martes, 5 de julio de 2022

Cuando se invocó la primavera.

   Nota previa del Autor: Sin duda, los que me conozcan saben que mi estilo y capacidad de inspiración es bastante tendente a la pura fantasía, sin referencias reales. Este relato sin embargo pasará a la historia como el primer relato con referencias bastante directas a gente real, a gustos personales y las clásicas cuestiones fantasiosas de un mente a la que le gusta imaginar. La maravillosa Alejandra se ha prestado una vez mas, con su mero existir, a inspirar a este hombre enamorado de la buena literatura y la belleza del mundo. Ella ha sido núcleo de otras historias anteriores. Pido perdón de antemano ante las posibles incoherencias o sinsentidos argumentales. Espero que disfruten de leerlo tanto como yo de escribirlo. 

   Aunque las nieves habían llegado a la ciudad donde se desarrolla esta historia, sus habitantes no podían remolonear mucho con los primeros rayos de sol. Los hombres y mujeres de aquella selva de cristal, acero y hormigón tomaban su desayuno caliente para afrontar el frío. Los hornos de panaderías y fábricas se encendían en el extrarradio y los obreros entraban para levantar el país. Se iluminaban las ventanas de los grandes edificios de oficinas. Los niños se quitaban las legañas y se sentaban a la mesa para ir al colegio con cierta desgana, salvo algunas buenas excepciones, que abrazaban el aprendizaje como un tercer progenitor. Entre todas las almas, una muy elegante despertaba y se disponía a salir de su casa cuando se encontró con una persona que cambiaría todo. Al menos ese día.

   Ante la bella mujer vestida en colores oscuros se encontraba un hombre de colores similares. Portaba la gorra de la policía del Interior, una de las divisiones más temidas y al mismo tiempo respetadas. La metodología de su funcionamiento era algo bastante comentado en los periódicos, entre feroces críticas, desinformación y alabanzas. A pesar de sus aires estrictos en su mirada había un brillo de cierto nerviosismo y timidez.
   — ¿Señorita Aleksandra?.—Preguntó el hombre tras un saludo entre una reverencia y un gesto de respeto.
   —Sí, soy yo. —Ella no quería llegar tarde pero evidentemente tampoco quería contrariar a un elemento de la autoridad nacional.
   Antes de que pudiera siquiera decir nada su teléfono móvil sonó con la señal de un mensaje. Lanzó una mirada de disculpa al hombre que tenía delante, que a su vez hizo un gesto para que procediera con calma y miró de quien se trataba. Era su jefe, deseándole que se recuperara lo antes posible del accidente doméstico que había sufrido, que una de sus compañeras y amigas le había hecho saber el asunto y que estaría una semana ausente, pero sin duda con todo el salario intacto. Un mensaje que denotaba una profunda preocupación e interés en su bienestar, nada sospechoso salvo por el hecho de que aquel hombre era probablemente el mayor explotador y acosador que había conocido en mucho tiempo.
   —Creo que ya puede acompañarme hasta el lugar de reunión con mi superior, señorita. Por favor, por aquí. —Dijo el agente, que apenas superaba la edad de la futura modelo de éxito y orgullo nacional.

   Apenas caminaron tres calles hasta llegar a un establecimiento ambientado en el rock de los años cincuenta. Un lugar lleno de referencias a esa maravillosa década en la que Elvis comenzaba su andadura por los corazones de sus enloquecidas fans y una década después, cuatro coleópteros venidos de Liverpool harían lo propio en los corazones de medio mundo. El reproductor de vinilos en ese momento esparcía la voz de Jim Morrison a un volumen discreto. Aleksandra abarcó el local con la mirada hasta que reparó en el motivo de su inesperado cambio de planes.
   Al fondo del local, en un rincón más oscurecido, se encontraba un grupo de tres hombres, también con el mismo uniforme que su improvisado acompañante de ese momento. Otros dos estaban de pie, mirando en todas direcciones y vigilando cada movimiento de los clientes. De aquellos que estaban sentados en la mesa, uno especialmente se destacaba de los demás por su mayor cantidad de medallas y una gorra con una insignia algo más detallada. Aleksandra lo conocía de sobra y sonrió al ver a aquel histriónico amigo suyo. Cuando este alzó la vista y se encontró con su mirada no tardó ni un segundo en ponerse en pie, siendo seguido por los otros dos.
   —Sea este el día que, en medio de un invierno cruel, se invocó la primavera. Ni el mismo Enrique V se sintió tan triunfante en aquel día de San Crispín, cuando los franceses cayeron bajo las flechas inglesas. Mi querida Aleksandra.—Dijo el hombre tras prácticamente pasar por encima de la mesa para no perder tiempo esperando a que sus subalternos le permitieran pasar. Ella sonrió con su habitual discreción. De todas las personas del mundo a la que menos esperaba encontrar era a aquel hombre que tanto la alababa —No quepo en mí de felicidad. Nos voy a dar un poco más de intimidad. —Y dicho esto se giró hacia sus hombres y con un gesto les indicó que ya podían marcharse. Los que se encontraban en pie también se marcharon y quedaron protegiendo la entrada del local. —Ya podemos hablar tranquilamente, espero que no haya sido mucho inconveniente traerte de forma tan improvisada.
   —En absoluto, pero debo preguntar...— La bella mujer se quedó pensativa. — ¿Tiene algo que ver el hecho mensaje que recibí de mi jefe contigo? — En las praderas verdes de sus ojos flotaba una cierta circunstancia.
   — ¡Evidentemente querida! —Dijo con toda transparencia su interlocutor con una sonrisa que parecía digna de un anfitrión disfrutando de una charla de lo más elaborada. — Uno es paciente hasta ciertos puntos así que, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. En este caso la primavera y el invierno aunadas en una sola mujer que con cada paso podría derretir los corazones más duros.
   —Siempre tan halagador, querido. —Dijo ella, con una sonrisa. —pero en verdad no me gustaría que hubiera problemas en mi trabajo. Mi jefe ya me perdonó el otro día una pequeña metida de pata.
   —Todos cometemos errores, querida. Algunos más que otros. Yo casi cometo el error de no hablarte aquella vez y míranos, aquí estamos, la deidad deslumbrante y el pobre hombre que sabe cosas. Decía mientras ordenada los papeles que había sobre la mesa con toda parsimonia y los dejaba todos apilados. — Con todo creo que te está yendo bastante bien.
   —Oh sí. Son muy amables, el ambiente es bueno y todos nos ayudamos entre nosotros. Hay mucha cooperación con otros lugares y para la semana que viene haré un viaje para una sesión de fotos en París.
   — ¡París! La ciudad de luz. Tengo buenos amigos por esa bella ciudad que encantados podrían conseguirte una buena habitación de hotel, entradas en espectáculos y muchas más cosas, querida Aleksandra. Por cierto, hablando de espectáculos. —El hombre sacó un sobre del bolsillo. —Creo que esto hará que tu día pase de “diferente” a “Maravilloso”— Puso sobre le mesa dos papeles. — Entradas VIP para el chico ese de sangre joven que tanto parece gustarte y que estoy seguro de que le encantará conocerte. Son dos entradas así que elige sabiamente.
   La bella dama se quedó en shock por un momento.
   —Pero creo que me toca trabajar ese día justamente por la tarde noche y la noche.
   —Para el día del concierto aún pueden pasar muchas cosas, no hay de que preocuparse. Dicen que, si crees muy fuerte en algo o lo deseas, se hace realidad—Dijo el hombre de poderosos contactos y gran sonrisa. — ¡Ah! ¡Por fin! Le estoy tomando bastante cariño a esta tarta. —Dijo con toda desenvoltura —Por favor pide algo. Invita el demonio más temido del país.
   Aleksandra pidió un desayuno ligero y escuchó todo aquello que su amigo tan bien disfrutaba.
   — ¿Alguna vez pensaste en la existencia de otros mundos? — Le preguntó el conocedor de los secretos más oscuros del mundo a la futura super modelo.
   —Alguna vez creo que lo hemos pensado todos, sin duda, pero no es algo que se pueda comprobar. — la mujer sonrió. — Estoy segura de que dentro de la división no hay muchos filósofos.
   — ¡Al contrario! Las pocas veces que no tenemos nada que hacer nos dedicamos a discutir animadamente sobre cuestiones metafísicas. Entre los manos superiores se da ese caso al menos, con mayor o menor nivel de pedantería. Los auténticos héroes que andan ahí fuera. —Dijo señalando con un gesto de la mano a los hombres que custodiaban la entrada. — ya es otro tema. Me gustan mis hombres. Son chicos buenos y leales, inteligentes, mortíferos y encantadores, pero claro, están centrados en hacer las cosas bien Como yo, pero con armas.
   — ¿Y alguna conclusión a la que hayáis llegado? — preguntó ella, disfrutando del día con su amigo.
   —Imagínate un mundo regido por la mano de una especie de dios creador que dirige el destino de todos y redacta todos los elementos circunstanciales necesarios para entramar historias de todo corte y pelaje. Y hablando de pelaje. — El hombre se agachó por debajo de la mesa. Durante un momento se escucharon sonidos y lo que parecían maullidos quejumbrosos —Querida te presento a la dama que te ha derrotado.
   Una bella gata blanca fue posada en la mesa, la cual se hizo una bola blanca de pelo y miró con unos poderosos ojos verdes a su rival, casi como quien trata de saber qué hace una intrusa tan cerca de su dueño. Era de un blanco brillante, increíblemente bien cuidada, al contrario que su desgarbado amigo. Durante un rato ambas se miraron, como midiendo las distancias, aunque por motivos totalmente contrarios. Sin embargo, algo había en la mirada de la gata.
   —Parece que me esté... mmmmmm analizando. —Dijo ella con toda la curiosidad del mundo.
   —En realidad creo que te está juzgando. Es de un elitista esta maravillosa y pequeña diosa peluda que asusta incluso a la propia Anna Recorrido Turístico Victorioso
   — ¿Quién? — Dijo su amiga algo desconcertada
   —Anna Wintour.
   Aleksandra miró a su amigo con cara de divertimento mientras él hacía un gesto de disculpa ante el mal chiste
   —Conmigo también lo hace. Ser así de peripuesta en sus actitudes. Pero también me da una especial sensación de confort cuando me acuesto y se presta a darme algo de su compañía. Si es que me dejan dormir en casa ese día.
   — ¿Y cómo se llama tu amada? —Dijo Aleksandra con tono divertido.
   —Curiosamente no tiene nombre. Me la encontré entre los escombros de un edificio que habían volado por los aires unos chicos que no están muy de acuerdo con ciertas ideas. No se pudo hacer nada por la mujer con la que vivía, pero sin duda lo poco que quedó de la casa denotaba muy buen gusto. — la gata bufó. — No amor, no es mi amante. — El hombre miró a su amiga. — Es algo celosa.
   — ¿Puedo acariciarla?
   —Evidentemente, querida. Tienes demasiada belleza y elegancia para que ella no te lo permita.
   La mujer que tenía la primavera en su mirada alargó la mano y acarició el pelaje de la gata. Era de una suavidad sobrenatural. La gata ni se inmutó y quedó claro que cumplía los estándares de aquella peluda señorita de la alta sociedad.
   — ¿Intuyo que, a pesar de lo evidente, andas trabajando ahora? —preguntó Aleksandra.
   —Pues sí... pero entraré dentro de dos minutos a trabajar en serio porque van a venir unos amigos al edificio de al lado con la intención de poner una bomba y pues estamos esperando a que aparezcan.
   —Pero van a ver a tus hombres. —Inquirió ella.
   — ¡Bien observado querida! mas no te preocupes. Este chico travieso en concreto tiene demasiado ego para anular un plan y más aun sabiendo que estoy yo aquí así que la perspectiva de darme en las narices le atrae demasiado.
   Sonó entonces el teléfono de aquel extravagante caballero adicto a la información. Contestó en un perfecto coreano y seguidamente colgó.
   —Bueno. Parece ser que toca entrar a trabajar. — El responsable de conocerlo todo de antemano se levantó toda parsimonia. Por favor querida, ve a casa y tómate un día de relax. El estrés que sentías estos días ya me preocupaba. —En la cara de ella se reflejó un sutil gesto de desconcierto. —Lo sé todo sobre cada movimiento de tropa en el exterior ¿Cómo no lo voy a saber todo sobre mis amigos? — Y dicho esto, se acercó y besó gentilmente la mano de la dama. — esto en otros mundos no sucede, querida. — Dijo su buen amigo y se marchó con tranquilidad, dispuesto a todo. La gata se quedó en la mesa, dejando salir un pequeño maullido.
   Muchas horas después, lejos de la casa de Aleksandra, un hombre refugiaba entre sus brazos a una minina de lo más demandante, de piel blanca como el mármol y unos poderosos ojos verdes.
   — ¿Aun sigues molesta, amor? — Dijo el hombre, con toda la ternura y cierta pizca de dramatismo. — Se que debería de haberte avisado.
   La señorita era menor en estatura que aquella portentosa modelo con la que su rescatador se había reunido, pero destilaba algo único: más dignidad que la de muchos que salían en la televisión hablando de consenso. Su rostro de rasgos finos se escondió en el pecho de él mientras murmuraba unas cuantas cosas.
   —Es guapa. — Admitió finalmente ella. — Pero yo lo soy más. — Dijo mirándolo con lo que pareciera un puchero.
   El hombre miró sus grandes ojos, acarició su cabello. Se quedó en silencio unos minutos, simplemente mirándola y sintiendo entre las yemas de los dedos lo sedoso de aquellas hebras.
   —Evidentemente, amor mío. Evidentemente.