viernes, 13 de enero de 2017

Madre de demonios.

   En aquel barrio siempre cundía un poco el pánico, siempre alguien cometía alguna fechoría en la que los periódicos locales se recreaban en vista a la gravedad del asunto. Era un conjunto de edificios ni altos ni bajos, con viviendas varias y estas a su vez con su salón, su cocina, su baño y las habitaciones para dormir. Todas ellas tenían a sus correspondientes inquilinos. Las familias de aquellos hogares eran gente de clase media-baja, que tenía que capear los temporales de aquella crisis económica como mejor se les daba. Todos los hombres y mujeres de aquel lugar estaban pendientes de niños o ancianos. Todo tenían una vida, unas experiencias, unas creencias. Arriba o abajo siempre había vecinos que molestaban sí, pero ellos también tenían sus dificultades, su motivo de ser así. Menos en una de esas viviendas, que era algo distinta a las demás.

   Ahí no vivía ninguna familia o grupo de estudiantes que se repartieran gastos. El propietario de aquella vivienda se encontraba justo en ese momento sentado en un butacón bastante caro, mientras una chimenea recién construída soltaba todo el humo al exterior, a la calle bulliciosa que se fue silenciando según llegaba la noche. El hombre ahí sentado sonreía levemente mientras leía un libro, un tomo sobre historia antigua. No había muchas ilustraciones, pero cuando llegaba alguna la miraba detenidamente. Quien observara aquellas líneas, quien leyera toda esa sesuda información, pensaría que se trataba quizás del libro mas aburrido del mundo, pero aquel improvisado estudiante de vez en cuando soltaba alguna risotada. En especial en ciertas partes dedicadas al simbolismo. 

   Aquel libro no estaba solo, había cientos de compañeros mas a su alrededor, en altas estanterías que habían supuesto grandes esfuerzos para colocarlas. Cuando llegó a aquel lugar, a aquel barrio, a aquella calle, el despliegue de medios fue bastante discreto pero con el tiempo los ojos de los curiosos vieron llegar, a cuentagotas, un reguero de mobiliario y decoración que nada tenía que ver con aquellos habitantes mas pobres, mas dejados de la mano del Banco Central Europeo, al contrario, aquel ávido lector seguramente sería bien recibido en cualquier sucursal bancaria. A fin de cuentas, él tenía mucho que ver en un par de asuntos de alta envergadura. De todas maneras eso no era importante, en aquel barrio, en aquella calle, en aquel edificio, en aquella vivienda ricamente amueblada, llena de libros y con buenas habitaciones, producto de una intensa remodelación de la estructura, las paredes y demás. 

   El futuro anfitrión era delgado y pálido, de formas y maneras finas, educadas, hasta que entraba en confianza y se abandonaba ligeramente a ciertas licencias poco adecuadas para las grandes cortes o las suntuosas reuniones de Estado. Iba bien vestido, con un buen traje. Pareciera que fuera a salir a la ópera y solo estuviera esperando a que el chófer le indicara que el coche estaba listo. Sus facciones eran poco marcadas pero con cierto gesto animal cuando sonreía. Pasó una hoja mientras leía tranquilamente. Todo parecía de lo mas normal. Sonó entonces el timbre y una mano cerró un libro de historia antigua de un solo gesto, provocando el destierro del silencio en toda la habitación.

   Aunque no había llegado si quiera a la entrada de la casa, escuchaba unas voces al otro lado de la puerta. Una le era familiar, acompañada de temblor y nervios. Otra de las voces era una voz femenina, que nunca había escuchado. Desde el otro lado de la puerta le vino un aroma extraño. Belleza y miedo. Mucho miedo. Pero una fuerza se contraponía a ese miedo y parecía determinación. Los pasos se detuvieron a escasos pasos de la puerta, paralizado de pronto por una sensación familiar. Entrecerró los ojos mientras de su garganta salía un pequeño gruñido, un sonido extraño viniendo de alguien de tan buen porte y estampa. Siguió adelante.

   -... Pero no podemos meterle en esto, se supone que es tu amigo y no quiero traerle problemas a nadie mas.-Dijo una voz femenina al otro lado de la puerta.
   - Tranquila.- Dijo mucho mas bajito la voz masculina.-Es una persona en la que se puede confiar la propia vida. No es mas peculiar que yo y para él este tipo de situaciones es sencillamente algo usual. es una persona un tanto teatral en ciertos aspectos, para el la vida es como una interpretación constante pero eso no implica falsedad, sencillamente es una de sus formas de desenvolverse. Te va a encantar. Ah, y se que es un poco tonto decirlo pero no toques nada hasta que él nos de permiso.

   Justo en ese momento el anfitrión abrió la puerta y los recibió con una sonrisa alegre que pronto se convirtió en un abrazo entre los dos amigos que se encontraban después de tanto tiempo. Era un buen contraste, uno tan alto, ancho de espaldas, un hombre realmente grande en comparación a otro, que era casi un gnomo en comparación, delgado, de palidez cadavérica y ojos llenos de una alegría melancólica.

   -Amigo Manuel.-Dijo el anfitrión y miró a la dama ahí presente e inclinó la cabeza de forma reverencial.- Usted debe de ser la maravillosa Nuria de la que tanto me ha hablado, aquella que desterró la tristeza de su corazón para convertirla en dicha. Que afortunados sois ambos..-Se los quedó mirando y recordó de nuevo el asunto que su olfato no paraba de recordarle.-Ha pasado algo.-      Dijo, mientras se le borraba la sonrisa.
   -¿Podemos pasar?.-Preguntó el buen hombre de gran cuerpo y gran corazón.
   -Por supuesto.-Dijo haciéndose a un lado y dejando pasar a la excelsa pareja.-Vayamos a un lugar mas apto para las reuniones con viejas y nuevas amistades.

   Los guió por un pasillo bastante amplio hasta una gran sala en la que se encontraba una biblioteca. En el centro una mesa y varias sillas. El propio anfitrión,como buen idem, se dirigió a ellos en todo momento con un trato de lo mas correcto hacia ambas partes y les trajo algo de comer y de beber.
   -Y bueno.-Dijo el caballero de ropas oscuras a sus dos invitados mientras apoyaba las yemas de los dedos las unas contra las otras y sonreía.-¿Que les trae a mi humilde morada?.-Hizo énfasis en la palabra "humilde" y soltó una pequeña risotada.
   -Antes de que te contemos nada debo hacerte una pregunta.-El amigo del anfitrión miró a la dama unos segundos. Ella le devolvió la mirada algo confundida. Tras ese breve periodo de tiempo su amigo miró de nuevo al anfitrión y le preguntó.-¿Has comido hoy?.
   Ciertamente era una pregunta extraña para la situación que se estaba atravesando en esos momentos, Aquellos dos recién llegados tenían imágenes en sus cabezas que desearían no haber visto en toda su vida. Ese día habían visto algo realmente terrible. Todo había comenzado con un día de fotografía como otro cualquiera y se había convertido en una pesadilla. Una sonrisa animal afloró en el rostro de aquel extraño personaje por unos segundos, la cual mas tarde se suavizó.
   -Sí.-Se limitó a decir.-Tengo todo el tiempo del mundo.
   -Pues esto va para largo.-Dijo ella.-Hemos visto como mataban a alguien y ahora mismo nos están persiguiendo.-En su voz había algo de nervios pero se mantenía serena.

   Le contaron toda la aventura relacionada con aquel día. Le contaron sobre el parque, sobre los niños, sobre el silencio, la noche y finalmente el sonido de un silenciador que sesgaba la vida de un hombre. Aquel lugar era amplio y los infantes seguramente no advirtieron la furgoneta que a varias decenas de metros se paró, de la cual bajaron varios hombres arrastrando a otro. El anfitrión, amigo de aquel buen hombre y ahora seguramente de aquella buena mujer los escuchaba, atentamente, alternando la mirada cuando hablaba uno y cuando hablaba otro, tardando siempre unos se segundos en cambiar de objetivo, como asimilando y analizando la información dada. Hubo preguntas. El paradero exacto de la escena y otros asuntos mucho mas banales como si eran hombres altos o bajos, el color de piel. Apenas habían probado bocado en lo que le explicaban toda la situación.

   -Tendré que hace unas cuantas llamadas. Esta noche os vais a quedar aquí conmigo. No llaméis a nadie y no hagáis nada fuera de este lugar. No salgáis y no mencionéis mucho el asunto. La carga psicológica es importante sacarla de encima si no se toca mucho el tema.-Dijo aquel extraño ser. Mientras tanto estáis en vuestra casa, se os permite hacer y deshacer en ella.
   Acto seguido se levantó y se fue directo al teléfono, dejando a la pareja sola en aquella biblioteca. Se quedaron en silencio por un momento y entonces dejaron salir el aire que habían contenido en sus pulmones durante todo ese rato, como si fuera la primera vez en horas que respiran. Se abrazaron, Manuel acarició la corta melena de Nuria, sus cabellos rizados, besó sus labios y acarició su rostro antes de mirar aquellos ojos.
   -Todo saldrá bien. Es un buen amigo por mucho que se condene y diga lo contrario.

   El tiempo pasó y la naturaleza les impulsó a comenzar a mirar aquella casa. Los libros de aquella biblioteca los había de todo tipo. Historia antigua y moderna, libros de arte, algún tratado de filosofía, literatura de todo tipo, desde el depresivo Poe hasta el imaginativo Lewis. Había lámparas que daban buena iluminación para que el lector continuara con su ejercicio toda la noche. Los pasos le llevaron fuera de aquel sitio y ella tomó su propio rumbo. Pasó por la cocina en la que había dos neveras (una de ellas con un candado puesto), fue recorriendo el pasillo por el que habían venido y llegó al salón donde se encontraba el anfitrión antes de la interrupción de sus buenos y nuevos amigos. la sala estaba ricamente decorada, con muebles que de seguro no había en el resto de viviendas de aquel edificio en aquel barrio.Y una chimenea. Y encima de esta un cuadro de una mujer. Dicha retratada se acercó un poco mas y se quedó contemplando el cuadro. Le devolvía la mirada dos ojos que parecía sondearla por dentro, de una belleza sabia pero al mismo tiempo temible. Se erigía sobre un trono aquella estampa, rodeada de seres difuminados pero de los que no se acertaba a darles una forma concreta. La atmósfera era sencillamente opresiva alrededor. De pronto Nuria sintió una presencia detrás de ella y se llevó un susto al comprobar que a su lado estaba el anfitrión. El corazón se le aceleró pero el rostro de aquel hombre pálido miraba con cierta tristeza el cuadro.

   -Me he quedado mirando el cuadro y creo que me ha robado toda la atención.-Dijo Nuria, ya mas tranquila. Era curioso que no lo hubiera oído llegar.
   -A mi me robó el corazón, como a todos aquellos que la quisimos. Y que la queremos.-Dijo con tristeza en la voz.
   -¿Quien es?.-Preguntó la invitada, aunque por sus palabras lo sospechaba.
   -Es una buena pregunta. A veces hasta yo me lo pregunto. Pero digamos que es el amor de mi vida y al mismo tiempo mi superior y mi madre.
   -Entonces esa mujer del cuadro y tu teneis una relación de lo mas peculiar.-Dijo Nuria, midiendo en todo momento no incomodar a su anfitrión.
   -No suena tan raro cuando luchas contra el jefe y este te destierra por tener ideas propias.
   -¿Como se llama?.-preguntó Nuria.
   De los labios de aquel anfitrión salió una sonrisa que no se asemejaba en nada a la sonrisa animal que mostró en la reunión, sino esa sonrisa de cuando recuerdas al amor platónico o una situación emocionalmente añorada.
   -Lilith.-Dijo en casi un susurro, pero esta vez había algo en su voz, una nueva voz, algo como un deje de deseo y desprecio.-Creo que te caería bien, pues Manuel me dijo que estás realmente implicada con estos temas.
   -¿Lilith?-Preguntó Nuria, con curiosidad.
   -Sí, la primera feminista dela historia. Algún día me deberías permitir contarte su historia. Es fascinante y todo un ejemplo a seguir.
   Nada mas terminar esta frase, entró Manuel claramente nervioso.
   -Los he visto. Por la ventana.-Dijo tan solo. No era necesario decir mas, pero añadió.-Hay muchos hombres con traje en furgonetas. Nos han encontrado.
   -Mmmmm.-El anfitrión pensó detenidamente mientras se acercaba a una de las ventanas.-Esto se torna interesante.-Y de nuevo otra vez esa sonrisa, algo entre la locura, la depravación y la diversión infantil. Tomó el móvil, hizo de nuevo una llamada.- Si soy yo de nuevo. Ya me encargo yo del asunto. 

   La ventana estaba justo encima de la entrada del edificio y se apreciaba claramente como un buen número de vehículos negros se acercaban y comenzaban a rodear todo el conjunto de viviendas. Por cada vehículo salían una media de cinco hombres, claramente armados. Al momento la gente se metió dentro de sus casas para que nadie saliera herido. Se respiraba el miedo, la angustia, infundían temor con solo su presencia. Todo aquello que se traslucían en la cara de los pocos viandantes no lo dejaba reflejar un rostro pétreo de cierto hombre que observaba la escena, el cual le daba refugio a dos buenas personas.
   -Bajaré a tratar con ellos.-Dijo de pronto el buen amigo de ambos, un sencillo y humilde servidor de la verdad y otra cosas.-Pase lo que pase no salgáis. Aunque me peguen un tiro, cosa que no creo que hagan porque estamos en una sociedad civilizada. 
   -¡No!-Dijo Manuel, tomándolo por el brazo. 
  Su amigo le miró detenidamente.
   -Tranquilo, amigo Manuel, que todo saldrá bien. Quien está en mi vida con un espíritu tan noble como el tuyo me da la fuerza de aguantarlo todo.-Dijo con una sonrisa que pretendía ser afable aunque el intento era un poco burdo.-Aunque antes voy a ir al baño. Con permiso 

   Así pues, a los pocos minutos, un hombre de largo cabello, traje negro y actitud despreocupada se dirigía a uno de los hombres, que al momento le estaba apuntando con un arma. No escuchaban nada pues había unos cuantos metros y hacía algo de viento, el cual golpeaba contra la ventana. Empezó a llover justo en ese momento. Otros hombres miraban tensos al anfitrión, ahora mediador entre las partes implicadas. Hubo un intercambio de palabras y al momento el que parecía el líder del grupo apuntó con su arma y le metió un disparo en toda la cara a su amigo.

   Manuel y Nuria contemplaron aquello como a través de un velo de irrealidad. El cadáver de su amigo estaba ahí, en medio de la calle, manchando con su sangre el pavimento. Los hombres avanzaron hacia la casa y trataron de abrir la puerta que daba al edificio. Al no encontrarla abierta en vista a que aquel barrio era bastante peligroso, trataron de empujar. Mientras aceptaban su destino, ambos amantes se tomaron de las manos, pensando que eran sus últimos momentos juntos, que pronto los silenciarían para siempre. Los ojos de Nuria se dirigieron de nuevo a donde yacía el cadáver y la sangre. Solo que había sangre, pero no cadáver.

   -¡ME HAN DISPARADO EN LA NARIZ! ¡ME HAN DISPARADO EN LA NARIZ LOS MUY HIJOS DE PUTA!.-Dijo entonces el anfitrión, su amigo, entrando como una furia en en aquel sitio donde se reunían los buenos amigos a los que protegía. La sorpresa no podía ser mas grande. Pasó entre ambos y tanto Nuria como Manuel acertaron solo a ver unos dientes afilados en varias hileras y una mirada totalmente oscurecida.

   Acompañado a eso, las luces comenzaron a parpadear la iluminación de la casa parecía estar opacada por algo denso, opresivo; la calle se quedó casi a oscuras, desconcertando a los hombres armados, que enseguida se dieron cuenta de la ausencia de una víctima por disparo en la cabeza. De todos lados surgía una especie de rumor, que fue creciendo hasta convertirse en voces, gruñidos, alaridos. Todo comenzó a temblar mientras su amigo, con la cara totalmente desencajada por la ira, por el rencor, el odio, el resentimiento y el deseo se asomaba a la ventana y gritaba una sola frase:

   -GRITA ¡DESVASTACIÓN! Y LIBERA A LOS PERROS DE LA GUERRA. -

   Todos los alaridos, las bestiales blasfemias dichas en mil idiomas, los gruñidos y aullidos tomaron forma, Por donde quiera que miraran aquellos cazadores "amateurs" de demonios había una bestia de gran tamaño que pronto se abalanzó sobre ellos, Y esto por cientos de ellas, de todos los colores y formas pero tenían dos rasgos en común: las varias hileras de dientes y el ingente tamaño de su fisionomía. Se lanzaron como animales salvajes contra todos los hombres impecablemente trajeados, que ahora manchaban sus caros ropajes con las propias tripas y los de sus compañeros. Manuel y Nuria contemplaban aquello desde una precaria distancia con respecto a su amigo que, sin pensarlo dos veces, saltó por la ventana mientras de su garganta salía un rugido triunfante. 

   Mas disparos, todos ellos inútiles. Dos de aquellas bestias se debatían por las piernas de uno de los asaltantes mientras que otras dos machacaban los huesos que pronto se descubrían al desgarrar la tierna carne de esos cuerpos jóvenes. Bestias con escamas y otras con pelo o plumas no paraban de atacar y devorar, inmisericordes ante las súplicas de aquellos que antes habían participado en la empresa de atemorizar a dos buenas personas. Entre toda esa multitud, el líder de la manada, hasta el momento siempre educado y muy decoroso, había perdido las formas. Tenía arrinconado a quien le había disparado, que quizás era el único que aceptó de buen grado su destino al desistir en disparar cuando tenía medio cargador vacío en el pecho de aquel joven que mostraba afilados dientes, ojos negros y ansias de sangre.

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