lunes, 26 de diciembre de 2016

El transcriptor.

Nota Previa: antes de leer este texto tal vez le interese leer a su predecesor

Al amparo de una buena mañana, al vida en aquel reino por fin despertaba y los primeros rayos de sol se colaban por los grandes ventanales de aquel majestuoso castillo, y minutos después bañaría todos los recovecos de la ciudad capital de aquel reino maravilloso y hasta hace poco en guerra. Los responsables de la vigilancia nocturna se marchaban a los barracones, se hacían los cambios de guardia, se daban las órdenes pertinentes y rutinarias. Los grandes celadores de la paz estaban constantemente alerta hasta el último paso y el último segundo. Lejos de ahí las puertas de la ciudad se abrían para aquellos que quisieran salir y entrar libremente, pasando eso sí, los pertinentes controles de las aduanas estatales. Aquella medida era reciente en vista a todos los susurros que se percibían en las sombras. Siempre alguien había que deseaba un profundo mal a la Reina y su adorable hija.

   Desde las primeras horas de la mañana ya suele haber un tráfico contundente, con algunos atascos de carromatos de comerciantes, estudiosos, mas comerciantes, compañías de caballeros libres, mas comerciantes aun y quien sabe si unas cuantas compañías de espectáculos ambulantes. Todas las personas eran tratadas con igualdad aunque siempre existe una pequeña diferenciación entre quienes ostentan el poder y quienes son meros campesinos. Pero aquello se trataba de dejar atrás. Un vivo ejemplo era el de un señor de alta cuna que ayudaba a sus siervos a descargar una carromato de maíz o un duque que ayudaba a un cazador, algo perdido en las primeras luces del alba, a llegar a una curtiduría o una buena posada donde vender sus piezas. Así pues transcurría con toda calma ese día hasta que un par de jinetes llegaron hasta donde se encontraba la guardia de la aduana. Una dama y un hombre. la dama se cubría con una fina túnica blanca y el caballero tenía los ojos de un lobo, el gesto recio y parecía nervioso por algo. las grandes multitudes nunca le habían agradado. Los caballos que montaban eran de buena raza, de porte noble y elegante, orgulloso y distinguido.

   La mujer, al acercarse el guardia de turno, se echó la capucha que la cubría hacia atrás y reveló un rostro de una belleza indescriptible, de piel blanca y ojos como el cielo, una sonrisa amable y sin duda desprendia por los cuatro costados una paz que hacia soñar con una vida ya de por si mejor de la que se vivía en aquellos tiempos.

   -Dama Luna.-Dijo el guardia al momento, haciendo una inclinación.-Bienvenida a casa.
   -Es bueno ser recibida de forma tan educada.-Dijo la mujer con una voz suave como un perfecto híbrido entre la seda y el terciopelo. Una sonrisa y el mundo pareció iluminarse.-No somos dados a la molestia pero me gustaría poder llegar lo antes posible al castillo para hablar con la Reina en persona.
   -Y rápido.-Dijo una voz grave, profunda, atiborrada y contenida en la rabia y el nervio que invade a la bestia a punto de atacar. El Caballero Lobo miraba a todos los presentes con ansia, nervios.
   -Mi amor.-Susurró ella mirando a su amado.- Se amable con estas buenas y honradas gentes.
   -No hay problema, mi señora.-Dijo el guardia mientras hacia una inclinación a uno de los guerreros mas temidos del reino y mas afamados por sus múltiples acciones militares.

   Al momento una escolta de caballería estaba tratando de abrir paso por aquellas calles a la Dama Luna y al Caballero Lobo, que cada vez se mostraba mas nervioso. Aquel hombre, mitad idem y mitad bestia, no aguantaba en lo mas absoluto las multitudes. Sus instintos estaban a la que saltaba y los olores y sonidos lo confundían. Entonces una mano blanca salvadora llegó y tomó la suya en un momento en el que los caballos no tuvieron mas remedio que casi pegarse el uno al otro. Aquella mujer era para él su todo, una absoluta y magnífica obra de arte que había llegado de otros mundos. Por mucho que la historia establecía perfectamente su línea de sangre, aquella mujer era para el Caballero Lobo como el ángel salvador del miserable o la diosa de la guerra para los hombres desmoralizados que alza su lanza y guía a los combatientes a la victoria. Un solo contacto de ella le imbuía de paz el espíritu. Mucha gente los miraba, por la belleza de ella o por la circunspección de él, pero ante todo el pueblo los envidiaba y admiraba a partes iguales. Ambos por separado era n guerreros formidables. Conocida era la puntería de esa mujer con su arco de cristal y temida y vociferada eran las andanzas de ese hombre, diestro con espadas, dagas, hachas y, siendo un secreto a voces, zarpas.

   La mujer saludaba a algunos conocidos desde lo alto de su caballo cuando notó que algo tiraba de su pierna. Al momento, temerosa deque estuviera a punto de atropellara alguien, se encontró con un grupo de niñas que le regalaron una corona de flores. la mujer sonrió, iluminando la pequeña plaza a la que habían llegado,y tomando la corona se la colocó en la cabeza,contentado así a las niñas y al pueblo, que empezó a aplaudir y a alabar la belleza de aquella mujer con mas ganas. El hombre que estaba a su lado sencillamente no salía de su asombro ante la fortuna que estaba sentada a su derecha. Continuaron el camino y pronto salieron a una calle mucho mas ancha, mas holgada para el tráfico, tan solo restaba un par de curvas a la derecha para entrar en la calzada principal, que atraviesa la plaza mas grande de comercio. Subiendo una cuesta de piedra blanca se encontraba el castillo. la escolta se retiró a los lados para dejar paso libre a aquellos recién llegados. Algunos jóvenes nobles que paseaban por la entrada o los jardines laterales estaban absortos en la belleza de aquella mujer, pero una mirada de su amado bastaba para que tomaran otro camino.

  Minutos después las puertas de la sala del trono se abrían para dar paso a aquellas dos leyendas andantes. Los pasos de ella eran de una elegancia inaudita, como si flotara, mientras los que él eran decididos como si en el siguiente tramo de suela fuera a saltar sobre alguien y a devorarlo. La Reina se sentaba en su trono y esta se puso en pie para recibir a los recién llegados, que se inclinaron ante Su Majestad y extendieron un pergamino. La máxima mandataria de aquel lugar, de aquel reino, era también bella sí, pero su belleza no venía de la elegancia de la Dama Luna, sino de la distinción noble que da una innumerable cantidad de generaciones de reyes y reinas. Los cuatro elementos con los que había sido forjada su línea de herencia corría por sus venas. Su pensamiento era fluido como el agua, bailaba en las fiestas de palacio como los espíritus del viento, era fuerte de corazón y estampa como la roca y según rumores una entregada, pasional y ardiente amante. Ambas damas eran distintas en todo lo relativo a lo físico pero iguales en sus ideales.

   -Majestad.-Dijo la mujer mientras entregaba la nota a la Reina.- Esto es todo lo que hemos concluido de la última misión y todo lo que hemos sacado en claro.

   La Reina estuvo leyendo durante un momento el papel pero con toda sinceridad era bastante complicado para alguien de su mente tan organizada y aquello parecía un caos. Todo eran vacuas referencias a la sangre, a los que sufren, a una mujer coronada en espinas. Pero sin embargo había algo que no le encajaba en todo aquello.
   -¿Que sucedió al final con los niños?.-Preguntó la noble mujer a dos de sus siervos mas fieles, plantados ahí, en medio de la sala del trono.
   -Les hemos dejado decidir por si mismos, Majestad. Aunque eran pequeños algunos y mas mayores otros, no apreciamos signo alguno de maltrato, mala alimentación o alguna atrocidad impura e impropia de los hombres civilizados..-Dijo el Caballero Lobo, como si contuviera la rabia por no haber tenido oportunidad de luchar contra un enemigo.-No me fié de él en ningún momento pero todos aquellos niños eran huérfanos o de padres de reputación dudosa en lo que a la crianza se refiere. Decidimos elegir el mal menor por ausencia de pruebas.
   -Considero que elegisteis bien pero esto último, esa supuesta profecía me intriga. Mas por favor, les invito a desayunar y reponer fuerzas después de un largo camino. Y no acepto un no por respuesta.-Dijo la Reina con gesto serio y se dirigió al comedor. Muchas veces ella misma se cocinaba la comida pero ese día le esperaba un duro día de reuniones y las decenas de manos que trabajaban en las cocinas eran mucho mas eficientes.
   -A sus órdenes, majestad.-Dijeron la Dama Luna y el Caballero Lobo.

   Tras el desayuno y unos cuantos intercambios de pareceres se llegó a la conclusión de que la supuesta profecía era incluso demasiado confusa para lo que establecen las profecías de por si, siempre llenas de juegos de palabras, dobles, triples o hasta cuádruples interpretaciones, dichas a trompicones por hombres que entregaron gran parte de su cordura a un conocimiento inabarcable e indescriptible.
   -Este supuesto profeta era un hombre bastante raro, Majestad.-Dijo la mujer de bello rostro blanco como la leche.-Normalmente esos autodenominados profetas son de dos clases. Los que profetizan sobre el futuro o los que... bueno....-Dijo la Dama Luna, no queriendo decir la palabra.
   -Los que están locos, los que han perdido la cabeza por conocer el nombre de otra planta mas.-Dijo el caballero lobo, tan tajante como siempre.-Este solamente parecía afectado por la clásica locura profética cuando dijo su adivinanza.
   -Mmmmmmm.-Dijo la Reina mientras le daba vueltas a las pocas palabras que habían quedado en su cabeza.-Es por la mañana y esto no creo que lo puedan resolver ni mis mejores alquimistas o magos. No tenemos profetas en la corte. Pero sí un transcriptor.
   -Cierto.-Dijo el Caballero Lobo, sin mas.-Su Majestad es sabia.-Dijo mientras atacaba un trozo de carne con sus dientes extrañamente puntiagudos.
   -Nada mas lejos de la verdad. Cuando terminen de comer quiero que descansen. las profecías pueden esperar pero veo en sus rostros que están algo agotados de tan largo viaje. Bajaría con ustedes pero lo cierto es que tengo una gran cantidad de reuniones durante todo el día. Así que me debo de retirar. Dama Luna, Caballero Lobo, permítanme.
   El Caballero Lobo y la Dama Luna se levantaron al hacerlo la Reina, como exige el protocolo y el servicio a su vez hizo una reverencia al paso de aquella respetada mujer, antes de que siguieran con sus quehaceres.

   Tras descansar convenientemente y entregarse a un encuentro que distendiera los músculos de aquel hombre salvaje y apasionado en la batalla y el amor, los dos siervos del Reino se encaminaron a las mazmorras. Las estancias para los pocos presos del reino eran realmente poco dignas de la palabra "mazmorra", pero sí era verdad que al poco tiempo la atmósfera resultaba algo opresiva para el que no tuviera una mente despierta o se supiera distraer con los mas mínimos detalles. la Dama Luna iba pegada al Caballero Lobo, dejando entrever los delicados gestos con los que tranquilizaba a su amado, que de nuevo no se encontraba muy cómodo caminando entre paredes construídas por los hombres. El carcelero jefe era un hombre mayor, de mirada fría, talante adusto y se acompañaba casi siempre de tres ayudantes que le ayudaran a tener bien controlados a los presos, todos ellos hombres fornidos y curtidos en batalla.
   -¿Que les trae por estos lares a sus señorías?.-Preguntó el carcelero en tono algo seco, distraído con el vuelo de una mosca hasta que se posaron sus ojos sobre las dos esferas azules de la Dama Luna.-Mi señora, disculpe mi falta de educación.-Al momento estaba organizando a la tropa de ayudantes lo mejor que podía mientras leía las órdenes y permisos firmados por la Reina.-El transcriptor hoy tiene muchas visitas.
   -¿Visitas? ¿Quien ha estado antes que nosotros?.-Preguntó la Dama Luna con un poco de intriga y curiosidad en la mirada y la voz.
   -Quien ha estado no. Quien está, mi señora.-Dijo el carcelero jefe mientras les hacía una señal a los dos nuevos visitantes para que le siguieran.
   Bajaron y bajaron escaleras. habían estado en aquellas profundidades unas cuantas veces pero siempre les sorprendía lo realmente hondos que estaban los últimos calabozos construidos. Por la buena voluntad de los ciudadanos y un excelente sistema educativo apenas quedaban presos y normalmente eran delincuentes que habían cometido actos menores pero habían reincidido. Incluso para un gesto tan amable había siempre voces en contra, las cuales se callaban cuando se mencionaba al abuelo de La Reina y su gusto por la tortura. Las piedras agobiaban al Caballero Lobo pero contaban cientos y miles de historias, muy oscuras, y pocas de ellas con un final benévolo para el oído de los mas intrigados por los secretos que aquellas paredes escondían desde hacía siglos.
   Tras atravesar un largo pasillo se dieron de bruces con doce guardias de élite situaciones a los lados de la puerta. La Guardia de élite, como su nombre indica, era una selección de los mejores y mas comprometidos guerreros que velaban por la seguridad contante de la Reina y sus hija, A diferencia del Caballero Lobo, la Dama Luna y los demás caballeros de la compañía que servía a su Majestad, la Guardia nunca abandonaba el castillo cuando juraban protección eterna a la Reina y a las que le siguieran. Sin duda encontrarlos ahí, tan lejos del salón del trono era, cuanto menos, inesperado.
   -Venimos a ver al transcriptor.-Dijo la bella dama al capitán de la guardia, un hombre recio, de mirada fría y rostro impasible, que no hizo excepción alguna con ella.
   -Se encuentra en plena...-El capitán pareció dudar, y no era propio dela guardia dudar.- En plena función. Pero como gusten. No creo que la reina los haya enviado aquí por gusto y para una visita de cortesía.
   El caballero Lobo se adelantó un paso para encarara a quien le hablaba así a su amada. Ella, por su parte, tomó su brazo, lo atrajo hacia sí y lo abrazó, con una sonrisa que derretía el acero.
   -Se lo agradecemos, capitán.-Dijo la mujer al pasar por el lado de este cuando le abrieron la puerta.

   En efecto. Frente los dos recién llegados habia otros doce hombres armados junto a los diez niños nobles mas ricos de todo el Reino, incluyendo a la Princesa, en el centro de la comitiva, que se desternillaba con las marionetas, las cuales se daban de palos en un improvisado escenario que pretendía simular las dependencias de algún castillo de fantasía. O al menos hasta que el encargado de aquel espectáculo logró girar el fondo y entonces apreció un bosque de noche, con una gran luna llena. la Dama Luna escuchó los gruñidos bajos de su amado que pronto estaba mirando fijamente el trozo de papel blanco, recordando.
   -Entonces -Dijo el narrador- la luna mandó a su hija mas bella, a una mujer digna de alabanza por todos los poetas, de la que ya se han escrito cientos de canciones y sobre la cual aun se escriben. y la Luna le dijo a su hija "tranquila hija mia, pues no estarás sola". Y entonces a su mas fiel servidor, a un enorme lobo que siempre aullaba con toda pasión a la luna, le confirió el poder y la libertad de ser hombre y no causar revuelo.- En esto que las dos marionetas que imitaban a los recién llegados tomaron unos palos y se enfrentaron a muchos demonios de peluche.- Y siempre juntos, libres como la luz y el viento, enfrentaron a todos los peligros. Derrotaron ellos solos a ejércitos enteros. se curaron las heridas el uno al otro y se prodigan a día de hoy un amor que muchos quisieran contemplar en sus vidas.
   
Entre los niños había una pequeña damita que destacaba por encima de todos. No por su opulencia, sino por todo lo contrario. Vestía de forma sencilla, estaba sentada al lado de la princesa y el resto de niños se le unían a las carcajadas por igual pero se apreciaba realmente la diferencia de poder. La bella y pálida dama hizo un gesto a su amado para que se fijara y entonces el hombre o la bestia sonrieron, sus ojos se iluminaron. Era la Niña que había salvado a la Reina de su enfermedad hacia unos años. Había crecido, sin duda y prometía ser toda una encantadora criatura que traería de cabeza a mas de un maestre para que sus señores se centraran en las lecciones.
   -El cuento no acaba así.-Dijo entonces uno de los niños, un repelente conde o marqués que seguramente había adquirido la costumbre de molestar de su bien nutrido señor padre.-
   -Lo se.- Dijo entonces el marionetista, que resultó ser el transcriptor, asomando sus ojos de enferma locura por encima del escenario, entre las dos marionetas con palos.- pero cuando los protagonistas están presentes a veces hay que adecuarse al público.-Y sus ojos se dirigieron hacia donde se encontraban los recién llegados. 
   Al momento la Princesa se levantó y los siervos se inclinaron, levantándose como era debido, todos los demás niños. El transcriptor fue el único que se demoró un poco en levantarse. 
   -Princesa.-Dijo la mujer de bello rostro color luz de luna mientras hacia una elegante reverencia. Algunos niños la miraban sin disimulo pero al mismo tiempo se encontraban en la dicotomía de admirar la belleza de la mujer o alejarse de la fiera estampa de su amado.- La Reina nos envía para que hablemos con nuestro afamado transcriptor de asuntos importantes.
   -No se hable mas.-Dijo la Princesa.-La obra ha terminado, nos retiramos de aquí. damas, caballeros, hay asuntos importantes que atender afuera. Despídanse todos de dos de los miembros de la mejor compañía de caballeros de mi madre y partamos.- Todo esto fue dicho con cierta pomposidad producto de la edad y el deseo de reafirmar la autoridad. 
   Cuando uno a uno los niños se despidieron, la Salvadora fue la última y entonces el Caballero Lobo hincó una rodilla en tierra y le susurró.
   -Si alguno de estos niñatos te molesta no dudes en hacérmelo saber.-Dijo con sus ojos amarillos anaranjados brillando de emoción.
   -Todos se han portado bien.-Dijo la pequeña dama con una sonrisa.-Muchas gracias caballero.-Y haciéndole una reverencia a él y a la Dama Luna abandonó la estancia.

   Una vez solos, el transcriptor recogió muy afanosamente todos los bártulos de la obra y los fue depositando en otra habitación. la llegada de aquel hombre al Reino había sido caótica. Lo encontraron en un callejón mascullando cosas sin sentido. se le había considerado un loco y encerrado en una de las estancias de seguridad de los calabozos en vista a la agresión a un guardia que había cometido. Luego se descubrió que había sido el guardia el que había comenzado. Ante la disculpa de la Reina el loco que había sido encontrado aquella lejana noche se dedicó a seguir hablando incoherencias, se le dio por loco hasta que uno de los consejeros de la Reina, afamado médico, vio que existía un patrón en sus afirmaciones. Tras una investigación y un poco de tratamiento logró estabilizarse su mente y fue de gran utilidad para el Reino hasta la fecha. En lo físico era un hombre delgado, de mejillas chupadas, mirada inquieta y siempre pendiente de mil detalles poco importantes ante la mirada de los demás salvo para él. Le gustaba vestir de colores pardos u oscuros. Huía de los tonos vivos pero aceptaba el blanco en algunas ocasiones, siempre que fuera en cantidades discretas. Una vez se se hubo arreglado ya todo y la habitación principal estaba en condiciones, el transcriptor le dio una cálida bienvenida a la Dama Luna, besando cortesmente su mano y saludando con una reverencia al Caballero Lobo, que lo miraba con cierto toque desconfiado. 
   -Muy bien.-Dijo, tras sentarse detrás de la mesa.-¿En que les puedo ayudar?.-Preguntó el hombre pálido como la cera a los dos presentes. 
   Sin mas la mujer le extendió las notas que habían recopilado, el informe entero de la aventura. El hombre que tenían ante ellos se mostró dubitativo por un momento pero accedió tras servirse lo que parecía zumo de un color extraño. Era rojo y espeso y a la luz de las velas que estaban encendidas en ese momento tomaba toques anaranjados. Tras beber unos cuantos sorbos se dedicó a leer las notas con calma. De vez vez en cuando se tensaba y miraba a algún rincón en sombras, pero nunca había nada. Susurraba palabras inconexas. La Dama Luna permanecía tranquila, sonriendo cada vez que el hombre la miraba, tomando la mano de su amado por debajo de la mesa. Su salvaje caballero sin embargo no estaba tan cómodo pero mantenía su estampa fiera.
   -No es una profecía.-Dijo el hombre pálido, aquel loco que decían era un transcriptor. Miró a ambos con una sonrisa que se fue desvaneciendo tras ver sus caras de desconcierto.-¿he dicho algo malo?
   -En lo mas absoluto.-Dijo la dama con otra sonrisa.-pero nos desconcertó toda la situación. Los niños, su trance, sus ojos en blanco.Seque no son motivos de credibilidad pero...
   -Ahhhh no no no, no crean que se fueron con las manos vacías. Esto de aquí -dijo el hombre levantando la última hoja- nos habla de algo certero, que sucederá o está sucediendo pero es lejos de aquí. Una capacidad descomunal de visión la de nuestro amigo. Me gustaría conocerle algún día. 
   -¿Entonces de que se trata?.-preguntó el caballero presente en la sala. 
   -Es un perfil físico y psicológico. 
   Entonces el transcriptor leyó todo el contenido de la supuesta profecía. 

   <<Veo a una mujer sobre una barca de hierro que atraviesa un lago de agua salada. Sus formas son de ninfa, su mente de hombre y mujer, su corazón de acero y plata. En su cuerpo hay cicatrices que, si uno afina el oído, cuentan historia trágicas, algunas solo gritan, aunque todas son bocas cerradas hace tiempo, voces dispares que luchan pero no mueven nada en su interior, contando historias del pasado. En lo alto de su cabeza una corona de espinas hace caer la sangre por su rostro, apartándose sus riachuelos rojizos al llegar a los ojos, pues son estos parte de su poder. Su voz resuena en los corazones, atemorizando al cobarde traidor y dando valor al valiente guerrero que lucha con nobleza. Cada palabra es un mazo de un dios de la justicia que viene a poner orden en el mundo. las mujeres, hombres y niños toman sus manos, bendicen y ruegan. Ella acepta cada ofrenda, sonríe y se cuida de que ni una sola gota de sangre toque sus cuerpos.>>

   -La persona en cuestión es una mujer, eso es lo único que nuestro profeta nos ha dejado claro. Bella o de buenas formas por lo que se lee también. Aun criándose en este mundo ta maravilloso desafía el orden pensando como hombre y mujer al mismo tiempo. Eso es francamente fascinante. Es decir que si tiene que decir una palabra malsonante la dice y bebe o pega como el mas aguerrido de nuestros guerreros. La barca de hierro representa sus convicciones que, aunque sujetas a las corrientes del pensamiento actual, es difícil de moverlas salvo que le den un argumento de peso. Las cicatrices que cuentan historias son su pasado, ha tenido un pasado duro, realmente doloroso, ha perdido gente o quizás a seres amados, o ha visto lo mas terrible del ser humano delante de sus ojos a corta edad. Ahhh aquí lo dice, historias del pasado. La corona de espinas me tiene intrigado. Puede ser algo referente a sus orígenes. No. No es eso.-El transcriptor se quedó mudo durante unos minutos, se levantó, consultó un par de libros.
   Tras unos minutos se sentó de nuevo. Se quedó en silencio mientras murmuraba cosas y escribía algo en un papel. la Dama Luna aguzó la vista y vio que eran números, fechas y una casita dibujada en la esquina con su puerta y sus ventanas. 
   -Ahhh vale. ya lo tengo creo.-Sonrió a los dos siervos de la Reina presentes.- En su mente hay ideas muy arraigadas que le han dado mas de un dolor de cabeza. ha tenido que lidiar con el prejuicio y con sus convicciones mas de una vez. Aquello le provocó dolor, decepción pero entones tenemos la barca de hierro, que no tiene remero, sigue su camino, sin timón. Ella espera pero también busca y suele encontrar o arreglarse con lo que tiene. Es una luchadora y una superviviente.-Otra pausa.- 

<<"Hace caer la sangre por su rostro, apartándose sus riachuelos rojizos al llegar a los ojos, pues son estos parte de su poder". Tiene una mirada poderosa pero no es eso lo que aquí nos quiere decir, sino que las dificultades no le impiden ver con cierta razón y lógica, anteponiéndose ante el dolor. No paro de ver aquí lo mismo todo el rato pero con palabras distintas. No es una mujer que se calle las cosas pero es discreta. Ahhh y aquí tenemos algo de su entorno. Se rodea de buena gente a los que juzga como capaces de estar a su altura o que le aportan algo. No le vale cualquier persona y dichas personas no deben regirse por el poder político o económico, sino el poder de la sociedad misma. Y la parte mas interesante. Se sacrifica por aquellos que ama. Se cuida de que ni una gota de sangre toque a aquellos que se le acercan. Quiere evitar que su dolor se extienda a los corazones ajenos.>>

-Es todo lo que puedo aportar.-Dijo finalmente el hombre, mirando entre cansado y entristecido a los presentes.-Sinceramente me gustaría conocerla, tiene que tener una conversación excelente.

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