lunes, 8 de octubre de 2012

Danza eterna

Un gemido quebró la noche como la sensatez que se rompe en los primeros roces de las pieles. Las ansias y el hambre de placer eran imposibles ya de controlar en medio de aquel cúmulo de sensaciones que estaba cada ve subyugando y coaccionando a esa inestable cordura a mantener la calma. Solo tenía ojos, manos y labios dispuestos a sembrar el calor mas intenso en el cuerpo de esa mujer que se encontraba entre su brazos. El cabello negro de ella resbalaba por la espalda desnuda y los labios de un voraz amante estaban perdidos entre esas hebras de fina noche, fuerte y al mismo tiempo suave como la seda. Sus pensamientos solo circulaban en torno a esas formas tan palpables ahora que la ropa había desaparecido. En ella tenía puesta toda la atención, todos sus intereses ya no eran comer los alimentos mortales o respirar oxígeno. Sus sentidos y la supervivencia de su cordura y alma residían en el sabor de su piel, el dulzor de sus palabras y el baile de los alientos, unos bailarines invisibles que daban en cada pequeña pirueta una confirmación clara de aquella fijación espontanea por su cuerpo. 

Las manos se paseaba primero por esas caderas que al movimiento de la música lo habían seducido, entrando desde los ojos hasta los mas bajos rincones de su ser, incendiando cada fibra de los músculos, impregnando con el mas abierto e irrefrenable deseo todo su ser hasta que finalmente ella se había acercado entre acordes y sonrisas que no ocultaban las intenciones en lo mas absoluto. Ya la música había parado para ser sustituida por las frases que se susurran en el oído y poseen su máxima potencia mediante las intercaladas confesiones que entre jadeos se hacían a veces difíciles de entender. Los labios extendían una campaña de constante pasión por aquel cuello que finalmente se había inclinado, que había cedido a las constantes presiones de dos finas lineas carmesíes, compañeras de un aliento cálido el cual se desparramaba por la piel deseada durante tantas noches en un reciente pasado. Los ojos de ambos estaban cerrados, ocultos tras los párpados que contenían a un fuego capaz de quemar el mismo Sol, entregados a las imágenes de todo lo que le susurró hace escasos momentos. Con la voz prendida en la lujuria, en un deseo que luchaba por salir a la luz de todas las formas posibles había susurrado en su oído. 

-Quiero que tu cuerpo sepa cuanto lo deseo, que en tu mente se clave esa afirmación, que mis manos necesitan tus manos y tu piel cada día de su existencia, que mi aliento busca volar por cada rincón de tu cuerpo serpenteando y fluyendo, necesitando reposar y encenderse contra tu hálito perfumado de gloria. Me embarga la sed de tus labios y de tu cuerpo, de cada regalo que me puedas hacer cuando la pasión te invada como lo está haciendo conmigo. Quiero mas de ti, cada una de las notas del placer que me puedas dar serán una sinfonía que recordaré por siempre.- Estas palabras, dichas entre ansias apenas contenidas, se reprodujeron con cada uno de los gestos, de las acciones que llevó a cabo en aquel cuerpo de piel morena, un exquisito contraste a la palidez mortal de quien había confesado tantas veces eso que deseaba llevar a cabo con ella, con la Luna sonrojada como testigo. Ella no respondía, estaba perdida entre las caricias deseosas de su acompañante, que estaba mas que predispuesto a lo que fuera por tenerla a su lado una noche mas. 

Sin mas los cuerpos se enfrentaron el uno al otro, la pieles desnudas dejaron entrever las vergüenzas transformadas en las armas de esa batalla. Las sábanas los envolvieron y casi echaban humo entre los lentos movimientos de las bocas que buscaban el juego y el reposado bailar de las lenguas, unas culebras color bermellón que con sutileza se iban rozando, tanteando un terreno desconocido pero soñado durante largo tiempo hasta que los ataques se volvían mas violentos, mas represivos y al mismo tiempo liberales. Los alientos se buscaban también para abrazarse en el aire vació y frío si este no estaba acompañando de los escasos sonidos que acertaban a escapar de la voraz unión, un fuerte pulso entre voluntades en el que los cuerpos reaccionaban acorde a esa naturaleza totalmente desatada en todas sus formas. Una mano tanteo zonas sensibles y delicadas que arrancó la súplica de una voz suave como la brisa de verano, una súplica que estaba henchida de un placer nunca antes escuchado por oídos mortales, capaz de enloquecer a los mas templados. 

Un arqueamiento de espalda hizo parecer a uno de esos amantes una bestia a punto de atacar, sedienta de placer, incapaz de expresar en palabras aquello que consumía las ansias de dar y recibir mucho mas. Sentía esas manos recorrer su espalda que pronto hicieron notar las uñas que las culminaban. El rasguño quedaría como un grato recuerdo por días o semanas en la piel encendida del apasionado ser que despierto y dormido seguiría una y otra vez al lado de esa mujer, de esa dama que inspiraba sus bajas y altas pasiones. La lengua se paseó por su cuello, catando la esencia de la tierra que la vio nacer, de embriagadores perfumes que la rodeaban de aquella alma que latía ahora intensa, roja como fuego del infierno, como lava incandescente, como hierro al rojo vivo. Remontó el fino río azulado, sintiendo el palpitar acelerado de su corazón que si cabe prendió mas aun sus querencias de aquella piel. Solo esa piel y ese cuerpo, el de nadie mas. Susurró unas pocas palabra en las que expresaba los deseos de ir mas allá de los propios cuerpos, de consumirse el uno en el otro, en medio de la locura total y los instintos desatados. 

Un leve giró conecto de nuevo las bocas y en una pequeña filigrana los bailarines se unieron de nuevo por un nuevo punto, entre la tensión de los cuerpos que se apreciaban ahora desde lo mas hondo de sus seres en forma de lento vaivén de cadera que comenzaban el mas lento y maravilloso de los ritmos. El producto de los movimientos era acallado de la mejor de las maneras, refugiándose en el cuello del otro, mordiendo el hombro de aquel amante que ahora se entregaba mas que antes si cabe a ella, a esa mujer, a esa y ninguna otra mas en otras. Miró sus ojos, desvelando todos los secretos que le quería decir en palabras, pero que en semejante momento las miradas podían expresar con mayor claridad. Se susurraron los nombres, boca contra boca antes de continuar igualmente lento pero mas profundo, mucho mas profundo y fuerte, en un acto de posesión y entrega mutuas. Firmemente ella se sostuvo en la espalda de él, siguiendo aquel compás serpenteante, dejando los finos dedos agarrados a la piel blanca de los hombros con seguridad. La espalda se contorsionó ligeramente, amoldándose a la curvatura que su fiero amante presentaba, situación que aprovechó este entregado soldado por la causa del placer para desliza la punta de una lengua pecaminosa por el centro de su elegante garganta, antes amparada por joyas y todo tipo de alhajas. Un jadeo volvió a romper el precario silencio, inundando la habitación de un sonido que era evidencia de los actos que se estaban librando en aquel lugar. 

El frenetismo se hizo presente y probado por las temperaturas que los cuerpos llegaban a adquirir de una forma espontanea, cuando las manos rozaban alguna zona sensible, las lenguas se enredaban o se cautivaba con una mirada henchida e deseo al que tenían enfrente. Las caricias se sucedían por el cuerpo de él y de ella, y esta última bailaba con sus caderas fundidas con las de él en todo momento, mirándolo desde arriba o desde abajo, invitando y al mismo tiempo siendo invitada a que eso no terminara jamás a que ese caballero que volaba con alas e imaginación hiciera de su cuerpo un lienzo donde pintar con caricias lo que las palabras no podían describir. Les era ajeno todo lo que no se relacionara con ese momento, como el tiempo que transcurriera desde que ella miró sus ojos y efectuó el primer paso de aquella sensual y seductora danza de áridos orígenes. 

En uno de los besos ambos cuerpos giraron y una boca atrapó el punto mas alto de dos bellos promontorios donde la sensibilidad estaba a la orden del día. El sabor del banquete que inconscientemente le ofreció ella entre las delirantes sensaciones era exquisito, inimitable y devoró aquello que le era dado entre suaves caricias en su cabello, sintiendo unos dedos enredados en su cabello, jugando con este y buscando algo de cordura a la que aferrarse, Sus caderas se movían rápidamente, dejando entrever un éxtasis que los estaba llenando. Los corazones acelerados estaban por salirse de sus lugares, una lengua lujuriosa paseaba entre esas dos colinas hasta enfilar una garganta que se replegó para dejar accesibles unos labios que lo devoraron en esa irresistible trampa, las expresiones de placer. La única separación posible se hizo presente cuando les golpeó como una lúbrica sentencia del mismo dios Eros un clímax que era resultado de cada verba expresada con el cuerpo. 

Cayeron exhaustos en la cama, ella sobre el pecho de él, quedando dormidos casi al instante tras aquella danza de fuego que, de ser eterna, hubiera sido perfecta.



2 comentarios:

  1. Un relato seductor y apasionante.

    besos y recuerdos desde sonrisasdearociris.blog...

    E.

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    1. Muchas gracias querida Esteer. Trato de plasmar todo aquello que recorre mi alma en el momento en que lo escribo. Tu escribes también de una forma muy lograda. Mis parabienes a tu blogg.

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