. damas, caballeros, hay asuntos importantes que atender afuera. Despídanse todos de dos de los miembros de la mejor compañía de caballeros de mi madre y partamos.- Todo esto fue dicho con cierta pomposidad producto de la edad y el deseo de reafirmar la autoridad. 
   Cuando uno a uno los niños se despidieron, la Salvadora fue la última y entonces el Caballero Lobo hincó una rodilla en tierra y le susurró.
   -Si alguno de estos niñatos te molesta no dudes en hacérmelo saber.-Dijo con sus ojos amarillos anaranjados brillando de emoción.
   -Todos se han portado bien.-Dijo la pequeña dama con una sonrisa.-Muchas gracias caballero.-Y haciéndole una reverencia a él y a la Dama Luna abandonó la estancia.

   Una vez solos, el transcriptor recogió muy afanosamente todos los bártulos de la obra y los fue depositando en otra habitación. la llegada de aquel hombre al Reino había sido caótica. Lo encontraron en un callejón mascullando cosas sin sentido. se le había considerado un loco y encerrado en una de las estancias de seguridad de los calabozos en vista a la agresión a un guardia que había cometido. Luego se descubrió que había sido el guardia el que había comenzado. Ante la disculpa de la Reina el loco que había sido encontrado aquella lejana noche se dedicó a seguir hablando incoherencias, se le dio por loco hasta que uno de los consejeros de la Reina, afamado médico, vio que existía un patrón en sus afirmaciones. Tras una investigación y un poco de tratamiento logró estabilizarse su mente y fue de gran utilidad para el Reino hasta la fecha. En lo físico era un hombre delgado, de mejillas chupadas, mirada inquieta y siempre pendiente de mil detalles poco importantes ante la mirada de los demás salvo para él. Le gustaba vestir de colores pardos u oscuros. Huía de los tonos vivos pero aceptaba el blanco en algunas ocasiones, siempre que fuera en cantidades discretas. Una vez se se hubo arreglado ya todo y la habitación principal estaba en condiciones, el transcriptor le dio una cálida bienvenida a la Dama Luna, besando cortesmente su mano y saludando con una reverencia al Caballero Lobo, que lo miraba con cierto toque desconfiado. 
   -Muy bien.-Dijo, tras sentarse detrás de la mesa.-¿En que les puedo ayudar?.-Preguntó el hombre pálido como la cera a los dos presentes. 
   Sin mas la mujer le extendió las notas que habían recopilado, el informe entero de la aventura. El hombre que tenían ante ellos se mostró dubitativo por un momento pero accedió tras servirse lo que parecía zumo de un color extraño. Era rojo y espeso y a la luz de las velas que estaban encendidas en ese momento tomaba toques anaranjados. Tras beber unos cuantos sorbos se dedicó a leer las notas con calma. De vez vez en cuando se tensaba y miraba a algún rincón en sombras, pero nunca había nada. Susurraba palabras inconexas. La Dama Luna permanecía tranquila, sonriendo cada vez que el hombre la miraba, tomando la mano de su amado por debajo de la mesa. Su salvaje caballero sin embargo no estaba tan cómodo pero mantenía su estampa fiera.
   -No es una profecía.-Dijo el hombre pálido, aquel loco que decían era un transcriptor. Miró a ambos con una sonrisa que se fue desvaneciendo tras ver sus caras de desconcierto.-¿he dicho algo malo?
   -En lo mas absoluto.-Dijo la dama con otra sonrisa.-pero nos desconcertó toda la situación. Los niños, su trance, sus ojos en blanco.Seque no son motivos de credibilidad pero...
   -Ahhhh no no no, no crean que se fueron con las manos vacías. Esto de aquí -dijo el hombre levantando la última hoja- nos habla de algo certero, que sucederá o está sucediendo pero es lejos de aquí. Una capacidad descomunal de visión la de nuestro amigo. Me gustaría conocerle algún día. 
   -¿Entonces de que se trata?.-preguntó el caballero presente en la sala. 
   -Es un perfil físico y psicológico. 
   Entonces el transcriptor leyó todo el contenido de la supuesta profecía. 

   <<Veo a una mujer sobre una barca de hierro que atraviesa un lago de agua salada. Sus formas son de ninfa, su mente de hombre y mujer, su corazón de acero y plata. En su cuerpo hay cicatrices que, si uno afina el oído, cuentan historia trágicas, algunas solo gritan, aunque todas son bocas cerradas hace tiempo, voces dispares que luchan pero no mueven nada en su interior, contando historias del pasado. En lo alto de su cabeza una corona de espinas hace caer la sangre por su rostro, apartándose sus riachuelos rojizos al llegar a los ojos, pues son estos parte de su poder. Su voz resuena en los corazones, atemorizando al cobarde traidor y dando valor al valiente guerrero que lucha con nobleza. Cada palabra es un mazo de un dios de la justicia que viene a poner orden en el mundo. las mujeres, hombres y niños toman sus manos, bendicen y ruegan. Ella acepta cada ofrenda, sonríe y se cuida de que ni una sola gota de sangre toque sus cuerpos.>>

   -La persona en cuestión es una mujer, eso es lo único que nuestro profeta nos ha dejado claro. Bella o de buenas formas por lo que se lee también. Aun criándose en este mundo ta maravilloso desafía el orden pensando como hombre y mujer al mismo tiempo. Eso es francamente fascinante. Es decir que si tiene que decir una palabra malsonante la dice y bebe o pega como el mas aguerrido de nuestros guerreros. La barca de hierro representa sus convicciones que, aunque sujetas a las corrientes del pensamiento actual, es difícil de moverlas salvo que le den un argumento de peso. Las cicatrices que cuentan historias son su pasado, ha tenido un pasado duro, realmente doloroso, ha perdido gente o quizás a seres amados, o ha visto lo mas terrible del ser humano delante de sus ojos a corta edad. Ahhh aquí lo dice, historias del pasado. La corona de espinas me tiene intrigado. Puede ser algo referente a sus orígenes. No. No es eso.-El transcriptor se quedó mudo durante unos minutos, se levantó, consultó un par de libros.
   Tras unos minutos se sentó de nuevo. Se quedó en silencio mientras murmuraba cosas y escribía algo en un papel. la Dama Luna aguzó la vista y vio que eran números, fechas y una casita dibujada en la esquina con su puerta y sus ventanas. 
   -Ahhh vale. ya lo tengo creo.-Sonrió a los dos siervos de la Reina presentes.- En su mente hay ideas muy arraigadas que le han dado mas de un dolor de cabeza. ha tenido que lidiar con el prejuicio y con sus convicciones mas de una vez. Aquello le provocó dolor, decepción pero entones tenemos la barca de hierro, que no tiene remero, sigue su camino, sin timón. Ella espera pero también busca y suele encontrar o arreglarse con lo que tiene. Es una luchadora y una superviviente.-Otra pausa.- 

<<"Hace caer la sangre por su rostro, apartándose sus riachuelos rojizos al llegar a los ojos, pues son estos parte de su poder". Tiene una mirada poderosa pero no es eso lo que aquí nos quiere decir, sino que las dificultades no le impiden ver con cierta razón y lógica, anteponiéndose ante el dolor. No paro de ver aquí lo mismo todo el rato pero con palabras distintas. No es una mujer que se calle las cosas pero es discreta. Ahhh y aquí tenemos algo de su entorno. Se rodea de buena gente a los que juzga como capaces de estar a su altura o que le aportan algo. No le vale cualquier persona y dichas personas no deben regirse por el poder político o económico, sino el poder de la sociedad misma. Y la parte mas interesante. Se sacrifica por aquellos que ama. Se cuida de que ni una gota de sangre toque a aquellos que se le acercan. Quiere evitar que su dolor se extienda a los corazones ajenos.>>

-Es todo lo que puedo aportar.-Dijo finalmente el hombre, mirando entre cansado y entristecido a los presentes.-Sinceramente me gustaría conocerla, tiene que tener una conversación excelente.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Pensamiento de Escritor 25: "Asclepio"

Mi padre ha muerto. Cualquier otra realidad es inviable en estos momentos con respecto a el. Su vida pasada son recuerdos en sus seres queridos y en quienes le conocíamos, para bien y para mal. Se me ocurren muchas comparaciones con respecto a su carácter, personalidad, virtudes, defectos y un largo etcétera. Aun así decir que el hecho de morir tranquilo, sin sufrimiento fue algo realmente consolador para quienes estuvimos compartiendo el día a día con el durante las últimas casi tres décadas de su vida. Esto que escribo será una contradictoria "subjetividad objetiva", pues fue ayer la cremación y hace ya tres días de su muerte y tengo muchas cosas dentro, por lo que trataré de ordenarlo todo un poco e ir soltándolo. 

Temporalmente solo puedo decir que estaba viendo unas cosas en Internet cuando de repente mi madre recibió una llamada de Caser, el geriátrico donde se encontraba mi padre desde hacia ya tres años. Al parecer la enfermera que se encargaba de echarle una pomada para la irritación que tenía alrededor del ojo lo vio realmente mal y su instinto y capacidad profesional ya le hizo pedir una ambulancia para llevarlo a urgencias. En este tipo de situaciones yo reaccionaba ante la noticia de forma pasiva, pero ese día no, ese día había algo distinto en la voz de mi madre, en su cara. No había tensión, había tristeza y un agobio pocas veces visto. No lo pensé y en seguida yo también fui a ver que sucedía. Llegamos antes que la ambulancia y se nos comunicó que estaba agonizando. Vi con mis ojos, entre las lágrimas de mi madre como la máquina que indica la actividad cerebral y cardíaca estaba prácticamente plana en sus gráficas. Le vi respirar, con mi mano sobre su cabeza y sobre uno de sus delgadísimos brazos. Giré mi cabeza hacia un lado para mirar una cosa y cuando me di cuenta ya no respiraba. Se había ido.

Mi madre estaba destrozada y llamé a Tita Ana, a la que muchos de los que lean esto seguramente ya conozcan de aventuras y desventuras anteriores. Se echó a llorar al momento de decírselo y vino desde la aldea muy bien acompañada. Mi madre y ella se abrazaron, lloraron largo rato y yo hice lo que pude por tratar de darles al menos mi presencia como apoyo, pues en estos momentos trágicos lo importante siempre es dejar que la persona llore, que se desahogue. Eso de que los hombres no lloramos es una estupidez, pero sinceramente a mi aun no me ha nacido el llorar, no se si porque yo anticipaba esto y lo tenía ya aceptado o que podría pasar pero desde luego tengo motivos para llorar y sin embargo no lo hago. Me acojo a la frase mas repetida de la gente cuando les comunico este dato: "ya llorarás". Se que voy a llorar en algún momento, eso está claro, mi único temor es como será y cuando y sobretodo que espero no hacer o decir ninguna estupidez en el proceso. Paranoias mías, no le hagan mucho caso a esto último. 

Los mensajes y llamadas de condolencia no tardaron en venir. La Musa y mi querida Alfonsina, desde México, que organizó u organizará en tan bello  país una misa por mi padre. prestaron sus manos y capacidades varias en los campos de la psicología y el espíritu para darnos apoyo. La Musa estuvo pendiente en todo momento como amiga y como psicóloga de todo aquello que yo pudiera necesitar. Deste rincones y ciudades de Venezuela y Argentina también llegó apoyo, buenos deseos para mi y para mi madre. Viejos amigos de España contactaron conmigo para transmitirme su pésame. Desde Caracas hasta Toledo, Desde Buenos Aires hasta Barcelona y alrededores. Los que no pudieron venir por la distancia o los estudios o el trabajo no os sintáis culpables, os tengo en el corazón igualmente y agradezco vuestras buenas intenciones de animarme. Elvira,

Entonces a lo largo de estos tres días empezaron a venir amigos. Se presentaron el "camaratten" Juanjo en primer lugar. Al parecer estaba de fiesta en ese momento y se tomó la molestia de presentarse ahí a las tantas sin avisar ni nada. Nunca le estaré mas agradecido. Al día siguiente vinieron prácticamente todos mis amigos del grupo de TS. Berhto con su discreción y respetuosa distancia, pero solícito a cualquier petición y Raquel, la viva imagen del consuelo y la cercanía mas absolutas,pendiente aun a día de hoy de que yo esté bien y preocupándose por mi estado, La bella, bajita y encantadora Mery (me encantó el color de su pelo), novia del tranquilo, reposado y lógico Alvaro alias "Stillich", el mejor scripter del mundo, Bruno alias "Maglor" que ya está en nuestros corazones por cierta anécdota y al que admito que casi le mando dar mas de un testarazo en ciertas situaciones pero solo hice uso de sus servicios como amigo y apoyo moral. Vino Johny, "Nakass" para nuestro particular círculo de frikis, mucho mas silencioso y que fue toda una alegría de ver para mi madre (todos lo fueron pero él tiene mas veteranía). Y hubo visitas inesperadas. Brais, antiguo diamante 3, una de las mas grandes personas que he conocido con un profundo mundo interior que merece ser conocido. Y las dos sorpresas de esa noche: Lamela y Anxo, alias Silvanov". El primero, por deferencia a mi persona, apartó un poco los vaciles habituales (siempre desde un inicial buen rollo) y trató de sacarme una sonrisa, la cual consiguió, acompañada de carcajadas y todo en ciertos puntos. Puede que acepte su invitación de ir a una casa "okupada" y todo, "por echarme unas risas". Anxo, el bueno y bajito de Anxo, qie me recuerda a un personaje histórico pero aun no recuerdo quien exactamente, se mostró realmente cercano, preguntando o hablando siempre desde un respeto casi reverencial. Que bien me cae y que mono es, por Dios. Todos ellos protagonizaron momentos encantadores y de gran motivo de sonrisa para mi, destacando cierta charla entre la encantadora Raquel y la bella Cristina, las cuales congeniaron desde el principio y no paraban de reír ante ciertos actos que se reproducían de forma casi constante en el lugar.Desde Santiago, Mario me consoló y me aconsejó, me dio su punto de vista con respecto a la muerte y el luto y ciertamente lo comparto. Es muy sabio en ese aspecto. No nos olvidemos tampoco de Santi "Tzaren", que también brindó un gran apoyo A ellos, desde mas lejos, se les unieron en la distancia, a través de sus mensajes los buenos de Cristian "Naes", Josep "Darak" y Sergi "Reedek".

A las pocas horas de marcharse este primer grupo de grandes amigos vino un segundo grupo. Mi querida, inteligente, bella, respetuosa y educada Inés, con la que daré un paseo en pocos días, a la cual nunca le podré agradecer lo suficiente su apoyo y predisposición trajo consigo a unos amigos del instituto de Adormideras. Con ella iban el siempre silencioso y discreto Brais, "Kaly" para los amigos. Admito que su presencia me sorprendió en verdad. Fue un golpe bastante grande en el buen sentido de la palabra. También el bueno de Sergio, alias "Chechu", que al fin tiene el pelo largo y le queda estupendamente (está soltero, chicas), mucho mejor que a mi y que a cualquiera, dotado de esa tranquilidad que desquiciaba a cierta profesora de arte al parecer pero que a mi siempre me aportó un gran equilibrio interior y siempre me hizo sonreír la participación y continuación en mis ocurrencias. Carlos "Cuqui", con su perilla y palabras lograron animarme, hacerme sonreír, al igual que todos los anteriores y los que siguen. Y se contó con la presencia de la teatral, sonriente,bella y dramática (estudia Teatro) Teresa, la Sarah Bernhardt de Coruña, la cual me permitió el honor de besar su mano, como corresponde la tradición en el trato a las damas de elegante porte y distinguida figura. En últimas instancias se nos unió el hermano de la bella Inés, al cual también le quiero agradecer desde aquí su presencia aunque solo hubieramos hablado un par de veces. 

El día siguiente fue el dia mas triste de todos, pues era ese momento que tan nervioso me estaba poniendo pero conté de nuevo con mas visitas de amigos. Vinieron la bella Cris y los insignes Juanjo, Maikel y Juancho, que en todo momento estuvieron a mi lado sin separarse un milímetro de mi. Durante los días previos conté con la presencia de Marisa, Eva y su hija Noe. Marisa me ganó con su expresividad y constante atención, Eva con su presencia y apoyo y Noe con su encanto y alegría en medio de la tormenta. También se presentó, durante los tres días, Fabiola, la alegre y racional hija de Tita Ana, a la vual de nuevo le doy las gracias por su presencia. Ana, la antigua camarera y cocinera del Amarante compartió los momentos de luto junto a nosotros junto a Jose, Jose Ramón, el leganrio Piño y un sinfín de personas mas. 

Y entonces una de las dos guindas posibles del pastel. Vino mi mejor amigo, Pablo Otero Rodriguez, que se presentó y se prestó en todo momento a escucharnos, deseándonos por su parte que ahora comenzara una nueva etapa, nos transmitió las condolencias de ese ángel que es su novia, la luminosa Leticia, que no se si es creyente pero Dios la guarde muchos años. Son de las mejores parejas que he visto en mi vida. Me dais envidia, lo reconozco, pero es una envidia sana. 

Aun recuerdo muchas mas cosas pero sinceramente es un auténtico laberinto de emociones, sentimientos, ideas, reflexiones y conclusiones demasiado complejo de recorrer y pasar a palabra escrita. Hubo cosas malas. Hubo cosas terribles, dolor, palabras hirientes, sangrantes, dichas con rabia, sin fundamento. Pero incluso de ahí saco algo bueno y es que me alegro de no ser como esas personas que vinieron a matar nuestro espíritu de lucha llevadas por los motivos que fueran a decir lo que se dijo. Hubo también intentos de chantaje, de imposición de condiciones, se tuvo que tirar todo atrás dos veces en búsqueda del consenso; un consenso que no se logró. La rabia y el sentimiento de injusticia pululaban por ahí cuando miraba a ciertas personas pero esas personas ya no creo que me vean nunca mas ni yo a ellos, así que todos felices y contentos. 

Quisiera darle un agradecimiento especial a Iván, un habitual del Sham Rock, que al parecer, por lo que se me comunicó, invitó a todo el mundo a una ronda de chupitos en honor a mi y a mi padre. Desde aquí le doy las gracias así como una vez mas a la cálida y hempática Alfonsina por esa maravillosa misa desde México. 

Ahora toca momentos de reflexión, de luto, de tristeza, de recordar y que esos recuerdos hagan llorar (aun no he llorado nada, conste) y de par paseos con amigos, verme con los que no vi en estos días y sencillamente seguir adelante.

Y sí, es verdad que no he dicho como era mi padre ni nada, así que solamente voy a decir lo que dije en el libro de formas y que cada uno saque su conclusión:

"Fuiste mi padre y como Asclepio, y no veo mayor motivo de orgullo"

lunes, 5 de diciembre de 2016

Dama Luna y Caballero Lobo.



Una noche caía apaciblemente sobre el bosque nevado. Los habitantes diurnos estaban ya refugiados en sus madrigueras o los agujeros de algún árbol. Los nocturnos salían a cazar aquello que les pudiera alimentar, algo que llevarse a la boca para ellos o para la familia. Un zorro paseaba por en medio de dos pinos cuando una liebre se le cruzó y ahí comenzó la persecución. Unos pasos mas allá los peces daban vueltas en un lago helado. Un tejón se quedaba dormido a momentos mientras sonaban sus tripas pero aun tenía una buena reserva de comida en algún punto del bosque. Lo había guardado pues era inteligente y precavido. Los copos de nieve caían suavemente, dejando un manto de renovada blancura, borrando las pisadas del zorro y tapando un poco mas la madriguera de la lievre y el tejón. Todo parecía en paz, en absoluta calma.

  Una gran zarpa pisó el suelo de aquel bosque. Los animales, todos ellos, levantaron la cabeza mientras otra zarpa mas se adelantaba a la primera. Un gruñido bajo, unos ojos que exploraban todo el lugar mientras dos pies descalzos se situaban al lado de las dos grandes patas. Una suave y delicada mano acariciaban un pelaje negro muy suave. Los grandes ojos del animal se giraron hacia la persona que le acariciaba mientras Sus orejas captaban todos los sonidos posibles de la naturaleza: el viento entre las hojas, los corazones de las posibles presas. pero de todos aquellos corazones solo buscaba uno en particular. Unos grandes ojos, enormes realmente, como manzanas de tan grandes que eran, miraron con determinación a la dama que estaba a su lado, descalza, como bien se dijo, y solo cubierta con una túnica de terciopelo. A la espalda un arco y unos cuantos puñales escondidos. La mujer miró al animal con la ternura de una madre y el amor que los dioses profesan a sus fieles

  -¿Escuchas algo, mi amor?-Preguntó la dama mientras paseaba la mano entre las orejas de aquella enorme bestia. Aquella voz era de una calidez que hacía que la nieve se derritiera a su paso, una cualidad muy útil en épocas de ventisca.
Por toda respuesta la bestia gruñó y siguió avanzando. No era una falta de educación responder con un gruñido cuando se era un lobo enorme, en otras circunstancias cualquier ciudadano le habría reprendido por no mostrar el respeto suficiente a aquella diosa de la belleza y la guerra, sierva de la luna, hija de la misma. La bestia se puso a avanzar,siguiendo sus instintos pero sin dejarse llevar por estos. Era complicado, bajo aquella forma, que los instintos no tomaran las riendas pero los años y las décadas le habían enseñado a controlar aquello. Sus ojos veían nieve, árboles, ramas desnudas y otras verdes por toda la eternidad. Sus orejas escuchaban el latido de cientos o miles de pequeños corazones. Una música mucho mas especial venía de detrás, del lugar exacto donde se encontraba su amada. De momento no escuchaba nada mas.

  La dama observaba aquella bestia con cierta distancia mientras caminaba casi flotando sobre la nieve. Su cuerpo era algo de otro mundo, al igual que su rostro y la expresividad de sus ojos azulados como el cielo que ahora se cubría entre las nubes. Aunque aparentemente indefensa, era capaz ella sola de terminar con cualquier amenaza que se le presentara mediante la palabra o mediante la acción directa d su arco, el cual descansaba a su espalda. Su rostro era de una paz profunda, su mirada expresaban la tranquilidad absoluta de quien se encuentra en un perfecto equilibrio de cuerpo, mente y espíritu, por no mencionar esa dulce y cálida sonrisa que había hecho sonrojar a mas de un caballero. En las cenas o las fiestas de palacio ella siempre era de las figuras mas destacadas entre las nobles y las humildes; vistiera lo que vistiese siempre parecía sacada de un cuento.

  El gran lobo negro, aquel al que llamaban "el Caballero lobo", caminaba con sus cuatro patas, bajo la forma de aquel lobo grande que olía el suelo y escuchaba cada pequeño sonido con toda atención. Era un ser silencioso, afectado por una naturaleza secundaria que le había llevado a cometer terribles actos contra el pueblo antes de ser convencido por carios cientos de soldados, una reina, una compañía de caballeros y esos dos ojos azules que lo miraban desde la distancia, acompañándolo durante esa y otras aventuras. las orejas escucharon un trueno y el olfato olió una gran tromba de agua que se acercaba hacia ellos.

  Lograron encontrar refugio de la lluvia dentro de una pequeña oquedad en una roca no muy lejana. Se denominaba roca aquello porque llamarlo montaña sería faltar a la verdad y exagerar los detalles. La Dama Luna, tal como muchos la llamaban, acariciaba ahora el cabello negro de aquel hombre que había conquistado su corazón. Solo ella podía ver aquella ternura en esos ojos amarillos, en esa sonrisa afilada, lobuna, depredadora, que ponía nerviosas a muchas personas. Ella comenzó a cantar suavemente mientras los dedos blancos peinaban aquel cabello que ella una vez le había cortado para adecentarlo con motivo de una gran celebración real. Poco a poco el caballero se fue quedando dormido, sumiéndose en un sueño que le llevó a tiempos remotos en los que la sangre y el deseo pululaban libremente en sus días. Sus ojos volvieron a verlas pieles entremezcladas y la sangre fluir. El telar de recuerdos y ensoñaciones se estaba enhebrando poco a poco cuando de pronto un grito rasgo esa delicada tela y el caballero abrió los ojos, poniéndose en pie.

  -Yo también lo he escuchado.-Dijo ella mientras tomaba su arco de aquel material similar al marfil, regalo de un poderoso alquimista, ahora consejero del reino.
  -Ha sido un niño, en esa dirección. ¡Vamos!.-Dijo,y sin mas echó a correr mientras la lluvia los empapaba de pies a cabeza.

  No muy lejos encontraron,en efecto, a un niño tirado en el suelo. Lloraba amargamente y se llevaba las manos a la pierna.La mujer se acercó con elegancia, como si la naturaleza apartara las ramas molestas a su paso. Aquellos andares arrebataban siempre el aliento al Caballero Lobo bajo otras circunstancias pero ahora no era la situación.
  -¡Mi tobillo!.-Dijo el niño mientras se agarraba fuerte el mismo.-¡Seguro que me voy a morir!.-Dijo con un lamento
  La mujer acudió presurosa y su amado le pasó unas vendas junto con una pequeña botella que contenía un líquido de aroma amargo que la lluvia disimuló. Al momento el tobillo del niño había dejado de doler y le preguntaron, una vez refugiados en el sitio donde habían permanecido dama y caballero momentos antes. Con el tiempo supieron que ese pequeño niño era parte de aquel objetivo que habían perseguido durante los últimos días.

  En los pueblos cercanos habían comenzado a desparecer los niños. Muchos de ellos eran vistos con un hombre realmente anciano, vestido casi como un mendigo, antes de que estos desparecieran. Se rumoreaban muchas cosas siniestras y dichas sin fundamentos o conocimientos sólidos de ningún tipo. las quejas habían llegado a los acuartelamientos cercanos pero ninguna batida daba con los niños. Finalmente se le encargó esto a dos de la compañía mas experta de la Reina. Ambos amantes eran inseparables y se comprometieron a no volver hasta solucionar aquello. El viaje fue largo, pues el reino era extenso en demasía, pero no tardaron en encontrar las primeras pistas. Una mirada de ojos azules, un par de palabras sutiles y al momento estaban sobre la pista de quien pareciera ser el culpable de la desaparición de los niños. No se había notificado aparición de cuerpos pero ciertamente era extraño que desaparecieran sin mas.

  -¿Donde están tus padres?.-Preguntó la mujer de bellos ojos azules y sonrisa cálida como el sol.
  -Yo no tengo padres, no desde que murieron por una enfermedad hace mucho tiempo..-Dijo el niño mientras se acurrucaba contra el pecho de la mujer, tan cálido y suave a través de la tela de su túnica.
  -Nos dijeron la última vez que estabas con un señor mayor, Que paseabas con él.-Continuó la mujer, tratando de tirar un poco del hilo. Quizás estaba siendo demasiado directa pero era importante solucionar aquello
   -Sí, el profeta. Es un hombre raro, con muchos frascos con cosas raras. A mi amigo le predijo que encontraría una espada mágica en el bosque y así fue. Lo malo es que para que adivine cosas dice que necesita beber sangre de niño.
   En la entrada se escuchó un gruñido que retumbó por toda la oquedad de aquella roca grande. El Caballero Lobo no aguantaba la magia de sangre, ni a los adivinos ni esas cosas.
-¿Que le pasa?.-Preguntó el niño, algo asustado de pronto, mientras contemplaba la espalda de aquel hombre extraño de ojos amarillentos.
-Tranquilo.-Susurró dulcemente la mujer, y al momento el niño casi estaba dormido ante el cansancio de estar todo el día en el bosque recogiendo leña para el anciano.-Pero antes dinos donde vive ese anciano profeta.
  -Vive justo frente a esta cueva, en esa dirección a unos cientos de pasos. Os encontraréis con un árbol gigante y mas allá de ese árbol encontraréis lo que parece una pared llena de enredaderas pero que son realmente la entrada a su escondite, bueno a nuestro refugio, porque dice que ese sitio nos librará del mal que se avecina.
  -Muchas gracias cielo.-susurró la dama cálidamente mientras acariciaba el cabello de aquel pequeño querubín tan valiente y hablador.
  Cuando el niño se quedó dormido lo llevaron hasta el pueblo mas cercano para que se encargaran de él.
 -Ya sabemos donde está el viejo ese y vamos a traerles de vuelta a sus hijos.-Dijo el Caballero Lobo, una vez que las autoridades pertinentes se hicieron cargo del niño y este se hubo despertado y calentado con una buena taza de chocolate caliente.

  Las indicaciones del niño fueron acertadas y encontraron rápidamente al hombre que se encargaba de aquellas desapariciones. Los niños campaban a sus anchas por aquel lugar, realmente muy amplio y que presentaba señales de haber sido expandido unos cuantos metros mas en todas las direcciones posibles. Estaba bien iluminado por un par de lámparas y muchos candelabros. Una ingeniosos sistema traía iluminación solar a lo mas profundo de aquel lugar donde un hombre tenía en sus piernas a una niña de no mas de cinco años. El hombre vestía ropajes andrajosos y en su vista había una pátina blanca. Era ciego.

  -Señor.-Dijo la mujer, educadamente, presentándose ante él.-le pido que libere a estos niños antes deque puedan producirse consecuencias graves para todos. Sus padres preguntan por ellos.
  -No seas tonta, niña.-Dijo el hombre con tono algo malhumorado, como si la dama hubiera dicho la mayor estupidez del mundo. Aquel tono alteró al caballero, al amado de aquella dama que al momento estaba llevándose las manos a las dos espadas que tenía cruzadas a la espalda.
  -No.-Dijo la mujer, deteniendo a la bestia mas peligrosa del reino con un sencillo gesto de la mano-No presentemos un espectáculo que sea una pesadilla para estos niños.
  -Estos niños han visto a padres maltratadores, padres muertos y cientos de acciones inhumanas en gente que decía desear protegerlos o quererlos. Así que no seáis tontos y alejáis de aquí porque si vuelven con aquellos que dicen amarlos, sufrirán mucho mas de lo que yo pueda hacerles sufrir en apenas unos minutos.
  La mujer iba a decir algo pero al momento el hombre la hizo callar con un gesto autoritario.
 -Le propongo algo. Yo les demuestro que están mejor aquí que con sus padres o tutores y ustedes me dejan en paz para siempre. Me encargaré de su educación y de adiestrarlos para que sean personas de bien.
  -Si sus intenciones fueran tan nobles no los secuestraría.-Dijo el otro hombre presente mientras se adelantaba un poco. Los niños habían dejado de jugar mientras aquella conversación se llevaba a cabo, solo los mas pequeños permanecían algo ajenos a todo aquello y reían en la lejanía.
  -¿Secuestrarlos?.-El hombre de largas barbas y mirada extrañamente blanquecina rió estruendosamente. Algunos niños también. Eso era señal de afinidad. La Dama Luna miró a los niños que habían reído.-Estos pequeños angelitos han sido víctimas de violencia de todo tipo, Pregúntale a cualquiera de ellos. Si los tengo aquí apartados es porque mis enseñanzas les provocaría todo tipo de pensamientos englobados en la etapa de la madurez, y eso, aderezado con cultura, haría peligrar su integridad ante la vista de aquellos que dicen amarlos. Su amada Reina hace todo lo posible por letrar a la población pero al tradición y la superstición siguen presentes. Y saben que no miento. La sangre de los niños cuenta historias que pueden helar la sangre del mas pintado.-Dijo de pronto.-Déjenme hacerles una demostración..-Dijo el hombre mientras de uno de los bolsillos ocultos sacaba una aguja.-Mis intenciones son legítimas.
  -Le observamos atentamente, anciano.-Dijo el Caballero Lobo mientras esta vez era la Dama Luna la que parecía estar a punto de precipitarse contra el anciano cuando este pinchó el dedo de la niña.
  El anciano entonces comenzó a balbucear unas palabras extrañas mientras los niños se congregaban alrededor de la mesa en la que estaba sentado, apartando todos los cubiertos, platos, vasijas y cualquier objeto que se pudiera romper.

  <<Veo a una mujer sobre una barca de hierro que atraviesa un lago de agua salada. Sus formas son de ninfa, su mente de hombre y mujer, su corazón de acero y plata. En su cuerpo hay cicatrices que, si uno afina el oído, cuentan historia trágicas, algunas solo gritan, aunque todas son bocas cerradas hace tiempo, voces dispares que luchan pero no mueven nada en su interior, contando historias del pasado. En lo alto de su cabeza una corona de espinas hace caer la sangre por su rostro, apartándose sus riachuelos rojizos al llegar a los ojos, pues son estos parte de su poder. Su voz resuena en los corazones, atemorizando al cobarde traidor y dando valor al valiente guerrero que lucha con nobleza. Cada palabra es un mazo de un dios de la justicia que viene a poner orden en el mundo. las mujeres, hombres y niños toman sus manos, bendicen y ruegan. Ella acepta cada ofrenda, sonríe y se cuida de que ni una sola gota de sangre toque sus cuerpos.>>

Para mas información sobre estos dos personajes leer antes esta entrada

jueves, 3 de noviembre de 2016

Una luz herida (3ª parte)

   El coche se detuvo tras recorrer durante varias horas el desierto. En su interior había varios hombres armados y una mujer. Todos miraban por la ventana a excepción de la mujer, que estaba en el centro, tensa, nerviosa, pero no alterada. Era de noche y hacía frío. Aquella dama de melena leonina estaba preguntándose cuando pararían a descansar o a su destino. Ninguno de aquellos hombres hablaba su idioma y eso la hacía sentirse sola a pesar de la multitud y que no haber un solo hueco mas en aquel trato de a saber qué año.

   Entonces hubo un intercambio de palabras y tres de los ocupantes se bajaron en lo que parecía un control militar algo extraño, pues estaba en medio de la nada. Probablemente el oasis que se extendía unos metros más allá era el motivo de tanta vigilancia. El coche continuó un rato mas hasta que se detuvo. Daban botes y mas botes. Desde luego no se podía quejar de la suspensión. Bueno realmente sí. la mujer miraba una y otra vez la carta junto a los billetes de avión que había necesitado para viajar hasta ahí. Según el Ministerio de Turismo viajar a países en guerra eximía a dicho Ministerio de cualquier responsabilidad para con el ciudadano. Si ella desparecía el Gobierno no tenía porque responsabilizarse.

   El coche paró frente a un edificio que parecía más bien una mansión-fortaleza. Era un edificio reciente, de menos de diez años de antigüedad. la arena había hecho su trabajo así como las consecuentes tormentas que habían sacudido aquella zona del desierto. Llegaron a la puerta de la muralla exterior. Esta se encontraba vigilada por diez guardias armados igual que sus compañeros de viaje. El conductor hizo de improvisado presentador de la dama y le abrieron las puertas. Entraron y la buena mujer vio como varios hombres entrenaban formas varias de lucha, tanto desarmados como armados. Se escuchaban disparos a lo lejos por lo que se intuía un campo de tiro detrás del edificio. O al menos esperaba que se tratara de disparos de práctica.

   La guiaron a la entrada de aquella mansión y todo cambio de pronto. l cerrarse la puertas se notaba un silencio sepulcral. Todo estaba bellamente decorado, con detalles de otras culturas como España, Francia, Italia, Vio sobre una mesa de origen francés una muñeca matriushka rusa. La mujer se habría detenido a ver cuántas muñecas habría dentro de no ser porque la celeridad del paso de su guía era realmente apremiante. Había tratado de entablar conversación con él un par de veces pero no obtuvo respuesta alguna. Subieron por un tramo de escaleras y por un tramo de pasillos. O quizás fueron dos.

   Entonces abriendo una puerta se encontraron un largo pasillo. Otro cambio súbito. La rica decoración y las paredes habían desparecido. En su lugar había un corredor que estaba decorado con cuadros. El guía no pasó de ese punto y le indicó que recorriera sola el sitio.
   -¿No me acompaña?.-Preguntó educadamente.
  El tono de la pregunta debió de ser entendido de alguna forma pero el guía improvisado hizo un gesto extraño, como si tratara de apartar algo de su lado que no le hiciera bien. El guía sencillamente inclinó la cabeza y se retiró, dejando a la mujer sola frente a ese pasillo con cuadros.
   -Bueno, he recorrido muchos kilómetros. Espero que al otro lado haya por lo menos una bañera, un poco de agua y una buena conversación.-Dijo la mujer, aunque ello no le impediría verlos cuadros por si le podían dar una pista sobre quien estaba al otro lado.

   El primero era una reinterpretación de un cuadro bastante conocido: Saturno comiéndose a sus hijos. Solo que en este caso Saturno devoraba un cuerpo mucho mas adulto y se apreciaban formas de mujer. Se lo quedó mirando unos instantes. Una punzaba de intuición.
   El siguiente cuadro era Napoleón sobre su caballo. Nada apreciable mas allá de los tecnicismos que de un observador ducho en arte pudiera decirle a algún tipo de público más o menos culto. Aunque fijándose un poco más, la dama recordaba a un napoleón mucho más bajo en estatura.
   Mas y mas cuadros que fueron tomando un cariz incluso violento y oscuro. No era una progresión pero se pasaron de algunos cuadros renacentistas a la pinturas mucho más oscuras y siniestras del Bosco. Goya también estaba presente, con ese aquelarre y el diablo presidiendo todo el encuentro en las brujas y los demonios. La mujer miraba los cuadros uno a uno. Se dio cuenta de un detalle. Aquellos en los que aparecían personajes reales de la historia, tenían algún pequeño detalle que en cierto modo cambiaban totalmente la dimensión o el propósito del cuadro. El de napoleón había sido el más discreto. Miranda, libertador de varios países sudamericanos, aparecía con barba de chivo. Leopoldo II de Bélgica aparecía completamente afeitado y con los ojos medio cruzados, mirando en direcciones opuestas, con sangre en la cara. Algunos le hicieron sacar una sonrisa y otros eran cuadros directamente hechos para la nausea, en la que se representaban escenas de matanzas, de batallas que no dejaban un solo detalle de lado para darle mucha más crudeza a la escena. Por todos lados se veían entrañas o asesinos terminando con vidas inocentes de forma sádica o fría o cruel, o todo a la vez. Pinturas impresionantes todas ellas, realizadas con buena mano y buena técnica.
   -Lo mas modernos no pasa del siglo XIX.-Dijo la mujer.-O sí.-Comentó para sí misma ante una especie de mala broma visual, un mal chiste gráfico.
   Frente a ella, entre la batalla de Waterloo y la batalla naval de Solebay había un cartel a imitación de esos anuncios estadounidenses de los años cincuenta en los que una mujer con una gran y blanca sonrisa cocinaba lo que parecía un guiso. En letras rojas sobre fondo amarillo se leía: "¿hablan mal de tí? cómetelos. No permitas que tus vecinos digan por ahí que eres una mala persona"
   La dama se quedó completamente perdida. Lo que antes e formulaba en su cabeza a como un adicto al arte y el humor histórico ahora había desajustado sus esquemas. Aunque aun quedaba una opción.
Entonces emprendió el camino. ya se le había pasado la sed e incluso las ganas de ir al baño. Siguió cruzando el pasillo mirando los cuadros pero esta vez deseando saber quien estaría al otro lado de la puerta. Entonces llegó a su destino, abrió la puerta y entró.

   Una gran habitación blanca, como si fuera una sala de quirófano vacía, le dio la bienvenida. Era todo pura blancura, absoluta e impoluta claridad. En el centro tan solo había una silla al lado de una bañera y alguien tenía la cabeza y un brazo fuera, perfectamente blancos en contraste a la sangre que llenaba aquel gran recipiente casi hasta el tope. La estampa era, cuanto menos, inesperada.
   -No puedo negar que cada día que pasa te superas a ti mismo.-Dijo mas para sí que para su anfitrión.
   -Oh.-Dijo suavemente el anfitrión, girando la cabeza levemente hacia ella, sin abrir los ojos aun,  como si no quisiera perturbar la tranquilidad del contenido de aquella bañera.-Pasa pasa, espero que no te desagrade la falta de decoración. Aun lo tengo que amueblar.-Sonrió de esa forma que hacía gracia a unos e incomodaba a otras.
   -Mmmmmm.-Dijo la mujer mientras avanzaba lentamente.-Tiempo hace que no nos vemos.
   -Sí.-Dijo el hombre usando el aire de un suspiro cargado de lánguida tranquilidad.-Las vueltas que da la vida.- Entonces abrió los ojos, como mas animado de pronto.-Por favor toma asiento ¿Que tal el viaje?¿ viste algún camello?
   -Tantos como agua hay en la bañera.-Dijo ella, sin saber que mirar, si a los ojos de su interlocutor o toda la sangre que estaba llenando la bañera.
   El hombre sonrió y extendió un poco su mano, para estrechar a modo de saludo la de la señorita. Probablemente, vigilando todos los detalles, había estado esperándola con el brazo fuera para que este no se manchara y por tanto , en el saludo, no se le manchara a ella.
   -¿Como escapaste?.-Fue directa al grano.
   El hombre volvió a su posición original sin perder la sonrisa. Muy suavemente, con todo el terciopelo de su voz sencillamente dijo:
   -Contactos.-Dijo en medio de otro suspiro.
   -¿De quien es la sangre?-Preguntó la dama. en su voz no había miedo o temor alguno, ni preocupación o angustia. Era una mera y simple curiosidad. Era lo mejor que se podía reflejar cuando se trataba con alguien tan extraño y único en el mundo.
   -De los contactos que quisieron aprovecharse de mi situación una vez me trajeron a este maravilloso lugar. Todas las ideas que tenían de riqueza y aprovechamiento terminaron hoy justamente poco antes de llegar tú.-El asesino la miró, sonriendo de esa forma que ella le gustaba.-Me encanta ese estilo único que tienes tanto para vestir como para gesticular.-Dijo, sin venir a cuento, pero él era una especia de gato a la hora de hablar, decía lo que quería cuando quería y como quería, siempre calculando previamente la posible reacción.
   -¿Y por que aquí? ¿Por que una casa en medio del campo en tu querido país?.-Preguntó ella.-Aparte de que venir aquí ha sido muy frustrante.-Dijo ella.
   Otro cambio en el, ahora estaba sorprendido, como dando rasgos de humanidad y sincera sorpresa a su expresión.
   -¿Frustrante?.-Preguntó tan solo.
   -Sí. Nadie hablaba mi idioma, todo el mundo me miraba raro y alguno creo que hasta me insultó. O al menos no se dirigían a mi con mucho respeto. Según nos  íbamos acercando al punto, el desprecio en la voz se cambió por respeto, y luego por reverencial temor.
   -Todo un clásico en las relaciones interpersonales donde tu apareces en la ecuación, El temor reverencial hacia la dama inteligente que estudia, analiza y luego ataca. Yo también hice algo parecido aquel día. Aunque no tuve mucha conversación.
Entonces, ante el recuerdo, el anfitrión sacó a relucir aquella vieja risa, ese momento que hacía reír a la invitada, y esta no pudo evitar como mínimo, sonreír.
   -¿Por que los cuadros?.-Preguntó la dama.
   -Mmmmmmm .-Dijo el hombre cerrando de nuevo los ojos. Su brazo, la única parte del cuerpo que no estaba machada de sangre, junto al rostro, seguía en su sitio, como si lo dejara a disposición de la dama para lo que fuera.- Esperaba que me hicieras tú misma el análisis del porqué los cuadros y sacarás una magnífico conclusión.
   -Bueno, veamos. -Dijo la dama.-Eres una persona culta.-Comenzó a decir.-Tienes mucho conocimiento de la historia. Y siempre que la has contado ha sido para culturizarnos a nosotros o entretenernos. Recuerdo tus observaciones sobre personajes varios, como lo contabas, como si hubieras estado al lado de ellos.-la mujer se había interrumpido al ver como la miraba su anfitrión. -¿Que he dicho?
   -Que estuve con ellos.-Dijo sencillamente.-Continúa, por favor.
   - Pues los personajes históricos están caricaturizados mientras que los cuadros de batallas o los cuadros digamos "no bélicos" están tal cual a excepción de pequeños toques. El de Saturno devorando a sus hijos, el cuerpo del bebé era muy grande y juraría que era una mujer.
   -Exacto.-Dijo el anfitrión, con una pequeña sonrisa.
   -Espero que no me comas.-Dijo la mujer, sabiendo que eso nunca pasaría.
   El hombre en la bañera sonrió. Había tenido los ojos cerrados un buen rato, escuchándola y abrió de nuevo los ojos para mirarla.
   -Si fuera cierta esa creencia de que comer el cerebro de tus enemigos concede mas inteligencia unida a la tuya, ya estarías siendo parte de esta bañera.-Dijo sonriendo ampliamente, con toda la calidez y sinceridad del mundo.-Pero se acabarían esas conversaciones contigo que tanto me animan cuando la tormenta y los fantasmas se instalan en mi cerebro.
   -¿Ese día tus fantasmas estaban presentes?
   -Al principio sí.-Dijo, ahora como si se sintiera entre avergonzado y feliz, una extraña combinación.-Pero pensé que no había lugar para los fantasmas a la hora de afrontar una venganza. Pensar que ese maldito degenerado había hecho a una de las mujeres mas bellas de la nación. Pues no es solamente bella por fuera, sino también por dentro. Aunque muy introvertida, y eso le da un cierto encanto cuando la conoces.
   -¿Te sentiste bien?.-preguntó. Era una pregunta algo tonta a nivel psiquiátrico, pero a veces lo sencillo era lo mas efectivo en ese tipo de situaciones.
   -Mucho.-Dijo sin mas mientras la miraba y luego miraba al techo, en el cual se apreciaba una cúpula, muy al estilo arquitectónico de aquellas tierras.-¿Viste sus últimas fotos? Es preciosa, magnífica, como una luz invernal, que es fría pero al mismo tiempo es una luz, y la luz siempre es sinónimo de cosas buenas. Y ella le dará cosas buenas al mundo, que serán alabadas por todas las personas que tengan un gusto cuanto menos decente.
   La dama escuchaba, sonriendo. Podían cambiar las personas, los tiempos, los procesos judiciales, las condiciones legales de su amigo, las fronteras, el país en el que se encontraran, La religión mayoritaria de dicho país, pero aquel asesino siempre sería un romántico.
   -Le tienes mucha estima.-Otra obviedad, pero otra necesidad también.
   -Por supuesto. Mi amistad con ella no fue producto de una casual conversación o captar su interés. Fue producto del valor que pude reunir para dirigirme a ella. El año anterior yo la había visto pasar unas cuantas veces y parecía destacar por encima del resto. Y me pareció especial. Me siento feliz de haber atravesado ese pequeño e invisible muro de hielo que la rodea de forma inconsciente. Ella creo que no lo pretende pero una vez traspasas la puerta, solamente puedes sorprenderte ante el amplio mundo interior que tiene. No es de esas personas estúpidas que hablan por hablar ni de las que han tenido una vida de aventuras desenfrenada y que te cuenta anécdotas que rozan mas los relatos de Tom Clancy que la vida de un adolescente con sus dolencias y afectaciones. Y sabe tanto, y es tan elegante. Y si estas palabras llegan a ella, aunque contradiga esa ley no escrita de la conquista romántica de que no hay que alagar en exceso, me da igual, en estos momentos, en mi mundo, estoy por encima del bien y del mal.-La miró, a su bella e inteligente amiga, que al momento comprendió.
   -Si la veo le pasaré el mensaje.-Dijo ella.
   -Gracias.-Dijo, sencillamente.-Me estabas hablando de los cuadros.
   -Ah sí. Impresionantes aunque hubo uno que me llamó la atención.
   -¿La batalla de Trafalgar? la perdimos por estúpidos.
   -No, una especie de cartel publicitario, o de propaganda. Una mujer estaba cocinando personas. Conozco tus inclinaciones pero no me esperaba esa interpretación tan anacrónica.
   -Es una pretensión de transgresión de mi persona con la sociedad, que cada vez se ve mas obligada a afrontar las críticas con una pasividad casi ovina
   -No cuela. No eres tan hipster.-Dijo ella, con la cara totalmente impasible pero la luz de la diversión en la mirada.
   Los dos comenzaron a reír hasta que se escuchó un golpe a lo lejos.
   -¿Que ha sido eso?.-Dijo ella, algo nerviosa de pronto.
   -Pues si vuelve a sonar, te lo vuelvo a decir.-parecía tranquilo, pero el anfitrión también tenía cierto desconcierto en el rostro.- les dije que nada de juguetes que explotan en las cercanías del edificio.-Ahora en su voz había un tono infantil.
   Otra vez de nuevo el sonido de un golpeo una explosión.
   -Vale.-Dijo el hombre.-No es ni TNT, ni amonitol ni el C4 que mató a Carrero Blanco.-Miró a la dama tras decir eso último.-ups , no tenía que haber dicho eso.
   Entonces ruidos, disparos a lo lejos. hasta el momento se había escuchado solamente sus voces pero ahora parecía que todo el encanto de aquel lugar, ese silencio idílico acompañado del análisis pre-psiquiátrico y el aroma de la sangre quedó apartado por el sonido de armas automáticas, tan artificiales y mundanas.
   La mujer miró a la puerta pero al momento una mano tomó la suya. Se giró y su amigo estaba ya algo mas incorporado, abandonando su posición inicial e imperturbable hasta ese momento.
   -¿Confías en mi?-Preguntó. Su voz era tranquila y de nuevo, por un momento, al final de aquella pregunta, asomó esa sonrisa de depredador, de peligro. También se escuchaba la excitación, la felicidad por una carga que desaparece, por ese momento en el que se abandona todo lo malo, todo lo que ata al ser humano a una condición que no es la suya.
   -Sí.-Dijo sin mas.
   -Quiero que te sitúes justo ahí, lo mas lejos de la puerta posible y que cuando se abra cierres los ojos.
   -Pero dime que pasa.
   -¿Recuerdas que siempre digo que lo primero siempre es una respuesta diplomática? Bueno pues alguna gente no se conforma con eso la mayoría de las veces. Hazme caso, por favor.-Había súplica en su voz. Del éxtasis por la sangre a la súplica había un largo camino.
   La bella doctora le hizo caso y se fue al otro lado de la habitación.
   Lo que siguió fue rápido y, cuanto menos inesperado. Tras abrirse la puerta, cinco mas personas armadas, todas ellas aparentes milicianos de alguno de esos comandos de guerrillas que salían en las noticias, entraron. parecían cansados, estresados, algunos con manchas de sangre enemiga en la ropa y el rostro. Y temerosos. Hablaron unas palabras en u n idioma que la mujer no conocía. Entonces el caballeroso anfitrión miró a la dama, girando su rostro hacia ella, sonriendo.
   -Cierra los ojos, encanto.-dijo, sonriendo con toda la amabilidad del mundo.
   La mujer cerró los ojos y en su particular oscuridad escucho algo extraño. Un siseo, como el de una serpiente, seguido de un sonido gutural, como el de la bestia a punto de atacar y lo que parecía gritos de personas que al momento se silenciaron.
   -Ya está.-escuchó entonces la voz de su amigo, susurrándole al oído.- puedes abrir los ojos.


   Cuando abrió los ojos, aquella invitada era la anfitriona de su propia habitación, en su casa. Todo había sido un sueño. 

domingo, 30 de octubre de 2016

Acampada mágica.

Aquella mañana resplandecían las aguas cristalinas del río. Su curso conducía hacia un lago tan manso como un corderito. En su orilla se encontraban unos cuantos ciervos bebiendo. Aquel lugar despejado estaba bañado por un sol alegre y ni muy cálido ni muy frío. Los grandes árboles que rodeaban el lugar estaban llenos de pájaros que tenían ahí su refugio y fuente de agua en la que beber cuando no había rocío o gotas de lluvia en las hojas. En el lugar opuesto a donde se encontraban los ciervos surgió una gran figura. Al momento de cambiar el viento, los ciervos lo olieron y salieron corriendo. Aun existiendo una gran distancia entre el último ciervo y la gran fiera, dicha distancia no tardo en reducirse poco a poco. Al momento una gran zarpa se clavaba contra la fuerte carne del ciervo mas débil, del mas lento, y unos dientes enormes casi le arrancaban la cabeza de un mordisco.

Paralelamente a aquellos acontecimientos, un grupo de mujeres aparecía en aquel claro con el lago en su centro.  Todas ellas eran una preciosidad, eso era imposible negarlo. Y todas ellas eran únicas. Un ángel de luz traía un libro bajo un brazo y una cesta de comida en la otra mano. Su sonrisa era luminosa, igual que los pendientes en las orejas puntiagudas de una de las dos elfas de comitiva. Seguía una dama portando otra cesta mas, que de vez en cuando movía los labios como si hablara para sí misma. También había otra dama de orejas puntiagudas, la que no llevaba pendientes en sus bellos pabellones auditivos, caminó ignorando a los demás, dando ágiles pasos hacia donde la bestia había atrapado a su presa.  Le llevó unos cuantos minutos pero cuando llegó extendió una mano para acariciar su pelaje. Al notar el contacto como por instinto, la bestia se giró y cuando vio de quien se trataba le dio una sangriento lametón en la cara. Cualquier otra persona se habría asqueado ante aquello, pero la elfa se tomó con toda naturalidad el gesto a pesar de que tenía sangre en la cara y parte del cabello. El ciervo estaba ya casi en la huesos:

  -Celebro ver que no escasea la caza por estos lares.-Dijo la dama mientras el gran lobo negro comía lo poco que quedaba de las patas traseras.-Y en estos momentos ninguno de los dos estamos presentables para no asustar a cierta señorita muy sensible con sus pensamientos y su equilibrio emocional.
  -Ciertamente.-Dijo el lobo con voz profunda. Normalmente su hablar era mucho mas suave pero cuando cedía por unos cuantos minutos a la emoción de la caza, la lucha interior era a veces algo dura.- Limpíemonos.
  -Vaya usted, caballero.-Dijo la dama mientras avanzaba entre los árboles.-Yo  vendré mas tarde para la cena.-Dijo mientras se giraba y lo miraba con un brillo especial en la mirada.-Y espero que no se coma mi parte de este vez.
  -Como guste, bella dama-Dijo la bestia. Presentaba un aspecto realmente fiero con toda la sangre en el morro y las zarpas.

Lejos de ahí, un improvisado campamento de varias tiendas de campaña estaba en pie mientras las damas y el anciano se disponían a disfrutar de un día de acampada. La dama de los libros estaba leyendo parte de un cuento al anciano, que escuchaba atentamente mientras una mujer de rostro melancólico y mirada ausente, levantaba un caballete para pintar. El panorama era demasiado alegre pero sin duda ella sabría darle el toque característico de su estado emocional, no exento de elegancia. Subrepticiamente una de las dos elfas, la que no había desaparecido, acomodaba una caja de bebidas muy propias de los marineros dentro de la que sería su tienda.
  -Mmmmmmm falta alguien.- Dijo con toda certeza una bella dama de ojos azules, piel como la leche y cabello moreno, con un aura de extraño encanto a su alrededor. se comía un dulce para recordar quien faltaba.
  -¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!.-Gritó entonces una de las ausentes, saliendo de entre los árboles y sacudiéndose violentamente. Era una excelsa criatura con cuerpo de mujer, alas de murciélago y cabello plateado. Poseía probablemente el cuerpo mas exuberante que cualquier criatura viva pudiera poseer.
Todas la miraron mientras esta bella dama de las tinieblas y adicta a los placeres de la carne trataba de quitarse algo que por lo visto se había instalado en su cabello.
  -Tranquila, niña, que te lo sacaré del precioso cabello que tienes.-Dijo el anciano, poniéndose en pie.
  -¡QUÍTAMELO!.-Rogó, casi suplicó la mujer de bellas formas, a punto del ataque de nervios y el desmayo.
  El anciano buscó en el cabello de ella. Era suave, de aroma extraño, que despertaba alguna que otra idea de voluptuoso deseo al más pintado. El anciano entonces encontró el problema, lo que provocaba tal desasosiego a la bella señorita, a esa "niña" como el anciano decía y le mostró el origen de sus errores.
  -Una rama.-Dijo el anciano con una sonrisa. paseando los dedos por el palo.-De...-El anciano se quedó meditando y olisqueando la rama concluyo.-Pino.
  -Muy hábil, caballero.-Dijo la elfa.
  -¡OH GRACIAS!.-Dijo la súcubo entre lágrimas.-Si algún hombre me pudiera dar consuelo en estos momentos me haría feliz.
  -Creo que con esos gritos ya no veré ningún animal del bosque. Los ha debido de asustar a todos.- Dijo la dama de aura encantadora mientras se llevaba un dulce para los gritos ajenos a la boca.
  -¡¿QUE INSINUAS!? tengo una voz maravillosa.-Dijo la mujer de buenas formas, con un sentimiento de ira creciendo en su interior.
-Nada nada.- Dijo la dulce locuela, tomándose otro dulce para el dolor de cabeza.

  Lejos de ahí el lobo se estaba limpiando el pelaje. Se concentró en beber mientras sus grandes ojos miraba al otro lado del lago. sus sentidos le permitían escuchar y ver todo, y agradecer no estar bajo otra forma mientras la dama alada soltaba una maravillosa diatriba sobre lo injusta que era la vida con ella. Cerró los ojos un momento concentrándose en el sabor del agua cuando de pronto su lengua lamió algo sólido y frío. Abrió los ojos y se encontró una mano frente a su hocico. Una pálida, firme, suave, elegante y fría mano que estaba unida a un brazo fino pero fuerte y a un hombro que había recorrido con sus labios unas cuantas veces antes de llegar a su cuello. Unos ojos rojizos estaban concentrados en los suyos, también rojos. La mano entonces se movió por la gran trufa y recorrió con los dedos el pelaje del morro, ascendió por la frente y el resto del cuerpo de la dama, a medida que avanzaba su mano, fue descubriendo su desnudez. El lobo, dando gracias a todo lo bueno y malo que sus facciones no pudieran mostrar emoción alguna, observaron aquel cuerpo desnudo.

  Al otro lado del lago, la mujer murciélago, más tranquila, acondicionaba su tienda de campaña con fotos de hombres de gran atractivo. Paralelamente la mujer de melancólico proceder seguía pintando aquel maravilloso paisaje mientras la bella dama de los libros, aquel ángel que caminaba entre altas estanterías cuando trabajaba, leía cuentos tanto al anciano como a la niña de los dulces, que a su vez mantenía a su lado a su amigo mas reciente, un gato de estambre. También había hecho acto de presencia una fiel amiga de todos, pero en especial de la dama de los mares. Una gran pantera, con mirada antipática y desconfiada se acercó a la que era para ella una de las pocas personas de confianza y se tumbó cual guardiana de aquel lugar, con toda elegancia y autoridad.
  -Entonces las fauces de la gran bestia se abrieron y tragó entero al aventurero, que terminó dentro de un estómago grande, con capacidad para mil vacas.- decía la dama rubia de ojos azules.-Atrapado como estaba, el caballero rojo entonces pensó que nada le serviría y que el ladrón de su espada le había condenado. Trató de hacer fuego con todos los objetos que la bestia se había tragado...
La dama de los dulces estaba totalmente metida dentro del cuento y en sus ojos se veía emoción y miedo. Llevó la mano al cesto, para tomar el dulce de los cuentos y entonces no tocó el plástico o el papel que envolvía los dulces, sino algo blando. Con toda curiosidad se giró y vio a un viejo conocido.
  -¡LINDOSITO!.- Tomó al oso de peluche que tantos buenos momentos hacía pasar a su legítima dueña
  -¡Silencio! algunas estamos pensando en chicos guapos.-Se escuchó desde la tienda de la mujer alada.-para que digan que la histérica soy yo.
  La dama de los libros dejó de leer y miró a la criatura alocada con el oso de peluche en sus brazos.
  -Creo que no he tenido el placer.-Dijo el anciano con una sonrisa amable.
  -Este es Lindosito.-Dijo la dulce niña, poniéndole el oso en el regazo anciano que estaba sentado sobre una silla plegable
 -Oh vaya.-Rió suavemente, acariciando al peluche.-encantado de conocerte ¿Y como apareció tan de repente?
  -Pues iba a tomar un dulce para cuentos y me lo encontré en la cesta. Pero no entiendo porque se escondió, podríamos llevarlo si nos lo hubiera pedido.
  -Creo que lo echarán en falta.-Dijo una voz teñida de lánguida melancolía.
  La bella dama que pintaba, había dejado su proyecto para acercarse al grupo. Se acercó al anciano con el oso y acarició la cabeza de peluche como si su mente divagara en otras cosas.
  -Bueno pero se puede quedar con nosotros hasta que lo reclamen.-Dijo la niña de los dulces.- Murasaki y él podrían hacer buenas migas.
  -Creo que tampoco he tenido el placer de conocer a Murasaki.
  -Ah ¿No? Pues este es Murasaki.-Dijo la bella y dulce dama tomando al gato de estambre y poniéndolo al lado del oso de peluche. La dama dijo algo a Murasaki.-Dice que está encantado de conocerle.
  El anciano rio de nuevo ante las ocurrencias de aquella criatura tan encantadora cuando de pronto se escuchó algo en los cielos. las damas miraron arriba y algo se dirigía hacia ellas a gran velocidad. la dama de los dulces y los libros se pusieron lo mas resguardadas posible detrás de la pantera, que hasta el momento hacia dormido hasta que escuchó el sonido. La dama de los mares, algo colorada, miró a los cielos con una pequeña sonrisa desenvainando un sable.
  -Aun no lo veo pero si no tiene buenas intenciones yo tampoco permitiré que arruine esta bella velada.

  Al otro lado del lago, entre los árboles, una dama reposaba su cuerpo y rostro contra un pelaje negro como la noche. Todo su cuerpo estaba cubierto por aquella bestia que tanto la deseaba y reverenciaba. Solo destacaba una punto blanco y otros dos puntos rojos en toda esa extensión nocturna. Una mano se deslizó por fuera y acarició una de las grandes orejas de la criatura peluda y fuerte, muy temida en muchos lugares del mundo. El sonido los sorprendió a ellos también y al momento la dama estaba vestida y corrió a lomos de la bestia hacia donde se encontraban las otras mujeres, el anciano, el oso de peluche, y el gato de estambre llamado Murasaki. Una vez reunidos solo les quedó esperar mientras la dama de los dulces se acercaba disimuladamente a la pata del lobo y la abrazaba
  -Lobito.-Dijo.-Tengo miedo.
  -Sé quien es.-Dijo la bestia con una sonrisa y un tono de lo mas cálido en su voz.

  Lo que fuera que se acercara estaba ya a unos pocos metros, creando un sonido ensordecedor. Al momento, debido a la velocidad, una nube de polvo por causa de las turbinas los dejó algo ciegos.
  -Perdón, queridas, pero cierta dama echa en falta a su oso de peluche y se ve quela idea de mandarlo involuntariamente de excursión no le hizo mucha gracia.-dirigió una sonrisa que pretendía ser encantadora mientras besaba las manos de todas aquellas excelsas mujeres.
Entonces la dama sobre el lobo miró a este, que miró a la dama de los dulces, que su vez miró al anciano, que a su vez rió y acarició de forma enfática al oso de peluche.
  -Oh perfecto.-Dijo, reuniéndose con el artículo tan preciado para quien reclamaba su devolución inmediata.-Desde luego no se que le ve con la cara de invocador de demonios que tiene.
  -¡DELGADITO BUENORROOOOOOOOOO!-Se escuchó un grito desde la tienda, que al momento se abrió. Un ser todo deseo y ansias de lujuria se trató de abalanzar sobre el recién llegado pero dos manos la retuvieron, fuertemente.
  -Gracias, encanto.-Dijo el enviado de la Musa.-Te debo una caja de botellas de ron.-Y dicho esto se fue.
  La mujer de grandes...ojos se dejó caer en el suelo pero al momento se volvió hacia la dama de los mares. Siempre la estaban saboteando.
  -Tú, vil mujer, eres tan miserable como la fría de ahí.-Dijo señalando a la pálida dama que se había bajado del gran lobo negro. Y antes de que nadie pudiera decir nada se metió en su tienda a llorar ante lo injusto de su vida.
  -¿Debería...?.-Preguntó el anciano.
  -Se le pasará.-Dijo la dama de los mares mientras la mujer de rostro melancólico pasaba a hacer un cuadro mas acorde a sus sentimientos.
  -Bueno hora de bañarse.-Dijo la dama de los dulces y se comenzó a quitar la ropa, quedando en un bonito traje de baño color morado. Fue corriendo hacia el agua pero antes de llegar escuchó un:
  -Lo podemos hacer mas divertido.-Dijo la gran bestia.
  La carrera de la bella y dulce dama de los dulces se detuvo y miró al lobo, que le devolvió una mirada muy obvia.
  -Señor lobo, no estará insinuando...-´dijo mientras pensaba que podría estar insinuando el lobo pero ella no tenía ni idea aunque se quería hacer la interesante.
  -Pues sí.-Estiró una pata, que en plano llegaba a la cintura de de la bella dama que se iba a bañar.-Sube.

  Entonces la inocente y tierna criatura comprendió de golpe y se subió a la pata del gran lobo, que la elevó dejando que el cuerpo de la pequeña señorita describiera una bella parábola en el aire, a unos cuantos metros de altura, y cayera al agua, haciendo un salto clavado perfecto. 


miércoles, 26 de octubre de 2016

La compañía de la niña.

Los fieles caballeros juraron rendir cuentas ante aquel que hiciera padecer algún sufrimiento a los inocentes. Todos ellos, con sus armaduras relucientes, dejaron tras de sí un rastro de fervorosa virtud ante lo que pudiera llamarse su Reina. Ella los despidió con languidez, en vista a una enfermedad recientemente contraída, que tenía preocupados a todos sus consejeros y al reino por igual. La princesa, una damita de apenas 10 años, miraba por su madre y por el bien de cada habitante tanto como cualquier consejero, ministro,  reina, soldado o caballero adulto. Ella era una belleza en ciernes, dotada del color del Otoño en sus cabellos y unos bonitos ojos verdes que recordaban a las praderas en primavera. Así pues, ella también despidió a los caballero que fueron a viajar a por el remedio de su Majestad que la pudiera curar.

Durante el viaje, pasaron por cientos de pueblos y decenas de grandes ciudades, de su propio reino y de otros reinos, en los que tuvieron que permanecer ocultos dada la enemistad y las envidias que por ahí bullían. Pero fue una casa en medio de una colina la protagonista de esta extraña historia.

Los caballeros pararon ante lo que parecía una especie de granja, más bien una casa con unos campos en la que sus dueños trabajaban la tierra lo justo y necesario para alimentarse lo mejor posible, sacar algo de dinero en el mercado y nada más. Uno de los caballeros, guapo, alto, aguerrido, dotado del don del liderazgo y las buenas maneras, todo un suspiro constante para las damas de todos los reinos por los que pasaba, de cabellos negros, mirada dulce y gentil y elegante caminar, se acercó a la puerta y llamó tres veces.

Les recibió un hombre bastante mayor que, al reconocer al caballero abrió del todo la puerta
-Oh caballero, por favor pase, somos unos humildes anfitriones para su graciosa presencia.-Dijo el anciano mientras limpiaba un poco la casa.-¡Mujer, hija, bajad que tenemos visita!
Ante el caballero y el resto de la compañía se caballeros se presentaron una anciana de bonitos ojos castaños que había contemplado mejores tiempos y una dama en la flor de la vida que tenía a su lado a una niña de unos ocho años. También, aunque no había sido mencionado, estaba presente un hombre que perfectamente podría ser el padre o tío de la niña. Todas las damas junto al anciano vestía con colores pardos, indicativos de una estación que se acercaba inexorablemente. El otro hombre vestía mucho más elegante, como si fuera explorador del mundo o un dandi.

-No deseamos importunar en sus quehaceres diarios.- dijo el caballero elegante mientras hacía una reverencia a las damas.-Solamente venimos a descansar ya que seguramente se acerca la tormenta y no deseamos mojarnos mucho. Espero no les moleste que abusemos un poco de su hospitalidad.
-En lo más absoluto, nada nos honraría tanto como la presencia de tan aguerridos héroes que forman parte, aun en vida, de muchas canciones épicas. Por favor, pasad.-Dijo el anciano con toda humildad.
-Ojalá nuestros caballos corrieran tan rápido como nuestra fama.-Dijo el caballero, líder de aquella compañía.

Eran un grupo pequeño para lo que otras compañías de caballeros comprendían normalmente, que poco a poco se instalaron en la casa, no muy grande, aunque la presencia de otros pisos ayudaban un poco. Un par de ellos se quedaron fuera. Aun el sol estaba en lo alto y la niña, nieta del anfitrión principal, miró a los dos caballeros que estaban fuera, mirando el cielo y dando una especie de casual paseo alrededor de la casa. Uno de ellos iba todo de negro, apenas con unas pocas piezas de armadura. El otro no era otro, sino otra y se cubría con una capa blanca con capucha del mismo color. Cuando el caballero de negro sintió la mirada de la niña se giró rápidamente y sonrió de forma siniestra. La niña se escondió.
Otro caballero vio el gesto de la niña y se echó a reír y su risa era como un trueno aunque cálida y afable.
-¡JA! no te asustes, niña, es todo un personajillo pero no tienes que temer de él.-Quien hablaba necesitó agacharse un poco para pasar por el dintel de la puerta cuando entraba en la casa. Era enorme, y un gran mandoble le cruzaba por la espalda. Su armadura era roja y parecía toda teñida de sangre. Un bigote muy poblado le decoraba la cara de gesto duros y mandíbula cuadrada.
-Me recuerda a los lobos que un día se comieron a Cindy.-Dijo la niña, que al recordar el fatídico destino de su oveja preferida estuvo a punto de echarse a llorar.
Pero antes de que una sola lágrima pudiera correr por su rostro, otra dama, esta de ojos grises y una armadura completa de tonos plateados, clavó su mirada en ella, como estudiándola. De pronto, de detrás de la cabeza de aquella mujer de rostro casi imperturbable, asomaron dos orejas. La niña observó aquel acto de aparente transformación hasta que luego terminó de asomar, una cola por un lateral, y unos ojos verdes cargados de arrogancia y curiosidad. Con un maullido, el gato saltó a los brazos de la niña esperando ser atendido debidamente acorde a su posición
-¡Oh! qué maravilla de gato, ¿Es suyo, mi lady?.-Dijo el padre de la niña, acercándose a su hija.
-Más bien yo soy suya. Un gato nunca es propiedad de un humano. Pero nos ha sido de ayuda en misiones diplomáticas varias.-Dijo la mujer de mirada gris, mientras sonreía escasamente al ver a la niña jugar con quien resultaba ser toda una experta en la diplomacia, que no esperaba unas referencias menores con respecto a su hoja de servicios.
-Disculpen la tardanza.-Dijo el hombre anciano cuando llegó con unos cuantos cuencos de caldo.-Y también disculpen la falta de medios. Es todo lo que hemos podido cocinar mi esposa y yo.
-No pasa nada buen hombre, ya es mucho más de lo que merecemos en vista al progreso de nuestra misión.
-¿Se puede saber a qué misión os referís, mi señor?.-Preguntó la mujer anciana, la esposa de aquel humilde labriego que les había brindado su casa y su comida a los caballeros y damas ahí presentes.
-Buscamos algo que cure las dolencias de Su Majestad.-Dijo el caballero del mandoble con voz grave, con un poco de temblor en dicha voz que retumbaría como el trueno si se diera un grito con ella.-Admitimos que nuestra desesperanza empieza a hacerse notar.
-En su momento dije que éramos caballeros y damas guerreras, no médicos, pero sin duda haremos todo lo posible por defender la paz del reino.-Dijo la dama que había prestado a su mejor diplomática a la niña, que ahora abrazaba al gato mientras este, toda una dama, se dejaba hacer a pesar de la baja ralea de quien ahora le demostraba todo su cariño.
Entonces fue la propia niña la que dio un salto y se puso en pie.
-¿La reina está enferma?.-El caballero guapo de cabello negro asintió.-Entonces esperen que se como curarla.-Y sin más abrió la puerta y salió corriendo, dejando a la gata debidamente en los brazos de su compañera original aunque un tanto indignada ante el repentino abandono.
-!Espera!.-Digo el abuelo a lo que ya era un espacio vacío pues la niña ya había atravesado la puerta y corría campo a través.
El líder del grupo sonrió sin poder evitarlo
-Tiene más empuje que un ariete.
-O que mi puño.-Dijo el hombre de la armadura roja.
-O que tu puño.-Entonces el caballero se asomó a la ventana y se encontró que las miradas de la dama de blanco y el caballero de negro de siniestra sonrisa.-Seguidla y cuando encuentre lo que busca escoltadla aquí.-Ordenó.
El caballero de negro sonrió y se puso a correr detrás de la niña con paso de gato y determinación de lobo.
La dama de blanco sencillamente se puso andar, sabedora de que nadie iba hacer daño a esa niña si su amado la protegía y ella, obviamente, también.
-Lamento la sobresaliente energía de mi nieta. Siempre ha sido así de ocurrente e imaginativa. No sé qué planta del bosque pueda curar a su majestad pero si mi nieta piensa que puede ser de utilidad, por algo será. Siempre le ha gustado leer y desde que cayó en sus manos una guía de plantas curativas, no para de salir al bosque a encontrarlas. Aunque recuerdo cuando quiso curar a una vaca dándole chocolate que habíamos comprado a un mercader.
Otro caballero, sentado a la lumbre, hasta el momento callado, sonrió levemente.
-No ocurre nada, mi buen hombre, ella estará bien protegida en su búsqueda.
-Son algo extraños, pero el hombre y la mujer que acompañan a su nieta no podrían ser mejor compañía para este tipo de misiones, y más en un bosque.
-¿Son buenos corredores de campo a través? la dama de blanco no parecía muy vestida para ello.
-Es todo lo que necesita para desempeñar su labor y otras tantas.-Dijo el caballero de cabellos negros y ojos más negros aun.

Entretanto la niña se había adentrado bastante en el bosque y parecía sumida en su búsqueda, ignorando la presencia del hombre de sonrisa animal y la dama de de vestiduras de color puro, con una capucha bien calada y que ocultaba su rostro, mas lo poco que se veía era una piel blanca como la porcelana mejor creada y unos labios que invitaban a ser besados. El hombre de negro miró a la dama y esta, notando su mirada, pero sin apartar los ojos de la niña, sonrió con la dulzura de la miel que alimenta al oso goloso y sus blancos dientes parecieron iluminarlo todo un poco más.
-¡La encontré!-Dijo la niña y se giró hacia los dos escoltas que tenía detrás de ella en todo momento.-Esto curará a la reina. Tienen que esperar a la luna llena y mezclarlo con agua tibia y un poco de avellana. No me gusta la avellana pero es para que la reina se cure, así que lo siento por ella pero es obligatorio que se lo tome con avellana.-Dijo con toda resolución.
No podía irradiar tanto encanto. Pareciera irreal.
Entonces la mujer, en silencio, se acercó y de entre los pliegues de sus vestiduras sacó un frasco y, una vez hubo llenado el frasco con la planta, echó la capucha hacia atrás, revelando su rostro. La niña no cabía en sí de asombro. Era la dama mas bella que había visto jamás. Parecía que su piel relucía, que despedía luz propia, como la luna en la medianoche. Sus ojos eran como el cielo vivo en un día de primavera. Sus facciones sencillamente eran perfectas, sin un solo defecto, exceso o impureza; la envidia de cientos de mujeres de la alta corte de cualquier reino. Sonrió y el bosque pareció inundarse de luz, haciendo que los animales se acercaran a comprobar que era aquello tan puro y mágico.
-Muchas gracias.-Dijo con un voz que acariciaba el alma.-Esperamos de corazón que nuestra Reina se cure con esta valiosa aportación.-Y dio una suave caricia al rostro de esa niña.- Sin duda serás tan bella como un bosque de otoño y alegre como la vida brotando en la primavera.-Y echándose al capucha, la dama tendió una mano a la niña.-¿Regresamos?
Todo esto era contemplado por el hombre de negro, que reflejaba en su mirada visos de locura, de contenida y fiera bravura, tensión animal y un amor infinito hacia esa mujer.
La niña tomó la mano de la dama. Sentía que sus manos estaban sucias y que era como un pecado tocar con las manos sucias esa piel tan perfecta, que haría llorar a mas de una recatada niña noble. La niña se dio cuenta de otra cosa; la dama no parecía caminar. Su elegancia era tal que parecía flotar por encima de los obstáculos naturales y típicos de un bosque. Cuando saltó un tronco lo hizo con la gracia de una gacela. Entonces la niña reparó que al otro lado de la dama estaba el caballero de negro moviéndose con la misma gracia pero en permanente alerta.
-Tengo hambre, mi amor.-Dijo entonces el hombre. Su voz era decidida, fría, con cierto tono de demanda pero también podría ser una buena voz para el canto. Y mucho mas bajo, sin que la niña lo escuchara susurró.-Hambre de ti.
La dama sonrió de forma que solo él pudiera ver. La niña seguía maravillada ante la belleza de esa mujer y la pureza y bondadosa inocencia de su rostro.
Cuando llegaron a casa, la niña contó al abuelo sobre la mujer y el hombre que la habían acompañado. Estos de nuevo se habían quedado fuera.
-Has sido afortunada, niña.-Dijo el caballero junto a la chimenea. Parecía el mas mayor del grupo, con la experiencia reflejada en unos ojos cansados pero aun determinados a todo por el Reino- Es muy tímida y solo muestra su rostro a la gente de corazón puro.
-¿Por que no entran en casa?.-dijo, mirándolos de nuevo pasear, al hombre de negro y la dama de blanco, por el campo. Ella estaba quieta, observando de vez en cuando al caballero de negro, que se movía a su vez mas inquieto, como si esperara algo.
Se escuchó entonces el preámbulo de la tormenta. La niña estaba mirando a los dos extraños personajes cuando escuchó eso tan aterrador y que le daba tanto miedo y echándose hacia atrás se escuchó como chocaba contra algo duro que no debía de estar ahí. Era el caballero de la chimenea, que puso un mano muy cálida y fuerte sobre el hombro de la niña.
-Tranquila niña, no pasará nada.
-Me dan miedo los rayos y los truenos.-Dijo la niña.
-Solo es electricidad.-Dijo la mujer de ojos grises.
La niña miró a la mujer, escuchando esa palabra tan extraña que también pareció desconcertar a los habitantes de la casa, menos al padre, un hombre amable de mundo y ciencia.
-Eletcri...eclec...elec...-La niña trató de repetirlo.-Me da miedo.-Resolvió de forma muy correcta la pequeña criatura.
-¿Es usted una dama de ciencia?.-Preguntó entonces el padre de la niña. Hasta el momento había estado poniéndose al corriente de las novedades en los territorios circundantes junto al líder de la compañía y preguntando al caballero mas mayor por sus aventuras del pasado. Resultó que, aunque en años diferentes, habían servido en el mismo regimiento cuando a los hombres y mujeres más jóvenes se les obligaba alistarse en el ejército por un año entero.
-Algo parecido.-Dijo la mujer de ojos grises con una pequeña y discreta sonrisa
La gata blanca saltó al regazo de la niña cuando se sentó en la chimenea.
-Ahora ya no me da tanto miedo.-Dijo la niña, maravillándose con la suavidad del pelaje de la dama mas peluda de la casa. Esta ronroneaba muy coquetamente mientras se dejaba mimar.
El caballero de negro miraba las nubes y atinó a ver el sol ocultándose antes de ser de nuevo tapado por grandes nubarrones grises.
-Compañía, a dormir.-Dijo con voz tajante el caballero líder.
Todos buscaron un rincón donde reposar entre los diversos pisos dela casa. El anciano, junto a su mujer y su hija, se deshizo en disculpas por no poder ofrecer mantas a todos o una buena cama.
-No pasa nada, buen hombre, traemos pertrechos varios.-Dijo el caballero del mandoble cubriéndose con su propia capa, haciendo lo mismo la dama de ojos grises y el caballero mas mayor, que estaba junto a la chimenea.
La niña se abrazó a su oso de peluche mientras aquel al que en su interior bautizó como el "Caballero Lobo" y la "Dama Luna" habían desaparecido, sin mas, en medio de la tormenta. Lo poco que pudo observar cuando caía la lluvia sobre ellos, es que el parecía mucho mas animal y ella mucho mas vaporosa, como si la forma física, su corporeidad, no existiera, pues juró haber visto que la lluvia la atravesaba limpiamente sin mojarla.

Llegó el día de la marcha.

Los buenos caballeros y damas se despidieron de la familia que les había acogido con tan buen corazón, generosidad y entrega. Antes de marchar la "dama Luna" se acercó a la niña y desde debajo de su capucha le pidió algo curioso: un cabello. La niña estaba dispuesta a darle un mechón entero pero la dama la contuvo con una cristalina risa que hizo florecer todo el campo en un área de varios metros a pesar del Otoño recién llegado. Por otro lado el "Caballero Lobo" le entregó lo que parecía una sencilla piedra, muy negra, como el carbón, pero muy suave al tacto.
-Cuando necesites algo, cuando tengas un problema muy grande, tienes que tirar la piedra al suelo con todas tus fuerzas.-Dijo con una voz profunda y teñida de cierta ansiedad. En ese momento la niña se dio cuenta de que los ojos de aquel hombre eran como los de un lobo de verdad. La niña se guardó la piedra-Un placer, señorita.

Se despidieron y poco a poco se fueron perdiendo por el camino que llevaba a las montañas.

Pasaron así las semanas y los meses. Se recogió una pequeña cosecha bastante precaria, no habría mercado ese año y lo más probable es que pasaran hambre. Pero podría sobrevivir con lo que el bosque les diera en primavera. La niña creció durante dos  años, uno malo y otro bueno, en el que la cosecha fue mucho mas abundante. Entre su madre, su padre y ella se encargaban de todo. A veces algún que otro vecino o un caballero andante les ayudaba a cambio de nada o un poco de sopa caliente y muchas veces incluso de menos. Era maravillosa la generosidad de aquellas gentes que pasaban por el camino. Hasta que un día pasó algo, cuanto menos, interesante de mencionar.

Unos bandidos se habían hecho una buena fama a base de robar y extorsionar en los caminos a todos los que pasaran entre aldeas o se dirigieran a la gran ciudad. Hasta tal punto llegó su fama que un par de compañías de caballeros había tratado de combatirlos sin mucho resultado. Hubo muertos por ambas partes pero sin un resultado claro.

Un día la niña cantaba mientras tejía una corona de flores cuando escuchó algo en la distancia y vio a una figura solitaria saliendo de entre los árboles. Era un hombre calvo, lleno de cicatrices, que estaba rodeado de otros tantos hombres de aspectos variados y diversas complexiones, mirándola con impuras intenciones. La niña no dudó y corrió, pues sabía que se trataba de los bandidos, mas cuando estaba a punto de llegar a la casa la atraparon. El grito de la niña alertó a su abuelo, la abuela y la madre de la niña, junto a su padre, que por fortuna o desgracia no había recibido ninguna petición para aplicar sus conocimientos en algún lugar lejano.
-No le hagan nada a mi hija, señores,  por favor. Es todo lo que nos queda en el mundo.-dijo la madre, que apenas podía contener las lágrimas ante la idea de que le hicieran todo tipo de  crueldades.
Los hombres malvados rodearon la casa mientras soltaban a la niña, que corrió para abrazarse a su padre. Este la protegió en un paternal abrazo.
-¡Registradlo todo! a ver que podemos sacar de estos pobretones.-Dijo esta última palabra con claro desprecio,- Espero salir contento porque de lo contrario tendremos que venderos como esclavos.
El abuelo de la niña trato de impedir que entraran, pero fue apartado sin muchas dificultades, ante la mirada impotente y cada vez más escasa de vista de la abuela, que corrió a socorrer a su marido.

Entonces la niña recordó algo y de pronto subió a la habitación que tenía en la parte más alta de la casa. Su caja de tesoros debía de estar escondida siempre, pero necesitaba algo de ahí. Tomó una piedra, negra como el carbón y salió de nuevo afuera.
-Contemplad la ira de los caballeros de la Reina.-Y la niña tiró la piedra con todas sus fuerzas al suelo.
No pasó nada.
-!JA! se piensa que es bruja o algo así. Que puede invocar caballeros de la Reina como si fuera ella la duquesa de la tierra maravillosa.-Comenzó a reír pero la risa se le congeló en la cara cuando de pronto escucharon un estruendo en la lejanía- ¿Que diablos...?
De pronto se escucharon gritos al otro lado de la casa, donde se encontraba parte de la banda de criminales, que ya habían rodeado la granja y se disponían a entrar en el granero o almacén de atrás a robar parte de la cosecha de ese año.
En aquel lado, desde los bosques, una figura solitaria provista de lo que parecía armadura roja y un gran mandoble en una mano, de unas dimensiones monstruosas, corría gritando atronadoramente hacia la casa y, por ende, hacia los criminales. Llevaba una carrera tan contundente, que el suelo temblaba y de un salto se puso frente a varios de los bandidos que cayeron al suelo con el movimiento de tierra que produjo la caída. En su rostro se veía fiera determinación así como un poblado bigote, el cual le daba aire señorial a su cara. Cargó el caballero, cortando todo lo que se encontraba mientras por el este, dos hombres más, con armadura negra y otro con armadura algo avejentada pero sin duda resistente, bajaban las lanzas para llevarse por delante a una docena o mas de bandidos. Tal era el ímpetu de sus cabalgaduras y la estampa que presentaban que pareciera una carga de cien caballeros en vez de dos.
Durante el temblor, una dama de ojos grises cuidó de que ninguno de la familia se cayera. La niña reconoció enseguida a la mujer y a la dama de pelaje blanco, que se encontraba en su hombro y se lamía una pata despreocupadamente. Tras terminar con sus labores higiénicas, saltó al regazo de la niña y siguió a lo suyo, con la otra pata, indiferente del mundo, a gusto, como una reina blanca y bella, en su palanquín humano.
-Vayan dentro, nosotros nos encargamos.-Dijo la mujer de ojos grises mientras desenvainaba una espada de plata pura, de hoja muy fina y guardamanos con muchas florituras, y salía al encuentro de los bandidos. Cuando dio con ellos sus movimientos eran de excelsa precisión, parando estocadas mientras susurraba.
-Es poco decoroso enfrentarse a una niña pequeña y un humilde granjero de forma tan cobarde, caballeros.-Su frialdad helaba la sangre con la misma rapidez con que se movía entre los enemigos y los iba desarmando o hiriendo.
El líder de los bandidos se encontraba confuso, tratando de aguantar todos los ataques que le venían de frente, de detrás, de los lados. La batalla se había reducido a un frente único en el que cuatro caballeros de la Reina se enfrentaban a más de cincuenta bandidos ellos solos. Con todo, los asaltantes parecían poder mantener a duras penas el frente.
Se escuchó entonces un aullido. La niña vio por la ventaba como entre los árboles asomaba la figura de una bestia enorme, toda cubierta de metal, como una especie de siniestra armadura. Sobre ella ,montada como una emperatriz sobre su divina cabalgadura regalo de algún dios guerrero, hecha para ella y nadie mas, una dama toda de blanco, armaba con lo que parecía un arco de cristal, se inclinó sobre la oreja de su bestia y le susurró:
-¿Bailamos, mi amor?.-dijo mientras  sacaba una flecha fabricada en una extraña madera blanca y una punta también similar al cristal.
Claramente la bestia dijo:
-Bailemos, luna de mis noches.
Y con un aullido seguido de un potente rugido, el enorme lobo se lanzó directamente contra la escolta del líder de bandidos mientras la mujer, con agilidad y elegancia sin par, aterrizaba en medio de los malhechores, descargando flechazo tras flechazo.
Así pues entre tajos plateados, flechas de cristal, dentelladas, golpes de mandoble, lanzas, cargas de caballero y limpieza de blanco pelaje en los brazos de una niña encantadora, los bandidos, con todas sus fuerzas mermadas, se retiraron a los bosques, donde fueron detenidos por una patrulla de caballeros a sueldo, los cuales no dudaron en llevarlos ante un juez justo.
-No... no se como agradecerles esto.-Dijo el anciano, junto a su yerno.
-Hemos sido llamados para ayudar y nuestro deber el proteger a la gente que tenga problemas, y con razón si son buenas gentes como ustedes.-Dijo el líder de aquella compañía de caballeros, el hombre guapo de cabello negro y ojos mas negros aun.- Ahora, si no les importa haremos recuento de daños.
-Perdón por dejar todo esto destrozado.-Dijo el caballero de armadura roja. Su casco tenía astas de muflón- Les pagaremos los desperfectos.
-No no, por favor.-Dijo el padre de la niña. Esta se encontraba mimando a la gata blanca mientras se acercaba al lobo, probablemente el único herido de aquella compañía de valientes.
Estaba tendido en el suelo. Un par de hombres del líder bandido le habían logrado meter una saeta entre dos de las placas metálicas.
-Mi amor...-Susurró la dama. Su voz estaba teñido de un infinito amor.-Ya sabes lo que va a suceder ahora.-Poco a poco fue llevando la mano hacia la saeta clavada en el costado de la bestia, mientras recitaba una especie de cancioncilla en un extraño idioma.
El lobo gruñó mientras miraba a la niña con un brillo especial en la mirada. La gata blanca saltó de los brazos de la niña al hocico del gran lobo, donde podrían sentarse fácilmente dos o tres hombres. En el momento en que la mujer, con todo el hondo dolor de su corazón, arrancó la flecha, la bestia se tensó clavando las grandes zarpas en la tierra, emitió un gruñido de dolor que luego fue sustituido por un remedo de suspiro de alivio.
La gata blanca ni se inmutó y se quedó dormida sobre el hocico del lobo.
La dama Luna se acercó entonces a la niña tras atender y prometerle muchos besos y abrazos a su amado. Portaba una gran noticia.
-Gracias a esas hierbas que nos diste hace tanto tiempo, Nuestra Reina se curó. No podríamos agradecerte en mil vidas la bella acción que realizaste. Todo un reino está en deuda contigo. Gracias a mis artes ahora, junto a la estatua de su Majestad en la plaza central de la capital, se ha construido una estatua a imagen y semejanza de tu bondadosa y bella persona. Aunque nos falta ponerle un nombre.
-No quiero que mi nombre esté en ninguna estatua, señora.-Dijo la niña.-Pero sí que quiero que dicha estatua inspire a todos los demás hombres y mujeres para que sean bondadosos y pongan todo lo que está de su parte para que sus seres queridos sean felices.
La mujer que parecía tocada por la bendición de la Luna miró a la niña y no pudo evitar sonreír de nuevo.
-Parece que ya sabemos que poner en la placa.-Dijo el caballero de ojos negros.