jueves, 30 de agosto de 2012

Tres manos.

Un suspiro quebró la noche. Los suaves roces de sus dedos dejaban una pequeña traza de oculto deseo a lo largo de aquella piel. Sin ningún tipo de pudor Unas manos afortunadas estaban tratando con toda confianza el cuerpo de aquella mujer deseada por sus instintos y pensamientos desde hacía tanto. Pareciera todo un regalo, como una compensación a alguna buena acción que el no recordara y que así se la hacía llegar el destino. La calidez de su piel estaba enterrada a la altura de algunas partes por la ropa interior que daba cierta intimidad y dejaba ver lo justo a la imaginación de unos ojos que ahora mismo adoraban su piel en completo silencio. No podía concebir tanta maravilla. Cada pequeño detalle de esa noche estaba destinado a su sonrisa. Ella era el motivo de aquella noche. Ella era la noche, era el motivo central, la invitada de honor, la reina, la zarina, la emperatriz, primera dama en aquella exquisita celebración y fiesta de sensaciones que se estaba llevando a cabo en su interior. Pudo ver por un momento su sonrisa en aquellos labios de aspecto tan dulce que dejaban salir palabras con gusto a miel y fuego, una primera señal de su comodidad y confianza puestas en él. No la defraudaría.

Ambos se encontraban en aquella cama, testigo de tantos actos de fervorosa entrega o ternura infinita, y con un anhelo implícito sus dedos comenzaron a examinar detalladamente aquella piel, dejándose llevar mas si cabe por la calidez de su cuerpo, refugio templado y asesino de voluntdes. Sintió la suavidad, el color, la viveza que desprendía. Apreció como se levantaban los poros de su propia piel ante el gusto que le producía adorar de esa forma aquella extensión de fantasías ardientes, aquel lienzo que nunca iba a recibir un trato casual por su parte. Con total cuidado y tino se embebió de la suavidad con la que la vida le había recompensado por ser una persona ejemplar en la vida anterior. Por su mente pasó la idea de las tantas veces que aquella piel se había rozado con la de otras personas en actos fortuitos, cotidianos y se prometió que le haría ver cuanta adoración era capaz de despertar en alguien como él. Lentamente sus dedos fueron presionando aquella espalda pero no se detuvieron ahí, llegaron hasta los hombros y se cerraron apretando y sintiendo cada músculos sin, por supuesto, hacer ningún daño a esa soñada y mil veces imaginada criatura de la Creación, una diosa a sus ojos casi ciegos pero que veían con el corazón. No tendría prisa en lo que ella apartaba su cabello dándole espacio libre y sintió aquellos músculos contra sus dedos, poniendo su piel el tope ideal para ese paraíso tan poco explotado pero muy deseado por propios y extraños.

Aquella dama expulsó un discreto suspiro suspiro al que él correspondió dejando en el aire un nexo de unión entre ambos y provocando al mismo tiempo una sonrisa mayor en los labios dulces, de suave terciopelo, de ella. Poco a poco fue acariciando y masajeando por igual en aquellos hombros que soportaban muchas cargas, aligerando paulatinamente la tensión que la vida le había dejado. Las pequeñas incursiones por cuello y nuca fueron constantes, dejando las sensaciones mas agradables que pudieran proporcionar aquellos dedos largos y hábiles para muchas tareas. Mientras los músculos se relajaban, el caballero estaba admirando cada uno de los pequeños trazos que componían su espalda sin dejar de prestar toda la atención posible a aquella zona a tratar, con su homogéneo relieve y tan sensible para muchos estímulos, como el aliento que dejó salir en un suspiro, cerca de su nuca para finalmente besar lo mas cerca posible de su cuello, dejando los labios por un momento en aquel lugar antes de pasar a otro igualmente sensible. Aquel beso duró unos pocos segundos pero lo suficiente, dejando un buen sabor de boca en aquel ser ansioso por el cuerpo de ella, deseoso de cosas que callaba con mucho esfuerzo.

Bajó hasta aquellos elegantes omóplatos que podrían sostener todo el peso del mundo sin quebrantar su sonrisa de Musa y divina criatura. Los lentos movimientos de sus dedos no dudaban en dejar todo aquello que era parte de un deseo profundo en cada uno de los pequeños círculos que formaban mientras los músculos de aquel templo de humanidad y muchas posibilidades de placer se iban relajando. Una sonrisa curvaba los labios de aquel humilde ser que estaba a las órdenes de lo que ella gustase desde el primer momento en que supo de su existencia. Los dedos por un momento dejaron de aplicar sus servicios para deslizarse por su espalda lentamente separándose en los costados y dejar que libremente exploraran aquella parcela depositaria de sensuales sensaciones. Llegados a la baja espalda presionaron de nuevo en perfecta sincronía a unos labios que devoraban con suavidad y arrasaban con aliento aquel camino sobresaliente de su columna y terminaban en los recónditos escondrijos de su cuello. Se separó nuevamente no sin antes dejar un suspiro muy cerca de su oído acariciando con una mano toda esa columna y pasar por uno de sus brazos con apenas el roce de los dedos  hasta llegar a aquellos sus dedos que lentamente acarició antes de volver a sus quehaceres en el cuerpo de una diosa.

Bajó lentamente saltando el tentador reposo de su retaguardia pasando a sus piernas, las cuales masajeó lentamente, con tranquilidad y no reparó en detalles para dedicar todas sus atenciones a muslos, gemelos y pies, tanto por la parte interior como exterior. Tuvo especial cuidado de pasar muy cerca de una zona tan íntima como el momento mismo de entregarse en actos de pasión donde nadie mas que la luna observara. Colmó en besos aquellas piernas que se movían tan bien cuando bailaban. Primero empezó en lo alto y fue descendiendo lentamente con su boca hasta llegar a los talones sin dejar de mover las manos de músculo en músculo, relajando y bebiendo de los poros de aquella piel que la cubría y le hacía desearla con profunda devoción casi religiosa. No faltaron los suspiros en los que dejaba claras las decisiones que sería capaz de tomar sobre el destino de aquella piel, adorada durante tanto tiempo por los ojos de ese hombre que ahora tenía una libertad casi ilimitada en aquel cuerpo, en aquella anatomía fascinante, sensual, que era capaz de evocar las mas ardientes fantasías e imaginar pecados que no tengan un castigo suficiente en el infierno, que este se quedara corto cuando el diera rienda suelta a todo aquello que deseaba expresarle con palabras convertidas en la confesión de los cuerpos. Sus dedos presionaron las plantas de los pies desposeyendo cada nervio, tendón y hueso de la tensión acumulada. Y no faltaron besos a estos, suaves roces en los que se demostraba una vez mas el fuego que le corría por las venas.

Desde la espalda baja una boca ávida acompañada de dos manos iban ascendiendo lentamente por esta en un peregrinaje de adoración, de penitencia por pensar que el deseo no se podía hacer carne y hueso hasta que el templo que estaba adorando con suspiros y besos había aparecido en su camino. Cada beso iba ganando fuerza paulatinamente y los suspiros se liberaban, uno por cada vértebra recorrida con pinceladas de secreta pasión, las cuales delineaban las costillas con una presión suficiente como para demarcar cada espacio y así dibujar la geografía de la perfección. Aquel ser afortunado se recreó con el aroma de la piel, con la textura y el sabor, denotando que a cada centímetro recorrido se sentía mas que adicto a aquel recubrimiento de su alma y podría alimentarse de su sabor por toda la eternidad. En su imaginación le había susurrado miles de veces todo aquello que sentía, le contó todas las pequeñas ideas que le circulaban por la mente, como la haría sentir a la mínima oportunidad y respetándola en todo momento, convertirla en la diosa que era ante sus ojos, ser la única persona con la que compartir las pasiones mas intensas y pecaminosas, que la misma luna se sonrojara de verlos hacer actos llenos de fuego.

Finalizado ese lento trayecto por su cuerpo ella se movió dejándose llevar, ya las bocas cerca y unos dedos finos la incitaban a girar el rostro para hacer coincidir los alientos en un punto. Con lentitud se reclinó sobre ella sin presionar en exceso, pecho contra espalda, y miró aquellos grandes ojos que sentía que lo hipnotizaban y lo llevaban a otro mundo, en este caso a uno lleno de suspiros y confesiones dichas con el cuerpo, entre sedas y terciopelos. Los alientos comenzaron a bailar lentamente, primero con una timidez largo tiempo perdida y a continuación con mas ritmo, en cambios de tempo mas acordes a la pasión, lenta como la el magma que todo lo quema y fluida como el agua. En cada pausa le susurraba lo mucho que deseaba de hacer su cuerpo un templo de placeres, de sus labios un rosario en el que rezar con el aliento cada vez que tuviera miedo. Otra mano y otra mas, de él y de ella, se prodigaron las ansias del acercamiento mutuo. Unos dedos se deslizaban por aquel rostro y suspiraron un nombre casi inacabado. Se giró todo el cuerpo de ella y las miradas se encontraron en toda su plenitud. Él estaba en esa posición dominante que no dejaba de convertirlo en presa de aquellos ojos devoradores de voluntad. El deseo aumentaba en su cuerpo a cada segundo en que las bocas se volvieron a unir y poco a poco los juegos de las lenguas se sucedían uno tras otro. una mano de él se deslizaba por su vientre dando caricias que contaban aquellas querencias ocultas de forma tierna.

Tras separarse, las manos de ella se movieron dejando caer los tirantes con la mirada de su acompañante clavada en sus ojos, como un reto que indicaba hasta que punto llegaba su templanza. Tras la caída del segundo y arquearse ligeramente, los mechones de aquel largo y negro cabello cayeron como una túnica a los lados para dejar ver unos senos perfectos. Los labios se unieron de nuevo y una mano comenzó a acariciar aquel corazón frenético que latía al mismo ritmo que el suyo propio. El satén azul dejaba poco que ver a miradas indiscretas con piernas entrelazadas al igual que el resto de sus cuerpos, creando una confusión que se movía lentamente dejando por el camino prendas de vestir y exponiendo las blancas pieles al roce de la fría tela. Los cuellos fueron explorados y el con tino y lentitud fue descendiendo hasta aquellos senos Sin dejar de mirar aquellos ojos. Primero uno, al cual rodeó con los labios para poder apresar aquella aureola tan dulce y de sabor fuerte y adictivo. El paladar se llenó de aquella esencia solamente comparable al fuego líquido y transparente que manaba del sur de aquella poesía hecha mujer cuando la pasión los dominaba a ambos. La lengua no dejaba de cuidar con tiento y mimo aquellas cimas sobre las cuales dejó salir sendos suspiros una vez el sello alrededor de estos con una boca apetente se había cerrado. Saboreó aquel cuerpo, se regocijó en cada centímetro y en las reacciones de ella, las cuales lo incitaban a mas. A descender mucho mas.

Se desembarazó como pudo de aquella reciente adicción para poder seguir el camino ante el cual le esperaba un camino por su vientre hecho con pequeños pétalos que eran los besos de él, acariciando la tersa y morena piel en busca de aquello que anhelaba junto a su sonrisa o a sus bailes, una de tantas cosas que había probado una vez y no se cansaría de probar. Con un pequeño mordisco avisó de que había sobrepasado la frontera marcada por su ombligo y no tardó en entrar en contacto con las esencias que desprendían el cuerpo de ella, las cuales recogió con una sola y caricia con la punta de la lengua en los alrededores, mirando sus ojos con fuego en la mirada, diciéndole con sus ojos que esa noche bebería de ella, de su aliento, piel y pasión. Sus manos dejaban caricias por el cuerpo y masajeaban aquellos senos de ocasionalmente antes de descender y rodear sus muslos entre los cuales se encontraba ahora mismo su rostro, para volver a iniciar el recorrido. Una serie de besos en los alrededores precedieron a un nuevo ataque de una lengua que poco a poco fue insistiendo en sus tratos a esa zona tan sensible. Las esencias que bañaban su boca eran tan deliciosas que de lo mas profundo de su ser se liberó un audible acorde de placer que impactó contra aquel lugar secreto. Sus músculos tensos lo lanzaron a los labios de ella, de los cuales estaba sediento aun tras relamerse la última gota de aquel néctar secreto, devorándolos con una lenta pasión, enzarzando las lenguas en un pelea sutil y al mismo tiempo desesperada.

Al momento la danza de los mil placeres estaba siendo ejecutada por aquellos danzarines nocturnos, que entre movimientos ondulantes dejaban salir alguna palabra, el nombre de él o de ella, quizás algún apelativo único de la persona que tenían frente a sí. ella estiró completamente su cuello, exponiendo la garganta en cuya pequeña oquedad de la base hundió la lengua sintiendo el palpitar de la sangre antes de ascender con una profunda caricia de fuego hasta llegar a sus labios y devorarlos, acallando los suspiros, las palabras, los gemidos, el sonido que salía de sus bocas en medio de aquella danza tan similar a la que ella bailaba engalanada en sedas y terciopelos. La unión de los cuerpos y los pasos de aquel frenético y a un mismo tiempo sosegado mas entregado en cada gesto. El deseo cegó su racionalidad y las caricias eran pequeños fragmentos de placer que se acumulaban en las venas y corrían con la sangre ardiente de ambos en la búsqueda de la ascensión a los cielos desde el mas lúbrico de los infiernos. Y no se pudo terminar aquel gozoso baile de una forma mejor, tiñendo todo de un blanco radiante, un rojo apasionado y un baño de pétalos azules que todo lo cubrían, 



2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias querida Gia Amsara, precisamente me he inspirado en una mujer para estas lineas cargadas de toda la fuerza de mi pasión, en la que deposito cariño y muchas cosas mas por igual.

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