viernes, 2 de noviembre de 2012

Consejo divino

En la tranquilidad de la noche, un extraño sueño asaltaba el descanso de un hombre entregado a la fe y el amor por Dios. No tenía nada mas especial que el hecho de tener un par de cicatrices en el rostro y otras tantas en el cuerpo producto de una vida anterior y muy diferente al recogimiento al que se vio inmerso tras las carnicerías de una guerra sin nombre en la que reyes y condestables explotaban y extendían el oprobio en su pueblo. A lo lejos un búho decía al mundo de su alrededor que aun era de noche y las alimañas se aventuraban en la noche con todo el riesgo de sus diminutos corazón llenando su ser, sabedores de que quizás no lleguen a traer el alimento a sus crías recién nacidas. La noche despejada deja ver las estrellas y la luna que se alza majestuosa en aquel entorno idílico, totalmente lleno de todo el colorido y lo salvaje de la naturaleza. Las aves rapaces y alguna otra criatura lanzaban aullidos, ladridos, rebuznos y todo tipo de sonidos que no supusieron final alguno de aquel extraño sueño que ese hombre de Dios estaba teniendo. 

Lo que le despertó fue un sonido, demasiado cercano y con una resonancia extraña que le hizo incorporarse y, como si aun se encontrara en aquello tiempos, llevar una mano hacia la espada que ya mucho tiempo atrás había tirado en señal de negación a la violencia y entrega a los divinos deberes. Aquel buen hombre, porque eso era, un buen hombre contempló aquella mano que había sido teñida en el rojo de la sangre árabe. Su mente regresó a aquellos tiempos por un momento pero con unas cuantas sacudidas de cabeza se centró. La avanzada edad de sus huesos y mente ya le jugaban alguna mala pasada. Sus cansados ojos miraron por el pequeño ventanuco que le permitía ver la luna y algo le hizo sonreír un poco. Recuerdos de un romance del pasado. El dolor se había esfumado hace mucho, producto de una fuerte convicción pero aun en aquellos días de su vida sentía la necesidad de decir todo lo que no había dicho a ese rostro moreno, de ojos oscuros  y vivos, llenos de una luz especial. 

Esta vez se escuchó el sonido de nuevo, como dos telas que se doblan siendo estas muy pesadas, como el abito que llevaba desde hacía muchos años. Ese sonido confirmaba que no era parte de su sueño y que en efecto eso era los que le despertó. Se agarró la cruz de madera que colgaba del cuello y miró una pequeña representación de cristo que él y cada uno de sus hermanos tenían en sus habitaciones por si necesitaban formular alguna oración de emergencia. la observó como si esperara que ese Cristo le confirmara que se acercaba una prueba de hasta que punto estaba dispuesto a actuar con toda la fe del corazón. Se santiguó, miró a las estrellas entregando una oración a Dios y otra a aquella persona que había dejado ese mundo sumido en la oscuridad tras su muerte. Con paso firme salió de su celda de descanso, de esas cuatro paredes con un camastro y la sempiterna figura del hijo de Dios para adentrarse en la oscuridad de los pasillos. 

El corazón le palpitaba con mucha fuerza y temía que se le fuera a salir del pecho en cualquier momento. Sus ojos escrutaban cada sombra, buscaban un indicio de otro sonido como los dos anteriores que había escuchado. Mantenía como podía su respiración tranquila hasta que sus oídos registraron de nuevo el sonido y algo que que caía con un eco sordo en toda la abadía. No se pudo encoger mas sobre si mismo pero descifró el origen de aquel sonido y con precaución se dirigió a donde se daban las misas comunitarias, donde se rezaba por muertos y vivos, donde se deseaba y se pedía a Dios todo tipo de obras y milagros que unas veces se cumplían y otras veces no. Poco a poco abrió la puerta y asomó la cabeza. Lo que vio era extraño en demasía para no dar una breve descripción. 

La sala estaba vacía. a excepción de un extraño personaje, de pie y ante las dos hileras de bancos en los que se sentaba la gente a rezar. En pie y derecho como un general aquel personaje tenía orientado el rostro hacia el cristo crucificado. Siguiendo su mirada ese hombre de Dios miró en la dirección del ser, al cual veía desde su lado derecho con toda una fila de bancos en medio y no pudo sentirse mas sobrecogido. Porque aquel cristo en su construcción miraba al cielo suplicando a su Padre y ahora le devolvía la mirada al extraño. Las piernas le flojearon por un momento y se tuvo que sujetar al dintel de la puerta que daba acceso a la sala. Con el pequeño resbalón la cruz de madera dio sobre la madera de al puerta y esto provocó un leve sonido que no paso desapercibido para el extraño ser, aunque no movió ni un músculo para girar el rostro en busca del origen. 

Ese cura solitario pensó rápidamente y decidió enfrentar el problema de cara. Se acercó lentamente a ese ser pasando entre los bancos pero un segundo elemento detuvo su paso cuando tuvo ante si toda al figura de aquel ser. El cuerpo de este ser estaba cubierto por una capa pero a los pies de este se escurría una especie de neblina que en su origen se tornaba homogéneamente de azul a negro para perderse y desaparecer entre los resquicios de las sombras. El anfitrión no salía de su asombro y se preguntó por la naturaleza de aquel fenómeno. No se pudo negar el valor de ese hombre al cargo de la santa sede cuando en vez de salir corriendo decidió acercarse y tratar de vislumbrar, con ayuda de al experiencia en combate, las intenciones de aquel ser en lo que sería la lectura de su rostro. 

No era el rostro mas agraciado que se pueda uno imaginar desde luego, La piel estaba dotada de una exagerada palidez, los pómulos ligeramente hundidos, cejas regulares, ni muy faltas ni sobradas de pelo, El cabello de la cabeza era largo, muy largo. Quien viera su rostro se preguntaría si padecería alguna enfermedad o es que esa era su naturaleza física de por sí. Pero lo sobrecogedor eran los ojos. Su expresión denotaba un dolor y una preocupación mas allá de lo imaginado. Desolado, aquel ser estaba sinceramente desolado o lleno al menos de una gran cantidad de dudas. El cura conocía esa expresión, aquellos bucles en los que la mente se cernía en espiral hacia un abismo de impotencia, dolor, tristeza, miedo y a veces ira y locura. Vio ese rostro reflejado en un espejo el día en que ella había... 

Recordó las palabras de un sabio que conoció en Ankara, cuando regresaba de la cruzada y trató de seguir su estrategia con un leve acercamiento. No perdía la vista de su rostro y las sombras que, como si fueran movidas por una inteligencia propia, se cernieron lentamente sobre sus pies, como serpientes que van a devorar a su presa. el pánico se hizo en su rostro pero mantuvo la tranquilidad. No era ni frío ni calor lo que desprendían esas sombras pero lo que fuera, dejaba una sensación extraña, ni agradable ni desagradable pero que evocaba muchos pensamientos del pasado en la mente de aquel hombre. Sin dejar de mirarlo se acercó al ser que finalmente lo observó con esa expresión llena de dudas y consternación. El cura tomó sus manos y quizás la fuerza divina u otro tipo de fuerza le inspiro, lleno su alma de afecto, de ansias de ayudar y sencillamente permitió que las palabras de consuelo salieran de su boca. 

-Hijo, no debes estar triste por aquello que te aflige. La lucha es algo constante entre los hombres, ya sea por un territorio o una compensación efímera.- Tendió sus manos en gesto de que el hiciera lo mismo. Con algo parecido a una lenta reflexión finalmente aquel demonio, ángel o ser atormentado accedió. Tomó las manos de aquel ser apretándolas para infundir algo mas de firmeza a sus palabras. -Que es lo que te aflige hijo mio?

El ser lo observó largo rato. Pensando que sería mudo, que quizás fuera extranjero y no comprendiera su idioma el cura sencillamente esperó a que el ser hablara pues en su forma de expresión corporal había dado a entender su predisposición a ayudarle. Pasó casi el minuto entre miradas al cura y al cristo que los miraba, como si intercambiara comentarios con él. Aquello fue de cierto alivio dado que si mantenía una comunicación con el Señor supondría que algo así solo está reservado para la gente de buen corazón o que al menos sabe escuchar. Finalmente la voz de aquel se hizo oír. Era un cúmulo de tonos que extrañaban y desconcertaban. Unas veces hablaba de forma grave y otras veces con tonos algo mas agudos. 

- Una dama tiene mi pensamientos, el poder y la fuerza de crear y destruir lo que es mi mundo. Un mundo hecho para ella donde ella pueda sonreír y en cada gesto suyo se crea una historia, un poema. Mi origen me hace imaginar mil cosas que alegren su vida, su alma, que me ayuden a ser fiel a la causa de su felicidad. Mi fidelidad en ello es absoluta pero mi humanidad me lleva por caminos, me seduce en actos que a veces temo que la puedan apartar de mi... usted ha vivido algo parecido padre...-dijo en un tono extrañamente gutural aquel ser.- Un siervo de la causa que usted defendió en su juventud busca consejo para seguir el correcto camino. 

El hombre no salía de su asombro. Aquel detalle muy poca gente lo conocía y de seguro estarían muy obnubilados, confusos y temerosos para confiar cualquier información a ese ser que tomaba sus manos con extraña delicadeza, como conteniéndose en la fuerza que pudiera usar. pensó por un momento en que el mismo Señor que todo lo ve le pudiera confiar esa información pero aquel camino de pensamiento era sencillamente imposible de corroborar en esa vida antes de pasar el umbral de la muerte. No se pudo permitir mas distracción y con tranquilidad y paternalidad en la voz dijo. 

-Hijo, si tu corazón de verdad late por cada respiración de ella, de esa mujer a la que veneras por encima de todas las mujeres. Si tu única religión es su felicidad, su bondad, la luz del conocimiento y la salvación es su sonrisa, agárrate a la fe de su persona. Cree cada día en hacerla feliz sin importar los peligros o desgracias que acechen. Veo en ti la humildad del hombre que sabe labrar las palabras para extender el bien. Veo el temor al mal, un mal presente en todos nosotros y en ti también. Temes que ese mal te la arrebate pero si tienes fe y tu alma se entrega libre y recta a los caminos de su felicidad, no habrás de temer nada pues será quizás Dios el que decida separaros. Piensa en los días en que la verás, que hablarás con ella, que serás rico sin tener dinero y pobre con su ausencia rodeado de riquezas. Este mundo oscuro está lleno de peligros pero si muestras tu alma sin temor, ni toda la astucia de satanás servirá para atraparte y encarcelarte en el infierno eterno. 

Una fenómeno extraño se dio en aquel rostro. Los ojos cambiaron a un tono azulado con vetas moradas para finalmente volverse del color original. El dolor, la apatía y sobretodo el miedo habían desaparecido para dejar paso a los ojos de un hombre sencillo pero que lejos de cualquier vanidad, envidia, ira, celos o lo que fuere mostraban lo radiante de aquel sentimiento solo comparable en grandeza al amor de los ojos que una madre derrama en su hijo recién nacido, al descubrimiento de ese sentimiento mas que puro entre dos amantes. El acto final de aquella obra fue una palabra sincera, con emoción contenida de aquel ser. 

-Gracias...-esta vez fue casi un susurro tembloroso. 

Con asombro de aquel hombre la oscuridad a su alrededor se comenzó a disipar y los tonos opalinos de dos grandes alas fueron lanzados en todas direcciones. Los ojos del cura no salían de su asombro cuando en un gesto de emprender el vuelo el cuerpo del hombre alado se proyectó hacia un pequeño rosetón, desapareciendo en un espectáculo de color de apenas uno segundos, sumiendo el lugar en tinieblas. Una vez la vista se hubo acostumbrado el cura buscó el rostro del Cristo. De nuevo estaba mirando suplicando a los cielos. El cura se quedó sentado en uno de los bancos unos instantes reflexionando todo lo que había sucedido. Cundo se hubo recompuesto de aquel asombro miró de nuevo al rosetón y la sorpresa final de la noche se produjo. 

El pantocrator que suponía el núcleo escénico del rosetón estaba cambiado. Bajo la figura de Cristo bendiciendo al mundo entero, se adivinaba una nueva escena, extraña cuanto mas de un hombre santo tomando las manos en actitud consoladora de un ser envuelto por una mitad en sombras y por la otra en una luz esperanzadora donde se mezclaban todo tipo de colores formando a espaldas de ambos personajes una rosa multicolor. 


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