viernes, 13 de abril de 2012

Baile nocturno


Una noche tranquila con el terciopelo mas oscuro pero maternal en esa bella estación, se extendía por aquel lugar en el que las ideas se veían inmersas en un océano de inspiradoras sensaciones en las que envolverse y arrebujarse cálidamente abrazado a la idea de soñar y contemplar las estrellas. Las huellas que dejaba un paseante en la arena de aquella tranquila e impoluta playa junto a las de su acompañante eran borradas el momento por una marea tranquila que no dejaba de emitir esos cantos profundos y melodiosos desde hacía tantos milenios en los que se había establecido aquel señorío de sonidos relajantes y vaivenes continuos en noches como aquella. El continuo acariciar del agua en las piedras las había redondeado, eliminando el riesgo de clavárselas en los pies por lo que caminar descalzo era un añadido para disfrutar de ese paseo. Un acantilado a lo lejos, en el otro extremo de la playa, era expositor de una excelente construcción en la que universo, fantasía, magia y realidad se fundían para dar pié a una estructura enhiesta como un guerrero pero que transmitía en su simple contemplación el bello sentimiento de algo que los mortales llamaban de una forma determinada. Las estrellas como siempre refulgían en lo alto de aquel lugar como miles de ojos que observaran atentamente el caminar de aquellos dos seres magníficos (mas ella que él) y en esos momentos se encontraban uno al lado del otro. Ella enganchada al brazo de él y con la cabeza en constante movimiento para no perder detalle de todos esos pequeños componentes que formaba la noche. Aquella playa secreta solamente era conocida por esas dos personas y los guardianes del bosque que la protegían. Su presencia en ese momento era gracias a la gran importancia que los ´´espíritus´´ del bosque le daban al bienestar de aquella dama ejemplar y que no tenía nada que envidiar con las mujeres que de árbol en árbol saltaban a veces dejándose ver y armadas con arcos y otras armas resultaban mortíferas.

Un suave suspiro se liberó de los labios de ese ser despreciable y por alguna extraña razón muy afortunado cuando una oleada especialmente fuerte de calma y paz interior se hizo sentir. Todo aquello resultaba perfecto y no se podía pedir mas. Una noche tranquila en la que pasear, inspirarse y susurrarle de vez en cuando algún verso a esos oídos que siempre parecen receptivos a todas sus ideas y pensamientos. La miró y sintió una oleada mas de quietud y agitación entremezcladas en una fiera batalla producto de una deseo infantil de darle un rápido beso a la vez que la mas rígida templanza contemplaba ese rostro a través de unos ojos entregados a la visión de ese perfil que ahora le era mostrado. Ella estaba aun mirando a todos lados hasta que algo captó su atención y señaló en la dirección en la que varios seres se recortaban contra la luna. Salían por el aire desde el agua para volver a internarse en ella y poder continuar con sus ejercicios de evasión y ataque. Por el efímero aspecto de la sombra se podía apreciar una gran cola que delataba el bien tamaño de aquellos seres marinos. Pero el torso era humano, dotado de un poderoso torso en caso de los machos y un busto y cintura así como aspecto delicado muy envidiable en las hembras. Ella no cabía de emoción y él de una sincera diversión y felicidad de verla tan alegre y emocionada ante lo que sus ojos veían. Se quedaron quietos y se sentaron sobre un tronco de deriva, único habitante hasta el momento que no fuera la blanca y fina arena con la que deleitarse en la construcción de alguna figura o alguna edificación de aquel fino y exquisito material que desprendía reflejos de vez en cuando.  Seguían contemplando fascinados a aquellos seres del agua cuando un sonido captó su atención. Una especie de chillido que no taladraba los oídos y que vino desde lo alto. Ante ellos aterrizó un ser extraño, un híbrido entre un caballo y un águila que se acercó y posó una enorme cabeza entre los dos. Los ojos de impresión de aquella mujer fascinante se abrieron de par en par y una sonrisa salió mas a flote en el rostro de aquel que la acompañaba y se sentía colmado en dicha por estar conociendo cada gesto de ella. Desplegando las alas ligeramente el hipogrifo Salió disparado hacia los cielos de nuevo en dirección al bosque. 

Ella lentamente apoyó la cabeza en el hombro de él y poco a poco se fue quedando dormida con aquellas sempiternas palabras que derretían su alma. La sonrisa en su protector no se perdía en ningún momento mientras su rostro caía por su hombro hasta poco a poco ir adaptándose al cuerpo blanco de aquel que la adoraba. Mirando a la luna lentamente un ala, que refulgía por las caricias de los rayos de la luna, apareció en esa escena tan romántica y cubrió el cuerpo de esa dama fina y elegante que prometía siempre una solución sin caer en formulas ni promesas, en la que se podía confiar mas allá de aquello que pudiera decirse con palabras vacías como otros tantos en el mundo hacían pues ella con gestos y las mas inteligentes y cultas verbas, con la mas exquisita coherencia lograba ser una vital pieza maestra en ese juego que era la vida. Aquel cuerpo se fue haciendo una especie de bola contra el regazo de ese ser alado, posándose la oreja sobre ese corazón que latía vivo y fuerte cuando aquella criatura sin par estaba tan cerca de él. La brisa apartaba su cabello y aquel ser ´´exquisito´´ apartó a la brisa bajo el pretexto de que nada debía de alterar a aquella mujer tan especial y la Brisa discretamente se retiró dejando a su paso un sendero de fresca hierba que con la blanca arena formaban una combinación muy especial.  Lentamente los dedos comenzaron a pasear por ese tejido suave y de invaluable valor. Era suave y mas agradable era acariciarlo con suma delicadeza mientras la luna reflejaba un rostro que expresaba en toda su gloria una paz y una felicidad inconmensurables. El mar estaba calmo como un suave manto que lentamente y de forma muy discreta con una diminutas olas acariciaban la blanca arena de aquella playa dejada de la mano de los dioses, ausentes y de seguro envidiosos por tener poca o ninguna atención por parte de ese caballero que tantas batallas contra sí mismo había librado. La contempló fijamente mientras ese corazón dentro de su caja de madera latía tranquilamente y a la vez extasiado por la cercanía de su cuerpo.


Sus manos poco a poco fueron rodeando aquel cuerpo tentador y perfectamente proporcionado. Sus curvas eran un toque que armonizaba perfectamente con esas formas femeninas revelando un vertiginoso viaje para las manos aventureras que tuvieran el honor de poderlo recorrer al acercarse a tan peligrosa e hipnótica figura. Sus pensamientos por un momento vagaron en mundos que él bien había conocido, en los que el cuerpo y el placer eran lo único que podían tener un mínimo de importancia en todos aquellos juegos de sumisión y dominación. Y ella era tan diferente que sería capaz de su voluntad voluntad a su mirada y de endeudarse en besos y caricias con aquella que ahora reposaba sobre su regazo y se veía influida en sus sueños por los latidos de un corazón calificado como noble y de buen carácter. Un suave suspiro de tranquilidad se liberó casi al mismo tiempo de los labios de ambos y una sonrisa de ternura salió de esos labios herejes. No podía ni quería dañarla bajo ninguna circunstancia, eso lo mataría a él por dentro y ya había dicho muchas tonterías que lo han puesto en el filo de la navaja en un par de ocasiones. Si hubieran de mezclarse los cuerpos en un acto colmado de unos sentimientos únicos que fuera por la influencia de algún dios o quizás por el momento de máxima tensión romántica que a veces se formaba entre los dos. O eso le parecía a él. En medio de esa noche, la pálida Luna iluminaba el rostro de esa bella acompañante que se acomodaba entre las alas sin salir de ese mundo de sueños en el que las riquezas y los bailes no faltarían. Sin mas se metió por otro sendero de sus pensamientos y pensó en aquellas primeras veces. En todo momento sonrió mientras rememoraba la primera vez que la vio y la gran fortuna que nunca imaginó tener en esa noche llena de bellos momentos en los que se expresaba la naturaleza con toda la fuerza de una mirada que envolvía sus sueños en forma de susurros seductores y mucha pasión pero también la delicadeza del cristal mas fino y valioso.


La Luna resplandecía, plata en medio de la sábana de satén negro que cubría aquellas cabezas, la una durmiendo y el otro adorándola con la mirada a ella y a la Luna, a la que fielmente había servido. Plateados copos llovían de ella, que se depositaban en la playa creando pequeñas llamaradas. La pequeña hoguera que se formó ante ellos ofreció un espectáculo en el que llamas blancas saltaban a lo alto de los cielos y caían en forma de siluetas danzantes, que parecían salir de la brillante arena y poco a poco se cimbreaban en frente de la mirada de ese caballero guardián. Desconociendo si se trataba de realidad o alucinación, esta vez la impresión de ese supuesto hombre letrado fue mayúscula y sus ojos se posaron en esas bailarinas que danzaban una música que solo parecían oír ellas. Los ojos se fueron al apacible rostro de la dama que custodiaba en ese momento y a la que custodiaría la vida entera si hacía falta, planteándose el despertarla o no. La visión de su rostro tan tranquilamente dormido era algo que no se comparaba a una visión que pudiera competir con tanta belleza salvo la de su gesto de sorpresa, fascinación entre otras muchas cosas. Las lumínicas formas que bailaban a su alrededor se pusieron unas en frente de otras y formando un círculo rápidamente se pudieron a bailar alrededor de la hoguera que se había formado ahí frente a ellos y la cual comenzaba a expulsar no solo llamaradas blancas sino también verdes. El asombro creció mas y mas en el rostro de aquel guardián cuando una figura, bastante mas alta que las pequeñas y pálidas bailarinas se acercó hacia ellos y acarició la cabeza de la dama. En su cabello se fue formando un rastro verdoso que producía cierta luminosidad y poco a poco dejó entrever sinuosas filigranas azuladas que fueron tomando forma y finalmente descubrieron una corona de rosas azules que se ajustaba perfectamente a su cabeza. Sin mas el caballero al despertó delicadamente para que contemplara todo aquello que se desarrollaba desde el principio. Una cristalina voz surgió de unos labios finos que se fueron perfilando en aquel fino anguloso rostro y ambos presentes contemplaban como se movían los labios pero el sonido parecía tardar en llegar a sus oídos. El ser de luz verdosa se giró y de pronto expandió los brazos hacia el mar. Aquellos finos y gráciles brazos de fueron estirando hasta que parecieron alcanzar el otro lado del mar que tenían en frente. El puente fue sostenido por miles de columnas de agua que poco parecieron congelarse pero en cuanto la luna dio en ella se comprobó que eran del mas puro cristal. La sonrisa del caballero no podía ser mas grande y el asombro de la dama mas expresivo en ese dulce rostro que el caballero por las noches y secretamente contemplaba con profunda adoración.


Poco a poco la luz fue tomando mas consistencia y el puente reveló el material del que estaba hecho. Toda una suerte de entramado de ramas y raíces parecían entremezclarse de forma exquisita y muy precisa para no dejar nudos que incomodaran al que pretendiera caminar descalzo. A los lados del puente toda una amplia variedad de flores estaba mas que dispuesta para poder deleitar los ojos y el olfato con colores y esencias nunca experimentados por los sentidos. Todas aquellas plantas estaban habitadas por algún curioso insecto de aspecto muy poco amenazante o bien por pequeños seres que de flor en flor iban tocando instrumentos y emitiendo alguna cristalina risotada producto de alguna broma o alguna gracia que solo las hadas y hados comprendían. Estos se encontraban rica pero a la vez sencillamente vestidos con sus pequeños trajes o suaves y etéreos vestidos en caso de ella, todos fabricados con colores muy otoñales y primaverales por igual, pudiéndose fundir a voluntad entre los pétalos de las bellas plantas entre las que bailaban gracilmente para después salir revoloteando hasta su siguiente e incierto destino lleno de colores de rosa o tulipán.  Con una gran sonrisa y ofreciendo su brazo ese caballero, aquella gentil dama con una bella corona de rosas azules en la cabeza, la cual aumentaba su ya de por si excelsa presencia, lo aceptó con una sonrisa que derretía aquella gélidas defensas largo tiempo expuestas y hasta ese preciso momento imbatibles. Pero una gran sorpresa les aguardaba. Con sonido traqueteante y ya escuchado en las entradas de palacios y grandes residencias de reyes y emperatrices, un carromato se frenó frente a ellos. Iba tirado por cuatro percherones blancos, algo realmente extraño de ver. Las expresiones en sus rostros parecían revelar que habían sido entrenados para ese día en exclusiva y que darían lo mejor de ellos. Unas enormes puertas de oro se abrieron en la parte del carruaje Y penetraron a un lugar de gran comodidad en la que su estructura exterior impedía sentir las vibraciones del viaje, algo innecesario... 


El viaje fue largo pero las vistas de la luna al frente, las flores en los laterales y el mar por debajo de ellos sin olvidarse de las hermanas de aquellas estrellas que estaban emplazadas en el rostro de esa bendición llegada de no se sabe donde a la vida del caballero que a su lado se encontraba, ese caballero que daría la vida y cada idea salida de su desquiciada imaginación para que aquella sonrisa nunca se perdiera, porque no había luz mas bella que la de esa sonrisa comando aquella mirada tan llena de cosas bonitas en la que gustaba de dejarse envolver, hipnotizarse. Disfrutaron de las vistas hasta que vieron que el puente se dirigía en un largo camino hacia la luna, pues una fina sombra se alargada desde el horizonte hasta aquel alto lugar. Ella parecía tener muchas preguntas que hacer pero él sencillamente rodeó su cintura acercándola un poco mas y le susurró al oído. 

-Bailemos hoy para las hermanas de tus ojos. Bailemos solo para las estrellas... 




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