martes, 30 de octubre de 2012

Rosas de pasión


Con lentitud envolvió su cuerpo entre dos alas de un color que iba desde el mas claro de los azules hasta el violeta digno de la realeza. El contorno de su cuerpo quedó marcado por las alas que hacía ya mucho tiempo que habían sido creadas para ella, por su sonrisa y aquellos ojos que resucitarían a un muerto si hiciera falta. Aquel abrazo duró solo un momento para después mostrar al mundo el cuerpo mas bello y deseado. Tras las alas vinieron dos manos blancas que fueron repasando la cintura, los costados a la par que iban tomando posiciones en el frontal de ese cuerpo de diosa, deslizándose con calma como si el tiempo no existiera. Una boca ávida del delicioso sabor de una piel que se encontraba bajo ese vestido besó con intenciones mas allá de una sencilla presentación el cuello de la dama, el hombro y de nuevo el cuello, mostrando un deseo sin ninguna posibilidad de ser frenado.

La luna y las estrellas miraban aquel espectáculo y la brisa parecía volverse mas cálida según las manos avanzaban arriba y abajo por un cuerpo que era todo un mundo en si, un templo de placeres que quizás pocos habían podido sentir tan de cerca. Los dedos de ese supuesto caballero ahora convertidos en pinceles y él en una bestia sedienta de nuevos sabores y sensaciones bajaron poco a poco, repasando el contorno que aquella mujer, esa diosa, esa dama que despertaba pecaminosos pensamientos en su devoto y entregado paladín. Una de sus manos ascendíó a sus labios y los acarició antes de descender al corazón y la otra viajó mas atrevidamente hasta el límite inferior de aquel vestido, a la altura del muslo. Unos dedos blancos y decididos se posaron y comenzaron a tirar de la tela lentamente antes de que una mano, la de ella, que respiraba agitadamente se posara en aquel blanco instrumento de acariciar y proporcional placer. Giró su rostro y se miraron largo tiempo, él mostrando el deseo, la calma y la lujuria y ella con visibles muestras de estar disfrutando aquellas sensaciones,. Entre los cuerpos, las miradas y los alientos que se acariciaban levemente, el aire comenzaba a calentarse y las corduras a nublarse hasta caer desmayadas por la perspectiva del placer.

No se sabe en que momento los labios  se habían unido en un profundo beso y las lenguas jugueteaban lentamente, bailaban con urgencia y calma a un mismo tiempo. Un poco mas y parte del muslo, perfectamente contorneado por unos zapatos de tacón, quedó algo mas al descubierto hasta que ella volvió a tratar de frenar aquella mano descarada que poco a poco desistió y dejó una larga caricia desde ese punto hasta su corazón, aquel corazón que latía con fuerza, excitado y nervioso. Un rápido giro y quedaron frente por frente, devorándose los labios y saboreando las esencias que se daban a catar el uno al otro. La dulzura de los labios de ella eran una droga, una adicción que pocas cosas podrían igualar. Con trabajo se separaron y se miraron a los ojos. Unas manos delicadas se posaron en un torso aun vestido por caras ropas para que ese hombre que estaría dispuesto a todo no se percatara del acelerado ritmo de su corazón. Antes de cualquier palabras un nuevo y profundo beso se presentó en aquel escenario. Sus brazos la rodearon y las alas los llevaron por un corto trecho hasta un lecho de rosas de varios colores. Su cuerpo quedó bajo el de ella y las miradas se encontraron.

El deseo estaba a flor de piel, las manos de el se paseaban por las caderas y cintura de esa diosa, imposibles de frenar de tanto que pensaba esa cabeza llena de imágenes, fantasías y un sin fin de secretos lúbricos. Ella pareció disfrutar con esa posición porque enseguida sus manos paseaban por su pecho y bajaban hasta lugares que provocaban la tensión súbita y momentánea de ese lujurioso ente. Con lentitud se fueron deshaciendo de las ropas y ella se acercó al cuello para deslizar por este los labios en una peregrinación a su oído en el cual depositó e mas provocador sonido que pueda salir de una deidad como ella. Las manos de él se volvieron garras por un momento y no quiso qe nada los separara a ambos. Un confesión en forma de susurro salió de los labios de él y pronto estuvieron los labios tratando de alcanzar todo aquello que pudieran devorar con besos y algún espontáneo roce de lengua.

Quedando las pieles de las espaldas al descubierto, las manos navegaron sin rumbo fijo por los cuales anhelados tanto tiempo. Una sensación de alivio y otra sin nombre que tan solo impulsaba a buscar mas se entremezclaban como los esporádico suspiros. Giraban y bailaban entre las rosas, siendo acariciados por los pétalos que se desprendían para ablandar un poco mas el camino que tomaban los cuerpos. Una veces se conquistaba una colina entre besos y algún involuntario mordisco, en otras una sonrisa pícara acompañaba a que un beso profundo como un bosque arrancara el aliento como quien bebe un trago de agua tras un largo tiempo sin beber. Las piernas entrelazadas se daban calor con roces continuos y las muestras de ternura se alternaban con las de profundo e inenarrable deseo

El silencio de la noche se quebró con una fina y aguda nota en cuanto los cuerpos se unieron. Suavemente hicieron de ese bello acto una demostración del mas profundo de los cariños, de los sentimientos que unos corazones palpitantes de vida estaban deseando expresar y a falta de palabras exactas recurrían a las mas tiernas acciones. La lentitud de los movimientos se contraponían a una lucha entre las lenguas, los dedos, algún que otro arañazo, la violencia y sensualidad de un gemido quizás demasiado alto. Se dominaban el uno al otro de una forma apasionada, candente, sensual ella, tierno él. Se buscaban, se cazaban y se volvían a buscar sin parar una danza lenta que se fue acelerando en cada roce de las pieles. Eran fuego en aquella noche de sinceras y directas acciones. Se susurraron palabras que conducían por los caminos de la provocación y eran producto del éxtasis, las emociones liberadas bajo lúbricas formas y gestos.

Las finas manos rozaban la espalda pálida, que se arqueaba y a continuación podía quedar cubierta en las hojas en lo que ella reclamaba otro territorio, el de su torso, como suyo. Sus movimientos dejaban ver la profundidad de sus ojos como dos grandes pozos que demandaban placeres y sensaciones. Los pinceles blancos dibujaban aquel lienzo, narraban la historia de su corazón en el cuerpo de ella y la boca besó aquel corazón, dando un sorpresivo mordisco de depredador, causando la sorpresa generalizada en aquel romántico lugar. Las miradas se encontraron junto a los labios cuando el frenesí los llevó a contactar con el mas intenso de los éxtasis. Aquella fuerte, intensa y perfecta sensación se apoderó y ascendieron a los cielos sin moverse de la tierra.

Con el mas tierno de los besos, dama y caballero volvieron a ser los mismos. Una sonrisa cubría los labios de ella y lo mismo ocurría en el rostro de ese hombre que tenía al producto de sus sueños entre sus brazos, feliz, completamente entregado a ese sentimiento de estar entero en esta vida, de no faltar nada. Las rosas fueron haciendo un lecho y tal como estaban se durmieron continuando aquello en el mundo de los sueños. 


viernes, 26 de octubre de 2012

Fiesta de Gala


La Luna destellaba una blancura infinitamente pura. Esa noche era espléndida a la luz de esa dama pálida y redondeada de bondadoso rostro y adorada por los sonidos inspirados en medio de aquel negro manto que cubría el mundo. Aunque en esa noche, a diferencia de muchas otras que pudieran ser maravillosas, guardaba el rasgo de que no era tan posible como era habitual el ver las estrellas. Las luces de aquel lugar, donde se celebraba una fiesta, estaban opacando el baile de los astros y las sabias estrellas. La iluminación de las velas no permitía a sombra alguna entorpecer la admiración que casaba todo lo que los ojos pudieran contemplar.

En la sala de fiestas de tan lujosa casa, los invitados conversaban. Los murmullos eran constantes al igual que las señales y los actos de completa y descarada hipocresía. El pecado de la falsedad campaba a sus anchas por todos lados. El dinero era el dios de los presentes en esa sala heptagonal con guirnaldas doradas y plateadas, decorada en el centro con una fuente de la que manaba por un lado vino, por otra agua y por otra chocolate. No podía la gente asombrarse mas con la salvedad de la orquesta. A pesar del tamaño de la fuente, había un considerable espacio para que las parejas bailaran. La música acompañaba en cada movimiento a los mas torpes y a los mas habilidosos. Silenciosas o llenas de veneno, las damas bailaban y reían. Si bien una bella excepción era aquella que paseaba por encima de las bellas baldosas de mármol engalanadas con 8 rosas de distintos colores como si volara o, en caso de bailar, lo hiciera con un acompañante hecho de brisa mas que de carne y hueso. 

Un vestido gris calcaba sus movimientos cuando ella ya no estaba ahí. Había atrapado la mirada de mas de un galante caballero cuando ella, como si se tratara de la mas ominosa de las criaturas celestiales, se había presentado en la sala. Sin embargo se habían abstenido al ver aquella completa pasividad a frases ingeniosas o chistes para romper el hielo. Su rostro era de piedra y mas de una envidiosa diría que no tenía corazón, ignorando que eso último era tan falso como mas de un diamante que alguna dama se atrevía a lucir con todo el descaro. Desoyendo a su vez cualquier susurro, fluyendo con la música misma como si esta tomara las formas deseadas por tan galante dama, la bella mujer de gris bailaba y bailaba alrededor de la fuente, con mayor o menor proximidad pero sin dejar de moverse en momento alguno. Solo en momentos que a ella le parecieran de especial exquisitez se atrevía a mostrar una pequeña sonrisa. 

En un bello contrapunto, incluso en su vestuario y maneras (siempre educadas hasta decir basta) otra bella dama miraba con la mas completa de las fascinaciones el chorro de chocolate que salía de la fuente central, preguntándose quizás cual sería el origen de tan divino manjar, el cual no paraba de salir y la estaba volviendo mas deliciosamente loca de lo que ya estaba en sus delirios. Su joven y atractiva anatomía, de piel pálida como si un baño de leche similar al que se daban las grandes faraonas la hubiera cubierto entera, estaba envuelta a su vez en un vestido morado que no paraba de ser centro de su atención a intervalos. Parecía debatirse entre que le gustaba mas, si aquella fuente o su propio vestido aun a pesar de las distintas naturalezas y finalidades de estos elementos. De vez en cuando miraba a todos lados como si buscara con la mirada a alguien que le confirmara una y otra vez que sus ojos veían lo correcto. Que grande fue su sonrisa cuando con un inocente dedo se impregno este de chocolate y saboreo. El mas delicioso jamás probado.

La contención misma de expresar sus emociones estaba en los ojos de una tercera dama que se encontraba ocupada apreciando el brillo de un collar que una rica aristócrata llevaba puesto. Aquellos ojos eran poderosos en demasía. Su vestido era reflejo de los campos verdes en los que se asentaba su lugar actual de servicio, hasta que alguna joya le desviara de sus deberes para hacerla rendirse a su placer por lo brillante. Su pálida piel era de una blancura antinatural y pocos de los que habían entrado en contacto con esta se habían estremecido por el recuerdo de su frialdad y los momentos posteriores en los que un solo gesto era capaz de enloquecer y hacer dudar de su fidelidad a mas de un conde o marqués. Una pequeña sonrisa se formaba en su rostro cuando algún valiente se atrevía a dirigir una sola palabra en la pretensión de llevar a cabo actos del tipo que fueran. Aquella dama iba engalanada no solo con una exquisita tela verde que mostraba el perfecto talle de su cuerpo, sino que algunas joyas atrajeron miradas de rivales femeninas y muchos orfebres. Los ojos de aquella poderosa mujer pasearon por la sala y fueron a dar con la siguiente dama en ser descrita.

Bailando con un caballero que presumía ampliamente de las riquezas que poseía, esta bella dama de orejas cubiertas por su elaborado peinado, el cual se podía mover con libertad, escuchaba a su acompañante mostrando en todo momento una sonrisa que de vez en cuando entrecortaba la voz de tan distinguido y adinerado heredero de algún condado lejano. La iluminación de las gran lámpara de araña a veces arrancaba algún reflejo del color mas fronterizo entre el verde y el azul, una bella combinación del mar y los profundos bosques en los que solía habitar. En contados momentos, sus movimientos eran de una fluida maestría, como los de la guerrera que era en el fondo, esa cazadora hábil que había cruzado mares y tierras lejanas. Su involuntario contendiente fue grácilmente despachado para ponerse la bella dama a observar a los contertulios de disquisiciones sobre finanzas y grandes suma de dinero que marearían a mas de una entidad bancaria de bajo nivel. 

En representación de la cultura, la fantasía, la ilusión, la inocencia y (a diferencia de la encantadora señorita de la fuente) la cordura, una bella dama de cabello rubio y brillante como los dos trozos de cielo de sus ojos, se desenvolvía con gran soltura entre gente llena de amplios conocimientos. Su vestido blanco era de sencillo diseño pero así resaltaba mas la sencillez y al mismo tiempo complejidad de su personalidad. Era una dama que, lejos de lo alocada de las personas de su edad, mostraba una gran estabilidad y disposición muy sabía de sus decisiones y palabras, respetando el protocolo hasta el mas mínimo detalle. Su sonrisa cautivaba a pesar de que las envidiosas del lugar le inventaban mil y un defectos o adjudicaban a su persona los mismos por los que aquellas mujeres amargadas se habían enganchado a gente adinerada que no amaban en lo mas absoluto. La humildad y bondad de aquella mirada eran prueba fehaciente de todo lo contrario.

Entre los invitados, un grupo de jóvenes se encontraban entretenidos en lo que parecía una animada conversación carente de palabras. Medio ocultos por cortinajes y similares, una de las invitadas parecía estar ocupada en medio de lo que parecía la zona mas cálida del salón de fiestas. El vestido, el cual mostraba una exquisita combinación de rosa y rojo, llamó la atención de mas de uno cuando en una alocada carrera, se había presentado ella, lanzando una mirada de profundo odio a la dama de vestido verde citada anteriormente, que en esos momentos le dedicó su mas irónica y fría sonrisa, algo que alteró a la festiva señorita roji-rosa. Su apasionada afición por la anatomía masculina le había granjeado las atenciones de los mas jóvenes del lugar que dejaron de ver aquel evento social como algo lleno de un insufrible tedio. Aunque curiosamente un fugaz apagón ayudó a la apasionada comitiva a trasladarse a un lugar mas discreto.

-Atención.- Dijo el encargado de anunciar a los invitados que horas antes habían llegado y conformaban ahora todo el compendio de rostros, personalidades, pecados, mentiras, estafas y crímenes entre los que se movían las bellas damas de vestidos coloridos y que destacaban como 6 brillantes y nuevos planetas en todo aquel mar de oscuridad, en la cual también se sumergían dos de ellas.- Tengo el honor de presentar a su anfitrión, el eminente Lord...-Las miradas ya estaban observando la entrada cuando de pronto las luces de nuevo se apagaron. Un desconcierto general se apoderó de toda la sala. A lo lejos pareció escucharse lo que parecía una serie de gemidos discordantes, pero sutiles gracias a la lejanía.

La luz volvió y flanqueando la puerta entró... nadie. La gente ignoraba el hecho de que la silueta que lograron entrever se había desvanecido entre un remolino de sombras procedentes de los alrededores de una bella figura enfundada en un vestido violeta sugerente pero no escandaloso. Los ojos a juego no se presentarían en aquella ocasión gracias a los dioses aunque si que dejaría a deber ese favor para no presentarse ante toda aquella sociedad elitista. Nunca aquel anfitrión habría sorteado todo aquello sin la inestimable ayuda de aquella dama de orejas puntiagudas que dejó aletear su vestido al aire antes de desvanecerse. 

Aquel ser misterioso para unos y prescindible para otros se acercó a la última de las damas de esta historia, El cabello negro de aquella a la que contemplaron con fascinación durante toda la fiesta era ligeramente agitado por el viento. El corazón estaba asombrosamente tranquilo pero quien aguzara el oído sentiría las ganas de este de saltar del pecho para postrarse ante aquella ensoñación hecha realidad. El anfitrión de aquel lugar se acercó lentamente y con suavidad rodeó aquella tentadora figura. El aire arrastraba el aroma de su piel mostrada en hombros y cuello por aquel vestido negro que parecía hecho en sombras como la noche que los rodeaba. Su abrazo fue firme pero lleno de una ternura y deseo que no tenían cabida en soneto erótico o romántico alguno. Los labios buscaron su oído y susurraron con cadencia y un cariño infinitos. 

 -Las joyas mas bellas del mundo son tus ojos , tu sonrisa y el poema perfecto tiene un verso...Tu nombre...- y susurró ese maravilloso verso abrazando a aquella que inspiraba los mas delicados detalles en aquel entorno lleno de luz en medio de las sombras.

FINAL ALTERNATIVO

La luz volvió de nuevo y en lugar de un figura humana, con el mas elegante y arrogante de los andares, entró en aquel majestuoso lugar un gato negro. todo se frenó en ese mismo momento en el que aquel sigiloso y silencioso invitado comenzó a atravesar la sala. Todos los ojos estaban posados en la pequeña sombra y esta a su vez los tenía clavados en el final de la sala. Sin embargo dedicó un maullido a la dama de la fuente de chocolate, una larga mirada a las damas de rostro impasible y mirada poderosa, un frotamiento de cabeza a la señorita de peligroso bailar y fiero aspecto, se dejó acariciar unos momentos por la dama de vestido blanco y gran cultura y siguió su camino hasta que un muro de sombras y posteriormente unas manos lo elevaron en el aire y dos grandes ojos violetas con vestido a juego llenaron todo su campo visual. Las sombras a su alrededor se fundieron con el propio gato y la bella dama de orejas puntiagudas le sonrió antes de que aquel felino invitado se deshiciera de esa gran muestra de cariño y alegría y se acercara a la bella dama que, asomada al balcón, contemplaba las estrellas. 

Como un caballero bien educado dio un par de toques mínimos en uno de aquellos elegantes zapatos y la dama observó a este caballero de negro pelaje, ante el cual sonrió exultante. Sus manos volaron hasta el y lo colocaron en el regazo mientras la rosa azul que había portado este detallista anfitrión era depositada en las cercanías. En ese momento el cielo fue contemplado con dos ojos preciosos, los mas lindos que pudiera lucir una dama como aquella y otros dos ojos que cambiaban a voluntad de una conciencia que solo moriría en forma y esencia por proteger a la dueña de los brazos que ahora lo sostenían. Así se quedaron toda la noche, conversando la dama y el gato mientras en el interior se desarrollaba una interesante, bella y placentera fiesta. 



lunes, 8 de octubre de 2012

Danza eterna

Un gemido quebró la noche como la sensatez que se rompe en los primeros roces de las pieles. Las ansias y el hambre de placer eran imposibles ya de controlar en medio de aquel cúmulo de sensaciones que estaba cada ve subyugando y coaccionando a esa inestable cordura a mantener la calma. Solo tenía ojos, manos y labios dispuestos a sembrar el calor mas intenso en el cuerpo de esa mujer que se encontraba entre su brazos. El cabello negro de ella resbalaba por la espalda desnuda y los labios de un voraz amante estaban perdidos entre esas hebras de fina noche, fuerte y al mismo tiempo suave como la seda. Sus pensamientos solo circulaban en torno a esas formas tan palpables ahora que la ropa había desaparecido. En ella tenía puesta toda la atención, todos sus intereses ya no eran comer los alimentos mortales o respirar oxígeno. Sus sentidos y la supervivencia de su cordura y alma residían en el sabor de su piel, el dulzor de sus palabras y el baile de los alientos, unos bailarines invisibles que daban en cada pequeña pirueta una confirmación clara de aquella fijación espontanea por su cuerpo. 

Las manos se paseaba primero por esas caderas que al movimiento de la música lo habían seducido, entrando desde los ojos hasta los mas bajos rincones de su ser, incendiando cada fibra de los músculos, impregnando con el mas abierto e irrefrenable deseo todo su ser hasta que finalmente ella se había acercado entre acordes y sonrisas que no ocultaban las intenciones en lo mas absoluto. Ya la música había parado para ser sustituida por las frases que se susurran en el oído y poseen su máxima potencia mediante las intercaladas confesiones que entre jadeos se hacían a veces difíciles de entender. Los labios extendían una campaña de constante pasión por aquel cuello que finalmente se había inclinado, que había cedido a las constantes presiones de dos finas lineas carmesíes, compañeras de un aliento cálido el cual se desparramaba por la piel deseada durante tantas noches en un reciente pasado. Los ojos de ambos estaban cerrados, ocultos tras los párpados que contenían a un fuego capaz de quemar el mismo Sol, entregados a las imágenes de todo lo que le susurró hace escasos momentos. Con la voz prendida en la lujuria, en un deseo que luchaba por salir a la luz de todas las formas posibles había susurrado en su oído. 

-Quiero que tu cuerpo sepa cuanto lo deseo, que en tu mente se clave esa afirmación, que mis manos necesitan tus manos y tu piel cada día de su existencia, que mi aliento busca volar por cada rincón de tu cuerpo serpenteando y fluyendo, necesitando reposar y encenderse contra tu hálito perfumado de gloria. Me embarga la sed de tus labios y de tu cuerpo, de cada regalo que me puedas hacer cuando la pasión te invada como lo está haciendo conmigo. Quiero mas de ti, cada una de las notas del placer que me puedas dar serán una sinfonía que recordaré por siempre.- Estas palabras, dichas entre ansias apenas contenidas, se reprodujeron con cada uno de los gestos, de las acciones que llevó a cabo en aquel cuerpo de piel morena, un exquisito contraste a la palidez mortal de quien había confesado tantas veces eso que deseaba llevar a cabo con ella, con la Luna sonrojada como testigo. Ella no respondía, estaba perdida entre las caricias deseosas de su acompañante, que estaba mas que predispuesto a lo que fuera por tenerla a su lado una noche mas. 

Sin mas los cuerpos se enfrentaron el uno al otro, la pieles desnudas dejaron entrever las vergüenzas transformadas en las armas de esa batalla. Las sábanas los envolvieron y casi echaban humo entre los lentos movimientos de las bocas que buscaban el juego y el reposado bailar de las lenguas, unas culebras color bermellón que con sutileza se iban rozando, tanteando un terreno desconocido pero soñado durante largo tiempo hasta que los ataques se volvían mas violentos, mas represivos y al mismo tiempo liberales. Los alientos se buscaban también para abrazarse en el aire vació y frío si este no estaba acompañando de los escasos sonidos que acertaban a escapar de la voraz unión, un fuerte pulso entre voluntades en el que los cuerpos reaccionaban acorde a esa naturaleza totalmente desatada en todas sus formas. Una mano tanteo zonas sensibles y delicadas que arrancó la súplica de una voz suave como la brisa de verano, una súplica que estaba henchida de un placer nunca antes escuchado por oídos mortales, capaz de enloquecer a los mas templados. 

Un arqueamiento de espalda hizo parecer a uno de esos amantes una bestia a punto de atacar, sedienta de placer, incapaz de expresar en palabras aquello que consumía las ansias de dar y recibir mucho mas. Sentía esas manos recorrer su espalda que pronto hicieron notar las uñas que las culminaban. El rasguño quedaría como un grato recuerdo por días o semanas en la piel encendida del apasionado ser que despierto y dormido seguiría una y otra vez al lado de esa mujer, de esa dama que inspiraba sus bajas y altas pasiones. La lengua se paseó por su cuello, catando la esencia de la tierra que la vio nacer, de embriagadores perfumes que la rodeaban de aquella alma que latía ahora intensa, roja como fuego del infierno, como lava incandescente, como hierro al rojo vivo. Remontó el fino río azulado, sintiendo el palpitar acelerado de su corazón que si cabe prendió mas aun sus querencias de aquella piel. Solo esa piel y ese cuerpo, el de nadie mas. Susurró unas pocas palabra en las que expresaba los deseos de ir mas allá de los propios cuerpos, de consumirse el uno en el otro, en medio de la locura total y los instintos desatados. 

Un leve giró conecto de nuevo las bocas y en una pequeña filigrana los bailarines se unieron de nuevo por un nuevo punto, entre la tensión de los cuerpos que se apreciaban ahora desde lo mas hondo de sus seres en forma de lento vaivén de cadera que comenzaban el mas lento y maravilloso de los ritmos. El producto de los movimientos era acallado de la mejor de las maneras, refugiándose en el cuello del otro, mordiendo el hombro de aquel amante que ahora se entregaba mas que antes si cabe a ella, a esa mujer, a esa y ninguna otra mas en otras. Miró sus ojos, desvelando todos los secretos que le quería decir en palabras, pero que en semejante momento las miradas podían expresar con mayor claridad. Se susurraron los nombres, boca contra boca antes de continuar igualmente lento pero mas profundo, mucho mas profundo y fuerte, en un acto de posesión y entrega mutuas. Firmemente ella se sostuvo en la espalda de él, siguiendo aquel compás serpenteante, dejando los finos dedos agarrados a la piel blanca de los hombros con seguridad. La espalda se contorsionó ligeramente, amoldándose a la curvatura que su fiero amante presentaba, situación que aprovechó este entregado soldado por la causa del placer para desliza la punta de una lengua pecaminosa por el centro de su elegante garganta, antes amparada por joyas y todo tipo de alhajas. Un jadeo volvió a romper el precario silencio, inundando la habitación de un sonido que era evidencia de los actos que se estaban librando en aquel lugar. 

El frenetismo se hizo presente y probado por las temperaturas que los cuerpos llegaban a adquirir de una forma espontanea, cuando las manos rozaban alguna zona sensible, las lenguas se enredaban o se cautivaba con una mirada henchida e deseo al que tenían enfrente. Las caricias se sucedían por el cuerpo de él y de ella, y esta última bailaba con sus caderas fundidas con las de él en todo momento, mirándolo desde arriba o desde abajo, invitando y al mismo tiempo siendo invitada a que eso no terminara jamás a que ese caballero que volaba con alas e imaginación hiciera de su cuerpo un lienzo donde pintar con caricias lo que las palabras no podían describir. Les era ajeno todo lo que no se relacionara con ese momento, como el tiempo que transcurriera desde que ella miró sus ojos y efectuó el primer paso de aquella sensual y seductora danza de áridos orígenes. 

En uno de los besos ambos cuerpos giraron y una boca atrapó el punto mas alto de dos bellos promontorios donde la sensibilidad estaba a la orden del día. El sabor del banquete que inconscientemente le ofreció ella entre las delirantes sensaciones era exquisito, inimitable y devoró aquello que le era dado entre suaves caricias en su cabello, sintiendo unos dedos enredados en su cabello, jugando con este y buscando algo de cordura a la que aferrarse, Sus caderas se movían rápidamente, dejando entrever un éxtasis que los estaba llenando. Los corazones acelerados estaban por salirse de sus lugares, una lengua lujuriosa paseaba entre esas dos colinas hasta enfilar una garganta que se replegó para dejar accesibles unos labios que lo devoraron en esa irresistible trampa, las expresiones de placer. La única separación posible se hizo presente cuando les golpeó como una lúbrica sentencia del mismo dios Eros un clímax que era resultado de cada verba expresada con el cuerpo. 

Cayeron exhaustos en la cama, ella sobre el pecho de él, quedando dormidos casi al instante tras aquella danza de fuego que, de ser eterna, hubiera sido perfecta.