viernes, 27 de abril de 2012

El caballero de la Rosa azul



Los fríos aguijones de las flechas impactaban sin misericordia contra los aboyados escudos de aquellos que daban la vida por el motivo mas bello de vivir: seguir viviendo. Unos gritos salvajes se abrían paso desesperados en unas gargantas casi secas y corroídas por el esfuerzo de hacerse oír entre el clamor y el rugido de los aceros chocando y el viento gimiendo excitado, arrastrando el ferroso aroma de la sangre y el calor que poco a poco perdían los cuerpos de los caídos. La hierba bicolor no llegaba ni a las rodillas pero era de una gran densidad y antes de la batalla ya había sido arrasada para poder transitar las tropas mejor pertrechadas con mayor facilidad mas ahora la dificultad radicaba en pasar por encima de los compañeros y valerosos enemigos caídos en batalla, no tropezarse para dar al rival la ventaja de cortar la carne en beso acerado con un silbido previo que fuera última nota, fúnebre suspiro y aviso de una muerte rápida. Toda una vorágine de sonidos se creaba a lo largo de aquel escenario de baile a cielo abierto en el que los improperios y los juramentos se lanzaban al unísonos. Los pocos hombres de rango alto se esforzaban en medio de sus respectivas escoltas en dar órdenes que permitieran mantener un plan caótico de ataque o defensa. Las flechas pasaban como la misma sombra de la muerte al lado de algún afortunado que poco después caía por alguna otra razón. Los espasmos no duraban mucho hasta que la pálida dama se aferraba con brazos blancos y labios fríos al alma de aquel que había caído en combate.


Casi rozando su oreja de unas formas algo extrañas, una flecha se fue a clavar a los pies del aliado de una excelsa criatura. Su fino cuerpo estaba compuesto de una gracia y elegancia que no permitía ninguna duda sobre aquellos orígenes silvanos. Blandiendo aquel sable hizo una seña a todos aquellos rezagados para que se unieran a una brutal carga frontal en la que ella no participaría pues la inteligencia le dictaba cada paso a dar en aquel baile de sangre y muerte. Los finos labios se encontraban curvados en aquella astuta sonrisa que podría envolver en deseo a cada uno de todos los que rodeaban su cuerpo, ya fuere protegiéndola en la batalla o deseándola en algún lecho testigo de inenarrables momentos. En sus ropajes se distinguía aquella ligereza con la que se movía, una libertad absoluta que brindaba la visión de una danza en aquella ocasión tan especial en que las flechas llovían y los gritos de muerte se sucedían ahí por donde uno afinara el oído. Unos cuantos bárbaros de las montañas bajaban por la ladera y eran interceptados por una gran carga de la mas digna caballería en la que se encontraban reyes y marqueses, quizás algún noble mas de alta cuna o quizás algún templario que tuviera buena y afamada procedencia. En nombre de mil dioses se gritaban plegarias antes de dar alguna estocada entre las que se podría adivinar una quemadura por parte de manos ajenas a aquellos rezos. Y aquella delgada figura de ojos cambiantes pero principalmente azules se movía como un rayo repartiendo muerte por donde pasara. Los pequeños detalles en la lucha eran esenciales para admirar aquella belleza, la temible forma y sobrecogedora hazaña que suponía contemplar mas de dos segundos a aquella figura antes de ser herido o muerto por ella. 


Un grito en lo alto, por encima de todo aquel mar de cabezas que se debatían en cruel batalla. Aquellos ojos miraron al cielo y se encontraron por unos momentos con unos ojos tristes, llenos a un mismo tiempo de una ira y rabias notables. Amenazaban con llover lágrimas sobre los campos manchados en sangre pero eran lágrimas de la emoción de la batalla. Las alas de la criatura alada se mantenían totalmente extendidas en un planeo que quizás auguraba el aterrizaje de una segunda figura débil de cuerpo pero desquiciada de mente que se metió de pleno en el clamor de la batalla. En un rápido movimiento dos grandes hojas de gran ligereza se encontraban en sus manos girando como las baquetas de un tamborilero de batalla pero en vez de música estas repartían una muerte pronta que saciaba la sed de sangre de sus armas. El resto de la división aérea, desde lo alto y manteniendo el resguardo en sus monturas aladas, se afanaban con arcos y flechas en repartir la muerte desde los cielos. Hasta que sufrieron la distracción que suponía enfrentarse a un dragón de negras escamas y negro fuego que salía desde aquellas fauces profundas como el mismísimo infierno que suponía a los héroes caer en el olvido. Unos ojos tristes por la caída de sus aliados alados se volvieron al cielo hasta que se centró de nuevo. La armadura que portaba aquel llegado de los cielos estaba bastante abollada y no tenía detalle que lo identificara a excepción de una rosa azul en el pecho, la cual tendría que atravesar de muchas formas inimaginables para darle la justa muerte si querían parar a aquel que se debatía con garras y palabras. Las consignas no paraban de salir de su garganta en una especie de emoción contenida. Se sentía pletórico en aquella batalla mientras la sangre poco a poco iba derramándose a su paso. Sentía la energía recorrerlo de parte a parte del cuerpo. 


Vio a aquella criatura blandiendo aquella extraña espada que quemaba de forma inevitable cuando se la tocaba por accidente. Se cruzaron sus miradas por un breve segundo sin dejar de repartir muerte a sus alrededores.  Un rugido hizo ver que el dragón estaba encontrando dificultades pero se mostraba victorioso al aniquilar a casi todo aquel batallón alado que antes tantos problemas le estaban dando. Supo que era el momento y entonces corrió hasta las puertas del castillo en cuyos pies se estaba desenvolviendo la batalla. Miró al frente, a la fachada de aquella imponente edificación que había sido modificada tantas veces en detrimento de emociones, sentimientos, ideas, pensamientos, imaginaciones o fantasías de niño pequeño y asustado o valiente y formidable adulto. Aquel edificio estaba tan cambiando como un joven que se marcha a una guerra y vuelve años después siendo un anciano de pocos años. Solo que el cambio se había invertido completamente y las blancas paredes estaba decoradas con cuadros que en un interior bien iluminado no dejaba ver mas de un palmo de sustento de mármol. En el exterior se apreciaban miles de estatuas de detalles hechos de mil materiales distintos. Miró a todas aquellas criaturas de leyenda que con pétreo rostro parecían atestiguar de forma impasible aquella revuelta. Aquel hombre de armadura pobre pero nobles intenciones alzó las manos. De sus dedos parecieron salir finas hebras que no asemejaban a nada solido liquido o gaseoso. Estas se alzaron a los cielos, reptaron por un momento a través de los muertes y se colaron por las ventanas, envolvieron los cuellos, las garras, alas, rostros y todas las parte del cuerpo de aquellos que tomaban parte de forma tan pasiva en la batalla. Los pequeños detalles de cada figura y estatua fueron tomando color y viveza. Poco a poco estas, por arte de una magia increíble fueron tomando mas dinamismo y las gárgolas, con su habitual impulsividad, saltaron las primeras desde sus puestos de vigilia para caer sobre los enemigos. Unas cuantas serpientes reptaron y clavaron colmillos venosos y abrazaron mortalmente a unos cuantos saboteadores de las murallas. Aquella escena era era digna de epopeya pero no sería reflejada en historia alguna como tantos otros versos. 


De una de las torres, un durmiente dragón de tierras de Oriente se desenroscó y contempló con todo el honor de un general en aquellos antiguo y gloriosos tiempos a aquel enemigo alado al que daría fiera batalla hasta derrotarlo o bien dejaría maltrecho si caía antes. Con un vuelo serpenteante se acercó rápidamente a su rival y le presentó una gran batalla. los mordiscos y las llamaradas de fuego negro se encontraban constante. Los choques de las escamas mas duras que cualquier metal hacía parecer que las tormentas mas violentas de la temporada fueran a estallar sobre las cabezas de aquellos humanos y otras tantas criaturas. Una manada de lobos de obsidiana se dedicaban a cargar contra unos cuantos temerosos escuderos a los que redujeron a unas pocas tiras de carne en cuestión de minutos antes de lanzarse contra el tren de provisiones y un par de hombres santos que predicaban una doctrina errónea. Un aullido metálico indicaba la conquista de una colina cercana en la que los arqueros elfos se apostaron para sembrar de muerte la siguiente colina, y así sucesivamente. Aquellas flechas parecían estar dirigidas no solo por la parábola que usaban los arqueros sino que hacían un recorrido curioso, realmente extraño, como si estos tuvieran la voluntad de la propia flecha y decidieran donde habrían de clavarse. Los excelentes generales y los rudos guerreros de las montañas del norte, con su baja estatura también saltaron y fueron fieles representaciones en metales preciosos de los originales cuando saltaron de sus puestos en lo alto de una torre dedicada a la fundición. Una lástima que los originales se perdieran tan magna batalla pero de seguro estarían creando alguna excelente obra maestra de la orfebrería o la armamentística. 


De unos postes horizontales, sustento de cientos, miles de criaturas de la noche, estas se descolgaron para saciar una sed que alimentaras su férreas garganta de estaño. Sus ojos de rubí eran lo último que miraban los condenados a aquellos colmillos de oro cuando estos se clavaban en las gargantas. Los elegantes hematófagos, tanto los varones como las estilizadas y seductoras hembras, saciaban aquella sed eterna de un néctar que para ellos era fuente de luminosa seducción y eterna vida y para otros un esperpento y una asquerosidad. Aquel caballero de la rosa compartía la primera de las visiones pero ya se saciaría en otro momento pues había que continuar con la invocación. Mas de una caricia de piedra le dedicaron las dríadas y mas de una cálida pincelada a su rostro le obsequiaron las náyades de los ríos de agua que fluían desde los escapes de la misma en cada esquina de aquellas altas torres que se veía amenazadas por al humedad constantemente. Aquella batalla ya lo tenía todo y debía de ser ganada costara lo que costase. Un grito de alerta hizo que aquella invocación tan larga se frenara en seco y un enano del norte señaló en al dirección en la que unas cuantas catapultas, armatostes de gran poder destructivo empezaban a tensar los mecanismos para hacer trizas aquella bella edificación. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Frenó en seco y girándose sobre si mismo invocó a la luna y el sol,, al viento y la tormenta en un cántico que no estaba hecho ni con su propia voz ni con su idioma natal. 


De los cielos unas luces cayeron como aquellas hebras que salían momentos antes de sus dedos para poco a poco envolverlo y proporcionarle, tras todo un espectáculo de luces danzantes, una alas que reflejaban cada uno de los detalles de la batalla sin que tuviera que afinarse mucho la vista. Aquellas alas espejo reflejaban una segunda realidad demasiado parecida a la de la batalla. Con una sonrisa de superioridad que era mas propia de un arrogante dios que de un humilde caballero pero a la vez con la fiera determinación de dar la vida en la batalla, aquel ser alado remontó el vuelo y comenzó a volar de forma muy rápida alrededor del castillo, aparentemente sin un rumbo fijo. Los enemigos, desconcertados, se maravillaron ante el espectáculo mientras las catapultas comenzaban los primeros disparos. Un efecto asombroso se producía cuando las rocas se acercaban. Estas parecían ser absorbidas por esos grandes espejos que aleteaban y eran al momento devueltas contra quien las lanzaba como si finalizaran en un sentido inverso la parábola que describían momentos antes. La destrucción y el poder se volvió en contra de los invasores que pronto dejaron de disparar al ver que era inútil tales esfuerzos. Volviendo a una reflejo exquisitamente pulido las alas comenzaron a tomar un contraataque aéreo y se cernió sobre los asediadores aquel hombre al que le decían buen amigo, amante y otras veces, basura o escoria. Con una sonrisa comenzaron a llover las plumas del mas afilado acero barriendo una carga de caballería que se cernía sobre aquella elfa con la espada que quemaba. Un grito de alegría salió de aquello silenciosos labios. Que gran sensación era volar, ser temido y admirado, deseado y odiado. Mas plumas comenzaron a caer sembrando el pánico entre aquellos bravos enemigos que venían de oscuros parajes y fue a socorrer a su escamoso y oriental amigo guardián de la torre de la sabiduría ancestral. 


En ese momento cielo y tierra rugieron, heridos de una muerte pronta a la par que dos grandes manos surgían del cielo mas alto y las entrañas mas profundas de la tierra en la que se fueron perfilando grandes ojos y poco a poco los titanes chocaron con la fuerza de los aludes y las tormentas mas violentas, con sus rayos y truenos. Truenos. Eso le hizo pensar en ella y rápidamente emprendió el vuelo a sus espaldas una gran dragón caía al suelo entre llamaradas y mordiscos dejando una lluvia de huesos humeantes que aplastaron a muchos combatientes aliados y enemigos. Los terribles tumultos y la visión de los titanes hizo que los ejércitos se desintegraran al momento temerosos de la ira de muchos dioses en los que creían las diversas etnias de combatientes. Las alas no dieron mas de sí hasta que pronto alcanzó aquel balcón desposeído de las sílfides que se habían unido a defender aquel lugar de romanticismo y pasión. Aquel hombre con alas de ópalo negro abrió las ventanas para cerrarlas al momento y que los sonidos de la batalla no asustaran a la criatura que en ese momento comenzaba a despertar. Desde aquellos ventanales pudo ver una sombra que se movía rápido. Admirable destreza la de aquella dama de nombre tan curioso que había conocido por arte de la recién incorporada en la cama, a la cual se acercó dejando caer la pesada armadura para quedar en sencillas ropas. Se tendió ligeramente en la cama y miró aquellos grandes ojos, profundos en los que no podía por menos que confiar alma y pensamientos cada vez que estos le torturaban en exceso. Aquellos ojos por los que sentía una bella mezcla entre fascinación y ternura junto a otras tantas emociones. 
Justamente en aquellos ojos había un interrogante y una pequeña nota de temor ante el sonido de los truenos. No dudó en envolverla en sus alas y aislarla de ese mundo tan malvado, de protegerla de todo aquello que la pudiera dañar. Suavemente le fue recorriendo cada pequeños fragmento de aquel oscuro y largo cabello, haciendo notar su presencia con susurros e historias reales que ahora mismo estaban sucediendo ahí fuera. 


Poco a poco ella se quedó dormida entre sus brazos, murmurando pequeños retazos de aquella mente, de sus pensamientos con los que conocer a la poseedora de aquel titulo que muchas envidiaban y solo ella tenía sin ser reina o emperatriz. Lentamente fue envolviendo con mas seguridad el cuerpo de la tierna, dulce, cálida Musa para caer junto a ella en un mundo de sueños maravillosos en los que bailar, en los que crear y en los que vivir tranquilos por siempre hasta la llegada del segundo amanecer. 


sábado, 21 de abril de 2012

Los bailes

El viento aullaba como una bestia herida en lo mas profundo del bosque, cuyas copas de los árboles, al igual que la melena verde de la hierba mas fresca se agitaban, produciendo un continuo lamento que la lluvia aumentaba con el repiqueteo constante provocando el redoble masivo de una naturaleza furibunda en la que el sol no tenía importancia alguna, había sido desterrado a lo mas profundo de las tinieblas para quizás no volver en mucho tiempo. Pero no todo era motivo de tristeza: la hierba y todas las plantas crecerían en poco tiempo mas brillantes que nunca, dignas de enfrentarse a la imbatible sonrisa de la Flor mas bella de aquel lugar. Los mejores perfumes estarían en toda la extensión de ese futuro bello paraje en unas pocas horas cuando el olor de aquel ferroso y carmesí líquido fuera diluido entre todas las agradables esencias de la madre naturaleza. Pero aun faltaba tiempo para que la gloria constante y mas acostumbrada por aquellos lares se hiciera presente. Los animales salvajes estaban refugiados en sus madrigueras y guaridas, temerosos o espectantes de lo que en esa noche oscura sucedía. No era habitual que de pronto las nubes cubrieran el cielo e incluso algunas madres en esos lugares entre los árboles de los bosques, trataban de tranquilizar unos miedos ancestrales con el abrazo continuo a sus hijos. Como testigo de lo que hacía diferente a esa noche se encontraba de nuevo la luna, siempre llena en la oscura noche y ansiosa por recibir un tributo de sangre.


Unos ojos se mostraban desquiciados por el odio mas abismal y una rabia enervante que le estaba devorando por dentro. Las manos crispadas sostenían el instrumento que habían antes sido pincel por un lienzo odiado, pintado con los tonos del odio y la venganza mas cruel. Aquel bastardo se había acercado a ella demasiado y no quería ver aquella expresión de nuevo en su bello rostro donde la tristeza y la pesadumbre estaban presentes como máximo significado de su estado de ánimo. Lo miró con odio, con rabia, con desquiciada locura en un abanico de emociones que hacía tiempo que no sentía. Ya el sencillo sonido de su voz y la reticencia a ser contadas las cosas habían sido mas que suficientes para que ese ser atormentado y que en ese momento se encontraba en uno de sus estados mas delicados de salud mental. Contempló esa obra de arte que se retorcía vagamente en medio de los últimos estertores de vida, los cuales se afanaba el pintor en mantener aun activos. Se inclinó sobre aquel desperdicio humano y se sentó sobre su vientre ignorando los quejidos que exponía su lienzo. Dejó la afilada daga clavada en el hombro de ese miserable para mirar los ojos que parecían estar desencajados por la desagradable sensación que produce un objeto punzante clavado en cualquier parte del cuerpo. La lluvia no parecía importunar a ninguno de los dos seres que se encontraban en ese momento en medio de un claro que a su vez se encontraba en el centro de un frondoso bosque habitado por criaturas mágicas. Con una voz que intercalaba los tonos mas dementes con la mas sibelina de las tranquilidades, el pintor comenzó a hablar. 


-Me habló de ti muy vagamente y ya supe que tenía que matarte. Ni se como te llamas pero me habló de ti. Ella estaba hablando tranquilamente de sus cosas y yo de las mías hasta que entraste en el tema de conversación. Noté algo que no me gustó. Su voz había cambiado y no era un cambio positivo. No me dio referencias pero te puedo asegurar que en mi sangre ya late la ira mas absoluta y el odio mas exacerbado para con tu persona. Lo hemos pasado bien y seguramente los dedos que te he quitado no los eches de menos porque para mi gusto que algo tienen que ver, y si no pues me da igual porque hacía tiempo que no disfrutaba del dolor ajeno. Lástima que seas varón, porque disfruto mas el dolor de las mujeres que el de los varones. Pero esto era algo necesario. Un ser demenciado al que no puede ver.Ese eres tu. Un ser absolutamente lleno de locura y de uno bellos sentimientos por ella. Ese soy yo. Tus gritos, de ser de mujer me harían estremecer y excitar pero como eres una vil escoria estos me sacan de quicio así que no creo que tardes mucho en morir. Este mundo ya ha sido manchado con la sangre de la gente que murió en cierta batalla, pero eran personas dignas de habitar en esta tierra. Menos mal que no te he metido ahí- agarró su cabello y le hizo mirar una solitario edificación en medio de una colina, de aspecto majestuoso con contrafuertes y paredes blancas del mas trabajo y pulido mármol. Sin mas le arrancó una tira de piel de la cara y aquel ser despreciable gritó mostrando unos cuantos dientes rotos. En algunos huecos de las encías los dientes simplemente no estaban presentes.- No grites tanto la despertarás. Siento por ella cosas tan bonitas- comenzó a decir como si la conversación girara en todo momento en torno a otro tema que no fuera el de la futura defunción del maldito bastardo-  Ella me da una paz interior que nadie mas me ha dado. Provoca en mi sensaciones maravillosas en las que puedo recrearme una y mil veces sin cansarme. Y todo ello solamente con su presencia. Prometí hace mucho defenderla, protegerla de su propia tristeza o de la gente como tu y aquí se me ha presentado la oportunidad. 


Horas después, por un camino avanzaba ese pintor de desgracias escritor de sonrisas con las manos llenas de aquella pintura roja que solo se puede conseguir en los cuerpos humano. Avanzaba lentamente para darle tiempo a la lluvia de limpiar aquellas manos que se habían recreado en el dolor mas superficial y profundo a tiempos iguales. Ese día a los cielos se les dio por llover agua bendita. Eso limpiaría las extremidades superiores del artista y amante perdonando los pecados del asesino. Un remedo de sonrisa se hizo en sus labios cuando las escenas de los lobos arrancando pedazos de la carne de ese maldito se fueron difuminando y en su lugar fueron apareciendo pequeños retazos del motivo de aquella sonrisa que poco a poco se fue haciendo mas grande. Seguidamente, una pequeña risotada se escapó de sus labios impíos y pecadores al recordar una escena en particular de alguna cosa que ella le hubiera dicho o hecho. Se miró las manos y las frotó una con otra para limpiarse la sangre del todo y para prodigarse algo de calor. Fiel a sus principios, no debía de tener aquel delicioso néctar de vida en la ninguna porción de piel cuando estuviera frente a la inspiración mas aclamada por sus suspiros y le dedicara tiernas caricias, amables gestos, caballerosos detalles y finos regalos en los que poner trocitos de su alma para que estos lucieran mucho mas bellos, pues las manchas de líquido linfático no eran buen complemento para el bello color de su piel y ella de seguro se mostraría horrorizada. Y esa suave piel debía de conservar toda su esencia, todo ese aroma en el que deleitarse cuando los labios recorrían ese fino y delicado cuello. Su cuerpo experimentó una reacción instantánea Y los pasos se fueron acelerando. Las manos poco a poco fueron quedando limpias y como si la lluvia se sintiera satisfecha poco a poco fue emergiendo el sol por el horizonte en un bello amanecer. Toda la noche había pasado ya. Y no se había dado cuenta. Aquel sol estaba radiante de expandir su reinado de luz a lo largo de todo ese amplio paraje en el que relucían mil detalles de colores infinitos cuando las flores mas bellas se empezaron a abrir. La brisa, como ya se había supuesto, comenzó a arrastrar mil aromas que atrajeron a una infinidad de extraños y bellos insectos para que polinizaran y llevaran esa formula de la vida a todos lados expandiendo el reino de Gaia mas allá de las fronteras de lo posible. Solo algo podía irradiar mas belleza en ese momento. 


La encontró bailando en medio de un campo lleno de muchas flores multicolor. Se movía con esa gracia y esa elegancia que a él personalmente lo extasiaba y le hacía desear muchas cosas que siempre callaba con la boca y expresaba con los labios o las manos. Aquel cabello negro como ala de cuervo se agitaba de un lado para otro con total soltura y brillaba con una luz que a aquel hombre miserable le parecía mágica. El mismo viento parecía bailar con ella pues las flores se agitaban constantemente al son de aquella música que solo podrían escuchar ella y sus compañeras vegetales. El rocío de la mañana impregnaba como millones de diamantes los pétalos y las hojas así como los tallos de cada entidad perteneciente a la tierra de la cual se nutría. Cada vez que giraba una sonrisa se instalaba en los labios de aquel que la estaba adorando con los ojos y el alma, que la estaba acariciando con la mirada mientras ella, en un mundo propio de danza y de diversión se fundía con el universo en una armonía cadenciosa que dejaba entrever para que había nacido ella. Los pasos pronto lo situaron mas cerca de ella y ella detuvo su baile por un momento antes de dirigirle una sonrisa y acercarse hasta donde se encontraba con esa elegancia que a él lo envolvía. Y aquella mañana, ese afortunado juraría que esas caderas se movían con mas contoneo del normal lo que le hizo estremecer ante unos cuantos pensamientos. Una de aquellas manos frías y pálidas que antes desgarraba piel human ahora blandía una rosa azul, que le entregó con una sonrisa que denotaba esa inocencia y buena intención de los niños mas pequeños. Ella le regaló esa sonrisa y esa mirada que para él no tenía precio y que suponía la renovación de sus votos de caballero: protegerla, escucharla, quererla por encima de muchas cosas, confortarla y un reguero de muchas cosas mas. Ella se acercó un poco mas y poco una mano sobre ese torso desnudo acariciándolo un poco antes de acercarse mas y besar su hombro abrazándose a él. Sintió aquellas curvas contra su cuerpo, aquellas formas tan divinas que le hacían en alguna ocasión fantasear con caricias dadas en la noche, entre el secretismo de las sábanas. Él la refugió entre sus brazos un poco mas, besando suavemente aquel delicado cuello que podía lucir con toda gracias y dicha de ser expuesto cualquier joya que pudiera permanecer alrededor de esa porción perfecta de su cuerpo al igual que en otras tantas. Sintió el latir de aquella sangre que palpitaba dando vida al cuerpo que él consideraba de una perfección absoluta,. Si ella se viera con los ojos que él tenía para ella nunca mas se atrevería a pensar eso de si misma. Aunque también se quedaría sin pretextos para callarla con un beso. 


Así permanecieron abrazados un rato hasta que la música de pronto surgió de ninguna parte y bailaron moviéndose de una lado a otro un pequeño vals tras otro. Los rayos de sol regalaron su mejor vestido a ella, con el que estaba radiante. Era un diseño sencillo pero que resaltaba el tono de esa piel morena que gustaba de acariciar cuando la pasión los envolvía. Un jubón de gala con pequeñas tachuelas plateada al rededor de una cabeza de lobo negra sobre fondo gris oscuro cubrió el informal torso de ese cadáver que volvía a la vida cuando amanecía para su alma al contemplar aquellos ojos tan poderosos que lo habían doblegado secretamente, por los que daría cualquier cosa con tal de siempre verla sonreír. Los cuerpos se movían y los corazones latían en una armonía perfecta con un universo que podía concentrar toda su luz y esfuerzo en que esa sonrisa preciosa, aquella mirada tan brillante nunca se apagaran. Sus ojos se encontraban y las sonrisas fluían como el manantial mas cercano o el mas lejano, con sus aguas cristalinas y su sabor mas puro. Las plantas dejaban volar sus pétalos alrededor de aquella pareja tan curiosa y dispar pero que se prodigaba en cada encuentro un afecto y una ternura nunca vistos en las acciones de aquel que lucia un cabello largo y claro y poseía la cualidad de imaginar miles de detalles que regalar en versos a aquella que llamaba la Musa, con la que bailaba en ese momento. Una mano habilidosa rodeó mas firmemente su cintura y la acercó mas a su cuerpo. Ella, ligeramente sonrojada susurró aquel nombre de caballero con el que le conocía. Ese susurro fue una llamada divina para presentar armas ante cualquier mal que se presentara en la vida de ella y amenazara con apagar aquella alegría que lo había fascinado desde siempre. En el glorioso final de la pieza, con una última nota de violines los cuerpos quedaron mas juntos y las miradas se encontraron en un mágico momento. 


Cuando el sol estaba en lo alto, aquellos cuerpo ya estaban sumidos en una danza mas, y en otra un rato después. La pista de baile era la misma pero esa vez la intención era llegar mas allá de lo que unos pasos podían producir. Un suave suspiro se mezcló con el canto de los pájaros cuando los labios bailaban y las manos entrelazadas se prodigaban al uno la presencia del otro. Un manto emplumado que despedía muchos reflejos arrancados por la luz del sol cubría unos cuerpos que se anhelaban y demostraban en cada roce una tierna conexión en cuya intimidad reflejaba parte de toda aquella fuerza que se transmitían. Todas las ropas desperdigadas habían sido arrastradas por el viento y ahora las caricias de la hierba ya sin el húmedo rocío por el calor que se amoldaba a los cuerpos por el roce constante de las pieles eran un aliciente mas para entregarse mutuamente. Las manos poco a poco fueron deslazándose para deslizarse por la piel del otro. Suaves palabras, tiernos susurros, caricias íntimas y llenas de intención, todo formaba una amalgama de sensaciones que tensaba los músculos en cada sutil movimiento de ella o en cada fiera demostración de pasión expulsaba desde el corazón en forma de suspiro de él. La racionalidad ya no existía pero si la pretensión de complacer y ser complacido a partir del placer del ente con el que compartían ese momento de soledad e intimidad. El allegro ya no lo ponía la música sino los instintos liberados y las miradas que se lanzaban de vez en cundo, la danza de lenguas y manos en aquellas pieles tan diferentes pero que se unían una y otra vez, se rozaban y excitaban. la última nota, fuerte como la explosión que los sacudió, fue el final de aquel bello baile. Los ojos se buscaron y después de nuevo los labios. Uno de aquellos seres sonrió feliz contra unos labios dulce y delicados que gustaba de besar cada vez que estos decían alguna tontería. Tras esa demostración de un sentimiento y emoción muy fuertes, ella posó la oreja sobre un torso delgado y blanco escuchando un corazón latir a toda velocidad. Poco a poco se fueron quedando dormidos. El sol arrancaba reflejos de unas alas enormes que cubrían no solo con plumas el cuerpo de ella sino con la misma fuerza y latir de un corazón que resonaba dentro de un pecho lleno de calidez desde que ella había aparecido en su existir. 



viernes, 13 de abril de 2012

Baile nocturno


Una noche tranquila con el terciopelo mas oscuro pero maternal en esa bella estación, se extendía por aquel lugar en el que las ideas se veían inmersas en un océano de inspiradoras sensaciones en las que envolverse y arrebujarse cálidamente abrazado a la idea de soñar y contemplar las estrellas. Las huellas que dejaba un paseante en la arena de aquella tranquila e impoluta playa junto a las de su acompañante eran borradas el momento por una marea tranquila que no dejaba de emitir esos cantos profundos y melodiosos desde hacía tantos milenios en los que se había establecido aquel señorío de sonidos relajantes y vaivenes continuos en noches como aquella. El continuo acariciar del agua en las piedras las había redondeado, eliminando el riesgo de clavárselas en los pies por lo que caminar descalzo era un añadido para disfrutar de ese paseo. Un acantilado a lo lejos, en el otro extremo de la playa, era expositor de una excelente construcción en la que universo, fantasía, magia y realidad se fundían para dar pié a una estructura enhiesta como un guerrero pero que transmitía en su simple contemplación el bello sentimiento de algo que los mortales llamaban de una forma determinada. Las estrellas como siempre refulgían en lo alto de aquel lugar como miles de ojos que observaran atentamente el caminar de aquellos dos seres magníficos (mas ella que él) y en esos momentos se encontraban uno al lado del otro. Ella enganchada al brazo de él y con la cabeza en constante movimiento para no perder detalle de todos esos pequeños componentes que formaba la noche. Aquella playa secreta solamente era conocida por esas dos personas y los guardianes del bosque que la protegían. Su presencia en ese momento era gracias a la gran importancia que los ´´espíritus´´ del bosque le daban al bienestar de aquella dama ejemplar y que no tenía nada que envidiar con las mujeres que de árbol en árbol saltaban a veces dejándose ver y armadas con arcos y otras armas resultaban mortíferas.

Un suave suspiro se liberó de los labios de ese ser despreciable y por alguna extraña razón muy afortunado cuando una oleada especialmente fuerte de calma y paz interior se hizo sentir. Todo aquello resultaba perfecto y no se podía pedir mas. Una noche tranquila en la que pasear, inspirarse y susurrarle de vez en cuando algún verso a esos oídos que siempre parecen receptivos a todas sus ideas y pensamientos. La miró y sintió una oleada mas de quietud y agitación entremezcladas en una fiera batalla producto de una deseo infantil de darle un rápido beso a la vez que la mas rígida templanza contemplaba ese rostro a través de unos ojos entregados a la visión de ese perfil que ahora le era mostrado. Ella estaba aun mirando a todos lados hasta que algo captó su atención y señaló en la dirección en la que varios seres se recortaban contra la luna. Salían por el aire desde el agua para volver a internarse en ella y poder continuar con sus ejercicios de evasión y ataque. Por el efímero aspecto de la sombra se podía apreciar una gran cola que delataba el bien tamaño de aquellos seres marinos. Pero el torso era humano, dotado de un poderoso torso en caso de los machos y un busto y cintura así como aspecto delicado muy envidiable en las hembras. Ella no cabía de emoción y él de una sincera diversión y felicidad de verla tan alegre y emocionada ante lo que sus ojos veían. Se quedaron quietos y se sentaron sobre un tronco de deriva, único habitante hasta el momento que no fuera la blanca y fina arena con la que deleitarse en la construcción de alguna figura o alguna edificación de aquel fino y exquisito material que desprendía reflejos de vez en cuando.  Seguían contemplando fascinados a aquellos seres del agua cuando un sonido captó su atención. Una especie de chillido que no taladraba los oídos y que vino desde lo alto. Ante ellos aterrizó un ser extraño, un híbrido entre un caballo y un águila que se acercó y posó una enorme cabeza entre los dos. Los ojos de impresión de aquella mujer fascinante se abrieron de par en par y una sonrisa salió mas a flote en el rostro de aquel que la acompañaba y se sentía colmado en dicha por estar conociendo cada gesto de ella. Desplegando las alas ligeramente el hipogrifo Salió disparado hacia los cielos de nuevo en dirección al bosque. 

Ella lentamente apoyó la cabeza en el hombro de él y poco a poco se fue quedando dormida con aquellas sempiternas palabras que derretían su alma. La sonrisa en su protector no se perdía en ningún momento mientras su rostro caía por su hombro hasta poco a poco ir adaptándose al cuerpo blanco de aquel que la adoraba. Mirando a la luna lentamente un ala, que refulgía por las caricias de los rayos de la luna, apareció en esa escena tan romántica y cubrió el cuerpo de esa dama fina y elegante que prometía siempre una solución sin caer en formulas ni promesas, en la que se podía confiar mas allá de aquello que pudiera decirse con palabras vacías como otros tantos en el mundo hacían pues ella con gestos y las mas inteligentes y cultas verbas, con la mas exquisita coherencia lograba ser una vital pieza maestra en ese juego que era la vida. Aquel cuerpo se fue haciendo una especie de bola contra el regazo de ese ser alado, posándose la oreja sobre ese corazón que latía vivo y fuerte cuando aquella criatura sin par estaba tan cerca de él. La brisa apartaba su cabello y aquel ser ´´exquisito´´ apartó a la brisa bajo el pretexto de que nada debía de alterar a aquella mujer tan especial y la Brisa discretamente se retiró dejando a su paso un sendero de fresca hierba que con la blanca arena formaban una combinación muy especial.  Lentamente los dedos comenzaron a pasear por ese tejido suave y de invaluable valor. Era suave y mas agradable era acariciarlo con suma delicadeza mientras la luna reflejaba un rostro que expresaba en toda su gloria una paz y una felicidad inconmensurables. El mar estaba calmo como un suave manto que lentamente y de forma muy discreta con una diminutas olas acariciaban la blanca arena de aquella playa dejada de la mano de los dioses, ausentes y de seguro envidiosos por tener poca o ninguna atención por parte de ese caballero que tantas batallas contra sí mismo había librado. La contempló fijamente mientras ese corazón dentro de su caja de madera latía tranquilamente y a la vez extasiado por la cercanía de su cuerpo.


Sus manos poco a poco fueron rodeando aquel cuerpo tentador y perfectamente proporcionado. Sus curvas eran un toque que armonizaba perfectamente con esas formas femeninas revelando un vertiginoso viaje para las manos aventureras que tuvieran el honor de poderlo recorrer al acercarse a tan peligrosa e hipnótica figura. Sus pensamientos por un momento vagaron en mundos que él bien había conocido, en los que el cuerpo y el placer eran lo único que podían tener un mínimo de importancia en todos aquellos juegos de sumisión y dominación. Y ella era tan diferente que sería capaz de su voluntad voluntad a su mirada y de endeudarse en besos y caricias con aquella que ahora reposaba sobre su regazo y se veía influida en sus sueños por los latidos de un corazón calificado como noble y de buen carácter. Un suave suspiro de tranquilidad se liberó casi al mismo tiempo de los labios de ambos y una sonrisa de ternura salió de esos labios herejes. No podía ni quería dañarla bajo ninguna circunstancia, eso lo mataría a él por dentro y ya había dicho muchas tonterías que lo han puesto en el filo de la navaja en un par de ocasiones. Si hubieran de mezclarse los cuerpos en un acto colmado de unos sentimientos únicos que fuera por la influencia de algún dios o quizás por el momento de máxima tensión romántica que a veces se formaba entre los dos. O eso le parecía a él. En medio de esa noche, la pálida Luna iluminaba el rostro de esa bella acompañante que se acomodaba entre las alas sin salir de ese mundo de sueños en el que las riquezas y los bailes no faltarían. Sin mas se metió por otro sendero de sus pensamientos y pensó en aquellas primeras veces. En todo momento sonrió mientras rememoraba la primera vez que la vio y la gran fortuna que nunca imaginó tener en esa noche llena de bellos momentos en los que se expresaba la naturaleza con toda la fuerza de una mirada que envolvía sus sueños en forma de susurros seductores y mucha pasión pero también la delicadeza del cristal mas fino y valioso.


La Luna resplandecía, plata en medio de la sábana de satén negro que cubría aquellas cabezas, la una durmiendo y el otro adorándola con la mirada a ella y a la Luna, a la que fielmente había servido. Plateados copos llovían de ella, que se depositaban en la playa creando pequeñas llamaradas. La pequeña hoguera que se formó ante ellos ofreció un espectáculo en el que llamas blancas saltaban a lo alto de los cielos y caían en forma de siluetas danzantes, que parecían salir de la brillante arena y poco a poco se cimbreaban en frente de la mirada de ese caballero guardián. Desconociendo si se trataba de realidad o alucinación, esta vez la impresión de ese supuesto hombre letrado fue mayúscula y sus ojos se posaron en esas bailarinas que danzaban una música que solo parecían oír ellas. Los ojos se fueron al apacible rostro de la dama que custodiaba en ese momento y a la que custodiaría la vida entera si hacía falta, planteándose el despertarla o no. La visión de su rostro tan tranquilamente dormido era algo que no se comparaba a una visión que pudiera competir con tanta belleza salvo la de su gesto de sorpresa, fascinación entre otras muchas cosas. Las lumínicas formas que bailaban a su alrededor se pusieron unas en frente de otras y formando un círculo rápidamente se pudieron a bailar alrededor de la hoguera que se había formado ahí frente a ellos y la cual comenzaba a expulsar no solo llamaradas blancas sino también verdes. El asombro creció mas y mas en el rostro de aquel guardián cuando una figura, bastante mas alta que las pequeñas y pálidas bailarinas se acercó hacia ellos y acarició la cabeza de la dama. En su cabello se fue formando un rastro verdoso que producía cierta luminosidad y poco a poco dejó entrever sinuosas filigranas azuladas que fueron tomando forma y finalmente descubrieron una corona de rosas azules que se ajustaba perfectamente a su cabeza. Sin mas el caballero al despertó delicadamente para que contemplara todo aquello que se desarrollaba desde el principio. Una cristalina voz surgió de unos labios finos que se fueron perfilando en aquel fino anguloso rostro y ambos presentes contemplaban como se movían los labios pero el sonido parecía tardar en llegar a sus oídos. El ser de luz verdosa se giró y de pronto expandió los brazos hacia el mar. Aquellos finos y gráciles brazos de fueron estirando hasta que parecieron alcanzar el otro lado del mar que tenían en frente. El puente fue sostenido por miles de columnas de agua que poco parecieron congelarse pero en cuanto la luna dio en ella se comprobó que eran del mas puro cristal. La sonrisa del caballero no podía ser mas grande y el asombro de la dama mas expresivo en ese dulce rostro que el caballero por las noches y secretamente contemplaba con profunda adoración.


Poco a poco la luz fue tomando mas consistencia y el puente reveló el material del que estaba hecho. Toda una suerte de entramado de ramas y raíces parecían entremezclarse de forma exquisita y muy precisa para no dejar nudos que incomodaran al que pretendiera caminar descalzo. A los lados del puente toda una amplia variedad de flores estaba mas que dispuesta para poder deleitar los ojos y el olfato con colores y esencias nunca experimentados por los sentidos. Todas aquellas plantas estaban habitadas por algún curioso insecto de aspecto muy poco amenazante o bien por pequeños seres que de flor en flor iban tocando instrumentos y emitiendo alguna cristalina risotada producto de alguna broma o alguna gracia que solo las hadas y hados comprendían. Estos se encontraban rica pero a la vez sencillamente vestidos con sus pequeños trajes o suaves y etéreos vestidos en caso de ella, todos fabricados con colores muy otoñales y primaverales por igual, pudiéndose fundir a voluntad entre los pétalos de las bellas plantas entre las que bailaban gracilmente para después salir revoloteando hasta su siguiente e incierto destino lleno de colores de rosa o tulipán.  Con una gran sonrisa y ofreciendo su brazo ese caballero, aquella gentil dama con una bella corona de rosas azules en la cabeza, la cual aumentaba su ya de por si excelsa presencia, lo aceptó con una sonrisa que derretía aquella gélidas defensas largo tiempo expuestas y hasta ese preciso momento imbatibles. Pero una gran sorpresa les aguardaba. Con sonido traqueteante y ya escuchado en las entradas de palacios y grandes residencias de reyes y emperatrices, un carromato se frenó frente a ellos. Iba tirado por cuatro percherones blancos, algo realmente extraño de ver. Las expresiones en sus rostros parecían revelar que habían sido entrenados para ese día en exclusiva y que darían lo mejor de ellos. Unas enormes puertas de oro se abrieron en la parte del carruaje Y penetraron a un lugar de gran comodidad en la que su estructura exterior impedía sentir las vibraciones del viaje, algo innecesario... 


El viaje fue largo pero las vistas de la luna al frente, las flores en los laterales y el mar por debajo de ellos sin olvidarse de las hermanas de aquellas estrellas que estaban emplazadas en el rostro de esa bendición llegada de no se sabe donde a la vida del caballero que a su lado se encontraba, ese caballero que daría la vida y cada idea salida de su desquiciada imaginación para que aquella sonrisa nunca se perdiera, porque no había luz mas bella que la de esa sonrisa comando aquella mirada tan llena de cosas bonitas en la que gustaba de dejarse envolver, hipnotizarse. Disfrutaron de las vistas hasta que vieron que el puente se dirigía en un largo camino hacia la luna, pues una fina sombra se alargada desde el horizonte hasta aquel alto lugar. Ella parecía tener muchas preguntas que hacer pero él sencillamente rodeó su cintura acercándola un poco mas y le susurró al oído. 

-Bailemos hoy para las hermanas de tus ojos. Bailemos solo para las estrellas... 




domingo, 8 de abril de 2012

Carta a la Musa II

Adorada y Deseada Musa:


El motivo de esta carta no es mas que el deseo de expresar todo aquello que pueda llenar mi alma de una incertidumbre bastante dura de soportar al no decírtelo directamente a la cara por obra y gracia de mi cobardía, la cual se manifiesta de mil formas en detrimento de esta alma plaga de buenos sentimientos y emociones pero también infestada de miedos que van mas allá de lo que yo mismo pueda conocer. Son miedos arraigados casi en un pensamiento profundo, casi una creencia inculcada desde que soy pequeño y a la que trato de hacer frente y en la que no entraré en muchos detalles. Con todas las lineas que surgen no solamente se engrosará la lista de palabras dedicadas a tu persona sino que abriré otra puerta mas que de a una habitación dentro de tu habitación dorada, en la que habitarás por siempre aunque llueva dentro de mi alma, nieve o truene, ante lo cual ahí me tendrás, dándote refugio entre mis alas, las que he creado para ti y nadie mas, que no rozarán piel alguna que no sea la tuya cuando el sol les arranque destellos a mis plumas de esos colores que son la bandera símbolo de adoración por tu sonrisa. Y cuando digo nadie mas es nadie mas. Dejemos fluir los dedos mas de los que ya estaban fluyendo y los pensamientos crear una misiva dedicada a tu sonrisa y desde mi corazón a tus ojos y de ahí, espero, a tu alma. 

Mis pensamientos vagan por cosas sueltas. La primera sonrisa que vi en tus labios y aquellos ojos, esa primera mirada que atrapa a cualquiera. Recuerdo cada una de las pequeñas muestras de afecto y sorpresa que llenaba tu rostro de esa luz tan fascinante cuando mis alas aparecían ante ti. Nada se compara a ese primer momento en el que entraste en mi vida llena de miseria y desgracia. Y tu fuiste la elegante dama que miró mis alas y yo el arrogante chico de las alas que gustaba de presumirlas delante de las damas. Aun así profundas emociones me llenaban por dentro cada vez que entrabas en escena, llenabas todo ese escenario con tu presencia y tu mirada se posaba en mi, yo desconocedor de la magnética fuerza que poseía hasta que abrí los ojos y pude contemplarte por primera vez como lo que realmente eras. Una auténtica dama, con todas las letras, que poco a poco fue mostrándome pequeñísimas partes de su mundo, con la que he hablado de cosas que jamás pensé que hablaría, por la que siento cosas muy intensas cuando solamente su nombre es pronunciado. La primera vez que te oí describir fue con palabras tan sencillas como ´´es linda por dentro y por fuera, una muy buena persona y mejor amiga´´, palabras muy subjetivas ante mi juicio inicial pero que ya me dieron una sospecha por aquellos pequeños gestos en los que residía toda la esencia de tu magnífico ser. Y no sabes como adoro frecuentar los momentos en los que te conocí, en aquellos lugares que ya no existen pero que me han permitido entablar ese primer contacto contigo tantas veces en mi recuerdo. 

No veo el modo de poner algo de coherencia a todo aquello que te quiero decir desde lo mas profundo de mi corazón, de que veas hasta que punto una estrella como tu ha dado la luz mas intensa y especial a mi corazón, desahuciado desde hace tanto tiempo y al que yo mismo creí muerto, pero con tu aparición ese bonito día volvió a latir de nuevo. Fuiste ese soplo de aire fresco, esa brisa matutina con la que me despierto en medio de un campo de rosas azules contigo a mi lado, eres los primeros rayos de sol de aquel segundo amanecer de mi día y la bella y lenta caída del sol en mi noche. Y son míos porque están en el mundo mismo que deseo explorar, ese mundo que lleva tu nombre, tu rostro y tu alma como ingredientes para crear cada una de las bellas emociones que me inspiras. La suavidad de tus manos y tu sonrisa, esa ternura que desprendes en algunos gestos y el calor que desprendes en otros son la primavera y el verano. No puedo concebir ya las estaciones sin enlazarlas con tu sonrisa o muchos aspectos mas siendo el invierno sencillamente aquellos momentos en los que no estás y tu recuerdo es la leña que mantiene caliente mi corazón y mi alma, dándole lumbre a mis alas para que cuando vuelvas te puedas arropar en ellas. Esas alas que nadie tocará sin tu permiso pues ya son mas tuyas que mías, con todo su potencial y toda su luz reflejada por el sol. 

Y te confieso que mis labios susurran tu nombre y mis ojos te ven sin tener que estar cerrados en medio de un sueño pues sueño despierto viéndote a los ojos en medio de la multitud. Estos labios impíos dicen tu nombre muy seguido, en presencia de conocidos o con la soledad como confesora, no puedes sentirse mas aliviados y complacidos que con la mención de aquel bello nombre que a veces te susurró al oído cuando nadie pueda escucharnos, cuando aquellos momentos de compañía mutua nos envuelve en aquella cálida y dulce nocturnidad que protege nuestros secretos con el mas oscuro celo. Me encanta provocar esa sonrisa que sale de tus labios cuando susurro algo especialmente bello a tu oído. Serás la Musa por siempre en la que depositaré secretos y bonitas palabras que me garanticen tu sonrisa y felicidad. Quiero hacer mil poemas de uno solo de tus gestos y alentarlos con caricias en tu piel para que sean mas bellos. Tus labios curvados, esa preciosa linea ni muy fina ni muy gruesa que hace depender a mi mundo de la luz de aquella sonrisa. Repito una vez mas que si te vieras con mis ojos créeme que tu mirada hacia ti misma sería muy diferente y te alabarías todos los días frente al espejo. Aunque si algún día tu mirar se reflejara en el mío, espejo transparente a tus preguntas y peticiones, podrás comprobar cuan intenso es cada latido cuando mi recuerdo se llena de ti. Y pienso demostrarlo con actos. 

En cada uno de esos actos voy a poner toda la buena intención para con tu alma, tu sonrisa, todo lo que te compone. Te haré mil demostraciones de las fuertes emociones que nos haga perder el control en medio de un frenesí lento y y suave, lleno de ternura y seducción. Mis labios amoldados a los tuyos y las caricias por los cuerpos que poco a poco se desnudan van a ser el tema central de cada noche cuando te tenga entre mis brazos y tu a mi entre tus labios y tus movimientos de náyade. Voy a sonreír contra esos labios tan suaves y dulces, que me vuelven adicto a tu aliento y tu voz hasta que correspondas a mi sonrisa y frotando mi nariz horrible contra tu frente enorme descenderé de nuevo hasta que nuestras bocas de intercambien cada dulce sentimiento que mi corazón hará fluir desde este hasta tu mente y tu cuerpo en forma de caricias, pétalos, llamaradas, lo que nuestros instintos dictaminen. Seremos dos entes que no pertenecen a este mundo unidos en uno solo, como si nuestro mundo estuviera lejos de las implicaciones humanas de ser tan impresionantes. Tu mas que yo pues yo me he reducido demasiadas veces al inferior ser humano. Tu sin embargo permaneces brillante, luminosa, una bella bendición en este mundo tan lleno de oscuridad y pesadillas de las que es imposible salvarse si no es con tu cordura y formalidad. Aquella formalidad que quiero que pierdas, que quiero provocar hasta que no sepamos quien es cazador y quien es presa. Ansío como note haces a la idea el invisible de tu aliento saliendo de tus labios hasta mi boca sedienta de tus besos y hambrienta de tu piel que enciende a la mía cuando se frota suavemente en ese baile seductor con tu mirada envolviendo a mi alma en unas alas cálidas de negrura aterciopelada que se abren y se cierran con tu parpadear. 

Pero con o sin el mas intenso placer, haré todo lo posible por hacer que seas feliz. Con o sin mi presencia. Siempre voy a ser tu caballero alado, estaré a tu servicio, a tu disposición, atenderé cada mínima demanda y me entregaré a ti en cuerpo, alma y corazón cuando mas te venga en gana pues se que harás uso de tus privilegios para el bien y no pretenderás herir a nadie pues se que tu no eres de esas. Quiero hacerte sentir feliz mientras lees estas lineas y mis alas te están envolviendo poco a poco, protegiéndote de todo ese mal que te acecha muchas veces. Mis labios nunca cesarán de desparramar locuras que te saquen una sonrisa incluso en los momentos mas aciagos y mi permanencia en tu vida será tan larga como tu lo desees. Mi recuerdo está a tu lado, eres una parte muy importante de mi vida y ya es difícil por no decir verdaderamente imposible desterrarte de todos esos pequeños aspectos de mi vida en los que me pregunto que estarías diciendo o haciendo en caso de estar tu a mi lado. En mi haber habrá muchas cosas malas pero tu haces que muchas de esas pesadillas existenciales se marchen o se escondan cuando ven aparecer la luz de esa sonrisa que vi una vez y ya no me pude quitar de la cabeza. Y tus ojos. Tus poderosos e hipnóticos ojos que tanto adoro ver casi cada día. No voy a hacerlos llorar con dolor sino con toda la felicidad que me sea posible meterte en tus bonitas venas, aquellos ríos azules que van por todo tu cuerpo, haciéndolo palpitar en su núcleo que es tu corazón, el cual haré todo lo posible por mantener vivo en este y otros mundos, en otras vidas. Mis alas nunca morirán en todas las vidas que nos queden por vivir juntos, como amigos, amantes o lo que nos toque vivir. 

Y finalizo con un interrogante al que trataré de dar respuesta. ¿Que siento por ti? Muchos se creen con la respuesta que siempre es la misma. Tu sabes cual es la respuesta correcta, pues una de las dos únicas personas que conoce esa solución eres tu y la otra soy yo. Por ti siento muchas cosas que citaré en un orden no preferencial ni prioritario. Me inspiras confianza, quizás demasiada y por ello siempre me quedó algo cortado cuando suelto alguna de mis brutalidades en las que hago referencia a pensamientos de lo mas obscenos y lascivos sobre el aciago destino de cierta vampiresa y la gloriosa fortuna de cierto ser infernal que busca amo. Inspiras en mi ternura. Cada gesto que trato de llevar a cabo está impregnado de cada latido que mi corazón expresa en ese momento, de hacerte ver que mi sinceridad va a ser plena y no te ocultaré ni siquiera cuanto oxígeno suelto en cada suspiro cada vez que te encuentras cerca, muy cerca de mi. Lentamente me has hecho sentir una sensación que pensé que nunca experimentaría. Añoranza. Cuando tu ausencia se extiende por lo que para mi es un largo periodo de tiempo entonces aparecen todos aquellos mensajes que a través de las brisa y los vientos llegan a ti y de los que espero que nunca te llegues a aburrir pues tengo muchas cosas que decirte. Siento imperiosas ganas de hacerte estremecer con un susurro nocturno, con una caricia en la intimidad de un lugar solitario. Una caricia no a tu cuerpo sino a tu corazón que te haga sentir atrapada pero a la vez segura y protegida. Quiero acariciar tu alma, ganarme un hueco en tu corazón o al menos en tu recuerdo. 


Siento tantas cosas por ti Musa de mi alma... y mi corazón

Me despido dejando esta carta escrita con el corazón que espero viaje a tu interior. 

Atte y siempre tuyo: El caballero alado. 


jueves, 5 de abril de 2012

Vínculo



La estaba esperando ardiendo por dentro sin poder borrarse esas imágenes de su mente. De aquellas ondas sobre su cuerpo que era el cuerpo de ella. Recordó aquellos ojos oscuros, esas curvas enloquecedoras. Un suspiro se extendió por su cuerpo rememorando aquellos roces sutiles. Acostado en la cama una rosa azul descansaba sobre su torso expuesto y blanquecino que lentamente bajaba y subía aparentando una calma que desde luego no poseía pues su mente era habitáculo en ese momento de aquellas imágenes donde ese cuerpo de diosa, de la Musa que inspiraba sus versos. Ese hombre se alzó de la cama y caminó hasta el balcón que daba una de las vistas mas maravillosas que se pueda tener del mundo en el que habitaba a día de hoy, creado a partir de la mirada de aquella que le daba todo con su sencilla pero a la vez compleja, exquisita, luminosa presencia. La brisa acariciaba ahora su piel con seducción, con una insistencia lasciva que daba a entender el estado de aquel mundo cuya temperatura aumentaba de forma constante por obra de pensamientos lúbricos y a la vez tiernos, en los que no se abandonaban unos sentimientos y emociones incalculables por mucho valor y duración que tuvieran. Se estaba volviendo loco con toda probabilidad pero aquella locura era sin embargo algo que deseaba cumplir fuere como fuere. Por la espalda se bajó una corriente cuando un soplo de aire especialmente frío trató en vano de devolverlo a la realidad pero su mente seguía perdida en aquellas palabras. Un suspiro de nuevo por el recuerdo de sus curvas salió de sus labios y lentamente se fue relajando poco a poco mas no duraría mucho. Ella había llegado y le había visto. Lentamente se acercó a él con una sonrisa que denotaba el comienzo de un ´´juego´´ del que nadie podría cansarse cuando ella estaba implicada.


Una de sus manos lentamente se fue deslizando primero por su cabello, algo que provocó una sonrisa en él y que ella no pudo ver al tener su espalda delante del rostro. Con una tranquilidad enloquecedora, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento, sus dedos se deslizaron por la espalda cuando el largo manto de cabello que caía por su retaguardia ya no cubría aquella piel blanca, pálida, casi de difunto que revestía su espalda. Ese recorrido fue seguido de sendas caricias por sus costados a medida que rodeaba su cuerpo y aquellas manos fueron ascendiendo hasta envolverlo con firmeza pero a la vez con esa impregnación que motivaba a no resistirse, que al poco rato lo volvía completamente loco, haciéndole olvidar problemas y cualquier otra preocupación del tipo que fuera. Le abrazó por detrás, muy suavemente y dejando pequeño roces en su torso fue susurrando unas cuantas palabras. Aquella voz aterciopelada, sedosa, seductora, envolvente, inimitable, atrayente le estaba haciendo perder el autocontrol de su propia mente que agonizaba en sus últimos hálitos de resistencia y templanza. Él había tratado de responder pero se le atascaban las palabras en la garganta cuando aquellos finos dedos con uñas pintadas de azul suavemente comenzaron a descender en un peligroso viaje hacia un punto muy concreto de su anatomía que no pudo evitar reaccionar de la forma mas obvia y embarazosa. Una de aquellas finas y cuidadosas manos lentamente acariciaba cada centímetro de esa piel que ardía cada vez que aquellos dedos la rozaban de forma sutil y delicada. Tantas mujeres que había conocido y aquella le ponía nervioso hasta el punto de no poder pensar con claridad ni moverse de forma efectiva para imponer barreras a mente y cuerpo


Lentamente se fue girando y la miró, le mostró todo aquello que su mirada reflejaba. Esos nervios  casi infantiles por tener a la dama que ocupaba su corazón tan cerca y a la vez la intensidad mas salvaje que llenaba su mirada cada vez que aquellas caricias seductoras se extendían por su cuerpo. Ya la Brisa poco tenía que hacer, aquella amante había sido desterrada y las llamas eran lo que unía los ojos de aquellos seres únicos que no tenían nada que ver con los demás humanos. La miró por largo rato a los ojos mientras ella pegaba su cuerpo al de él y lentamente fue rozando este, como en un lento baile en el que las caderas cobraban un papel protagonista fundamentado en provocar a ese ser que sentía una adoración y deseo muy profundos por ella. Su mirada estaba clavada en los ojos de aquella que inspiraba cada linea de sus pensamientos desde hacía mucho tiempo y su cuerpo esclavizándose periódicamente a los movimientos de esa dama fascinadora y atrayente. Sin mas remedio que el de rendirse a sus encantos se dejó atraer lentamente, siendo el cabello largo de ese caballero tomado y en un lento roce sus labios entraron en un lento contacto que mostraba curiosidad primero y después mas firmeza. Miró aquellos ojos que lo atrapaban , que lo hechizaban hasta lo mas hondo de su alma antes de cerrarlos y rendirse a ella. Y ella era diferente. Muy diferente. No era ni siquiera una mujer: Era la Musa.


Tras mirar aquellos ojos, sentir aquellas mejillas lindas y preciosas que impulsaban a besarlas y a prometer entre beso y beso estar siempre con ella contra sus manos, sentir el cálido, ardiente baile de sus manos por su cabello y las caderas cerca de sus caderas, posó los labios en los de ella, comenzando a danzar con estos de forma lenta, muy lenta, alargando cada segundo, cada compás hasta un infinito intenso y ardiente, sensual, delicado y tierno, mas que suficiente para activar toda esa esencia salvaje de su interior que cadenciosamente iban despertando. Una mano traviesa poco a poco se fue deslizando hacia abajo desde el denso cabello y los músculos del vientre se contrajeron en señal automática de placer para seguir a esa acción una sonrisa picara contra unos labios ávidos de ella. Se unieron mas, se acortaron mas las indeseables distancias mientras los ojos se cerraban y las bocas se unían en un profundo beso. La habilidosa amante fue lentamente recorriendo toda la extensión de aquellos finos y pálidos labios que se fueron amoldando a los de ella, provocando una sed inmensa de aquel aliento cálido que daba alas a su frío corazón y cuerpo. Las manos de aquel depredador que ahora era presa bajaron por su cuerpo, la atrajeron con mas firmeza mientras las manos de ella, lentas y delicadas, poco a poco se iban posicionando saboreando cada detalle de de ese torso delgado y blanco que no dejaba ver ninguna forma definida, pero la falta de musculatura la compensaba con una pasión ferviente en esos labios que había articulado tantas palabras en las que pensaba cada noche cuando en la ausencia de aquella dama su mente se trasladaba a mundos como aquel en el que la pasión y el placer eran una norma de inmediato cumplimiento.


No se sabe en que momento las neblinas de la lujuria se fueron apoderando de sus cuerpo y ella estaba completamente acostada en la cama incitándolo con una mirada incontinente. No se sabe en que momento ella había dejado de besarle y se acostó de forma tan sugerente, dejando a la vista todo su cuerpo aun vestido por esa molesta ropa, paseando una mano por su cuerpo, en ese lecho de sábanas azules que muchas veces guardaban y cubrían el cuerpo de aquella hija de Terpsícore. La habitación estaba cargada con la luz de dos estrellas que atrapaban y otros dos ojos que estaban observando con mil ideas en la cabeza y la intención de devorar aquel alma poderosa. Tampoco se supo en que momento de nuevo él se inclinaba sobre ella y volvía a besarse vorazmente, a comerse lentamente los labios y a pelear las lenguas en un baile de caderas y ondulaciones que no hacían mas que atrapar a ese ser sediento y hambriento de ella, a lo que en ese momento era un animal que seguía unos instintos creados por un corazón rebosante de pasión cuando la tenía tan cerca. Con lentitud, saboreando la idea de que ello aumentara el deseo, se pegó completamente a ella, ardiendo mas que con ninguna otra que haya pasado por sus manos porque ella tenía esa esencia única, divina que lo enloquecía con un solo movimiento. Sin mas, tomando aire para respirar susurró contra aquellos labios perfectos y deliciosos que siempre estaba ansioso por probar.


-Voy a pintar y a escribir en tu cuerpo con mis manos, labios y alma una historia donde tu seas la protagonista, el tiempo y el espacio de un mundo creado con la luz de tu mirada y la dulzura de tus labios. Voy a ser el que batalle contra ti en esta fiera contienda donde poder unirnos una y otra vez en una fiera contienda de lenguas que no tenga lugar de inicio ni de fin pues será tu cuerpo mi lienzo de poemas y de susurros de suspiros y mi refugio de caricias en al que impregnar cada gota de mi al... -Un jadeo interrumpió aquel discurso salido del corazón y del infierno que impregnaba la piel de ese hombre afortunado cuando dos labios sutiles pero voraces se precipitaron sobre los de él y lentamente las manos comenzaron a llevar a cabo su promesa. Lentamente aquel bello vestido hecho por los elfos fue alzándose, descubriendo esa piel morena, territorio dorado y deseado, que sabia a gloria cuando los labios la recorrían, de la que se alimentaba aquella esencia que latía solamente cuando ella estaba cerca. Los pasos lentamente se fueron cumpliendo y el vestido salio volando por los aires. No había mas testigos que la luna y las estrellas que se colaban entre los ventanales y se sonrojaban al ver aquel encuentro entre dos criaturas tan dispares pero que compartían la pasión por conseguir en ese momento un placer nunca experimentado, en el que unir cuerpos y almas. Esa luna envidiosa quería tocarlos, molestarlos con sus punzantes rayos pero estos ardía al contacto con esas pieles prendidas en deseo, en la incitación de unos suspiros sugerentes y sensuales de labios de aquella Musa que atrapaba a ese caballero cada vez mas.


Las sábanas en algún momento los arroparon cuando los cuerpos desnudos se rozaban levantando llamaradas de pasión que dejaban una neblina causa del deseo en el ambiente, un aroma producto de los sudores y del deseo, las esencias mas características de todo aquello que se creaba por las bocas, las manos y las pieles. Aquellos labios de caballero fueron descendiendo poco a poco por un fino cuello al que dedicó la mas delicada y depredadora de las mordidas en las que el contacto hizo latir mas fuerte los corazones, ahí en donde  podría brotar la sangre de no ser porque aquel elixir de vida y fuego infundía un respeto mayor que su propia vida, ella era la religión, su templo, ella siquiera le permitiría ser herida. Un suave híbrido entre suspiro y sensual gemido salió de sus labios directo a aquel oído tan agudizado provocando que cada centímetro de su comenzara a arder, provocando a su vez un suave roce entre las pieles, mas directo que todos los anteriores, un mensaje de excitación hasta llegar a lo mas hondo de su ser. Los cuerpos se juntaron mas, las pieles se rozaron y por un eterno instante se miraron a los ojos. Se miraron dando a revelar las verdades que latían en cada gesto anterior. No era solo lujuria, había algo mas, mucho mas intenso que cualquier pecado y que cualquier virtud. Ella movía las manos por el cuerpo de él, deleitándose con la suavidad de una piel blanca que estaba casi incólume a otras sensaciones que no fueran las que le daba ella en ese momento. Una sonrisa de medio lado y un sonido digno de pecado precedió a los labios que rozaron de nuevo su boca, iniciando ese ritual de seducción, de un poderoso y atrayente erotismo en el que nadie podría resistir la tentación. Los labios de nuevo se unieron primero en roces sutiles, después de forma mas rítmica acompañada de una sonrisa y de un suspiro masculino de placer, una declaración de rendición a los sentidos. 


Mientras bailaban aquella danza de sensuales movimientos de cadera y columnas de fuego que se entremezclaban, las estrellas descendieron y los rodearon, envolviéndolos en un manto de luz para después los elevarlos a lo mas alto y sentir como el aire rozaba sus cuerpos. Nada mas existía que el cuerpo del otro en completa comunión con el del uno al son de un vals de impudicia en donde también se ponía todo el corazón. Todo el cariño. Algún susurro salia de esos labios en los que depositar un beso era recibir la mayor recompensa que cualquier caballero pudiera tener como aspiración y culminación a su vida. Lentamente se fueron moviendo el uno con el otro, poco a poco uniéndose mas y mas en cada segundo. En cada parte de sus almas se establecía un puente que les unía en un vínculo fuerte, promesa de eternidad,  placer, corazones latentes, sangres ardientes. Cálidamente los labios y las bocas continuaron caminos diferentes y las lenguas dejaron de bailar la una con la otra, ocupándose de pieles que no eran las de sus dueños. La de él se precipitaba de nuevo a ese delicado cuello y descendía entre dos preciosas colinas, aquel busto con dos preciosos altozanos a las que dedicó profundos suspiros, secretos versos en forma de besos en medio de la agitación pasional que los envolvía en alas de fuego y deseo. Ella sonreía mientras contemplaba el descender de su amante que fervorosamente fue peregrinando como un sediento en busca de agua, miraba a ese viajero, a ese pintor de besos en su cuerpo besar aquella extensión de piel con un pozo en su centro, declaración de intenciones para con aquel punto concreto, aquel destino final. La respiración agitada se encontraba en ambos, los nervios le comían pero la razón no se imponía en ningún momento. Un suave suspiro salió de los labios de ella. Lentamente, de forma tortuosa, pasó las fronteras de la realidad aquella boca hambrienta de un placer intenso en sabor y temperatura.


En la noche, refugiada entre dos piernas, una lengua danzaba en el glorioso infierno mientras un suave gemido salía de una boca y se repetía de forma constante. Las manos exploraban la piel morena de forma perseverante, asegurando una presencia continua en ese territorio explorado anteriormente y al que no dejaba de dedicar caricias, estímulos firmes pero delicados, suaves, casi tiernos. Lentamente los labios devoraban aquella esencia recorriendo el lugar de arriba abajo. Ella se arqueaba ligeramente y a veces soltaba un suave sonido, una nota ligeramente quejumbrosa producto de un placer que se estrellaba y mezclaba con el aire que la rodeaba en las alturas, que los hacía elevarse mas y mas en aquella espiral de frenesí. Lentamente se fue separando para dejar un suspiro contra esa ventana a un paraíso cálido, promesa de placeres infinitos. Unas manos firmes pero delicadas al mismo tiempo sostuvieron el cabello de aquel caballero alado que ávidamente estaba devorando una intimidad, un secreto oculto para muchos, exhortándolo a que continuara, a que siguiera dándole placer. Los dedos se enredaron, presionando mas el rostro, exigiendo mas aquella criatura divina que era poco a poco envuelta en el manto de la noche con ese ser definido por ella misma como exquisito y que ahora le rendía un culto secreto, solo visto por la luna y las estrellas que brillaban mas y mas a cada lamida, cada beso, cada roce, cada susurro que impactaba en ese deseado templo de placer. El deseo de ese ser se volvía cada vez mayor y el cuerpo en tensión le hizo saltar, una vez satisfecho de su líquida recompensa y con los labios secos y sedientos del aliento de su amante, a esos pétalos carmesíes, devorándolos al mismo tiempo que con lentitud se unían por ese lugar abandonado segundos antes en una decisiva acción donde dos miradas se cruzaron y se expresaron un placer apoteósico. Los sonidos y las notas mas antiguas que el mundo se fueron desparramando por las pieles que se mezclaban como la noche y el día en un segundo amanecer. Los movimientos lentos pasaron a mas ansiosos y alguna palabra de cariño no dejaba de emerger de los labios de ambos. Las bocas se unieron para ahogar aquellos gemidos intensos, acallando el testimonio de un infierno desatado en un cielo lleno de estrellas sonrojadas. 


Un giro brusco en ese aire cálido y ella quedó encima, en esa posición dominante, paseando sus manos, incitándose a si misma y a su caballero alado y amante con lentos movimientos de caderas estando aun él dentro de ella, miradas depredadoras que hacían mas intensa aquella experiencias inolvidable mientras sonidos de tentación y deseo de hacían escuchar por todo el paraje. Las manos de él no se hicieron esperar y tampoco el resto del cuerpo, los cuales fueron explorando, piel contra piel aquel paraje mágico que no se cansaba en ningún momento de adorar, de sentir bajo aquellas manos blancas, casi de difunto las cuales guardaban toda su delicadeza y fuerza para ella. Unas manos de uñas azules tomaron su rostro y las bocas de unieron voraces y aun insatisfechas mientras unas manos se paseaban por todas esas divinas formas. Mas frenesí y los músculos se tensaron peligrosamente avisando del final de aquel baile de cuerpos y almas, de lenguas y de suspiros, esencia y gemidos que culminaría en una profunda explosión de placer contenida en un repentino quiebro de voces, en aquella irrepetible rotura de dos nombres gritados al mundo que fue creado para ella La Musa. 


Los cuerpos estallaron al unísono, símbolo de la totalidad de aquel vínculo único e irrompible que los envolvía cada vez que uno y otro se rozaban suavemente los labios y las pieles o se acariciaban las almas con sencillas pero profundas miradas. No se dieron cuenta de su descenso hasta que el suelo se hizo notar en la espalda del caballero alado. Estaban en medio de un bello campo de rosas azules y ella lentamente se acercó a sus labios depositando un beso lento, suave, tierno, tentador, sensual, atrayente, hipnótico en aquellos labios que poco a poco fue ganando en fuerza para volver a iniciar un lento baile de placer interrumpido por un último sonido de aquellos labios ni muy finos ni muy gruesos, sencillamente perfectos. Poco después ella reposaba sobre su pecho, ambos dormidos y acariciados por los pétalos, la Luna y las estrellas.