martes, 27 de noviembre de 2012

El maestro cuentacuentos.

En medio de un bosque de gran frondosidad, lleno de esa vida tan característica de tales lugares, unos caminaban por una linde que poco a poco fueron sobrepasando para llegar hasta lo profundo del bosque. No había otra cosa que no fuera emoción en sus rostros, los cuales mostraban el ansia por la aventura del tipo que fuera y estuviera dentro del abanico de cosas que un niño pudiera desear. El sentimiento de grupo los mantenía juntos en lo que el camino era recorrido metro a metro, dejando entrever nuevos secretos y formas por cada árbol que dejaban atrás. El tiempo era excelente: la luz del sol se colaba entre las ramas dejando una cálida caricia en el manto verde que se encontraba por encima de las cabezas de los pequeños aventureros. Entre niños y niñas eran un buen número que no es importante precisar y aun así eran buenos y obedientes y parecieran ser la mitad de los que realmente eran. no faltaban los emprendedores, los pioneros y los aventureros, los exploradores y los que se quedaban rezagados porque le tomaron especial cariño a una rama particularmente larga o un matorral especialmente florido de cuyas flores hacer una bonita corona de reina de los elfos.

Pero para eso tenían a su cuidador. Este cuidador era extraño entre los suyos pero por lo visto querido entre los pequeños. Se lo solía ver rodeado de plantas y muchos conocimientos que no le importaba compartir con habituales y extraños del lugar, viajeros, otros aventureros que antes fueron niños o bien sencillamente a quien tenga a bien de escucharlo. No era un hombre de grandes ambiciones y se desvivía por mantener limpio todo ese gran bosque que llegaba hasta donde alcanzaba la vista. Para el era suficiente con tener algo de las plantas que le permitieran comer y poco mas. Lejos de parecer un vagabundo se lo veía ataviado acorde a su tiempo y a un estatus ni alto ni bajo, aunque se diferenciaba de los feligreses de las tabernas cercanas en todos los papeles que portaba siempre o trataba de comprimir en pequeños cuadernos de notas. Naturalista decían que era y otros un tipo extraño que se quedaba tonto escuchando el viento o los grillos. Aquel hombre irradiaba felicidad cuando todo lo relativo a los campos que manejaba salía a la luz y se metía de lleno en la conversación, algo poco frecuente dado que los intereses de la mayoría eran otros. 

Y escribía. O al menos tenía una gran capacidad de sacar historias de lo mas increíbles que parecía vivir dentro de sus propias carnes cuando las contaba a la luz de una hoguera. Y ese día el bosque parecía ofrecer mil detalles para elaborar grandes historias y detalles sobre lo que realmente sucedía delante de los ojos ciegos de los adultos. Aquellas historias mas de una vez habían sido escuchadas por las madres de los niños que ahora le acompañaban y siempre habían visto en él un dejo de melancolía. Los rumores hablaban de un amor perdido, de una dama muerta a causa de una desgracia, de un corazón roto que con el pesar mas intenso se afanaba en seguir latiendo aunque fuera llenándose del amor a la naturaleza. Mas de una ama de casa generosa le había tratado de sacar alguna información pero él sencillamente miraba al cielo estrellado, dejaba salir un suspiro, le sonreía a la dama y dejaba la casa con un quedo ´´la cena muy buena señora, gracias´´

Pero volviendo a ese momento de la historia, el atardecer se hacía presente en el horizonte de un alto risco por el que los niños pasaban con la debida precaución. Serpenteando, se encontraba un camino que llegaba hasta un claro que aun a buena altura les permitía ver el atardecer. El cuidador (o en este caso maestro o profesor), generalmente callado con otras personas mas adultas y quizás mas sabias, no dejaba de dar pequeños datos como que tipo de seta tenían a medio metro frente a sus narices o si lo que oían era una upupa epops (abubilla) o una carraca (ambos del mismo orden). A menudo no era necesario sacar provisiones de los almacenes de las casas pues el bosque les proveía de todo aquello que necesitaban. Desde setas convenientemente conocidas y cocinadas hasta lo que pudiera comerse y no resultara muy desagradable. A medida que avanzaban decía que árboles estaban en mejor estado y cuales serían aptos para ser cortados o cuales eran muy jóvenes, algo no siempre apreciable con el ojo. Muchos pájaros que pasaban desapercibidos no escapaban al dedo aleccionador de ese hombre.

Por el camino encontraron muchas cosas pero momentos después la noche les impidió apreciar toda la magnificencia del bosque. Los niños cenaron tranquilamente muchas plantas que aunque de sabor extraño les llenaron la barriga rápidamente. La cocina no era el fuerte de aquel hombre pero ciertamente se esmeraba a la hora de dejarlos bien alimentados y con energías suficientes para despertar al día siguiente y seguir el camino.

-Mirad chicos. o mas bien escuchad lo que la naturaleza nos regala. Un búho cuenta su vida. No. Nos está contando una historia sobre sabios que debaten los orígenes de la vida.- Y con eso comenzó a narrar- Dos sabios se peleaban mucho ya que cada uno tenía la respuesta al origen de la vida pero diferente a la de su compañero...- Así estuvo minutos y minutos comentando los argumentos que cada sabio, entre caras extrañas y acentos exóticos, causando las risas de los niños, exponía acerca del origen de la vida según el testimonio del búho.- y todas las tonterías que decían se ceñía a que para uno la vida surgió del agua y para otros de cosas mas pequeñas que el mas pequeño de los insectos. ¿Que opinan ustedes, buenos caballeros y bellas señoritas?

Los niños se quedaron pensando. Aquello le gustaba a ese instructor. Contarles cosas que vayan mas allá del arado y de los animales de granja. Seguramente muchos de ellos estarían pensando en como sería el mas pequeño de los insectos o hasta que punto podría cambiar lo material. Quizás estuvieran pensando en como cambiar a su hermana por alguna buena cosecha de la temporada o en como cambiar la col de bruselas en muchas cosas dulces. y sin duda vinieron los torrentes de descabellados y fantásticos argumentos, ideas simples, no defendidas apenas de como había llegado la vida hasta los niveles que hoy en día tenía. Esto causaba una gran sonrisa en aquel hombre sencillo. De todos los niños unos estaba callado, como esperando a que todos callaran. Pero dado que no había quien callara entre tanto ajetreo y descabelladas ideas dijo

-Puede que venga de cosas muy pequeñas que estaba sobre el agua señor.- Dijo con toda sencillez y los demás se quedaron callados esperando la respuesta de su profesor, maestro y cuentacuentos. Este sonrió y asintió levemente. A continuación mostró su mano totalmente vacía, la cerró y al abrirla en la palma tenía una especie de colgante con una cabeza de búho que portaba por otro dos pequeños cristales verdes. Con gran ceremonia se lo puso al chico y esa cabeza quedó colgando cerca de su corazón. Los demás no salían de su asombro al ver el truco de magia y lo bonito de aquel detalle de cara a su pensativo amigo. No era la primera vez que tales detalles caían en manos de los niños y tales actos repetían una y otra vez el gesto de asombro de os niños. El cuentacuentos era también un mago.- Nunca esperé que yo fuera a...- pero antes de cualquier madura afirmación se lanzó a los brazos del mago y lo abrazó con fuerza.

Muchos de los niños tenían su colgante para unos, amuleto para otros u ofrenda para otros mas ambiciosos. Había un burro, símbolo de fuerza. Una ardilla, símbolo de su gran habilidad para trepar árboles. Había un halcón peregrino de ojos amarillentos hecho en una madera muy ligera que simbolizaba una gran vista para ese niño que podía ver los peces a altas profundidades. había una grulla para el que podía pescar sin caña con una facilidad que asombraría al mas experto pescador de caña. Muchos regalos daba el mago, el cuentacuentos, el profesor, maestro e instructor. Generalmente a ello seguía una conversación con los padres y les decía cosas que pocas veces pillaba desprevenidos a estos. Hablaba de la inteligencia, de la sagacidad, de la fuerza, de los dones cualesquiera que fueran de los niños y aportaba consejos y conocimientos, escuelas y lugares en donde podrían sacar un gran provecho. Y salieron de ese pueblo grandes científicos, médicos, biólogos, escultores, pintores, escritores, imitadores de animales, exploradores, nadadores, pescadores, gente de negocios, soldados, generales. Todos ellos unidos por un amuleto, una enseña única que guardaban como un tesoro.

Tras las felicitaciones habituales los niños se fueron a dormir. El cuentacuentos se quedó como siempre haciendo guardia. Nunca sobrevenía ningún peligro pero era una costumbre suya quedarse despierto en las noches para saber mas sobre el bosque y reunir detalles e historias. Los niños no tardaron en quedarse dormidos y el profesor en dedicarse a dar pequeños paseos alrededor del campamento observando que todos estuvieran bien, los que necesitaban poso de peluche con su oso de peluche y los que necesitaban demostrar su fuerza cerca de un roble para alimentarse de este. Una sonrisa surcó sus labios y pronto se borró cuando vio que una de las camas estaba vacía. Miró a todas partes, vio las pisadas y las siguió seguido de un zorro que se unió a la búsqueda. Los pájaros señalaron el camino entre vuelos rápidos y no lejos, a la orilla de un lago, la niña perdida fue descubierta. La Luna había salido en su plenitud y en aquella orilla a una prudente distancia la niña bailaba.

Aquella niña era la mas reciente y a la vez antigua miembro del grupo. Siempre sonreía y estaba dispuesta a ayudar a quien fuera. Tenía la habilidad particular de causar fascinación en sus compañeros que a su manera demostraban el afecto que sentían por ella. unos de una forma mas sutil que otros. Pero nunca aquel hombre la había visto hacer algo especial. ya que todo lo especial lo hacía con una normalidad pasmosa. Tantas cosas se le podría regalar y ninguna la definiría completamente. Su cabello negro y liso era de una suavidad exquisita y hasta muchas personas adultas la miraban con cierta envidia cuando pasaba por delante ondeando su largo cabello frente a sus ojos. Otras veces despertaba la admiración de sus iguales por la bondad que desprendía en los casos mas extremos donde hasta el propio profesor habría perdido los estribos. Incluso los árboles desprendían un aroma particular cuando ella pasaba cerca de ellos, dato que no revelaba a nadie pues había fuerzas oscuras que siempre acechaban.

La observó largo tiempo, con la admiración en los ojos por la forma en la que se movía. El zorro y los pájaros dejaron de hacer sus actividades, e incluso un par de lobos y otro mucho mas grande que los demás observaba a la niña bailando con total alegría, entregada a la música del bosque que este interpretaba para ella. Muchos pájaros en las ramas piaban aun no siendo la noche su horario de trabajo y los búhos dejaban a los roedores posarse bajo las ramas que ellos ocupaban para ver mejor el espectáculo que ofrecía. la única persona con aparente raciocinio era el cuentacuentos, que no salía de su asombro a pesar de su amplio repertorio de trucos, ilusiones y hechizos en toda su definición. El zorro que lo ayudó a buscar al aniña le dio un tirón a sus holgados pantalones marrón tierra y señaló el suelo que rodeaba a la niña. De la tierra crecían las flores ahí por donde se posaban los pies de la niña, dejaban crecer los tallos y abrirse los abanicos de colores mas brillantes que haya podido contemplar ojo humano alguno sin quedar cegado o loco. Y tan pronto como todo pareció comenzar, terminó cuando la niña tras un elegante giro se dio la vuelta y vio al cuentacuentos. Sus ojos se clavaron en los de él y este sencillamente no dijo ni hizo nada por un instante. A continuación el sonrojo se hizo presente en las mejillas tiernas y suaves de la niña y este cuentacuentos aplaudió.

No se demoró mas y acercándose con grandes y amplios pasos se arrodilló quedando frente por frente con esa bailarina excelente y tan habilidosa. Una de sus manos se posó en el corazón de ella y de la palma de la mano surgió una luz brillante que iluminó todo el área que los rodeaba. Poco a poco una tierras de luz fueron saliendo por dos lados y ascendiendo, rodeando el cuello de la niña que no salía en si de asombro. Una música hecha de notas del mas fino cristal ocultaba cualquier otro sonido, opacando con sutileza y fluidez cualquier otra tonalidad que no fuera la de esa sinfonía de ángeles cantando a coro por el gran momento que se estaba llevando a cabo. Tras lo que pareció una eternidad concentrada en un segundo el cuentacuentos retiró las manos y la niña vio su regalo.

Entre sus manos, colgando de su cuello, se encontraba una rosa azul sostenida por dos pájaros de oro. Debajo de esta rosa se encontraba una segunda rosa a modo de detalle secundario que era eclipsado por la primera. Con el silencio de por medio y las notas aun deshaciéndose en la lejanía, allá hasta donde pudieran alcanzar, el cuentacuentos al fin puso hablar tras haber controlado todo el torrente de emociones y palabras que se le habían formado tras aquel primer espectáculo de danza y magia.

-Tu destino es ser la Musa de poetas, pintores, escritores y bribones. Tu destino es llegar a hacer las grandes cosas que siempre haces con solo sonreír. Eres la rosa de la inspiración que crece poco a poco en el alma y el corazón de aquel que te contempla y se lanza a la aventura de conocerte. Eres la caricia y el abrazo maternal de una niña que protege y es protegida por los vientos, escuchada por los bosques, respetada por los lobos y zorros. Tu destino es hacer feliz a la gente, ser un escudo ante la tormenta de las desgracias sostenido por la amistad mas fuerte que puedan crear las personas entre si, la mayoría muy diferentes de ti.

Sin mas que decir (o sin mas que poder decir sin echarse a llorar de la emoción), el hombre se puso en pie y acompaño a la niña, que se encontraba feliz de su nuevo amuleto y haber recibido una descripción tan detalla y a la vez enigmática de su futuro a su cama. Entre las mantas los niños descansaron felices, custodiados por sombras y sutiles sonrisas, algún murmullo y quien sabe que placeres recurrentes en aquellos parajes. El cuentacuentos escuchó cada sonido con atención, sabedor de que muchos eran peligros pero por esos niños habría de dar la vida.

Y por la niña el alma.



4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Grcias querida Fon, tu sinceridad me ha hecho sonreír tanto como cuando escribía el final.

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  2. La verdad es que es un realto muy mágico. Me encantan los cuentacuentos, siempre me resultaron fascinantes como la niña de tu historia!!

    me ha gustado mucho
    :DD

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    1. Gracias querida Esteer, siempre pretendo reflejar personajes o historias que desprendan magia desde la humildad y lo sencillo de al vida o lo complejos de la naturaleza.

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