martes, 30 de octubre de 2012

Rosas de pasión


Con lentitud envolvió su cuerpo entre dos alas de un color que iba desde el mas claro de los azules hasta el violeta digno de la realeza. El contorno de su cuerpo quedó marcado por las alas que hacía ya mucho tiempo que habían sido creadas para ella, por su sonrisa y aquellos ojos que resucitarían a un muerto si hiciera falta. Aquel abrazo duró solo un momento para después mostrar al mundo el cuerpo mas bello y deseado. Tras las alas vinieron dos manos blancas que fueron repasando la cintura, los costados a la par que iban tomando posiciones en el frontal de ese cuerpo de diosa, deslizándose con calma como si el tiempo no existiera. Una boca ávida del delicioso sabor de una piel que se encontraba bajo ese vestido besó con intenciones mas allá de una sencilla presentación el cuello de la dama, el hombro y de nuevo el cuello, mostrando un deseo sin ninguna posibilidad de ser frenado.

La luna y las estrellas miraban aquel espectáculo y la brisa parecía volverse mas cálida según las manos avanzaban arriba y abajo por un cuerpo que era todo un mundo en si, un templo de placeres que quizás pocos habían podido sentir tan de cerca. Los dedos de ese supuesto caballero ahora convertidos en pinceles y él en una bestia sedienta de nuevos sabores y sensaciones bajaron poco a poco, repasando el contorno que aquella mujer, esa diosa, esa dama que despertaba pecaminosos pensamientos en su devoto y entregado paladín. Una de sus manos ascendíó a sus labios y los acarició antes de descender al corazón y la otra viajó mas atrevidamente hasta el límite inferior de aquel vestido, a la altura del muslo. Unos dedos blancos y decididos se posaron y comenzaron a tirar de la tela lentamente antes de que una mano, la de ella, que respiraba agitadamente se posara en aquel blanco instrumento de acariciar y proporcional placer. Giró su rostro y se miraron largo tiempo, él mostrando el deseo, la calma y la lujuria y ella con visibles muestras de estar disfrutando aquellas sensaciones,. Entre los cuerpos, las miradas y los alientos que se acariciaban levemente, el aire comenzaba a calentarse y las corduras a nublarse hasta caer desmayadas por la perspectiva del placer.

No se sabe en que momento los labios  se habían unido en un profundo beso y las lenguas jugueteaban lentamente, bailaban con urgencia y calma a un mismo tiempo. Un poco mas y parte del muslo, perfectamente contorneado por unos zapatos de tacón, quedó algo mas al descubierto hasta que ella volvió a tratar de frenar aquella mano descarada que poco a poco desistió y dejó una larga caricia desde ese punto hasta su corazón, aquel corazón que latía con fuerza, excitado y nervioso. Un rápido giro y quedaron frente por frente, devorándose los labios y saboreando las esencias que se daban a catar el uno al otro. La dulzura de los labios de ella eran una droga, una adicción que pocas cosas podrían igualar. Con trabajo se separaron y se miraron a los ojos. Unas manos delicadas se posaron en un torso aun vestido por caras ropas para que ese hombre que estaría dispuesto a todo no se percatara del acelerado ritmo de su corazón. Antes de cualquier palabras un nuevo y profundo beso se presentó en aquel escenario. Sus brazos la rodearon y las alas los llevaron por un corto trecho hasta un lecho de rosas de varios colores. Su cuerpo quedó bajo el de ella y las miradas se encontraron.

El deseo estaba a flor de piel, las manos de el se paseaban por las caderas y cintura de esa diosa, imposibles de frenar de tanto que pensaba esa cabeza llena de imágenes, fantasías y un sin fin de secretos lúbricos. Ella pareció disfrutar con esa posición porque enseguida sus manos paseaban por su pecho y bajaban hasta lugares que provocaban la tensión súbita y momentánea de ese lujurioso ente. Con lentitud se fueron deshaciendo de las ropas y ella se acercó al cuello para deslizar por este los labios en una peregrinación a su oído en el cual depositó e mas provocador sonido que pueda salir de una deidad como ella. Las manos de él se volvieron garras por un momento y no quiso qe nada los separara a ambos. Un confesión en forma de susurro salió de los labios de él y pronto estuvieron los labios tratando de alcanzar todo aquello que pudieran devorar con besos y algún espontáneo roce de lengua.

Quedando las pieles de las espaldas al descubierto, las manos navegaron sin rumbo fijo por los cuales anhelados tanto tiempo. Una sensación de alivio y otra sin nombre que tan solo impulsaba a buscar mas se entremezclaban como los esporádico suspiros. Giraban y bailaban entre las rosas, siendo acariciados por los pétalos que se desprendían para ablandar un poco mas el camino que tomaban los cuerpos. Una veces se conquistaba una colina entre besos y algún involuntario mordisco, en otras una sonrisa pícara acompañaba a que un beso profundo como un bosque arrancara el aliento como quien bebe un trago de agua tras un largo tiempo sin beber. Las piernas entrelazadas se daban calor con roces continuos y las muestras de ternura se alternaban con las de profundo e inenarrable deseo

El silencio de la noche se quebró con una fina y aguda nota en cuanto los cuerpos se unieron. Suavemente hicieron de ese bello acto una demostración del mas profundo de los cariños, de los sentimientos que unos corazones palpitantes de vida estaban deseando expresar y a falta de palabras exactas recurrían a las mas tiernas acciones. La lentitud de los movimientos se contraponían a una lucha entre las lenguas, los dedos, algún que otro arañazo, la violencia y sensualidad de un gemido quizás demasiado alto. Se dominaban el uno al otro de una forma apasionada, candente, sensual ella, tierno él. Se buscaban, se cazaban y se volvían a buscar sin parar una danza lenta que se fue acelerando en cada roce de las pieles. Eran fuego en aquella noche de sinceras y directas acciones. Se susurraron palabras que conducían por los caminos de la provocación y eran producto del éxtasis, las emociones liberadas bajo lúbricas formas y gestos.

Las finas manos rozaban la espalda pálida, que se arqueaba y a continuación podía quedar cubierta en las hojas en lo que ella reclamaba otro territorio, el de su torso, como suyo. Sus movimientos dejaban ver la profundidad de sus ojos como dos grandes pozos que demandaban placeres y sensaciones. Los pinceles blancos dibujaban aquel lienzo, narraban la historia de su corazón en el cuerpo de ella y la boca besó aquel corazón, dando un sorpresivo mordisco de depredador, causando la sorpresa generalizada en aquel romántico lugar. Las miradas se encontraron junto a los labios cuando el frenesí los llevó a contactar con el mas intenso de los éxtasis. Aquella fuerte, intensa y perfecta sensación se apoderó y ascendieron a los cielos sin moverse de la tierra.

Con el mas tierno de los besos, dama y caballero volvieron a ser los mismos. Una sonrisa cubría los labios de ella y lo mismo ocurría en el rostro de ese hombre que tenía al producto de sus sueños entre sus brazos, feliz, completamente entregado a ese sentimiento de estar entero en esta vida, de no faltar nada. Las rosas fueron haciendo un lecho y tal como estaban se durmieron continuando aquello en el mundo de los sueños. 


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