viernes, 18 de mayo de 2012

El beso de la rosa

Las seductoras caricias de la brisa se hacían sentir a lo largo de aquella piel expuesta en toda su extensión, deseable lienzo sobre un campo de pétalos azules. Unos suaves labios sonreían mientras las caricias de la brisa eran acompañadas por una solitaria mano que se deslizaba como una sedosa tela. Aquel níveo pincel se deslizaba por una mejilla encendida por aquel vergonzoso pero tierno acto. No era miedo ni tensión lo que estaba presente en el aire. Una ternura fina y delicada se fue dejando sentir a través de unas yemas que parecían temerosas en cada roce de producir algún daño irreversible a esa milagrosa criatura llegada de los cielos. Muy pegados se encontraban los dueños de pinceles y lienzo. Sintiéndose los alientos mutuamente, bailando boca con boca pero sin llegar a un íntimo contacto que pudiera desencadenar todos aquellos acontecimientos maravillosos. Estos tendrían que esperar un poco mas aunque una pequeña muestra de abiertos sentimientos se hizo presente en un contacto lento, muy suave, con nerviosismo. Ella estaba nerviosa, algo temblorosa pero no debía de moverse. No si no quería estar completamente descubierta ante aquel que la miraba con la pasión en los ojos y la delicada y extrema ternura en los dedos. Las miradas se encontraban y los delicados dedos se posaron por un momento en aquellos dulces labios, fuente de dulces susurros dichos siempre en una intimidad negra y cálida.


Los dedos se deleitaban con la profunda respiración que poco a poco se aceleraba, emitida por aquellos labios tan dulces que siempre le regalaban cordura en la locura y risas en la tristeza. Adoraba adorarlos con pensamientos y rápidas respiraciones en medio de la entrega mas incondicional a los sentidos y el abandono absoluto de la razón y la lógica. Los labios de movían intercambiando un susurro o dos antes de dedicarse al silencio en medio de unas caricias que se asemejaban a esos efímeros tributos llenos de valerosa y a la vez emotiva confianza. Aquella confianza siempre era una transformación cíclica de terciopelo que poco a poco se diluía en el fuego mismo. Las manos exploraban el cuerpo del otro siempre. Pero aquel siempre no se llevaría a cabo aquella noche. Todo estaba perfectamente orquestado para que esa noche fuera diferente. Un suave roce precedió a un camino muy suave, lento, tortuosamente lento, de una mano que acariciaba cada poro de una suave mejilla. En un lento descenso los dedos iban memorizando casi cada trazo de aquel bello lienzo hecho obra de arte de carne y hueso. La luna contemplaba como cada centímetro era secretamente devorado por aquella mano pálida, sencilla, muy sutil a la hora de dejar pequeños tributos en piel ajena. Pero aquella piel era casi como la propia piel con la que se había criado solo que son conocerla en su totalidad. Los pequeños roces guiaron a los dedos hasta fino y elegante cuello, capaz de lucir las mas bellas joyas.


En aquel cuello se apreciaba una piel mucho mas fina, frágil, de sencilla y tentadora rotura mediante las artes amatorias de un ser dedicado a la ingesta de ese líquido carmesí. A ese suave y moreno manto de elástica fragilidad siguió las aceleradas palpitaciones de un sinuosos río que acompañaba a cada latido de su corazón con un sube y baja de ese bello y azulado camino. Aletargados por las palpitaciones, los dedos se demoraron en su camino unos segundos disfrutando de una suave sintonía inaudible. Los únicos privilegiados capaces de deleitarse con el ritmo de aquella maravillosa música eran esos dedos perezosos. Al otro lado de aquel cuello, tras despedirse de aquellos pétalos deseados y complacientes, unos labios se fueron deslizando por una mandíbula que se mantuvo estática antes de liberar un suspiro de placer en medio de las constantes donaciones de ternura a la piel recorrida y futuramente por recorrer. Era deliciosa la sensación del deseo en el ambiente, de sentir que podría morderla de deseo, de devorarla a besos en un acto irrefrenable de pasión, pero la lentitud implícita en cada gesto aumentaba las llamaradas que latían por salir en medio de profundos movimientos. Aquella piel se estiró lentamente, símbolo del disfrute que experimentaba aquella criatura divina, proporcionando mas espacio. Aquellos labios recién emancipados de esa tierna boca que dejaban atrás una despedida en forma de susurro y suspiro se demoraron en aquel cuello elegante y fino, al que gustaba de adorar con toda su sutileza cuando la luna era el único testigo.


Como una sombra que se deja vencer por el amanecer, los dedos fueron bajando lentamente, continuando aquella larga pincelada exploradora. Con una ternura que no dejaba lugar a dudas de unas emociones muy intensas, los suaves dedo fueron desfilando humildemente, con extrema delicadeza entre dos bellas colinas. Su firme busto subía y bajaba por obra y gracia de la respiración que poco a poco se había acelerado. Una nueva parada para reflexionar sobre lo maravilloso de aquel cuerpo al son de los latidos de aquel corazón tan lleno de vida. Sus miradas se cruzaron por un momentos. la visión de aquellos ojos le suponía extasiarse y crecer mas y mas en su determinación de infligir el mayor placer posible a cada centímetro de aquella piel. Con mas soltura aquellos dedos fueron remontando una de las cálidas y blandas colinas que tenían a ambos lados. Las miradas no se separaban mientras unos suavemente masajes se hicieron sentir, adorando aquella piel, tacto, textura, todo. Con una sonrisa los labios de nuevo se rozaron en un gesto de compañía de tierna entrega. Una vez alimentada el alma, de nuevo los labios comenzaron su recorrido en pos de aquellos dedos a los que perseguía y que dominaba poco a poco como señores feudales bondadosos y magnánimos aquella construcción que daba forma a una obra hecha de perfección. Bajando suavemente y llegando a su siguiente destino los labios se cernieron con mimo y prestancia pero con el máximo cuidado de no cometer herejía sobre aquella Dulce cumbre que regalaba un sabor intenso y a la vez muy refinado. Dedos y labios se alimentaron lentamente, con fruición, con disfrute de cada gesto que regalaban a aquel lienzo en el que pintaban las ideas y los deseos de un ser que estaba perdido en las alturas cuando ella asomaba con su luz. Aquel destino dual estaba siendo besado, acariciado, masajeado y adorado en todo tipo de gestos que reivindicaran la correcta forma de como habitar a lo largo de aquel mundo maravilloso hecho de piel morena. Aquella breve escaramuza fue breve pero avivó las llamas de la pasión y lentamente la boca se cernió sobre el último tramo del recorrido.


A través de su vientre fue desfilando fiel a un camino, a una peregrinación que tenía por recompensa un fuerte y sensual concierto de sonidos mas bellos que cualquier otra melodía clásica. Los labios llenos de pecado de él se fueron abriendo para dejar paso a la punta de una lengua que se tornaba mas cálida y dejaba a su paso un rastro de calor y deseo impregnado en cada poro de aquella llanura, plana extensión y precedente de una bello destino. Para saciar la sed, un pozo esperaba a que aquella lengua, seguida de unas manos que se dedicaban a caricias y masajes por los lugares ya recorridos, recordando una y otra vez las sensaciones y sabores recibidos momentos antes. El cruel amante miró los ojos de aquella que encendía su deseo y las miradas de nuevo se conectaron mientras la lengua hacía lentos y pausados círculos alrededor antes de hundir la lengua poco a poco, como un líquido espeso y rojo que se vierte sobre aquel pequeño fondo y lo deleita por un segundo antes de retirarse tranquilamente. Los ojos de ella le regalaban un bello espectáculo donde aprender las artes del placer. las manos le regalaban caricias a lo largo de su cuerpo, sin desmerecer a ninguna parte, tratando con igualdad y justa pericia cada terminación nerviosa, cada poro y cada célula que componían ese bello manto moreno que cubría el alma mas maravillosa que nunca hubiera conocido. No se supo el momento en el que de nuevo la lengua, los labios, aquella boca ávida de cometer los mas puros actos de complacencia y fogosidad se sintió saciada, con energías suficientes para poder continuar el muy corto trayecto que restaba a un encuentro entre mortal y templo de placer.


Un pequeño trecho le separaba de su destino final, protegido por una improvisada guardiana, esencia con mil significados. Solitaria, con un pequeño tesoro bajo los pequeños mantos azules que la componían, una rosa recibía a ese caballero. Pasiva e ignorante de aquel importante tesoro, la elegante protectora recibió unos labios que largo y agradable camino habían experimentado. Esos afortunados caminantes que tanta ternura trataban de desprender cuando peregrinaban a ese deseado destino se elevaron unos centímetros desplegando una suave capa de cálido aliento sobre la piel y las miradas de nuevo se encontraron. El espectáculo de su  mirada era algo digno de recordar por varias vidas seguidas. Un poco mas de entrega, apenas una gota y aquellos pétalos azules presionaron ligeramente, de forma sutil una zona llena de magia, de posibilidades infinitas. Con cautela, la rosa, admitiendo aquella presencia como la idónea, se retiró lentamente, dejando paso a aquellos afortunados peregrinos, que poco a poco comenzaron un baile de roces y suspiros sobre un delicado y moreno manto al amparo de la noche. 


Norte contra Sur,
mirada contra mirada,
una bella noche
así comenzaba.
Desnudos los cuerpos
entregando sus almas.



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