domingo, 15 de enero de 2017

Desde la cama.

Te miro desde la cama, asombrado por toda tu presencia, por esa estampa de ángel caído en desgracia que ahora sabe que la tentación es el camino que debe seguir, renegando de Dios y todas sus leyes. Apareces con ese caminar fluido, como el de un felino, sin movimientos bruscos y dejas caer suavemente tu peso sobre mi cuerpo tras acercarte gateando con una mirada de fuego y sed. No hay criatura mas magnífica en este mundo y tú lo sabes, cazadora que puede ser presa y luego tomar justa venganza de aquellas ofensas a sus deseos. Venganzas siempre deseadas por aquellos a los que juzgas como merecedores de quienes han provocado tu justicia. Los primeros roces y me estremezco ante la frialdad de tu piel, pero mantengo el tipo lo mejor que puedo. 

Tomas esa iniciativa que tanto te corresponde. Tu haces y deshaces en los destinos como la tejedora hila y deshilacha aquellas piezas maravillosas que crea en su taller. Tus dedos me acarician y suavemente me envuelven tus brazos como ese preámbulo de quien abraza finalmente a la amante muerte. Tu rostro se refugia en mi cuello y siento esa profunda respiración de quien trata de distinguir todos los matices de un buen vino, pero eres discreta, aunque te conozco y se lo que te propones. Tus s manos buscan afianzarse en mi cuerpo y pronto sus labios pasean hasta mi oreja, sobre la cual noto un aliento gélido desparramándose y dejando una sensación casi eléctrica en mi cuerpo. Mis manos no se hacen esperar y esquivan los trozos de tela que componen tu bello vestido, de escandaloso escote pero portado con elegante dignidad y orgullo. Tu espalda está fría, como todo tu cuerpo y sus manos me congelan la piel a su paso mientras las mías te dan un calor que nunca llegará a su destino. 

Tus labios no se han detenido y han caminado suavemente hasta mis labios, besándolos con una suavidad de pluma y un calor de infierno. Todos mis sentidos se pierden, sintiéndome hombre y al mismo tiempo niño, pero feliz, dichoso de tu presencia. Por fin alguien como tú en mi día, o noche mas bien. Nuestras bocas danzan, acariciamos nuestros cuerpos mientras la ropa estorba. De pronto otro caprichoso cambio en el destino de tus labios. bajas por mi cuello, dejando paso libre a un suspiro que se abre paso entre mis antes bien atendido labios para perderse en el espacio de aquella semi-iluminada habitación. Dejas tu oído pegado a mi corazón, sabiendo ambos de que eso no es necesario pues con seguridad fueron mis latidos los que te trajeron aquí. Una de mis manos acaricia tu cabello, con el corazón acelerado, bombeando sangre a todas las partes del cuerpo. Alzas la mirada y te alzas un poco para que tus labios vuelvan a volar muy cerca de los míos, sin llegar a tocarlos. Unos ojos grandes, poderosos, me contemplan. Los ojos mas poderosos que he visto en este mundo donde me encuentro ahora. Tu mano se deslizó sutilmente, firme y decidida por mi torso, como apreciando la piel que había debajo de mi ropa. Se sentían los latidos de mi corazón contra tu mano blanca como la porcelana y el nuevo beso que surgió se fue intensificando mas y mas hasta que al momento la tela y las sábanas había desparecido. 

Nunca sabré donde estaba el elegante vestido que traías ni donde estaban las telas los tejidos que me cubrías pero mis labios estaban ocupados en los tuyos mientras mis manos recorrían tu figura de sílfide y ángel, de pecado y destino final de aventurero o del acaballero que da contra la perdición de toda su virtud. Sonríes contra mis labios y empujas a este caballero de nuevo para que se acueste, colocando las pernas a ambos lados de mis costados, mientras una mano se pasea por tu propia figura y la otra toma una de las mías y la guía hacia donde se encontraba una de tus menudas colinas, la cual palpo, siento que no rezumará néctar alguno que alimente algo que no sea la lujuria de algún afortunado. Y es que no me importa que estés muerta, que no haya calor, que no haya vida en ese cuerpo, Tú siempre me harás sentir como la primera ve que te vi, solo que esta vez con menos ropa.

Un simple mortal con una diosa oscura y victoria que abre sus alas comienza a besar la palpitante vena de mi yugular, bombeando la vida que se que tus instintos te invitan a arrebatarme. Te envuelvo entre mis brazos. En breves los notarás desfallecer por la falta de sangre pero es tal mi confianza en tí que mi vida pendiendo de un hilo me basta y me sobra como garantía de todo aquello que has inspirado y merecido, entregado por mi alma y ahora escrito con mi cuerpo en tu cuerpo. 


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