martes, 22 de abril de 2014

Poemas al viento

La noche rompía su tranquila velada con el desgarro de la luna en dos partes. Un ensordecedor grito de agonía quebró con dantesca facilidad el silencio de aquel manto estelar de contemplación que eran las estrellas. En la cabeza de aquel hombre atormentado se abrían paso imágenes aterradoras, pesadillas que caminaban por el filo de la realidad, por la frontera de lo fantásticos y lo verídico. Las grandes olas negras golpeaban contra el acantilado junto a los fantasmas de un pasado oscuro, un presente incierto y un futuro negro como boca de lobo. Los trazos en tinta azul resaltaban en su brillo, marca de nacimiento inconfundible por parte de dos solitarias velas cuya llama era aporte de sensualidad velada a la noche resquebrajada. 

El grito se reprodujo de nuevo acompañado de un tormento paralizante, terrorífico, que se extendió a la mano del escritor, sentado frente al papel, con pluma en mano y ahora inútil por la punta rota en su ataque de desquiciada locura. Y de pronto se hizo la oscuridad. Y de pronto el fuego se hizo en ese pequeño cubículo apenas iluminado, depositario y confesor de locuras, de delirios. Los grandes cuadros ocupaban en pequeña cantidad toda la extensión de la habitación, recuerdos felices de un pasado que quizás nunca mas se repetiría. Cuando el dinero deja de fluir la felicidad paraliza su cauce, da menos motivos para sonreír, para contentar esa ambición y avaricia del ser humano que provoca tan falsa estima por uno mismo en lo tocante a lo material. Dos ojos se volvieron al foco de aquel fuego y una figura se erguía. 

Negra como la noche, la muerte lo observaba desde el fondo de una túnica. el miedo se apoderaba de quien contemplaba esa clásica guadaña con motivos macabros, pequeñas calaveras humanas pertenecientes a infantes que habían abandonado el mundo demasiado temprano. la luz parecía huir aunque ello no lo hacía en absoluto invisible. Sencillamente era la ausencia de todos los colores a excepción del negro mas desolador. No era el negro aterciopelado de aquella noche brillante, luminosa, sino el mas oscuro y opresivo mensaje final en forma de un color como era ese negro angustioso, desesperante y eterno. Se apreciaban de todo aquel ser dos manos blancas y finas, propias de una dama de la alta corte. Pero en lo mas absoluto irradiaba la frivolidad o el desencanto por lo banalmente pobre; al contrario, eran firmes y a pesar de su liviano aspecto, sostenían ese pesado instrumento segador de almas con una firmeza sobreentendia. 

-Vengo a por tu alma, ha llegado la hora de que abandones este cuerpo y esta vida. Tus horas han llegado a su fin por deseo del destino mismo.-Dijo con una voz similar al terciopelo pero con el invierno polar en cada sonido que emitía.

El hombre la observó, a la muerte perfecta, presente en cuerpo y eternidad delante de su estampa, esperando quizás una contestación, asombrado por el hecho de que la parca le avise de que ha llegado su hora, como el canto del gallo avisa al granjero de que es hora de despertar o la brisa marina al marinero de que se acerca la tormenta. Todo se hacía oscuridad y silencio con cada segundo que pasaba, debilitando la determinación del escritor a resistirse. Pero no del todo cedió y entonces habló. 

-Disculpe pero no puedo evitar expresar mi deseo de seguir apegado a la vida.Señaló entonces el papel que tenía en pleno escritorio.-lea usted lo que estoy escribiendo. está inacabado y me gustaría terminarlo. De lo contrario, si se me olvida o no lo escribo seré condenado y por tanto eso influirá negativamente en el peso de mi alma.-Dijo pero antes de que pudiera seguir hablando la muerte, expresando cierto escepticismo se rió.

-¿Como te van a condenar si antes de que termine esta noche estarás muerto?.-Esta dio un paso, o casi se podría decir que flotó sin causar siquiera el sonido del roce de esa tópica capa negra con el suelo. Todo era un silencio, como si nada mas pudiera alterar esa conversación.-¿A no ser que tu estés...?.-Entonces se respiró en el ambiente una sensación general de duda, como si cada objeto de aquel lugar se volviera inseguro en su posición, en su lugar. las mismas pinturas daban esa sensación de duda, de no estar seguros de lo que estaba aconteciendo cuando fueran plasmadas, quizás fruto de una duda del propio pintor que no pudo ser confirmada o corregida. 

-Lo estoy...-Dijo el escritor. No sabía a que se refería la muerte, solo era una vaga intuición e la que se basaba por tantos cientos de historias que su memoria recopilaba o que leía de libros viejos como el mismo Matusalén.-No puedo abandonar aun este mundo. Se que no soy nadie para negarme a los designios de la pálida dama pero necesito vivir un poco mas, el tiempo suficiente para poder ver sus ojos una última vez, y es cierto que soy humano y por tanto un perfecto insatisfecho, que quiero ver sus ojos cientos de veces, miles de veces, millones de veces recopiladas en vidas y vidas anteras...

De nuevo la muerte interrumpió. 

-Está bien, guarda silencio pues dictaré sentencia.-la muerte dio otro paso, sintiendo que el alma misma de aquel escritor se estremecía tanto como si la Musa le fuera a abandonar para no aparecer jamás siquiera en sus pensamientos, dejándolo vacía en una gran parte de su corazón para siempre.-Para prologar tu vida deberás pagar un tributo regular. Recitarás un poema que no escribirás, que susurrarás por la noche y que solo yo escucharé. Si no lo haces al menos una vez antes de cada luna vendré de nuevo a por tí a segar tu vida sin mas ni mas.-Dijo con fría determinación. Acto seguido la habitación quedó vacía de toda presencia extracorporea, tan solo con un alma temblorosa por la presión sufrida, tendida en el suelo y sin ganas de levantarse hasta que llegó el amanecer. 

Llegado el amanecer unas manos lo recogieron y lo tumbaron en la cama. Dos grandes ojos negros lo observaban con la preocupación pintada en cada cuenca llena de luz. Y así fue como el escritor nasrró a la Musa su aventura y esta le reconfortó. Pero eso es otra historia... 


sábado, 19 de abril de 2014

Sentencia (parte 2)

En medio del mar, un barco atravesaba tranquilamente sus aguas. El cielo se encontraba enturbiado por nubes que amenazaban tormenta, mas parecían indecisas en lo que a descargar las aguas se refería. Las olas moderadas sacudían la nave con un lento vaivén, penetrando en las aguas como un tierno amante de madera a su elegante y azulada acompañante eterna. En ese justo momento solamente soplaba una brisa que traía la cercanía de la tierra firme pues se encontraban a punto de entrar en puerto esa curiosa y mas que bella tripulación. Era una de las tripulaciones mas extrañas que se pudieran ver en aquellos tiempos, donde la piratería parecía un un mundo para los hombres. Las mujeres se veían relegadas al papel de prisioneras o amantes de dichos aguerridos y despiadados guerreros de los mares. Pero esta vez era al revés. Todas las bellas mujeres de aquella embarcación poseían un papel papel protagonista. 

Entre los tripulantes varones, el único que podía destacar entre esa masa de jóvenes atractivos y fuertes era precisamente el menos atractivo y fuerte. Sus ojos contemplaron el puerto y lo alternaron con la mercancía que llevaban a bordo, sencillos instrumentos de juegos sexuales que no tenían voz ni voto en aquel lugar. Muchos parecían poco interesados en ese hecho dada la impulsividad y la ardiente juventud y energía que corría por sus cuerpos semidesnudos. El elemento diferenciador de los demás sentía cierta pena y su machismo recalcitrante le estaba presionando contra el pecho, convirtiendo el sentimiento de circunspección en una rabia sorda, mas la razón se impuso de nuevo. Era su sentencia, su condena. Debía de enfrentar a los fantasmas del pasado, de toda su existencia. Él no era como ellos, o al menos dedicaba noches enteras a tratar de convencerse de eso. Muchas de aquellas mujeres apenas lo miraban a pesar de las atentas miradas que él les dedicaba de vez en cuando. Sabía que era consciente de que a su vez ellas tenían constancia de ser observadas pero no parecían ver nada especial en él. Y el resto de esclavos no es que fueran precisamente amables con él pero tampoco se metían con él. No en exceso.

Una figura se puso a su lado y emitió una especie de bajo gruñido. Una enorme pantera observa el mar junto a aquel humilde sirviente. La pantera no lo quería tampoco, lo despreciaba en la misma medida. Dejó salir un bajísimo suspiro, como si expresarlo en alto interrumpiera el frágil hilo de sus pensamientos. Su mente se encontraba en una cama, perdido entre curvas de mujer y acariciando esa piel a la que dichas formas pertenecían. Si le hubieran desatado habría sido mucho mejor para ambos. No fue así. Y pensando que se encontraría ahora en medio de un bosque terminó en aquellos lares. Todo era bastante triste e ese momento para él, demasiado rabioso, demasiado orgulloso para ser capaz de ver la diversión que sus inteligente compañeros tenían mas facilidad para segregar en sus ideales. Aunque no todo eran cosas malas. 

Ese momento era uno de sus momentos de asueto aunque sus cálculos le decían que era momento de volver al trabajo. Con la rapier que él mismo había tenido que elegir junto a unas cuantas joyas que le encantaría quitarse porque no era su estilo, fue empujado sin mucha delicadeza primero por un esclavo sexual y luego por la pantera, que juzgaba como muy lento su caminar y quería llegar pronto a su destino. Tras comprobar que todo estaba bien en su vestuario y sacar una leve sonrisa entró por detrás de la pantera en lo que era el camarote de la capitana. Esta era la mas bella de todas las mujeres, la mas deseada, lamas fuerte, inteligente, cruel y educada de todas damas casi salidas de un cuento. Tras unos saludos iniciales y una elegante reverencia la capitana le dio la lista de cosas que debía de hacer. Él se puso a ello en seguida no sin antes haberle recitado un poema que había pensado en las noches en vela, el cual decía tal que así:

"Caminante acuático
que se balancea firme.
La sirena en su canto
apenas se reprime.
Si el marino se acerca
que nadie la detenga.
Es la Dama de los Mares;
no hay quien la contenga"

Primero peinó el cabello de la capitana, a continuación le dio los retoques para que estuviera aun mas perfecta de lo que jamás podría estar una mujer tan aventurera y aguerrida como ella. Nadie podría superarla en belleza y elegancia. Al menos nadie en los siete mares, pues que él supiera, el motivo de sus inspiraciones poéticas no se había dado a la mar en momento alguno de su vida y se mantenía en tierra firme. Le preparó el desayuno, limpió y sirvió la comida a toda la tripulación, amantes incluídos, fue ofendido en su honor unas cuantas veces con frases de voces agudas y graves, limpió sables (de acero y metales diversos), esquivó unas cuantas peleas, pescó dos atunes y tres lubinas, le dio todo a la bella pantera para que comiera pescado fresco y se permitió un descanso de la duración (literal de un suspiro) antes de un sinfín mas de tareas. La noche llegaba cuando terminó todo lo que tenía que hacer. Y fue justo en la noche cuando todo sucedió. 

La tormenta aun no se había decidido a descargar sus dulces aguas como las lágrimas de una santa, no había estrellas que se pudieran ver y no existía luna alguna en ese momento. Casi todos se habían echado a dormir pero ese servil ser no podía dormir, como era habitual en él. Era un ser nocturno, acostumbrado a estar noches despierto y días durmiendo, solo que esta vez se encontraban agotado que precisamente no podía descansar, sumido en su espiral de auto-odio y auto-compasión. Hasta que los escuchó al otro lado de la embarcación. Encontrándose él en un lugar bien oculto, donde sería difícil que lo descubrieran, una de aquellas mujeres parecía no muy cómoda con uno de los siervos sexuales. Este, realmente exudando ansias ocultas por ser castigado, tenía la mano sobre la boca de la señorita y con la otra la manoseaba de forma poco decorosa, muy vulgar a decir verdad. Entonces todos los poetas derramaron una lágrima cuando una frase salió de sus labios 

-Tu hoy follas conmigo ahora.-Soltó el muro, pues era excesivamente grande, musculoso y sí, guapo como todos los hombres a excepción del espía que los observaba.-Soy guapo y fuerte, todas quieren follar conmigo y tu no vas a ser una excepción zo...-No pudo terminar la frase pues un ruído lo alertó. 

Y ahí estaba un enclenque cadáver pálido y medio desnutrido, espada en mano, lágrimas de sangre en los ojos y determinación asesina en el corazón, fluyendo por todo su cuerpo, sediento del placer de la sangre, de la venganza y sobretodo sediento de algo que no tenía nombre. 

-Coño, pero si es la mariposita faldera de la capitana, mas inútil que la polla de su Santidad y mas débil que una hoja seca..-se rió el miserable mientras dedicaba tantas románticas ideas para su próxima obra de arte al humilde mayordomo, que veía su propia ira incrementada con cada halago.-Y encima viene armado-dijo mientras observaba la rapier en su mano, afilada, mortal si era bien usada.-No seas maricona, tira eso y enfréntate a mi como un hombre. 

-Tengo una idea mejor.-Dijo el sirviente con una ira fría como la escarcha que aparecía en los lugares mas helados...como por ejemplo bajo sus pies ahora mismo.-Me enfrentaré a ti como caballero alado a las órdenes y por la Luz de la Musa y en nombre de la capitana...-El primer puñetazo le calló en toda la mejilla izquierda, haciéndole ver las estrellas. 

-TU capitana, maricón miserable. Eres su siervo y ella TU capitana.-Dijo mientras se reía.-No tienes puta idea del mar. Tu capitana es MI capitana y estaba de follarme a MI zorra que por cierto ¿donde coño...?-Antes de acabar la pregunta un fuerte golpe le dio en la nuca al apuesto marinero pero este, a pesar de tambalearse se repuso rápidamente y estampó su puño contra la cara de la bella mujer, de ojos azules, labios voluptuosos y mirada tan perversa como clara en sus pensamientos.-Hija de... 

Entonces el torso desnudo de aquel apuesto, guapo, salvaje, maleducado y deplorable ser se convirtió en la espalda de un erizo a la inversa. Cientos de cuchillas lo atravesaron con la velocidad del rayo. Lo artísticamente mas cuestionable para una persona normal fue el momento en que todas esa cuchillas se separaron las unas de las otras sin retroceder, rápidas como un suspiro de impaciencia, desmembrando, triturando a ese miserable. De pronto la luna hizo su aparición y contempló como dos grandes alas aceradas estaban manchadas con tripas aun colgando y trozos de órganos. El siervo reprimió las ganas de bailar y reír, de expresar cuan exultante era su felicidad, de sentirse al fin realmente útil. El acero grisáceo que no se encontraba manchado era de una factura artesanal muy notable y de sobresaliente calidad. La mujer, algo impresionada pero con la respiración tranquila, las alas, el siervo, la luna y las piernas inertes, único retazo de ese bastardo, fueron los únicos testigos. 

La mujer y el siervo se miraron por un momento y ella preguntó, tratando de deisimular su incipiente miedo :

-¿Que eres?

Y el siervo, con una reverencia, provocando la caída de unos cuantos trozos de hígado y la mitad de una pleura pulmonar respondíó:

-Solo un humilde mayordomo... -Dicho esto, las alas desaparecieron, la mujer se fue a la cama, la luna se ocultó de nuevo, la lluvia apareció y una solitaria figura, en medio del vaivén de ese amante de madera a su amada acuosa, limpiaba la cubierta con tranquilidad pasmosa.-La capitana se enfadará conmigo...




jueves, 17 de abril de 2014

Sentencia (parte 1)

En un lejano lugar de un tiempo y espacio totalmente desconocido, se encontraba una habitación muy particular. Dicha estancia se encontraba atestada de imágenes que reproducían escenas llevadas a cabo entre parejas de amantes, algunos consistentes en humanos siendo seducidos por los mas bellos demonios. Por un ventanal se colaban nada mas y nada menos que tres lunas de un marcado tono rojizo que despertaba en el ambiente la musicalidad del placer. A pesar de estar cerradas las ventanas, en los alrededores se apreciaba el aroma de la lujuria liberándose por esa luz carmesí. Los instintos volvían a sus orígenes animales en los que el ser humano perdía toda piedad y no pensaba en moralidades o éticas inútiles para seres como el que justo entraba por la puerta. 

Sus ojos verdeazulados se colocaron sobre el cuerpo de su víctima, yaciente e indefenso en una gran cama hecha con perfecta elaboración artesanal. Las curvas de su voluptuoso cuerpo no ocultaron el regocijo de ver a ese hombre, condenado por un gran crimen imperdonable, ahora totalmente suyo por un periodo de siete días que sin duda no iban a ser suficientes para todas las ideas que tenía en mente, a cada cual mas perversa, oscura y placentera para ella; o quizás para ambos. La luz de las tres lunas le daba a esa depredadora un aspecto bastante siniestro pero al mismo tiempo la dotaba de un aura acorde a la de una divinidad del placer devastador placer, porque el placer puede devastar cuando se ignoran los límites. 

El condenado estaba asustado. La idea de estar atado era algo realmente contraproducente para lo que sus estándares del placer suponía. Si bien su mente perturbada había soñado con ataduras, estas desde luego no estaban en su cuerpo sino en la de alguna amante imaginada o quien sabe si real. Aquel criminal (porque cometió un cruento crimen) estaba a punto de recibir el castigo. Nunca su crimen sería revelado pues no existían palabras que pudiera describir con precisión la gravedad de sus actos. 

La criatura lo observó y de pronto se estaba abalanzando sobre su presa, desnudando ambos cuerpos y dejando que las pieles se rozasen mientras ella susurraba cada uno de los planes que tenía para aquel ser deplorable que hoy recibiría todo el peso de la justicia. Sus curvas se apretaban con con toda contundencia contra el torso pálido y desnudo, creando consecuentes y caóticas reacciones en su cuerpo, y es que no se podía negar que aquella escultural dama nocturna poseía las formas mas idóneas para el pecado mas perfecto. Desde su cabello liso hasta la punta de los pies eran una invitación a ser besados, acariciados, lamidos, a hundirse en todas las fantasías que cualquier mente caldeada pudiera idear.

-Por fin. Ahora eres solo mio delgadito buenorro.-Dijo la lujuriosa dama sin ocultar sus intenciones mientras deshacía poco a poco las inhibiciones conservadoras de su presa con besos a lo largo de todo el cuerpo, sin dejarse un solo centímetro de piel por el camino, de esa piel blanca y algo fría en un principio que ahora irradiaba ese calor tan característico de la excitación.

-Por esta semana... y al parecer tengo otros deberes que cumplir, querida.-Dijo la presa, atreviéndose por vez primera a hablar, mas cuando lo hizo, fue dicho con toda confianza y sin un atisbo de temor. Era la voz de alguien que acepta su condena abiertamente. y si bien no hay nada mas peligroso que un hombre sin miedo a morir, este no era el caso pues el futuro cadáver se encontraba atado, aceptando el plancetentero y lúbrico destino que le aguardaba. 

-¡NO! eres mío para siempre y podré...podré....-la mujer no terminó la frase pues se encontraba en un estado casi rayano en la locura. Frotñándose contra su cuerpo, mientras devoraba su cuello y el lóbulo de su oreja, la criatura le preguntó con una sensualidad que estremecería hasta al mismísimo San Pedro.-¿Unas últimas palabras antes de que se ejecute la sentencia?

Tan abrasados por dentro como estaban sus pensamientos, el condenado no tuvo tiempo antes de que una boca voraz como el mismísimo Leviatán se lanzara sobre la suya y lo besara con una pasión desmedida en lo que ambos cuerpos se unían en un lugar mu distinto entre sus bocas. Sus besos eran de fuego puro, de lava incandescente, de hierro fundido cayendo con aplomo en el molde que daría forma a una música tan antigua como el mismo mundo; o es sucedería cuando dejaran respirar al culpable del crimen. Lentos o desmedidamente rápidos, sus besos eran un constante asedio para sus sentidos. Y en el sur unas caderas con una curvatura perfecta se movían con ansias, con sed y hambre de lo que entre sus piernas estaba devorando lentamente unas veces y con frenesí casi animal otras. 

La criatura oscura estaba exultante, casi diríase que gloriosa mientras se movía salvaje, indomable con ese pobre diablo entre sus piernas, brindándole sin remedio un placer largamente perseguido, anhelado y que hasta el momento nunca había experimentado por parte de aquel que se encontraba atado, el cual deseaba poder participar de forma mas activa pero parecía una estipulación de la sentencia el no poder defenderse adecuadamente en aquel campo de batalla horizontal. Los ojos verdeazulados se clavaron en los orbes ni por asomo tan bonitos pero igualmente abiertos de par en par, mostrando a ese caballero caído en desgracia la visión de esa parte del infierno dedicada a uno de los pecados mas cuestionados de los siete yerros capitales. Las tres lunas iluminaban uno de sus perfiles al entrar todas por la misma ventana que daba a un espacio extraño habitado por extrañas criaturas, apartado del resto del mundo para que nada los molestara. Para que nada molestara a la depredadora lujuriosa que se cobraba a su ansiada víctima. 

Los cuerpos en tensión fueron una deliciosa alerta para avisar de que aquel punto y aparte llegaría pronto, haciéndolos estallar prontamente en placer, liberando toda una retaíla de de lascivas expresiones sin un significado concreto, sencillamente el reducto verbal por  la cual el placer de la lujuria reinante se liberaba por la grandeza de aquella sensación. Los fluidos mas íntimos se mezclaron y fueron la firma de que el primer encuentro de tantos que se darían a partir de ese momento por un periodo de siete días... 

Los ojos de la criatura oscura resplandecían triunfales, excitados, extasiados por haber por fin completado aquel ciclo que necesitaba como si fuera el aire que los sencillos humanos como aquel respiraban. Aunque poco duró la diversión pues cuando se acercaba el momento de una segunda vuelta, de un segundo asedio a la cordura y la decencia, las sombras envolvieron a a la presa y se lo llevaron de ahí, dejando en el ambiente el aroma de las dulzón libertinaje y un rugido de rabia. 



Carta a la Musa VII

Bella Musa de mis versos:

Estas líneas están escritas, como siempre, desde el mas entregado sentimiento que habita en mi corazón, cuyo nombre no me atrevo a pronunciar como si fuera a incurrir en un pecado mortal. Puedo asegurar que dicho sentimiento es legítimo, pero es bonito mantenerlo en una secreta obviedad, le da un toque de complejidad totalmente innecesario mas ya sabes como soy. Además la expresión del mismo creo que debería ser guardado para un intercambio de palabras en privado. Veo esta carta como la necesidad de expandir aun mas el hecho de que mis sentimientos buenos están inspirados por la existencia de tu sonrisa, el brillo de tus ojos, el sonido de tu voz y muchos elementos mas. Tu propia vida, las acciones que realizas en esta existencia, en este devenir de acontecimientos que nos moldean como las manos de un escultor a la arcilla, es digna de inspirar mis sentimientos hacia ti. Sufro y río contigo, con tus desgracias y tus alegrías respectivamente. Hay muchas cosas que puedo decir y de ahí que te escriba estas humildes líneas. 

El agrado que me produce tu presencia opaca con diferencia todo aquello triste que me puedas llegar a narrar. Este mundo no es una utopía y cada vez se parece mas al infierno de Dante, sin embargo eso no impide que cuando tu apareces, muchos de los problemas que tanto me agobian se queden a un lado, pues apareció la salvadora de mi día. Seguramente pensarás que exagero pero incluso cuando tu día también es malo me ayuda a distraerme de mis demonios. Tus problemas, si bien mas complejos que los míos, suponen un reto que me ayuda a cambiar la mente, a configurarla de otra forma para que puedan serte útiles mis palabras, que sea una herramienta para hacerte sonreír de nuevo. Me gustaría que la vida te diera todo regalos y dulces y joyas y mucha felicidad, pero al parecer eso no es posible en la vida de nadie por lo que tus complicaciones las veo como un reto que ayude a ambos a crecer, a ser mas sabios mas inteligentes y mas fuertes en la vida.

Tu presencia ilumina a la propia luz, extingue las llamas de ira y los ríos de tristeza que parecen invadir todo mi ser constantemente. Son pocas las veces en las que, estando triste y apareciendo tú, mi estado anímico hubiera quedado igual o peor que antes de que hicieras acto de aparición. La verdad es que no recuerdo nada concreto que no fueran fruto de la paranoia posterior que todo hombre inseguro tiene dentro de sí mismo. Cuando apareces es como si la luz fuera música, como si todo lo dominara por dentro y por fuera de mi mundo. Y mi mundo es la luz de tus ojos, la risa tan estridentemente linda que tienes, creándose así una bella paradoja donde la luz es creación de sí misma. Y es que tu te has hecho a ti misma a raíz de las experiencias que has vivido y a su vez creas un futuro determinado. Tu luz es mi alimento, la abierta forma de expresarte sin perder esa elegancia, esa compostura tan madura y sin perder calidez es lo que muchas veces me hace ver los problemas por su verdadera dimensión. Creo que no hay nadie mínimamente parecida a ti en ese aspecto, tan encantadora y bella, inteligente, educada, única...mágica. 

Tu belleza parece sacada de un cuento que los trovadores y cuentacuentos les cantan y narran a niños y mayores. Describirte es imposible. Hay tal cantidad de detalles en los que poder pararse durante horas a hablar que la eternidad es ridículamente corta. Cuando contemplo alguna imagen tuya muchas veces me quedo sin aliento, como si contemplara al ser mas perfecto del universo, Por encima de cosas tan banales como el color de las flores, que es lo que les da ese aura de perfección divina, o del mismo Dios. Se que eso último tal vez te ofenda pero es un símil para demostrar hasta que punto llegas dentro de mi corazón. Soy devoto de la causa de tu felicidad, de tu bienestar y de que seas una persona a gusto contigo misma, que no dudes en consultarme cuando necesites un hombro sobre el que llorar o un sesudo análisis de tu situación. Soy eso, un devoto todoterreno de la causa de tu felicidad, nada mas y nada menos. Con todas sus consecuencias. 

Me siento feliz de haberte conocido y de pensar que aun me queda tanto por conocer de ti. Eres una persona fascinante, llena de esa luz que ya mencioné y que parece siempre estar brillando constantemente. A día de hoy creo que eres una de las tres personas mas importantes en mi vida. hasta ese punto has llegado Musa de mi inspiración; puedes brindarme mas felicidad de la que te imaginas con el mas pequeño de los gestos. Quizás pienses que merezco mas y puede ser cierto o no, pero veo tanta belleza en tí, por dentro y por fuera, que siento que la cabeza me explotará de todas las cosas que deseo decirte a la cara, sin estos párrafos a la deriva en un mar de locura de por medio. Quiero llegar a ver de ti a todo tu ser, física, mental y espiritualmente. Quiero conocer toda tu vida, ser parte de ella sí, pero ser parte fundamental de tu felicidad, aun desde la sombra. Eres el cúmulo mas grande de razones por las que seguir con vida que he conocido jamás. 

Siempre me tendrás a tu lado. Aunque el sol se detenga junto a la luna y el tiempo; aunque la vida se extinga de este planeta y el resto de la galaxia. Voy a estar a tu lado, atento a tu aparición casi mariana en mi día para poder ayudarte, escucharte, consolarte o distraerte. Tu a cambio solo debes dejarte llevar y decirme que tan bien estoy realizando el hito de lograr esas sonrisa que se apagó por el motivo que sea. No me importa la causa, me importa que el resultado sea esa sonrisa radiante, enorme, preciosa, luminosa, inspiradora y a veces hasta seductora. nada seduce mas que tu mirada y tu sonrisa o esa actitud a veces tan etérea, sutil, que tee da un aura de fascinación irresistible en miles de ocasiones y solo negable en unas pocas. 

Y ese será el último punto de esta carta. lo mucho que a veces llego a desearte, como si no pudieras salir de mi cabeza hasta que pudiéramos yacer en algún lugar, me da igual cual lugar sea, para poder decirte con caricias y pequeños gestos aquello que provocas en mis mas bajas inspiraciones. De día, de noche, con o sin sol y luna, solo importaría vivir ese momento al máximo pues no se sabe cuando será el siguiente; quizás nunca. Te deseo con toda la pasión de mi pálido cuerpo de manos hábiles e intenciones ardientes como el infierno. Tu eres la inspiración de todo ese idilio que supone que dos personas pierdan la vergüenza y se demuestren deseo y sentimientos y actitudes múltiples como amor, deseo, confianza, complicidad... 

Espero que todo este cúmulo de ideas te hagan reflexionar o pensar pero sobretod sonreír. Todo es siempre dedicado a esa sonrisa... todo por esa sonrisa. 

Te añoro, te deseo, te necesito... 

Atte: un poeta ciego de vista pero no de corazón. 

lunes, 7 de abril de 2014

Rosa lunar.

Era una noche fría de invierno. La tormenta, mas allá de la frontera con la realidad que establecía un gran ventanal, era la tónica general de aquel día frío y triste, violento como el mar embravecido que unos metros mas allá batía contra el acantilado. La habitación apenas estaba iluminada por unas pocas velas. Los grandes y fastuosos candelabros y las complejas lámparas de araña del techo se encontraban apagadas. Demasiada luz le causaba cierta irritación al hombre que se encontraba escribiendo las locuras de su corazón y los sentimientos de su cabeza. O quizás fuera al revés. Su concentración era máxima. Su rostro era una máscara de piedra que solamente movía los ojos para fijar estos la la llama que poco a poco consumía una vela de cera roja y otra de cera blanca.

Con un trueno sonando en la lejanía lo acompañó un grito casi seguido de lo que parecía una risotada. El cuerpo del escritor se enderezó un poco y ladeó su cabeza, con máxima concentración, esperando escuchar de nuevo ese sonido. No pasó nada en absoluto, por lo que el escritor volvió a concentrarse, pensando que había sido su imaginación, el talento que le quedaba en pie y aun resistía a la locura; o que cada vez se entregaba mas a ella. Él podría llegar a vivir de su imaginación de no ser por una suerte de defectos que le impedían la concentración en los planes a largo plazo así como el hecho de ser víctima de sus emociones cada vez que estas trataban de imponerse.

Otro relámpago, el trueno, el grito y la risotada aunque esta vez con cierto tinto de angustia. El rostro de piedra se puso en pie junto al resto del cuerpo con brusca decisión y casi tiró la solla de madera en la que se encontraba aposentado desde hace bastante rato. las rodillas le recordaron su entumecimiento y todo el dolor le sacudió de arriba abajo pero no había tiempo para lamentos propios. Abrió la gran puerta y en la cama se encontraba un bulto, cubierto con todas las sábanas del lugar. Y por primera vez aquel rostro de piedra sonrió.Se acercó a donde se encontraba ella, la mujer mas bella del mundo, y de paso la mas temerosa a ese tipo de eventos atmosféricos. 

-Musa bella de mis versos... -Dijo con voz aterciopelada, llena de una infinita ternura, aquel hombre de rostro pétreo cuya máscara se había caído a pedazos.-No temas a los rayos y los truenos. Son las órdenes que Dios le da a sus ángeles para que cumplan bien su trabajo.-Dijo con todo convencimiento mientras acariciaba parte del suave cabello que se veía por encima de la ropa de cama. 

Poco poco sus ojos, tras unos cuantos centímetros de frente (nunca se sabrá cuantos), asomaron, y entonces la luz se hizo en la habitación. Aquellos focos de esperanza para la humanidad de su interior se hicieron dueños de toda la escena, de todo el mundo, del universo entero. Toda la rabia y los malos sentimientos dejaron de existir; todo el rechazo por lo bueno del ser humano se fue disolviendo y en su lugar, en el justo lugar donde antes reinaba casi el mismísimo diablo, ahora solo se encontraba ella, tan opuesta y tan similar a la mas tentadora de las criaturas existentes en todos los planos.

Con una voz indescriptible, tan suave aniñada y firme, un himno de luz hasta para los sordos, ella dijo:

-Es que me dan miedo. No se por que pero me dan miedo. Ya se que no me van hacer nada pero...-No dijo nada mas y se ocultó de nuevo cuando sonó otro rayo seguido de su correspondiente trueno. Quizás la vulnerabilidad era uno delos factores que le hacían quererla en cada día que pasaba, ignorando la vulnerabilidad propia que le causaban aquellos grandes ojos oscuros y expresivos que seducían y estremecían de miedo por igual. 

El rostro pétreo quebrado entonces fue hacia la ventana de otra habitación, pues lo que tenía planeado no debía llevarse a cabo en presencia de la bella Musa de sus sueños, y la abrió, por lo que todo el viento entró en la habitación, la lluvia y el sonido de los truenos aun mas terribles que antes. Tomó todo el aire que pudo y le habló a la tormenta con respeto, caballerosidad y confianza. 

-Disculpe señora tormenta, pero resulta que encontrándome en plena escritura de un poema para la mujer mas bella de mi mundo, sus truenos la despertaron y no la dejan dormir. Os teme por vuestra fuerza y poder, capaz de arrasar flotas enteras en los buenos tiempos del imperio de "El Prudente" y aun en los días que corren forzar el reposo de un barco sobre el lecho marino por toda la eternidad. me preguntaba si pudierais al menos dejar de impartir las órdenes por mandato de Dios. Se que no soy nadie para poder discutir los deseos del Altísimo pero es algo que pido con toda la fe de mi corazón. su sueño es mi sueño, su sonrisa mi luz que me guía, y cuando duerme se muestra bella como la Musa que es. 

De pronto la calma se hizo absoluta. Las nubes fueron deshaciéndose poco a poco y la luna emergió de entre estas. La dama pálida de los cielos le entregó entonces una rosa blanca que brillaba como ella. Sus pétalos estaban algo fríos al tacto pero mostraban una suavidad envidiable para la mayoría de rosas de aquel lugar. Aquel anestesista de tormentas se fue a la habitación donde uno de los motivos mas bellos para vivir dormía, ya mas tranquila porque los truenos habían cesado. la observó largo rato, con la rosa entre las manos. Se hizo mil preguntas pero ya serían todas contestadas con el paso del tiempo. 

Dejó la rosa en la elaborada mesita de noche, junto al libro que narraba las aventuras de un extraño grupo de individuos que debían portar una joya a un lugar lleno de sombras. Sin hacer ruído, el ser que habitaba aquel lugar, volviendo a su rostro de piedra, dejó dormir a uno de los mayores motivos de su sonrisa.