jueves, 30 de mayo de 2019

Noche de reflexión.

   El atardecer llegaba hasta esos lares tan frondosos del bosque. La bestia descansaba tranquilamente mientras su cola negra se movía de una lado a otro, producto de los agradables sueños que acudían a su espíritu y su recuerdo. Los árboles parecían querer abrigarlo mientras algunos animales se quedaban en silencio o alerta por si este despertaba. El pelaje negro de aquel lobo estaba siempre lustroso y era acariciado por el viento. Las primeras estrellas no tardarían en verse, pero aun antes llegaría una inesperada visita. 

   La pequeña criatura se precipitó sobre aquel feroz ejemplar con total confianza. Lucía su larga caballero negra totalmente suelta y sus ropas eran de lo mas modernas. Sus manos pequeñas se hundieron en aquel pelaje cuando el lobo despertó y sonrió, mostrando unos afilados dientes. Ella era alguien especial para el lobo, una especie de pequeño ángel con trazas de demonio, bondadosa, tímida, simplemente encantadora, como todas las mujeres de la tierra de donde ella procedía. El lobo la recibió con la lengua paseándose por su mejilla, una lengua que podría cubrir todo el cuerpo de ella de una sola pasada. Ella rió alegremente y se abrazó de nuevo al cuello de aquella bestia. 
   
   -Buenas tardes pequeña.-Dijo la bestia mostrando de nuevo los dientes afilados, capaces de comerse un caballo de un solo bocado. 
   Los enormes ojos de aquella criatura se habrían asustado hace tiempo pero ahora solo quería abrazarse al lobo negro que la hacía sentir segura y que le enseñaba tantas cosas. 
   -Hola noble alfa.-Dijo la señorita, dejando caricias por aquel pelaje espeso pero suave de su nuevo amigo, de aquel que le mostraba un mundo de fantasía que no existía as allá de aquellos árboles.-¿Como está el lobo mas grande del mundo?
   El lobo rió estruendosamente y se tumbó en el suelo, haciendo de respaldo para aquella dama que comenzó a relatarle el día que había tenido. No tardó en presentarse el primer bostezo por parte de ella. 
   -¿Hay sueño?.-Preguntó la bestia, dejando la cabeza sobre las piernas estiradas de aquella pequeña humana, quien ahora se dedicaba a acariciar su pelaje con maneras distraídas pero muy eficientes a la hora de plasmar el cariño que sentía por él. 
   -Mucho.-Dijo a la par que se acomodaba sobre aquella anatomía fuerte.-Echaré un pequeño sueñecito. No te marches.-Dijo ella, con aquel acento tan exquisito y esa voz teñida de la dulzura y el encanto mas hechizantes. 

   La noche llegó rápida. Ella dormía tranquilamente mientras el lobo observaba a su querida invitada. Ella había llegado de una forma bastante inusual, como todas las personas especiales que había en la vida de aquella bestia. Ni siquiera movía la cola para no importunar aquel sueño. Era como un enorme respaldo de sofá con pelo y blandito en ciertos puntos de su anatomía como el caso de su costado. Ella era especial a sus ojos.

   La veía como una niña encantadora, de esas que en las viejas historias tenía el corazón de toda la población a sus pies y desprendía luz. En su voz había juventud y mucha alegría de vivir, educación, saber estar, y era endiabladamente transparente. La transparencia era una de aquellas formas indescifrables de nexo que los había unido desde el primer momento. Ella contaba todo lo que tenía dentro de su mente y de su corazón y él hacía lo propio, revelando pequeñas verdades ocultas e íntimas que un alfa rudo y violento no habría contado ni por toda la comida del mundo. Aquello había generado roces, buenos y malos, pero seguían ahí juntos, haciéndose mutua compañía en un mundo que no los entendía. Y es que tan difícil no era de comprender, pues a las claras aquel mundo de fantasía que había en la mente de su pequeña loba era simplemente maravilloso y deseaba mostrarse al mundo real, algo que mucha gente de su entorno parecía no comprender, a veces ni ella misma. Así pues el le trataba de explicar algunas cosas. 
   
   A su vez ella era una mujer, consciente del poder que podía ejercer sobre los demás, consciente de las armas de seducción que la componían y que podían hacer caer la voluntad de todos aquellos a los que ella quisiera cazar algún día. pensó en el hombre que acompañaba a esa pequeña criatura, alguien que había decidido estar con ella y que no la comprendía. Era un tipo con suerte. De haber podido habría aparecido delante de sus narices en esa forma tan particular de canis lupus para decirle un par de cosas, precio conocimiento de la versión de él obviamente. La había visto llorar como mujer herida, despechada, como joven confusa y que elije el mal camino. la había visto decidir mal, decidir peor, estrellarse y volverse a levantar. Y aquello simplemente le parecía admirable, pues había visto la compasión, la ternura, la sinceridad, la espontaneidad de la juventud en aquellos ojos, en sus actos. Sí, le faltaba madurar, sí, le faltaba solvencia y entereza pero aquello era algo que forjaba el tiempo. 

   Las estrellas brillaban en lo alto de la bóveda celeste, ella descansaba, seguramente entre sueños que querría olvidar pronto. la bestia se fue deslizando poco a poco hasta colocar la cabeza al lado de aquella cabeza diminuta en comparación. Reflexionó sobre aquella relación, sobre el nexo que los unía. 

   Dedicó unos cuantos minutos, que luego fueron horas, a reflexionar sobre aquello que les unía y en especial sobre su propio pasado. Había querido a mucha gente, se había alegrado por los éxitos de amigos y camaradas y había sido envenenado por los celos, la envidia, la ira, la frustración. había sido apuñalado varias veces por la mentira, pero ella parecía carecer de todo eso. Nunca había sentido de forma tan necesaria mostrar su rostro mas sincero, mas absolutamente conforme y alegre en cuanto a los éxitos de ella. Su cola se comenzó a mover un poco, creando un  "frufrú" que se fue mezclando con el sonido de la brisa entre los árboles. La quería, sin duda quería a esa pequeña criatura de cierta tierra luchadora y maravillosa. 

   Ella se despertó de un salto. Se abrazó a su cuello y se puso a sollozar. Una pesadilla. la bestia se quedó quieta mientras arrullaba una suave canción, notas dulces llenas de un sentimiento de sincera y cariñosa compañía, que buscaba reconfortar aquel corazón herido por los avatares del destino. 
   -Tranquila, pequeña, aquí estoy.-Dijo la bestia con voz dulce, profunda, feroz pero relajada.-Nadie te hará daño mientras yo esté aquí. 
   La bestia se afanó para que le mirara a los ojos y ella, aun con los ojos resplandecientes por las lágrimas, fue tranquilizándose hasta que se hubo dormido de nuevo entre sus zarpas, entre aquellas garras capaces de cortar árboles y dar tiernas caricias a un largo cabello negro.