sábado, 22 de diciembre de 2012

La caída.

Ese hombre se encontraba para el incauto y poco observador en la gloria de los cielos pero las bellas formas de esas mujeres engañaban como nadie se pudiera hacer a la idea. Las lenguas paseaban por los puntos mas sensibles de su anatomía dejando un rastro de intenciones ocultas pero de seguro nada buenas. Cada una de sus curvas estaba diseñada para confundir los sentidos de cada incauto. Aquellas cazadoras no cesaban en halagar el oído y el cuerpo de ese hombre que, tumbado como estaba, encontraba sus ojos empañados por la visión de perfectas actrices que cautivaban de forma peligrosa a todo aquel que cayera en sus garras. Entre los placeres sentidos a lo largo del cuerpo, era difícil darse cuenta de que alguna uña era demasiado afilada y la sangre alimentaba bocas ajenas, de que alguna lengua era bífida y de que los clamores de mas placer algo exagerados incluso para la mas deseosa de las amantes. Las sombras ocultaban ese espectáculo, como un improvisado escondite en medio de una nada relativa, producto de a saber que pesadilla o bello sueño. 

La debilidad estaba atenazando al hombre que había caído en la trampa hace mucho tiempo pero que para el no había sido mas de un instante. Las finas manos de afiladas uñas dejaban placer y dolor por igual cuando era necesario aplicarlo para inmovilizar a su presa en una espiral de confusión y desconcierto. Él acariciaba cuanto podía y cuando podía o se lo permitían sus captoras en caso de que ellas no demandaran sangre de sus brazos o de algunas otras partes en las que el palpitar era silencioso pero una gloriosa melodía para ellas. Se mostraban complacientes pero al mismo tiempo demandaban la posesión total con respecto a su alma, a su tiempo, a su mente. Aquel corazón latía cada vez de forma mas lenta por la falta de vida, la cual se iba resbalando por la garganta de una ninfa de ojos claros que ahora sonreía con la inocencia de una niña mientras deleitaba con lúbricas caricias a su invitado. Otra se mostraba totalmente entregada en reclamar la intimidad de ese joven, moviendo con la energía del mismo sol. ondeando sus caderas como si ese fuera un fin de los tiempos que nada mas sucediera a partir de ese momento. La sensualidad de una voz llenaba su mente infundiéndole ánimos de placer y ansias de mas de aquello que ahora recorría su cuerpo de arriba abajo. Las jugosas carnes no daban tiempo a ser devoradas porque antes de cualquier iniciativa el pensamiento mismo de dos ojos oscuros frenaban sus acciones. Había algo ahí, dentro de si que le hacía vivir aun mas. 

Las bocas parecieron volverse mas ávidas de los placeres. mil preguntas se fueron formando en su mente mientras esas lujuriosas criaturas trataban de exprimir cada una de las gotas de vida sin importar la forma o sabor que tuviera esta. Un largo y quejumbroso sonido llegó hasta lo mas profundo de su mente cuando una llamarada de fuego blanco se liberó y una de aquellas mujeres sonrió victoriosa, segura de haber logrado algo que nadie mas había logrado. Un solo susurro y de nuevo el cuerpo estaba tenso como una viga del mas templado acero. Templanza que ahora mismo no tenía. La mente se encontraba reblandecida por las sensaciones y los estímulos, por los violentos movimientos de cadera, por los cortes acompañados de complacientes recorridos de varias lenguas ahí por donde mas de uno podría imaginar, haciendo formas, dibujos que invitaban a pedir mas. Pero aquellos labios ni tiempo tenían de pedir mas en caso de quererlo. Cuando tenía el suficiente aire para poder respirar dentro de los pulmones, entonces otra lengua exploraba su boca buscando llegar hasta lo mas profundo y ahogarlo en un mar de sensaciones. Una lengua experta tras otra, que no permitían juzgar maestría alguna, invadían con deleite y deseo su propia boca, como si quisieran absorber el alma de aquel hombre a través de esa boca que ni hablar podía. 

Lejos de ahí unos ojos se abrieron. La luz que emanaban empujó a la luz de la Luna que en ese momento contemplaba el sueño de una dama, expulsando un intenso brillo a través de una cristalera bastante particular. Todos los tonos de azul fueron lanzados al mundo tras pasar esos cristales, envolviendo en una suave y tranquila manta luminosa al mundo entero. Los mismos ángeles cantaron, inspirados por aquella pureza que salía de todos los roncones del mundo. Aquel despertar fue un nuevo día para un ser extraño que ahora se encontraba mas que dispuesto a todo ya que la luz se había encendido en el mundo y al fin amanecía para él. Con una sola nota salida de mil bocas celestiales dos alas se abrieron de par en par, El azul se instaló en aquellas plumas y fueron mezclándose con muchos mas colores para dejar en claro que la luz era su esencia, que por muchos infiernos que pasara, él siempre sería fiel a la sonrisa de la dama que lo necesitara a su lado. La luz de aquella mirada rasgó las sombras de la confusión a su alrededor e incluso dentro de su mente. Un vuelo furioso fue emprendido acompañado de los coros de los ángeles que ahora bajaban del cielo para celebrar ese despertar cálido y la salida de un sol especial. 

La debilidad por la falta de sangre y energía no lo amilanaron en momento alguno, ni siquiera descubrirse siendo perseguido por las cazadoras que ahora se mostraban fieras en su determinación de lograr consumir ese alma que tanto había padecido, al igual que todos los seres humanos en la tierra. Pero él no se rendiría, sería mas fuerte, mas rápido, mas bondadoso en sus acciones. Las alas lo llevaban con el viento a favor hasta el destino, atravesando por el camino cielos, castillos, puentes, batallas, cielos e infiernos. Sus ojos, en plena huida alcanzaros a ver lo imposible: mares verdes, montes hechos totalmente de miles de cristales que destellaban como nada en este mundo, Pequeños lagos en los que criaturas de gran porte se bañaban desnudas como el día de su nacimiento, héroes caer por un sencillo error y tiranos caer por el mismo amor que los había ensalzado en lo mas alto. En su huida de esas siete damas fatales para cualquier mortal había visto el vuelo del águila, del hipogrifo y de las etéreas hojas y pétalos de flores regaladas por amantes entre promesas de un amor eterno. Vio nadar por los mares mas extraños a las mas extrañas criaturas dotadas de grandes cuerpos y grandes bocas que podrían tragarse islas enteras. Esquivó las garras de dragones y sus llamaradas no fueron impedimento para acudir hasta donde le reclamaba esa mujer especial para él y su pensamiento. Los pecados fueron comiéndole terreno y herido como estaba poco pudo durar hasta que finalmente quebraron una de sus alas y cayó, cayó y siguió cayendo. 

Durante ese instante vio claro todo aquello que deseaba, sobre lo pequeño que era en comparación al universo y lo grandes que podían ser los sentimientos de un hombre, su capacidad de cambiar las cosas en menos de un solo segundo para bien o para mal. Durante aquella caída que quizás supusiera su muerte tuvo un segundo para dedicarle a aquellos dos bonitos ojos, a esa sonrisa que había hecho amanecer todo un mundo. Pensó en todas las estrellas que había bajado de los cielos, en todas aquellas palabras que como soldados estaban dispuestas a luchar por la verdad ante cualquier juez para demostrar lo que decía una certeza tras otra, que no era un farsante mendigo de sentimientos ni inventor de historias que deleitaran oídos ajenos por amor al arte o al mal querer. Su cuerpo se relajó poco a poco aceptando aquello que era inevitable. Quizás fuera incluso mas interesante la muerte que la misma vida, una aventura con cosas nuevas que conocer o experimentar. Pero apartó aquel pensamiento para centrarse en aquello por lo que iba a morir entre los cantos de los ángeles, entre las risas que él mismo había provocado en amigos y gente que fuera mas allá de la amistad. Cayó, cayó y cayó. 

Un impacto, un sonido de cristales rotos y muchas gotas de algo muy frío que le daba de pleno en la cara y el cuerpo. El suelo estaba mas blando de lo que había esperado y pronto el dolor se hizo sentir. El ala rota, herida, casi abierta por la mitad y todos los cortes, rastros de saliva que poco a poco se iba filtrando en la piel para no dejar mayor huella de aquellas cazadoras que ya habían dado por perdida a su presa.. Sin saber si estaba dormido o a las puertas de la muerte, poco a poco fue abriendo los ojos cuando escuchó unos pasos. Giró el rostro, tratando de aclarar el juicio, la propia mente e incluso de dar algo de sustento a su cordura sobre el hecho de haber escuchado y sentido que su cuerpo rompía un cristal y no sentir los cortes. Se encontró entonces mirando dos grandes ojos azules y seguidamente otros pasos que se acercaban presurosamente. Una de las dos miradas era inocente, de dos lagos azules que no podían mas que producir deseos de proteger hasta la muerte. La preocupación se reflejaba en ese rostro que no podía tener malas intenciones ni aunque lo deseara. Pasó a la otra mirada, a las palabras nerviosas que soltaban unos finos labios. Se intercalaban con algo que parecía estar masticando. Los sonidos llegaron de la mano de un "quizás tenga un dulce para las caídas altas". No podía ser cierto... 

De nuevo la oscuridad en lo que parpadeaba y lo último que veía era un gran círculo en el techo. No era la clásica silueta de su cuerpo como tanto se veía en algunas representaciones cómicas. Era un círculo perfecto en un alto techo y de los lados, donde antes había cristal poco a poco caían unos pétalos azules seguidos de gotas., como si el cristal se fundiera antes de caer. Volvió abrir los ojos y una mirada poderosa lo observaba con curiosidad al mismo tiempo que una sonrisa sutil se extendía por su rostro. La dama de ojos azules le dijo a la de poderoso mirar que se retirara, que estaba herido aquel ser lleno de vagas sombras en su corazón y su mente. Antes de irse un dedo frío paseó por su torso, admirando la blancura de la piel casi cadavérica y la debilidad que esta transmitía ahora mismo al casi no poder respirar. la mujer de poderosa mirada se dispuso a retirarse y desapareció de la vista de todos como si nunca hubiera estado ahí. Las preguntas de la dama de los dulces eran constantes, al igual que el sonrojo producto de ver un cuerpo desnudo tendido en una cama que pronto fue tapado por un ala menos maltrecha. 

-Oh querida...-Dijo de forma trabajosa- tengo algo que pedirte.- Acto seguido extrajo la pluma menos manchada de sangre que tenía, impoluta a decir verdad y carente de toda mancha. Se la entregó a esa criatura de preciosos ojos y piel pálida.- Entrégale esto...- El caballero creyó que no eran necesarias mas palabras, de quien se refería, como debía de entregarla y que debía de decir para no preocuparla.-dile que estoy bien y que la quiero.-Se quedó en silencio medio inconsciente por todo aquel esfuerzo y la dama de los primeros ojos que vio le pidió que guardara silencio. Convencido y con toda la fe puesta en su corazón de que el mensaje llegaría. Volvió a quedar sumido en las sombras de la inconsciencia, siempre mas acogedoras que otras sombras bien conocidas por él y frecuentadas por una criatura bastante peculiar a su parecer. 

Pasaron los días entre sueños y pesadillas, entre juicios de conciencia y todo aquello que era capaz de procesar una mente casi enferma y al borde del delirio irreversible, entre profundos dolores de sus alas, huesos, músculos y alma. No había ruidos casi nunca que pudieran alterarlo. A veces venía esa cuidadora improvisada, otras veces una mujer de aspecto feroz y al mismo tiempo liviano. Incluso se presentaba en su lecho de descanso una criatura maravillosa llena de imparcialidad ante el estado de salud que parecía mostrar interés por sus alas y por su cama, de la cual a veces trataba de echarlo. Una bella dama silenciosa se lo quedaba mirando en muchas ocasiones sin decir una sola palabra. Vestía de gris y lejos de causarle temor o preguntas sobre si ese sería su último momento de vida, trataba de hacer el mas mínimo gesto que pudiera semejar a una reverencia de tanto respeto que le guardaba. Entre largas noches nada mas sucedía, muchas veces suspiraba, recitaba algún verso improvisado sin saber si le escuchaban o no. Sonreía ante cierta frase y repetía en alto siempre la parte final entre risotadas. Le encantaba. 

Despertando en una noche el golpe que recibió fue tan fuerte como agradable. Ahí estaba ella. Radiante pero con gesto preocupado por sus heridas, ya mas curadas que antes. sus dedos se deslizaron con una suavidad que dejaba estremecida toda la piel que tocaba y esto se extendía al cuerpo, profundizando en el corazón y llegando al alma. Aquellos ojos oscuros estaba observando los suyos y no se despegaron en momento alguno. No se dijeron nada, no eran necesarias las palabras. Una de sus manos deslizó los dedos por su cabello largo y negro, por los rasgos finos y dulces de su rostro que podía adoptar mil facetas, a cada cual mas fascinante. Sus ojos no se separaban de sus ojos y no supo cuanto tiempo pasó hasta que por fin pudo hablarle 

-Llevo esperándote esto tanto tiempo. Todo lo que hice ha merecido la pena y cada error del que aprendí también.-No supo que mas decir ya que las lágrimas caían silenciosas por su rostro y sencillamente la abrazó con todas las fuerzas que le permitían los maltrechos brazos.- Eres lo mas bello de mi vida y nunca podré pagarte todo aquello que...- se quedó callado al sentir el dedo de ella en sus labios, La sonrisa de ella se hizo mas notoria cuando el sonrojo en esas pálidas mejillas se hizo presente por un momento. Se acostó a su lado y le dedicó una caricia a su rostro lleno de pequeños cortes. Se miraron a los ojos hasta que se quedaron ambos dormidos en los brazos del otro, en paz, en medio del cómplice guiño de las estrellas y vigilados por la luna que se filtraba con su puro color blanco a través de ese rosetón destrozado. Con todo, aquella obra de arte tenía arreglo. Caer en las sombras y no encontrar la voluntad de luchar contra ellas por la gloria de esa sonrisa, despreciando todo lo bueno que ella le había dado, no. 


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